Partida Rol por web

No comprendía como un rey del amasonas como era mi cuñis se había dejado engañar por mi hermanita. Vamos, que yo le podía dar todo aquello y más, porque mi hermanita no sabía cómo tratar a un semental latino como Marco. A los hombres así había que tenerlos bien sasiados o te abandonaban, y eso le pasaría a mi hermana. A ver si del disgusto se metía a monjita de la caridad y me dejaba a este rompe pantys enterito para mí.

Me río sin sorpresa cuando me arranca la ropa, no era novedad que me lo hisieran, pero no lo esperaba de él. Le sujeto la cabesa cuando se amorra al pilón, ahí que se dedique bien a degustar mango. Luego le empujo sobre la cama para degustar banana macho a carrillos llenos, porque estaba segura que eso tampoco lo hasía mi hermanita, eso era pecado.

El cuñadísimo posíblemente no había pasado por una pelada de banana desde hace como que siglos. Hacía ruiditos placenteros que asemejan a los de un animalillo herido. Había que ver los hombres, si se escucharan en esos trajines. Pero la cuestión, es que se dejó comer el calippo tropical. Después quedó a merced de Mersedes, porque lo que le pasaba al cuñadito es que tenía falta de hembra, pero luego en la cama se dejó como lo que era: un pantys.

Me desepsiona que sea tan pantys en la cama, hasta para esto. Pero le voy a haser el amor que no va a querer haser otra cosa que pensar en mí. Le monto como yegua desbocada, todo suelta como gabete y dándole lo suyo a aquel semental sin hembra que le complasiera.

En aquella habitación de hotel tiene lugar la monta del potro. Como cuando Mersedes era niña y su papá le regaló su primer potro. Pero los años habían pasado y ella aprendió a montar otras cosas que no eran caballos, y con bastante maestría. Dicha maestría hizo que el cuñadito lo gozara y se viniera como un corderito herido, haciendo batido de la banana macho. 

Un poco pantys, pero resistente y duradero. No se podía decir eso de muchos hombres, que echaban como que todo el chorrazo bien pronto y adiós muy buenas. Pues Marco cumplió. Se queda tumbado después de la cabalgada, exhausto y mirando al techo. Exprimido como un limón en una cantina tequilera.

Desmonto a mi cuñis y voy a servirme la copa que me dejé a medias, otra para él. Yo no era tan mala como me pintaba mi hermana, solo que ella había tenido un buen maromo a su vera que no sabía esplotar. Pero conmigo había esplotado y con esta dos veses, como buen torero y semental. Me aserco a tenderle una de las copas.

-Tomá, bebé, os hará bien- eso y que yo quisás quisiera otra monta en breves y tenía que recuperar. Ya que pagaba el hotel, que fuera con causa.

El cuñadito se incorporó  para coger la copa que Mersedes le tendía. Miró a la hermana de su mujer con devoción, la misma que Fernanda Camila le tenía a la Virgensita del pueblo. Pero Marco se la tenía a una menos virgen y más carnal.

Le hizo todo el repaso, así en su desnudez como estaba. Lo mismo Fernanda ni le había dejado verle las rodillas, ya que dormía en camisón católico y seguramente era lo más desnuda que se mostraba a lo largo del día. Salvo en la ducha, claro. Pero en ese momento había serías dudas de que Marco tuviera invitación.

- Eres una diosa, Mersedes...- bebió de la copa y volvió a comerle la boca a la cuñada.

Sonrío cuando me llama diosa, eso ya lo sabía. Ahora lo importante era no sacar a mi hermana al tema, tenía esperiensia con estas cosas y cuando le recordabas a un hombre que era un infiel, a veses se arrepentían y desaparesían.

-Y vos un semental, Marco- devuelvo esa comida de boca, porque el cuñis tenía ganas de marcha tras años de sequía y yo iba a aprovecharme de ello.

Lo que hizo el cuñado no se podía llamar exactamente comida de boca. Porque lo que empezó como tal, acaba tornándose un tantito tirando a algo de pastel. Con mimo y sobe. Como salía en las películas. ¿El cuñadito sería de esos que se enamoran?

¿Eso encendería las alarmas de Mersedes? ¿O lo aprovecharía para tenerlo comiendo de su mano de potranca colombiana?

El pastel no me importaba, siempre y cuando me diera lo mío. Si quería unos mimos y abrasos, los tendría. Paseo mis manos por su cuerpo hercúleo de adonis de Esparta. Si dejaba a Fernanda Camila ganaba por dos, tendría un semental para mí y una hermana fuera de la línea susesoria familiar, del trauma no podría volver a casa... Como si la conosiera.

Y Marco volvió a entrar en estado banana macho. Mersedes debía alterarlo del todo, sin duda. Tiró de su cuñada de vuelta hacía la cama y procedió a poseerla por tercera vez en su vida. Pero bien podía haber una cuarta y una quinta. Parecía que iban a sacar partido a la habitación que tan cara pagaron. La flautilla cuñadil bien podía ser explotada el resto de la noche, o lo que Mersedes quisiera. 

Y aprovechando la banana macho del cuñis y lo que dé de sí, pasamos unas horas en el hotel, amortizando el precio. Al menos hasta las cuatro o las sinco de la madrugada que podamos volver al piso a ducharnos. Tenemos que descansar para la reunión super importante con la almeja jot y el contrato hay que firmarlo.

Y el trabuco argentino de Marco fue explotado por horas. Revolvieron las sábanas y la suite quedó impregnada de una boria condensada  que olía a chotera, banana macho y feromonas sexuales del simio primitivo que toda persona lleva dentro. No hubo recoveco ni centímetro de piel Mersedil por el que no pasara, de una u otra forma, la lengua del pantys del cuñado. Le hizo todo un traje de saliva. A Fernanda Camila le debía picar todo ahora mismo, menos lo que le tendría que picar. El apéndice faloide de su marido había sido poseído por su propia hermana pequeña. ¿Qué iba a a pasar ahora?

Sólo el tiempo daría respuesta a esa pregunta. Porque...¿Quién carajo sabía lo que pasaba por la cabeza de Marco Fabriccio? De momento, él recuperó sus ropas, que estaban esparcidas por el suelo. 

- Tu papá ya se habrá ido a dormir. ¿Qué le diremos si pregunta mañana?

-Que salimos a tomar y se nos hiso tarde... Además, tampoco creo que pregunte mucho con la abuelita linda así, está como repreocupado...

El infiel Marco Fabriccio asintió un poco y terminó de vestirse. 

- Lo pasé bien, Mersedes...- le confesó, aunque era mas que obvio. Había pegado berridos placenteros durante toda la noche. No había lugar a dudas. 

Eran las 4 de la mañana y en un par de horas amanecería. Les esperaba al día siguiente una reunión muy importante. Mersedes comenzaba a mover piezas en el tablero, y con el la reina fuera de juego, ahora tenia al alfil de su parte. ¿Quién ganaría esta partida llamada herencia? 

-Y yo también, Marco, me gustaría repetir cuando se pueda... Ha sido una gosadera- le sonrío y salgo de la habitación. Quería volver al piso y dormir unas horas antes de la reunión y había hecho un gran movimiento esta noche tirándome a mi cuñis al que tenía ganas desde que lo vi.

La sonrisa bobalicona del cuñadito le indicó a Mersedes que él también tenia ganas de que aquello se repitiera. Bajaron juntos de vuelta a la calle, y llegaron al apartamento Mejía una hora después debido al tráfico. Papá dormía, así que pudieron dispersarse ambos amantes a sus respectivas habitaciones, ahora por separado.

Aquello era el comienzo de grandes cosas...