Partida Rol por web

Precariedad

.Jueves 25 Abril 1996

Cargando editor
Cargando editor
02/02/2010, 20:28
Aleksandar Tasic

Punto 1: El Vectra tiene aire acondicionado, climatizador o como se llame. El caso es que si lo pones al 4 y giras la rueda hasta la señal roja, consigues que tus pelotas no parezcan dos uvas pasas. Dadas las circunstancias, con esa lluvia que torna en nieve a medida que subo, estar calentito es algo digno de valorar como merece.

Punto 2: No soy un taxista. Tampoco soy el buen samaritano. Soy un poli. Un poli con un caso color marrón oscuro que va a trabajar como sabe: rápido y sin adornos.

Punto 3: Cualquier distracción choca frontalmente con la naturaleza del asunto. Todavía me duele el culo de la patada que me dió Petrovic. Punterazo directo y seco, sin zarandajas.

Punto 4: Según el mapa, esta carreterilla parece la raíz de un ciprés. Probablemente a la chica no le venga bien mi itinerario.

Punto 5: Sí, la nieve bloquea el paso del autobús. Pero tampoco parece un obstáculo insalvable. No es nada que una buena pala no pueda quitar. Seguro que el conductor lleva algo.

Punto...

Bah!. Reconócelo, Alek. Son sólo excusas. Lo que de verdad te echa para atrás es la compañía. Qué decir, de qué hablar. Es tan...estresante.

Apago el radiocassette y reduzco. Miro hacia delante, meto segunda y, despacio, trato de no quedarme tirado.

Notas de juego

En la medida de lo posible, Tasic se fijará en los rostros de los ocupantes del autobús..., apartando la vista rapidamente su alguno de ellos le devuelve la mirada.

Cargando editor
04/02/2010, 01:06
Ywen Roth

“He planificado el viaje para que todo resulte sencillo…” Esas habían sido las palabras exactas de su jefe, llenas de la autosuficiencia que le caracterizaba. Si en aquellos precisos momentos lo hubiera tenido delante, Ywen no habría podido evitar soltar una carcajada. De hecho, sonrió, a pesar del cansancio, del mal tiempo y de que acababan de anunciarle que su trayecto terminaba allí, al menos hablando en términos de avanzar, ya que el conductor no parecía dispuesto a seguir con su recorrido habitual bajo aquella ventisca. Cuestión que entendía a la perfección, más aún cuando aquella “cafetera” no estaba preparada para dar mucho más de sí.

Respiró hondo, intentando hacer memoria de en qué momento exacto había pensado que aquel viaje le convenía. ¿Cómo diantres había podido llegar a imaginar que meterse en plena Serbia en los tiempos que corrían y con aquel anunciado temporal de nieve podía venirle bien a nadie? “No”, esa era la maldita respuesta de dos letras que debiera haber empleado cuarenta y ocho horas atrás, pero no, ella tenía que echarle un vistazo a esas obras de arte, ¿cómo podía perderse algo semejante? Se levantó de su asiento, como única pasajera restante en aquel autobús maltrecho por el paso del tiempo, y se acercó al conductor para acabar respondiéndole en un serbio de marcado acento británico: -¿Podría hacerme el favor entonces de dejarme en la población anterior?... - Esperaba que sí, aunque eso implicara esperar varios días a que amainara el temporal y pudieran venir a recogerla desde Dacijaj. Varios días… puso los ojos en blanco y resopló. No podía ser, no disponía de tanto tiempo.

Justo entonces, se percató de que en medio de la carretera, junto a ellos, acababa de frenar un vehículo, observó al conductor del mismo sin poder comprobar a ciencia cierta desde su posición si iba acompañado o no, pero aún así eso no le supuso ningún obstáculo, porque de repente todo su ser acababa de llenarse de determinación, de manera que sin pensárselo dos veces solicitó al conductor que abriera la puerta del autobús y descendió con bastante premura, ya que le daba la impresión de que aquel tipo del automóvil estaba a punto de iniciar su andadura de nuevo. El frío la golpeó sin piedad nada más acceder a su dimensión dominante y los hombros de la mujer se sacudieron de inmediato.

¡Disculpe!… - Se aproximó con rapidez al cercano opel vectra. El vaho procedente de su boca se perdía en aquel aire gélido, que se empeñaba en envolverla por encima del grueso abrigo que portaba, mientras se percataba de que tendría que esforzarse un poco más, no en vano, el vehículo parecía estar dispuesto a retomar su marcha - ¡Disculpe!... – Repitió en un serbio descafeinado junto a la ventanilla del mismo, elevando el tono de voz para hacerse oír mejor y haciendo señales con la mano diestra para centrar su atención - ¿Va rumbo a Dacijaj?... – No dijo más de momento, no tenía mucho sentido darle conversación a un coche que parecía estar emprendiendo el movimiento, aunque éste fuera tremendamente lento, de manera que esperó a ver si la persona que lo manejaba, frenaba de nuevo, dándole la oportunidad de terminar de explicarse, y mientras tanto cruzó los brazos por delante del cuerpo, ya que allí plantada delante del automóvil, aún con el gorro de lana, empezaba a no sentir las orejas.

…Y de pronto se estremeció de arriba abajo, preguntándose si en verdad el frío no le habría congelado el cerebro, haciéndole perder el juicio, ¿estaba pensando en subirse al coche de un desconocido bajo aquella nevada en un país en pleno conflicto?... La verdad era que, entre otras muchas cosas que se le empezaron a pasar por la cabeza, ya no tenía edad para hacer autostop. No obstante, exteriormente su rostro ni se inmutó y sus pies no se movieron ni un ápice.

Cargando editor
05/02/2010, 13:24
Aleksandar Tasic

Pues resulta que me han pillado. La chica ha andado rápida,...porque yo ya me iba. Y, además, sin ningún tipo de cargo de conciencia. Tampoco sería el fin del mundo para ellos: una radio, un coche cuyo conductor sea mejor persona que yo, un poco de ejercicio pala en mano...
Opciones hay, pero yo soy la más rápida y la más cómoda.

- Xoctna Kypba Mampe !!!- pienso para mis adentros, lo que en inglés vendría a traducirse como "me cago en mi puta madre". El vituperio se me viene a la boca y se lo susurro a la ventanilla mientras la chica se acerca. Apuesto a que aún no puede distinguir mi cara, pero me sorprendo a mí mismo pisando freno, colocando punto muerto en la palanca de cambios y dibujando una sonrisa hipócrita en la cara. Ya no hay remedio, pero ni por todo el oro del mundo voy a bajarme del coche.

Bufo una maldición muy similar (en contenido y volumen) a la anterior mientras me desabrocho el cinturón de seguridad. Me inclino un poco hacia la ventanilla y allí está: parecía más joven desde lejos. Aterida de frío, de rasgos delicados, puntita de la nariz colorada y cabellos rubios que escapan del gorro de lana. Su acento es un atentado a la Gran Madre Serbia. Raro. Muy raro.

Y más raro todavía cuando pronuncia Dacijaj. Mucho interés, mucha voluntad y muchas agallas debe tener un angelito para meterse solo en la caldera del infierno. Las casualidades no existen. Al menos no una tan descarada.

- ¿Dac...- si quiero que me entienda debo subir un poco más la voz.- Ha dicho Dacijaj, ¿verdad?.

El coche huele a tabaco que apesta. Tengo el cenicero hasta arriba de colillas y el ambientador con forma de pino colgado del espejo está de adorno: la fragancia debió agotarse allá por el 94.

- Suba. Me pilla de camino.

No sabe la muchacha, con esa carita que tiene, dónde se ha metido. Y no me refiero a mi coche, no es eso. ¿De dónde es?. He visto a docenas como ella - quizá no tan guapas - con unas ganas locas de llevarse el Pulitzer. No les suele hacer falta el billete de vuelta.

- El maletero está abierto.- apunto tratando de parecer simpático. Que se las arregle ella con el conductor del autobús.

Notas de juego

Al lado del asiento del conductor hay una palanquita que abre el portamaletas. Tasic la acciona y se queda dentro, ventanillas subidas y seguro puesto ( sólo abrirá cuando la chica esté lista para entrar). Asumo también que ha puesto las cadenas en las ruedas.

Cargando editor
07/02/2010, 16:03
Ywen Roth

¿Le había respondido que subiera? Sí, eso parecía, o al menos eso era lo que había creído entender, una comprensión que con el serbio nunca podía dar por garantizada al cien por cien. ¿El maletero? ¡Oh sí, las maletas!... Asintió tras las palabras del hombre en cuestión, cuyo rostro enfrentaba a través de la ventanilla del conductor. Sin embargo, no se movió de manera inmediata, sino que siguió allí plantada unos segundos más, mientras ladeaba suavemente la cabeza hacia la derecha y lentamente una sonrisa se trazaba de forma abierta en su rostro, borrando la expresión habitual de distanciamiento o seriedad que solían revestirlo normalmente. Si algo quedó claro en consecuencia, fue que no había nada en aquel gesto que no fuera auténtico.

Simultáneamente, aquella mujer de apariencia frágil trataba de hacerse una idea del tipo de persona que podría hallarse al otro lado del cristal, aunque ciertamente así a primera vista bien poco se pudiera concluir de nadie. No se fijó excesivamente en sus rasgos, ni en sus palabras, que conformaban una actuación que se podría considerar correcta de acuerdo a las circunstancias, sino que se centró en sus ojos, cuya mirada se empeñó en sostener. En ella se reflejaba cierto matiz de incomodidad, o a lo mejor confusión, probablemente motivado por lo inesperado del acercamiento. Para entonces la sonrisa iniciada unos segundos atrás ya se había terminado de dibujar en su rostro, justo a tiempo para acompañar a lo que sentía en aquellos precisos instantes:

- ¡Gracias!… - Dijo todavía a voz alzada. ¿Un golpe de suerte? De ser así, no estaba en absoluto acostumbrada, ya que a lo largo de su vida no había tenido el gusto de intimar con ella, o tal vez fuera demasiado pronto para alegrarse. ¡Quién podía saberlo! Le pareció que el tipo no tenía pinta de asesino en serie, claro que tampoco los que lo eran lo reflejaban, sino no encontrarían el modo de conseguir víctimas. Le habían asegurado que Dacijaj y su entorno eran relativamente seguros, aunque en un país en conflicto en realidad nada lo fuera. – ¡Déme un minuto, por favor!… - Acompañó la petición con un dedo alzado de la mano diestra, cubierto por unos guantes oscuros que, a pesar de intentarlo afanosamente, no lograban infundir calor a sus manos.

Se giró con rapidez, no era cuestión encima de hacerle esperar, regresó al autobús y, tras despedirse del conductor educadamente, recogió un par de bolsas de viaje no muy grandes, con las que retornó hasta la parte posterior del Opel vectra. Uno de aquellos bultos lo llevaba a la espalda y en verdad conseguía curvar su cuerpo ligeramente hacia el frente, aunque la mujer parecía completamente acostumbrada a ello, y el otro lo portaba en la mano, resultando obviamente bastante más ligero, ya que lo balanceaba suavemente de adelante hacia atrás. Abrió el maletero y soltó el bolso de mano en su interior sin miramientos, mientras que con sumo cuidado retiraba el otro de sus hombros y lo colocaba atentamente. Después lo cerró, dio la vuelta al coche y apareció en la ventana del “copiloto”, asiendo la manilla de la puerta y tirando de ella para acabar comprobando que de momento no se abría. Imagínate que justamente ahora se las pira… pensó, pero no le dio más importancia. Llegado el caso, se podía llevar sus cosas, pero allí en pie aún le restaría la más importante entre ellas, la vida.

Mientras esperaba que se le permitiera el acceso, manilla en mano y estremecida por la ventisca, echó un vistazo al entorno, casi esperando encontrar “La Urraca” del óleo invernal de Monet posada sobre una valla de separación de fincas. Nieve, tonos blanquecinos, árboles, una granja, chimeneas, un valle, reflejos de luz procedentes de un sol bajo… La realidad como siempre superaba al arte, desprendiéndose de su magia y ganando así crueldad. Frío, allí tan solo hacía frío.

Cargando editor
09/02/2010, 11:26
Aleksandar Tasic

Comisuras de la boca hacia abajo, labio inferior ligeramente hacia delante y superior alzado, mostrando parte de la encía y una fila de dientes cuya disposición es -cuando menos- errática. Es la herencia de mi padre, que a su vez recibió de mi abuelo: la sonrisa de los Tasic. Una mueca que la gente encuentra, por regla general, ciertamente desagradable. Inevitable para mí. Vá en mis genes.

- Lo siento. Creí...creí que estaba abierto...- al bajar la palanquita me percato de lo absurdo de tener estos guantes de lana con los dedos cortados. El plástico del coche está helado.

Goran siempre fué el más guapo de los tres. Cuando él sonreía, lo hacía sin rastro de aquella maldita dote paterna. Dientes blancos, bien alineados. Labios carnosos de los que dieron buena cuenta los gusanos.

Sin embargo, tanto a Jasna como a mí se nos posó el cuervo negro del ADN y empleamos esa sonrisa cuando marca el Estrella Roja en el descuento, cuando abrimos el sobre de la nómina, cuando saludamos a ese viejo conocido que no vemos desde hace siglos y nos dice "joder, Alek. Tienes mala cara",...o cuando recogemos a una atractiva mujer en mitad de la nada, a medio camino de todo, y lo que para cualquiera sería un boleto premiado de lotería...para tí es un engorro.

- Hace frío, ¿eh?.

...

Bien, Alek. Brillantísimo. En un páramo helado donde los lobos blancos fallecen de hipotermia...se te afiló el ingenio. Supéralo, hombre de Dios: no tienes por qué caerle bien a todo el mundo, no tienes por qué parecer un buen tipo.

- No parece buen día para salir de excursión.

Sin comentarios. Sigue así y te tomará por asesino psicópata: se bajará en el primer pueblo con la excusa de ir a por tabaco. Con razón. Así que relájate un poco, ¿quieres?,...porque se sube al coche algo que puede acelerar las gestiones. Una fuente de información. Ella no va a Dacijaj a sacarle fotos a la iglesia del pueblo. Tiene algo que ver con todo esto, lo sabes bien. ¿Hasta qué punto?. ¿De qué manera?.

Cuanto antes empieces, antes terminas.

Cargando editor
09/02/2010, 12:05
Aleksandar Tasic

Notas de juego

Tasic habla un perfecto serbio.

Cargando editor
10/02/2010, 11:40
Ywen Roth

Había llegado el tan ansiado momento de… subirse al coche en cuestión, así que decidió no pararse a sopesar los pros y los contras de nuevo, debido principalmente a que todo lo que había en ella de sentido común, rasgo que abarcaba un tanto por ciento muy elevado de su persona, le hubiera aconsejado a gritos que no hiciera algo semejante. De manera que se sentó con rapidez dentro del vehículo y cerró la puerta tras de sí, huyendo simultáneamente de las bajas temperaturas y de la incertidumbre.

¡Pero… por dios! ¿A qué huele aquí dentro?... Esa fue la primera duda que la asaltó una vez en el interior del vehículo y que no duró mucho sin resolver, ya que fue solventada de inmediato. A tabaco, allí dentro olía a humo y a ceniza acumulados hasta tal punto que cualquiera hubiera podido creerse que se había llevado a cabo una incineración. Eso sí, ni siquiera se permitió el lujo de fruncir ligeramente la nariz, la educación ante todo, aquel individuo había tenido la deferencia de recogerla en medio de una ventisca, impasibilidad y tranquilidad… flema inglesa, aunque se ahogara.

Acto seguido, se ajustó el cinturón y echó la cabeza hacia atrás dejándola descansar relajadamente sobre el reposacabezas, mientras escuchaba a aquel tipo hablando inicialmente sobre el tiempo en la típica conversación propia del ascensor, de manera que cordialmente le siguió la corriente: – Si le digo la verdad, en Londres he dejado exactamente el mismo tiempo… - ¿Sería precisamente por ese tipo de charla insulsa que odiaba tanto tener compañía en los ascensores? Hasta ahora no se lo había planteado, pero intuyó que así era. Inmediatamente se arrepintió, había otra cosa que odiaba aun más que hablar por hablar y era concretamente hablar de sí misma. Cerró los ojos con el rostro girado hacia el techo del automóvil, encontrando de esa forma unos segundos de distensión que inevitablemente motivaron sus siguientes palabras – ¡Lo que daría por una taza de té!... - Y se permitió fantasear por unos instantes, imaginando sus manos templándose con el calor emitido por el envase, recreando su olor.

Justo entonces, escuchó la última frase del sujeto que la acompañaba y le encaró de inmediato en un movimiento que, pese a todo, resultó calmado y lo hizo sin alzar la testa ni un milímetro del reposacabezas. Era curioso, desde aquella posición y visto en diagonal el pelo de aquel hombre parecía el resultado de haber metido los dedos en un enchufe: Sí… Achicó ligeramente los ojos preguntándose a qué se dedicaría. No se hallaban en un enclave que estuviese pasando por su mejor momento, ni eran tiempos fáciles para las personas que vivían por aquellas tierras.

- Es cierto… - meneó ligeramente la cabeza en un gesto de marcada ironía que acompañó como anillo al dedo a sus siguientes palabras - yo diría que ninguno de los dos estamos aquí de excursión… - no había ni un solo coche más en toda la calzada. Estaba claro que uno no se metía en semejante ventisca atmosférica y política a no ser que no le quedase otro remedio. Las razones podían ser de carácter situacional, personal, laboral… pero haberlas, fijo que las había para ambos, aunque él por añadidura viviera allí – Estoy aquí por motivos de trabajo… - Separó la cabeza de su lugar de apoyo y alzó la vista al frente. No, no se sentía en absoluto cómoda hablando de sí misma, pero mantener un diálogo con aquel hombre bajo los términos que fueran era una cuestión de cortesía. De hecho, se dio cuenta de que no se había presentado a sí misma, algo francamente descortés, así que añadió – Por cierto… me llamo Ywen… – En realidad seguramente le daba igual, pero si iba a mantener una conversación con aquel tipo que fuera más allá del tiempo atmosférico, habría que empezar por el principio.

Notas de juego

;)

Cargando editor
11/02/2010, 09:15
Director

Tasic tenía el don de saber fijarse en las personas, sabía donde fijarse, y que cosas podían resultarle de utilidad, con los años lo había convertido en un hábito, y en multitud de ocasiones, le había dado gran ventaja al “enfrentarse” a esa persona.

Un leve aroma a perfume se esparció por el interior del coche a pesar del olor a tábaco, que Tasic lo tenía tan olfeteado que ya casi no lo notaba. Era algo suave y discreto, pero elegante, muy a juego con la ropa que vestía la mujer que se había sentado junto a él.

Abrigo insuficiente para tanto frío, de color oscuro, lo mismo que sus zapatos y los pantalones que apenas se entrevían. Desde luego no estaban comprados en la boutique que había enfrente de la comisaría, probablemente valieran más que el vectra que conducía. Sus manos estaban cubiertas con los guantes de lana, y eran, junto con el gorro, lo que más desentonaba con el aspecto general de la chica que se acababa de presentar como Ywen.

No había mucho más destacable, acaso su belleza, un rostro que, a pesar de estar alejado de la juventud, seguía siendo francamente hermoso, aunque para darse cuenta de eso no había que ser ningún lince.

 

- Tiradas (1)
Cargando editor
11/02/2010, 11:32
Aleksandar Tasic

- Alek...- digo con las dos manos en tres menos cuarto sobre el volante. Vuelve la sonrisa Tasic y la cabeza asiente. La cabeza, porque los ojos y el olfato no están es esos menesteres: deformación profesional, supongo.-..., y se equivoca: yo sí vengo de "excursión".

Abandono las tres menos cuarto para simular unas comillas con índice y corazón de ambas manos. Ahora soy verdaderamente consciente del pestazo a tabaco que lleva el coche: ya se sabe que uno se adapta a todo, y ese olor tóxico resultaba tan familiar en el Vectra que sólo se hacía evidente al venir de fuera...o, como era el caso, cuando un aroma radicalmente distinto entraba en liza.
Ese perfume y esa indumentaria huele a...¿cómo decirlo?...a distinción. Encuentro divertido el hacer cábalas, teorizar sobre alguien a partir de su aspecto, de la calidad de sus ropas, de la tonalidad de su piel, de sus manos (una lástima que los guantes no me dejen verlas), del acento, la postura, el diálogo gestual. Tan ameno me resulta el proceso como útiles pueden llegar a ser las conclusiones, porque más de una vez le han salvado el pellejo a este humilde analista este tipo de conjeturas.

De todas manera, hay que reparar en los "gastos" durante el examen. Tampoco se trata de observar con descaro. No hace falta: el primer vistazo me cuenta sobre ella mucho más de lo dicen sus palabras.

- ¿Qué hay del conductor del autobús? .- pregunto como si me importase, señalando en dirección al pobre desgraciado con el mentón. Inmediatamente me encojo de hombros y me ajusto el cinturón de seguridad.- Estará bien. Daremos parte.

¿Daremos parte?. Goran decía que nuestro oficio no es uno trabajo, sino una actitud ante la vida: él se habría ocupado de ese tipo. Quizá por eso, por esa actitud ante la vida, yo estoy vivo y él está muerto.

- ¿Lista?.

Suelto freno de mano y meto primera, despacio. Entre las maletas y la nueva pasajera hemos retado a la buenaventura: veremos a ver si no quedamos encallados en el cúmulo de nieve. De todas formas tampoco la sobrecarga es excesiva. ¿De qué IMC estamos hablando?. ¿20?. ¿21?. No más de 22 en cualquier caso.
El último bulto que llevé en el asiento del copiloto fué Jelena, del departamento de documentación. Eso sí que era un buen fardo: piernas como pivotes de carretera invertidos, pecho generoso y papada incipiente. Guapa de cara - aunque no resiste la comparación con mi actual pasajera- y mucho pelo, eso era lo peor. Aún así me gustaba. Detesto la anorexia en una mujer...

..., aunque a veces, como es el caso - y a diferencia del anterior-, no hay que soltar lastre para seguir avanzando. Eso espero al menos.

- ¿Qué le trae por mi país?.

Cargando editor
13/02/2010, 10:09
Ywen Roth

De “excursión”, ¿estaba allí de paso? Eso fue lo que para bien o para mal Ywen dedujo de lo que Alek respondió y gesticuló, claro que la comprensión o percepción de dobles sentidos podía llegar a ser francamente confusa en un idioma que no se dominaba a la perfección, de manera que sin darle mayor importancia continuó sumándose a la conversación.

- Él… bueno… - ahora se refería de manera confusa al conductor del autobús, mientras simultáneamente fruncía ligeramente el ceño – espero que no tenga problemas… - No había pensado en ello y ahora se encontraba a sí misma deseando que aquel hombre no los tuviera. Sus cejas regresaron entonces a la posición inicial, sólo que ligeramente alzadas, como si las hubieran tomado por sorpresa – supongo que regresará por la ruta fijada y la verdad es que no los hemos tenido hasta llegar a esta zona… - Aunque para aquellas alturas la mente de la mujer ya estaba dándole vueltas a otro tema bien distinto…

[Lo sentimos, no podemos hacer más…

“Daremos parte”, eso acababa de anunciar Alek y aquellas dos palabras se le habían quedado atragantadas en el gaznate, a pesar de que físicamente su testa estuviera asintiendo de manera retórica a la cuestión de si estaba lista. Daremos parte… Sí, estaba lista, lista y enredada en dos simples términos: “Dar parte”, aquel infinitivo implicaba una acción que precisamente ella conocía muy bien. No tenía ni idea de a quién quería “dar parte” su acompañante, probablemente a la compañía de autobuses o a aquellos que estuvieran esperando su medio de transporte en la siguiente parada, pero en el pasado de Ywen aquella expresión había ido lamentablemente acompañada al otro extremo de la ecuación por la policía. Alzó la vista ipso facto, mientras su mirada atravesaba literalmente el cristal para golpearse directamente contra la nieve y durante unos breves instantes se pudo ver a Ywen Roth al desnudo, aunque en realidad estuviera tapada hasta las orejas.

De hecho, todo aquello obtuvo una respuesta en su comportamiento claramente visible en el azul de unos ojos habitualmente de expresión controlada, que de pronto se habían transformado en un libro abierto de hojas ásperas al tacto que dejaba entrever a alguien interiormente vulnerable, o quizás no, quizás fuera más correcto utilizar el término vulnerado. Sí, esa expresión era mucho más exacta, ya que aquella mujer no era fácilmente quebrantable, pero sí que había vivido en ocasiones quebrantada. A través de la grieta que se trazó en aquel instante no se atisbó algo fuera de lo común, sino un sentimiento afín que unía el sentir de muchas personas… la melancolía. Ese estado que transformaba la tristeza en una gruesa soga, encargada internamente de anudar un hueso a otro, y que provocaba en ocasiones de flojera que se le quebrara a uno el alma. Se preguntó por qué le resultaba entonces tan seductora al ser humano, cuál era el motivo que nos hacía fijarnos detenida e inevitablemente en aquellos que la destilaban y, por encima de todo, la razón exacta por la cual su definición era tan sumamente abstracta cuando en realidad su manifestación resultaba tan dolorosamente tangible.

Eran diversas las ocasiones en las que había acudido a dar parte a la policía a lo largo de su vida, algunas de ellas le habían resultado humillantes, no por el trato recibido, sino por su propia situación, y jamás se había sentido protegida por la, en su caso concreto, designada autoridad competente. Ni por la institución en sí misma, ni por sus miembros de a pie. Tenemos las manos atadas… lo que en consecuencia había conllevado implícitamente que a ella en su tesitura concreta no le habían servido para nada, o así lo sentía ella. Ni amparada por las leyes, ni preservada por aquellos que debían legitimarlas.

Lo sentimos, no podemos hacer más…]

Respiró hondo, recuperando su compostura habitual, se giró de nuevo hacia Alek y respondió a la pregunta que había quedado en el aire: - El estudio de sus obras de arte… - Eso era lo que la había traído a su país – A eso es a lo que me dedico… - Una sonrisa más bien fugaz apareció en su rostro. Acto seguido, se fijó con más detenimiento en su acompañante, con bastante más profundidad de lo que lo había hecho hasta entonces, pero no de una manera que le hiciera sentirse incómodo, la forma en que Ywen observaba el entorno nunca era ruda o desconsiderada, aunque no pudiera evitar ser atenta y detallista, y no sucedió precisamente entonces por nada en especial, sino porque sencillamente en aquel instante se habían aunado al fin momento y oportunidad - ¿Y usted… a qué se dedica, Alek?

Cargando editor
15/02/2010, 15:43
Aleksandar Tasic

- ¿Yo?...

A decir verdad, me siento gratamente sorprendido y aliviado. Había pensado en una molesta conversación sobre el tiempo, con incómodas pausas infinitas. Que si menudo frío que hace, que si tengo los labios resecos, que si en verano el paisaje es radicalmente distinto,...una basura. El silencio y la soledad están muy infravalorados.

- ¿Sabe una cosa, Iwen?. Iba a contarle un embuste. Tenía pensado decirle a usted que mi padre es natural de Dacijaj y que, durante mis bien merecidas vacaciones, he decidido echar un vistazo al pueblo antes de que no quede nada que ver.

El Vectra se está portando bien. El montículo de nieve queda atrás y yo sigo con la vista al frente, frunciendo el ceño como si el entornar los ojos me permitiese ver mejor la carretera. ¿Profesora de arte?, ¿filántropa?, ¿redactora de la revista "Óleo y Mármol"?. Dá lo mismo, independientemente de lo que diga su perfume delicado o sus ropas caras (con excepción del gorro y los humildes guantes, sin duda improvisados). Quizá, con un poco de suerte, ella sepa algo útil para cuando las cosas se tuerzan. Que se torcerán.

-...y sepa usted que en parte es cierto.

Puede que sea una mala persona, pero me excita encontrar síntomas de vulnerabilidad en la gente. De vez en cuando, ante un estímulo o con sólo pronunciar una palabra clave, las personas tragan saliva, se encogen y dejan al aire un fisura de fragilidad. Y ahí precisamente es donde alguien como yo sabe meter los dedos: debo decir que lo hago sin reparos y, admito, cierta satisfacción.

- Soy policía.

Calculo que el autobús debe andar varado kilómetro y medio atrás. Reduzco y sitúo el coche al lado derecho de la calzada hasta parar. Pongo los warning y giro la cabeza hacia mi acompañante. La sonrisa muestra la encía y el tono nasal de mi voz maltrata ahora el inglés.

- También soy extremadamente pertinaz, ya se lo adelanto. Así que, dadas las circunstanias, tenemos dos formas de hacer esto. Una, usted responde a mis preguntas de camino a Daijaj,...y si me satisface lo que diga dejaré que eche un vistazo. ¿Me permite?...

Alargo el brazo, con cuidado de no pasar cerca de sus piernas, y abro la guantera. De ella extraigo mi cartera con la acreditación y la placa que muestro sin pudor antes de introducirla en el bolsillo derecho del pantalón.

Volviendo la vista al frente, reanudo la marcha.

- La segunda opción es la aquella en la que usted miente. Sabré cuando lo haga, puede estar segura. En ese caso verá usted la colección de Misimovic en fotos. Estoy convencido de que ha oído ese nombre antes.- advierto mirándola de nuevo un instante para, al momento, devolver los ojos a la carretera.- Y, por favor, sepa disculpar mi rudeza,

...pero por aquí tenemos bastante experiencia soportando extranjeros iluminados metiendo las narices en nuestros asuntos.

Todo ello con la mejor de mis desagradables sonrisas y la cortesía que merece tan distinguida señora. Al fin y al cabo no soy un animal.

Cargando editor
15/02/2010, 17:33
Director

Soy policia

La mente de Ywen reaccionó con rapidez, aquel bulto que habia visto al introducir las maletas era lo que parecía, un chaleco antibalas, el moderno botiquín que había junto a él, apenas los había tenido antes sus ojos unos instantes, pero hasta ahora no se había parado a pensar lo que eran. Cuando abrió la guantera, la doctora alcanzó a ver también un pistola, no se había molestado mucho en ocultársela.

Ropa funcional, aunque limpia, gestos estudiados, saltaba a la vista que aquel hombre no era ningún novato dentro del cuerpo, y como afirmación para este hecho, se daba la circunstancia de que viajaba solo, algo ciertamente inusual dentro de la policía, por lo menos de la londinense.

- Tiradas (1)
Cargando editor
16/02/2010, 15:53
Ywen Roth

¡No, si al final va a resultar que me he subido al coche de un soplapollas!... ¡Vaya suerte la suya! Eso fue lo primero que pensó y no precisamente porque aquel tipo fuera policía, ni mucho menos, sino por otra razón bien distinta… allí estaba el tal Alek, dando por sentadas cuestiones y generalizando sobre asuntos que en realidad desconocía, con un despotismo característico en ocasiones de aquellos que ostentaban cierto poder. Su interlocutor, que vestía de manera sencilla y pulcra, no paraba de utilizar constantemente esos ademanes meditados propios de alguien que gozaba de amplia experiencia en las fuerzas del orden. A lo que habría que añadir además que viajaba solo, algo curioso que bien podía implicar su veteranía o sencillamente que su superior pensaba que con enviarlo a él bastaba.

Ni un solo gesto reconocible se reflejó en el rostro hierático de la mujer que, no obstante, no apartó los ojos de su acompañante ni un solo segundo, mientras éste le soltaba toda aquella perorata acerca de las dos supuestas opciones que le quedaban, aunque ciertamente en aquellos instantes a Ywen lo que menos le importaba era que Alek la “castigase” sin ver la colección de obras de arte del señor Misimovic. ¿A qué se pensaría exactamente aquel individuo que había venido ella hasta allí? ¿A realizar un reportaje? ¿A “lucirse”? ¿O quizás a hacer recuento de objetos de arte como si fueran ovejas en una noche de mal dormir? Tan perpleja estaba tras las palabras del hombre que ni siquiera le prestó la más mínima atención a sus credenciales. Eso sí, en lo que no pudo evitar fijarse fue en la pistola que éste no recogió de la guantera.

Algo que sí se podía llegar a afirmar después de soportar la mirada incisiva de aquella mujer era que no había quedado en ella ni rastro de la melancolía que la había revestido segundos antes, de hecho, cabría añadir que ahora mismo lo único que se podía atisbar en el fondo de sus ojos era rigor y seriedad, además de una fortaleza interna muy difícil de adivinar con anterioridad. Estaba claro que, pese a su apariencia, no era en absoluto una mujer frágil y si en aquel momento hubiera tenido que señalar un par de citas significativas de su acompañante, sin duda alguna la palma se la hubieran llevado dos: “Si me satisface lo que diga le dejaré que eche un vistazo”… “Sabré cuando miente puede estar segura”… Las palabras de Alek formaban juicios sobre un entorno respecto al que se sentía dominante y ese matiz subyacente traía a la mente de la mujer escenas demasiado conocidas y detestadas. Acababan de presionar la tecla equivocada.

- Verá, Alek… - apretó ligeramente los labios, cubiertos tan sólo por una fina película de cacao incoloro, y habló con sobriedad y moderación - en vista de que no parece que vayamos a tener mucho sobre lo que conversar desde aquí hasta Dacijaj, - más bien nada, porque no estaba dispuesta a dejarse intimidar, ni tampoco a responder a ninguna cuestión formulada bajo aquellos términos, a no ser que se viese obligada literalmente a ello - sobre todo, teniendo en cuenta que partimos de la base de que puede que usted lamentablemente se encuentre ante una “extranjera-iluminada-metomentodo” y quién sabe si hasta mentirosa, - asunto este último francamente poco recomendable en cualquier conversación educada que se preciase y que aquel tipo no había dudado en restregarle por la cara, haciendo una valoración muy concreta y previa de su persona. Y más aún si se tenía en consideración el hecho de que ninguna de las dos opciones que el policía mencionaba se ajustaban a su situación real, puesto que ni había realizado aquel viaje por propia solicitud para echar un simple vistazo a unas obras de arte, ni tampoco había tenido la intención en ningún momento de mentirle, ¿por qué y con qué fin?... - me preguntaba si al menos podría usted responderme a una última cuestión: ¿Acaso es esto un interrogatorio? - Porque si ése era el caso, podía afirmar que de eso ella también entendía bastante… claro que, por supuesto, sin osar llegar a la iluminación ni a la altura de precognición de su acompañante.

¿Le habría sucedido algo al Señor Misimovic y por eso aquel tipo hablaba como si estuviera al cargo de la situación y del acceso a unas obras de arte que en teoría no le pertenecían? ¿Sería más conveniente entonces pedirle que parara y bajarse del automóvil? A Ywen la ventisca se le antojaba mucho más soportable que aquel juicio sumarial sin posibilidad de defensa del que “justamente” acababa de obtener sentencia, o al menos así era como ella lo percibía. Se hallaba ante alguien que ni siquiera comprobaba primero si la persona que tenía al lado estaba dispuesta a colaborar de motu proprio, sino que directamente se podía decir que ¿amenazaba? y, sin embargo, lo cierto era que ella no parecía sorprendida ni indignada, sino más bien demasiado acostumbrada como para que le temblaran en absoluto las piernas, ni siquiera cuando acababa de confirmarse a sí misma que efectivamente los dos bultos que había tenido la oportunidad de entrever en el maletero no eran otra cosa que un chaleco antibalas colocado junto a un botiquín de primeros auxilios.

Su mano zurda retiró entonces el guante de la diestra e inmediatamente una mano de dedos largos y uñas cortas, bien limadas para que no le estorbaran en su trabajo, apareció liberada de improviso. Ninguna joya de ningún tipo la decoraba. Apartó con ella abrigo y jersey para acabar encontrando el escondite de su reloj y enderezarlo. Su mirada se apartó en aquel momento del hombre y observó la hora durante un instante, meditando. ¿En qué clase de su horario escolar se hallaría Grace exactamente entonces? Y sin más la alzó de nuevo, sorprendida al encontrarse de golpe con un cambio en el paisaje, parecía que no tardarían mucho en llegar a algún enclave, ya que en la lejanía se podía entrever el perfil de algunas casas.

Cargando editor
17/02/2010, 11:29
Director

La nevada, acompañada de la fuerte ventisca, hacia que cada kilómetro a recorrer fuera un verdedaro desafio, el vectra se estaba ganando una buena jubilación. Las primeras casas aparecieron en en lado derecho de la calzada, cubiertas de nieve. Estaban alejadas del núcleo principal, y parecian ser granjas.

Ascendieron un par de kilometro más, para ver por fin el grueso del pueblo, con una impresionante montaña tras él, y largos y frondosos bosques rodeándolo, la silueta de una torre rematada por una cruz cristiana era el edificio más alto, a duras penas visibles entre los copos.

Una gasolinera debilmente iluminada recibía a los habitantes, en la calzada principal que cruzaba el pueblo de punta a punta, no se veía ningún otro coche en movimiento, aunque si algunos aparcados, semienterrados ya en la nieve. No había nada caminando por la calle, aunque si se distinguían luces trémulas y humo saliendo de algunas de las chimeneas de las casas.

La carretera se había estrechado, y ahora mismo, dos camiones no podrían cruzarse en ella. Las casas que se asomaban al camino, eran antiguas, y algunas necesitaban urgentes arreglos, al fondo, justo antes de una curva pronunciada, un cartel desvencijado anunciaba en serbio Camas y Comidas.

 

Cargando editor
19/02/2010, 16:55
Aleksandar Tasic

Es curioso cómo trabaja la mente. En cuestión de milésimas de segundo, cualquier tarado con menos meninges un peñasco podría evocar cientos de recuerdos y sensaciones relacionadas con un estímulo concreto, una palabra, una imagen.

Eso es precisamente lo que me sucede ahora, con la diferencia de que soy consciente de ello..., hecho que - por definición - me excluye del pelotón de los mentecatos. El estímulo concreto se produce al ver a mi acompañante, extraña en tierra extraña, quitándose ese guante con pose ensayada: una bravata que acompaña con ese gesto de "elegante enojo" tan vomitivo por superficial. Estos ademanes les sirven allá, pero hasta aquí no les llega la jurisdicción.

Novo Brdo, finales de los ochenta. Hochtief, empresa de capital alemán, obtiene los derechos de explotación de la vieja mina situada en las afueras de la ciudad. Sus nuevos métodos de prospección aumentan la productividad en un 120%, y los casos de cáncer entre la población de Novo Brdo crecen en un porentaje similar.

Djakovica, a principios de esta década. Motín en el penal de Gjakove, donde se retiene a Bernard Wilcox -importante traficante de armas de origen británico- mientras se resuelve la extradición. Desde la embajada se envía un negociador que releva en el mando a los efectivos locales. Resultado: cincuenta y tres muertos entre reclusos y funcionarios. Wilcox sale ileso y es extraditado.

Krajina, Croacia, el año pasado. Contratistas militares estadounidenses que trabajan con el gobierno croata "expulsan" a más de doscientos mil hombres, mujeres, niños y ancianos serbios de la región. El hambre y las emboscadas acaban con más de ciento cincuenta mil de ellos. La embajada norteamericana se hace con el gobierno croata y ocupa la jefatura de estado en Bosnia.

Todo eso y muchas atroidades más ( que nadie me contó porque pude verlas) se me vienen a la cabeza cuando veo la expresión y los gestos de esta mujer. Sé poco de ella, pero con lo que sé me basta: Dacijaj, Misimovic, arte, el caso...y ella. Todo simultáneo en lugar y tiempo.
Sin saberlo (o peor aún, siendo consciente de ello), esta mujer no es más que un téntaculo del que viene a llevarse lo que no es suyo. Del que pesca en río revuelto a miles de kilómetros de su casa, donde la mierda no llega. No es paronia, es una realidad.

Ya me asqueaban esos modales cuando viví allí, y me asqueo a mí mismo tratando de imitarlos. Ya está bien. Aquí no se piden las cosas por favor. Se piden y punto: el tiempo es oro y estoy demasiado ocupado, demasiado cansado y demasiado cabreado para jugar a lo que se le antoje o no contar por las buenas.

- Llámelo como quiera.- digo ladeando la cabeza sin dejar de mirar al frente. Las primeras construcciones de lo que debería ser Dacijaj se empiezan a dejar ver. Tengo prisa.- Yo pregunto. Usted responde. Yo la dejo en paz y puede que no vuelva a verme. ¿Estamos de acuerdo?.

Aminoro y miro fugazmente en su dirección.-¿Estamos de acuerdo?.- repito y recalco, con un tono acorde a lo -ahora- agrio de mi gesto. Por muy insignificante que se pueda ver a esta muñequita de pocelana, yo la percibo como lo que es: una garrapata en perro flaco y enfermo. Como todos,...porque aún sin conocer sus intenciones ya sé que no son altruístas.

Ninguno de ellos deja mi tierra mejor de como se la encontró.

- Quién es usted y para qué ha venido.

Cargando editor
21/02/2010, 19:06
Ywen Roth

Quizás se encuentre en clase de física… Grace odiaba esa asignatura y ese simple recuerdo obligó a Ywen a sonreír internamente. Su hija se parecía físicamente más a su padre que a ella, pero ese hecho en vez de resultarle doloroso, venía a ser un dato tremendamente conciliador consigo misma. Le hacía pensar que todo aquel desastre, todo aquel horror, todo aquel agujero negro que había supuesto en su vida aquella relación, al final había servido para algo… simplemente por ella. Incluso del más oscuro de los abismos se puede obtener una lección de vida.

Nieve, casas y una cruz que sobresalía sobre el resto de edificios y que se hallaba situada sobre una cúpula, cuya bóveda formaba una prominente cornisa ondulada en la base exterior. ¿Poseería aquella iglesia la acostumbrada planta en cruz griega propia de la segunda edad de oro del arte bizantino o pertenecería a otro estilo? Tendría que acercarse en los próximos días a echarle un vistazo y observarla en su totalidad con detenimiento.

Alek volvía a dirigirse a ella, giró el rostro hacia él de nuevo y lamentó la forma en que aquel hombre parecía afrontar el mundo, al menos aquel mundo reducido a un opel vectra. Aquel tipo realmente no parecía verla como a un individuo diferenciado, sino bajo una etiqueta. Acorde a sus propias palabras, ella era una extranjera iluminada más en su país, algo así como una molestia más para Serbia, la había englobado directamente dentro de una colectividad. A lo largo de la historia planteamientos similares habían resultado tremendamente peligrosos y habían traído consigo en muchas ocasiones desastres mundialmente conocidos, a veces incluso a pesar de proponer una revolución social positiva en un inicio.

- En realidad, Alek, lo cierto es que ni tengo prisa por perderle de vista ni la dejo de tener, - ¿No sería que ese problema lo tenía él? Ywen se encogió de hombros – pero no se preocupe, puede dejarme donde mejor le convenga.

El tono de aquel “¿estamos de acuerdo?” formulado por segunda vez y el gesto de acritud que le había acompañado habían reflejado cierto desprecio hacia su persona y así había sido desde que Ywen le había preguntado a qué se dedicaba, una simple curiosidad. ¿Realmente le molestaba? ¿Se podía molestar con la sola presencia de uno? Sí, se podía. Había personas a las que se les molestaba con bien poco, lo sabía bien. Molestar, enfadar, ofender, fastidiar… verbos llenos de incomodidad, rebosantes de irritación.

- Ya he contestado a esas preguntas – tono cordial, educado y conciso, al igual que anteriormente. Le había estado respondiendo sin necesidad de coacción y hubiera seguido haciéndolo si él no hubiera cambiado las tornas – me he presentado, le he contado a qué he venido y por lo visto usted sabe perfectamente a dónde voy, - un dos más dos que él ya había concluido a la perfección - si lo que desea son datos más concretos sobre mi persona o mi trabajo, no tiene más que ordenarme directamente que le enseñe el pasaporte o mis credenciales - no entendía porque no lo había hecho directamente hasta entonces, era mucho más veraz e infinitamente más rápido - y yo, como buena ciudadana de a pie, me veré en la obligación de mostrárselos, ya que usted tiene la consabida autoridad al respecto… - ni rastro de ironía o de enojo, simplemente no tenía sentido “conversar” con alguien que no se fiaba de su veracidad y la trataba con aquellos aires de suficiencia sin que ella hubiera hecho absolutamente nada para provocarlos. Resultaba, cuando menos, curioso el comportamiento amenazante e irritado de antemano de aquel hombre contra ella y se preguntó si en el fondo su proceder no sería fruto de haber vivido excesivo tiempo a la defensiva.

Cargando editor
22/02/2010, 14:19
Aleksandar Tasic

Chasqueo la lengua y niego con la cabeza. La situación empieza a aburrirme: quizá, por cosas como ésta, valoro las bondades de un trabajo en el que se trata con los muertos. Ellos ni te mienten ni tratan de chulearte. Los prefiero a los vivos.

- No me lo pone usted fácil..

Hace unas semanas, mirando la tele, pude ver en el parte de la RTK unas imágenes grabadas por un videoaficionado. En ellas se mostraba a un tipo haciendo equilibrios con su monociclo mientras atravesaba el Bulevar Mese Selimovica: dos edificios de media altura ( desvencijados por balas y obuses), un cable que los une y aquel majadero jugándose la vida.
No queda ahí la cosa, porque el insensato llevaba sobre la nariz un palillo largo con un disco chino...., y no contento con eso, tuvo las pelotas de colocar sendas pancartas en las fachadas de ambos edificios que rezaban " Freedom for Bosnia Herzegovina". Un poco más abajo, en la base de las construcciones, se podía leer escrito a aerógrafo "Pazi - Snajper!!".

Por el sonido del disparo que se escuchó cuando el tipo acababa de cubrir el primer tercio del recorrido, yo diría que se trataba de un Zastava M93, el flecha negra, no demasiado común entre los francotiradores de la Sniper Avenue. Los sesos de aquel idiota debieron llegar al río Miljacka.

Se me viene el suceso a la memoria porque, en buena medida, esta chica se parece al funambulista. Ya sé que no se puede culpar a Alicia de vivir en el País de las Maravillas, pero tampoco es cosa de que, cuando salga al mundo real, se encuentre con una patrulla de milicianos (o con cuatro desertores muertos de hambre y frío, o con un par de zapadores que llevan seis meses sin ver a sus respectivas parientas) y les hable como si fuesen el maldito Conejo Blanco. Aquí, en los páramos nevados de Kosovo, el Conejo Blanco te mete un par de hostias, te arranca la ropa de boutique y te profana todas y cada una de tus oquedades naturales..., antes de abrirte una nueva en la cabeza.

- No quiero ver sus credenciales, ni su acreditación.- ¿cómo puede competir un papelillo impreso con la palabra cara a cara?. Lo dicho, Alicia.- Quiero que me lo diga usted, por eso se lo pregunté.

He de reconocer que esta mujer me aburre tanto como me sorprende. Ni un sólo síntoma de turbación, de miedo. ¿Estará drogada?. No, no creo. La dilatación de las pupilas parece normal. Yo podría ser cualquiera, mis papeles podrían ser falsos y mi destino podría ser un barracón abandonado en las afueras de Dacijaj..., y, sin embargo, ahí permanece impasible, orgullosa, cargante. Demasiado irreal. Casi tanto como aquel estúpido funambulista.

- No sea terca.- digo esta vez con un tono algo más conciliador. De persistir en su actitud me vería obligado a invitarla al cuartelillo, registrar sus pertenencias y hacer que perdiese el día. Malo para ella y malo para mí.

- Aún no sabe usted la suerte que ha tenido.

Cargando editor
23/02/2010, 22:10
Ywen Roth

- ¿Terca?... – Una risa suave, corta, pero natural, destensó durante unos segundos la atmósfera enrarecida por aquel escueto dialogo con tintes de interrogatorio – Sí, eso me suelen decir… - No era la primera vez que se lo remarcaban – Menos mal que hay algunos que tienden a llamarlo perseverancia también… - Rió otra vez, aún más bajo. Tal cual. Sí, le había hecho gracia que incluso aquel tipo que no la conocía de nada lo hubiera afirmado.

Lo observó durante unos instantes en silencio, Alek había cambiado parcialmente el tono e incluso había aligerado las formas, probablemente no se trataba más que de una estrategia con el fin de conseguir que ella le soltara lo que él quería saber, que seguramente iba más allá de lo que ponía en su pasaporte o sus credenciales, sin saber que ese más allá quizás ni siquiera estuviera en las manos o el conocimiento de Ywen, pero en fin… el caso era que ya no percibía ese tono amenazador, al menos temporalmente, ni esa arrogancia impresa en su forma de catalogar al prójimo. Si ese hecho implicaba simplemente un táctica más de aquel veterano de las fuerzas del orden, a ella francamente le importaba bien poco, para ella tan sólo era una cuestión de respeto al prójimo, de manera que con aquel gesto le valía. No digería bien las amenazas, ni siquiera veladas, provocaban en ella una reacción inmediata de urticaria interna que en ocasiones podía resultar suicida.

- Ywen Roth, bellas artes, investigo obras de arte y las restauro, - hasta ahora nada que aquel tipo no se pudiera haber figurado y prefirió no concretar más en los aspectos académicos - y sí, le confirmo lo que ya sabe… - porque le había quedado claro que lo sabía - estoy aquí concretamente por el señor Misimovic, - sí, ese cuya colección usted no me va a dejar ver más que en fotos…- que ha solicitado mi ayuda y colaboración… - tenía que admitir que empezaba a lamentarse de haberse dejado convencer por la amabilidad de aquel anciano y aquella especie de llamada de socorro que suponía su carta – y no, no sé mucho más, de hecho, ni siquiera le conozco, de manera que si desea saber más al respecto me temo que habrá de preguntárselo a él… – si era que seguía vivo, porque después de aquella especie de interrogatorio que no sabía a qué cuento venía, empezaba a plantearse seriamente que le hubiera pasado algo. Por supuesto, todo ello cordialmente y sin el menor retintín.

Hubiera añadido un: “¿contento?”, pero dudaba de que aquel hombre se pudiera sentir satisfecho de nada en absoluto en esta vida. No, seguramente ahora querría más. Incluso pensó que no tendría precio como encargado de reposición en un supermercado. Las lechugas con las lechugas, las conservas con las conservas… y los extranjeros-iluminados-metomentodo-sospechosos-de-antemano-de-mentir en el cubo de la basura por exceder en su fecha de caducidad. ¡Quién le habría mandado subirse a un coche en medio de la nada con un desconocido! El sentido común debiera estar capacitado para arrear bofetones.

- Le diré algo sobre la suerte… - Su mandíbula inferior se cerró sobre la superior con fuerza, sus ojos se clavaron en su interlocutor y en ellos se reflejó un fondo salvaje que denotaba coraje. De su risa anterior ya no quedaba ni rastro – No creo en ella… - aunque a veces fantaseara al respecto. Aún seguían sin temblarle las piernas, sosegada y correcta, de hecho, algo en aquella mirada implicaba un hallazgo. En algunas personas, el haber vivido situaciones extremas y el haberse creído o sentido en más de una ocasión a punto de perder la vida a manos de otro generaban un callo en el alma y en su actitud hacia la vida muy parecido a aquel que se puede encontrar en las curtidas manos de un artesano.

Cargando editor
25/02/2010, 13:30
Aleksandar Tasic

A veces estás tan tranquilo, haciendo tus cosas, y sientes un par de ojos que se te clavan en el cogote. La percepción es tan clara que parece casi física: de hecho, se trata de un fenómeno científicamente comprobado que varias teorías - ninguna de ellas suficientemente tajante - tratan de explicar. El caso es que, sin remedio, te vuelves y ves al fin que detrás de tí está Petrovic metiéndote pescozones a distancia, o la chica del autobús sentada tres filas más atrás que rapidamente aparta la mirada.

Y aunque ahora cuento con la ventaja que me dá el rabillo del ojo, la sensación es la misma: es guapa. Guapa de verdad, y reírse le hace bien a su cara. Quizá no esté en su momento, pero parece claro que lleva los años más que dignamente.

Creo que está en esa edad maldita en la que las mujeres encuentran su punto de inflexión. La cima quedó atrás hace tiempo y, aunque la cuesta abajo aún no es demasiado pronunciada, la pendiente de la degeneración física se acentúa terriblemente tal como sople un par de veces más las velas. A partir de ahí, media nómina en cremas reafirmantes.

- No me diga...- respondo según vuelvo a la carretera. La verdad sea dicha, sus convicciones filosóficas - aquellos comentarios sobre la suerte - me interesan tanto como las semifinales de Mister Kosovo´96. Es más, en su gesto grave veo un deje de telefilme barato: sé poco de cine, pero me atrevo a asegurar que en dos de cada diez pelis que he visto se usa esa misma frase o una muy parecida.
Para casos como éste, en serbio tenemos una palabra, "Morska", que viene a significar "puntito de repulsión" o "asquito". Arrugo ligeramente la nariz. Igual quería un ventilador que le ondulase el pelo mientras soltaba la frase, y un trueno al acabarla. Cuánto peliculero me encontré en Albión...

- Volvamos, si le parece, a Misimovic.- digo con mi voz nasal y - sé positivamente - desagradable. He tenido que coger la última curva en segunda (alguien olvidó un montoncito de leña demasiado dentro del camino).- ¿Por qué usted y por qué ahora?. Quiero decir...¿tiene noticias sobre alguna pieza de reciente adquisición o algo parecido?.

Ya sé que lo que menos necesito es a una "made woman" metiéndo las narices en esto, pero...en Pristina (y seguramente no haga falta irse tan lejos) tenemos gente muy capaz en cuestiones artísticas. Branko Trijanic, el tipo que firmaba aquel artículo sobre Misimovic, venía a decir que su colección era algo así como un orgullo patrio, muy conocida y valorada en esos círculos. ¿Por qué recurrir a ella?.

-Me gustaría conocer los detalles: ¿habló personalmente con Misimovic?. ¿Cuándo exactamente y con qué motivo concreto?.

Creo en la suerte. O en el destino, la providencia o como se le quiera llamar. Si no hubiese parado a mear en aquella estación de servicio, seguramente no estaría aquí y ahora con una investigadora de arte. Dos personas que la semana pasada estaban separadas por miles de kilómetros, ahora juntas en un Opel Vectra...metidas en un mismo caso.

"La suerte no se encuentra. Se busca". Y yo digo...una mierda. Aunque, como pasa con Dios, su existencia o no es independiente de lo que yo o esta listilla de ojos preciosos podamos pensar.

Notas de juego

Tasic detendrá el vehículo tal como se tope con el hotel, parando justo enfrente.