Partida Rol por web

PRAAN

IMON

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27/11/2014, 16:29
Director

Por fin, parecía que nunca llegaría el momento de terminar la formación como agente. Días y días de conferencias, de escuchar a agentes veteranos contar sus experiencias, interminables horas oyendo como deben ser las cosas para que todo el mundo respete a Tribunal.
Y la otra mitad del día entrenamiento físico, espada y lucha. Apenas una hora de descanso de Sol a Sol, tanta disciplina y tanta exigencia para tan poca recompensa.

Pero todo eso ha quedado atrás, ahora ya eres agente de pleno derecho y de plenas obligaciones. En la ceremonia de investidura, sobria y sencilla, os han encomendado vuestra primera misión. Un trabajo tan sencillo, o difícil, como uno quiera.
Tienes que encontrar por tus propios medios cualquier fortín de Tribunal, uno de los muchos que hay repartidos por Praan, y presentarte ante el Superior de esa sede para llevar a cabo el trabajo que él te encomiende.
Tus compañeros de promoción no dejan de especular sobre cual sería el mejor destino, algunos consideran que el sur, mas civilizado, es la mejor opción. Otros tienen la teoría de que todo es una prueba y cuanto mayor sea la distancia o mas peligroso sea el lugar escogido mayor será la supuesta recompensa.

Sea como sea ahora sois libres de abandonar la Ciudadela. Disponéis de un año para que algún Superior escriba al Maestre anunciando vuestra llegada.
Después de eso podréis escoger el destino que mas os guste o ir de sede en sede ayudando en lo que sea necesario.

Frente a ti se encuentra el último carro que partirá hoy de la Ciudadela, apenas es mediodía y todos tus compañeros se han marchado. El conductor te mira con curiosidad, esperando a que subas e indiques un destino. 

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27/11/2014, 17:44
Imon de Langralle

No estaba seguro de qué había sido peor. Si las interminables chácharas sobre Derecho y Dinastías o las tardes libres en la Ciudadela, en las que lo más parecido y más cercano a una mujer era el asno del panadero o la coronilla del sacerdote de Tyr. Por no hablar del barro en el campo del estafermo, o de las sofisticadas conversaciones sobre arneses, herraduras y maniobras. Y luego venía el estudio de los enormes tomos, y los golpes de las espadas de madera, y las agujetas en todo el cuerpo, y el sueño en los duros camastros.

Por fin había llegado el momento. Había estado mucho tiempo anhelando la libertad, con sus jarras de cerveza y sus rameras, con las noches al raso y las bañeras calientes de las buenas posadas, pero ahora, después de tanto tiempo sin probarlas, casi había olvidado su gusto. Por no olvidar que en realidad no lo había pasado nada mal en compañía de aquellos palurdos. Incluso se podría decir que... se sentía algo desnudo sin ellos, en frente de aquel carretero.

Con el macuto echado al hombro, y el peso apoyado en una de sus piernas, se cruzó de brazos y miró en dirección a las copas de los árboles del bosque de las afueras, como si allí pudiera encontrar la respuesta. A su espalda, la imponente mole del edificio de la rectoría le miraba con sus enormes sillares sentados bien hondo en la roca de la montaña. Allí donde su padre había perecido meses atrás.

Su antigua armadura parda, de cuero gastado por el uso, pero flexible y cómodo, ya no se ajustaba tan bien a su cuerpo endurecido por el esfuerzo como lo hiciera antes de llegar a la Ciudadela. Ya habría tiempo para arreglar eso. Su cimitarra seguía en su sitio, pero ahora sentía que era ligera y endeble, después de usar las pesadas espadas de Ciudadela. Tenía el pelo recogido en una larga coleta con la que se había resistido a acabar, a pesar de que era más bien una debilidad en medio del combate.

Miró hacia el suelo y escupió unas hojas de hierbabuena que había estado masticando hasta sacarles todo el sabor. Se recolocó el brazalete amarillo y blanco en el brazo derecho, hecho con dos pequeños trapos enrollados, y se decidió a moverse. En ningún momento se había planteado ir al Norte a "helarse el culo" o a "retozar con jabalíes", pero tampoco se sentía preparado para ir al Sur, al bullicio de las grandes ciudades. Aún no se sentía bien dentro de aquel... de aquella tarea.

Suspiró profundamente. ¿Y si había llegado el momento de su Gran Aventura? Sería como aquel sueño que tenía cuando apenas tenía siete años, quizás los bardos recordaran su nombre y los abuelos supieran de sus gestas. 

Entonces, Imon deja el macuto en la carreta y con una sonrisa amable, saluda al carrero: -¿Podríais llevarme a Ciudad Eterna? Creo que cogeré un barco y visitaré las islas orientales.

Se acomoda y se vuelve hacia él. -Soy... El Agente Imon de Langralle, y estoy a su servicio.

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28/11/2014, 20:36
Director

En cuanto indicas tu destino el hombre tira de las riendas y el caballo comienza la marcha.

- A Ciudad Eterna pues...

Tras tu presentación el carretero te mira extrañado y se ríe con un fallido disimulo.

- ¿A mi servicio? Me temo agente que esta vez es al revés.

El viaje por los grandes cañones de la zona central de Praan es pesado y molesto. El carruaje no deja de rebotar y vibrar con cada piedra del camino y estás son bastante numerosas.
El paisaje, árido y monótono, tampoco ayuda a amenizar el largo trayecto que te espera. Tu único compañero de viaje, exceptuando al animal, al caballo, se dedica a tararear canciones que ni siquiera conoces. A veces canta algún fragmento pero eres incapaz de entender lo que dice, posiblemente debido a la raíz que sobresale de su boca y que no deja de mascar.

A media tarde encontráis algo en el camino, un par de hombres discuten acaloradamente. Sus respectivos caballos descansan atados a unos arbustos completamente secos.
A ambos lados de la carretera de tierra se alzan dos paredes de roca, justo donde se encuentran los dos hombres parece estrecharse para poco después volver a recuperar su anchura.

Desde la distancia puedes oír como discuten por un objeto. Ambos afirman haberlo encontrado antes, en el suelo, justo en el punto mas estrecho del camino. Por lo visto uno de ellos lo ha recogido antes mientras que el otro afirma que lo vio primero.
El carretero se detiene y se gira hacia ti.

- Agente, ponga orden en los caminos.

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28/11/2014, 21:03
Imon de Langralle

Imon se sienta en la carreta, y pronto descubre que no hay forma humana de sentarse con comodidad en ese trasto. Se echa hacia atrás, se apoya primero en un lado y luego en otro, y cuando ya tiene el culo aterido y hasta le castañetean los dientes, por un momento está a punto de saltar del carruaje y seguir a pie. -Por Tyr Bendito. 

El carretero está tarareando y a sus propios asuntos, y no parece nada afectado por los baches, las piedras como cabezas o el secarral que les rodea por todas partes. Imon mientras tanto piensa en los acontecimientos de los últimos días, y en especial en la ceremonia de clausura. Entonces, cree escuchar algo que le resulta familiar, y se vuelve de repente hacia su compañero de viaje.

-¡NO! ¡No es así! Noooo, ¡claro que no jajajaja! Parece poseído por un arranque de entusiasmo, pero su risa suena ligeramente desesperada. -¡No es TARARÍ,TARARÁ, TARARERERÍ-RIRÁ! Carraspea y entona un poco más alto la melodía. Llevaba un rato intentando recordarla. -Es TARARÍ,TARARÁ, TARARE-RERÍ-TARARIRÁ!

Pasados unos segundos, resopla y hunde la cabeza entre los hombros, presa del aburrimiento.

Cuando llegan ante la discusión de esos dos hombres, se baja de un salto del carro y se estira, con poco disimulo. Se acerca hasta ellos y carraspea.

-Nobles señores, ¿qué ocurre aquí? Hace una leve reverencia, pero con distinción, como si estuviera en lo alto de un escenario en vez de en medio de un pedregal. 

- Tiradas (1)
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30/11/2014, 13:46
Director

El carretero te da la razón en cuanto a la canción, algo de lo que te arrepientes cuando no deja de cantarla constantemente hasta el encuentro con los dos hombres.

Al acercarte a ellos ambos te miran y no tardan en fijarse en tu brazalete. Por su mirada sabes que comprenden lo que significa.
Uno de ellos es bastante gordo y luce barba y melena desaliñadas. Si fuese mas alto y fuerte podría pasar por úrsido.

- He encontrado un anillo y este insecto me lo ha quitado. Me pertenece, yo lo vi antes.

El otro, un pequeño insectoide, agarra con fuerza el anillo. La pieza no parece especialmente cara, no es mas que un aro de metal de color negro con una banda roja en el centro. Ni siquiera parece plata u oro, incluso podría no tener valor alguno.

- ¿Si lo viste antes por qué no lo cogiste? Es mio, yo lo tengo y no hay nada mas que hablar.

- Si tenéis honor reconoceréis que no os pertenece y me lo entregaréis. De lo contrario...

El gordo agarra su espada pero mantiene el arma en su empuñadura. El insectoide no parece amedrentarse.

- Hablas de honor con tu espada en la mano, ni siquiera sabes que significa. Pero si quieres batirte conmigo adelante, este agente servirá de juez.

Guarda el anillo en un bolsillo de su camisa e imita a su rival asiendo las dos dagas que cuelgan de su cinturón.

Ambos te miran esperando tu aprobación o mediación. Tribunal debe aplicar justicia, pero en un caso así no está claro quien lleva razón. Hacer de juez sirve para asegurar una lucha justa y un final digno para el perdedor.

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30/11/2014, 16:09
Imon de Langralle

-Por el cuerno de Abunatóm IV...

Imon levanta la ceja derecha, y mira primero hacia uno y luego hacia el otro como si fuera un partido de pared-bola. Cuando parece que esperan su veredicto, sale de su silencio chasqueando la lengua.

-Nononono. ¡No puede ser! Se acerca hasta ellos, y baja la voz, como si fuera peligroso que el carretero les oyera. -¡No se puede desenvainar el acero por cualquier cosa! Imaginad que una dama a la que cortejáis os preguntase por qué os batisteis un día como hoy, y por qué os hicisteis tal o cual cicatriz en la mejilla. ¡Tendríais que responder con la verdad! ¡Sería horrible! ¿Le diríais que fue por una baratija insignificante? ¿Por un anillito negro y mugriento? 

Sonríe, y se apoya en la pared de roca. Con una ramita reseca girando en sus manos, inicia una breve historia.

-Recuerdo una vez, cerca del faro de... Costa Rota, que estaba yo caminando por un estrecho sendero que corría por la pared de un acantilado, casi parecía el cuerpo de una serpiente borracha y negra, como las noches en los mares tormentosos. Llevaba medio día caminando por tan difícil senda, cuando de repente me encontré de frente con un pastor que volvía de sus tareas. ¡Sí, un pastor! El camino era estrecho y más abajo las olas rompían con furia.

Traga y les mira a los ojos, con sus pupilas azules. -Nos miramos fíjamente sin pronunciar palabra, mientras el mar rompía contra las rocas. No podíamos pasar los dos, uno de los dos tenía que cederle el paso al otro. Pero, ¿quién había de tener prioridad?. Yo, ¿un viajero cultivado e ilustrado, o él, un pastor que volvía a su cabaña después de una larga jornada?

Traga saliva y camina alrededor de ellos, como un maestro de la escuela. ¿Qué pensáis que hice? ¿Que me batí en duelo con él, con grave riesgo de que alguno de los dos cayera al mar, para que mi honor no quedara en entredicho?

Se detiene, y con los brazos en jarras concluye. -Pues no. Me di la vuelta y  le acompañé hasta su cabaña, donde por cierto, me ofreció cobijarme de la tormenta que cayó aquella tarde. En aquella ocasión lo más honorable era ser generoso y gentil con un humilde, pero trabajador pastor. Tras una dramática pausa, baja la voz, dándole más peso a las siguientes palabras. Y cuando se obra así, siempre se sale beneficiado.

Hace una pausa, y dudando de las entendederas de los otros, añade. -¿Y en este caso, no sería lo más honorable cederle el anillo al otro? ¿No saldríais los dos beneficiados, tanto el que lo cede como el que se lo queda?

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02/12/2014, 12:20
Director

Ves como el carretero se tumba relajadamente mientras tú comienzas a hablar.
Los dos hombres escuchan tu historia con atención, alternan su mirada entre su rival y tu a medida que te mueves alrededor de ellos.
Cuando terminas sus ojos se encuentran y asienten indicando que están de acuerdo. El insectoide levanta la mano con el anillo cogido con dos dedos y se lo ofrece al enorme úrsido.
Cuando este va a cogerlo el insecto desenvaina un puñal y lo clava violentamente en la mano de su adversario.

- ¡El anillo es mio peludo! - el grito se convierte en una carcajada cuando ve que su jugada ha salido bien.

Haciendo gala de una gran agilidad monta en su caballo y sale huyendo a toda velocidad.
El úrsido se queda unos instantes maldiciendo y de un fuerte tirón saca el puñal que ha atravesado su mano.
Sin perder mas tiempo imita al insectoide y se dispone a subir a su caballo para iniciar una persecución.

Al oír el ruido el carretero se reincorpora justo a tiempo para ver a toda velocidad pasar a su lado al insectoide. 

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06/12/2014, 22:53
Imon de Langralle

-¡Maldita cucaracha! Imon levanta el puño derecho y lo blande en dirección a los caballos que se alejan. -¡Sátrapa! ¡Mezquino! ¡Palurdo! ¡Analfabeto! 

Pasado unos instantes se relaja y cuelga ambos pulgares del cinto donde se ciñe la cimitarra. Le pega una patada a una piedra y camina a paso ligero hasta la carreta. -¡Vamos!

Se sienta en la tartana con el ceño fruncido y mordisqueando una rama reseca. Y masculla entre dientes: -Si vuelvo a ver a ese bicharraco, me haré un pincho moruno con su cabeza...

Cuando ya pasa un rato y se relaja, le pregunta al carretero. -Nunca he estado en Ciudad Eterna, ¿qué se cuece por allí?

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07/12/2014, 13:27
Director

El perdedor de tan absurda riña maldice al insectoide hasta casi perder la voz. Cuando te marchas él hace lo mismo pero en dirección contraria.

Ya de nuevo en la carretera tu único acompañante amplia la información sobre Ciudad Eterna.

- Hace honor a su nombre, dicen que lleva desde el inicio de los tiempos construida. Es un lugar digno de visitar, pero yo no me quedaría mucho tiempo, los precios allí son muy elevados. Para el comercio y la minería es un buen lugar, tiene un gran puerto y si sabes lo que tienes que saber y tienes lo que tienes que tener puedes hacer mucho dinero. Aunque eso para un agente de Tribunal no es una aspiración supongo.

A medida que viajáis hacia el este notas como el gris y marrón del entorno va dando paso a un verde intenso. Las montañas son mas altas e incluso los picos mas altos están cubiertos de un manto blanco.
Pese a todo el terreno no deja mucho espacio al cultivo, aunque no dejas de ver alguna que otra hacienda con tierras.

El Sol se acerca al horizonte cuando, al salir de un paso entre dos escarpadas montañas, se desvela ante ti una amplia imagen de Ciudad Eterna.
Puedes observar una gigantesca construcción cuya arquitectura no logras ubicar ni en tiempo ni en estilo. A su alrededor se agolpan multitud de casas de toda clase. Siguiendo la costa ves otra gran construcción, mucho mas moderna y a tu juicio imitadora de la anterior.
Al fondo se encuentra el mar, con una espesa niebla a pesar del atardecer. Todo está rodeado de montañas, lo cual limita la expansión de la ciudad pero también hace que sea una fortaleza natural.

A medida que os acercáis el carretero te revela datos de lo que ves.

- Esa torre es el palacio real. Ciudad Eterna es un pueblo libre, lo rige un autoproclamado rey. Se dice que es un mago poderoso y que obtuvo aún mas poder explorando las catacumbas de la ciudad. Aquello se ve al fondo es su propia torre de hechicería, mandó su construcción pese a tener espacio mas que suficiente en el palacio.
Es un lugar tranquilo, el rey lo controla todo y mantiene el orden con mano de hierro. Pero nada que ver con los hijos de Tyr, aquí no intentan imponer sus ideas, solo castigan a los criminales.

Una vez en las calles de Ciudad Eterna puedes comprobar que las casas son realmente grandes, incluso de tres y cuatro pisos. La falta de espacio obliga a familias a compartir edificaciones, supones que cada piso pertenecerá a una familia.
La abundancia de metal en la zona se nota, el hierro se usa en la construcción y los forjados son comunes.
Observas a la gente, hay todo tipo de personas y en algunas calles ves multitud de niños. Ciudad Eterna parece un lugar prospero, incluso para ser una ciudad libre y no regirse bajo el mandado de ninguna de las grandes casas.

El carruaje se detiene frente a un edificio de tres plantas. Puedes ver el escudo de Tribunal encima de la puerta y como la fachada está pintada de blanco y amarillo.
Justo enfrente hay una amplia taberna, un par de agentes entran cuando tu llegas. Otro agente, que en ese momento sale de la sede, se apoya junto a la entrada y saca una pipa que intenta encender infructuosamente.

Notas de juego

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07/12/2014, 20:23
Imon de Langralle

Imon se baja de la carreta de un salto. Inspira con fuerza el aire, una peculiar combinación de viento de las montañas, brisa marina y algo parecido a un tufillo a hierro y a piedra vieja. Sí, sin duda a aquello es "Eau de Cité Eterné", o algo así diría Lys, la trovadora pelirroja que conoció en Costa Rota y cuya lengua era, por lo menos por su experiencia, de las más rápidas y prodigiosas de Praan.

Mete la mano en el jubón y saca un pequeño rollo de pergamino, de un palmo de largo y tan ancho como el asta de una lanza. Lo desenrolla con cuidado y lo apoya en la carreta para anotar con un carboncillo unas palabras. Un poco más arriba, ya se puede leer la primera anotación, escrita con un pulso terrible, fruto del traqueteo en los caminos.

-El insectoide le clavó una daga al hombre, y todas mis palabras se perdieron por las montañas. ¿Debo ser severo como el acero y olvidar las florituras? ¡Cucaracha! ¡Imbécil! 

Y abajo, escribe:

El aire está cargado de presagios. Bajo la sombra amenazante de la torre del Rey Mago, las ventanas oscuras miran a los forasteros fijamente. Ciudad Eterna está bañada por el reflejo de la nieve de las montañas y alegrada por la risa de las gaviotas. Las piedras son viejas y las señoriales casas, están decoradas con barrotes y verjas de hierro de lo más refinado. ¿Habré de quedarme aquí unos cuantos días, o proseguir con premura mi viaje, para embarcar en una nave y conocer las islas de misteriosos nombres?

Carraspea y aspira el aire de nuevo, con una sonrisa embriagada. Entones, se dirige al carretero. -¿Tenéis orden de acompañarme otro trecho o debéis volver ya a Ciudadela? Le tiende una pequeña propina, acorde a sus escasos ahorros. 

-Creo que me gustaría quedarme unos días aquí, para beberme los licores de esta botella. 

Sigue con la vista a los dos agentes que entran en la posada. Pero no queriendo molestarles en su momento de descanso, y quizás para socorrer al de la pipa, se acerca hasta la figura que acaba de salir de la sede de Tribunal.

Según se acerca al edificio, se siente más como en casa, y en verdad se ha alejado apenas unas leguas de Ciudadela. Aunque la ciudad le parece repleta de secretos, la cercanía a su origen le agobia, y le empuja al mar y a las velas blancas que le podrían llevar a la isla de los Dragones, al Gran Volcán o... por todos los cielos... a la Isla Negra. Al pensar en esa última, el estómago de Imon se revuelve con emoción.

-Saludos, permitidme que os ayude. Acerca ambas manos e intenta ayudar al agente a encender su pipa. Saca el encendedor y acciona el resorte una vez, luego otra y así hasta que empieza a salir humo del aparato, pero sin rastro de una chispa. Entonces, Imon se concentra. Frunce el ceño y saca la lengua por la comisura derecha, con gesto de concentración. Acciona el resorte cada vez más rápido, emitiendo un RIS, RIS, RIS, frenético que le nubla el entendimiento. -¡POR TODOS LOS...!

Cuando ya parece que el humo sale de la pipa, se presenta con una leve reverencia. -Soy Imon... el agente Imon.

Sonríe, y con un gesto engloba la ciudad. -Acabo de salir de Ciudadela y estoy haciendo mi primer viaje. Me dirijo a las islas orientales, pero me gustaría saber si puedo echar una mano por aquí. O en su defecto, qué lugares o gentes he de visitar para llevarme una pequeña... muestra de esta ciudad. Toma aire y le pregunta, al agente desconocido. -¿Quién es el superior aquí? ¿Puedo verle?

Notas de juego

Supongo que las pipas no se encenderán con pedernal... Me imagino que habrá un chisme que sea como un rascador y haga saltar chispas?

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09/12/2014, 16:56
Director

Encogiéndose de hombros el carretero explica su situación.

- Me pagan por un solo viaje, hasta la sede que elija el nuevo agente. Una vez allí me deben pagar el regreso y la mensajería informando de su confirmación sellada por el Superior. Si este es su destino hasta aquí puedo llegar, si no se queda podemos seguir.

En cuanto te bajas el hombre aparta el carruaje del centro de la calle y ata el caballo a la verja de una ventana.
Mientras tanto te aproximas a la sede para ayudar al agente que hay junto a la puerta.
El contenido de la pipa por fin comienza a arder. El problema parece residir en la humedad que afecta considerablemente al tabaco, entre otras cosas. El agente parece agradecido y no deja de sonreír mientras escucha tu presentación y los motivos de tu visita.

- Bienvenido a Ciudad Eterna. Soy el agente Kifir, de Puerto de Olk. Si queréis conocer la ciudad lo mejor es recorrerla en solitario y sacar sus propias conclusiones. Cualquier guía condicionará su impresión de Ciudad Eterna, basta con enseñar algunos barrios y ocultar otros para llevarse una imagen totalmente errónea de este lugar.

Mientras te lo explica comprendes su teoría con solo ver los alrededores. Es algo que se puede aplicar a la mayoría de ciudades que conoces, un paseo por los bajos fondos  el visitante pensará que aquello es el infierno, por contra una visita a palacios o museos y la impresión será totalmente distinta.
No obstante sigues creyendo que si nadie te da explicaciones puedes llevarte igualmente una idea equivocada de cualquier lugar.

- En cuanto a la ayuda... bueno, las cosas están muy calmadas por aquí. El Rey Dyole mantiene la criminalidad bajo control, de hecho nunca ha requerido nuestra intervención. Nos limitamos a problemas en las aldeas vecinas o los caminos, cuando estamos aquí nos relajamos. Puede que a veces mas de la cuenta. - señala con la cabeza a la taberna que hay frente a vosotros.

Al preguntar por el superior Kifir abre la puerta que hay tras él mostrándote el interior de la sede. Ves una sala de descanso con una gran mesa rodeada de sillas y al fondo lo que parece ser un pequeño jardín situado en un patio interior.

- El Superior está arriba, en el último piso y en la última puerta. Es un poco... bueno, como decirlo... peculiar. Pronto te darás cuenta, pero no lo subestimes, en bueno en su trabajo y puede ayudarte si quieres como destino alguna de las islas.
Eso si, no digas nada sobre su nariz. Dice que la perdió luchando contra demonios, pero en realidad se la arrancó un cerdo cuando estaba borracho.

Notas de juego

Existen cerillas de azufre, pero fallan con facilidad y son caras.

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14/12/2014, 16:03
Imon de Langralle

Imon asiente con una leve sonrisa. -Gracias, agente Kifir. Da un par de pasos en dirección al interior de la sede, pero vuelve hacia el agente, como si se hubiera acordado de algo. -¿Cómo mantiene el rey el orden? Y, bajando un poco la voz. -¿Por qué ha levantado una segunda torre?

No hay que ser un tejón para captar el olorcillo al hierro de las cadenas con las que ese rey mantendrá el orden para mantener tan brillantes las piedras y los forjados, al menos de la zona señorial. Por no hablar de esa segunda torre, todo un canto al narcisismo o quizás un intento de alcanzar cuotas superiores de poder, mágico o convencional.

Después, se adentra en la estancia. Mientras se encamina hacia el piso superior, se asegura de captar todos los detalles posibles. No porque se haya convertido en un agente y deba entrenar, sino porque su curiosidad siempre fue por delante de sus pasos y porque ahora ha de escribir su propia historia.

Cuando llega a la puerta indicada, llama antes de entrar. Al superior tendrá que preguntarle por su opinión acerca de Ciudad Eterna, es decir, si merece la pena que se quede allí al menos unos días y de cómo ese rey Dyole se las apaña. Por último, está el asunto de irse a las islas orientales.

Antes de llamar, un pensamiento absurdo pasa por su cabeza. -¿Qué hará el carretero si decido embarcarme? Demonios, ni siquiera sé su nombre.

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16/12/2014, 23:39
Director

El agente Kifir responde a tus preguntas ignorando parcialmente la neutralidad diplomática que todo miembro de Tribunal debe mostrar en publico.

- La segunda torre es un misterio, aunque dicen que se trata de una gran maquina de adivinación. Tanto es así que muchos creen que es capaz de saber lo que ocurrirá, por eso ningún criminal tiene éxito en este lugar. Otros dicen que lo usa para enriquecerse aún mas. Yo creo que simplemente es un lugar de estudio y una demostración de que puede erigir sus propias construcciones sin tener que usar la torre de los antiguos.

La sede de Tribunal es una construcción sencilla, la decoración es escasa y todos los muebles son los indispensables.
Ademas de la gran mesa y el jardín ves una pequeña sala que parece preparada para entrevistas o interrogatorios.
Subes las escaleras y ves a través de una puerta las literas donde descansan los agentes locales. Apenas están separadas por finas cortinas y todas sus posesiones se encuentran en cofres cerrados a los pies de cada cama.
Otra puerta, también abierta, muestra el comedor y al fondo la cocina. Todo sobrio y austero.
La última planta contiene un largo pasillo con varias puertas a cada lado. Al fondo hay una puerta que claramente destaca por su ubicación, tras llamar y escuchar una voz que te invita a entrar pasas al despacho del Superior de Ciudad Eterna.

El despacho contiene una mesa y un par de sillas. La única decoración es una bandera en la pared con los colores de Tribunal.
El Superior, un hombre veterano con un par de cicatrices de lucha en el rostro y parte de la nariz seccionada y tapada con piel de animal, te identifica rápidamente como un agente y te invita a sentarte frente a él.

Tras presentarte pides opinión sobre tu posible papel en Ciudad Eterna y la necesidad o no de quedarte durante un tiempo.

- Las cosas por aquí están muy calmadas. Apenas tenemos trabajo en las afueras y no hay amenazas reales. Sería muy egoísta pedirle que se quedase en esta ciudad, realmente no necesito mas hombres. No obstante hay sitio si pese a todo desea quedarse. Como ya ha podido ver Ciudad Eterna es un sitio tranquilo, su rey aborta cualquier conato de crimen gracias a los ojos y oídos que tiene por todos los rincones. Suponemos que eso también se extiende a nosotros, pero las relaciones por el momento son buenas.

Al preguntar sobre las islas orientales el Superior hace un gesto que no logras identificar, parece que no le agradan exactamente.

- Si desea visitar Refugio del Mar o Gran Volcán puede que encuentre bastantes problemas. Me refiero a que hay mucho trabajo en esos lugares, no solo por los piratas que actúan por esos lugares, si no también por las bestias que habitan en las islas. Hace años que no visito esa zona, pero dudo que haya cambiado mucho.
En cuanto a Isla Negra o Nuevo Mundo, bueno, ni siquiera tenemos una sede de verdad en esos lugares. Enviamos representantes y trabajan allí como pueden. No espere una cama y una chimenea, desconozco las condiciones que han conseguido en este tiempo pero no han podido disponer de muchos recursos.

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11/01/2015, 19:44
Imon de Langralle

Imon traga saliva y levanta la vista hacia la pared. De repente, la bandera blanca y amarilla parece dispuesta a alzar el vuelo y a sepultarle con el abrazo de un gigante. 

-Vaya, no sé si son los mejores lugares para empezar. Desvía la mirada hacia el exterior, y luego hacia el rostro del Superior, pero por mucho que intente evitarlo, acaba mirando la pequeña tela que cubre el espacio que ocupaba su nariz. -¿Qué pasará cuándo estornude? El silencio de la estancia se le hace insoportable, acrecentado de alguna forma por el murmullo de las calles de la Ciudad Eterna.

Carraspea y baja la vista hasta sus manos cruzadas. -Señor Superior, me gustaría serle útil a la Ciudadela, pero no soy solo un guerrero, ni un explorador. Estoy mejor donde ando rodeado de gente, de música y de... Mujeres, doncellas, hermosas y jóvenes... De bullicio.

-¿Me daría algún consejo? Quizás si me dijera cómo empezó usted... Su ejemplo me sería útil.

-Salvo en la parte en que decidió emborracharse y un puerco le dejó sin cara, por todos los diablos.

Imon sonríe, con inocencia. 

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12/01/2015, 10:26
Director

El Superior hace una mueca que interpretas como una sonrisa. Se acomoda en su asiento y mira hacía la pared, rememorando lo que está a punto de contarte.

- ¿Mi ejemplo? Espero que lo tenga mas fácil que yo, mis comienzos fueron difíciles. Antes no teníamos opción de elegir, nos enviaban donde eramos necesarios para cubrir a un compañero caído o reforzar alguna posición comprometida. Yo empecé en el Cañón Rojo, me destinaron para combatir a los clanes locales. Me dijeron que había una veintena de agentes luchando contra ellos, cuando llegué apenas quedaban ocho. Formar a un agente lleva tiempo y dedicación, reclutar a un criminal solo requiere oro o la promesa de una buena recompensa. Siempre estaremos en inferioridad, pero por eso somos mejores y para eso nos han adiestrado. Mi consejo es que sobreviva, cuantos mas años viva mas servicio dará a Tribunal y mas útil será para todos. Deje que los héroes llenen los cementerios.

Abre un cajón y saca un pequeño mapa del continente. Señala un punto situado en un golfo de la península sur.

- Gran Mercado. El lugar mas amado y odiado por todo aquel que se dedique al comercio, una ciudad con riqueza y potencial que saca lo peor de las personas. Si quiere gente, música y bullicio allí podrá hartarse de todo eso. Las afueras son como las de cualquier ciudad, salteadores y ladrones, nada grande. Lo peor está dentro de los muros, comerciantes despiadados, nobles codiciosos y familias enteras conspirando contra sus vecinos. Si no quiere mancharse las botas de barro en algunas de las islas apuesto a que le agradará la vida cosmopolita de Gran Mercado. ¿Que le parece?

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19/01/2015, 00:34
Imon de Langralle

-Gran Mercado... Suena al típico lugar donde las ratas tienen el tamaño de perros hambrientos y donde la bolsa de dinero se esfuma tan rápido con el pestañeo de una ramera.

Imon sonríe con satisfacción. -Sí, me gusta. Creo que podría ser más útil allí que en un islote perdido de la mano de Tyr.

Asiente y cruza las manos sobre la mesa. -Gracias Superior. Quería aprovechar para preguntarle algo que me preocupa. En mitad del camino nos topamos con un insectoide y con un humano, si no tan grande como un úrsido sí con la inteligencia de medio úrsido, que reñían por haberse encontrado con una baratija, una superchería: apenas un anillito negro, sin valor alguno. Uno decía que lo había visto primero, el otro que lo había cogido él primero.

Frunce el ceño fruncido y mira con intensidad al Superior. -Pedían batirse en duelo para decidir quién tenía la razón. Yo pensé que era absurdo herirse por aquello, así que les conté una historia que se me ocurrió para... Mira al otro con cierta timidez y carraspea. -Para que vieran que la generosidad puede abrir puertas. 

Se reclina y suspira, ahora con las manos en el regazo. -El caso es que el insectoide aprovechó mi cháchara para coger el anillito, soltarle un tajo al osezno y largarse como si le estuviera persiguiendo una cucaracha gigante.

-¿Hice bien? ¿Debería haberles obligado a que me dieran aquello, haberles dado libertad? Se levanta y se coloca las manos detrás de la espalda. -Aún no he comenzado el viaje, pero de momento no he sido capaz ni de arreglar eso.

Una vez finalizada aquella conversación, tenía previsto pasear por la ciudad. Visitar el mercado, comprarse una pipa con buena cazoleta, tabaco de vainilla y aromas sureños, y pasar un par de noches por allí. No solo debía acostumbrarse a su nueva piel, sino que debía recuperar la soltura de su mirada en las posadas, y su oído para los detalles insignificantes que estaban ocultos por todas partes. No había ninguna prisa por viajar hacia el Sur, puesto que, por lo que al respectaba, su destino bien podría estar en cualquier parte, por mucho que de momento pensara ir hacia Gran Mercado.

Después de aquello, ya podía continuar el camino hacia la ciudad populosa.

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22/01/2015, 16:53
Director

Sin perder interés ni dejar de mirar el Superior escucha tu anécdota y posterior duda. Cuando preguntas cual es la decisión correcta el hombre apoya los codos sobre la mesa y une las manos tapando su boca, tras unos segundos recupera su posición inicial y responde.

- En ocasiones no hay una opción justa, no existe la posibilidad de hacer lo correcto porque la información es insuficiente o de dudosa credibilidad. A veces hay que realizar un mal menor para evitar un mal mayor. Se que hay agentes muy radicalizados cuya tolerancia es mínima y aplican su autoridad sin reparo alguno, del mismo modo hay miembros de Tribunal que son la bondad personificada y nunca harían nada que pudiese perjudicar a otros. Es, en parte, lo mejor y peor de nosotros. Debemos realizar nuestro trabajo, sabemos que somos jueces de aquellos lugares sin ley pese a la reticencia de muchos. Puedes elegir como hacer lo justo, si con la palabra o con la espada.

Viendo que no está respondiendo directamente a tu pregunta y comienza a divagar se levanta de la silla y se acerca a ti.

- En este caso en particular, donde el objeto en disputa no pertenecía a ninguno de los dos, hubiera sido prudente incautar el anillo con el fin de evitar prolongar el enfrentamiento. Como decía mi maestro: A veces la injusticia para todos es lo mas justo. Si uno de los dos hombres se lleva el anillo el otro lo perseguirá, se crearán dos criminales: Un ladrón y un asesino. Sin anillo solo serán dos personas mas que odiaran a Tribunal, algo a lo que estamos acostumbrados.

Te quedas con su solución, independientemente de compartirla o no, y abandonas el despacho para visitar la ciudad.
El mercado bulle, todos apuran las ventas y las compras antes del anochecer. Por suerte tu adquisición se realiza con rapidez, el puesto que te ha vendido la pipa no es el mas visitado precisamente.
Con algo que fumar paseas por la ciudad, Ciudad Eterna es un conjunto de barrios bajos apelotonados alrededor de opulentos edificios cuya función o propiedad desconoces. Es difícil levantar la mirada sin toparse con alguna de las torres, al caer la noche se iluminan perfectamente para dibujar su silueta y recortarla en el oscuro cielo.
Las versión nocturna de la ciudad ofrece calles vacías y tabernas llenas. En una de ellas conoces a un par de mercaderes procedentes de Gran Mercado, describen la ciudad como la cuna de las traiciones y las grandes familias. Hablan de dinastías de nobles que harán todo lo posible para mantener su estatus y de dos ciudades: El barrio noble y los bajos fondos. Cuando se cansan de criticar su ciudad natal te invitan a hospedarte en su casa si coincidís allí.
Sin embargo tu interés actual se centra en una de las camareras, una mujer joven con una larga melena negra como el carbón y un generoso escote al que asomarse. Pese a su interés inicial parece que prefiere ponértelo difícil, no te dejará llegar muy lejos por el momento.

Pese a que podrías marchar ya a tu próximo destino parece que todavía puedes aprender, y disfrutar, mas en este lugar. Si bien careces de obligaciones supones que no hay tanta urgencia como para viajar de inmediato.

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30/01/2015, 14:28
Imon de Langralle

El primer día ha pasado rápido en Ciudad Eterna. Así ocurre cuando los momentos son intensos e imprevistos. 

Imon se aferra con una mano a la mesa y con la otra casi abraza la cazoleta de la pipa. Es de factura sencilla pero cuidada. Apenas dos piezas de madera suave y dura perfectamente ensambladas que dejan respirar las hojas secas con suaves destellos de naranja vivo. Suspira y casi sonríe. 

Sus ojos se posan, sin quererlo, en el delicado y cálido valle de aquel escote. Entonces se atraganta, y nota como el humo, antes delicioso, adquiere la consistencia de un arañazo en lo más profundo de su garganta. -Mal rayo me parta. Desde que ha entrado en aquella posada, no ha podido evitar estar pendiente de aquella camarera. 

Se recompone. Está a punto de pedir una habitación para pasar la noche y descansar su cuerpo entumecido. Ha caminado mucho y ha visto tantas cosas con sus ojos azulados, que no se le ocurre mayor placer en toda Ciudad Eterna que el de pegar su cara a una suave y mullida almohada...

Bueno, se le ocurre otro. Así que levanta la mano y con una sonrisilla ladeada, llama a la camarera. 

-Señorita. Ha sido un día largo y nada me vendría mejor que un postre dulce y reconfortante. Mira los ojos de la mujer e intenta captar su color, con deleite, casi con descaro. -¿Qué podría ser?

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02/02/2015, 20:17
Director

El azul de los ojos de la mujer resalta aún mas debido a la oscuridad de su cabello y al tono tostado de su piel. Si no fuese camarera podría pasar perfectamente por marinera, o incluso por una audaz pirata viendo la forma en que contonea su cuerpo al caminar.

La camarera capta tus intenciones y decide participar en tu juego. Se apoya en tu mesa desafiándote a que mires a sus ojos mientras su postura muestra aún mas parte de sus pechos.
Es un físico envidiable para una camarera, puede que te hayas acostumbrado a taberneras mas entradas en carne o sencillamente la edad de las mismas no te haya provocado fijarte en su cuerpo.

- ¿Un postre? - se gira hacia la barra al tiempo que se levanta, terminando así con el duelo - Hoy han llegado unas exquisitas fresas, han viajado mas que muchas personas para estar aquí. Si el salario de un Agente de Tribunal puede permitirlo es la mejor elección sin duda.

Te percatas de que no eres el único que observa a la camarera. Algunos no ocultan su descaro y apuestas lo que sus mentes ebrias están pensando.
Ella espera tu respuesta, erguida y con las manos en jarras. Su sonrisa denota orgullo y algo de diversión.

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04/02/2015, 01:21
Imon de Langralle

Las tabernas suelen tener tres cosas en común, de Costa Roca a Temblor. Y estas son: las ratas cocineras, las cucarachas atletas y los paisanos tirados en las mesas del fondo con las babas colgando. Pero entre esas tres cosas no están las camareras exquisitamente hermosas. Por lo que Imon ha visto, las posaderas se pueden clasificar en distintas categorías en función de su nivel de carne. Cuanto más gelatinosa y rellena sea una camarera, más fácil tiende a ser su sonrisa. Por el contrario, las que son medianamente delgadas, suelen caminar muy rápido entre las mesas y llevar el ceño fruncido encima de las jarras y las fuentes rebosantes. Quizás para esquivar los pellizcos y los piropos balbuceantes. Aunque bueno, los cierto es que no siempre es así. Hay categorías anómalas, como las de las infames posaderas gordas y melladas, con aliento de ogro y modales de úrsido de las cumbres. Pero no es esta digresión, cuajada en momentos de lucidez etílica, o de aburrimiento soberano en las malas noches, lo que ocupa el pensamiento de Imon en estos momentos. 

Cuando la camarera termina de hacerle la oferta de las fresas, Imon sonríe y se echa para atrás en la silla. Parece estar sopesando si quedarse o no con la fruta.

Pero lo que ocurre es que, por un momento, los nombres que tanto le atraían esta mañana, Gran Volcán, Isla de los Dragones, Refugio del Mar, se pasean por su cabeza. En medio de la niebla del tabaco de vainilla, se imagina las blancas velas, los cascos estilizados y las caras sonrientes y tostadas de los piratas. 

Quizás sea su noche de suerte y se haya topado con una marinera, una actriz o una antigua bailarina. Pero también puede ser que se trate de una pirata y que quiera desplumarle.

-¡Bah! El dinero solo es dinero. El tiempo que ha pasado en la Ciudadela ha cuadriculado su mente, y le ha hecho ligeramente más cauteloso. Pero ese "ligeramente" no hace una gran suma:

-Fresas... Quizás sea mi noche de suerte.  Apoya los codos sobre la mesa y se acerca un poco a la camarera. Baja la voz y confiesa, con una sonrisa que dice todo lo contrario: -Conozco algunos trucos para jugar con ellas. 

Como si hubiera tomado una decisión, se levanta de la silla y apoya una mano en la mesa. Parece dispuesto a subir las escaleras. -Supongo que me podré tomar un postre tan delicioso como ese en mi habitación y mientras me doy un baño caliente...

Notas de juego

Si el baño es un concepto más reservado a reyes, déjalo en que supone que se podrá comer el postre en la habitación.