Partida Rol por web

- Ah, pero es que no he dicho que yo haya estado en la corte, sino que tengo contactos en la corte. Le sorprendería la cantidad de cortesanos que han necesitado un guardaespaldas de confianza. De todos modos ahora que empezamos a hablar en serio, podemos dejar el asunto de lado. Tal y como nos amenazó el Sheriff, no me sorprendería que hayan sido sacrificios humanos para calmar al acechante. En todo caso me parece un trato justo, pero soy el último de los presentes, yo me acabo de incorporar a esta misión.

Mmmm, vaya vaya bonitos cuadros si señor... Comenta Garin acercandose al Alcalde.

Perdóneme Sr. alcalde, pero me ha parecido oir que pide ayuda (susurro), pero soy algo duro de oído...

Y al parecer sabe algo del jinete que buscamos, pero no nos lo quiere decír porque quiere que le echemos una mano (susurro). Nos portaremos bien, ¿verdad compañeros? ayudaremos en lo que podamos a las buenas gentes del pueblo, pero sepa Sr. Alcalde, que si no damos a tiempo con cierto jinete, tal vez desearía antes que fuera real ese tan horrible acechante, que lo que puede llegar a pasarnos, a todos, si fracasamos...(susurro)

- La verdad es que desde que llegamos a Illmarsh hemos visto muchas cosas extrañas, y considerábamos que como alcalde del pueblo que es, nos debía una explicación.

- La cuestión es: esos poderes temporales que nos va a dar, ¿nos van a servir de algo en cuanto tengamos a todo el pueblo en contra? ¿Nos van a permitir entrar el templo y examinarlo a fondo, con los sacerdotes sonriéndonos y agasajándonos mientras metemos las narices en cada rincón de sus estancias?

Alatar, que ha permanecido en silencio y visiblemente molesto hasta ahora, decide apuntar algo.

- En cualquier caso, eso no explica por qué todos los ciudadanos de este pueblo nos han tratado lo menos amablemente que han podido... si tan descontentos están con esta situación.  Además, después de varias amenazas de sacrificios a dioses del mar, necesitaríamos al menos una prueba de buena voluntad. Ninguno de nosotros sabemos si no está mandado efectivamente a ese sacrificio...

El mago, después de atender las explicaciones del alcalde, le hace una seña a Garv para hablar en privado.

- Padre, he oído de la capacidad de los clérigos para mirar dentro de la verdadera naturaleza del alma. No tendrá algún medio para asegurar que este malandrín no nos la va a jugar, ¿verdad?

-Dudo mucho que la Orden se oponga abiertamente a que investiguéis en mi nombre. Otra cosa es que accedan de buen grado, pero la mención de mi autoridad debería ser suficiente para abriros las puertas del templo y que echéis un vistazo al interior, así como para interrogar a los miembros del culto. No lo harán de buen grado, pero dudo que el Padre Voltiaro se quiera empezar una guerra abierta con el representante de Ustalav en el pueblo.

Os prometo que en cuanto volváis con el resultado de las investigaciones os diré dónde se encuentra el jinete que andáis buscando. Y no temáis, pues si sale de allí donde está tendría que pasar necesariamente de nuevo por el pueblo. Si ello ocurre, me comprometo a ordenar al sheriff y sus hombres que lo detengan.

Cuando Alatar pide una prueba de buena fé, Greedle se encoje de hombros y responde: -Haced lo que debáis para aseguraros. No me opondré a que uséis magia para aseguraros de que mis intenciones son legítimas. Es más, estoy dispuesto a pagaros 1000 piezas de oro por cabeza por ayudarme con la investigación de la Orden.

-A mi me parece sincero- dice el clérigo ante las palabras del mago -pero no está de más asegurarnos de sus buenas intenciones.

Invocando al poder de Farasma, el clérigo recita una sencilla letanía y se concentra durante unos segundos en la persona del alcalde para acabar anunciando:

-No detecto mal alguno en este hombre- concluye.

Si no os importa...

Alatar se disculpa con Greedle para discutir en voz baja los pormenores de la misión con sus compañeros:

- No sé. ¿Qué creeis? Por un lado, siempre andamos un paso por detrás de nuestros forajidos. Si el jinete tiene que pasar fozosamente por el pueblo, creo que es fácil adivinar dónde se encuentra... Quizá podamos evitar lo que sea que tenga que hacer antes de que le de tiempo, y volver para ayudar a las gentes de Illmarsh. 

El mago se rasca la barbilla pensativo.

- Pero por otro, no parece que el alcalde mienta, y si le ayudamos sabremos con precisión la ubicación del encapuchado...

Pues ciertamente Alatar, sería interesante dar con ese jinete allá dónde esté y saber que está haciendo, pero no conocemos estas tierras y si ha de volver a pasar por aquí, como dice el Alcalde, igual si nos aventuramos a ir de aquí para allá sin saber dónde se encuentra exáctamente, podría darse el caso de que el jinete se nos volviese a escapar. Además, esta "buena gente", nos está pidiendo ayuda...

¿Qué decís el resto?

- A mí el cuerpo me pide que limpiemos este pueblo, todavía tengo pendiente reducir la posada a astillas por el trato recibido... Pero soy el recién llegado, mi opinión debe ser la menos importante de todas.
 

Zaev estaba indeciso. Por una parte le hubiese gustado hablar con la dueña del Kraken de Ojos Pétreos, la taberna local, para seguir la pista que ya tenía, antes de acercarse al templo. Pero eso implicaba esperar hasta la noche y quizás el tiempo se aprovecharía mejor investigando a la Orden. Pero puesto que la mayoría parecía inclinarse por esta última opción, se decidió.

-De acuerdo entonces, echaremos un vistazo al templo. Una cosa más, señor alcalde. ¿Quiénes son esos Vecinos de los que hablan muchos de los habitantes del pueblo? Tenía entendido que Illmarsh era la población más remota del condado de Versex.

El alcalde se seca la frente de nuevo y se encoge de hombros ante la pregunta de Zaev.

-¿Los Vecinos? Son los habitantes de un pequeño asentamiento más allá de la bahía. Un sitio tan pequeño que ni siquiera tiene nombre. Yo personalmente nunca he estado allí y no conozco a muchas personas que lo hayan hecho, pero son buena gente. Los ciudadanos de por aquí los consideran algo así como un "talismán" de buena suerte para el pueblo. Supongo que tiene haber senderos que lleven al asentamiento, pero normalmente son ellos mismos los que se acercan a Illmarsh cuando tienen asuntos que resolver.

El Templo de la Recóndita Orden del Mar Indomable se encuentra en el lado sur de la plaza del pueblo y está hecho de piedra sin pulir, con un estilo arquitectónico distinto a todos los demás edificios del pueblo. Al entrar en el pórtico, que se encuentra justo enfrente de las aguas del lago Encarthan, lo primero que llama la atención es una representación de una sirena de largo cabello verde. En la mano derecha porta un tridente y en la izquierda una concha y parece mirar hacia las profundidades del lago. Garv explica al resto del grupo que se trata de un aspecto particularmente oscuro de Gozreh venerado por las algunas comunidades aisladas del lago Encarthan.

Atravesando una de las arcadas, se pueden observar vidrieras en el muro norte y sur con representaciones idénticas a la estatua del exterior. A diferencia de cuando el Padre Aximand acudió a investigar la primera vez, ahora sólo hay dos pares de zapatos, posiblemente de los fieles, colocados ordenadamente en esta sala.

Al fondo, otra arcada da acceso a la nave central del templo, donde cuatro acólitos se encuentran de cuclillas con los ojos cerrados mientras realizan elaborados cánticos ante una segunda estatua de madera: se trata de la misma sirena que anteriormente, pero en esta representación sujeta una extraña criatura octopoide en una de las manos en vez de una concha. Los acólitos parecen ignorar a los aventureros o simplemente no se han percatado de su presencia todavía.

A Garin le pareció interesante el templo. No había visto uno igual, todo en él le llamaba la atención. Con el respeto que se ha de proferir en estos lugares sagrados, el enano se acercó todo lo que pudo a observar cada rincón, sin por ello separarse mucho de sus compañeros.

Alatar abre bien los ojos y analiza la estancia, tratando de no molestar a los acólitos. Mejor no buscar problemas...

Montaña entra en la estancia, como despistado, sin tener ni zorra idea de lo que pude suponer nada de lo que está viendo porque si algo no es su especialidad es el estudio de religiones. Sin embargo, por debajo de sus mueca de total ignorancia, sus ojos se mueven y analizan rápidamente, buscando cualquier cosa que le llame la atención, y por supuesto, cualquier amenaza o signo de violencia.

El pícaro casi no se fija en la imaginería religiosa, los misterios divinos no son su especialidad. A medida que avanza por la nave central, intenta ver qué se esconde más allá de toda la ecenografía dirigida a estimular el fervor de los fieles, buscando pistas sobre lo que realmente sucede en el templo. Tras las advertencias del Alcalde, estaba decidido a desentrañar el misterio.