Partida Rol por web

 Helen se gira hacia Quarion cuando ve la zona de oscuridad mientras ata al degenerado clérigo.

Preguntale qué es eso. No me da buena espina.

Luego parece titubear, mira al clérigo como sopesando la situación y finalmente dice

Y también para qué era el ritual obsceno éste que estaban haciendo. ¿Acaso piensan desestabilizar esta ciudad o región? Si su fracaso es la victoria de su Señor - Dice con sorna - No creo que le importe contarnos sus planes.

Acto seguido se dirige a la puerta sur (con Eyskhan y Accolon a priori) y entra con cuidado (aka stealth) a ver a que son debidos.

Accolon escucha con atención ante la puerta sur, haciendo un gesto con la mano, libre ya de la espada, tiempo antes envainada, para que espere. Entonces, con sus entrenados oídos, perfectos para la caza, trata de discernir lo que les espera al otro lado.

Cita:

El clérigo sonríe:

- Razones, razones...

Asher, crees oír una mujer gritar, pero el sonido es muy atenuado.

Truvio, tras la caida del ogro se apoya en las escaleras y se sienta, recobrando, poco a poco el resuello.

La verdad es que ha estado cerca esta vez.

Levanta la cabeza y contempla como sus compañeros tienen controlada la situación. Los deja hacer...

Descansa...

El descanso de hacía unos instantes, tras atar y dejar a buen recaudo al ignominioso personaje que había perpetrado los terribles actos de este lugar, había revigorizado considerablemente a Asher, que ahora volvía a sentir sus sentidos claros y atentos, tras recuperar el aliento después del duro combate. Su capa mágica le había salvado la vida una vez más, y no podía dejar de alegrarse del día en que realizó aquel acertado trabajo para Balshen el mago local.

Sin embargo, estos pensamientos habían quedado olvidados en el breve reposo de instantes antes, eclipsados por los preocupantes ruidos que el explorador escuchaba tras la puerta:

-Hay una mujer al otro lado. Está gritando, aunque el sonido está muy atenuado. Tal vez una mordaza.- dijo asintiendo con un gesto, para que Helen procediera finalmente a abrir la puerta.

Helen hace como si no escucha al clérigo.

Si Quarion no te saca la información que quiero ya me ocuparé yo de tí, pequeño mequetrefe. Y te aseguro que no te va a gustar - piensa - Pero centremonos. Hay que encontrar a la chiquilla esa y ganarse la confianza del grupo. Son suficientemente competentes para lo que necesito.

Se gira hacia Accolon con una sonrisa traviesa y con la mano en la frente en un saludo militar.

Por supuesto, jefe. A sus ordenes.

Abre la puerta atenta a cualquier posible peligro o trampa que pueda haber al otro lado.

Helen abre la puerta del sur con mucho cuidado. Encuentra una pequeña habitación con cuatro puertas metálicas al sur. Todas las puertas tienen grandes cerrojos y recuerdan un poco a las celdas de una prisión, excepto por el hecho de que no tienen ni siquiera un misero ventanuco para dejar pasar la luz.

Al tocar una de las puertas, Helen descubre algo mas, el tacto no es el habitual frió del acero, sino el tacto templado y maleable del plomo. Parece que todas las puertas están hechas de plomo, excepto por los cerrojos de acero.

De la segunda puerta, contando por la derecha, muy atenuada parece oírse la voz de una mujer tatareando algo.

¿Puertas de plomo? ¿A qué se deberá eso?

Helen se acerca a la puerta de donde salen los gemidos y después de buscar trampas, intenta abrir la puerta

Examino las puertas de plomo, paso un dedo por su superficie, me llevo la mano a mi barbilla e intento recordar algo sobre este tipo de puertas y cual puede ser su utilidad.

Helen abre la puerta. Tras ella hay un pequeño habitáculo de plomo de tan solo un metro y medio por un metro y medio sin ningún tipo de mobiliario, ni luz. En medio de la habitación hay una muchacha joven con aspecto de niña, muy delgada y demacrada que viste con una túnica rota y manchada con sus propios excrementos. Al abrir la puerta levanta los brazos para taparse de la luz, podéis ver sus uñas rotas y destrozadas, y sus dedos llenos de sangre.

Algunos entre vosotros, con dificultad, reconocéis a la joven Iresha en la desgraciada de la habitación.

 Helen la mira, intentando ocultar una mueca de horror por el estado de la chica.

¿Es la chiquilla que teníamos que encontrar? Dioses... Que alguien se ocupe de ella. Voy a comprobar que no hay nada de interés o peligroso en el resto de la casa.

Y sale sigilosamente hacia otra de las habitaciones

Quarion se levanta del suelo. El último golpe del ogro lo dejo a las puertas de la muerte y no ha tenido tiempo de recomponerse desde entonces. Se alza, se sienta y tras limpiar alguna de sus heridas se levanta y mira a la joven Iresha.

La chiquilla está aquí. Esto es un antro de perdición. Hay que sacarla pero tenemos que asegurarnos de que no quede por aquí ningún engendro más...

-Tranquila, pequeña, ya ha pasado todo... te guste o no. Aunque creo que,- añadió el poco decoroso Asher con unas pocas palabras más -a decir por tu situación, te alegrarás de ello.- terminó, girándose hacia el eladrin, mientras avanzaba tras la mujer pelirroja -Quarion, será mejor que alguien se encargue de ella. Alguien que no le partiría la cara por la situación que ha generado... - dice mirando los cadáveres congelados del suelo -Yo acompañaré a Helen en su revisión, no vaya a ser que le den alguna sorpresa.- dijo antes de seguir su camino tras la pícara.

Pero que suerte que hemos tenido, hemos dado en el blanco casi a la primera, antes de que la suerte nos desaparezca, deberiamos de irnos de aqui cagando leches.

Truvio ayuda a levantarse y a salir de la habitación a la niña. Con cuidado se quita su capa y cubre con ella el cuerpo demacrado de la joven.

- Ya estás a salvo, vamos a llevarte de vuelta con tus padres. Mañana esto será un horrible sueño.

Dirigiéndose a los demás añado.

- Aún nos quedan dos asuntos pendientes aquí. Primero recorrer todo esto en busca de nuevas pistas y/o más amenazas. No creo que esto sea todo lo que nos toque arreglar esta noche.

Volviéndose hacia el grupo de jóvenes desnudos añade

Y lo segundo asegurarnos, como nos pidieron, que este asunto no levante demasiado ruido. Interroguemos a quienes queden con vida, averigüemos lo que podamos de ellos y devolvámolos a su anterior vida.