La sombra no parecía diferente de cualquier otra sombra mientras Segismundo la acariciaba, pero cuando empezó a acercar las pinzas se escuchó un gruñido bajo, como de perro amenazado. Ni siquiera los afinados sentidos de Segismundo podían localizar el origen de aquel sonido, que parecía venir de todas partes al mismo tiempo.
Las pinzas arrancaron un pedazito de oscuridad que se retorcía y vibraba como una voluta de humo negro, pero nada extraño pasó. En un momento estuvo metida en un cubilete rojo de parchís que alguien había dejado en el suelo. El gruñido había desaparecido y por fin podían ponerse a trabajar en el regalo de Cortapanes.
Siguiendo los procedimientos que le había indicado Eli, convirtió la materia de sombras en una especie de cera y la fue aplicando en las estrías que había dibujado en la superficie de la funda de cuero. Al terminar, se la ató en torno a la cadera y se giró hacia Eli.
-¿Eres capaz de verla?
Eli había hecho los primeros pasos para hacer la cera, pero Segis había terminado. Estaba empeñado en hacerlo todo él. El resultado había sido mejor que el del tirachinas. Para haber sido la primera vez que lo hacía, no había quedado mal del todo, aunque estaba segura que ella sola lo habría hecho mucho mejor.
La cera había oscurecido la vaina y se había oscurecido. Mientras Segis había aplicado las capas de cera, ella había tratado de arreglar el tirachinas con paciencia, Pim y una caja de clavos. Si no funcionaba, pasaría a la pistola de silicona.
Tirada oculta
Motivo: Pericias
Dificultad: 1
Tirada (7 dados, se repiten 10s): 2, 6, 2, 9, 4, 6, 10, 4
Éxitos: 2, Éxito
Eli podía, en efecto, distinguir la daga, aunque era un castigo para sus ojos simplemente adivinar la forma del cuchillo. Era como tratar de leer un libro en penumbra; la funda se resistía a revelarse y a tener forma y significado para Eli como las palabras impresas en la oscuridad.
Desvio un momento la mirada hacia el pobre tirachinas, cuyos pedazos se negaban a encajar y se le resbalaban de entre los dedos constantemente, y cuando alzó la vista de nuevo le costó encontrar la funda, aunque tras unos segundos de escudriñar la encontró donde la había visto la última vez, en el cinto de Segismundo. Quizá el efecto no fuera tan poderoso como habrían deseado, o puede que simplemente Eli supiera qué buscar y hacia dónde mirar.
La joven nocker recompuso el tirachinas como mejor pudo, pero estaba claro que había quedado muy dañado, si es que aún funcionaba.
- ¡Esto es una porquería! - dice tirando los restos del tirachinas a una especie de bidón donde se acumulaban restos de basura, y decidió que era el mejor lugar para su fiasco de invento -. Tu quimera lo ha dejado irreparable, me costará menos empezar desde cero.
Entonces se acordó de la daga, otra vez, de la cual tendía a olvidarse en cuanto se centraba en el tirachinas.
- Yo creo que si lo dices, al final pierde efecto. ¿Por qué no vamos a preguntarle a alguien que no sepa que la llevas encima? Podría ser divertido. Además, con tanto disolvente, me duele la cabeza. Luego volvemos a envolverlo si quieres. Hay papel de regalo en una esquina, queda poco pero puede servir.
-¡Vale!- Respondió Segis animado.- Pero no podemos ir a donde la Meneos, que la va a ver si o sí. Podemos salir a la calle a ver si alguien necesita nuestra ayuda y así puedo usar el cuchillo.- susurró con una sádica sonrisa desdentada.
- No creo que ir buscando problemas que se resuelvan con un cuchillo sea lo más sensato del mundo - comenta Eli -. Lo mejor es preguntar a la gente si lo ve algo especial en tu cinto, pero sin decir qué es. Funcionará, ya verás.
Eli salta del taburete y se mete a Pim en el bolsillo.
- ¿A quién preguntamos primero?
-Lo de encontrar a alguien que necesite ayuda es si ocurre de casualidad, somos faes ¿Recuerdas?- Poniendo los ojos en blanco hasta que el nervio asomo entre los párpados, el niño continuó hablando.- Alta relación con el Dan.- después se encogió de hombros.- No sé, me vale con ir a un sitio donde haya gente pero no sean otros sluaghs, probablemente puedan ver a través de la ilusión. Pero me aburro aquí y no hemos encontrado ninguno de tus cacharros, quiero empezar a vivir una aventura épica. Así es como se aprenden más cosas.
Eli se encoge de hombros.
- Ir de aventuras siempre es divertido. Además, el tirachinas no es la única forma de encontrar las cosas. Puedo hacer uno mejor para el viernes, ya verás. Ahora ya tengo la medida de tus dedos y buscaré una goma mejor. Oye, ¿aquí tenéis biblioteca? Antes de salir del feudo, ¿podemos ir?
Seguro que a Safira le encantaría haber venido. Si encontraba algún libro guay, se lo podría contar. Pero lo que más le interesaba no era la sección de cuentos.
-¿"Tenéis"? No sé, este no es mi feudo, yo soy vasallo de Tris. Pero este es el Feudo de la Duquesa, seguro que si la hay, quiero decir, tiene que haber registros de todo lo que ha ocurrido que sea importante, al fin y al cabo...por encima de ella.- Segis contó rangos con los dedos.-... Solo está el Rey de Castilla, así que debe estar al tanto de todo lo que puede ser interesante.
- ¿Y a quién hay que pedir permiso para buscar en la biblioteca? - pregunta entonces Eli -. ¿O vamos sin más y si preguntan no lo sabíamos? - añade entonces.
Eli ya tiene una mano en el pomo de la puerta y las espirales de sus pómulos delatan las ganas que tiene de trastear entre los libros.
-Es más fácil pedir perdón que pedir permiso. Además siempre que no sean documentos importantes, debería estar abierta al público. Aunque no lo parezca, hay gente entre los de nuestra Estirpe que les gusta leer. - "A mi por ejemplo."- ¿Vamos?.-Preguntó Segis esperando a que abriera la puerta.
- ¡Claro! - dijo Eli saliendo -. Y que sepas que a mí me gusta mucho leer.
Realmente nunca sabía qué podía encontrar en un libro. Lo más divertido era leer en alto y dejar que Pim interpretara las escenas más dramáticas
- Pensaba en buscar un libro para Safira. Seguro que hay algo que puede gustarle. Aunque no lo podamos sacar, podré decirle de qué va para venir otro día.
-No creas que es tan común, tenemos todo el ensueño para explorar y se pueden vivir miles de aventuras, así que mucha gente no quiere limitarse a leerlas. Yo le cuento a Sefira las historias de las cosas que hago y luego ella las relata a su manera tan peculiar. ¿No te parece que tiene un don maravilloso? De mayor será una gran bardo.
Salgo del taller detrás de Eli y camino a su lado.
- ¿Tu que quieres hacer de mayor?
Segismundo guió a Eli hasta la biblioteca. No se encontraron con nadie apenas en el camino; un criado quimérico que barría la arena de colores y la guardaba en un cesto y una dama noble a la que no conocían. Ninguno de los dos les prestó atención.
Pronto se encontraron junto a las puertas dobles de la biblioteca, la única puerta en un pasillo recóndito del palacete. El silencio al otro lado era tal que casi podía oírse el polvo acumulándose sobre los estantes.
- ¿Yo? - la pregunta le pilló por sorpresa, pero tenía tan claro que no le costó decidirse -, ¡Maestra artesana! Mis padres quieren que sea médico. Bueno, mamá lo quiere. Papa piensa que mejor Administración de empresas. Pero no me gustan esas cosas. Fabricar cosas, eso sí que es divertido ¿Y tú? ¿Qué quieres ser?
Entonces, llegaron a las puertas del madera. Pim soltó un gorgorito de asombro por los dos.
- Shhh - dijo Eli cogiendo con las manos a la quimera.
-Hombre, algo hay que ser también en el mundo mortal...pero yo seré un espía en ese lado. Aquí quiero aprender todo lo que pueda de las Artes y convertirme en un Archimago para ayudar a todo el mundo y explorar el ensueño para encontrar tesoros.- Antes de llegar a las puertas de la biblioteca ya había apuntado en su libreta "Arena de colores ¿Material para vidrio quimérico?" y "Persona nueva en el feudo. Investigar."- Cuando dices esas cosas que tus padres quieren que seas...me haces sentirme un poco mejor porque a mi nadie me dice lo que tengo que ser. Supongo que no tener padres tiene sus lados buenos.
Al otro lado de las puertas les recibió un silencio tan denso que parecía rondar en torno a ellos, dispuesto a abalanzarse sobre quien se atreviera a pronunciar una palabra para devorarle. La biblioteca era una estancia alargada, y rayada como una zebra: a un lado de la pared había grandes ventanales hasta el techo por los que entraba abundante luz lunar que lo teñía todo de blanco, azul y plata, y entre las franjas iluminadas ante cada ventana se veían sólo orbes dorados, allá donde pequeñas lámparas se esforzaban por combatir la negrura.
En el centro de la estancia estaba Vicente inclinado sobre un escritorio. El Escriba levantó la vista cuando entraron. Les dirigió una mirada despectiva y siguió con su trabajo.
Volvió la pluma a rasgar la libreta. Apuntó la data y a continuación "Vicente, escriba de Lady Ágata se encuentra en la biblioteca de Campoverde en vez de en Cenizas Brillantes". Después el infantil apoyó un dedo sobre sus labios y caminó sin hacer ruido por la biblioteca ojeando los volúmenes. Tal ve si que hubiera algo interesante.
- Pues yo encontraré mis tesoros y aprenderé a hacerlos mejores - dice Eli con convicción, pero casi en un susurro porque estaban en una biblioteca -. Y, por supuesto, tendré que aprender a hacer cosas mágicas. Si exploras el ensueño y me traes materiales, podré fabricar cosas para ti.
Sacude la cabeza al ver que se está desviando muchos años hacia adelante.
- En el otro lado todavía no sé qué quiero ser. Bueno, sé cosas que quiero, pero no sé como llamarlas sin que mis padres me den una charla sobre "la importancia del futuro". Pero no hay una sola cosa que me guste.
Los padres de Eli eran el tipo de persona que opinaban que no se era nadie hasta que no se tenía un título que lo demostraba. Por supuesto, Eli iría a la universidad, no le habían dado más opciones.
- Papá y mamá son buenos... a su manera. Tia Lili dice que tengo que ser paciente.
Siguió a Segis entre los volúmenes polvorientos, y prestó atención a los títulos.