Partida Rol por web

Al final el cobarde elfo mostraba algo de valor al correr hacia su muerte, demasiado tarde para aceptar el duelo que le había ofrecido, por lo que en vez de mantenerme con una sola espada, agarré también la segunda.

- Pondré tu cráneo a los pies de Khorne.

Le aseguro mientras me preparo para detener su ataque y dejar a los otros dos demonios acabar con el resto de los elfos.

El ataque ha sido mediocre, pero aún así, notas que la habilidad de este guerrero, a pesar de usar una combinación de armas algo extraña, es muy alta. Con una de tus armas, deflectas el ataque principal y con la otra paras el arma menor por muy poco.

Enseguida los tuyos empiezan a correr, dividiéndose en dos grupos. Unos, los que entran en la casa comunal como un tsunami y los que rodean a tu agresor. Enseguida salta hacia atrás y detectas un poder diabólico. -Es un devoto de Slaanesh. De cerca notas su rostro andrógino, y aunque su voz fuera de hombre, sus facciones son ... difusas. Eso te enfurece. Es un traidor contra su raza, es un enemigo de un dios rival, y además el muy desgraciado te confunde con los poderes pestilentes. Pero a pesar de eso saber que luchando es muy superior a ti, y eso solo se consigue con dones de un dios, pero no sabes si el caótico Slaanesh, o incluso fue un devoto de Khaine. Te das cuenta, justo cuando salta fuera del círculo que lo está rodenado, de que tiene los ojos color cobre.

Sentía la sangre hervir en mi interior pese a que evitaba que mi malestar se mostrara en mi rostro. Si no fuera por su habilidad y dones, lo habría despachado en apenas un instante, pero tras bloquear su ataque supe que no podría permitirme dejarme llevar por la rabia... pese a lo mucho que me gustaría hacerlo.

- Mi turno.

Dije antes de devolver los dos ataques mientras mis secuaces tomaban posiciones preparados para acabar con todos.

Ves como tus tajos, como "muy buena" intención cortan el aire y cuando te das cuenta ya no está allí.

Tras un par de saltos atrás, y como si de algo especial se tratase, termina sobre el tejado. Está justo en la cornisa de un lateral, y sabes, que si te lo propones puedes llegar hasta allí, pero igual tu llegada te deja desprotegido.

Tus chicos ya han apagado los gritos de los que dentro buscaban su protección. Incluso una de ellas, parecía algo especial la mujer, y con algo de poder, se ha quitado ella misma la vida.

La ausencia de gritos me decepciona. Habría imaginado que al menos serían un entretenimiento para mis demonios, pero que el único guerrero vuelva a escapar me enfurece aún más, por lo que camino por el suelo cual depredador que sabe dónde se encuentra su presa y es consciente de que no puede alcanzarla.

- Eres el último y sólo porque te has dedicado a uír. Creí que eras un guerrero, no una mosca. - le informo remarcando la decepción que sentía por no haber sido ni un mísero entretenimiento, luego me dirijo a los demonios sin apartar la vista del escurridizo elfo - Traedme a la hechicera. La muy estúpida creyó que suicidándose acabaría con todo.

Le confieso sin borrar la expresión de desagrado de mi cara. Que hubiera acabado con su vida antes de tiempo no cambiaba mis planes, pues únicamente necesitaba su sangre, por lo que le arrancaría su corazón y abriría el portal al reino del Caos.

- Quédate ahí arriba si quieres, podrás ver el reino del Caos con tus propios ojos.

Siempre podría bajarlo con otro de los explosivos, pero no tenía ninguna prisa por perseguir a esa molesta mosca y si por aprovechar toda esa sangre derramada. Es más, seguro que Khorne disfrutaría viendo un combate a sus pies si al final se decidía a bajar y así disponer de más guerreros a mi servicio.

Ponen ante ti el cuerpo degollado de la mujer. Ella misma se había revanado el pescuezo.

Una vez la traen a mis pies hinco la rodilla en tierra y clavo una de mis espadas en la tierra.

- Dios de la Sangre, Señor de los Cráneos, Maestro de la Guerra, Portador de la Espada... mi amo y señor Kharneth - pronuncio sus títulos antes de terminar por la versión oscura de su nombre para que el dios oscuro supiera perfectamente que le llamaba a él - Aquí tienes toda la sangre, cuerpos y almas arrebatados en esta batalla para que las disfrutéis como os apetezca. Os entrego también el señorío de la tierra que ahora hiere mi espada.

Hasta el momento, daba la sensación de ser una entrega de regalos por parte de un vasallo a su señor, pero entonces clavo mi garra en el pecho de la elfa y arranco su corazón inerte.

- Os ofrezco incluso el corazón de esta elfa que encarnaba todo aquello que odiáis para que la castiguéis por toda la eternidad, sirviendo así de ejemplo de lo que espera a todos aquellos que se enfrentan a tu voluntad - en ese momento miré al elfo con rabia contenida, luego estiro el brazo y dibujo un arco mientras la sangre va goteando hasta que al final lo dejo caer al suelo, visto desde el cielo parecía haber pintado un ojo - A cambio sólo os pido que presenciéis como ajusticio a este cobarde y coloco su cráneo a vuestros pies.

Termino mi rezo y me incorporo. No recupero la otra espada, en ésta ocasión usaría sólo una de ellas y que así el Dios de la Sangre pudiera observar el combate. Acto seguido salto hacia la cornisa.

EL tipo parece tener alguna relación con la muerta. En el momento de clavar tus garras para extraer el musculoso órgano te das cuenta que tiene tatuado en símbolo de del dios del Dolor y Placer. El tipo se da cuenta de lo inerte de su cuerpo, y cae de rodillas, derrotado. En la cornisa se coloca, dejando de lado el arma mayor, y con da daga entre los dientes se abre la camisa, sin soltarla de la cintura, dejando las mangas firmes bajo las rodillas. Tras eso agarra el arma que muerde con las dos manos. La levanta con la punta hacia si y se la estaca en el abdomen por el lado derecho, cortando hacia el izquierdo. Su rostro es una extraña mueca de dolor y placer simultáneamente. Cuando sus tripas empiezan a salirse cambia el sentido de corte, y empieza a subir hasta el esternón. No para al tocar hueso, sigue subiendo, con el desagradable ruido del ser cortado el hueso. Más bien machado, es lo que te da la sensación.

Cuando llega al cuello para y el arma cae al suelo desde lo alto del edificio, segudo por todos sus órganos internos. Una masa sanguinolenta y desagradable que entierra con su masa viscosa el arma. El cuerpo "vacío" queda sobre la cornisa.

Rujo realmente enfadado cuando veo cómo el único guerrero del pueblo se suicida impidiéndome confrontarlo. Inmediatamente salto hasta la cornisa para cercenarle la cabeza. ¿Qué clase de mundo era este en que los mejores luchadores se suicidaban? Me resultaba incomprensible.

Cuando llego hasta el, no pierdo el tiempo y golpeo con fuerza contra su cuello, tanta que hasta incrusto mi espada en el techo de pizarra. Luego pateo su cuerpo al suelo y recojo su cabeza inerte por el pelo antes de volver a rugir incapaz de contener la rabia.

- ¿¡Acaso en este mundo no hay nadie digno de mi espada!? - pregunto al cielo arrancando nuevamente mi arma y levantándola al cielo a modo de reto - ¡Libere a los mastines amo! ¡Suéltelos y arrasaré este mundo hasta encontrar un guerrero digno de poner su cráneo a vuestros pies!

Prometo como si en verdad el dios del Caos estuviera pendiente de mis movimientos.

De la sangre, empiezan a burbujear unas pompas extrañas. Crecen y crecen hasta el punto de que tras un buen rato, se empiezan a escuchar ruidos raros. De las pompas salen unos seres demoníacos, con forma de pelota y muchos, pero muchos dientes.

Ante la falta de más objetivos y la aparición de nuevos demonios, bajo otra vez al suelo para ver qué aparecía y lo que ví, no me gustó. Demonios menores e indisciplinados, incapaces de controlar sus instintos, pero esto no era lo que quería y necesitaba y, lo que es peor, estaba seguro que Khorne lo sabía. Así que ,¿de qué me servirían estas ponzoñas?

- Entiendo.

Gruño y recupero mi otra espada. Khorne quería su lucha y me envíaba un contendiente, no podía ser de otra forma, por lo que directamente arremetí contra el primero de los demonios conforme se generaba.

Tus ataques son brutales, pero das exactamente con ambos planos de las espadas a la vez. Tus seguidores pensaron que tus intenciones eran rebanarlo como un tomate, pero en su defecto, lo lanzaste como si fueras un deportista. Cualquier ser vivo, o eso pensabas, hubiera estallado como una sandía madura, pero esa pelota de dientes llegó hasta un capitel de la casa comunal y quedó inmóvil durante un instante.

Te recordó a un garrapato de esos seres inferiores con piel verde, pero ... como demonio, no como "bicho".

Tras el instante se puso en pie con esos cortos miembros, sacudió la cabeza, para espantar las telarañas del impacto. Puso un gesto divertido y corrí hacia ti, con alegres saltos y contento. - Y el puñetero bicho lo habrá considerado una bien venida y todo. Tu decepción se estrella contra tus intenciones de rebanarlo. - Que resiestente es la pelota de dientes esta.

Todos ellos se empiezan a amontonar sobre el que has sacudido, como si fuera el líder de estos. Sus gruñiditos te cuesta sacarles un sentido, pero parecen estar contentos, y toman al que le has pegado como su "elegido" y el favorito del "jefe". No parecen ser demasiado inteligentes, pero duros ... lo son (bueno, resistentes).

Un incómodo ruido te llama la atención. Proviene de la mar.

Resistentes e idiotas eran las cualidades más destacables de estos devoradores. Para lo único que servían era para pelear con los mastines por los restos tras la batalla y el máximo partido que podría sacarles sería como muro de escudos. Me sentía humillado por mi amo y todo porque aquel elfo adorador de Slaanesh se había negado a batirse conmigo.

Me disponía a volver a golpearlo para desatar mi frustración cuando un ruido se produjo en el mar. Imaginaba que sería alguna de las ballenas y al ser mi único método para regresar a mi próximo objetivo, me ví obligado a girarme mientras arreaba una patada al devorador.

Las ballenas están terminando de dar la vuelta y marcharse.

Se han escapado.

Gruño molesto y guardo las espadas. Volvía a quedarme sin referencia alguna para saber dónde dirigirme y lo único que podía hacer era seguir la costa salvo que encontrara algún sendero o mapa.

- Nos vamos.

Declaro mientras busco mi montura. Después continuaría junto al mar hasta encontrar la siguiente población.