Partida Rol por web

Aura se había buscado un huequecito sobre algunas cajas sólidas y se había tumbado allí encima, con Nini acurrucada a su lado. La joven tenía las manos bajo la cabeza y las piernas cruzadas, y miraba al techo con la misma intensidad y el mismo interés como lo hacía en su camarote. El tiempo seguía pasando lento, aunque la compañía de Niko lo hizo algo más agradable. Acababan de conocerse hacia unos minutos, por lo que sus conversaciones no eran de lo más profundas. Él estaba distraído con sus quehaceres, y la muchacha se dedicaba a preguntarle cosas sobre el barco, la vida en alta mar, y los marineros y los Pokémon que trabajaban con él.
Trascurrieron así dos horas, alternando entre el aburrimiento y la incomodidad cuando no había nada que decir, y la alegría de compartir sus pensamientos con alguien cuando entablaban conversación, cuando llegaron unos gritos de la cubierta. La primera en percatarse fue Nini, gracias a su buen oído. La Vúlpix se levantó de un salto, con las orejas bien estiradas, agarró una de las telas del traje de Aura y tiró de él para llamar su atención. ¡Tierra! ¡Por fin! Aura se apresuró para bajar de las cajas y salir del almacén, pero tropezó con una de ellas y acabo aterrizando de culo, con un sonoro "plof". -Auch -se quejó, y estaba segura de que si Nini hubiera podido, se hubiera puesto la patita en la frente para evidenciar su ridículo.
-Bueno, pues creo que hemos llegado -se puso en pie rápidamente y se quitó el polvo de la ropa con rápidos golpecitos.- Muchas gracias por la compañía. Espero que volvamos a vernos -le dedicó una sonrisa de agradecimiento, hizo un gesto a Nini y salió corriendo escaleras arriba, lista por fin para cumplir su misión.

No tardas en llegar a la posada que te ha recomendado, el Gyarados de Agua Dulce es un edificio de dos pisos de piedra, no demasiado grande. Según entras ves que has llegado a la vez que la gente que acaba su turno de mañana, el local esta abarrotado, el gran salon que hace las veces de taberna del barrio está lleno de mesas ocupadas tanto por humanos como por pokemon apenas quedan dos o tres libres, en rincones apartados.

La gente va de un lado a otro sin siquiera mirarte, mientras se acercan a la barra o piden desde las mesas, parece que es un lugar bastante vivo. Entre las mesas ves dos chavales que no deberan superar los 16 años sirviendo de un lado para otro, mientras una chica de unos veintipocos y un hombre ya entrado en años atienden desde la barra. Un enorme Stoutland duerme junto al fuego mientras dos pequeños Lilipups corretean entre las mesas siguiendo a los dos camareros.

En cuanto ve tu cara de perdido el hombre te hace gestos para que te acerques a la barra, te fijas mejor en el, es un hombre de unos cincuenta, sin una pizca de barba en su redonda cara, es bastante corpulento y te saca una cabeza, te inspiraría incluso miedo si no fuese por la sonrisa de oreja a oreja que exhibe.

-Bienvenido, parece que no eres de por aquí. ¿Necesitas comida o alojamiento? Tenemos aun un par de habitaciones libres.

Intentas esconderte de los guardias bebiendo en tu mesa sin hacer mucho ruido, todo parece ir bien hasta que un ruido del piso de arriba te sobresalta y tiras tu bebida sin darte cuenta, te quedas paralizado en el sito mientras a tu espalda oyes pasos y una voz que te habla.

-Debes tener más cuidado amigo, o a lo mejor dejar de beber, no queremos desperdiciar tan buena bebida.- reconoces a uno de los guardias mientras lo escuchas agacharse a recoger tu jarra y acercarse hasta tu mesa para colocarla. Cuando por fin te mira a la cara ves como se fija en tu parche y en tus ropas cuidadosamente.

-¿Nos hemos visto antes? La verdad es que me suenas aunque no se de qué exactamente.-

- ¡Vaya, parece que al final encontramos la posada!- se sorprendió Darwin frente a la puerta del local. Dentro el ambiente estaba muy animado, incluso tuvo que apartarse varias veces para no molestar a la gente que entraba o a los camareros.

Un pequeño Lillipup pasó bajo sus piernas mientras correteaba tras otro cachorro siguiendo a los camareros. Los siguió con la vista un momento y pronto vió a un gran Stoutland acurrucado junto a un acogedor fuego encendido. Sin darse cuenta, Darwin comentó con nadie en particular las características que había aprendido sobre ellos en la academia:
- Lillipup, Pokémon perrito. Dicen que el pelo largo que cubre su cara es un excelente radar que avisa de los peligros que lo rodean. Y Stoutland, el Pokémon de gran corazón, sabio y experto en rescate de personas atrapadas en las montañas o en el mar. Imagino que en una ciudad costera como esta habrá bastantes…- de repente se vio interrumpido por el barman del local:
- Bienvenido, parece que no eres de por aquí. ¿Necesitas comida o alojamiento? Tenemos aun un par de habitaciones libres.- Su voz era grave y se escuchaba con claridad por encima del barullo de la gente.
-¿Co-como? ¿Es a mi?- respondió torpemente Darwin tras el sobresalto inicial. Notaba que su voz no era tan potente como la del hombre y además le daba vergüenza alzar mucho la voz (a pesar de que ya se habían girado algunos comensales para echarle una breve mirada inquisitiva antes de seguir con sus asuntos), así que se abrió paso hasta estar lo suficientemente cerca de la barra como para tener una conversación más normal.- Sí, señor, estoy buscando alojamiento. El cochero me dijo que este era un buen lugar… y por lo que se ve debe ser así, ¡está lleno de gente!- dijo sonriendole al hombre de puro nerviosismo.

Me sobresalto luego de casi derramar por completo la bebida, que tomaba a mala gana, y me llevo un susto aún mayor cuando me doy cuenta de que los guardias se estaban fijando en mí. Miro a los lados tratando de ocultar los nervios y que no se acercaran más, pero al final terminan inmiscuyéndose en mi territorio sin yo poder mantenerlos a raya. Relajo mi respiración para que no se derrumbe mi fachada, intentando disimular todo lo posible mi conocimiento sobre la Aldea. 

-S-sí, disculpen, últimamente mi enfermedad nerviosa no me permite arriesgarme a emociones d-demasiado potentes-Les hablo con un tono fingido de enfermo, "padeciendo" de un estado de debilidad absoluta, y trato de responder con naturalidad su pregunta de haberme visto antes-S-serán mis síntomas, hay una enfermedad propagándose por las fronteras como la que tengo yo, sufrimos de los m-mismos esperpentos, ¿Ha visto m-más gente como yo? D-dígales, si vuelve a verlos, que tengan c-cuidado con el ojo d-derecho-Les indico apuntando con mi dedo al parche de mi ojo-S-se vuelve especialmente sensible a las piedras, e-estoy a p-p-punto de perderlo...-Comento tratando de fingir un lamento medianamente exagerado-Estoy en un v-viaje de redención hasta el i-interior del país, m-mi religión profetiza que los enfermos deben v-viajar s-solos para curar sus males. 

En cuanto sales a cubierta notas que ya no estais en alta mar, el bullicio llena el ambiente, los miembros de la tripulación terminan de asegurar el barco antes de ir a la bodega a por la carga, los Wingull se posan en los mastiles, con las velas ya recogidas.

Ves como dos Machoke colocan la pasarela para bajar del barco a estribor, el capitan vigila que lo hagan correctamente cuando te ve salir al exterior, te saluda con una mano mientras te hace señas para que te acerques. Notas una amplia sonrisa bajo su poblada barba gris ceniza.

-Pues aquí estamos, Puerto de Oklam. Desde aquí puedes ir hasta Lenaris o Guinarios, a tu elección. Espero que no te hayas aburrido mucho durante tu estancia, no estamos acostumbrados a llevar pasajeros.- Te tiende la mano para estrechartela.- Te deseo mucha suerte en lo que te haya traido aquí, si algún día necesitas un barco pregunta por el Wailord Celeste, si puedo estaré encantado de ayudarte.-

Unos gritos llegan desde contracubierta, parece gente discutiendo. El capitan resopla y mira hacía las escaleras que llevan al interior.

-Parece que tengo que ir a poner orden, ¿puedo ayudarte en una última cosa?-

El hombre, que tiene pinta de ser el dueño, se rie escandalosamente cuando te ve comportante tan timidamente, tan sonora es su risa que asusta a dos parroquianos apoyados en la barra a su lado que casi tiran su cerveza, el hombre no parece darse cuenta. 

-Claro que es un buen lugar para quedarse, el Gyarados de Agua Dulce es la mejor posaba de esta zona, seas marinero o viajero eres bienvenido.- dice sin que su sonrisa se altere lo más minimo.- Puedes llamarme Bork, ¿necesitas habitación o solo comida? Hoy tenemos un estofado especialmente sabroso, con un toque picante. Y aparte de eso, ¿necesitas indicaciones para la ciudad o ya has estado antes? 

La voz del hombre retumba por la sala, pero nadie parece sobresaltarse ya, es como si estuviesen acostumbrados. 

Ves como el guardia se queda mirando fijamente tu parche, como si no supiese si creer tu mentira o no, pero antes de que pueda decir nada su compañero aparece sin mediar palabra y le agarra de un brazo para sacarlo de la mesa. Los escuchas susurrar:

-Mi primo me habló de esa enfermedad, no te acerques, es muy contagiosa... No se como les dejan estar aquí.-

Ves como el posadero tras la barra escucha la conversación y no os quita el ojo de encima, parece estar barajando si tener gente enferma en el local es una buena forma de llevar su negocio. Antes de que llegue a decir nada escuchais un graznido que os resulta familiar, aunque parece que sois los unicos que le haceis caso.

Es el reconocible graznido del Murkrow de Icar, es la señal que esperabais. Ves como Tor´na vuelve a respirar, ya más relajada mientras se acaba la cerveza y se levanta, te hace un gesto con la cabeza en dirección a los cuartos.

- Bueno…- pensó un momento antes de responder.- Lo cierto es que aún me quedan dos días para conocer la ciudad, así que necesitaremos una habitación y, ya puestos, algo de comida no nos vendría mal… ¡ese estofado huele muy bien!- sonrió al escuchar el sonido de su estómago.- No hemos estado nunca en Oklam, le estaríamos muy agradecidos si nos indicara zonas que pudiéramos visitar mientras estamos en la ciudad… Por cierto, disculpe mi falta de educación: me llamo Darwin y este Ditto es mi amigo Ayudante- Ditto se deslizó por el brazo de Darwin hasta la barra, se enderezó, sacó pecho y le hizo un saludo a Bork.

Una vez se me alejan los soldados, mantengo aún la compostura de enfermo, sin demasiadas exageraciones. Vuelvo a sentarme, veo con el rabillo del ojo a Tor'na avisándome el siguiente paso, y trato de fingir que no la he visto. Espero un momento sentado, lamentándome en voz baja, para seguir el camino de Tor'no con paso frágil y perdido, quejándome en palabras inaudibles y haciendo gestos de rogar a un Dios que no veo. Tornadus se reiría de mí si su poder estuviese presente ahora mismo. 

Una vez ya no hay gente que me vea, recupero la postura, toso un poco para liberar la tensión de la garganta y me río en voz baja y taciturna. No puedo creer que se hayan tragado semejante mentira. Entro al cuarto correspondiente, y vuelvo a adoptar una posición seria y firme. 

El aire que dio de lleno en el rostro de la joven era diferente al que había respirado hacía tan solo unas horas; ya no era tan puro y fresco, y venía acompañado de miles de olores: el pescado que se vendía en el puerto, la madera de las cajas que guardaban la preciada mercancía, comida cocinada llamándola desde las posadas cercanas, el sudor de los marineros... olía a vida. Aura se acercó al capitán del barco, sin poder evitar pensar que Niko había sido extremadamente exagerado en su descripción, pues el hombre parecía afable, y su educación y su sonrisa eran cálidos. -¡Muchísimas gracias por vuestra amabilidad! -exclamó, estrechando la mano del hombre con más fuerza de la necesaria. Se sentía callosa y áspera en contraste con las de la muchacha. -Ha sido un honor compartir este trayecto con un capitán tan experimentado -le agasajó, era lo menos que podía hacer para pagar el viaje. Cuando el hombre le dijo el nombre del barco, Aura sacó atropelladamente sus papeles arrugados y su carboncillo y lo garabateó rápidamente. No sabía si lo necesitaría en algún momento, pero quizá fuera útil. 

Aura estaba lista para marcharse, tomó aire para relajarse y estuvo a punto de poner rumbo... hasta que recordó que tienes que saber a dónde ir antes de empezar a ir. Trató de hacer memoria, pero ninguno de los lugares que había mencionado el capitán le decían lo más mínimo. Quizá lo primero que necesitaba era un mapa, saber qué había en aquellos lugares antes de emprender la marcha. 

-S-sí, bueno... ¿Sabe dónde puedo conseguir un mapa? -preguntó, preocupada de estar aprovechándose de su amabilidad.

Ves como el hombre se queda pensativo unos segundos mientras medita tu pregunta.

-Pues si eres nuevo en la ciudad... te recomendaría sin duda el mercado del centro de la ciudad, en la Plaza Mantine. Puedes echar un vistazo por el puerto, siempre hay cosas interesantes que ver en los barcos que llegan a diario, y tal vez podrías visitar el Templo de Lugia, señor de las tormentas.

Además pareces un chico leido, nuestra biblioteca es escueta y casi en exclusiva dedicada al mar pero a lo mejor te interesa, está dentro del Templo - dicho esto se mantiene un rato en silencio mientras piensa algo más.

-Pero sobretodo, no te quedes por el barrio del puerto al anocher, ni cerca de la puerta este. Ha habido ataques de ladrones y desapariciones por esa zona ultimamente, se un chico listo y evitala.-

Te llama la atención la advertencia, la puerta este es por la que has entrado y no parecía demasiado peligrosa. Pero la mirada del hombre es seria, parece que no bromea.

-Bueno, dejemos la visita turistica para otro momento, sientate y te llevaremos tu comida a la mesa.-

Darwin escuchaba atentamente las recomendaciones del señor Bork imaginando las zonas que le explicaba. Un bullicioso mercado con ricos olores, brillantes colores y pintorescos puestos con sus vendedores anunciando a gritos sus mercancías; Un gran puerto lleno de grandes galeones comerciales atracados en enormes muelles, con sus exóticas mercancías circulando por doquier; Un magestuoso templo con Lugia tallado en relieve en la parte superior, con anchas columnas flanqueando el camino a los visitantes; En cuanto a la biblioteca… Su ferviente imaginación le mostró un lugar de pulidos suelos y amplios techos, con estanterías llenas de libros que cubrían las paredes del suelo al techo y tragaluces estratégicamente repartidos para tener las salas de lectura bien iluminadas pero sin molestos reflejos que impidan la atenta lectura de sus corpulentos tomos de saber…

Sin embargo, no terminó de entender el motivo por el que la puerta Este le parecía tan peligrosa. Por un momento pensó en preguntarle sobre ello, pero enseguida desistió: Si su anfitrión decía que era peligrosa entonces debía haber una razón.
- Mejor no acercarse por allí… -musitó para sí. Sacudió la cabeza para alejar aquellos pensamientos y sonrió. Se giró 360 grados buscando un lugar donde sentarse, algo difícil pues el local se encontraba lleno. Por suerte, al fondo del local había una pequeña mesa libre… o eso parecía.- Estaremos allí -señaló en la dirección que había visto la mesa.- Muchas gracias por la información -agradeció antes de poner a Ditto en su hombro y dirigirse a la mesa.

Entras en una habitación pequeña, un camastro individual ocupa gran parte de la misma, una pequeña mesa ocupa el resto. En una silla junto a la mesa está sentado Icar, jugando con uno de sus puñales. Parece nervioso, nunca antes lo habías visto así. Mira a su alrededor, abstraido en su mundo, hasta que se da cuenta de que estais en la habitación. Os mira de arriba abajo.

-Ah bien, ya estais aquí. Hemos quedado con ellos en el aserradero en un par de horas. Lo mejor sería que fuesemos cuanto antes para asegurarnos de que el trato sale bien. 

Nada más dar las ordenes se levanta y sale por la puerta sin dirigiros una mirada, ves como se lleva la mano al bolsillo, como rebuscando algo. Está más extraño de lo que acostumbra eso desde luego.

Ves como el capitan resopla ante tu pregunta, se lleva una mano a la barbilla mientras piensa. 

-Un mapa... no estoy seguro la verdad, a nosotros nos los pasan los gremios de marineros pero no creo que puedas conseguir uno sin un barco propio.- Se gira hacia la ciudad sin dejar de pensar, como dandole muchas vueltas.- Tal vez deberías preguntar en la biblioteca de la ciudad, no hay mucho pero por algún sitio deberías empezar. Se encuentras en el Templo de Lugia, al norte de la ciudad.- te señala una de las calles que salen del puerto.- Por allí deberías llegar en menos de una hora, no es una ciudad muy grande.-

Un segundo después señala otra calle, paralela a la primera pero que parece que se desvía hacía otra parte de la ciudad.

-Si vas por allí, llegaras a la zona comercial, por allí deberías encontrar posadas donde quedarte. Si quieres una recomendación, tanto el "Gyarados de Agua Dulce" como "el Viejo Seaking" son buenos sitios para quedarse, los dueños te recibiran con los brazos abiertos. Elegir uno u otro ya te lo dejo a ti.-

Dicho esto te mira con una sonrisa.

-Buena suerte en lo que tengas que hacer aquí.-

La comida no tarda en llegar, uno de los chavales, el que parece mayor, te trae rapidamente tu comida y tu bebida antes de alejarse para ocuparse de otras mesas. No hace falta ser un genio para deducir que es el hijo del posadero, es basicamente una versión más joven del hombre de la barra.

El estofado es una de las mejores comidas que has tomado en mucho tiempo, se nota la mano experta detrás de su preparación. Una vez has comido debes decidir tu siguiente acción, aun tenías tiempo antes de que llegase el paquete de tu profesora.

Leo claramente en la mirada de Icar que algo le inquieta, y una sensación de riesgo me entra con sus palabras. Él no es así, sus conductas siempre son frías pero completamente calculadas, sin dejar cabos sin atar, que parezca seguro pero tiemble tanto no es para nada propio de él. Intuyo con algo de temor que nos esté ocultando algo que pueda afectar profundamente a lo que ocurre, y aunque no logro rebuscar una razón concreta, no me voy a quedar de brazos cruzados. Antes de que salga, y por ende la gente de afuera nos escuche, me apresuro a agarrarlo del hombro y traerlo de vuelta, mirándolo fijamente, sin un resquicio de temor. Él es como una corriente tenaz, de escarcha afilada, volar en ella puede ser tanto un riesgo como una enorme ganancia, en términos completamente inconexos por supuesto. 

-Icar, sé que algo está mal, tu mirada te delata-Le digo en un tono llegando a lo siniestro, sin titubeos, no dejaría que una falta suya me cortara las alas-Dime qué demonios es, y qué fue lo que te guardaste en el bolsillo-Señalo acusatorio al sitio-No voy a permitir que entre todos nosotros, tú arruines el plan, y más te vale responderme antes de sacar un pie fuera de aquí-Mi voz es profunda, molesta, al primer riesgo siento que el miedo se apodera de mí, y me impulsa un ferviente sentimiento de protección de mi propio estilo de vida. Olvido en parte mi propia naturaleza de por medio, dejo el riesgo por esa pequeña viruta de metal en medio del vuelo que recientemente comenzó a molestarme, pero con la capacidad de rasgar completamente la tela. 

Mientras degustaba el estupendo estofado que le habían puesto, Darwin siguió pensando en los sitios que le había descrito Bork.

- ¿Tu qué opinas, Ayudante? ¿Qué sitio deberíamos visitar primero?- Ditto respondió rápidamente convirtiéndose en la versión rosada y diminuta de Popeye sacando pecho y músculo, pero Darwin estaba tan distraído que apenas le prestó atención.- Creo que lo primero que debería ver es ese templo de Lugia… ¡Debe ser fascinante! Y si además tienen una biblioteca dedicada al mar tanto mejor...- Darwin hablaba con un brillo ausente y soñador en su mirada. Ditto le hizo señas para que se fijara en él pero pronto comprendió que era una batalla perdida, así que se desinfló y se sentó en la mesa con un brazo exageradamente largo apoyado en la mesa sujetando su cabeza en gesto de tremendo aburrimiento.

Notas que Icar te oculta algo, son demasiados años trabajando con él como para que algo así pase desapercibido, pero no parece que tu intento de intimidación sirva para algo, solo para molestarle. Se planta frente a ti, a tu misma altura, sin titubear.

-Relajate Kleftis, nuestros compradores han tenido un problema y no se reuniran con nosotros aquí. Si crees que esto es demasiado para ti puedes irte, pero no te atrevas a cuestionar mis planes. Nunca han fallado y lo sabes.-

La mirada de tu compañero es dura, ha abandonado su tono de amigo para adoptar su tono de lider de los Nocturnos, no admite contestación en su contra y lo sabes.

La tensión puede cortarse con un cuchillo y por unos segundos parece que solo vosotros dos estais en la sala, y que lo que hagas ahora podria suponer una escisión en el grupo.

-Y bien, ¿vas a seguir adelante con el plan o te vas a ir a tu nido para no molestar al resto?-

Aura asentía ante toda la información que el buen capitán le estaba proporcionando. El verse sola (aunque nunca estaba realmente sola, siempre podía contar con la compañía y la madurez de su compañera) en una ciudad nueva estaba resultando más apabullante de lo que se había imaginado en un principio. Biblioteca, templo de Lugia, norte de la ciudad. Zona comercial, Gyarados de agua dulce, el viejo Seaking. ¡Entendido! Tras repasar mentalmente lo que le había contado, Aura cogió con sus dos manitas una de las del capitán y la estrechó con gratitud. -¡Muchas gracias, capitán! No se qué habría hecho sin usted. ¡Buen viaje! 

Tras despedirse, la muchacha echó a correr para embarcarse de lleno en la ciudad. Lo primero que tendría que hacer sería pasarse por la biblioteca. Quizá, además de un mapa, podría encontrar algún libro que hablara sobre la leyenda que le contó el Anciano para ayudarla en su misión. A modo de protesta por olvidarse de ella, su tripa lanzó un rugido amenazador. -Uy, qué hambre. ¿Tú tienes hambre, Nini? -le preguntó, aunque más a modo de cortesía. Si ella tenía ganas de comer, no pensaba dejar sin un bocado a su compañera. Sacó de la riñonera un par de trozos de comida y se los dejó en el suelo. En un barril cercano, Aura encontró un surtido de bayas realmente apetecibles. Echó un vistazo para asegurarse de que nadie la miraba, cogió la primera que pudo y echó a andar con paso ligero por la calle que le había indicado el capitán, de camino a la biblioteca. De cuando en cuando, pegaba un jugoso bocado a la baya, y notaba cómo su zumo le llenaba las comisuras de la boca. -¡Mm! Qué dico eftá efto -le comentó a Nini con la boca llena.