Partida Rol por web

El aviso de Orrin llegó en el momento justo. Arrin hurtó el cuerpo a un lado instintivamente al llegar arriba, y aunque no fue suficiente para evitar los dos disparos, sí que pudo sustraerse de uno de los dos. 

- Emboscada. - dijo por el micro. 

Se movieron rápido para buscar cobertura, tratando de encontrar a los tiradores. - No los veo, Orrin. ¿Posición relativa con respecto a mí? - le preguntó a su hermano mientras llegaba al siguiente saliente y se cubría con él. 

Arrin logró evadir el primer disparo gracias al aviso de su hermano, pero otros tantos continuaron dirigidos hacia él, a medida que los enemigos ocultos lo seguían fijando como objetivo. Entretanto, Orrin corrió a buscar una mejor posición mientras que Kord y Reinhardt se apostaron en el primer risco, preparando sus armas para devolver el fuego.

Por detrás de ellos, la psíquica, algo recuperada, avanzó también para quedar a cubierto, y tras clavar su bastón en el suelo, empezó a invocar de nuevo sus poderes. Todos pudieron sentir como el aire a su alrededor se helaba y empezaba a oler a ozono, bandadas de pequeños pájaros negros salieron volando de los arbustos secos y espinosos en los que estuvieran posados, pero por suerte, no llegó a suceder ningún fenómeno más. Salvo porque alrededor de Arrin, el más expuesto de los Doblesueldos, empezó a restallar una especie de pantalla de electricidad estática, visible tan solo de vez en cuando.

Cauldwelle siguió concentrada en lo suyo, imposible saber qué era lo que estaba intentando ahora. De repente, abrió los ojos, que brillaban con un fuego blanco, y exclamó — ¡No sé cómo, pero el enemigo tiene una débil presencia en la disformidad! ¡Aunque no podamos verlos de forma física, puedo detectar la señal psíquica que emiten y transmitirla! ¡Estad atentos! — apenas dos segundos después, un par de imágenes llenaron las mentes de los Doblesueldos, durante poco menos de un segundo. La primera, la de una silueta apoyada sobre un árbol muerto y caído, la segunda, la de una sombra recortada contra unas rocas.

Aquél era su enemigo. Aunque invisible de momento a sus ojos y sistemas de detección, gracias a la visión de la psíquica podían descubrir dónde se encontraban y disparar sobre ellos, aunque fuera sin un objetivo claro.

Invisibles... Mandaba cojones, era justo lo que les faltaba: cretinos a los que no pudieran ver. Un escalofrío le recorrió la columna cuando las figuras de su posición le llegaron por métodos en los que prefería no pensar, pero... No había tiempo que perder. Había que abrir fuego, incluso allí al descubierto, aprovechar la situación antes de que se movieran.

-¡Espero que te pudras, calzonazos traicionero!

Arrin se arrojó hacia adelante y rodó por el suelo, esquivando de esa forma un disparo que le habría dejado no sólo herido de gravedad, si no totalmente a merced de los francotiradores enemigos. Con un último esfuerzo ganaron, Hans y él, la protección relativa del escalón de tierra y pudieron tener un par de segundos para respirar. No habían terminado de escuchar la transmisión de la psíquica cuando un fogonazo sacudió su cabeza, y por un breve momento pudo ver al bastardo escondido entre las rocas, a muy poca distancia de él, que había intentado liquidarle. Con los ojos muy abiertos y la boca también, casi emitiendo un murmullo inquietante apuntó hacia aquel hijo de la gran puta y disparó. - ¡Abátelo Hans, son impuros, herejes impíos que merecen la muerte! - farfullaba, deseoso de encontrarse al alcance de montante de aquellos hideputas. 

No llevaba muy bien Arrin eso de los poderes psíquicos, pero si San Drusus les había dado aquel recurso para luchar contra los impíos, él no era nadie para cuestionarlo, sólo para seguir luchando y matar a cuantos pudiera antes de reunirse con él. 

Sin perder un segundo en el que la imagen mental pudiera borrarse de su psíque, Orrin detuvo su carrera, apuntó con su rifle hacia la supuesta posición del enemigo más cercano, y descargó una salva sobre ella. Apostado desde el risco, Kord hizo lo mismo, disparando sobre la otra localización. No llegaron a ver si sus disparos habían dado en el blanco, pero cuando llegó el fuego de respuesta, tan solo lo hizo desde las rocas, no desde el árbol caído.

El enemigo cambió de objetivo, pasando a disparar al único Doblesueldo fuera de cobertura, dirigiendo sus proyectiles contra Orrin. Aquello aprovechó su hermano para apartarse momentáneamente del risco y disparar con precisión sobre el tirador enemigo. Reinhardt imitó a sus hombres, disparando también contra el risco enfrentado.

Era imposible saber si estaban logrando algo con aquello o no, pero de pronto, Cauldwelle les habló de nuevo — Las señales se han desvanecido. Creo que les han abatido. Aun así, no bajen la guardia. Sin duda enviarán más soldados, o nos estarán esperando más adelante.

Se mantuvieron unos segundos en silencio, expectantes en sus posiciones, hasta que la voz de Reinhardt se escuchó en el interior de sus yelmos — Bien, no nos podemos quedar aquí todo el día dándoles tiempo a organizarse. Todos a cubrirse tras el siguiente risco. Arrin, Orrin, mirad a ver que hay sobre este o que hay más adelante, comprobad que esas sombras estén bien muertas. E intentad que no os vuelen la cabeza en el proceso.

Sabiendo que iban a avanzar al descubierto, la psíquica se concentró de nuevo para lanzar un nuevo poder, aunque nadie notó nada raro en esta ocasión.

Los disparos habían sido certeros y daba la impresión de que el enemigo había sido abatido, como luego confirmó Evangeline con sus poderes. Tras mirar de nuevo a izquierda y derecha, Arrin y Hans se movieron rápido siguiendo las instrucciones del Tempestor. - A la orden, subo cubriéndome con las rocas. - miró un momento la herida recibida, y se lamentó de haber perdido otro medicae, aunque fuera siendo reasignado. Como siempre, tendrían que arreglarse sin uno, era el sino de la escuadra "Drusus". 

- Vamos viejo. - le dijo a su compañero, que se limitó a seguirle y cubrirse debajo de las rocas para luego sacar la pistola que les ayudaría a trepar, apuntar y disparar. - Anclado. Subiendo. - 

El mecanismo se activó y subieron, agarrándose a las rocas donde había estado la "sombra" disparando, y asomándose poco a poco. - Vamos a ver que hay. - 

-Ugh, bastardo...-gruñó por lo bajo al verse alcanzado. Había atravesado el blindaje, lo que quería decir que aquella gente seguramente iba bien equipada. Más les valía tener cuidado o acabarían llevándose un susto. Y hablando de sustos...

-Recibido, tempestor. Arrin, te recomiendo tener cuidado con los ascensos, ya nos hemos llevado una sorpresa una vez. Adicionalmente, recuerdo que tengo un medikit y conocimientos sobre su uso, de cara a que no corramos riesgos innecesarios...-comentó por el comunicador, mientras echaba mano de nuevo del auspex y se disponía a avanzar. Había que andarse con mil ojos, en especial con aquellos capullos invisibles acechando...

Se movieron con cautela, pero la psíquica no había errado en su precognición, nadie más les disparó mientras cambiaban de posición y proseguían con el ascenso por la montaña. Viendo que no tenía que correr para ponerse a cubierto, Orrin sacó de nuevo el auspex y trató de detectar nuevas señales más adelante, pero ninguna lectura apareció en la pantalla del aparato esta vez.

Arrin, por su parte, se encaramó por el risco, escalando con ayuda del gancho que habían conseguido del Munitorum. No tardó en llegar arriba, y en esta ocasión no lo recibió ningún disparo certero. Más allá de las rocas tras las que se había cubierto, tan solo había más terreno baldío y riscos que ascendían hacia lo alto, con algunos árboles muertos y enredaderas resecas y espinosas como única cobertura. De nuevo, no había ningún enemigo a la vista... pero a juzgar por los cadáveres tirados en el suelo con agujeros humeantes, habían acabado al menos con la pareja de tiradores que había ido a investigar el Valquiria derribado.

El problema y la consternación llegaron cuando pudieron comprobar que no se trataba de meros herejes. Aquella armadura oscura estaba demasiado pulida y bien cuidada como para pertenecer al más disciplinado y mejor equipado de los traidores, y el arma que había a su lado debía de ser todo lo contrario a estándar que podía llevar un soldado humano. Aunque por supuesto, para aquella raza, sí que lo era.

La 11ª se había enfrentado a ellos en tan solo una ocasión, pero una era más que suficiente para reconocer que un nuevo jugador se había unido a la guerra de Alabastria.

Los condenados eldar.

-¡Venga ya! ¿Qué hacen los xenos aquí?-preguntó Orrin cuando llegó confirmación de lo que habían abatido. ¿Aquella condenada tormenta había sido cosa suya? No le gustaban los eldar, como a cualquier servidor del Trono, naturalmente. Pero allá donde otros xenos eran más previsibles o tenían mentes más simples, aquellos maniquíes glorificados siempre tenían un truco o una conspiración detrás. Aquello prometía ser un dolor de cabeza.

-No capto nada de momento, corro hacia la cuesta. Arrin, te sugiero que no te adelantes demasiado, esta no va a ser la única emboscada.

Arrin no tardó en comunicar su descubrimiento al resto, con asco en su voz. La reacción del resto fue la esperada, pues estaban entrenados en odiar y purgar al Xeno, y pocas razas habían tan traicioneras como los Eldar, o al menos es lo que les habían enseñado en la Schola 

A él le daba igual, cualquier enemigo de San Drusus y del Emperador merecía la muerte, fuera quien fuera, y él se la otorgaría con suma piedad y devoción. 

- Entendido, os cubro mientras avanzais a mi posición. Una ojeada de tu botiquin no me vendría mal, hermano. - 

El descubrimiento sorprendió a todos, puesto que levantaba no pocas incógnitas sobre la presencia de unos xenos tran manipuladores y traicioneros como los Aeldari. Pero eso no significaba que cambiara la misión de los Doblesueldos. Debían encontrar y neutralizar la fuente psíquica que había causado la tormenta, fuera alienígena o traidora. Era solo que, al menos, los herejes eran viejos conocidos y sabías a qué atenerte con ellos, mientras que con los Aeldari nunca se sabía por dónde iban a salir, muchas veces como aquella, literalmente.

Arrin y Hans trataron de cubrirse entre las rocas cercanas, vigilando con su arma los riscos de más adelante ante la más mínima señal del enemigo, aunque hasta el momento no se habían dejado ver sino muertos. Entretanto, el resto aprovechó la calma para ir adelantando posiciones, Orrin se lanzó a la carrera por el flanco descubierto, mientras que Kord y Reinhardt escalaron el risco con sus ganchos para quedar junto a Arrin, con el Tempestor teniendo que sujetar con un brazo a la psíquica para que también llegara arriba, que por suerte parecía pesar como una pluma.

Mientras los Doblesueldos guardaban sus ganchos, Cauldwelle se llevó dos dedos al lateral de su cabeza, escudriñando la lejanía con sus poderes — Será mejor que se preparen rápido, Vástagos. Ya vienen, y en mayor número.

-Si se nos echan encima, vas a tener que esperar al parche-replicó por el comunicador, siguiendo con su carrera montaña arriba. Más valía llegar a una posición mejor que la que tenía antes de que le abrieran más agujeros en el cuerpo.

- Entendido, esperaré hermano. Subid, os cubrimos. - dijo como respuesta, mientras tanto, se habían colocado cubriéndose con las rocas y apuntaban con los rifles hacia las rocas de delante, en el siguiente "escalón" que tendrían que coronar. 

Miró el cuerpo del eldar, preguntándose qué demonios estarían haciendo en este mundo perdido, precisamente allí, en la montaña con los psíquicos de los herejes. Fuera lo que fuera, no era bueno, y debían ser purgados. Felizmente, había acabado ya con uno, pronto vendrían más, eso sí, estos cabrones apuntaban bien, por lo que debía esperar su oportunidad para lanzarse encima de ellos. 

Orrin siguió en su carrera hacia adelante hasta encontrar la cobertura que le pudo proporcionar uno de los matorrales espinosos que poblaban el Monte. Aparte de árboles torcidos y muertos y hierbajos de color tan rojizo como la tierra seca sobre la que germinaban, aquellos zarzales que se extendían a lo largo de metros y metros eran la única vegetación que lograba crecer en aquél baldío planeta. Kord, Reinhardt y sus camaradas se cubrieron tras el gran árbol frente a ellos, seguidos de Evangeline, que se situó justo detrás del tronco mientras que los Doblesueldos se apostaban entre las gruesas raices que sobresalían del suelo.

Arrin y Hans seguían oteando la siguiente hilera de riscos con sus armas, dispuestos a abrir fuego a la menor señal de contacto. Pero el enemigo seguía sin aparecer, esquivos como solían ser los aeldari. No se dejarían ver hasta que no estuvieran listos para dar su propio golpe... o hasta que fueran a por ellos.

Pasaron unos instantes, apenas segundos, en los que no se escuchó ni se movió nada. Y de repente, entre los zarzales, árboles y rocas que cubrían los riscos de más adelante, más sombras empezaron a moverse a gran velocidad, demasiado fugazes como para saber por dónde habían llegado o hacia dónde habían ido. Pero ya estaban allí.

Cauldwelle no tardó en hablarles de nuevo — Cuatro señales, y un artilugio grande, no puedo distinguir lo que es Tampoco puedo saber si hay más - la psíquica volvía a sangrar por la nariz, un fino hilo que manchaba su rostro y sus labios. Sus ojos estaban blancos otra vez, señal de que se concentraba para lanzar otro de sus poderes.

Los ojos del doblesueldo estaban esperando avistar al enemigo para enviar la señal a su cerebro de aniquilar. No se hicieron de tardar, aunque se movían inusualmente rápido. 

Un ligero fogonazo reveló la ubicación de un tirador, que había disparado sobre Orrin, mientras en la mente de Arrin se veía con nitidez el contorno de dicho Eldar. Esto último lo entretuvo un momento, el suficiente como para fallar su disparo a pesar de que Hans le marcaba el punto con sus salvas. 

Instintivamente rectificó el ángulo de disparo y su fiel arma lanzó una ráfaga certera al objetivo, quien se retorció bajo el fuego purificador de San Drusus. 

Venían enemigos de nuevo... Era de esperar que aquellos condenados xeno no fueran una parejita de paseo, así que tendrían que matar a unos cuantos más antes de llegar al final de aquello. Con las posiciones reveladas de nuevo, Orrin volvió a abrir fuego, maldiciendo entre dientes a aquellos bastardos sigilosos...

A Arrin le resultó imposible saber si había logrado darle a algo con su primera salva, pero eso no le impidió seguir apretando el gatillo en cuanto la psíquica les reveló la localización aproximada de los enemigos. Los Doblesueldos abrieron fuego al unísono, respondidos de inmediato por los xenos. Los discos de plasticristal y los haces de láser sobrecargado llenaron el espacio entre los riscos, la cobertura o la habilidad salvando a los imperiales de unas armas realmente dañínas, pero sin que estos pudieran conocer el efecto de sus propios disparos.

No obstante, cuando Cauldwelle, todavía inmersa de lleno en la Disformidad, les envió de nuevo la impronta del alma de sus enemigos, pudieron comprobar que una de las cuatro balizas brillantes se había apagado ya.

Esos bastardos invisibles eran escurridizos, aunque parecía que uno había mordido el polvo ya. Sin embargo, había que reconocerles que tenían buena potencia de fuego por mucho que esta vez hubieran fallado. Si no se daban prisa, iban a acabar como un colador. Así que volvió a apuntar hacia donde le parecía que otro de aquellos cretinos estaba, a juzgar por los preocupantes flashes que les llegaban por la psíquica, y abrió fuego de nuevo.

-Venga... Venga... Moríos de una puta vez, xenos...

Krause se sintió asqueado de tener que guiar sus disparos valiéndose de las malas artes de la mutante, pero arreció el fuego con el que hostigaban a las sombras sumando su rifle a las andanadas. 

—¡Seguid disparando! —gritó, después de hacer lo propio, momento en el que se dirigió a psíquica— ¡Vigile nuestras espaldas, Cauldwelle! 

Todos sabían de sobra que en la guerra todo valía, pero si por algo eran célebres los xenos a los que se enfrentaban, era por la velocidad y la astucia con la que planteaban sus estrategias. Apostaría gustoso los dedos que le quedaban en la zurda a que en esos mismos instantes estaban siendo flanqueados. 

Maldiciendo para sus adentros, Arrin siguió disparando junto a su fiel Hans. Por un momento parecía que el arma no respondía a las instrucciones del tempestus, pero gracias a un habilidoso "toque técnico" dado en el momento y sitio justo, el arma disparó una ráfaga mortal contra uno de esos Xenos.

Escuchó los gritos de su Sargento y se sintió con la ira justa y adecuada para acabar con aquellos sucios y mentirosos bastardos. 

Le llamó la atención el aviso que dio a la psíquica, y trató de buscar enemigos que les estuvieran flanqueando.*