Partida Rol por web

En el corazón del que un dia fue el novicio Claude no había duda. Sólo un horrible propósito, espoleado por el disgusto que sentía ante la falta de disciplina y el pecaminoso descaro que el conductor había mostrado. Rezó en sus adentros para que Dios, en su infinita benevolencia, le permitiera disciplinarlo de forma terrible en el futuro, y este oscuro propósito le dio fuerzas. ¿Qué es un poco de fuego, después de todo?

"¡EL AMIGO DEL HOMBRE!"

Descreídos. Herejes. Revoltosos. Creen que el fuego es su aliado, pero sólo han adoptado el fuego. La Eclesiarquía nació en él. Fue cincelado por él. 

-Detrás de ustedes. Caballeros.

Con la misma armadura de caparazón autónoma que el resto, el sacerdote salió con paso mesurado del chimera, dejando que las llamas le cubriesen: su ropa protectora, por encima de esta, se prendió pero no se consumió, y la figura avanzó, envuelta en las suficientes llamas autónomas como para ser una figura amedrentadora, pero no como para causar un daño real a su vestidura, armadura ni al hombre que iba debajo. Inasequible al calor y sin dejarse entender de extintores, pánicos o flaquezas veniales, Fray Ollanius levantó su monstruoso eviscerador y empezó a caminar hacia el enemigo.

-Que aquellos que no aprendan de la historia estén condenados a repetirla. ¡Y LA HISTORIA ES SANGRE! -*ROAAARRRRMM*- ¡LA HISTORIA ES MATANZA! -*ROAAARRRRMMM*- ¡HIJOS DEL TRONO, ABANDONAD LAS ARMAS Y SERÉIS CASTIGADOS MENOS BRUTALMENTE QUE LOS DEMÁS!

Y la escaramuza dio comienzo. 

Safwan, aún en el asiento del conductor, ordenó a su artillera para que abriera fuego con el cañón automático como había hecho momentos antes, pero con la salvedad de que el intento de supresión al enemigo no tuvo el más mínimo efecto sobre ellos que se mantuvieron firmes tras la barricada que los cubría casi por completo. Karl abandonó el vehículo sorteando las llamas y corrió a ponerse en posición mientras que el sanitario del pelotón tuvo la mala suerte de prenderse fuego al no ser capaz de evitar las llamas; por fortuna para este, Vera apagó el fuego con el extintor evitando que Ibn llegara a sufrir ningún daño, lo único es que olía como a pollo quemado.

Darya y Grigory salieron demostrando ser ágiles, sobre todo el tecnosacedorte, que no era más que una mole de metal y cables que pareció demostrar tener la gracilidad digna de una bailarina que pudiera representar el Valls del Uro a los altos nobles de Droveria. Fuere como fuere, los soldados que salieron del transporte fueron tomando posiciones, aunque el sargento se alejó bastante del resto de su unidad y nadie parecía estar dispuesto a seguirlo. 

Algunos de los rebeldes se movieron y sorprendieron por una ventana a Darya y Grigory. El primero acertó de pleno en la primera y llenó el aire de esquirlas y bolas de metal mientras que el segundo erró el tiro por mucho a pesar de estar a quemarropa. Se pudo escuchar como un mueble era volcado en el interior de la edificación que se encontraba al lado de la que ocupaba el sargento mientras otros avanzaban. 

El característico sonido de los lanza granadas entrando en acción hizo acto de presencia y dos granadas perforantes cayeron en dirección al chimera. La primera detonó justo en frente pero sin hacer daño alguno al blindado ligero de transporte mientras que la otra rebotó por la superficie del techo hasta caer a un par de metros alejado de todo y explotando justo cuando Ollanius salía del chimera. La nube de polvo y pavimento que levantó formó una cortina de humo que el padre atravesó mientras iba activando su temible arma de sierra. Ulrich también había salido medio segundo después pero tomó otro rumbo. El especialista no se percató que en la ventana había dos de esos cabrones que acababan de disparar contra Darya y el tecnosacerdote.

En el otro lado de la barricada, el rebelde que llevaba el arma pesada la amartilló y abrió fuego contra Ulrich pero justo este desapareció de su vista al posicionarse al abrigo de la barricada. El tableteo del arma fue ensordecedor y los proyectiles impactando contra la improvisada cobertura mordieron el pesado metal que había frenado al chimera.

El discurso del sacerdote no había tenido ningún efecto, es más, arrancó algunas airadas risas entre los rebeldes, pero uno de ellos, un anónimo desertor vociferó - ¡METETE POR EL CULO TUS CASTIGOS, FASCISTA! ¡SOLO QUEREMOS COMER Y QUE NOS DEJEN VIVIR NUESTRAS PUTAS VIDAS! ¡POR EL EMPERADOR!

Al llegar a la pared tras una breve pero intensa carrera, se apoyó en la espalda un momento y miró de nuevo a su alrededor.

El pater Ollanius le había seguido y estaba a su lado, dispuesto a entrar en el edificio con la espada sierra por delante, algo que compartía su vena guerrera, pero había que ser prudente. No le gustó nada ver como a la deslenguada Vera y a Sina les costaba seguir las órdenes, pero les dio un pequeño margen por el tema del incendio. Por el otro flanco parecía que sus hombres daban muestras de estar siendo eficientes, así que al menos allá no tendrían problemas.

- ¡Vamos señores, el emperador está con nosotros, acabad con estos herej....! - el grito del rebelde interrumpió a Karl, que atónito no podía creer la desfachatez de aquel individuo. No sólo había insultado y menospreciado al Pater Ollanius, si no que ante él, piadoso creyente en el Emperador como era, se había atrevido a apropiarse del grito de guerra de los soldados fieles al imperio y habia ensuciado su nombre. - ¡PERO COMO TE ATREVES A INVOCAR SU NOMBRE SUCIO HEREJE ASQUEROSO! ¡ACABAD CON ELLOS!¡QUE NO QUEDE NI UNO CON VIDA!¡POR EL SAGRADO EMPERADOR! - gritó a través de su vox, cogiendo con una mano el voxfóno mientras gritaba con pasión y dejándolo caer para que su ayudante Helga lo guardara de nuevo...sin darse cuenta que la operaria no lo había conectado y por lo tanto su voz, aunque potente, no se había escuchado con el suficiente volumen como para llegar a todos sus hombres ni para insulflarles el debido ánimo y temor del Dios Emperador como para darles mayores fuerzas y destrezas en el combate.

Ajeno a ello, se adelantó ligeramente al miembro del ministorum - Un momento Pater - sacó una granada y asomándose un segundo, la lanzó por encima de la mesa tras la que se escondían dos de esos herejes malnacidos con un ligero efecto hacia atrás. La granada sorteó con elegancia el obstáculo y aterrizó en su lugar. Satisfecho con el lanzamiento, Karl se protegió detrás de la entrada, sabiendo que un segundo despues....

- BOOOOM -

- ¡Adelante! - animó al Pater, que tampoco es que necesitara ser animado, pues ya entraba en el lugar como un ángel vengador del Emperador.

Ibn se vio envuelto en llamas... Y luego en un humo y espuma que tardó un segundo en identificar, aunque la delicada voz de Vera le ayudó en el proceso. 

-¿¡Había un puto extintor a bordo!?-preguntó, a medio camino entre la incredulidad por no haber pensado en ello y la indignación porque nadie lo hubiera dicho antes. Pero había asuntos más importantes que atender. Los traidores se estaban viniendo arriba de más, e incluso usaban el nombre del Emperador para justificarse. Aquello, viendo al sargento y al sacerdote, les iba a salir muy caro. A él, poco le importaba, iban a acabar muertos de todas formas, que fuera con más vísceras por los aires o menos era irrelevante. 

Lo que le importaba era conservar el pellejo, dado que su muerte podría terminar acarreando la del resto fruto de heridas, infecciones y una larga serie de causas que no podía enumerar en aquel momento. Por ello, empezó a cumplir las órdenes del sargento... Pero con prudencia. Se suponía que eran soldados de élite, y no iba a cargar al interior como un descerebrado. Menos aún teniendo en cuenta la preciosa cobertura que les habían colocado esos idiotas. Avance táctico de manual y a suprimir al objetivo. 

El impacto del proyectil autopropulsado menea ligeramente el chimera, el blindaje absorbe el impacto e impide que este llegue a mi o a los compañeros que aun ocupan el transporte. - Por la sangre del Emperador Omaima, dales duro a esos herejes. Nuestro cañón tabletea, pero los disparos se pierden por encima de los edificios. - Ya estamos. Acelero el motor y retrocedo apartándome de las barricadas. - Si esos desgraciados quieren dispararnos tendrán que abandonar la cobertura.

Grigory agachó la cabeza un instante ante el fuego graneado que recibían todos, aunque él no llegó a sufrir ningún impacto.

-Cúbrase e intente meter una granada por esa ventana -comentó mientras movía el servobrazo sobre la barricada y la pinza se cerraba sobre un trozo de ella- Safwan, intentaré arrancar la barricada para que el vehículo pueda moverse. Intente cubrirme lo que pueda.

Góluveb no dudó un instante y siguiendo la robótica voz de Grigory, lanzó una granada, con suerte la cosa terminaría ahí.

- ¡De acuerdo! - Le dijo al tecnosacerdote.

Darya se quedó pensando en la panda de incompetentes que formaban cuando sólo su compatriota tuvo la idea de buscar un extintor para apagar el incendio.

- Lo que nos queda.

El tiempo transcurrido desde la última vez que entró en batalla se le antojaba que habían sido décadas, por lo que cuando escuchó las palabras del Sargento se tomó su tiempo para cumplir la orden. No porque no quisiera acatar por miedo o pereza, sino todo lo contrario, estaba expectante. Se quedó unos segundos rezagada disfrutando de la música que sonaba fuera.

Cerró los ojos unos instantes y cuando los abrió una sonrisa torcida desdibujaba su cara y no era una sonrisa precisamente agradable.

-Cambiaré el tono, mi Sargento, espero que le parezca bien el rojo sangre.- Sabía que no la iba a oír, pero le pareció una frase idónea en aquel momento, escupida de sus labios casi como si fuera una amenaza. Aunque a veces lo pareciera, no era una insubordinada, Vera cumpliría con su obligación, eso sí, siempre metiendo la puntada que le caracterizaba. Se relamió los labios y salió corriendo en dirección hacia donde estaba Tannhäuser.

Había momentos para la prudencia. Él mismo era un gran proponente de la prudencia, aunque en los últimos tiempos su dignidad había exigido que la templase con el fuego de la justa indignación. O tempora, o mores, se concilió el hombre de Dios mientras reposaba el peso de su enorme eviscerador sobre la pierna izquierda, apoyándose estratégicamente como se le había enseñado.

-...

No dijo nada ante semejante falta de buena crianza, modos y en general insultos a los hábitos que llevaba. Aquella herejía era tan horrenda como innecesaria, y doloroso como le resultaba, iba a tener que transmitirse una lección. Pero como buen y devoto aquiliario que era, dejó que su sargento tomase la iniciativa, que no está bien que mande marinero donde hay patrón.

-Templanza, hijo mío.

Dijo, mesurando las palabras, mientras veían el efecto de la granada: sobre todo hizo que los dos se apartasen. No es que al Padre Ollanius le importase demasiado: en aquellos momentos lo único que había delante suya era el pecado que purgar. Había habido tanto pecado que purgar en su reciente pasado que el anteriormente cillerero y tomador de libros se había vuelto... ducho en las lides de la conciliación ecuménica tradicional.

-Eres rudo y malhablado, cuando debiste de ser sobrio y morigerado -dijo, aguantando con la lenta vocalización el furor que le causaban tanto la falta de respeto como ver a una oveja tan descarriada- Eres un hereje, hijo mío, pero aún hay tiempo para volver al seno. Arrepiéntete de tus pecados-

Y en un momento, el sacerdote dio un impresionante salto, acercándose hasta el desgraciado que había saltado para apartarse de la bomba.

-¡¡¡¡PORQUE LA PENITENCIA EMPIEZA AHORA!!!! ¡¡¡DEMOS GRACIAS AL SEÑOR, HIJOS MÍOS!!!!

Si tuvo tiempo de arrepentirse o no en los segundos antes de que la sierra tomase contacto con la parte blanda de su barbilla y empezase a obrar, sólo lo sabían su alma y dios. Los demás sólo podían ver cómo el sacerdote despedazaba en cuestión de segundos, con desaforado frenesí, lo que había sido una persona en unos instantes.

El tiroteo empezó justo cuando empezaron a salir del transporte, estaba claro que los rebeldes no iba a darles un respiro, pero aquellas armas poco podían hacer contra veteranos del Ordo Tempestus. La escuadra se dividió en dos según las instrucciones del sargento, cada parte hacia un lado del Chimera en busca de los enemigos más cercanos. A los disparos del cañón automático se sumaron las explosiones de las granadas y los tiros de escopeta, todavía sin respuesta por su parte.

El tecnosacerdote empezó a tratar de apartar las barricadas del camino del blindado, y Ulrich se preparó para cubrirlo. Por encima del fragor del combate podía escuchar las enardecidas palabras de Fray Ollanius a través del comunicador, insuflándole ganas de dar la paz a aquellos malnacidos, a su manera. Cuando un par de rebeldes se apostaron en una ventana justo a su lado y dispararon a su compañera dejó de vigilar a los de la ametralladora al otro lado de la calle y se giró en redondo para apuntar su arma hacia la abertura.

— ¡Contacto a las tres! — Al apretar el gatillo, contuvo la respiración durante un segundo mientras sentía como la energía empezaba a fluir a través del cable de alimentación, microsegundos antes de que el fusil repetidor llenara la posición enemiga con una lluvia láser a la que poca cosa podría sobrevivir. Desde luego, no aquél tipo de vil calaña.

Los tubos de escape del chimera escupieron una densa humareda negra cuando Safwan metió la marcha atrás y aceleró haciendo que el transporte, con la trampilla abierta, fuera arrastrando por el asfalto y levantando un mar de chispas hasta que se alejó lo suficiente de la barricada y provocando que Vera se tuviera que agarrar con fuerza a lo primero que pilló en el interior del vehículo.

Por otro lado, el sargento Karl, tras bramar aquello que poca gente escuchó, sobrepasó al sacerdote y asomándose rapidamente lanzó una granada al interior del casa. No vio donde calló, solo escuchó la detonación, pero la respuesta de los rebeldes del interior de la casa le hizo darse cuenta de que o bien había errado el lanzamiento o lo habían evitado - ¡COMEME LOS HUEVOS HIJODEPUTA! - le respondió uno a lo que le siguió el otro - ¡NO SOMOS HEREJES IMBÉCIL! ¡HE LUCHADO MÁS AÑOS QUE TÚ CONTRA LOS ENEMIGOS DEL IMPERIO! - verdad o no, el sanitario avanzó hasta acercarse al sargento y al sacerdote recorriendo la linea de la barricada semiagachado para evitar ser objetivo de los que ocupaban la otra parte de la carretera.

Tras el frenazo, Vera abandonó el Chimera y corrió hacía la barricada ayudada por su ayudante a cargar con el pesada arma que portaba a la vez que Darya lanzaba una granada contra los que los habían hostigado, el problema fue que calculó mal y la granada se alejó lo suficiente como para evitar herir a los rebeldes. En respuesta, los que llevaban escopeta en la ventana abrieron fuego otra vez con las escopetas, impactando en Darya pero sin llegar a penetrar el pesado blindaje que llevaba, mientras Ulrich, sino era capaz de evitar el ataque acabaría por ser herido como su compañera. El resto fueron tomando posiciones mientras que los que intercambiaban improperios con Karl se prepararon para recibirlos amartillando sus armas. Sin que nadie lo viera venir, el servobrazo de Grigory fue capaz de apartar del camino una de las secciones de la barricada en un claro intento de despejar la carretera para el blindado ligero.

En el otro lado de la carretera, los lanzagranadas volvieron a entrar en acción y el zumbido de las granadas cayendo sobre el chimera resonaron por toda la calle. A uno se le encasquilló el arma pero el otro si logró impactar contra el transporte, pero nuevamente resultaron ser ineficaces, al menos en el blindaje frontal. 

Después de las detonaciones, el bramido de una sierra de proporciones dantescas resonó por todo el lugar y su portador entró encolerizado en la casa. El resultado fue dantesco y el pobre diablo no pudo hacer nada más que ver como la pesada y aparatosa arma era descargada sobre su brazo derecho y fue atravesándolo sin apenas dificultad hasta el otro extremo de su cuerpo partiendo por la mitad al rebelde. El padre acabó lleno de sangre y visceras y dándose cuenta de que estaba rodeado por una serie de rostros que lo miraban con odio supino, si nadie le ayudaba de manera inminente, Fray Ollanius estaría en grave peligro. 

Al Sur de allí, Ulrich descargó su arma láser con suficiente precisión como para agujerear por completo la ventana y con ella a los dos rebeldes. Ambos cayeron muertos al suelo a pesar de haber sido capaces de evitar varios de los haces de energía, sin duda su suerte o habilidad no fue suficiente. De los que llevaban las armas más pesadas, uno trato de suprimir a Ulrich, Grigory y Darya, mientras que el otro, que acababa de asomarse por la esquina, afianzó su arma para dispararla en cuanto la tuviera lista.

El Sargento entró en la habitación tras el padre, tras vociferar por su aparato vox - ¡No damos cuartel, igual que no lo pedimos, acabad con ellos muchachos! - la sangre y vísceras de aquel rebelde fueron una inspiración para Karl, que con los gritos del desgraciado en el ambiente, cargó contra dos de aquellos malnacidos que intentaban atacar por la espalda al Pater - No en mi guardia muchachos - dijo mientras llegaba hasta el enemigo y descargaba su espada-sierra pulsando la runa de activación. - ¡Sina, a mi diestra! - le dijo al medicae, pidiéndole que atacara al enemigo más cercano de tal forma que le apoyara en el flanco y que de paso estuviera fuera del ángulo de tiro del líder que asomaba por la puerta.  

El lance erró por un par de palmos, ya fuera por la pequeña distracción al avisar al medicae o porque aquellos rebeldes eran rápidos, los dos que se habían salvado de la granada en un espacio tan cerrado ya lo habían demostrado, pero no eran rival para ellos. El sargento sabía que sólo era cuestión de tiempo. 

El grito de respuesta de aquellos insubordinados removió algo en la mente del Sargento, que recordó algo sobre una unidad de ésta colmena en una antigua guerra....

- ¡Seguid presionando! - gritó, de tal forma que todos sus hombres le escucharan. 

La Kestanita había trabajado muy bien en la Schola, había practicado mil y una técnicas diferentes, había presenciado la destrucción de su planeta y, aun así, le faltaba algo, le faltaba experiencia de combate. Darya tenía mucho que aprender y, aunque lo intentaba como podía, la emboscada era algo para lo que sólo había aprendido en entrenamientos, pero estos poco o nada tenían que ver con la realidad y, muy a su pesar, la mujer ya había sufrido heridas.

Escuchó, por encima de todos los ruidos que se hacían hueco por ser atendidos por su cerebro, las palabras del Sargento Tannhäuser y, por primera vez desde que se encontraba allí, se sintió inspirada. No darían cuartel, claro que no. Habían ido ahí a luchar y no les detendrían cuatro gilipollas armados, seguirían presionando hasta el final.

- ¡Ni la montaña nos detiene! - Gritó.

Y con los ánimos reavivados como las llamas de su arma favorita, volvió a intentar un ataque. Avisó a Petrov para que éste le ayudase en la tarea y preparó el rifle láser, apuntó y disparó a uno de los rebeldes con la buena suerte de que logró acertar. Faltaba saber si sería suficiente para tumbar a ese hijo de puta, aunque todo apuntaba a que no.

Otro impacto, el blindaje impide que pase al interior del vehículo, pero estaba claro que tarde o temprano alguno de esos bastardos conseguirá acertar. - Omaima, por todo lo sagrado sigue disparando. Mas y mas cartuchos salen de las bocas de los cañones, trozos del muro caen sobre la calle al lado de mis compañeros, pero aun así no hay manera de callar a los lanzacohetes. Piso el acelerador y freno ante la barricada, debía seguirme moviendo si no quería que nos cazaran en un renuncio, con un poco de suerte pondría mayor dificultad a los disparos de los herejes. - Acallad esos lanza cohetes por el Emperador.

Sintió el impacto de las postas sobre la armadura, pero aunque lo desequilibró momentáneamente, el dolor que sintió tan solo lo hizo reafirmarse en su propósito. El rifle repetidor emitió su característico y fuerte aullido al ser disparado, arrasando la posición que ocupaban los rebeldes a base de saturación de láser sobrecargado. Confiado en que el enemigo debía haber quedado como un colador, centró su atención en el resto del campo de batalla.

El tecnosacedote se había puesto a apartar las barricadas, pero a ese ritmo todo habría acabado antes de que lograra abrirle paso al transporte. A juzgar por lo que escuchaba, la parte de la escuadra que se había desplegado hacia el otro lado estaba también dando cuenta de los rebeldes que encontraban, mientras que ellos se enzarzaban en un tiroteo contra el de la ametralladora, que tendría que hacerlo mucho mejor que eso, y contra los lanzagranadas. Estos apenas habían logrado rascar la pintura del Chimera, que retrocedió un poco para evitar presentar un blanco tan fácil mientras seguía disparando el cañón automático. Con tan mala puntería como los rebeldes, al parecer.

— ¡Eh, al que esté en la torreta, se supone que tenemos que matarlos! ¡Dispara a sus cabezas, no sobre ellas, y deja de malgastar munición! - disparando sin apuntar no iba a ayudarles en nada, estaba claro que no estaba impidiendo a los del final de la calle asomarse para disparar ellos. Mejor reventarlos contra el asfalto y acabar de raíz con el problema, que de todos modos era lo que habían venido a hacer.

Por el rabillo del ojo vio como un nuevo rebelde, armado también con una ametralladora, surgía de detrás de una esquina y se preparaba para sumar su arma a la de su compañero. Algo que Ulrich no pensaba permitir, ya le habían disparado suficiente por hoy. Apuntó el rifle repetidor hacia el que ya tenía el arma afianzada tras la barricada y abrió fuego en ráfagas cortas y controladas, sabiendo que ni la mejor armadura de la que dispusieran aquellos mierdecillas conseguiría detener sus disparos.