Partida Rol por web

Papá por la borda

Localización: El pueblo [epílogo]

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29/10/2025, 14:27
La Guardiana

Tras un conveniente fundido a negro, las Expertas se encontraban en la casa de Rosa, ayudándola a prepararse para su cita con Etienne. Emily Krause trataba de tranquilizar a Jerónimo, que se sentía sin propósito ahora que no tenía contraseñas que custodiar. Ambos se habían quedado sin hogar. El sheriff había mencionado un familiar de Albert que vivía cerca de Brindlewood Bay, el cual podría hacerse cargo de ambos.

La joven Krause había grabado vídeos de la detención, que ya se había hecho viral por culpa del histrionismo de David. El marido de Sara había llamado para organizar un funeral y pensaba personarse en el juicio.

La tetera silbó con insistencia. Un té era lo que más necesitaban en aquel momento, pues habían ocurrido muchas cosas en muy poco tiempo. Vidas sesgadas, llamadas, un loro desgañitándose entre galleta y galleta… Y ahora se encontraban a la víspera de la cita de su amiga Rosa. Etienne llegaría de un momento a otro y ella aún estaba decidiendo cuál de sus múltiples broches era el más indicado: uno cosido por Mildred, uno con malaquitas y runas hecho por Luna, otro con plumas y cascabeles confeccionado por Agnes, o uno de los amigurumis de Muriel.

Notas de juego

Y ahora os dejo la batuta para escribir las escenas finales del epílogo, que terminaré cerrando yo con un cliffhanger (jejeje).

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31/10/2025, 17:41
Mildred Pumpernickel

Millie observaba a Rosa debatirse frente al espejo, los broches desperdigados sobre la cómoda como si fueran las piezas de una vida entera dispuestas para ser escogidas. La veía dudar, cambiar de opinión, coger uno y dejarlo enseguida. La conocía demasiado bien como para no adivinar el desenlace.

Acabarás eligiendo el Rosa Pinkman —murmuró, con una sonrisa casi imperceptible, mientras removía el té con lentitud.

Era ese tono que solo se usa con las amigas de toda la vida, mezcla de ternura y certeza. Rosa alzó la vista, fingiendo no haberla oído, aunque ambas sabían que Millie tenía razón. Siempre la tenía cuando se trataba de pequeñas decisiones con gran carga emocional.

Mientras el vapor del té empañaba sus gafas, Mildred se perdió por un instante en el remolino de la memoria. Recordaba con vívidamente otra tarde de preparativos. La luz era mucho más dorada entonces, y la radio sonaba con una de esas canciones de amor de su juventud que tan empalagosas le parecían entonces. Charles intentaba inundarle un collar mientras se quejaba de los diminutos que eran los cierres y ella se reía, divertida por su torpeza mientras él fingía indignación hasta que, sin previo aviso, la abrazaba por detrás, apoyando el mentón sobre su hombro. 

Si pierdo el broche, al menos me quedas tú —le había susurrado entonces, justo antes de besarle la mejilla. 

Millie cerró los ojos un segundo, dejando que el eco de aquella frase le calentara el pecho. Luego volvió al presente, con la serenidad de quien ha aprendido a no luchar contra los recuerdos, sino a servirles una taza de té y hacerles un hueco en la mesa.

Cuando Rosa, tras mucho titubeo, se prendió el broche Rosa Pinkman en el pecho, Mildred no dijo nada. Solo sonrió con una mezcla de orgullo y cariño, pensando que, al final, los detalles más pequeños —como los broches o los recuerdos— siempre acaban encontrando su lugar.

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01/11/2025, 18:39
Luna (Widow Moon)

Luna observaba a Rosa debatirse entre los broches con la misma atención con la que una pitonisa contempla las brasas antes de una revelación. La vieja hippie se había sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y una taza de té de jazmín humeante entre las manos. Su bata color lavanda despedía un suave aroma a incienso y salvia, y su mirada brillaba con ese extraño fulgor que siempre aparecía después de un buen misterio resuelto.

-El amor, querida Rosa... -dijo al fin, con voz pausada y sonrisa traviesa- no necesita adornos. Pero si vas a llevar uno… el de malaquitas. Abre el corazón y protege del engaño. Además, combina con tus ojos cuando les da la luz del atardecer.

Luna sonrió con ternura.

-Hasta el cosmos está de acuerdo conmigo, ¿ves? -murmuró, levantando su taza en un brindis invisible- Por los misterios que se resuelven y los corazones que siguen buscando su lugar, incluso después de las tormentas.

El viento de la tarde se coló por la ventana, jugando con los mechones plateados de su cabello. Y, por un instante, mientras el vapor del té formaba remolinos en el aire, Luna sintió que los espíritus del mar... y quizás también los de los Krause, se despedían en paz.

-Ahora, chicas… -añadió con un guiño- dejemos que el universo haga lo suyo. Que Rosa conquiste al pescador, y que nosotras encontremos otro misterio antes de que se enfríe el té.

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04/11/2025, 16:50
Agnes Finch

Agnes estaba casi tan inquieta como Rosa, intentando que todo fuera perfecto. Se obsesionó con pasar uno de los muchos rollos quitapelos que siempre llevaba en el bolso por todas las prendas que Rosa se estaba planteando llevar y por los sillones en los que podía sentarse. 

Mr.Pickles se paseaba libremente restrgandose por la falda de Rosa provocando que el trabajo de su dueña no sirviera de gran cosa, pero al menos estaba elegante, puesto que llevaba una pequeña pajarita negra que le había puesto Agnes, como si él fuera a la cita.

-Ya casi es la hora y no llevamos ni la mitad- la anciana se acercó a Emily y le dio una pajarita tamaño pájaro para Jerónimo -Ayúdame a vestirlo joven, todos tenemos que estar presentables.

La mujer se acercó a su amiga y apoyó su mano en su hombro -Te he traído algo que siempre me dio buena suerte en mis citas- Agnes sacó una chinchilla del bolsillo del abrigo de ganchillo y se la ofreció a la afortunada, la cual la rechazó algo escandalizada.

-Lo siento, es que los flamencos se me habían acabado!- Las chicas se rieron conjuntamente, era lo único que aquella anciana podía hacer en esos momentos, intentar que las risas dejaran atrás la tragedia que se había vivido en Brindlewood Bay.