Partida Rol por web

Observo con intriga y creciente emoción lo que se aproxima por las fauces de la gruta, cruzando los dedos para que fuera la bestia más iracunda posible, tan desastrosa como para causar un cataclismo a pequeña escala hasta que solo quedaran los cimientos detrás de su rastro. He de admitir que me encantaría uno de esos tremendos Aggron, que con cada paso de sus pesadas patas resuena el metálico poder que arrastran. Al asomarse por el claro de la cueva, capto al desastre que viene serpenteando sin control, era un maldito Onix. No podría haber pedido más dadas las circunstancias geográficas, pero era tan tentadora la idea de un Pokémon exótico que tuve que resignarme a imaginármelo. 

Quedé algo hipnotizado con el clamor del Onix, y en sus enormes divisiones rocosas e irregulares, aquel Leviatán había pasado por mucho antes de adquirir tan despiadado aspecto. Me tardé en despertar de su danza desastrosa, y si no fuera por el Murkrow de Icar, seguramente habría caído en su tentación. Sonrío una vez comprendo la señal, suelto las amarraderas del Montacorrientes y, sin pensarlo mucho, propino un salto de espaldas a la vez que la manta se despliega, esperando a que la más mínima corriente lograra empujarme y elevarme, o en su defecto planear sin viento hasta descender. Envío a Gligar para que provoque al Onix y lo conduzca hasta el desfiladero. 

Mientras surcas los cielos alejandote de la bestia que acabas de despertar atisbas vuestro objteivo: el envío acaba de entrar en el desfiladero. Tienes una primera visión de la comitiva: parecen ser dos carromatos enormes, cada uno tirado por un Mudsdale, en cada carro hay una figura vestida con ropas sencillas, de viaje, encargadas de dirigir a los pokemon, no puedes distinguir su cargamento ya que está tapado con lonas en la parte trasera del carro. Los guardias son harina de otro costal: tres hombres con armaduras reforzadas acompañan cada carromato, entre sus pokemon distingues dos Rhyhorns, un Salandit y dos Houndour. Por detrás va un septimo hombre, este lleva una capa que te impide ver sus ropajes y camina junto a un enorme Camerupt.

La comitiva avanza a buen paso por el desfiladero mientras te posicionas cerca de la cueva donde estaba el Onix para aprovechar la distracción. Una mirada a Icar te permite ver dos gestos con la mano "Atento". Cuando vuestro objetivo esta a la altura de la caverna ves como una sombra surca el cielo hasta el primero de los guardias, en su brazo se posa un Noctwol, apenas un segundo después el hombre se gira hacia sus compañeros.

-¡Nos ata...!- no termina de hablar antes de que la caverna estalle y el monstruoso Onix sale al desfiladero, ahora que los ves mejor te das cuenta de que puede que sea incluso más grande de lo que creias, además hay algo de tu aspecto que no te encaja pero no sabes qué.

No te da tiempo a examinarlo adecuadamente, debes aprovechar el caos que esta causando en los carromatos para llevar a cabo el golpe.
 

La preciosidad exhuberante de la escena conmueve mi interior como hacía mucho no sentía en medio de un asalto. La planeación había sido, hasta ahora, un éxito, y solo restaba eliminar como peones a las debiluchas figuras que de milagro lograran sobrevivir a la estampida iracundo del Onix salvaje. Me detuve un leve momento mientras la bestia se esparcía frenética por el desfiladero, detalles de su aspecto no encajaban con la descripción que tenía de los Onix comunes. Asumí que sería un espécimen exótico, pero entre la humareda de rocas aplastadas y gases liberados, no tuve oportunidad de detallarlo con gusto, seguro que Icar habría observado su aspecto con mejor gusto y tiempo. 

Me cerní con potencia elevándome por las corrientes de viento, cayendo en picada como un Staraptor salvaje atisbando a su presa. Antes de haber salido en vuelo, había hecho arreglos en mi aspecto para lucir como una bestia nocturna como pululaban las leyendas sobre nuestros nombres. Había enredado un trozo de tela alargado y oscuro y lo había envuelto sobre mi rostro, añadiendo en mí un aspecto pesadillesco. La luz de la luna sobre el reflejo de mis ojos haría el trabajo que faltaba en el pánico de los hombres. 

Me sobresalto un poco ante la presencia de aquel Noctowl, ¿Nos estaba observando esa inmundicia sin que lo supiera? No le paso demasiado análisis, no tenía tiempo como para sumirme en detalles levemente efímeros. Decidí caer por la parte trasera del convoy, y silbé en una melodía específica que entendería Gligar para que me acompañara en la incursión. Después de todo, no sería nada sin su compañía en medio del fulgor del combate. Entraría cubierto por mis mantos, cual depredador umbrío, y con la confianza de que Icar y Tor'na ya hubieran arribado al desastre acontecido, me escabulliría por entre el cargamento y hallaría la manera de hacerme con los bienes almacenados. Quizás soltar los amarres del cargamento unidos a los Mudsdale y hacerlos rodar por el desfiladero con movimientos de viento de Gligar, hasta que se desvanecieran de la vista de aquellos ilusos que se atrevieron a tocar pie en mi territorio. 

Caes a espaldas de los miembros de la comitiva aprovechando la confusión para evitar ser visto. Ves como la mayoría de los guardias se dirigen a contener al Onix, a la luz de la luna casi parece que el enorme pokemon reluzca, no te detienes demasiado tiempo a contemplarlo pero no parece estar formado por simples rocas como el resto de su especie.

Los seis guardias atacan al pokemon evitando usar ataques que puedan perjudicar al cargamento mientras que los conductores intentan mantener a los Mudscale bajo control. El septimo guardia se acerca con su Camerupt a la trifulca pero no parece prestar demasiada atención al Onix.

Antes de que llegues a actuar ves como un par de sombras pasan sobre los carruajes a gran velocidad, con movimientos rápidos sueltan las lonas que protegen la carga mientras pasan sin llegar a posarse en el suelo, un primer movimiento sutil antes de seleccionar qué podriais llevaros como botín.

En breve deberían hacer la segunda pasada llevandose parte del envío, por ahora parece que no os habían visto a ninguno.
 

Me deslizo hábilmente por entre los carromatos tratando de pasar oculto del ojo distraído de los guardias. Aquellos ilusos no sabían el golpe que les daríamos en contados momentos. En el proceso, algo comienza a llamarme en el aspecto del Onix, no sabía demasiado sobre los habitantes del subsuelo, ni mucho menos sobre el tipo roca en general, pero mi ignorancia me dictaba que había algo en su aspecto que no terminaba de encajar con la concepción que tenía sobre ellos, ¿no se supone que son hechos casi en su totalidad de roca montañosa? Trato de indagar más en sus detalles conforme rapto bajo la oscuridad de la luna, entre las sombras. 

Observo la trifulca que comienza a generarse, el Onix aquel era sencillamente demasiado para los débiles guardias. Me picaba la curiosidad de saber qué habrían hecho contra un Steelix, a pesar de que en las periferias estos eran raros de ver. Quizás necesitaba subirle la dificultad a su orquestado combate. Los Mudsdale estaban desenfrenados, y razón les daba, teniendo a una bestia descontrolada encima de ellos usando a sus amos como mondadientes y pulerocas. Gligar debería estar en la redonda observándome, por lo que en señas sigilosas le indico su orden; Cortar las riendas de los Mudsdale. Con eso el alboroto debería de empujarse más a nuestro favor. 

Por otro lado, veo pasar a, apuesto mi ojo bueno a ello, mis compañeros, que deberían de estar saqueando y toqueteando el cargamento en busca de lo más valioso. Procedo a imitarles, escabulléndome por el carromato, trepando amortiguando mis movimientos hasta divisar el tesoro. Lo demás sería cuestión de seleccionar lo mejor como en los festivales de alimento en la aldea. 

Cuando te fijas bien en Onix ves como efectivamente no parece estar formado por simples rocas, parece un material más resistente, al principio te parecia gris, como toda su especie, pero ves como ese color gris parece más bien polvo y restos de la montaña acumulados sobre su cuerpo, en algunas partes se ha desprendido y asoman rocas negras y brillantes a la luz de la luna.

Mientras notas esto te plantas frente al primer carro de la comitiva, ante ti numerosas cajas de distintos tamaños, todas igual de cerradas y sin ningun tipo de distinción en sus cubiertas. Mientras eliges qué recoger dos movimientos por el rabillo del ojo llaman tu atención: por un lado una nueva pasada de Icar que se lleva otra caja al vuelo. Por otro lado ves como el último guardia se acerca con su Camerupt al Onix y le da una orden que no llegas a distinguir, el suelo empieza a temblar con fuerza al instante, como si la tierra fuese a abrirse.

¿Qué demonios trae ese bicharraco encima? Parece volcánico, muy del subsuelo...

Me cuestiono a la par que observo su intrincado aspecto. No parecía habitar en la cercanía, quizás habría migrado por túneles subterráneos y terminado en esta área vagando sin rumbo. Por más que lo pienso no puedo conciliar tranquilidad alrededor de aquel Onix, hasta para los más osados hay un límite en descubrimiento, además de las características tan irregulares de la zona. Si trataba de usar el montacorrientes con la trifulca en pleno apogeo, terminaría aplastado por la cola de la montaña reptante. 

Me asomo en detalle por el cargamento, no parecía que el botín más valioso fuese distinguible entre tanta copia idéntica de cajas. Lo suyo sería abrir una por una y observar su interior, sacar lo que brillara más o tuviera el aspecto más extraño y salir volando con ello, y luego repetir el proceso hasta saciarme de riquezas. Si las cajas no tienen cerradura alguna, directamente saquearía su contenido revisándolas una a una, si el caso contrario se da, trataría de forzar al azar la que mayor pulpa pudiera tener, y esa sería mi candidata de vulneración. Por otro lado, el Camerupt del posible líder había empezado su turno, y debido a las vibraciones de la tierra...¡El maldito estaría usando terremoto o tierra viva! No era para nada bueno, Onix caería dentro de poco por su debilidad clara, tenía que darle prisa al asalto. 

Si bien las prisas que traía encima estaban superando la selectividad, no valdría la pena raptar una caja y luego por sorpresa darme cuenta de que no llevaba nada siquiera valioso, ¡Que podrían ser trapos usados, demonios! Quería saciar mi avaricia con un trofeo digno, por lo que trato de rastrear entre las cajas algún premio jugoso, tratando de forzarlas una por una hasta que pudiese sonsacar algo brillante y útil. 

A duras penas abres una de las cajas que más cerca tienes, en su interior hay diferentes placas de un extraño metal que no reconoces, nada más. Mientras barajas tu proximo movimiento escuchas un grito.

-¡Tú! ¿Qué crees que haces?-

Uno de los guardias te ha visto abrir la caja y está dando la voz de alarma. Por el rabillo del ojo ves como tus compañeros se acercan rapidamente para dar una pasada más.

Abro una de las cajas y, con cierto escepticismo, me deleito ante el extraño metal que tengo enfrente. No tenía ni idea de dónde provenía, pero su superficie lustrosa y la propia avaricia hacia lo desconocido, me llevan a tomar la decisión de llevarme un par de metales conmigo. 

O al menos eso me habría gustado. 

Ensimismado en llenarme los bolsillos, me olvido del mundo y caigo en la vista de un guardia que, seguramente renegado a combatir el Onix, volvió a hacer su turno cuidando la carreta. No espero demasiado a que diga algo, y, sin a penas pensar en lo que podría pasar, agarro una de las placas de metal dentro de la caja y procedo a arrojarla hacia el rostro del guardia, en un intento de hacerle perder el conocimiento. Quizás eso me daría suficiente tiempo para que Icar y Tor'na acabaran de saquear las otras carretas y, de paso, llevarme el acero que podría servir para mejorar mis artilugios. 

Si el guardia caía, continuaría el saqueo. Buscaría una caja más de entre tantas, la abriría lo más rápido posible y me llevaría lo que hubiese dentro. 

Aunque tu lanzamiento ha sido mediocre has pillado al guardia por sorpresa y no puede reaccionar antes de que la placa de acero le golpee en la cara, no has tenido suficiente fuerza como para noquearlo pero si la suficiente como para tirarlo al suelo. El soldado cae con un golpe mientras su pokemon, un houndour, se coloca a su lado frente a ti.

Más guardias se giran hacía ti y dos sombra pasan rapidamente frente a sus narices, ves como intentan atraparlos pero son demasiado lentos en comparación. El que parece estar al mando se acerca a ti con su Camerupt.

Por fin pareces ver al lider del grupo, ves como la capa ya no oculta sus ropajes, lleva una extraña armadura verde con hombreras y porta una larga lanza, dirias que su armadura está hecha de cuero pero parece un material mucho más resistente. Sonríe cuando os encontrais cara a cara.

-Vaya, así que estos son los famosos demonios de las montañas.- se apoya la lanza en su hombro mientras se acerca a ti.- A mi me pareces bastante humano. Pero, ¿qué modales son estos? Aaron Haddler, a tu servicio.-hace una reverencia exagerada mientras su Camerupt te mira enfadado.- Lo siento pero no puedo dejar que te lo lleves, este cargamento es importante, más de lo que imaginas.-

Habría jurado que mi lanzamiento, pese a ser improvisado y acto de animal, tendría la suficiente potencia como para haber dejado al peón en estado comatoso. Eso me habría agradado, verle caer inconsciente para abrir una ventana de tiempo, tomar lo que pudiera de aquel extraño metal y zarpar vuelo aciago sobre los estupefactos rostros de los mendigos que, en su inepta virtud, se atrevieron a tocar las malditas tierras del desfiladero. 

Solo me imaginaba el regocijo de mantener el botín, haber sentido el desenfreno del asalto y ver los desdichados rostros de aquellos bastajes. Todo habría tenido que acabar ahí, hasta que la tosca e imponente figura apareció tras el caos. ¿No seguían ocupadas las tropas con mi artimaña salvaje? Batallando contra la fuerza de la naturaleza, sería lo oportuno, y sin embargo se postraban aquí, ¡Exigiéndole al hábil ladrón que soltara su recompensa! 

Mantuve la compostura frente a sus febriles exigencias, ¿Quién se creía para exigir soltarme lo que tanto había labrado? Su condición de dueño ya había caducado, y según las leyes de la montaña, todo lo que rodeaba el territorio caía en mis manos. Aunque quisiera, claro está, no podría derribar a semejante fornido, su armadura lucía como para resistir una potente estocada, y además no venía equipado prácticamente con nada amaestrado para el combate. Suspiré en pesadumbre, salir de aquella encrucijada sería de las cosas más enrevesadas que habré hecho en mi vida. 

Mi rostro permanecía en su mayor parte oculto por harapos de tela negra, a duras penas lograría distinguir algo característico de mis ojos y, aunque fuera a intentar recordar mi rostro, la leyenda dicta que ningún Nocturno ha sido visto dos veces por la misma víctima. Tomé una postura defensiva, reacia a dejar sin más el botín que con tanto esmero habíamos localizado. Mi única baza para salir de aquello sería llamar a Gligar, que debería de estar rondando por los alrededores. Evité hacer contacto ocular directo, no mostrar ningún signo de respuesta para hacer tiempo y retroceder preparado para cualquier ataque.

Discretamente, silbé lo suficientemente leve como para que Gligar escuchase mi llamado, tratando de no alertar a los guardias que tenía enfrente. Esperaría a que arribara y, estando aquí, le ordenaría que usase Ataque Arena para asegurar mi escape, no sin antes llevarme aunque fuese una placa de aquel metal.