Partida Rol por web

Otros Mundos I : Los Chicos de Jim Hopper

Día 2. El proyecto Mamba Negra.

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19/11/2022, 00:33
Director

Fue fácil abandonarse al sueño, arrojarse a sus brazos. Dejar de pensar, de darle vueltas a las cosas, a las ausencias y a las presencias, a las malas decisiones, al fracaso, al horror y al silencio, era lo fácil. Cerraron los ojos. A su alrededor, la selva volvía a llenarse de vida. La muerte había terminado su turno de esa noche pero no había olvidado que sus nombres aún estaban en su lista.

 

El sueño de la razón engendraba pesadillas. Las hojas de los árboles al rozarse por obra del viento caliente eran alas cartilaginosas de demonios surgidos del Averno. La llamadas de los animales podían confundirse con la de criaturas exóticas de un planeta que no era el suyo, donde de vez en cuando se sentían observados por pares de ojos verdes; búhos, panteras, monos nocturnos. Diablillos, duendes burlones, hadas malévolas. Un cuento. Los hermanos Grimm cuando eran carniceros y contaban historias de terror. La lenta pulsación de la selva, su respiración, acomodada, profunda, como un martillo natural que aspirase y golpease, llenó su descanso. Les permitió descansar, pero no olvidar.

Se abandonaron al sueño. O les fallaron las fuerzas. Merl no encontraba la postura. Cigarrillo a cigarrillo, se daba la vuelta, se apoyaba contra un tronco. Dormía o vigilaba. Ambas cosas. Rico se hundió en las sombras. Se sumergió en ellas como haría en el escote de una stripper del Joe Chicas Calientes. Gonsalves dormitó, abrazada a su arma, la cara sucia. Otra noche más en Guatemala. Otro día más en su maravillosa vida. En su diestra un colgante de cuerda y madera, una cruz cristiana. Pero ¿Dónde estaba Dios cuando el Diablo campaba a sus anchas por la selva? Jim. El responsable. El capitán. El pecho hundido por sus medallas, por sus logros. Hazañas. Quizás le dieran otra si sobrevivía. Podría llevarla en el pecho cuando fuera a visitar al prometido de Linda, al tío de Tortuga o al dueño del bar donde se dejaba caer Gustav. El deber era más pesado que una montaña, más ligero que una pluma.

El calor era pegajoso, molesto. Les hacía sentir atrapados, inmersos en una de esas trampas atrapamoscas donde el bicho quedaba sujeto, maldiciendo, hasta que moría de hambre o de pena. El diablo cazador de hombres no volvió. Puede que pensase que había acabado con ellos, que ya no merecían la pena. O quizás estaba lamiéndose las heridas. Merl le había visto sangrar. Rico le había dado en la cabeza. Nada humano podía sobrevivir a eso.

Se pusieron en marcha antes del amanecer. Ninguno había podido dormir bien, salvo Rico. Se buscó una muleta. Algo improvisado, resistente, que no le despellejase la piel. Ya no podría cubrir a sus compañeros como entonces.

—Conozco la selva. Os guiaré —dijo Gonsalvez.

No mencionó nada sobre la afirmación de Jim. Ir a Estados Unidos no le valía nada. No sin su hijo. Pero habría ido a cualquier parte con tal de salir de allí. Fue la única que miró atrás. Vidas y sueños, amigos y rivales, traiciones, ira, dolor, soledad, una cama y comida. Su hogar durante los últimos meses.  Un agujero negro, ceniza gris, ruinas. Muerte. Olor a bacon. A todo el mundo le gustaba el olor del bacon frito por la mañana. Hasta ahora.

 

La selva. Puta, zorra. Una exmujer que quería sacarles todo el dinero para la pensión, la casa y el coche, mientras se beneficiaba a otro. Y cuánto más perdían, más pedía, más exigía. ¿Había sido tan enrevesada siempre? Cruda, arisca, altos y bajos, raíces con las que tropezar. Un sol cegador, seco. Ambiente húmedo, sofocante. Contrastes, una trampa de barrotes naturales. El verde de la esmeralda, de la esperanza perdida.

Rico les retrasaba. Se esforzaba pero necesitaba ayuda para avanzar por el terreno abrupto. El brazo de Sean ardía. Se había quedado sin pastillas. El vendaje estaba sucio. Gonsalves le ayudó a cambiarle el vendaje. En poco tiempo se llenó de sudor. Los mosquitos revoloteaban a su alrededor como buitres esperando carnada. “Eh, ¿Te sabes el chiste de un cojo, un manco y un ciego que entran en un bar?”, casi podían oír a Tortuga y sus tonterías. “Adelante, ¿Es que sois unas señoritas que van a club de té?”, Linda, enérgica, su fuerza era contagiosa. Gustav, el coloso, mirándoles entre los árboles, escupiendo a un lado con desprecio. “Vamos, joder”. Fantasmas. Fantasmas por todos lados, dentro, fuera de su cabeza.

A Jim le pesaba la mochila en la que cargaba con su exmujer. Sus hijos, que preferían llamar papá a otro cabrón. Unos que habían olvidado el rostro de su padre. Una camisa recién planchada le esperaba junto a su cama. Puede que no llegase a estrenarla. Merl escuchaba las voces de sus hijos. Papá, decían. Risas, juegos. Su mujer, mirando al horizonte, al cielo, a la nada. Como si esperase verle aparecer de repente. Penélope esperando a su Ulises. Rico, voces y gritos, disparos, una mala vida. El barrio, las calles. Uno de sus hermanos. No de sangre, sino de los de verdad. Cuando sales del barrio no vuelve al barrio. Ya no volverás, decía. Pero el prometió volver. Y hasta ese día, pensó que cumpliría su promesa. Gonsalves, el medallón sobre el pecho, su hijo presente en cada bocanada de aire, en cada movimiento. ¿Por qué otra cosa podría merecer sufrir así?

La selva, zorra, meretriz en traje de cuero. Los golpeaba. Calor, tierra blanda, el hedor de sus cuerpos, o de la derrota, suciedad, polvo en el ambiente, mosquitos, monos que parecían reírse de ellos desde los árboles, un descenso que hacía caer a Rico, o un muro de ramas que golpeaba a Jim en la nariz. Los minutos, cayendo como balas disparadas a ciegas. Las horas, explotando en silencio. Había dos demonios allí. Uno era violento, directo, inhumano. El otro se tomaba su tiempo para inocular su veneno en sus venas; dolor, cansancio, desolación, desesperación.

La jungla. La puta jungla.

 

—Te digo que ese no es el camino —repitió Gonsalves —. Conozco esta selva como la mía palma de mi mano. Nos estamos alejando del punto de extracción.

Pero Merl estaba mirando el mapa y con su brújula, veía claramente que se habían desviado. Luego le dio la vuelta al mapa y dejó de tenerlo tan claro. Era como un cuadro de Pollock, no importaba desde que ángulo lo vieras, era mierda sin sentido. Rico, por su parte, aseguraba que ya habían pasado tres veces por delante de ese árbol con forma de castor. Nadie veía el castor, pero si veían el árbol. Era tan familiar como el rostro de un actor americano en una película de sobremesa. Un árbol standard. Podía ser el mismo o uno de los otros millones que había en la selva. Todos eran lo mismo. Pero Rico decía tener buen ojo.

Gonsalves seguía discutiendo. La brújula de Merl daba vueltas. Su cabeza también, se le empezaba a torcer el culo. Más que un castor, señaló Rico, era un mapache. Jim hizo ademán de quitarse las gafas. Un gesto que terminó en su cara. Aquella suciedad no se iría de su rostro; las siluetas desdibujadas, los tonos apagados. Nitidez, precisión, control. Todo al garete. Pidió el mapa. Un escupijtajo verde. Miró a su alrededor. Le pidió a Gonsalves que señalasen donde creía que estaban, que Merl hiciera lo mismo. Y Rico, si sabía situar su mapache.

El hispano no lo vio claro. Merl marcó un sitio. Luego otro. Un tercero. Todo parecía el mismo cuadrante del vómito. Gonsalvez dudó. No marcó nada.

—Creo que nos hemos perdido, señor.

Notas de juego

Venga, a ver si alguno saca una buena tirada para orientarse.

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19/11/2022, 17:19
Morgan Merl

Perderé el brazo. Es posible. Probable. Una buena paga y el retiro. La compañía de mis hijos. Su novio, su novia. Hacer el amor y volver a hacerlo con mi querida esposa. 

Cervezas con los colegas. Un viaje para ver a Jim. A Rico. Volverme loco recordando. Pensando en Linda. Joder. Alimento para la selva. Envejecer con una copa de vino en la mano, en la otra los largos y finos dedos de pianista de Diana, sentado en el porche, admirando el cielo nocturno. 

- ¿Dónde se mete ese hijo de puta? -Sus pensamientos verbalizados. ¿Quería regresar? Sí. Entero. Pero nunca dejaron una misión sin terminar. Tal vez fuese la primera vez.

Expulsó el humo del cigarrillo. El sudor le chorreaba por el cuerpo entero. Alzó la vista hacia las copas de los árboles, al cielo, a las serpientes que se enroscaban en el ramaje, en las columnas de humo gris, y en su mente febril. Estás ahí, sí, noto tu aliento a pocilga y a rabia y a curiosidad. Tienes miedo. Miedo de estos capullos que son más duros de lo que imaginabas.

-Somos los hombres de Jim. Y tú una maricona con máscara de carnaval. -de nuevo en voz alta. Se tocó la frente, comenzaba a arder.

El puto mapa.

-Coño, cerrad la puta boca. -se fijó en la brújula. Luego en el plano, después su vista deambuló de aquí para allá, de un verde pálido a otro intenso, al verde amarillo, regresando al verde esmeralda. Comprobó las coordenadas. Se pasó la mano por la cara sudorosa, bebió un trago de agua. Se mordió el labio inferior.

-Me afeitaré cuando llegue a casa.

Dejó el mapa a Jim. Entonces decidió aprovechar esa parada, examinó la herida del capitán, la limpió lo mejor que pudo, cambió el vendaje. Hizo lo mismo con el tobillo de Rico. 

-Así que Ducht. ¿Viene al rescate o a cerrarnos la boca? Veinte pavos a que lo derriba antes de aterrizar. Va en serio. -Volvió al mapa sin sentido. 

Su dedo señaló un punto. -Creo que es por este camino, hacia aquí, en esta zona -miró a Gonsalves, asintió, él se dio por vencido- Decide tú. Conoces la selva. Ya lo has dicho. Quiero confiar en ti, nuestra guía. Marca un lugar y allí iremos. -se giró a Jim- Si nuestro capitán está de acuerdo. 

- Tiradas (1)
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21/11/2022, 17:26
Rico Flores

Sólo la mitad de la unidad había llegado al día siguiente. Habían sido diezmados tanto numérica como físicamente. Con el tobillo lesionado, Rico se sentía un estorbo... No podía avanzarse para reconocer el terreno, no podía subir para tener mayor campo de visión... El único consuelo era que seguían vivos, que tenían otra oportunidad para salir adelante y, si en ese estado lo conseguían, estaba claro que merecían una medalla <adaptarse y sobreponerse a la adversidad...> Recordaba las palabras de sus instructores, pero ya casi parecía el título del libro que podrían escribir si todo aquello acababa con éxito.

Sus facultades físicas estaban mermadas por su tobillo y su ánimo al sentirse inútil estaba también tocado. Estaba acostumbrado a fijarse en los pequeños detalles y, aunque la selva estuviera plagada por millones de detalles diferenciados por minúsculos matices casi imperceptibles, Rico estaba seguro que habían estado moviéndose en círculos y ya no era capaz de diferenciar el camino seguido del camino a seguir. 

Renunció a estudiar el mapa junto con los demás, seguiría haciendo lo de siempre: Vigilar, como pudiera, el perímetro. Adoptó una posición cómoda y empuñó el Dragunov, observando los alrededores.

Jungla, jungla, jungla... y más puta jungla. Era frustrante.

 

- Tiradas (1)
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23/11/2022, 14:31
Jim Hopper

El amanecer llegó crudo, cruel, sin que la noche hubiese traído todo el descanso prometido.  Le seguía punzando la cabeza y sentía el cuerpo dolorido, las piernas cansadas, pesadas, como si sus botas fuesen bloques de cemento.  Su mirada, sin embargo, volvía a tener ese maléfico reflejo azul eléctrico, esa incólume astucia.  

Había perdido tres hermanos, tres hijos. Sus muertes le perseguirían cada noche cuando, finalizada su estéril y minuciosa jornada diaria, cayese en el mundo de los sueños. Otra razón más para no abandonar nunca la benzodiazepina.  Afortunadamente, ahora no había tiempo ni energía para soñar.

Dutch es tan de fiar como Dillon, sargento. Una opción de mierda, hablando en plata.  Pero es mucho mejor que arrojarse a los varoniles brazos de ese camaleón pajillero.

Miró hacia el horizonte y sonrió:

El equipo de rescate que ha prometido Hoover parece tener algún problema técnico. Mejor. Cuando sus comepollas de élite lleguen, no encontrarán nada vivo.  Eso nos dará un tiempo.  ¿Pero para qué? Ya veremos—Hopper se mostraba especialmente dicharachero. Imposible, sin embargo, saber qué porcentaje de sus planes y contingencias compartía

—Ese demonio gay arborícola — se dirigió a Merl tras un rato de penoso avance —¿Qué coño querrá de nosotros? Puto tarado oligofrénico y ciclado.

Pronto quedó patente que necesitaban a Linda para orientarse por la selva. Joder, si hasta Gustav era mejor que ellos moviéndose por la jungla.  El pandillero no distinguía un banano de un helecho y Merl no estaba demasiado centrado.

Gonsalves, haga el favor. Díganos dónde está la base de Wilkinson. ¿Es ahí donde tienen a su hijo, no es así?

 

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24/11/2022, 00:11
Director

—Mi hijo está en Puerto Noble*, en casa —contestó Gonsalves, su faceta de tipa dura se había borrado después de la última explosión, allí solo había una madre preocupada —. Dijo…ese cabrón dijo que lo haría pedazos si no cumplía con todas sus órdenes. Uno de sus hombres vigila a mi hijo. Si Wilkinson da la orden. No quise creerle. Demasiados recuerdos para una pobre desgraciada como yo. Me trajo un dedo amputado. De mi niño. O de otro. No lo sé. Llevo demasiado tiempo lejos de casa, en esta selva. Mi hijo me necesita y lo único que puedo hacer es ir dando bandazos de un lado a otro, en esta maldita selva. Americanos, rusos, guerrilleros…esperando encontrar la manera de arreglar mi vida —el aliento, perdido, los pulmones desinflados. Resultó que no era de hierro, sino de cristal quebradizo —. Puede que ya esté muerto. O que todo fuera mentira. Solo quiero volver a casa.

Cogió el mapa, reprimiendo unas lágrimas que, de emerger, lo harían secas y solitarias. Jim ni lo intentó. Su mirada se veía igual de intensa, pero su visión se había ido por el retrete al perder sus gafas. Rico se concentró en lo que mejor sabía hacer; vigilar. Cubrir la zona. Buscar a su perseguidor. Ese depredador que los estaba cazando uno a uno. ¿Le vería llegar esta vez? Era algo personal. Merl creyó situarse en el mapa. Las formas verdes de Rorschach a veces le parecían una pareja copulando, otras el camino a seguir. Dejó paso a Gonsalves tras comunicar sus impresiones.

La mujer se sentó, miró el mapa durante largos minutos. Una serpiente verde esmeralda se deslizaba sobre sus cabezas rumbo a ninguna parte, como ellos.

—El punto de extracción que le dio su amigo está por aquí, no muy lejos. Estoy segura. La base de ese desalmado de Wilkinson debe estar por aquí —lo marcó en el mapa —. Les llevaré al punto de extracción.

Al menos eso dijo. Lo cierto era que la jungla era bruja y podía perder en su seno hasta a los mejores exploradores. Gonsalves lo intentó, pero falló. O quizás lo hizo a propósito, porque las mujeres solían torcer la realidad a su antojo para lograr sus intereses. ¿Se podía culpar a una madre? Poco importaba, los hechos se sucedieron sobre los raíles de una vía que directa al infierno. “Eh, pero venimos del infierno”, dirían los americanos. No sabían nada del infierno. Aún.

 

El Triángulo de las Bermudas era una zona maldita. Los barcos evitaban cruzar sus aguas, los aviones preferían dar un rodeo antes que sobrevolar la zona. Todos los años desaparecía alguien en sus inmediaciones. No es que la gente fuera idiota. Como un remolino, el poder que ejercía este y otros lugares similares sobre las personas era fuerte. A veces se rompía el radar, el piloto leía mal los instrumentos o el timonel se dormía. El Triángulo seguía alimentándose; una bestia hambrienta, insaciable. La Zona Fantasma también.

Cuando vieron la camioneta desguazada; un vehículo propio de la guerra de Corea, americano, sin ruedas, motor, color oxido y musgo, supieron que el lugar les había llamado.

—Estamos en la Zona Fantasma. Es un cementerio. Hay trastos así por todas partes. También aviones —les indicó Gonsalves, arrugó el rostro.

Estaba tan desconcertada como ellos. Sudaba, se sentó un momento sobre el vehículo hundido en la miseria. Ahora compartían destino. Sus cuerpos también serían desguazados y cubiertos por limo verde. La jungla se comería sus restos si es que no los despellejaban y los colgaban del árbol más alto.

—Es una mala señal. La gente que entra aquí no sale. Es mejor da media vuelta.

Resultaba casi cómico ver a una mujer como Gonsalves, que solo en las últimas veinticuatro horas había presenciado siete tipos distintos de infierno, tenía miedo. Supersticiones, historia, hechos, brujería. El lugar estaba encantado. Puede que ella, ni nadie, lo entendieran. Pero era real, tangible. Los dominios de la muerte.

Rico había aprovechado la parada técnica para descansar el tobillo y echar un vistazo con su rifle. Encontró algo. Ajustó la mira, la imagen se volvió nítida. Había una especie de búnker que se adentraba en la tierra. Una construcción fea, gruesa, sólida. Paredes de hormigón y acero enclavadas en el suelo y una doble puerta de metal blindado con los números 07 pintados, ya desvaídos. Una base militar. Había un pequeño panel de control en el lado derecho del cual saltaban chispas.

También había un hombre.

Mediana edad aunque ya pintaba canas en la barba y el pelo. Estilo militar, cabello  bien perfilado como su rostro. Mirada magnum, mandíbula de superman. Traje militar, de camuflaje, chaleco a juego repleto de un equipo de primera. Sin bandera ni distintivo, pero era americano. Estaba sentado, recostado contra la entrada de la base. Su diestra descansaba sobre el gatillo de su rifle, la zurda trataba de evitar que sus tripas salieran desparramadas por todos lados. Un comunicador, a su lado, indicaba que alguien le estaba hablando pero él había bajado el volumen. Estaba herido de muerte. Un sudor frío se había adherido a su frente. Su destino estaba sellado. Contemplaba la selva con desprecio, no con miedo. Estaba solo y aunque había casquillos a su alrededor, todos se concentraba en la entrada de la base, como si su última acción heroica hubiera sido pretendiendo entrar ahí…o evitar que algo saliera.

Rico les fue pasando el arma a sus compañeros. Jim reconoció en ese hombre a un igual, un oficial, seguro. Era tan americano como el Fort Knox o la tarta de manzana. Merl vio a un hombre jodido. Había visto muchos hombres caminar al borde del abismo. Estaba lejos de toda salvación. Una sutura no le ayudaría. Tenía las tripas dentro, pero algo se las había removido como una batidora industrial.** Gonsalves echó un vistazo. Su tez morena se volvió blanca, luego roja.

—Wilkinson. Cabrón —apretó los dientes, tiró del seguro de su AK, revisó que el cuchillo seguía en su sitio —. Voy a descubrir que ha sido de mi hijo. 

Notas de juego

*Lejos del lugar donde os encontráis.

**La herida de Wilkinson es un desgarro en el estómago, como si hubieran intentado destriparlo. A pesar de lo que habéis visto, la herida no coincide con el modus operandi de nuestro amigo.

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24/11/2022, 08:54
Morgan Merl

Zona Fantasma. Se la traía floja después de la fiesta que se estaban pegando desde el otro día. Wilkinson, destripado. A todos los cerdos les llega su san martín.

Detuvo a Gonsalves aferrando su muñeca. Sus ojos, cargados de sospecha, en los de ella, del color del desafío. La espía, la madre, la superviviente, los había traicionado. Merl ya le preguntó durante la agradable excursión por la selva, sin obtener una respuesta clara.

No se creía que Dolores no fuese capaz de encontrar el punto de extracción. Quiso confiar en ella a pesar de que se alejaban de la zona donde él consideraba que les esperaría el helicóptero. Zona Fantasma y ella sudando miedo. La zorra disimula bien, se dijo a sí mismo, no se tragaba la supuesta inquietud que emanaba de sus palabras y el tono empleado.

-Nos has mentido. Piensas que te dejaríamos tirada y abandonaríamos. Nuestro capitán Hopper cumple su palabra.
Suspiró, meneó la cabeza. No hubo excesivo reproche ni inquina en su tono.

-Puta mierda. El helicóptero nos daba una buena cobertura de fuego. Por no mencionar el pie de Rico.

Ahora ese Dutch se preguntaría donde andarían esos capullos, ellos, y los hombres de Hoover estarían meando sobre las cenizas del campamento rebelde. 

Observó al moribundo. Tomó una resolución. Rico no podía andar bien. Gonsalves, demasiado alterada emocionalmente. No podían perder a Jim, era poco menos que insustituible.

-Iré a hablar con él. Aunque no lo hizo, miró al capitán como aguardando su aprobación. Quizás resultaba más práctico presentarse todos. -Rico, echa un vistazo. Gonsalves, tú también, al otro lado.

Comprobó los alrededores, buscando...buscando lo que fuese entre la vegetación y el metal retorcido. -Jim, oye, ¿qué clase de experimentos se supone que realizan aquí?

Joder.

 

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24/11/2022, 16:43
Jim Hopper

Si ésto es el punto de extracción, yo soy soy MC Hammer — no parecía sorprendido, ni molesto. Como si el hecho de que Gonsalves —madre, con iniciativa y dispuesta a todo — hubiese decidido venir a por noticias de su hijo fuese algo completamente previsible. O planeado.

Hubiese estado mejor venir con Dutch, pero es posible que ahora estemos oficialmente muertos para Hoover, soldados.  Existía la posibilidad nada remota de que Hoover estuviese al corriente de ese segundo rescate "seguro". Estar muertos suponía unas condiciones estratégicas favorables a corto plazo, que irían empeorando rápidamente. Les dejarían de buscar en breve. Algunas de las familias les llorarían.

 

Tan muertos como Wilkinson — dijo al deducir quién era aquel que agonizaba como un globo pinchado —. Bien, Rico no deje que Dolores haga unos tamales con las tripas de un soldado americano, vigilen ambos la zona. Quien le ha destripado estará cerca.

Sargento Merl, que nos cuente qué puto agente o arma biológica han creado, cómo se puede contener, cómo se puede destruir. No deje que se vaya por las putas ramas.

Mientras Merl le interrogaba, Hopper se acercó y se hizo con el comunicador. Se alejó unos pasos, tosió débilmente en el altavoz y murmuró algo ininteligible y febril.  Se mantuvo a la escucha, no solo de aquello que se oía a través del aparato si no de aquello que podía acechar en la propia selva.

 

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28/11/2022, 00:13
Director

El capitán Jim Hopper siempre cumplía su palabra, dijo Merl. Gonsalves atravesó al soldado con su mirada, digna hija de la selva donde se había criado.

—Los hombres siempre mienten. Yo al menos lo he hecho por una buena razón, no por un juego de colores, barras y estrellas.

Los hombres de Hoover. Si había que pensar en esos sádicos de la CIA puede que estuvieran estudiando el cráter, buscando restos. O que hubieran sido derribados. Había un enemigo en la selva que no entendía de banderas, bandos o nación. La muerte era igual para todos. Allí la criatura era lo más cercano a la justicia.

Los hombres de Dillon. El Tal Dutch y sus princesas dispuestos a sacarlos de allí. Un equipo de rescate. ¿Otra mentira? ¿Una promesa con la que alimentar sus esperanzas? Una razón para seguir pensando que no estaban solos. Con Dillon fuera de juego y la sombra de Hoover sobre ellos, era agradable contar con un nexo que conectaba directamente son su país, con sus principios, con su misión. Si, esa de la cual no tenían ni puta idea. Sacar a un hombre de allí. Pero ¿Por qué?

 

Wilkinson estaba a las puertas de la muerte. Tenía las tripas desgarradas. Se había vendado la herida, sus intestinos surgían entre los pliegues de las vendas como longaniza amoratada. Tenía una sonrisa descreída en su rostro sin afeitar. Era la suerte de cabrón que se encontraba en la cima de la montaña y orinaba a los que trataban de subir. Cuando vio aparecer a los soldados su sonrisa se ensanchó. Hizo un ademán que podía ser peligroso, con el arma. La arrojó lejos de él. No tenía muchas fuerzas.

—Los boy-scouts se han perdido en el bosque. ¿Estáis buscando vuestro rastro de miguitas de pan? —una risa, seca, eso le costó una tos brusca y dolor en las entrañas —. Los perros de Dillon. Guau, guau. Los chicos del puñetero Jim Hopper. La leyenda. Estoy emocionado —sus ojos eran claros, pálidos, un mar helado por su gélido corazón —. Ya sé de tu leyenda, Jim Hopper, a ver como es el hombre.

Esperó a que llegasen a su posición.

—Hola cielo —le dijo a Gonsalves.

La mujer estalló, le propinó una patada allí donde se sujetaba Wilkinson y empezó a insultarle. Fue tan florido y variado, y tan intenso, que un académico de la lengua hispana y un estibador irlandés habrían disfrutado de sus palabras tanto por lo variado del repertorio como por lo obsceno y ofensivo. Las palabrotas en español sonaban mejor y tenían un gran catálogo.

—…hijo de mil putas! —terminó —. ¿Qué le has hecho a mi hijo?

Colocó la boca del AK en la sien del soldado. Wilkinson bostezó.

—Si me matas, nunca sabrás que ha sido de ese macaco tuyo —su sonrisa fue tan burlona como rastrera —. Puedes apretar el gatillo, muñeca. Me quedan como veinte minutos de agonía sin igual. Me harás un favor.

Gonsalves se vio tentada, acarició el gatillo jugando con la idea. Wilkinson sabía que no lo haría. A pesar de estar desarmado y herido de muerte él aún tenía el control. En la cima de la montaña, meándose en todos ellos. Ella bajó el arma.

—Cabrón —sus emociones fluyeron hacia abajo.

—Vas a hacer que me sonroje, guapa.

Otra risa, más dolor. Para aquel hombre el mundo era una constante fiesta donde podía hacer y deshacer a su antojo. Saludó a Rico.

—Joder, me encanta vuestra mascota. ¿Sabe tocar el acordeón? — Miró a Merl, desafiante —. ¿Marines? ¿Paracas? ¿SEAL? No, tú eres de los que les gusta por detrás. Marine, seguro. Estáis cortados todos por el mismo patrón.

Miró a Jim, analizándole; porte, heridas, armas. Esa mirada profunda, hechizada.

—Capitán.

Alguien había hecho sus deberes. Si Wilkinson trabajaba para Hoover, éste ya sabría hasta la talla de calzoncillos que usaban.

—Habéis venido a ver el proyecto. ¿Eh? Mamba Negra. Uhhh, ¿Es un arma secreta gubernamental o una puta de color que hace que te retuerzas de placer en la cama? A Inteligencia le gustan mucho todas estas mariconadas. Yo lo llamo el proyecto 07. ¿Queréis echarle un vistazo? No os lo aconsejo, mancharéis vuestra ropa interior.

Todo en él era provocación, ofensivo. Hablaba como un lobo a punto de soltarles una dentellada.

—¿Habéis venido a chuparme la polla? Porque no me apetece mucho, guapitos.

Humor descarnado, ácido de batería. Un cabrón con todas las letras. Seguramente tenía un diploma colgado en la pared con su grado de hijoputez en la escala de Ritcher y una taza para tomar café con el membrete de “El mayor bastardo del mundo”. Socarrón, altivo, orgulloso, seguro de sí mismo. No costaba verle como una máquina de matar. Un soldado perfecto, sin empatía, capaz de despellejar a un civil si esas eran sus órdenes. Y si no, de hacerlo también solo por pura diversión. Por eso les sorprendió bastante encontrar algo más en su mirada. Más allá de la chulería, la violencia y la provocación.

Había miedo, tan oscuro y denso como un grupo de montañeros atrapados en la nieve que se estuvieran rifando a quien se iba a comer primero. Pero no era miedo a la muerte lo que tenía. La puerta de acceso a la base era gruesa como el blindaje de un tanque. A un lado salían chispas del mecanismo de apertura. Wilkinson lo había descerrajado de un disparo. El casquillo aún estaba en el suelo, acusador. Había cerrado las puertas del infierno.

 

Rico ocupó una zona que le daba parapeto y visión, encima de la puerta. Su visor no le rebeló nada. No había soldados escondidos en la selva. Tampoco vio al cazador. Estaban a solas, atrapados en los dientes verdes del engranaje que era la selva. ¿Cuántas veces había mirado por el visor de cristal de su arma para contemplar el mismo paisaje, el mismo rostro burlón y esmeralda? Allí no había nada. Nunca lo había habido. No para ellos.

 

Jim se inclinó sobre el militar y cogió el comunicador.

—Pensé que eras más alto.

Pero Jim no tenía tiempo de más soplapolleces. Hizo girar el dial del volumen. La selva permeancia en silencio, dormida. El comunicador, durante unos instantes, también. Luego se escuchó una voz, interferencias. Sonaba lejana.

—Aquí el asesor presidencial John Doe de los Estados Unidos de América, registro Mike, Romeo, Echo, Quebec, Uniform, India, Sierra. ¿Hay algún patriota en este agujero? — silencio, una voz noble, valiente, presa de grandes pesares —. Dios mío, no me abandones. Aquí el asesor presidencial John Doe…

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28/11/2022, 07:35
Morgan Merl

Ninguno hizo caso de los juegos de palabras de Wilkinson. Habían conocido a mierdas del mismo tipo a lo largo y ancho del tiempo y el mundo. Los tres soldados. Gonsalves, no. Dio rienda suelta a su hiel y bilis. La controló de cerca pero la dejó patearlo, de palabra y obra. Hasta que el odio de la mujer humillada se tomó una pausa.

El sargento Morgan, febril, examinó la herida del moribundo, alzó la vista hacia Jim. -Puedo hacer que dure un día más. Dos, incluso. Que se lo vayan comiendo lentamente los insectos. Rico, ¿te queda manteca de cacahuete?- giró la cabeza hacia Wilkinson, que continuaba soltando basura por su hedionda boca de muerto. Las pupilas de Merl, dos cuchillas negras, atravesaron el miedo que, como aceite en agua, flotaba en los ojos de ese cabrón maniático. 

-Quizás tienes suerte y te visite un jaguar. Aunque la selva es caprichosa, lo mismo es un puto fetichista y empieza por tus pies.-Sus ojos transmitían neutralidad, estaba cansado, del paseo, de la guerra contra el demonio, de las gilipolleces de este capullo.

-Cuando regresemos, también podemos despedirte de las personas que te amen. Un final honroso, no tienen que saber lo que eras y que tu muerte fue cagando tus tripas. Nosotros cumplimos nuestra palabra. Siempre -durante unos segundos, cruzó su mirada con la ira de los ojos de Dolores. 

Encendió un cigarrillo, expulsó el humo a la cara de Wilkinson.

-Gilipollas. Míranos. Venimos cagados de casa. Le tiró otra bocanada- ¿Nos dices qué es o abrimos la puerta? Tenemos un amigo al que le encantaría conocer a esa puta tuya.

Le soltó una bofetada -Eh. Fíjate en mis ojos. Y dime que no tengo huevos de abrirla.  

La voz resonó en el comunicador. Doe. Qué gracioso. Asesor presidencial. 

Dejó la diplomacia para Jim. 

 

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29/11/2022, 11:04
Rico Flores

Rico asintió ante la orden de Hopper. Imposible subirse a un árbol, el punto más alto al que podía acceder dadas las limitaciones de su tobillo era sobre el búnker. La jungla había comenzado a abducirlo y revestirlo de vegetación, eso podría ayudar a cubrir su posición. 

Tocó a Gonsalves en el hombro - ese hijo de la chingada no va a decir nada, déjalo que sufra hasta acabar... - Sabía que eso no iba a ser ningún consuelo, pero la situación demandaba ser prácticos. En ciertos momentos, había aprendido que era necesario dejar a un lado los sentimientos, e incluso sacrificar algo de tu propia humanidad. haremos lo que podamos por tu hijo... Al él mismo le sonó a promesa vacía, pero ¿qué otra cosa podría hacer?... Quizá permanecer callado... Le tocó el hombro y con gesto de la cabeza le señaló la posición que podían tomar para vigilar. 

No hizo caso de las provocaciones de Wilkinson. Al llegar a una situación límite, había visto una gran variedad de reacciones y cómo afrontarlas. Algunos lloraban, otros invocaban clemencia, auxilio. Otros se crecían y querían demostrar cojones haciéndose los valientes, machitos, que estaban por encima de eso. Sólo era una manera de ocultar el miedo que sentían. Le respondió con una mirada de desprecio y se puso a su labor.

Merl , por el contrario, se ensañaba con Wilkinson. Sabiendo que ya no tenía nada que perder, no creía que lo fuera a asustar y que aflojase. Pero por intentarlo, que no fuera. Y seguro que, como desahogo, lo necesitaba.

Al comenzar la misión, sólo estaba interesado en cumplir el objetivo. Le daba igual lo que fuera: Entrada, objetivo y extracción... Pero cada acontecimiento, cada vez más extraño que el anterior, le había abierto la curiosidad. No había dejado que las circunstancias condicionaran sus actos, simplemente quería cumplir, seguir unas normas. Dejarse llevar por la curiosidad, por un anhelo, por un deseo... quizá motivase más, pero te podía llevar a cometer errores si las emociones eran las que guiaban...

Pero si estaban tan jodidos como estaban, quería saber por qué. Estuvo atento a las respuestas del moribundo...

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29/11/2022, 22:12
Jim Hopper

Wilkinson le cayó bien. Un tío con dos pelotas bien puestas, se esos que se reía en la cara de la muerte cuando la tenía delante.  Puede que fuese un cabrón retorcido, un sádico e incluso un violador, pero, en ese momento, Jim Hopper vio el potencial de buen soldado.  Le pasó con Tortuga, que era carne de psiquiátrico, con Gustav, que habría acabado en presidio.  El capitán Hopper sabía aprovechar esos recursos humanos con los que nadie sabía trabajar, los procesaba, purificaba y convertía en jodidos boinas verdes de élite.  Era como una jodida instalación de fracking.

Encontró divertidos los intentos del soldado Wilkinson por ofenderles. Sus hombros habían servido junto a él.  No había insulto ni abuso verbal que él mismo no hubiese ensayado con anterior. 

Por supuesto, aunque supo de inmediato que no sacarían nada de Wilkinson con amenazas,  no hizo nada por corregir a Merl. Ignoró completamente al agente especial Wilkinson mientras se dedicaba a cosas realmente importantes. Como la misión. 

Rico — ordenó tapando unos instantes el auricular del comunicador—. Traiga a Gonsalves, tengo una tarea para ella.  

Mientras el soldado ejecutaba la orden, el habló con al asesor presidencial.

Al habla el capitán Jim Hopper, del ejército de los Estados Unidos de América.  Señor, venimos  a por usted ¿Está herido? Estamos en la puerta de la base, señor. ¿Se halla usted en el interior?

»Le voy a pasar con la agente especial Gonsalves, cuéntele todo a ella. No le colgará en ningún momento

Hizo un gesto a la mujer,  con la mano extendida, pidiendo paz, tranquilidad. Las mujeres eran buenas hablando.

Suspiró. Necesitaba sus jodidas gafas para pensar, pero se iba acostumbrando poco a poco a su ausencia.  Sus ojos azul eléctrico encontraron el hielo de Wilkinson.  Jim sonrió.

¿Mamba negra?¿Quién es el puto bujarra que le pone ese nombre al proyecto? Así llamaban a Dillon en la academia, por su enorme polla ¿Lo sabía.. señor? — bien, era posible que estuviese por encima de él en la jerarquía —. ¿Quién le ha hecho ésto? ¿Qué es el proyecto 07

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30/11/2022, 01:10
Director

—Cuando no eras más que una lasciva intención en los ojos de tu padre yo ya me había pelado unos cuantos amarillos, hijo. Si quiere acojonarme de verdad llama a mi exmujer. A cualquiera de las tres. Morir no me da miedo —dijo Wilkinson, sin pelos en la lengua para el sargento.

Se tomó unos momentos para meditar sobre sus seres queridos. Su mirada se tornó más cruda, los recuerdos eran como cuchillos.

—Si hay algo que podéis hacer por mí, de soldado a soldado —su voz se había tornado ronca, sin aliento —. Dile a… dile…—la emoción le consumía, le tembló el labio inferior —. Dile a Poppy Fresco que nunca he comido unos malvaviscos mejores que los suyos.

Una risa, seca.  Le daba igual ser devorado por un jaguar o que Merl alargase su agonía dos días más usando crema de cacahuete. Estaba de vuelta de todo. Cuando tocó el tema de la puerta, Wilkinson se tomó unos momentos para responder. Tocado, abofeteado, pero no hundido.

—¡Ábrela! ¡Ábrela gilipollas! Yo ya estoy muerto. Vosotros tenéis una posibilidad de volver a casa. Si abres esa puerta…escúchame, marinerito, si abres esa puerta, no te haces una idea de lo que hay detrás. La puta caja de Pandora, Ragnarok, Apocalipsis, Armaggedon. Hiroshima te parece el puto cuatro de Julio comparado con lo que te espera. Ábrela, valiente —su sonrisa se afiló como un cuchillo de combate —. Vuestro paquete está dentro. Si queréis recuperarlo, vais a tener que abrirla. Irónico. La única manera de ayudar al cabrón que venía a cerrarnos el chiringuito es abrir las puertas y dejar que escape lo mismo que trataba de encerrar.

Volvió a reír, esta vez como un demente. En su risa había tanto humor como en el cementerio de Arlington.

Rico no se dejó arrastrar a ese juego de provocación. Su temple seguía tan calmado como el acero de su rifle. Lo primero que le habían enseñado en su adiestramiento como francotirador era a mantener el tipo. A ser impasible. Una roca, un árbol, parte del entorno, inmutable. Si perdías los nervios, perdías el control de la situación. Allí no había mucho que controlar. Eran hombrecillos a la deriva. Pero alguien debía aparentar que aún había un poco de orden allí. Desde su posición, con el visor encasquetado en su ojo, todo parecía encajar, mantenerse en orden. Una deliciosa ilusión.

Curiosamente nada de esa mierda militar era la que le había salvado el culo en las calles, donde el temperamento y los estallidos de rabia, y pólvora, eran los ángeles guardianes de los muchachos perdidos.

 

El comunicador. Una voz firme, inflexible, soltando lastre, aliviada.

—Gracias a Dios —un solo momento de debilidad, el hombre sin nombre, el hombre gris, el último hombre leal al presidente.

Jim intentó pasarle el comunicador a Gonsalves. Ella no se movió ni un ápice, negó con la cabeza. No quería que nadie le desvelase mierda gubernamental secreta que le hiciera pasar el resto de su vida en una cárcel en Guantánamo. Esa mierda no era para ella. Ella era su acompañante. Se metería en el lodo con ellos, pero no se revolcaría en su mierda.

Capitán Hopper, para mí no hay vuelta a casa. No me queda mucho —palabras secas, un hombre que no quería morir. No era un soldado, tampoco un cobarde —. Ha llegado justo a tiempo. No hay tiempo para charlar.  7, 2, 7, 5 ,4 ,3. Use ese código en la puerta, es una llave maestra. Avance por el corredor. Use el código en cada puerta que encuentre. No hay energía, pero las luces de emergencia aún funcionan, puede que no le haga falta. Estoy encerrado al final, una vez pasado el laboratorio. No tiene perdida — sonaba tan sencillo que daba miedo, un último pasillo por la Milla Verde hasta subir a la silla eléctrica —. Tengo que verle, capitán, cara a cara. No se preocupe, esas cosas solo salen de noche. Si en algo aprecia a su país…no, si en algo aprecia al mundo entero, tiene que llevarle estos documentos al presidente.

Aquello era una súplica, un ruego.

 

Wilkinson no lograba afilar del todo su sonrisa cuando hablaba con Jim. La puta, el mono chicano, o el boy-scout eran otra cosa, pero Jim estaba hecho de una pasta especial. Wilkinson y él eran dos manzanas del mismo árbol, solo que Wilkinson había caído un poco más lejos de la rama.

—Intenté hacer mi trabajo. Todos mis hombres están muertos. Creí que lo más duro que iba a encontrar en esta vida es ese cabrón de la selva, ese puto guerrillero. Se llevó a unos cuantos de los míos. Me equivocaba. Ahí dentro solo hay muerte, Jimmy. Olvídalo. Vete a casa. Al Jefe se le ha ido la pinza. Tu hombre está muerto. Y tú también si abres esta puerta —apartó la vista, frágil por primera vez. Buscó a Merl —. No abras esa puerta, muchacho. Si lo que hay dentro no te mata, tendrás pesadillas para el resto de tus días.

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30/11/2022, 08:49
Morgan Merl

La respuesta de aquel capullo no fue muy diferente de la que esperaba. Morgan fumó sin alterarse, el humo hacia la cara de Wilkinson, un último cigarrillo para el moribundo. Muchas amenazas, muchos miedos velados, ninguna certeza.

-Hemos estado en el Armaggedon. Varias veces. Hace un rato estuvimos ahí. -otra calada.- Quizás le viene bien un cambio al mundo, para que cabrones como tú dejen de tirar mierda por la boca. 

Se puso en pie. Sin apartar la vista de Wilkinson.- Entonces habrá que abrirla. -sentenció.

Rico vigilaba. Gonsalves se comía las ganas de arrancarle las tripas que escapaban del vientre de Wilkinson. Hopper mantuvo su característica calma fría que helaba la sangre de quien lo rodeaba. Era una suerte que fuese su capitán y su amigo y no en el equipo rival. Torció la sonrisa con su ácida broma, tenía la visión de un topo pero conservaba su agudo humor.

Escucharon, atentos, a mister Doe. Después a Wilkinson, otra vez con sus lloros. 

-Pensé que ese tipo era uno de tus experimentos. Nos lo hemos cargado. -mintió- No es tan duro. Solo se lo parece a los maricas comunistas como tú y los moñas de tus hombres. -quizás esas palabras le dolieron. O no. Que se pudriera en el infierno.

Le tiró la colilla a la cara - Las pesadillas somos nosotros. Los chicos del puñetero Jim Hopper.-  Puede que no tuviese ocasión de dormir de nuevo. O lo haría, para siempre.

Revisó su fusil. El brazo le quemaba como si le estuvieran apretando los huevos con tenazas. Como nueces a punto de partirse. Miró a Jim. A la espera de sus órdenes.

-¿Capitán?

 

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01/12/2022, 16:24
Jim Hopper

¿Qué es eso que me ha contestado? — Las palabras del anónimo John Doe le habían hecho saltar todas las alarmas. ¿Abrir todas las puertas? Y una polla.  Se centró en Wilkinson. Al final, estaba empezando a andarse por las ramas. No le quedaba mucho tiempo para hablar antes de que empezase a delirar.

¿Qué puede hacer ese tipo que hay dentro, va armado? ¿Es quien le ha herido? — meditó un instante — ¿Está sólo? Wilkinson — insistió —, no me sea maricón y deme algo, deme información con la que entrar ahí dentro y romperle el cuello.

No se le había pasado por alto que los de la base creían que el Increíble despellejador traslúcido era un guarrillero de esos. Era la confirmación de que se trataba de un agente libre, como bien había comentado Hopper.  Por supuesto, se abstuvo de decir nada que descentrase aún más al soldado, algo como "Casi nos mata un demonio selvático que se vuelve trasparente, lanza rayos por el ojete y lleva un boomerang láser". Joder, a Wilkinson se le saldrían las tripas de la risa si le dijese algo así.  

Entiendo que ya no es muy fan del proyecto Rumba negra. Pero aunque no entremos nosotros, Hoover lo hará, Wilkinson. Si me dice aquí y ahora que eso debe ser destruido, que ahí dentro está lo que queda del asesor presidencial, con sus informes y sus documentos, entraremos y patearemos todos los escrotos que veamos.  Pero antes, deme alguna jodida cosa, Wilkinson. Información, armas, una cabeza nuclear armada... lo que sea.

Bromeaba, pero el jodido cabrón que casi les manda al otro barrio les había lanzado un explosivo que podría hundir ese bunker.  La onda expansiva hundiría los muros y es posible que convirtiese lo de dentro en una lasaña de hormigón a la putanesca. ¿Y si se pudieran hacer con ese explosivo?

Notas de juego

Una errata

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02/12/2022, 23:52
Director

Wilkinson mostró una sonrisa color ácido de batería cuando Merl le tiró a la cara la colilla del cigarrillo. El soldado no entró en el juego del marine.

—¿Sabe tu mamá que te la pone ser un abusón con gente moribunda?

Jim tenía otras inquietudes. Fantasmas, temores, sospechas. Ninguna certeza. Wilkinson soltó una breve risa, cada vez era más dolorosa.

—No te confundas, Jimmy, esto no son unos putos relatos de la Cripta, no es una historia de terror. Es solo otra historia de guerra y soldados. Ahí dentro está el tipo que has venido a buscar. Es raro de cojones, un chupatintas de oficina. Nada fuera de lugar en Washington.

Trató de escuchar el resto de las palabras del capitán. Le costaba mantener la concentración, los ojos abierto. Su vida se le estaba escapando.

—El Jefe ya da por perdido este lugar. Usará Napalm o esos chicos del equipo B. Limpiará la zona. Pero no se detendrá. Ahora ya sabe lo que necesita para completar el proyecto 07. No me gusta Jimmy. Se pelaron a mis chicos como si fueran berberechos. Se los llevaron a la oscuridad, nadie sabe el motivo. El Jefe no se detendrá. Va a dejarnos obsoletos…—un interludio, una bocanada de aire tibio —. Los papeles del chupatintas. Una firma en uno de esos papeles y esto será historia, y el Jefe también. ¿Vas a jugar a los héroes, Jimmy? Barras y estrellas, barras y estrellas, el gran sueño americano, Kennedy, Marilyn Monroe y la tarta de manzana. Vete a casa, Jimmy.

 

 

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06/12/2022, 08:54
Jim Hopper

¿Entonces qué es, el jodido Cluedo—achicó sus ojillos de roedor y una sonrisilla sarcástica se insinuó en su cara de palo. Sí que parecía un puto episodio de la Cripta. Una lástima que Wilkinson la fuese a palmar; el tipo tenía ingenio —. ¿Tan difícil le es decirnos qué coño nos espera ahí dentro? 

»En fin —se incorporó. Había estado acuclillado frente a Wilkinson —. No podemos abandonar la puta misión de mierda, ni ignorar los afeminados avisos de Dillon.  Ni sus advertencias, señor.  Si hay algo fuera de control ahí dentro, nuestro deber patriótico es reventarle el culo.  

¿Que no era una historia de terror? Que de lo preguntasen a los guatemuertos, a Linda, Gustav y Tortuga. 

Vamos a entrar ahí dentro, Wilkinson. Vamos a recuperar esos informes piojosos. Y vamos a salir, Wilkinson, no tenga duda alguna de que lo haremos.

»¿Y sabe qué más Wilkinson? Me la pela la tarta de manzana y ese comunista de Kennedy. Si se me apareciese delante, le volvería a volar la cabeza. 

 

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07/12/2022, 19:20
Rico Flores

Parloteo, parloteo... Rico escuchaba las pullas entre Wilkinson y su compañeros, pero nadie parecía tomar una decisión firme, hasta que Hopper por fin pareció dar un paso adelante. Había comenzado a ponerse nervioso con tanta vacilación. Tenía claro que no era tarea fácil estar al frente, pero si le habían dado ese cargo, por algo sería. No le quedaba otra que confiar y obedecer.

Aunque, por su parte estaba comenzando a pensar en que los jodieran a todos. Tantas putas maquinaciones, tanto comportamiento rastrero... Sacrificar a los suyos propios por intereses... Joder, siempre había creído que, alistándose habría encontrado una brújula moral que lo guiara por el "camino recto", pero se estaba dado cuenta que simplemente eran peones de un juego de mierda en el que no quería participar. Por muy malo que hubiera sido su camino en las calles, por lo menos era sincero y honesto. Era lo que había, las cosas claras, y el chocolate espeso. Había más honor en las calles que en los despachos.

Tomó aire un instante, intentando concentrarse... Lo primero era lo primero, había que salir de allí. Ya se la pelaba bastante...mucho... la misión. Pero no podía dejar el trabajo a medias. Había jurado cumplir con su obligación, pero aquello ya iba más allá del deber, ya se trataba de supervivencia, de sus compañeros. Allí, perdidos en un océano verde, Hopper, Merl y Gonsalves eran un boceto de familia... Debían permanecer unidos.

Siguió oteando el perímetro. Demasiada gente en aquella jungla estaba involucrada, y cualquiera podría aparecer en cualquier momento. Tenía que verlos venir, y no pensaba dejar pasar a ninguno de ellos.

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08/12/2022, 09:58
Morgan Merl

Wilkinson les daba una de cal y otra de arena. Les quería meter miedo advirtiéndoles del peligro oculto en el búnker y a la vez les hablaba que se "solucionaría" con una firma en unos papeles. Para ser militar le daba muchos rodeos a las cosas, normal que Jim se hartase del capullo bocazas.

Pensó en los perros de Hoover. Tal vez su amigo cazador se divirtiera con ellos. 

¿Le volaría la cabeza a Kennedy? Era buen tipo, a Morgan le caía bien. Se notaba que Hopper ya estaba en sus límites.

-Hay que darse prisa. Los chicos malos vienen para aquí. -Alzó la cabeza hacia a Rico -Vamos a entrar - luego miró, sereno, comiéndose el dolor, el miedo, la incertidumbre, a  Dolores -Vamos a entrar -repitió - No tienes que hacerlo. Puedes quedarte aquí y vigilar -y si quieres te entretienes con este maricón.

Que decidiese ella.

Se dirigió al destrozado panel de la puerta, ¿funcionaría la contraseña?

-Jim, cuando regresemos te invitaré a una merienda en casa, a que pruebes la tarta de manzana de Diana. -había algo de coña en el tono de su voz-  A los tres -señaló a Rico y Gonsalves. 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Uso Int por si hay que arreglar algo del panel antes de introducir la contraseña.

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10/12/2022, 01:06
Director

Wilkinson hablaba de forma torcida. Quizás siempre había sido así de gilipollas, retorcido hideputa aficionado a las adivinanzas, los acertijos y los rompecabezas. Quizás había perdido por completo el norte. Ese poso de miedo, que era como metralla, aún podía verse en su mirada de sabueso. Una herida que no podía borrarse ni con terapia ni con una buena borrachera.

—Jimmy, querido. Si te dijese lo que hay dentro, no me creerías.

No se lo diría. Eran soldados, podían entenderse. Eran enemigos, rivales. Wilkinson no podía colocar una bala de punta hueca en sus cabezas, pero podía callar un par de secretos. En su estado no podía hacer más. El soldado sin patria sonrió ante la seguridad del capitán. Entrarían, saldrían. Cumplirían la misión. Volverían a casa. En una bolsa o en pedazos.

Rico estaba descubriendo un nuevo mundo y redescubriendo otro. El mundo militar, con sus jefes, sus cargos, sus informes top secret, sus operaciones encubiertas. La vida del soldado no tenía valor, era un medio para un fin. Una herramienta. No había honor en eso. A no ser que un hombre pudiera marcar la diferencia. Quizás esos eran ellos.

No todo era malo. El concepto de familia suele ser grande para un tipo que vive con los días contados en la calle. Los hermanos no comparten la misma madre, tampoco la misma sangre. Comparten la perdida, el sufrimiento, el dolor. Cuidan unos de otros. El concepto de familia. La misma idea estaba flotando entre ellos. Hermanos, soldados. Una familia.

Merl intentó abrir la puerta. Marcó el código. Pero el cabrón de Wilkinson le había pegado un tiro. Se llevó un par de calambres. Le sugirió a Dolores que se quedase allí. Ella le observó durante unos momentos, pensando en aquella idea. Deliciosa idea.

—No, terminaríamos matándonos ese cabrón y yo. No se merece mis atenciones.

Se acercó al panel, espantó a Merl. Reventó la caja, que ya estaba echa mierda, le sacó las tripas. Arrancó dos cables, azul y rojo. Los peló con habilidad. Los entrelazó. La pesada puerta de doble hoja empezó a abrirse.

—Además, me necesitáis dentro. De niñera.

La puerta chirrió, se quedó a la mitad. Una negra abertura, suficiente para que pudieran pasar, fue cuanto consiguieron. Dolores aseguró el cableado.

—Si queremos cerrarla, solo hay que retirar el puente eléctrico —echó un vistazo dentro —. Yo no voy primero.

Dentro había un largo pasillo. A mano izquierda se veía una garita de seguridad que estaba vacía. El pasillo era de metal y chapa. Los fluorescentes del techo estaban apagados. Las luces de emergencia, a un lado del pasillo, en tonos rojos, marcaban el camino hacia la oscuridad como si unos macabros Hansel y Gretel hubiesen dejado tras de si un sendero de migitas sangrientas y radiactivas.

Había muchas sombras. Y silencio. Eso fue lo que más les impactó. Dentro no se escuchaba nada.

Notas de juego

Disculpad el retraso. Acordaos, Rico anda cojo. Mogan medio manco. Jim miope. Dolores no irá delante. Formación de combate, ¿Cuál? Ah, y haced una tirada de percepción.

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12/12/2022, 08:32
Morgan Merl

De niñera Miró a la mujer, sonriendo. Un poco de humor siempre sentaba bien.

-Claro, mamacita.

Lo tenían decidido. Encendieron las linternas acopladas a los rifles y se colaron en la cueva de Alí Babá. 

-Ábrete, Sésamo.

Adentro había algo de luz, las de emergencia. No sería la primera vez que entraban en un recinto similar. Tal vez la última. Morgan no quería morir, deseaba regresar a su hogar, con su amante esposa y su hijo y su hija, dos buenos chicos. Pero toda su familia era consciente de que un día puede que no volviese.

Y ese día tenía muchos números de que fuese esta vez. 

Un peligro indeterminado y mortal les aguardaba, se cargó a los tipos duros de Wilkinson. En la maldita selva, acechaba un hijo de puta fantasma con tecnología militar desconocida, eliminó a sus amigos, los tipos de verdad más duros. Y, por último, los chicos de Hoover para el postre. 

-Rico, ojos bien abiertos. Dispara y luego pregunta. Dolores, mira si encuentras un panel eléctrico y puedes conectar la luz.

Él, echó un vistazo a la garita. 

El silencio roto por los pasos cautelosos de los cuatro. 

-Wilkinson dijo que salen de noche. Tenemos una oportunidad.

Si es que no mentía.

Miedo. Su cuerpo reaccionaba y sudaba miedo. Nunca dejaban una misión sin finalizar. Jim les inoculaba su valor y aplomo. Terminarían el trabajo y regresarían.

Se aferró a esa idea como al rabo de satanás.  

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Lo que has puesto en notas es un divertido chiste :P