Partida Rol por web

9 de enero de 1921

Creekville se encontraba situada en el noroeste del estado de Ohio, en el extremo occidental del lago Erie y atravesado en diagonal por el río Maumee. Esta parte del estado se caracterizaba principalmente por su tierra poco accidentada, sin demasiados desniveles salvo por unos pocos montes dispersos, contando con las altitudes más bajas de todo el estado. Su suelo es muy fértil y su producción de maíz notable.

La ciudad ocupa unos 186 Kms2 creciendo desde la orilla del Erie hacia el interior y expandiéndose de norte a sur. Ronda los 225.000 habitantes. Su clima es templado y el paso de las estaciones se distingue perfectamente. Creekville está dividida en cinco distritos: El Distrito Portuario, el Distrito Central, el Distrito Jurídico, el Distrito Periférico y Uptown.

También sabes que Creekville está bajo el control de dos familias mafiosas: los Panepinto y los Moretti. En medio de todo están los irlandeses de Finnegan. La ciudad es un perfecto lugar para que alguien pueda empezar desde cero y convertirse en un hombre respetable. Y esa es tu idea.

Para ello has pedido un préstamo para poder abrir tu local. Has elegido el Distrito Portuario porque es el lugar con alquileres más baratos. No podrías permitirte un espacioso local en el Distrito Central, ese está reservado sólo a los negocios más caros y selectos. De todas formas te gusta este sitio. Este distrito es el más antiguo de la ciudad y donde se encuentran los más vetustos edificios, algunos prácticamente en ruinas. Sus calles son estrechas, existen numerosos callejones y, en ocasiones, da la impresión de que las plantas superiores de las casas van a tocarse unas con otras inclinadas hacia delante. De fachada en fachada en muchas de sus callejuelas pueden verse tendederos con ropa de todos los tamaños y colores al aire, costumbre muy italiana, pues los pisos son pequeños y no hay sitio donde tender la ropa.

El Distrito Portuario, pese a todo, es un centro muy importante para la ciudad. En él se encuentra el puerto, toda la zona de trabajo de cara al lago y es punto de paso obligado para los transportistas que vienen y van las 24 horas del día en sus camiones con carga y descarga día sí, día también.

Hoy es un día ajetreado para ti porque es el momento de la gran apertura...

- Bueno, esperemos que venga a comprar bastante gente en la apertura, hay ofertas que las amas de casa no podrán dejar pasar- piensa Frank fumándose un cigarro, con la mano temblorosa incluso. Su propio local. Aunque haberles tenido que pedir dinero directamente a la Familia Panepinto, que se decía que eran mafiosos, no le agradaba en absoluto. Era la clase de tratos que podían hacer que acabaras muerto en el río Maumee si no pagabas, así que había que ganar dinero, saldar las deudas, y olvidarse de ellos para siempre. Si. Así lo haría.

Apagó la colilla en el cenicero que tenía en el mostrador y lo guardó tras este, con lo cuál, dando un suspiro, dio la vuelta al carta de cerrado por abierto de cara a la calle, y se colocó tras el mostrador, sentándose tras un taburete, y empezando a leer el periódico a la espera de la clientela.

Nervioso, esperas la llegada de los primeros clientes, pero te sorprende que los primeros en entrar a tu tienda sean tres hombres. Dos de ellos tienen pinta de matones y el otro está elegantemente vestido con un traje de tres piezas, corbata y sombrero. Mira a su alrededor evaluando el local y se acerca con paso decidido y una sonrisa amistosa en la cara. Los otros dos se quedan unos pasos más atrás con cara de aburridos.

-Señor... ¿Thompson, no es así? -dice quitándose el sombrero-. Permítame que me presente. Soy Samuel Leví, Consigliere de Don Gaspare Panepinto. Es un bonito sitio el que tiene aquí ¿Le ha costado mucho llegar hasta nuestra humilde ciudad?

Frank se queda quieto al ver a los hombres entrar y apoya sus manos sobre el mostrado, esperando a que hagan el pedido, probablemente para regalarlo algo a sus mujeres, pero solo se adelante uno, y se presenta como conseglieri de la familia Panepinto. En ese instante, Frank sonríe y le estrecha la mano, ofreciéndole un pitillo y sacando el cenicero.

- Oh encantado señor, si soy Frank Thompson. Bueno hago lo que puedo, los inicios son duros.- dice mirando alrededor.- pero creo que esto subirá. La verdad es que el viaje en autobús fue bastante pesado, pero bueno, ya me he instalado en la parte de atrás de la tienda.- señalando con el pulgar la trastienda.

-Ah, eso es estupendo, señor Thompson -dice estrechándote la mano y aceptando el cigarrillo. Da una calada y expulsa el humo satisfecho-. Gracias. Verá, he venido aquí para ver en qué se ha invertido el dinero de Don Panepinto -de su chaqueta saca una pequeña libretita que abre para consultar-. Vamos a ver... Ah sí. Ha pedido usted a Don Panepinto un total de mil dólares. Ochocientos cincuenta se han ido en mobiliario, la caja registradora, adecentar el lugar, el escaparate y el cartel de la puerta. El resto se ha ido en mercaderías y en dos meses de alquiler por adelantado. Bien, vamos a hacer lo siguiente. Don Panepinto se encargará del alquiler de local y la vivienda trasera. Me parece que aún no tiene muchos muebles, pero eso ya es cosa suya. Como le he dicho, se hará cargo del alquiler y además de su manutención. Un muchacho vendrá aquí todas las semanas a traerle los comestibles. A cambio, usted trabajará para pagar el crédito. Todos los beneficios de la tienda se destinarán a eso, excepto un 25% que irá para usted -pasaba las páginas-. En total le debe usted a Don Panepinto mil dólares más el 50% de interés así que suma un monto total de mil quinientos dólares ¿Está todo claro hasta aquí?

- Bien, no creo que me quede más remedio que aceptar las condiciones, aún siendo bastante elevadas. Pero quiero puntualizar lo siguiente. Yo trabajaré para pagar al señor Panepinto como es obvio, pero eso no significa que vaya a trabajar para él. Semanalmente, le entregaré al muchacho los recibos de la caja registradora para que lleven un registro de cómo va el negocio, y el 75% de esa cantidad, en efectivo. Le parece bien?- dice sujetando el cigarro, intentando aparentar serenidad.

-Me parece aceptable -Leví da otra larga calada al cigarrillo y lo deja en el cenicero-. Una cosa más. Don Panepinto le ha hecho a usted un gran favor. Es posible, que dentro de un tiempo, le pida a usted otro favor a cambio. Puede que eso no llegue a ocurrir nunca. Pero si fuera así, espero que no ponga usted ningún problema ¿De acuerdo?

Apagando la colilla y mirando al cenicero mientras lo hacía, expulsando su última calada, miró al señor Leví, diciendo:

- Si claro, me ha sido de gran ayuda y si puedo hacer algo por él sólo tiene que decírmelo. Y bueno... quieren algún perfume para sus señoras. - dice sonriendo y mirando a Leví y a sus guardaespaldas.

-Muchas gracias, señor Thompson, pero no estamos casados -responde Leví riendo. Se levanta y te vuelve a tender la mano-. Pero no se preocupe que ya los muchachos se pasarán por aquí. Hay unos cuantos con novias aquí y allá, usted ya me entiende. Nos veremos pronto, sin duda.

- Yo tampoco, descuide.- dice riendo y estrechando la mano de Leví.- cuando necesiten alguno de mis productos, ya saben donde pueden venir. Que tengan un buen día caballeros.- dice guardando el cenicero y despidiéndose con la mano.

Tras esto, cuando se marcharon y hasta que entró el primer cliente, se puso a leer el periódico local, a ver si había alguna noticia interesante.

6 de febrero de 1921

Ha pasado un mes desde que abriste la tienda y empezaste el negocio. Desde entonces la clientela ha ido llegando poco a poco: mujeres de ingresos bajos, algún estibador con aspecto incómodo e incluso hombres de Panepinto para buscar regalos a sus "novias". El dinero ha llegado poco a poco aunque casi todo se ha ido en amortizar la deuda. La gente ya empieza a conocerte y a sentirse cómoda con tu presencia a pesar de no ser italiano.

Por eso te sorprende que un buen día entren dos jóvenes de aspecto agresivo. Los conoces. Son irlandeses de la banda de Finnegan. Su única calle en donde ejercen el absoluto control no está lejos de la tienda. Todos van vestidos igual: vaqueros, camisas y gorras de franela.

-Tendero -te espeta sin más-. Estamos a primeros de mes y hora de pagar la protección...

- Emmmm, protección? Que protección necesitaría yo señores? Creo que me se proteger yo mismo o la policía en el peor de los casos. Sin embargo, coméntenme un poco como funciona esto, ya que soy nuevo en la ciudad, y nadie me ha avisado de que vendría nadie, ni que necesitara protección.- dice Frank aguantando la compostura.

Los dos jóvenes se miran entre ellos divertidos, seguramente pensando en que eres bastante ingenuo.

-Esto es muy simple. Su tienda está en nuestro territorio y para protegerle de las bandas rivales solicitamos un pago de los comerciantes. Aquí la policía no se molesta en venir así que tenemos que defendernos nosotros mismos. Es un Distrito difícil ¿sabe usted? Podría pasarle cualquier cosa. Que le robaran, que le pegaran o, quien sabe, que le quemaran la tienda.

- Bueno, pero su calle está un poco más arriba no?- dice intentando no dejarse amedrentar, aunque probablemente se llevara una paliza- Y por cierto, debo informarles de que si esta tienda ardiera, probablemente reventaría la mitad de la manzana, destrozando el resto de negocios, y por tanto, perdiendo sus "ingresos". No creo que eso convenga no caballeros.- apoyando sus manos en el mostrador y mirando a los hombres. 

-Lo que nos convenga ya lo decidiremos nosotros, amigo. Sólo estamos aquí para cobrar la protección. Son 10 dólares, así que suelte la pasta de una jodida vez -responde el que lleva la voz cantante.

- Está bien, pero vuelvan mañana, ahora no tengo efectivo para pagarles, lo siento.- dice seco a los hombres.

-Escucha imbécil -dice el tipo sacando una navaja de aspecto temible de su bolsillo-. Son diez dólares y nos los vas a dar ahora si no quieres pasarlo mal ¿Lo has entendido, idiota?