Partida Rol por web

Una pequeña lucecilla se encendió literalmente en la cabeza de la tecnosacerdote cuando el escaneo dio por fin resultados, conduciéndola hacia las familiares tiendas y uniformes del 112º Mecanizado de Drafeliv.

- Coronel, se presenta la tecnosacerdote Shänshän Fäguäng, numero de serie 7342537236. Acompañada del servidor C3B0 -

Tras presentarse a su oficial al mando Shänshän se dirigió de inmediato a su tienda, donde estabulo a C3B0 en modo de espera y procedió a revisar su equipo reglamentario metódica y pausadamente, entonando salmos de bienvenida y armonía a los espíritus máquina.

Ya solo la quedaba lo más pesado de todo. Conocer a sus nuevos compañeros de unidad. Fäguäng se lamentaba para sus adentros, no por primera vez, de la falta de un único código de conducta y etiqueta humana. Aquello sin duda facilitaría la fluidez de las relaciones interpersonales, pero en lugar de aprender del ejemplo del mecanicus cada planeta se empeñaba tercamente en tener uno propio. Aquellos que se enorgullecían de sus diferencias jamas conocerían la paz de espíritu que había en la sagrada uniformidad del Omnissiah.

— Las tramitaremos, no se preocupe — respondió el comisario guardando las peticiones en un archivo de color negro. El otro comisario de la tienda, el del mismo rango que Nereida, salió en ese momento de allí, requerido por alguna tarea, tras despedirse de los otros dos.

Ante la inesperada insistencia de la comisaria, el otro la miró con una media sonrisa divertida — ¿Qué le hace pensar que nosotros tenemos algo que ver con eso? — el comisario trazó un símbolo en el aire con los dedos, formando una =][=, no hacían falta más explicaciones que aquello — Puede quitarse cualquier preocupación que tenga sobre los Doblesueldos de la cabeza, comisaria Kriemhild. Su situación nos supera a todos.

Fäguäng apenas acababa de llegar e instalarse. Por ello resulto sumamente inusual que aquella desconocida, una comisaria, la abordase de pronto solicitando sus servicios. Obviamente no se trataba de una drafelivana, lo cual no era inusual dado que la mayoría de sus comisarios solía proceder de otros mundos, pero su armadura e insignias la señalaban como perteneciente a otro regimiento.  

 - Saludos, comisaria Kriemhild. Soy la tecnosacerdote Shänshän Fäguäng - Con todo se trataba de un oficial superior, por lo que la mostró la debida cortesía - Es posible que pueda, ¿me permite ver su mano y la espada en cuestión? - 

Se escuchó un levísimo zumbido y unos pequeños pilotos parpadearon ocasionalmente mientras Shänshän sostenía por turnos y con delicadeza la mano y la espada de la comisaria; escaneándolas y midiéndolas con su matriz augur. El Omnissiah estaba en contra de la modificar a la ligera el equipamiento imperial, pero estaba segura de que al espíritu máquina le complacería que su portadora quisiera conectar mejor con ella; una vez le fuese explicada debidamente la situación.

 - Si, podría hacerlo comisaria. No obstante es mi deber advertirla que tales trabajos no constituyen mi especialidad y que no puedo garantizarla un resultado optimo al 100% - Siendo sinceros la posibilidad de cabrear a la comisaria no la preocupaba ni la mitad que la posibilidad de estropear una pieza de equipo tan magnifica como aquella, pero negarse de plano seguramente entraría dentro de lo solía considerarse como "descortés".

- Si lo hago, y queda usted satisfecha, me gustaría ver los informes de su regimiento referentes a la tecnología usada por nuestros enemigos, si es posible. Quiero saber a que nos estamos enfrentando ahí fuera. - La blasfemia que sea había producido en aquel planeta contra el Omnissiah era casi pareja a la cometida contra el Emperador, por más que la mayor parte de 9º grupo de batalla no fuera siquiera consciente de ello. Pero era su deber dejar constancia de tales crímenes para sus superiores.

- Sargento, con la venia, me gustaría acercarme al pabellón medicae a rezar por Orrin y que un especialista me mire estás heridas. - dijo Arrin tocándose el aparatoso vendaje que llevaba en la cabeza.

Jarl descendió de un salto del transporte. Había recibido tantas felicitaciones y palmadas en la espalda aquella tarde que casi se sentía como uno mas del regimiento. Casi. Si no hubiese sido por la extraña expresión de aquel varangiano barbilampiño y la mueca casi imperceptible de temor que afloró en su rostro al estrechar la mano del psíquico... y las miradas desconfiadas que varios de los soldados de otros regimientos le lanzaron cuando el vehículo pasó a su lado de camino a retaguardia. Ignorantes, todos ellos. Jarl no podía culparlos, pero parte de él quería hacerlo.

Suspiró mientras avanzaba con Morsov y sus respectivos camaradas por el campamento. No tenía gran interés en intercambiar objetos con soldados de otros regimientos ni los del suyo propio, no podrían proporcionarle nada que le fuese útil. Las hienas eran simples convictos, los drafelivianos se apoyaban en la tecnología en lugar de abrir sus mentes al empíreo y probablemente a los Devotos les hubiese gustado verle encima de una pira de madera en su planeta natal. Los tyvianos y los doblesueldos parecían más espíritus afines a su propio regimiento, salvando las distancias, pero estaba claro que estos últimos no estaban de humor para conversar.

-No ha estado mal como primera toma de contacto, ¿verdad, Morsov? Los oficiales enemigos no tenían defensa psíquica alguna, ni esos fanáticos que arengaban a los demás herejes, así que simplemente me centré en ellos -comentó mientras se llevaba a la boca una varita de lho, que prendió haciendo saltar un pequeño arco voltaico entre su dedo índice y la punta del cigarrillo. Inspiró profundamente antes de dejar salir una bocanada de humo.

-En otro orden de cosas, ¿crees que sería prudente enseñarle ese mensaje cifrado a alguien que pudiese entresacarle algún sentido? Quizás podamos consultar con algún sacerdote o alguien de inteligencia que sepa descifrar ese galimatías; podría ser importante.

Mientras terminaba esa frase, seguía dándole vueltas a algo que había pensado en el traqueteante viaje de vuelta al campamento. Ya que había visualizado esos retazos del futuro en ocasiones previas, quizás fuese el momento de centrarse en el desgastado mazo del Tarot Imperial que tenía en su bolsillo e intentar una lectura. Si consiguiese proyectar su mente hasta la batalla siguiente, si pudiese visualizar aunque fuese el más pequeño detalle de la fortaleza o el ejército enemigo, dicha información podría valer su peso en oro...

Entonces se volvió hacia Hagen y su camarada, cuyas manos estrechó.

—Hagen. Knut. Reinhardt Krause. Llegáis un poco tarde, ¿no os parece?

Aunque el comentario sonaba a broma, a juzgar por su rostro no lo parecía. En cualquier otra circunstancia habría disfrutado más tantear a sus nuevos hombres, pero era algo que tenía que hacer sí o sí.

 Hagen se quitó el casco por deferencia ante su Tempestor, y cuando los ojos de ambos se encontraron, no pudo evitar una sonrisa picaresca y ladeada, propia más de lobos que de hombres, salvo que éstos se entrenasen en el Progenia:

- Ya sabe como funcionan aquí las cosas, Tempestor, los del Aeronáutica necesitan un par de clases de vuelo, pero no nos dejaron pilotar. Parece que por algo de mala fama que llevábamos encima. - Dijo con sorna pero sin faltar al respeto del Tempestor. A fin de cuentas, los Doblesueldos ya se tomaban con cierta sorna el desprecio de los demás regimientos e instituciones del Imperio, sobretodo si eran consideradas instituciones de menor abolengo y entrenamiento. Señaló el abultado petate que traía consigo, y lo abrió dejando ver el rifle de fusión.- Sin embargo, he de decir que también me ha retrasado un poco el elegir qué regalos traer a la fiesta, espero que sea de la talla adecuada, Señor.

Arrin se giró hacia el Sargento y los nuevos y preguntó así a bocajarro - ¿Alguien aparte de Orrin sabe mejorar un arma con añadidos, Señor?

Miró a Arrin y asintió lentamente de manera segura:

- No soy un experto, pero tengo la costumbre de mantener y modificar mi propio equipo, veré en qué puedo ayudar, si el Tempestor Krause da su aprobación.

Arrin asintió y se percató de lo cansado que estaba. Al no haberse detenido prácticamente por nada que no fuera arreglar su equipo, limpiarse, dejar que algún medicae novato le pusiera unos parches y dejar bien reluciente el montante que exhibía con orgullo en su espalda, no se había dado cuenta que estaba exhausto.

Miró al viejo Hans que se mantenía estoicamente firme a su lado y le vino a la cabeza el cadáver del binomio de su hermano. No quería pensar en ello, pero se había percatado de que si él hubiera contenido sus ansias de cargar hacia el enemigo unos segundos más, y hubiera hecho su trabajo con el rifle de fusión, del cual era especialista, a lo mejor ése cadáver seguiría con vida y su hermano no estaría tan grave. Necesitaba orar y purgar su culpa, San Drusus así lo requería.

Al pararse estos minutos y mirar a su alrededor, también se dió cuenta de que los dos progena que estaban con el Sargento eran nuevos miembros de su unidad. Asintió al nuevo soldado, sonriendo levemente al escucharle, y miró con intensidad al otro miembro. - ¿Eso es una medicae? - pensó, dispuesto a agarrarla y llevarla en volandas hasta el hospital de campaña donde su hermano agonizaba. 

El estupor se le podía notar en la mirada, así como la enorme contención que estaba ejerciendo sobre sí mismo.

Entre saludos y apretones de hombros propios de aquel momento de alegría Shan Dianqiú recorrió los pasillos del Puesto 42 buscando dónde llenar el buche sin embargo, pese a que la nariz le guiaba, algo no terminaba de olerle del todo bien. Cuando por fin tomó su plato de rancho tardó en asimilar que aquello fuese la comida que le estuviesen dando a los valientes soldados de El Imperio. Huohasai comía sin chistar pero su rostro evidenciaba conocer los reparos de su suegro.

- No está tan malo -disculpó el joven, tratando de zanjar aquel asunto antes de que se convirtiese en una discusión.

Admitiendo el que cambiar de entorno requiere de un periodo de adaptación, respaldado por el hecho que hace tan sólo unos días hubiese estado todavía en órbita terminando su formación pero acabase de volver del campo de batalla, concedió que mejor era probarlo antes de juzgar.

Desafortunadamente el veredicto fue tan definitivo como el contraste de su uniforme azul y la rojez de su rostro.

- Borborigmos de Mao Fú, ¿Crees que nos habrán tomado por Hienas y este es el plato de los penales? -trató de racionalizar lo que estaba ocurriendo y por qué aquella comida era tan insípida. Huohasai negaba con la cabeza, quitándole peso a la idea de su suegro.

- Podríamos haber aprovechado los almuerzos que preparaste pero le diste los últimos a aquel gigante Doblesueldos -continuó el joven, no sin dejar aflorar cierta aprensión en su tono-, espero se lo comiese antes de que lo matasen.

Aquel comentario cortó por completo el disgusto de Shan Dianqiú, sustituyéndolo por un gesto de sorpresa y pena.

- ¿Por qué dirías algo tan feo, yerno? Espero no lleves esas palabras frente a Baozhai, mi hija no necesita--- amonestó con incomprensión antes de ser interrumpido.

- Mi mujer ahora, suegro -declaró con aquella mirada feroz que admitía poca réplica-; y si digo lo que digo es porque, mientras que el Omnissiah se aseguró que todo funcionase en nuestro frente- miró de soslayo al M36 que se le había encasquillado a Shan Dianqiú para dejar claro que "casi" todo había funcionado a la perfección-, los ignominiosos descarrilaron como sólo ellos sabrían. Mira tu retablet y déjame comer en paz.

Tangtang querría poder corregir aquellas faltas de respeto pero Huohasai había apartado la mirada para centrarla en su plato y comérselo, una desagradable cucharada tras otra. Compelido por la curiosidad de saber a qué se refería el drafelivano se acercó a un ComStat para anclar su retablet y actualizarlo con las novedades de Administratum.

Ahora entendía por qué no había visto ni un solo montante o colorido uniforme de los Doblesueldos por allí, no había ninguno alrededor; con prisas se dirigió hacia la zona designada para su regimiento: necesitaba saber si el primer amigo que había hecho en aquel planeta estaba entre los muertos.

Cuando el viejo se fue Huohasai suspiró con fuerza y apartó el plato que tenía delante, mejor era que su suegro se llevase un disgusto que pudiese procesar a que dijese algo fuera de lugar a los del Munitorum y les procesasen a ellos por desacato o rebeldía.

No soy un experto, pero tengo la costumbre de mantener y modificar mi propio equipo, veré en qué puedo ayudar, si el Tempestor Krause da su aprobación.

No había podido oír lo que el penal venía a ofrecerles, pero si Arrin estaba dispuesto a tratar con él, debía merecer la pena. Aunque lo ocultaba, y nadie en su sano juicio le habría dicho nada, era evidente que el menor de los Falkenhorst estaba desolado. El maldito Acechante del Fuerte de la Encrucijada a punto había estado de triturar a su hermano, y Reinhardt intuía que el especialista se sentía responsable. Delegando en él buscaba hacerle entender que tenía su plena confianza. Los nuevos, sin embargo... el tiempo diría. 

Sin mediar palabra, el Tempestor extendió los brazos y arrebató a Kord su propio casco, deslizando un dedo hacia el interior para desactivar la clavija que alimentaba el Espíritu-Máquina del relé de vid. Levantó la vista, indicando a todos con una mirada que hicieran lo mismo, y cuando se hubo asegurado de que nadie más que ellos podría recordar lo que allí se había hablado, se lo devolvió a su dueño. Habló, dirigiéndose a los recién llegados, a los que la situación quizá podría chocarles. 

—Imagino que os lo olíais, pero este teatro de guerra no es distinto de ningún otro: el Departamento Munitorum, en su sabiduría, apenas nos considera dignos de las apestosas raciones que nos dan a tragar —sacudió la cabeza, al darse cuenta de que era tontería extenderse más de lo necesario—. Todos sabemos por qué estamos aquí. Todos sabemos cómo va a acabar esto. No sé vosotros, pero yo prefiero entre tanto hacer algo de provecho. Y si los de logística no piensan ayudarme, me buscaré la vida en otro sitio. 

Gunther, el cabo que operaba el vox de la escuadra, ofreció entonces al especialista Hagen la combiherramienta con la que había estado trasteando cuando llegaron todos. El sargento dedicó un instante para mirar a McKnife, percatándose de que lo les traía eran herramientas de escalada. La información parecía que volaba por el Puesto 42. 

—Asegúrate de que no queda la más mínima huella del cifrado de serie que pueda hacer que los objetos sean rastreados de vuelta hasta el propietario, quien quiera que sea —daba por hecho que no era él, por supuesto—. Y comprueba que todo funcione correctamente. 

En su fuero interno, el sargento maldijo al Munitorum una vez más. A eso habían llegado. A tener que tratar con las hienas y la escoria más baja de la Guardia Imperial. A falta de su montante, el Tempestor clavó los ojos en McKnife, y espetó: 

—No se ofenda, soldado, pero la reputación de su regimiento le precede. Confío en que la nuestra nos preceda a nosotros —dejándose llevar y casi sin enterarse, Krause había caminado hasta el penal, encarándole directamente, buscando hacer patentes las diferencias en estatura no solo física, sino también social—. Nada de juegos, ¿entendido? 

No era la primera vez que Desastre se veía obligado a negociar en inferioridad de condiciones. Como treceavo hermano en una familia de diecisiete, sabía lo que era que todo el mundo diera por supuesto que podían pisarte y tomar lo que quisieran. La clave estaba en dejar que lo creyeran, claro.

Los soldados intercambiaron miradas ante su sonrisa congelada. Estaba claro que no querían hacer negocios con él pero todavía no lo habían echado de allí. Estaban bastante desesperados, como bien había juzgado Desastre al saltar a la piscina yendo a ese lugar. Tenía que aguantar un poco más. Vio como el sargento les ordenó apagar las cámaras. Pobres desgraciados, ni siquiera él tenía que aguantar semejante intrusismo, imagina lo complicada que sería su vida con alguien auditando todos sus movimientos.

- No hay ningún problema, jefe- respondió, levantando ambas manos , una con la pistola-gancho, que tenía el número de serie, el número de bastidor y el holograma de propiedad rayados de forma que parecía un accidente casual, extraño y oportuno con un soplete. Aunque era una medida por lo general innecesaria, ya que el monitorum no tenía tiempo, recursos o ganas de ponerse a rastrear los objetos que llevaba un penal caído en combate. Por eso no les daban cosas caras- Esto no es de nadie. Nadie no lo reclamará nunca. Nadie duerme una larga siesta en el barro donde se perdieron todas sus cosas irremediablemente- añadió, para mayor tranquilidad. Esos tipos eran realmente suspicaces. Y bastante grandes vistos de cerca. Desastre intentó resistir la urgencia de dar un paso atrás, sin éxito. No tenía nada que demostrar a esos tipos, no necesitaba que pensaran que era valiente. Solo que pensaran que ofrecía un buen trato.

- Nada de juegos, jefe- repitió. No le extrañaba que no se fiara de la gente de su regimiento, eran básicamente una panda de hijos de puta de marca mayor. Él dese luego que no se fiaba, o habría hecho la misma operación con sus compañeros. En cambio esos tipos armados hasta los dientes tenían pinta de tener experiencia trucando material, a juzgar por el equipo personalizado que llevaban todos ellos.

Jiang Li se acabó la varilla de lho y se dirigió al olor de la comida después, acompañada por su hermano comieron algo del rancho preparado para los soldados, intercambiando algunas palabras entre cucharada y cucharada; no le pusieron muchas pegas a la comida, no era muy distinta de la que servían en las pausas para comer de las cadenas de montaje en la que los hermanos Fhang solían trabajar. Intercambió además algunas palabras en techna lingua con los drafelivanos más próximos, hablando de los perros del campo de batalla por como gesticulaba y tratando de enterarse de algo concreto seguramente acerca de estos.

Tuvo un breve momento para escuchar a Shan hablar sobre algún Doblesueldo…Por lo que a ella le constaba, habían fallado su misión, pero el hombre del cañón de plasma salio a toda prisa con sus propias preocupaciones en mente; ella ya había visitado a los Varangianos en un esfuerzo por entender a los demás regimientos y sus gentes, quizá una visita a los Doblesueldos, si el tiempo lo permitía, podía ser posible.

-¿Crees que sería buena idea?.-Consultó con su hermano Lee.

Con una cucharada aun en la boca el hermano miró a Jiang Li. Tras tragar respondió.- No tienen buena reputación, creo que serían capaces de ofender al Omnissiah también si les dieras la oportunidad.

Su hermano siempre tan devoto y con el Omnissiah siempre en la boca, excepto para masticar al parecer. Tocó el hombro de su hermano antes de salir a tomar algo de aire fresco, cuando lo hizo miró el paquete de varillas de lho, y aunque sacó una, la devolvió a este y guardó el paquete. La primera varilla había relajado sus músculos, pero no quería terminar adicta a esa cosa ahora que había logrado alejarse de las cadenas de producción de su hogar natal.

Tras preguntar a unos y otros y exponer el caso de que luchar cuerpo a cuerpo con esas bestias seria mejor con un arma que poner bajo el hocico de estas para agujerearles el cerebro, Jiang Li se dirigió al campamento penal para probar suerte. Sabía que la comisario que los vigilaba, al menos una de ellos, estaba ocupada en aquel momento, así que era ahora o nunca. Si conseguia que no la viera nadie fuera del campamento penal perfecto, y si conseguia ver movimiento y quien se encargaba de los intercambios, mejor que mejor, pero tampoco se iba a arriesgar a que la cogieran fisgoneando, si levantaba sospechas, se dejaría ver sin problemas.

La Quincuagésimo octava de Granaderos llegó al campamento a bordo de los blindados de su regimiento hermano, la Sexta de Acorazados.

La mayoría de los hijos de Tyvia se encontraba reunida en su campamento, celebrando su victoria y recordando a sus caídos. Bebiendo, comiendo y riendo mientras relataban sus experiencias en el asalto, intentado hacerse un nombre entre las filas. Los hombres en su mayoría se encontraban reunidos en un improvisado y humilde banquete; el cual habían hecho uniendo las mesas y cubriéndolas con toldos sin usar como manteles, para así rememorar las nobles reuniones de su planeta natal.

Otros grupos más pequeños disfrutaban de una manera más privada en sus tiendas de campaña o en los alrededores. A diferencia del resto del campamento los Tyvianos disfrutaban con un tono de voz moderada y sin hacer mucho ruido, manteniendo el aire marcial y disciplinado que tanto les caracterizaba en el noveno grupo de batalla. Aunque no se podía decir lo mismo del campamento de ogretes, algo distante de los granaderos.

Onorato estaba sentado junto a su compañero sobre la torreta de un inmenso tanque Leman Russ de la Sexta. Ambos disfrutando de sus raciones y bebidas cálidas de dudosa procedencia, que le hacían preguntarse al especialista de donde las sacaba el joven pardillo.

Desde el tanque que estaba ordenadamente acomodado junto a varios más en una pequeña pendiente tenían vista a la mayor parte del inmenso e iluminado campamento y la fría brisa traía fantasmales voces consigo. Los dos granaderos unidos como hermanos conversarían el resto de la noche antes de volver a sus tiendas.

Hagen asintió cuando el Tempestor apagó los receptores de vídeo, se le escapó una sonrisa al pensar que gracias al Emperador estaban en la misma página en ésto de la privacidad. Dirigió un vistazo de unos tres segundos al Hiena, McKnife, tras el efecto intimidante del Tempestor, antes de dirigirse a ambos:

- Espero que haya muchos más Nadie que donen material para intercambios en el futuro, puede sernos de utilidad. - Dio un trago discreto a la cantimplora para refrescar la garganta, antes de continuar.- Esto puede llevarme un rato, vamos a pillar esa mesa, y dadme las especificaciones del trabajo a realizar junto a los materiales.

Acto seguido, se sentó y despejó la mesa con cuidado estudiado, el tiempo apremiaba.

Reinhardt asintió a Kord y regresó junto a los recién llegados con la pipa una vez más en la boca. Gunther, que se había dedicado a interrogar a algunos de los nuevos Vástagos respecto a sus designaciones, recibió al Tempestor con una sonrisa jocosa. 

—Atento, señor. A este le han asignado a la Elphame —y le miró, divertido—. Tú sí que llegas tarde. 

Krause censuró a su radio operador con una mirada que congeló su sonrisa en una mueca y se paró frente a la oveja descarriada de la que se estaba mofando. 

—Debe tratarse de un error. Los hombres y mujeres de la escuadra Elphame ya han hecho las paces con el Emperador. Haga el favor de buscar al capitán Braibant para que le asigne una nueva. Pruebe suerte en el cuartel general, ¿quiere?  

Entonces se volvió hacia la pareja que quedaba, la medicae a la que Arrin miraba con tanto estupor y el que debía ser su ayudante. 

—¿Y bien? 

La comisaria colaboró con todo lo que necesitó la tecnosacerdotisa. Se mantuvo serena y firme, aunque cuando cogió la espada, notó que el corazón le daba un vuelco que no se esperó. Ella no era alguien sentimental, pero ciertamente, ese arma tenía demasiado peso para ella. Con aquel descubrimiento su rostro se volvió algo taciturno pero se mantuvo firme.

Entiendo las posibilidades - dijo escueta sin quitar ojo de su preciada arma y de como ella o ello, trabaja escaneando todo lo que necesitara. La pregunta la dejó algo descolocada, ciertamente no se esperaba que pidiera nada a cambio, al fin y al cabo se trataba de una comisaria hecha y derecha, alguien que merecía la pena tener a tu lado y no en contra, pero no le culpó, todos sabían que los drafelivianos tenían problemas para confraternizar con otros que no fueran de su regimiento o mundo de origen. A pesar de ello, optó por lo sensato, colaborar en la medida de lo posible y mostrarse amable por mucho que necesitara una ducha - poca información hay sobre el terreno, por el momento solo lo habitual - se reprimió de mentarla, más que nada porque sabía que metería la pata tratando de pronunciar su nombre - rifles láser, armas bolter, armaduras anti frag, blindados ligeros con tracción insectoide... tenían sistemas de comunicación también, podría preguntarle a uno de sus hermanos que yo misma solicité para que investigara. También poseían plataformas de defensa con cañones automáticos, imagino que todo de manufactura imperial y luego contaminada por los poderes ruinosos, aunque quizás esto es mucho suponer... lamento no darle más información, pero estamos en los primeros días del asalto. No obstante, su colaboración no será olvidada, ya he recomendado a varios de su regimiento para que se les tenga en consideración para honores de batalla - se encogió de hombros, sabedora de que los adeptos del mechanicum no tenían mucha capacidad de empatía y solo entendían el camino de la tecnología como una fe. Esperó que aquello fuera suficiente, pero sino era así, esperó a ver si pedía algo más que pudiera agradarle. 

Desastre asintió al soldado de asalto y se acercó a la mesa, que despejaron rapidamente. Sobre la dura tabla de chapa colocó la caja del kit que le había entregado intendéncia, un kit para transformar un arma básica en una pistola con una empuñadura extra. También dejó el lanzallamas sobre la mesa.

En algun momento distante, el arma había sido estándar, pero la habían sometido a tantas modificaciones que apenas quedaba nada que fuera medianamente original. El depósito del cargador se había encogido sensiblemente para hacer sitio a un extraño y retorcido circuito cuya función parecía ser aumentar el recirculado del líquido y expulsarlo no solo a presión sino a temperaturas superiroes a los 300 grados. Además se había reforzado la pieza con montones de placas de pinchos sacadas de un viejo chimera para desguazar que hacían que ni siquiera un ogrete fuera capaz de romperlo. Cualquiera al que atizaran con esa cosa se quedaría tonto, eso sí.

- Verás, si usamos las piezas del kit para quitar la culata y colocamos el mango así- indicó,- podemos serrar esta parte de tubo que sólo sirve para poder sujetarlo con las dos manos y hacer que el chorro salga directamente de aquí, ganaremos unos cuarenta centimetros de arma y podremos tirar todo eso. Se dispersará el combustible antes con lo que se perderá algo de alcance pero se podrá manejar con una sola mano- explicó. El kit había sido pensado para sustiuir las culatas y los largos cañones y sacrificar alcance a cambio de manejar las armas con una sola mano.

- Recuerda, si lo puedes hacer hoy, te ganas dos granadas de humo adicionales- recordó Desastre. No podía permitirse estar mucho rato por ahí, no quería que los comisarios empezaran a hacer preguntas.

Una ceja se alzó y su boca puso los labios en forma de ¡oh!, aunque la exclamación no llegó a salir - comprendo, gracias por la información... ojala fuera fácil contactar con ellos - bromeó con cierta camaradería - sino requiere nada más de mi, marcharé a adecentarme y prepararme para el siguiente asalto - aquello la dejó algo tocada, su padre adoptivo había estado al servicio de un inquisidor, y en cierto modo no puedo evitar sentir la necesidad de querer seguir los pasos de quien la salvó de bien pequeña y le dio una vida digna y de provecho de cara al amado Imperio. Quizás esa sería una buena forma de devolverle al Imperio todo lo que le había dado. Nereida se quedó meditabunda antes de marcharse sino requerían nada más de ella.

Kord se centró en las piezas, el hecho de trabajar en algo de manera mecánica le ayudaba a pensar, y aunque la víspera de una batalla no era el mejor momento, había aprendido que nunca se sabe si se dispondrá del momento adecuado. Tras un rato desmontando el arma y aplicando las modificaciones adecuadas, finalmente había acabado con ella. Miró a Mcknife, que estaba cerca echando un ojo al resultado:

- Aquí la tienes, lista para el baile y bien de tiempo. - Le pasó el arma al soldado.- Y ahora, la otra parte del trato.

El tal Kord sabía lo que hacía, Desastre pasó de un ligero nerviosismo por la niña de sus ojos (el lanzallamas de la abuela McKnife) a la staisfacción exultante, pasando por la esperanza prudente y la admiración técnica por la precisión del soldado de asalto. Cuando terminó, había un montón de piezas sobrantes que si era por Desastre se podían quedar si querían. El lanzallamas se convirtió en un arma de mano. Probó el arma con el cargador vacío dándo un par de tajos en el aire para comprobar el equilibrio. También probó la válvula de expulsión que emitió el satisfactorio chorro de aire comprimido. Seguía funcionando a la perfección. El maldito trasto seguía desviando más de la mitad del combustible para calentar el resto de la munición y lanzarlo como prometio hipercaliente además de prenderle fuego. Era realmente un arma temible.

- Perfecto- sentenció.- Un trato es un trato- añadió, entrengado las dos granadas de humo al soldado. En total, las cosas de Bermin le habían reportado bastantes beneficios. Cuando la vida te da limones, más te valía hacer licor de limon porque nadie lo iba a hacer por ti.- Un placer hacer negocios con la élite. Si regreso con vida y tengo algo que os pueda interesar, volveré- se despidió, antes de marcharse de allí antes de que le viera alguien con rango y ganas de joder.