Partida Rol por web

3 de marzo de 1999, 21:10

La planta baja del Hontanar estaba tan llena de gente que resultaba difícil moverse. Changelings y mortales encantados charlaban en voz muy alta para escucharse por encima del resto de conversaciones y se acercaban al abrevadero de piedra para rellenar los vasos. Lord Tristán y Cesi no dejaban de sacar de la cocina bandejas llenas de tortilla de patata, croquetas, bocadillos, embutido y queso. En un rincón había una pila de calcetines del tamaño de jerséis del tamaño de edredones y calcetines del tamaño de jerséis, presididos por un artefacto de madera y plástico lleno de chucherías. Cortapanes estaba encogido en una silla y charlaba con una gruesa mujer mortal con una mandíbula prominente similar a la del troll.

Los changelings no debían de notar la presencia de los pocos sidhes presentes, porque el ambiente era amigable y relajado. El único que no parecía sentirse integrado era Lord Marcel, que estaba sentado entre su canciller y su caballero y no dejaba de mirar en todas las direcciones como un animal acorralado. Pero incluso él sonrió cuando un joven nocker cogió un triángulo de queso de cabra sólo para volver a dejarlo donde estaba, rojo como un tomate, cuando Cesi levantó las cejas y le dedicó una sonrisa muy sugerente.

Cuando todas las superficies disponibles estuvieron cubiertas de comida el barón atravesó la multitud para acercarse a Cortapanes. Le dijo algo en voz baja y Cortapanes se levantó y rodeó con un solo brazo los hombros de la mujer que se parecía a él y del Eiluned, que se desembarazó de su mayordomo para dirigirse a los invitados.

Lord Tristán alzó la mano y dio un par de voces. En cuestión de segundos se hizo el silencio y las miradas se volvieron hacia el barón y el homenajeado. El sidhe sonreía con la mirada acuosa y las mejillas sonrosadas por el orujo.

-¡Buenas noches! Muchas gracias por venir a todos. A los que han entrado porque han olido las croquetas desde la calle, estamos de cumpleaños. -Hubo algunas risas más educadas que sinceras-. Tío Cortapanes, te podríamos decir mil cosas, pero estoy seguro de que prefieres que te las cantemos.

La luz se apagó y la sala quedó alumbrada únicamente por la luz de las farolas que entraba por las ventanas y las velas del bizcocho que llevaba Cesi en una bandeja. El barón levantó el brazo para dar la señal y alguien le puso un vaso en la mano. Todos cantaron el cumpleaños feliz mientras el Eiluned les dirigía con el brazo como un director de orquesta. Cortapanes sopló las velas y hubo aplausos y vítores. Sin embargo, tan pronto se encendió la luz y el troll dijo unas palabras de agradecimiento casi todo el mundo todo el mundo se olvidó de él. A excepción de unos cuantos golosos que se acercaron a por un trozo de bizcocho todo el mundo volvió a sus conversaciones y a sus copas.

Amaia, que había permanecido expectante mientras se metía en la boca todo lo que quedaba a su alcance a un ritmo lo más educado posible, decidió arrancarse con el Zorionak zuri sólo porque podía. Dejó de lado la discreción y vociferó como una anormal, pasando de nuevo al perfil bajo tan pronto se calló todo el mundo. Esas croquetas tenían que ser suyas.

Una vez saciado su hambre superficial se dirigió a Trini dando un largo trago a su kalimotxo. El orujo no le gustaba nada, pero no se le habría ocurrido decirlo en alto en un sitio como aquel.

-Bueno, qué.

Trini había aparecido en el lugar con el olor de las primeras croquetas acompañada por Ernesto, que a su vez cargaba con lo que había bautizado como ‘Tronco expendedor de golosinas’, aunque el cacharro quedaba a medio camino entre lo que muchos definirían como montón de basura y una obra de arte contemporáneo que nadie entendía. Sin embargo, cada cierto tiempo soltaba chucherías, principalmente caramelos con la publicidad de bancos y oficinas de las cercanías, y con eso bastaba. Había ocupado el tiempo en corretear de un lado a otro saludando a gente, especialmente a los residentes del feudo (que incluía al Lord y al anfitrión), y había formulado su propia versión del típico ‘Cumpleaños Feliz’ incluyendo palabras con más sílabas de las que se podían encajar. Después se acercó para dejarle un sonoro beso en la mejilla a Cortapanes y robar dos generosos trozos de tarta, uno de los cuales acabó en las manos de Ernesto.

-Ya sé por qué estás de morros. ¿Creías que podías ocultárselo a la mejor detective del mundo? ¡Es tu cumpleaños y nadie se ha acordado! -Rebuscó en los bolsillos hasta dar con una piruleta y la clavó en el trozo del troll canturreando- ¡Felicidadeeees! Prometo que no hace boooom. Aunque no puedo asegurarlo. Por si acaso no te lo comas.

Se metió un trozo generoso de su bizcocho en la boca justo cuando notó la presencia de Amaia a su vera.

-El bizcocho está mmmmh... -dijo con la boca llena levantando el pulgar, y le acercó el plato esperando que le diera un bocado. Plato incluido.

A Candela si que le gustaba el orujo, e iba por el segundo desde que se habían apagado y vuelto a encender las luces. La sátiro se encontraba en su salsa, lo que no era difícil de conseguir teniendo en cuenta que ella siempre traía parte de la fiesta consigo. Aplaudió con fuerza cuando felicitaron a Cortapanes y le guiñó un ojo a Ceci antes de acercarse a ambos para saludarles personalmente. Tras reírse escandalosamente durante un buen rato con la pooka decidió contonearse hasta dónde se encontraba Ernesto, que por pura casualidad se encontraba a su vez junto a Amaia y Trini. 

-Está rebueno -intervino aportando su opinión sobre el bizcocho. De su viaje a la zona del cumpleañero se había traído un plato lleno de comida como recuerdo. La sátiro arrugó la nariz un instante al mirar a la redcap y después se apoyó en el brazo del troll-. Ay, Ernesto, te veo así como más alto, ¿no?

Candela levantó la mirada escaneando al changeling. Ella vestía con ropas más ligeras que las que serían adecuadas para aquella época del año, pero supuso que de ahí al taxi y del taxi a donde fuera que cayera no pasaría mucho frío.

Raquel, la kinain con la que solía moverse por la ciudad, estaba sentada en la esquina más oscura desde hacía un buen rato con el bolso de la sátiro en las manos. Candela se había olvidado completamente de ella nada más entrar por la puerta a excepción de un momento en el que necesitó usar un espejo portátil.

Croquetas. Croquetas croquetas croquetas. Ignorando totalmente el homenaje cogió una de las croquetas y la alzó hacia una de las luces del techo, mirándola a trasluz como si con ello fuese a conocer lo que había en su interior. Chascando la lengua, se la metió en la boca y al notar el sabor de las espinacas puso una cara de asco que no tardó en disimular.

Miró a un lado, a otro después, y con un gesto rápido de mano dejó caer el tenedor que estaba usando al suelo. - Perdón. - dijo antes de agacharse bajo la mesa para recogerlo, aprovechando para escupir la croqueta en el suelo sin que nadie le viera

Volvió a la mesa y puso la mano sobre la bandeja de croquetas que tenía delante, frunciendo el ceño como si se pudiera comunicar telepáticamente con ellas. Se la jugó a coger otra más y al ver de lejos a Amaia se levantó con la croqueta en la mano. No dejó de mirarla hasta que llegó junto a la redcap (llevando un mínimo de cuidado para no darse de bruces con alguien) y cuando llegó, antes de hablar con ella le dió un mordisco a la croqueta.

- Mierda - se encontraba frente a Amaia, Trini, Candela y Ernesto y tenía un trozo de croqueta de espinaca en la boca... aquello no empezaba bien.

- Hey. - saludó conteniendo las ganas de escupir allí mismo, sin poder evitar una cara de desagrado

Amaia cogió el bizcocho con una mano y se lo zampó de un bocado. Desde que había sufrido la Crisálida conocía el motivo de su voracidad adolescente, pero eso no hacía que disminuyera. Era increíble todo lo que podía llegar a zampar y lo poco que parecía notarlo su cuerpo. Seguía teniendo aquella figura angulosa y escondida bajo la ropa ancha y llena de color.

Al llegar su pupilo ante ellas con la croqueta en la mano, la redcap la señaló.

-¿No te la vas a comer? Trae pacá. -Se la cogió de entre los dedos y se la metió en la boca, donde aún quedaba algún resto de bizcocho. La mezcla de texturas y sabores era interesante-. Las espinacas son buenísimas. Tienen mucho hierro, ¿sabéis? Las chicas necesitamos hierro extra, por eso es bueno comerlas.

Ernesto dio un respingo y casi deja caer el trozo de bizcocho, que de todos modos termino hecho migas cuando lo apretó entre los dedos para que no se le escurriera. La piruleta fue a parar al suelo.

-Gracias -le dijo a Trini de todos modos. Se volvió hacia la sátiro y la miró como tratando de decidir si se estaba burlando de él o no-. Buenas tardes, Candela. Estás muy guapa.

Trini dejó el plato a un lado y recogió la piruleta quitándole el envoltorio y llevándosela a la boca.

-Sí, claro. ¿Quién no ha oído hablar de las ventajas de las espinacas? Aparecen en portada todos los días -E imitando el gesto de Candela se apoyó en el brazo de la redcap-. ¿Qué tal eso de hacer de mentora?

-Ay... ¡Grasias! Pero ya será para menos. Mira que hoy justo no me he arreglado mucho... -parloteó pasándose una mano por la figura-. Será que mira con buenos ojos.

Su mirada se volvió hacia la nueva incorporación y se sorprendió al encontrarse unos cuernos parecidos a los suyos. Había oído algo de que había un nuevo sátiro por la zona, pero distaba mucho de ser el macho cabrío que se había imaginado.

-Oye, chico. Usté es el nuevo, ¿no? ¿Cómo se llama? Yo soy Candela -se presentó con una amplia sonrisa, estirando su brazo en toda su largura para tenderle la mano- Es un plaser.

Hizo un sobrehumano esfuerzo por tragarse el trozo de croqueta que tenía en la boca y agradeció en su fuero interno que Amaia le hubiera quitado el que tenía en la mano. Alzó una ceja ante la pregunta de Trini que hacía parecer que no se encontraba allí pero la otra sátiro, de la cual había oído hablar un poco, se presentó y le mostró su mano para que la estrechara.

Samuel la cogió y tiró un poco de ella para además impulsarse un poquito hacia adelante y darle dos besos a Candela. - Yo soy Samuel, encantado de conocerte. Eres más bonita de lo que me habían contado. - dijo con una sonrisa calmada

-Que bueno, que bueno... Así me gustan los chicos, cariñosos -le guiñó un ojo-. Y lo que te digan de mi... si son cosas buenas es todo verdad. Y si son cosas malas... Pues lo más seguro que también.

Al echarse hacia atrás, Candela puso los brazos en jarras y miró tanto al sátiro como a la redcap.

-¿Así que la gata esta es su mentora? -preguntó alzando una ceja, sorprendida-. Por favor no se deje haser churros en el cabello, me rompería el corasón. Si lo hubiera sabido le llevaba yo bajo mi ala, que esta le lleva por el mal camino seguro -le dijo con aprensión.

-Bueno, bien -contestó a Trini-. El chico se porta bien.

Le resultaba un poco raro pensar que estaba siendo la mentora de un compañero de clase, pero la satisfacción que recibía de ayudar a alguien que estaría perdido sin ella le resultaba muy interesante.

A la llegada y comentarios de Candela, Amaia enarcó una ceja y puso una expresión hosca, que en su cara de redcap era casi terrorífica.

-Lo que faltaba. Que venga el cazo a decirle a la sartén que si la abuela fuma. Mira, guapa, no agobies que estamos de fiesta. Samuel, ni puto caso, que a esta tía le encanta liarla y llamar la atención.

Casi le dieron ganas de rascar a Samuel entre los cuernos como a una mascota, pero después de observar el intercambio de pullas formando una pequeña 'o' con los labios, decidió que era más seguro no hacerlo. Miró a Ernesto con cara de circunstancia y alzó las manos de forma pacificadora.

-Bueno amiiigos, vamos a relajarnos un poquito, ¿eh? Que estamos en el cariiiibe -dijo imitando el acento de Candela y arrepintiéndose inmediatamente después-. Tengo una misión diplomática muy urgente, pero que nada os impida luchar hasta la muerte por el nuevo semental con cuernos. ¡Hasta luego!

Y alzando la piruleta como si fuera su bandera en un campo de batalla se alejó pegando brincos, esquivando a gente y apropiándose de un vaso al azar que alguien había dejado demasiado desprotegido.

El troll miró primero a Samuel y después a Amaia. Tardó unos instantes en reconocerles, y cuando lo hizo puso una mueca de disgusto. Se volvió hacia Trini, pero la pooka ya se estaba marchando. Se sacudió las migas de la mano, musitó un adiós y se alejó.

La pooka se deslizó entre la gente hasta divisar a Roque sentado con Remedios y la Meneos. Entrecerró los ojos un momento preguntándose cómo de desdeñable era su apariencia y si podía empeorarse más para la ocasión. Pero como tirarse alcohol por encima de la cabeza no era recomendable en prácticamente ninguna circunstancia, abordó la situación asegurándose de tener la camiseta por fuera, el pelo revuelto y un vaso de kalimotxo que vació hasta la mitad en otro vaso que encontró de camino.

Hizo una coqueta reverencia al llegar y arrastró una silla para sentarse junto a Roque apoyando los talones en la barra que quedaba entre las patas y apenas posando el culo en el asiento.

-Lady Remedios, Heraldo Roque… Meneos –y pronunció este último enarcando una ceja y bajando el tono hasta sonar como un tenor, dándole un aire chulesco a su pose separando las rodillas y agarrándose el mentón con la mano libre-. Acabo de escuchar que Candela quiere adoptar al nuevo cornudo como pupilo para su harén privado, y Amaia sólo la ha llamado cazuela… -Trini negó con la cabeza del mismo modo que habría hecho Meneos-. Si sigue así nunca entrará en el Corby. ¡Qué decepción de redcap!

Roque y Remedios la saludaron con una gran sonrisa. La Meneos la miró despectivamente y agitó las arrugas con desaprobación antes de inclinarse para susurrar algo al oído de su amiga.

-Ay, hola, Trini, bonita -le dijo Lady Remedios, y entonces frunció el ceño mientras se concentraba en escuchar a la sluagh. Finalmente se apartó y negó con la cabeza-. Meneos, hija, alegra un poco esa cara. Mira, la tortilla está muy jugosa, no hace falta masticar casi. Cómete un pincho aunque sea.

Le puso un plato con tortilla delante a la Meneos, que respondió con una mueca desdentada. Lady Remedios suspiró.

-¿La nueva? ¿Qué...? ¿Qué ha hecho? -Roque se volvió hacia Remedios, que negó con la cabeza-. No te entiendo nada.

-¿Candela con el chavalito nuevo...? ¿Cómo se llamaba? -Miró a la Meneos, quien movió los labios para susurrar una palabra que por supuesto se perdió en la algarabía de la fiesta, pero a la boggan le bastó para entender-. ¡Samuel! Ay, esa chica qué perdida está. Un chico bueno y cariñoso tendría que buscarse, en vez de andar por ahí toda despendolada.

La Meneos asintió vigorosamente y le dirigió a Trini una mirada que parecía decir "tú ni te molestes, para ti ya es tarde".