Partida Rol por web

Aprovechando los últimos segundos de su conjuro de invisibilidad, Alatar examina la zona circundante intentando buscar focos mágicos.

-No detecto ningún portal, pero puedo deciros que prácticamente todo lo que lleva la sacerdotisa enmascarada irradia magia, en mayor o menor medida anuncia para que todos puedan oírlo.

Viendo que Montaña se adelanta, Garin se sitúa delante de él y planta su escudo pavés en tierra para cubrir al bárbaro.

-No sé si es buena idea provocarlos. Y por lo que hemos visto tampoco parecen muy dialogantes.

Una vez disipado el conjuro de Eredhir, la energía curativa de Gavros baña a todos los miembros heridos del grupo. Esto incluye al agotado aasimar al que se acerca Zaev. Montaña y Garin se encaran con los Caballeros Infernales justo a tiempo de ver como dos caballeros más y media docena de armígeros avanzan desde el este al haber acabado con todos sus enemigos en aquel sector.

El Caballero Infernal que ha acabado con otra de las aberraciones de la playa extrae de su cinturón un pequeño vial, abre la celada de su yelmo monstrando una faz ojerosa y pálida. Con una mueca de dolor, se lleva el recipiente a la boca, deteniendo el sangrado y recuperando levemente la posición recta al alzarse sobre su espada.

-Alto el fuego dice a sus hombres a continuación, mientras gira la cabeza en dirección a Montaña. Os he reconocido, sois los entrometidos que rondaban por Illmarsh. Creía que se os había prohibido acercaros a esta zona.

No importa. Entregadnos al prisionero dice señalando a Penrag. Una vez el paralictor Feldhammer lo haya interrogado y determinado que está libre de toda mancha de herejía, lo liberaremos. Si exhibe indicios de desviaciones o corrupción, la pira lo purificará.

En la cubierta de la Heraldo Oscuro, el paralictor Feldhammer limpia la hoja de su alabarda con un trozo de vela rota mientras apoya una de sus piernas sobre la inerte y ensangrentada forma de otro de los monstruos chupadores de sangre. Vampiros estelares los había denominado la tripulación, y a Karl le parecía un nombre apropiado.

Su escudero se le acercó, solícito -Hemos tenido un par de bajas entre los artilleros, pero la catapulta ya está lista para disparar de nuevo, señor. ¿Abrimos fuego?-.

El líder de los Caballeros Infernales escrutó con su penetrante mirada la playa, distinguiendo a sus armígeros, con las flechas ardientes todavía cargadas en los arcos, rodeando a media docena de individuos. Éstos le resultaban extrañamente familiares, pero una vez más la distancia y la oscuridad hacía que no pudiese distinguirlos del todo bien.

-Esperemos un poco, Andronicus. Parece que por fin tenemos la situación controlada. A ver cómo se desarrolla.

Seguir a Farasma no es herejía, acudir en su ayuda tampoco.  -Este aasimar había sido encadenado por la sacerdotisa del Caos, la que abrió el portal para estos seres de pesadilla.   Les aseguro que está libre de herejía, porque de otra manera hubiera luchado hasta la muerte como ellos.  -y señaló a los cultistas en la arena.

Nosotros luchamos porque tenemos una meta en común.  Ya lo dijo su capitán Feldhammer cuando nos reunimos con él.  Y en ese sentido nos tenemos que respetar.  No más.  No menos. 

Ahora, con su permiso, hemos de continuar la lucha contra el caos que nos corrompe.  Buscaremos en el mar.  Siempre, siempre, estaremos vigilantes.  

Dígale a su capitán que dos aberraciones y su convocadora quedaron destruidas por nosotros.  Y eso probablemente le salvó la vida a su regimiento.  Apuntó a las heridas aún abiertas de aquel armígero que casi pierde la totalidad de su sangre ante los pulpo-vampiros-interplanares. 

Salimos, soldado.  Sean justos con los aldeanos, que muchos nunca tuvieron realmente opción.   Justicia es ley más bondad.

De su saco, Eran sacó un odre de agua y le dió un largo trago, días sin beber le habían dejado deshidratado y temía que no podría hablar suficientemente claro. Por suerte sus manos quedaban ocultas por las cadenas, si no tal vez podrían tener más problemas.

Iban a sacrificarme a saber con que fín, y dado mi estado creo que es obvio que no era voluntario.* Iba a añadir algo sobre la fama de sus interrogadores, pero prefirió callar.

-No te preocupes, si estos tarados quieren interrogarte por brujería, entonces eres bienvenido en el equipo. Digamos que tenemos discrepancias creativas con los "geniales" caballeros infernales. Explicó al recién llegado mientras usaba las ganzuas y trabajaba en el mecanismo de la cerradura de las cadenas.

-Por cierto, mientras no tengamos más tiempo para hablar, ¿cual es tú nombre?

Montaña aprovechó el parón para lanzarse de nuevo el conjuro de protección que tenía activo.

Eredhir miraba de reojo a Gavros mientras este soltaba su perorata. No estaba seguro de si el sacerdote era consciente de que contradecir a un Caballero Infernal era arriesgado, cuanto menos.

Mantuvo entonces la mirada sobre el caballero, esperando su reacción y evitando añadir cualquier palabra al discurso del páter que resultara fatal. La tensión se podía cortar con un cuchillo. O con una flecha...

Garin estaba al lado de Montaña preparado para lo que pudiera acontecer. Seguía sin entender la forma de actuar de los Caballeros Infernales. Sí es cierto que tampoco entendía de donde había salido aquel prisionero, tal vez de algún agujero en la arena de la playa que habían hecho los cultistas para ocultarlo, pero de lo que sí tenía claro convencimiento es que si era su prisionero, era su enemigo, y por tanto, el enemigo de nuestro enemigo, era nuestro amigo... O eso solía ocurrir.

El enano prefirió no hablar, simplemente esperó expectante y deseoso de que se aclarase el asunto.

Montaña renueva su protección mientras Zaev trabaja hábilmente con las cadenas de Eran. Tras unos segundos de hurgar en la cerradura con sus ganzúas, las cadenas caen a los pies de ambos y las manos del último quedan libres una vez más. Alatar, por su parte, se vuelve visible mientras lanza un nuevo conjuro.

(Diplomacia) -Lo lamento, padre. Pero no puedo dejarles marchar así como así. Por lo que parece es el único prisionero superviviente y la única fuente de información que nos queda. Mi superior querrá hablar con él.

No debería haber venido aquí para empezar dice antes de hacer un gesto a los armígeros, que avanzan un par de metros con los arcos cargados. ¡¡Fuego a discreción si no entregan al prisionero!!

Al abrir las cadenas, Zaev puede ver una marca muy particular en la palma de una de las manos del arcanista Eran Penrag. Aunque es bastante antigua parece moverse, palpitar como si estuviese viva. La cabeza de Zaev comienza a dolerle apenas pone la vista encima...

La marca de la mano del mago parecía más una runa quemada directamente en la piel que subía un poco en el brazo.

Eran tragó saliva mirando a su alrededor. Responderé a sus preguntas, pero me niego a entrar en su custodia, tienen fama de torturadores sin escrupulos y ya he tenido suficiente a manos de esos cultistas.

Me capturaron en Illmarsh, una pequeña aldea situada en las orillas del lago Encarthan en condado de Versex. Drogaron mi comida en la taberna el Kraken de Ojos Pétreos, calculo que hace unos tres días, aunque por las drogas podría estar equivocado.

Y el motivo para venir aquí... les buscaba a ellos.

Estaba debil, pero aunque fuera minimamente quería protegerse, por lo que lanzó el conjuro de armadura de mago, si le disparaban quedaría como un colador igualmente, pero le daba seguridad.

Si la diplomacia no funcionaba en directo, Gavros buscó utilizar su conocimiento de la religión, y de órdenes caballeras que mezclaban con ella, cómo esta de la Pira, para usarlo a su favor.  Era un argumento como de este tipo:

" Sus reglas de caballería dicen que quien recupera un cautivo del enemigo tiene derecho a torturarlo primero, y esos fuimos nosotros.  Romper esa regla sería una ruptura mayor contra sus demonios de legión, y no quiere usted estar ahí, ni poner en ese peligro a sus hombres."    -claro eso adecuado a la regla en particular que tuvieran. 

Esperaba que esto los detuviera, o confundiera.  Si la siguiente palabra era negativa, Gavros llamaría a todo su grupo para que corrieran, él los iría curando del daño de las flechas, y que en la cala, la huída por submarino fuera recordada siempre. 

- De no haber venido estaríais todos muertos, y en eso al menos deberíais estar un poco agradecidos. Al menos negociad algo, después de haber combatido el mismo enemigo parece una tontería matarnos entre nosotros.

El tono era mucho más relajado, aunque por dentro sus arterias seguían bombeando sangre a toda pastilla.

- Padre Gavros, deberíais curar a los heridos si es posible. Volver al pueblo con estas heridas puede ser un ejercicio agotador y doloroso, además del daño al paisaje que implica que los senderos queden cubiertos de sangre.  -Añadió mientras, como descuidadamente, se ponía a recoger las cosas de la sacerdotisa- ¡Eh, igual les interesa la daga esa de la bruja por ejemplo!

-Es un buen argumento, Padre. Pero los Caballeros Infernales no debemos obediencia a ningún demonio, sólo a la Ley. No está en mi mano concederle la custodia del prisionero, si quiere reclamarla tendrá que hablar con el paralictor Feldhammer.

En cuanto a morir si no hubieseis llegado, lo pongo en duda.

Acabemos con esta charada. Fuego hasta que lo entreguen.

Los armígeros abren fuego. La mayoría de los aventureros esquivan las flechas o las detienen con sus escudos. Pero Garin recibe una en el hombro y el fuego de otras dos causa leves quemaduras a Alatar, contra las que su piel de piedra es inútil...

- Si ya sabía yo que terminaríamos en esto desde la primera vez que os vi...

Corramos!  ¡Hacia el artilugio!  El clérigo salió corriendo como alma en pena cuando ve la cuenta de Farasma con todo e impuestos. .