Partida Rol por web

Unas sospechosas ramas simétricas de color amarillo claro se agitan entre los arbustos. 

Ayra se apresura a guardar su blog de notas, asombrada por la súbita aparición de aquellas ramas. Sin duda, los bonguris se hayaban rodeados de curiosidades. Con extremo cuidado, se abre paso entre los árboles en un intento de alcanzar las ramas y observarlas más de cerca.

Conforme Ayra se acerca, las ramas pegan un respingo y se alejan, retrocediendo hasta adentrarse entre los arbustos.

Si previo aviso ni provocación, las ramas emprenden la huida entre los bonguris, alejándose de la mano extendida de Ayra quien ve como el extraño fenómeno ocurre frente a sus ojos. Parpadea, atónita, antes de adentrarse ella misma, cuidando de no lastimarse, entre los árboles en busca de aquellas ramas con vida, figurándose lo que podría encontrar cuando las alcanzara. Si las alcanzaba, por supuesto.

Aparta hojas y tropieza sin quitar la vista de esas hojas móviles.

Como buena aspirante a profesora pokémon, Ayra no se deja engañar mucho tiempo: lo que a primera vista parecen unas ramas son en realidad los cuernos de un stantler, lo sabe incluso sin ver las características bolas oscuras que tienen en la base.

En esta época deberían de estar mudando la cornamenta, así que o bien esta es su cornamenta nueva o bien estará a punto de caérsele.

Efectivamente, al avanzar apartando los arbustos, Ayra se encuentra cara a cara con un ejemplor joven de este pokémon, que aún no ha alcanzado todo su tamaño de adulto, y que la mira fijamente, algo asustado. Ha dado con sus cuartos traseros en un árbol y se ha quedado ahí parado, indeciso sobre la dirección por la que huir. O "indecisa". Desde esta posición es difícil decir si es hembra o macho.

- Vaya- susurró impresionada por la visión del stantler. Había visto alguno, propiedad de entrenadores, pero jamás un ejemplar salvaje, y mucho menos tan de cerca.

Nisiquiera se atrevió a esbozar su dibujo por miedo a espantarlo, pues el pokemon ya presentaba evidentes síntomas de miedo. Se encongía contra ese árbol, dispuesto a salir corriendo en cualquier dirección si Ayra lo presionaba más. Por eso, con todo el cuidado que fue capaz de reunir, la chica se acercó un paso, hablándole con suavidad.

- Ey, pequeño. O pequeña. No temas, no voy a hacerte daño. Eso es, tranquilo.

Era fascinante, desde las delicadas patas hasta su robusto cuerpo, con ese gracioso hocico y la forma elegante de la cabeza. Pero, lo que más impresionaba a Ayra eran los cuernos, su simetría, su color y la pequeña bolita del centro. Incluso su cola era perfecta.

Ayra, con ese caracter curioso y esa necesidad de tocar de todos los científicos, intentó dar un par de pasos más en su dirección.

El pokémon agacha la cabeza, tranquilizado por el tono amable de Ayra, y se acerca unos pasos a la chica, aproximando su hocico a su mano. En ese momento, unos arbustos cercanos se agitan. El stantler pega un respingo y, con dos gráciles saltos, se coloca detrás de Ayra. Ahora que ha podido ver al pokémon más de cerca, Ayra está segura de que se trata de una hembra.

De entre los arbustos aparece la cabeza de un growlithe, enseñando los dientes. En circunstancias normales, un stantler no tendría nada que temer de un growlithe salvaje solo, pero este ejemplar es aún muy joven y no es consciente del poderío de su propia cornamenta que, a juzgar por todas las apariencias, es muy nueva: quizá la haya cambiado este mismo mes. El growlithe, por su parte, es un adulto grande y vigoroso, y parece un cazador avezado.

¡Qué confiado eres!- se asombró, permitiendo que el pokemon se aproximara.

Ayra controló su respiración, intentando permanecer tan inmovil como le fuera posible para no espantarle con un gesto brusco o fuera de lugar. Sin embargo, no fue ella quien alertó al pokemon hembra (ahora que lo tenía más cerca), sino la súbita aparición de un growlithe salvaje y, a todas luces, bastante agresivo. Incluso la pobre muchacha se asustó al verle aparecer de pronto entre los bonguris.

El stantler buscó refugio inmediato tras la chica quien, sin saber muy bien cómo, se encontró frente a frente con el pokemon de fuego, único muro entre él y su presa. ¿O acaso la presa era ella? Prefería no pensarlo. Rápidamente, a la desesperada, Ayra buscó a su alrededor algo con lo que contener al growlithe, pero lo único que encontró a su alcance fueron las ramas de los árboles.

Growlithe bonito, growlithe bueno.- estaba casi tan aterrada como el pokemon a sus espaldas, asi que las siguiente palabras las dijo tanto con ánimo de reconfortar al stantler como a ella misma- No te preocupes pequeña, seguro que no nos hará nada. ¿Verdad qué no?- añadió y, realmente, lo esperaba con todas sus fuerzas.

Aún así, intentó localizar alguna rama lo suficientemente fragil como para arrancarla pero, a su vez, lo suficientemente consistente como para ayudarla si el pokemon perrito atacaba. Aunque... Fuego contra madera...
 

El growlithe olfatea, evaluando la nueva situación. Mueve sus orejitas peludas, captando todo lo que hay a su alrededor.

Ayra busca con la mano algo que la pueda ayudar y solo encuentra algunas ramas, aunque es consciente de que le costará trabajo partir cualquier rama, pues están muy verdes, pese a lo que se esperaría por el abrasador calor del verano. El growlithe sigue el movimiento de la chica con los ojos clavados en ella.

Finalmente, da un paso al frente y, bajando la cabeza, empieza a ladrarle a la chica, intercalando gruñidos entre los ladridos. La stantler pega un respingo por cada ladrido del growlithe, y Ayra puede notarla temblar tras su espalda. 

Las posibilidades de huir de una pieza parecían esfumarse a pasos agigantados y los leves movimientos de Ayra pocovocaron aún más el enfado del growlithe. Sintiendo el stantler temblar tras de sí, la muchacha intenta por todos los medios recordar algo que le permita tranquilizar o distraer el pokemon de fuego.

Estaba rodeada de árboles con bonguris, ¿aceptaría el pokemon alguno?

Lo mejor, piensa Ayra, sería usar un pokémon de agua, que no tiene, o un pokémuñeco, que tampoco tiene. Su mente asustada se queda por un momento en un terrible blanco de posibilidades fuera de su alcance. Pero enseguida supera ese estado y analiza la situación de una forma más lógica. Ese growlithe... quizá esté tan asustado como ella. Definitivamente, la ha identificado como un enemigo, por lo que ahora se enfrenta a dos enemigos (presa y... ¿cazadora? ¿otra presa?), con lo que su balanza se ha desequilibrado. Esos ladridos... son una amenaza, no un ataque. Está intentando quitársela de encima. Quizá pueda darle la vuelta a la tortilla y hacerlo huir, quizá sea un buen momento para huir ella misma, que es probablemente lo que espera o desea el growlithe (¿pero qué será de la joven stantler?), o quizá pueda, de algún modo, aliarse con alguno de los dos pokémon para resolver el conflicto. Ambos parecen indecisos sobre cómo actuar. Si pudiera capturar a alguno de los dos, la situación podría resolverse con todo el mundo indemne. Probablemente.

Ayra solo consiguió llegar a una conclusión: si quería evitar acabar convertida en una antochar humana durante unos instantes, tendría que librarse de alguna forma del pokemon perrito. Sin embargo, nada a su alrededor parecía proporcionarle las herramientas necesarias para conseguir dicho objetivo a no ser...

La stantler continuaba, temblorosa, a su espalda. Un pokemon joven e inexperto pero con mayores oportunidades de salir victorioso en un enfrentamiento que ella, una simple humana. Hizo una mueca. Conocía de sobra la moda de capturar a esas magníficas criaturas con los artefactos conocidos como pokeballs, y también sabía de las batallas que los así llamados entrenadores mantenían con sus pokemons. Aborrecía la práctica, aborrecía la noción de mantener "presos" a los pokemons en esas bolas de confinamiento y aborrecía mandarles a luchar para que sufrieran un daño que su "amo" se negaba a afrontar.

Y, sin embargo, las posibilidades no le dejaban mucha más opción que ganarse la confianza de uno de los dos para sobrevivir. ¿Del growlithe? Parecía demasiado nervioso como para atener a razones. ¿La stantler? Su miedo podría servirle si lo encauzaba bien.

Se mordió un labio, indecisa, antes de volverse, muy despacio, para mirar a los ojos al pequeño reno.

Sé que estás asustada- susurró- yo misma estoy aterrada. Es la primera vez que salgo de casa en busca de aventuras y no esperaba encontrarme con un pokemon de fuego dispuesto a atacarme tan pronto. Me encantaría poder ahuyentarlo yo misma, pero no me atrevo a enfrentarme a él asi que, ¡por favor!, ¡por favor! Ayudame. Ayudanos a ambas. Si huimos nos perseguirá y si nos quedamos aquí atacará. Pero quizá puedas asustarlo tú, quizás puedas intimidarlo. Por favor.

No sabía si podría entenderla. Tal vez no captara el significado exacto de las palabras pero, sin duda, entendería la súplica en ellas, ¿no?

La joven stantler sostiene la mirada de Ayra mientras esta le habla. Su tono le infunde ánimos. La chica también parece asustada, pero la insta a enfrentarse a su miedo y plantar cara al growlithe. Ahora que sabe que tiene una aliada, que además parece tener sus esperanzas puestas en ella, la stantler da dos pasos al frente, agita su hermosa cornamenta nueva y la baja hacia el pokémon de fuego con actitud amenazadora, clavando las patas firmemente en el suelo para evitar que tiemblen.

El growlithe observa la escena indeciso y recalcula sus posibilidades. Definitivamente, la humana parece mostrarse haber hecho causa común con su presa y esta, que antes le mostraba el flanco al descubierto, le opone ahora la cornamenta, por lo que esto puede ser bastante más difícil para él de lo que parecía en un principio...

El growlithe retrocede lentamente, con un gruñido bajo y continuo y las orejas pegadas a la cabeza, pero sin dejar de mantener la vista fija en los cuernos de la stantler.

Muy bien- susurró Ayra al ver como la iniciativa del growlithe daba paso a la confusión.- No te apresures ahora.

Tal vez solo hiciera falta presionar un poco más al pokemon de fuego para lograr que huyera, o quizá consiguieran provocar el ataque que el perro encarnado estaba a punto de lanzar. Ayra, inexperta en cuestiones de vida más allá de lo poco que había leido en los libros, no sabía cual debería ser el siguiente paso. ¿Atacar ellos? ¿Avanzar, amenazantes? ¿Agitar los brazos mientras se gritaba "shu shu" a ver si el rival captaba la indirecta?

Por si acaso, solo por si acaso, hizo memoria para recordar qué movimientos podía poseer un stantler tan joven que fueran de utilidad contra el growlithe. ¿Placaje? Era uno de los básicos, ¿verdad?

Se mordió el labio mientras debatía interiormente que hacer a continuación. Finalmente, se decidió a colocarse junto a su aliada pokemon, un paso por detrás pero lo suficientemente cerca como para demostrarle que estaba a su lado y no huiría ahora que la atención del pokemon de fuego estaba sobre ella.

De acuerdo, demos un único y firme paso adelante, ¿si? Con esa hermosa cornamenta tuya para protegernos. Por casualidad no sabrás como se usa el placaje, ¿no? Sería muy util si decide atacarnos.

Ayra fue la primera en dar ese paso, con las manos extendidas frente a sí.

Vamos, pequeño, márchate ya.

En cuanto ve el ejemplo de Ayra, así como su apoyo, la stantler avanza al frente con energía, con los cuernos por delante, en un gesto que no deja de ser una imitación grosso modo de la actitud de la chica, pero bastante más impresionante debido al poderío del pokémon normal y a su imponente cornamenta, que se detiene a unos centímetros del growlithe, amenazadoramente.

El can, sobresaltado, decide finalmente que esta batalla está perdida y hace una "retirada táctica", perdiéndose entre los arbustos.

En cuanto parece que su perseguidor finalmente se ha marchado y no da muestras de ir a volver, la stantler se vuelve hacia Ayra, visiblemente contenta, aliviada y agradecida por su apoyo.