Partida Rol por web

-Eeeh, sí, claro -John parece algo desconcertado por la pregunta, aunque contesta a Ayra con amabilidad-. Es la ruta usual entre Pueblo Azalea y Ciudad Malva. Bastante gente la atraviesa, no es un camino muy difícil. Lo que dudo que alguien conozca es la entrada a las Ruinas. Es decir, quizá tal entrada ni siquiera exista... Pero yo estoy bastante convencido de que sí. ¿Qué te parece? Merece la pena probar, ¿no? -Se encoge de hombros, que por cierto son muy huesudos, mientras echa a andar por el camino-. La otra entrada "oficial" a las Ruinas está cerca de Ciudad Malva, pero imagino que estará igual... Podemos coger un autobús hasta la ruta 32, hay uno que para cerca de la entrada de la cueva. Eso sí, desde allí va a ser un paseo largo, ¿estás preparada? -No lo pregunta con mala intención. Curiosamente, él mismo no parece ni venir demasiado bien preparado para explorar una cueva ni estar en la mejor de las formas físicas, pero o bien no ha caído en la cuenta o bien no le importa.

Ayra le observó con ojo crítico, preguntándose si su propuesta era ahora sensata. ¿Viajar con un desconocido? Recordó la presencia de la stantler y se sintió más reconfortada. No mucho más, pero si lo suficiente como para encojerse de hombros.

¿Qué más dá que esté lejos? No tengo nada mejor que hacer, de momento. Y si no existe tal entrada... Ya veremos que hacer entonces.

A pesar de todo, Ayra era una persona optimista o, mejor dicho, prefería enfrentarse a los problemas de uno en uno, importándole más bien poco lo que sucediera más allá de la resolución del primero.

John asiente, sonriendo. Parece un buen chico, aunque no sea nada agraciado: tiene los ojos pequeños, las cejas gruesas y algunas espinillas; es larguirucho y desgarbado, eso sin contar con que tiene aspecto enfermizo y débil. Sus manos, sin embargo, son grandes, y en ellas pueden distinguirse claramente las falanges y los nudillos. Acerca una de esas huesudas manos con dulzura a la stantler, para que la huela y se familiarice con él, mientras anda hacia la parada de autobús. 

-Este stantler, ¿es tuyo? -pregunta alegremente. La stantler le huele los dedos y finalmente restriega el hocico contra su mano, y él le acaricia la cabeza tímidamente. -¡Por cierto! -Mira hacia los lados, cerciorándose de que el camino está desierto. -Tengo algunos unown -dice, entusiasmado y con los ojos brillantes. Se mete la otra mano en el bolsillo y saca tres pokéballs reducidas-, me los trajo un conocido ayer, ¿te gustaría verlos?

Ayra contempló con afabilidad el intercambio de caricias mutuas entre humano y stantler. Admiraba la capacidad de confianza del pokemon casi tanto como la energía del chico y su propia persimonia, dadas las circunstancias. Los tres casos dignos de estudiarse, claramente, pero no por ella.

No, no es mia. Quiero decir, no la he atrapado ni nada. No me gustan las pokeballs. Simplemente nos encontramos hace poco y tras un encontronazo con un growlithe nervioso decidimos viajar juntas- dedicó una mirada amable a su compañera.- Es muy joven pero muy brava cuando se lo propone. Estoy segura de que, me acompañe el tiempo que me acompañe, estaré encantada de tenerla a mi lado.- ante las siguientes palabras de John un recuerdo acudió a su mente- ¡Oh, si! Recuerdo que los mencionaste en el mail. Estaré encantada de verlos.

Casi estalló de felicidad al ver vocalizada un ofrecimiento tal. Existían muchos pokemons misteriosos, raros o legendarios en el mundo pero ahora, en ese instante, solo los unown se encontraban a su alcance. Se acercó aún más al joven, con los ojos brillándole por la emoción apenas contenida.

¿Cómo son? ¿De verdad tienen formas curiosas? ¿Cómo logran comunicarse? Son de tipo psíquico, ¿verdad? Pero, ¿tienen algún otro tipo? ¿Qué comen, qué beben? ¿Cómo interactuan entre ellos?

Las preguntas se agolpaban en su lengua y salían un tanto distorsionadas. En esta ocasión Ayra era quien parecía incapaz de contenerse y callar.

Al momento John se contagia totalmente del entusiasmo de Ayra, o más bien deja de reprimir el suyo propio natural, que sale de él también en un torrente de palabras:

-¡Sí, son geniales! ¡Tienen la forma de los símbolos de las Ruinas! ¡Se comunican por telepatía, incluso con los humanos! Es realmente impresionante... ¡Y lo mejor es que gracias a ellos podremos saberlo todo sobre la antigua civilización de las Ruinas! ¡Aah, hay tanto por aprender! -Parece tan excitado que casi se le caen las pokéballs mientras las agranda pulsando el botón central y se dispone a abrirlas.

La stantler mira de uno a otro, curiosa pero sin achantarse en lo más mínimo ante tanta excitación. Mueve las orejitas. Están locos estos humanos... parece estar pensando.

-Ah, pero -Se detiene un momento-, son un poco tímidos, creo que no les gustan mucho los alborotos...

La parada de autobús está muy cerca, Ayra lo sabe porque ha pasado por aquí al venir a las Ruinas, pero John se detiene antes de llegar a ella y se mete en un recodo del camino algo más apartado antes de liberar a sus nuevos amigos.

-Aún no quiero que... mucha gente sepa que los tengo... Tengo la impresión de que no es buena idea... -explica, algo aturullado. Mientras dice esto, deja libres a los tres pokémon.

Parecen como símbolos escritos en blanco y negro y presentan una curiosa bidimensionalidad. En el centro de su cuerpo tienen un único ojo, redondo y simple, pero extrañamente inteligente, y la forma de cada uno se asemeja a la de una F, una R y una Y, respectivamente. Flotan en el aire, sin alejarse mucho de John, que los mira extasiado, con las manos un poco alzadas con las palmas hacia arriba a su altura, en un vago gesto de amistad. Los unown no le quitan el ojo a Ayra, mirándola con una mezcla entre curiosidad y cautela.

-F, Y, R, esta es Ayra Black -les explica John dulcemente, sonriendo. -Ella también os respeta y le interesa vuestra cultura; le gustaría conoceros mejor.

-¿Nruú? -El sonido que emiten es extrañísimo, y la chica no tiene ni la más remota idea de cómo lo producen.

La sonrisa de Ayra se agrandó al oir hablar con tanto entusiasmo a su recién incorporado compañero. Observó con diversión cómo John se desviaba lateralmente en su camino a fin de encontrar un rinconcito más íntimo para liberar a sus pokemon sin que ojos indiscretos asustaran a las criaturas... O se vieran fascinadas por ellas, congregándose ante la novedad.

Por la mente de la joven chica ni siquiera pasó la posibilidad de que John Greene pudiera tener otras intenciones a parte de mostrarle sus últimos hallazgos: demasiado entusiasta, demasiado, ¿qué? ¿normalillo? La palabra que buscaba era "friki", o tal vez "estudioso", pero era demasiado amable como para dar con ella o usarla, en caso de que se hubiera dedicado de verdad a buscar una forma de describir al chico, cosa que, desde luego, no estaba haciendo.

Lo siguió docilmente hasta que él consideró oportuno y contempló, fascinada, las tres formas "letraceas" que surgían de sus pokeballs. Los unown flotaron tímidamente en el aire, con sus curiosos sonidos, sin atreverse a aproximarse. A pesar de las ganas que Ayra tenía de tocarlos, de examinárlos más de cerca, se contuvo, temerosa de ahuyentarlos.

Son... Son fascinantes- confesó, sin apartar la mirada de sus movimientos.- ¿Y dices que estos son los simbolos que hay grabados en las Ruinas? ¿Todo letras? ¿Qué son, una representación del alfabeto o algo más?

Preguntaba tanto a John como a sí misma, perdiéndose en cavilaciones sobre las características, el pasado y las habilidades de esos pokemons.

-No, no... No exactamente, verás... La teoría principal que hemos desarrollado, tras varios años investigando, es que no se trata de que los unown tengan forma de letras sino, más bien, de que las letras tienen forma de unown. Las Ruinas Alfa tienen 1500 años de antigüedad, aunque es posible que la civilización que las construyera fuese incluso más antigua. -Mira a los unown y ellos emiten su extraño sonido, como confirmando sus palabras. -Esta civilización se... había perdido, pero los símbolos que dejaron en las Ruinas Alfa constituyen las primeras muestras de palabra escrita y son los orígenes de nuestro alfabeto actual. Esto es más o menos lo que hemos descubierto investigando, pero... ayer... -Parece un poco aturullado- Bueno, fue un día un poco extraño... El caso es que un conocido... el amigo de una amiga... me dio estos unown y... -Mira a la R, que se acerca a él alegremente, "¡Nrú!"- hubo una especie de conexión psíquica y... me mostraron algo más de su historia. Estos pokémon fueron creados por esa civilización pero... aquellos humanos y estos pokémon, por más estrechamente ligada que estuviera su existencia, tenían caminos divergentes: a los unown no les gustaba el mundo "exterior" a las Ruinas Alfa (que en aquel momento no estaban en ruinas), pero los humanos no podían atarse allí, tenían que seguir avanzando... El espíritu humano, ya sabes, es incapaz de quedarse confinado en un solo lugar, de detener su evolución. Por eso, la civilización antigua abandonó Alfa, aunque dejándolo todo dispuesto para que los unown pudieran sobrevivir. Incluso les construyeron estatuas de otros pokémon para que no se sintieran solos y se familiarizaran con el mundo exterior, en caso de que alguna vez quisieran salir... Luego, me desmayé. -Interrumpe, bastante azorado, frotándose la nuca. -Esta mañana me he despertado en mi cama, aunque estaba vestido. Supongo que Jan me trajo a casa... Estoo... Quizá no me creas, yo mismo no estoy seguro de que no haya sido todo un sueño...

Los unown, que en todo momento han estado orbitando en torno a él, contestan todos a la vez con un fuerte "¡Nruú!" ante lo último que ha dicho. Claramente, no fue ningún sueño.

No unos pokemons basádos en un alfabeto sino un alfabeto basados en unos pokemons, unos pokemons muy peculiares con la capacidad, al parecer, de conectar con las mentes humanas. ¿Habrían esperado las gentes de aquella civilización atrapar parte del poder de los unown al plasmar sus formas en letras y crear con ellas palabras, lenguaje? ¿Lo habrían conseguido o sus intentos habrían quedado en nada?

Ayra lamentaba la timidez de los unown que les impidió seguir a sus humanos al mundo exterior, confinándolos a Alfa y sus ruinas posteriormente, mientras todos cuantos conocieran moría muy lejos de ellos. Había algo de tristeza mezclada con la nostalgia de la historia.

Un momento. ¿Has dicho que los crearon? ¿Que los humanos de esta civilización, de Alfa, los crearon? ¿Cómo puede nadie crear un pokemon?

Fue sobresaltada por el súbito pensamiento. También le picaba la curiosidad sobre ese conocido que la había entregado los tres unown y desembocado en todo eso.

Ayra levantó una mano, suavemente, tratando de aproximarla al unown más cercano y ganarse su confianza. Quería tocarlo y sentir su tacto en su piel.

-Bueno, no es como que tú o yo podamos crear un pokémon así, de repente... Pero, sabes, los pokémon de origen artificial son un hecho. Piensa en porygon, por ejemplo, ¿lo conoces? Y hay otros pokémon formados de manera más o menos espontánea a partir de una base no natural, como los magnemite o los grimer. En cualquier caso, en la antigüedad, antes de que se inventaran las pokéball... siempre ha habido formas de... manipular la energía de la que se constituyen los pokémon o interactuar con ella... Creo que esta civilización conocía alguna forma de...

Las palabras de John se van perdiendo poco a poco en el cerebro de Ayra, conforme el unown con forma de Y se acerca a ella, algo reticente, pero también curioso. Cuando, finalmente, sus dedos lo tocan, puede percibir que su superficie es suave y lisa, aunque extrañamente... irreal. Su mente empieza a perderse en una neblina como la de una ensoñación, y algunos conceptos, sin palabras, empiezan a formarse en ella.

...chico de las Ruinas... Este concepto va unido a la imagen de John. ...amable, como ellos... El concepto es muy abstracto, se refiere a un grupo de gente grande e indefinido, pero a la vez distinto de otros grupos de gente, como un pueblo, civilización, clan u organización. ¿...amiga del chico de las Ruinas...? ...acompaña... mundo exterior...

El unown está suspendido frente a Ayra, con su único ojo clavado en ella. No es una comunicación perfecta, se basa en conceptos difusos y no materializados en palabras concretas, pero puede sentir como el pokémon está haciendo un esfuerzo por hablar con ella... dentro de su propia mente.

Bueno, si, lo sé, pero ahora es más facil ¿no? Quiero decir, que tenemos más conocimientos sobre ellos, más métodos de estudio y demás.- se perdió en sus propios pensamientos, elaborados a lo largo de años de reflexión solitaria a través de artículos publicados por diferentes autoridades e hipótesis propias.- Siempre me ha fascinado esa posibilidad inherente de la naturaleza para crear lo que quiera como quiera a pesar de las dificultades... Esto, ¡perdóname! Hablaba conmigo... misma.

Fue el unown Y el que cortó de golpe su disculpa. Se aproximó y rozó su mano extendida envolviéndola en una vorágine de imágenes con sensaciones, emociones y palabras entendidas a medias. Cuando el pokemon rompió el contacto Ayra se tambaleó, abrumada.

¡Dioses pokemons! Eso ha sido... eso ha sido... ¡Santos dioses! ¿Así es como se comunican?- se volvió hacia el unown Y- Em si, si, soy amiga. Y si, os acompaño al mundo exterior.

-¡Nrurú! -contesta el unown Y, alegremente.

John asiente.

-Eso es. Hay tanto que aprender de ellos... Por eso quiero volver a las Ruinas Alfa y seguir investigando. -Luego, volviéndose a los unown:

-Chicos, lo siento mucho, pero tenéis que volver a entrar en las pokéballs. Pero pronto volveremos a las Ruinas y allí podéis campar a vuestras anchas... Quizá incluso haya otros unown... -Puede que hayan comprendido todo lo que les ha dicho o puede que no, pero en cualquier caso apenas el joven les muestra las pokéball los unown hacen un gesto de asentimiento y se meten prácticamente solos en ellas.

Tras esto, John vuelve a ponerse en marcha en dirección a la parada de autobús, haciendo un gesto a Ayra para invitarla a seguirlo.

Cuanto más oigo más ganas tengo de internarme en esas ruinas- confiesa Ayra, siguiendo al chico hasta la parada y sumida en sueños diurnos sobre lo que podría encontrarse allí.

En cierto momento incluso miró a la stantler preguntándose que pensaría el pokemon, cómo sería introducirse en su mento tal y como hiciera con el unown... O si estos pokemons psíquicos podrían establecer un lazo entre humanos y otros pokemons. Su naturaleza inquisitiva en relación a los pokemon, despierta siempre, empezaba a adquirir dimensiones inmensas.

Cuando Ayra mira a la stantler, esta le devuelve la mirada, con un gesto entre amable y cariñoso, emitiendo un suave mugido dulcemente. 

Enseguida llegan todos a la parada de autobús, donde no hay más que un señor mayor sentado, esperando.

El vehículo no tarda en llegar. Se para junto a la marquesina, las puertas se abren, el señor sube, pasa la tarjeta y entra renqueando. A continuación, el conductor mira a la stantler. La stantler mira al conductor.

-Esto... lo siento, chicos, pero ese stantler no puede subir al autobús fuera de su pokéball.

Ayra miró al conductor, miró a Jhon, miró a la stantler.

Esto... No había caido en ese pequeñísimo detalle- se mordió el labio inferior dubitativa.

Hasta entonces jamás se había visto en compañía pokemon que no fueran en el interior de edificios o en su propia localidad. Nunca se llegó a plantear que podría pasar si intentaba viajar con uno libre a lo largo del mundo, obligada a usar transportes públicos.

Rebuscó en sus bolsillos hasta dar con el contorno de un objeto redondo, pequeño, muy pequeño. Apenas le vastó un par de segundo para asegurarse de que, efectivamente, se trataba de una pokeball y no de una baya perdida que, por algún casual, hubiera caido en su bolsillo.

Miró a la stantler... otra vez.

Esto... Verás, no sé como te tomarás esto...- se detuvo. ¿De verdad iba a obligar a un pokemon salvaje, a uno que le había entregado su confianza, a intrudicirse entre los límites de un confinamiento? Por mucho que los estudios y creadores de pokeball se jactaran de sus comodidades no dejaba de parecerle una carcel disfrazada de aparato util. Se volvió bruscamente hacia John- ¿Y no podemos ir andando?

John se encoge de hombros.

-¿Por qué no? Por mí no hay problema, aunque es un paseo largo. Probablemente no lleguemos hasta bien entrada la hora de comer... De todas formas, pasaremos por la otra entrada de las Ruinas, si quieres podemos probar suerte allí.

Aliviada con todo su corazón, Ayra soltó su agarre sobre la pequeña figura de la pokeball y extendió una mano para acariciar al stantler.

Por mí perfecto. Sé que hay prisa y demás, pero preferiría caminar junto a ella que encerrarla y... bueno, si hay otra entrada no está de más cerciorarse, ¿no? Vayamos por ahí pues.

Los dos jóvenes siguen andando por la ruta 36, mientras la stantler trota animada junto a ellos.

Hace un día espléndido, aunque empieza a hacer bastante calor: se nota que es julio.

En poco tiempo llegan a Ciudad Malva.

-Hmm, esto... -John mira a Ayra de arriba abajo, deteniendo la vista en su mochila-. No sé cómo de preparados vamos para cruzar una cueva, si al final no encontramos otra opción... -Se mira sus propios pies, enfundados en las típicas zapatillas de lona con puntera blanca-. ¿Llevas una literna? Lo digo porque ahora que pasamos por Ciudad Malva podemos comprar lo que nos haga falta. Un poco de repelente no nos vendría mal: hay zubats y... cosas más grandes en la cueva y yo nunca he combatido; de hecho, solo tengo pokémon desde ayer y ni siquiera sé qué saben hacer... También necesitaremos, eh... algo para cruzar el agua. -Pone cara de "Oh, mierda, eso sí que va a ser un problema".

Esto...- Ayra solo había salido de casa con lo mínimamente indispensable: su mochila contenía desde ropa de recambio hasta vituandas para la próxima ciudad, tal vez contara con una linterna en su interior pero nada similar a repelentes ni atuendo para cuevas o artefactos para cruzar agua.

Rebuscó fervientemente en busca, al menos, de esa indispensable linterna mientras maldecía interiormente su mala suerte. Si, tenía una nueva amiga y un compañero de viajes, si, acababa por fín de salir de casa en un aventura y si, pensaba empaparse de tanto conocimiento como le fuera posible. Pero parecía que frente a las buenas noticias se contraponían las malas.

Si no... Si no supongo que podría recurrir a la pokeball- lanzó una desconsolada mirada a la stantler. ¿Aceptaría el pokemon salvaje confinarse dentre del artilugio? Sacó la pequeña bola, aumentándole el tamaño frente a la vista del pokemon- ¿Aceptarías... em... meterte aquí el tiempo que dure el viaje en bus?

La stantler se acerca a la bola, la mira titubeante preguntándose si es comida, la olisquea y, decidiendo que claramente no huele como algo comestible, mira a Ayra con algo de extrañeza. Se ve que este pokémon no ha tenido antes trato con humanos en su vida, o al menos no hasta el punto de haber llegado a ver una pokéball. Además, puede percibir que Ayra no está contenta con lo que le está ofreciendo, lo que la hace sentirse más insegura y confusa aún.

-Pero, Ayra -interviene John-, en realidad no creo que haga falta. Es decir, el autobús nos llevará hasta la entrada de la cueva, pero vamos a tener que cruzarla de todas formas. Si no quieres capturarla, déjala, no pasa nada -Se encoge de hombros-. No estamos lejos de la otra entrada a las Ruinas. Si se nos ocurre alguna idea para convencer a los guardias, igual ni es necesario que vayamos hasta la Cueva Unión. A lo mejor podemos liarlos de alguna forma, no sé... -La chica puede notar que se pone algo nervioso ante la idea de recurrir al engaño o artimañas similares, aunque es consciente de que la situación más o menos lo justifica.