El cuñadito escuchó todo. Serio y con cara de abogado de los caros. Llegado el momento, intervino.
- Hagamos la prueba. Prepararé un precontrato, con una acuerdo de cofidencialidad y donde los derechos de autoría recaen en mi cliente, Mersedes Mejía. Tendréis que firmarlo los tres cuando esté listo. Lo redacto hoy y por la mañana lo podreis firmar. Después, si sale bien, hablaremos de dinero. ¿Y bien? - mira a ellos, pero también a su cuñada, esperando aprobación.
Yo asiento para no quedar de ignorante pura, pero no tenía ni ideita de lo que hablaba mi cuñis.
El de barbota asintió, conforme.
- Pues redacte, letrado. Redacte...Mañana también estarán presente nuestros abogados. Leeremos el precontratos y veremos - él sonrie, y mira a Mersedes.
-Perfesto, en ese caso nos vemos mañana- digo despidiéndome sin más, que estaba en la capital y podía salir de fiestaca, a gusto y sola... Y ver a la abuelita linda, claro, a ver si me ponía en su contrato como única heredera.
!Pues la reunión no duró mucho! Por eso, Merseditas tenía todo el día para hacer lo que gustara. Era la Capital, había múltiples posibilidades en la capital. Ambos presidentes se despidieron de Mersedes, Galindo sin quitar ojo a su escote, y cuando se marcharon le decía algo al oído a Maikol. Maikol, que había quedado patente en la reunión que era un mero esbirro, porque ni abrió el pico ni opinó ni nada de nada.
Una azafata acompañó de vuelta a la salida a Mersedes y su cuñadito. Así en poco se vieron de nuevo en la puerta del hall de !La Almeja Hot! Donde volvía a estar la recepcionista desabrida.
Marco caminó de nuevo hacia el coche.
- ¿Todo rebien, sierto? La balansa está a nuestro favor. Creo que quedó un muy buen preacuerdo. Si todo sale bien, podemos pedir un 50/50 tranquilamente.
Asiento a lo que dice mi cuñis.
-No es eso lo que me preocupa, sino que nos la jueguen y busquen a otro dueño de cafetales para quitarme la idea. Tienes que haserlo essclusivo, que nos indemnisen si no cumplen.
- No te preococupes, Mersedes...Yo me ocupo. Esta tardesita lo dejo todito listo. Y mañana a primerísima hora venimos y que les firmen. No da tiempo en tan poco rato a que hablen o lleguen a un acuerdo con naide - le dijo, y le abrió la puerta del copiloto para que montara.
-Mejor- asiento y subo al carraso de mi cuñis. -Ahora vamos a ver a papasito y a la abuelita llinda, la pobre me tiene repreocupada no más.
El cuñadito llevó a Mersedes al hospital donde estaba Consuela. Se trataba del Hospital Kennedy, una clínica privada cuyos propietarios eran médicos de USA y todo era muy cool y caro.
Una enfermera de recepción les indicó donde encontrar a Consuela y pudieron dirigirse para allá sin problema. La habitación de la abuela estaba acorde a su caché:
Allí estaba la abuelita, tumbada y toda entubada, e inconsciente La tía de Mersedes fumaba un cigarro en a terraza. Estaba tensa. Osvaldo Mejía estaba sentando en la misma cama de su madre, observándola con preoucupación.
-Hola, papasito- voy corriendo a abrazarlo y darle un beso toda sentida, que quisiera estar por encima de él en la herencia no hacía que tuviera que dejar de pelotearle. Lo mismo así me pasaba él la herencia a mí, a saber. -¿Cómo se encuentra la abuelita linda? ¿Te han dicho que pasó?
Osvaldo Mejía abrazó a su hija, y ella vio algo que no había visto antes. Su papá se echó a llorar, todo sentido.
- !Ay, mija! !La abuela está en coma!
Temblaban los pilares de a familia. Drama:
Abrazo fuerte a papasito ante el notición, aquello era horrible, ¿cómo iba a cambiar el testamento dormidita?
-¿Pero por qué, papasito? ¿Qué ocurrió?- comienzo a fingir una llorera que enterneciera a mi papasito.
Osvaldo devolvió el abrazo a su hija. Todo sentido.
- !El médico dise que está en coma por corasón partío, mija! - y lloró. Ver llorar a Osvaldo Mejía era grave. Solo lo hacía en casos muy excepcionales, o cuando veía su portadota en la revista local, lo galán que salía.
-¡Ay papasíto! ¡¡No llorés!! Verás que se recupera- le consuelo, pero sabiendo que yo era quien tenía razón. A la abuelita linda le dio el apechusque porque se trajo a casa a una lagartona.
El gran Osvaldo Mejía lloró sobre el hombro de su hija menor, mientras Consuela convalecía en la cama a causa de un CORASÓN PARTÍO. El gran pilar de la familia yacía en cama como una lechuga pocha: la familia se tambaleaba.