Partida Rol por web

Pues si.    Haré una donación a una organización que proteja a los osos polares cuando regrese a casa.  dijo Dharma, sin especificar donde era casa para ella.  Es claro que la tripulación necesita la comida.

Se tomó el tiempo para apuntar a la osa. -  Permítame el primer tiro, Sr. Fisherman.   Daría un segundo tiro si fuera necesario.   

Donación sustancial, pues un impacto hoy reverbera en el tiempo.  Ash, hubiera hecho esa donación en los 80s, o antes...  -El tiempo de los verbos se le confundía.

¡tsshlkk!  -dejó volar la bala.  A la cabeza.   Pobre bicha.  -

Karim estaba convencido que no era buena idea salir de caza tras lo acontecido y menos aún con armas de fuego que pudiesen alertar a los lugareños de su posición.

Por desgracia había que llevar comida a toda la tripulación y no habían encontrado un método mejor que el de cazar presas grandes.

- Sólo acepto hacerlo por la supervivencia de esos hombres. - se dijo a si mismo mientras tensaba el arco.

El lugar donde se ocultaban hacía su función, pero el estar parados les helaba hasta los huesos.

Primero Dharma efectuó un primer disparo a la presa. Lo bastante certero como para acabar con su vida rápidamente. Pero de todas formas dejó volar una flecha para terminar la faena...

Brian apretó los dientes, no sólo por acusar el estampido del disparo sino también por la rabia que sintió al ver cómo sus compañeros disparaban sobre una osa polar con dos cachorros. No podía hacerlo, sencillamente no podía hacerlo. El destino de aquel barco estaba decidido de antemano, con su intervención o sin ella. Cuatro ingenieros inexpertos no podían considerarse una buena partida de caza, igual que nunca deberían haberse convertido en los soldados de una banda de mafiosos. Por culpa de aquello habían perdido a Liam.

No estaban allí para cambiar el curso de los acontecimientos, o al menos eso creía; sus acciones no iban a salvar la expedición ni a perjudicarla seriamente. Así que no disparó.

Al igual que Brian se cruzó de brazos y dejó su arma reposar en su falda. No se disparaba a una madre con cachorros, aquella no era la manera de cazar, los cachorros casi no darían alimento y eran muertes en vano. Nunca había cazado pero sabía lo básico, sabía que se cazaba animales viejos, para conservar la especie, se podía cazar animales adultos en esa época que obviamente el periodo de apareamiento había terminado, pero nunca una madre y a sus cachorros. Apretó los labios y contuvo su lengua, tras matar al niño de los Inuit ahora estabamos dañando también su ecosistema. "Sigamos echando leña al fuego"

La osa y las crías caminaban lentamente, haciendo caso omiso de la carpa de caza que habían montados los ingenieros con el señor Fisherman. Cuando estuvieron a nos diez metros, la osa, extrañada, levantó el morro dirección a ellos, pero se mantuvo quieta, mientras las crías seguían a su madre.

Las balas resonaron tan fuerte que Brian y Martina tuvieron que taparse las orejas con las manos. Aquellas armas no eran como las de su último viaje. Tan antiguas y sin estar adaptadas a silenciadores, el metal y el estruendo de la bala era ensordecedor.

Primero fue Dharma, que disparó la escopeta hacia la madre, impactando en una pata. Las postas hicieron que diera un paso para atrás, pero no fue suficiente para herirla. El siguiente disparo fue el del señor Fisherman. Un buen impacto del mosquete, pero de nuevo insuficiente por la dura capa de grasa que cubría el cuerpo del animal. Las crías comenzaron a gemir por el miedo mientras miraban a los lados. Karim fue el último en disparar, pero la flecha pasó rozando la osa.

El retumbar del suelo se hizo real cuando aquella bestia de dos metros y medio se puso en pie, gruñendo con fiereza. Su figura, impactante, se hizo más aterradora al estar envuelta en sangre. Cayendo de nuevo sobre sus patas delanteras, la osa arrancó con fuerza hacia la carpa donde se encontraban los ingenieros.

En apenas unos pasos, la gran zancada del animal cayó sobre la carpa, que con fuerza derrumbó de una sola embestida. El gruñir de la osa se sintió tan cerca que el miedo se apoderó de los ingenieros. La estructura cayó a plomo encima de sus cabezas. Tendrían que salir rápidamente o quedarían atrapados.

- ¡Rápido, si no salís os aplastará el cráneo! - advirtió Fisherman escapando con habilidad de la carpa ante de que le cayera encima.

El que los demás no dispararan había probado ser un problema, ahora estaban todos bajo asedio.   La idea de ellos o nosotros estaba tomando un tono inmediatista. 

Dharma se giró como en aikido, recargó y se preparó para disparar.   Apuntó al morro.  Menos grasa para cubrirla ahí. 

De nuevo bicha, lo siento, apoyaré a tu especie, pero ahorita esta gente necesita comer.

- ¡Dispersaos! - gritó mientras se alejaba de la mole de pelo blanco que se abalanzaba sobre la lona.

La única forma que tenían de salir de esta con vida era separarse y confundir a la bestia. Podían disparar desde diferentes direcciones rodeándola, pero tenía que ser rápido...

El investigador rodó por la nieve, se alejó unos metros, apuntó con su arco y dio en el blanco.

No ha sido tan difícil, pensó al principio. Pero pronto se dió cuenta de que la flecha colgaba del lomo como una banderilla de las corridas de toro que había visto que se hacían en España. Apenas un hilillo de sangre teñía el pelaje del animal que furioso siguió atacando como si solo hubiera recibido un agijonazo.

—¡Mamáaaaa! —Brian gritó como un poseso tratando de escapar de la lona caída y de la furia de la osa herida. Cuando se vio liberado de aquella pesada tela, disparó instintivamente y a bocajarro al animal enfurecido. Para su sorpresa y desesperación, ni siquiera parecía haber herido a la bestia.

Entonces, sin detenerse a recargar y atendiendo al consejo de Karim de desplegarse en varias direcciones, el ingeniero trató de correr hacia donde no veía a ninguno de sus acompañantes. Si la osa decidía no ir por él, podría detenerse a recargar el arma y disparar de nuevo sobre ella.

A pesar de la gran embestida de la osa, los ingenieros salieron con gran habilidad antes de que la estructura cayera encima de ellos. Compuesta de lona y madera, algún pilar podría haber golpeado a uno de ellos, pudiéndolos herir con gravedad. La gran habilidad de cada uno de ellos, les permitió colocarse rodeando a la osa. Los primeros disparos se habían perdido en el aire y los que habían impactado apenas habían herido al animal, fuerte y con una capa de grasa a prueba de balas. Tenían que esforzarse más si querían herir a aquella bestia.

Pero aún así, la potente zancada y la velocidad del animal enfurecido era descomunal. En menos de un segundo, la bestia se abalanzó sobre Karim¹, asestando un zarpazo que hizo que se parara el tiempo².

El ingeniero, no muy ducho en el combate y con un físico más débil que poderoso; sabido por todos, estaba dispuesto a disparar a la osa cuando de repente se vio con unas garras de doce centímetros rasgando su pecho...

El corazón se sus compañeros... se heló, y no precisamente por el frío.

El ataque de la osa fue bestial. Por suerte Karim dió un paso atrás en el último instante y las zarpas del animal apenas le causaron un doloroso, pero soportable, empujón. Las gruesas capas de ropa habían amortiguado gran parte del desgarrador y mortal golpe.

Sabía que no duraría mucho más contra esa bestia. Así que dejó caer el arco y sacó el cuchillo, dispuesto a jugarse la vida con tal de ganar algo de tiempo.

- Vamos no aguantaré mucho... - le pidió a sus compañeros.

Con un movimiento rápido huyo de la carpa, sin pensar siquiera en alzar su arco. Para su fortuna la estructura cayó sin darle a ninguno, pero no podía decir lo mismo de la osa. Se puso lejos y espero, aquella era una madre cuidando de sus crías, y si algo recordaba de tantos documentales, era que ellos no eran su objetivo -¡Dejen de atacar! - Gritó para sus compañeros, manteniéndose alejada de las garras aunque tal como había supuesto el animal no iría contra ella. El corazón le subió a la garganta al ver al animal atacar a Karim, intentó correr hacia él para llamar la atención del animal, pero tropezó entre la nieve cayendo de cara al suelo. -¡Karim huye! Es una madre con crías! Sí se alejan no los perseguira! Solo, dejen de atacar! - Gritó al tiempo que intentaba levantarse. Sí seguían intentando cazarla, alguno acabaría muerto, en cambio si la abandonaban y la dejaban en paz tenían una buena oportunidad de volver a dormir en el barco esa noche. 

Cuando vio que la osa estuvo a punto de matar a Karim, Brian no pudo escuchar las adevertencias de Martina. Le parecía que llegaban demasiado tarde y que la gran hembra herida no cejaría en su ataque ahora que había olido otra sangre distinta de la suya.

Con toda la calma que pudo reunir clavó una rodilla en el hielo, levantó el arma, apunto brevemente a la gran mole blanca y disparó. Pero no fue capaz de ver ningún daño efectivo en el animal.

—¡Joder!, ¡es imposible abatir a esa bestia con postas! —maldijo y trató de recargar su arma rebuscando entre los cartuchos por si encontraba alguno de bala.

- ¡Maldita sea! - dijo Fisherman mientras disparaba su rifle. La bala salió disparada.

El explorador, se echó las manos a la boca y emitió un silbido muy potente.

- ¡Duncan, está aquí, está aquí! - avisó.

Pero por el momento, no hubo respuesta. La osa seguía enfurecida, posándose sobre sus dos patas con un aspecto aterrador. Martina, que abogaba por dejar de atacar al animal ya que solo estaba en su defensa, seguía sin participar en el combate. Mientras tanto, Karim, que había esquivado en el último momento aquel ataque, retrocedía lentamente mientras se cubría con el cuchillo, sin una posición amenazante, rezando porque la situación cambiase. Brian, que hizo lo mismo, impactó pero sin causarle daño. De nuevo, la dura capa de grasa y el disparo no tan centrado del ingeniero pasó rozando.

Pero, Dharma, que había concentrado su tiempo en recargar sin prisa para volver a atacar, disparó su escopeta, hiriendo al animal. Ahora había sido distinto, el gemir de dolor de la osa era sincero y la sangre comenzó a brotar entre su pelaje de manera más continua.

- ¡Ahora, ahora, es el momento! - gritaba Fisherman mientras recargaba su rifle.

Karim sabía que si atacaba a la osa con un simple cuchillo estaba acabando; si intentaba vociferar para asustarla estaba acabado; y si echaba a correr estaba todavía más acabado.

Lo único que le quedaba era poner los cinco sentidos en evitar un nuevo zarpazo, tanteando a su terrible adversario, intentando ser más listo y esquivando en el último momento, como ya había hecho, mientras Us compañeros terminaban de darle el tiro de gracia.

- ¡Haced algo antes de que me mate joder!

Brian se fue acercando de nuevo a toda prisa a la osa mientras terminaba de introducir los cartuchos en los dos cañones del arma. Trataba de cerrar distancia para que los perdigones pudieran hacer más daño y su puntería mejorase. Por contra, se estaba arriesgando a que el animal decidiera ir a por él; pero no podía quedarse quieto y dejar que matara a su compañero.

—¡Eh!, ¡eh, mira aquí, bestia! —le gritó a la osa cuando terminó de cargar.

Tal vez atacar a uno de los críos la atraiga.   Pero si no quisieron disparar contra ella la primera vez, esta menos.   Bueno, el no hacerlo habrá sido una acción heroíca pero no por eso menos descoordinada.  Tan humanos que somos.

Recargó para volver a disparar.  Se tomó su tiempo y apuntó a un osezno.  Ojalá al menos lo asuste y ese chillido la lleve hacia allá. 

¡ttrack!

Su parte científica tenía curiosidad de saber qué pasaría si uno de ellos muriera.  ¿El tiempo se resetearía? ¿No pasaría nada?  ¿Seríamos transportados a otro tiempo y sitio?   - No había llegado a esas ecuaciones, así que no sabía lo que pasaría.   El gato de Schrödinger.  

Se puso a pensar en técnicas de supervivencia.  Realmente me entrené en oootro mundo.   Pero el qué hacer en caso de ataque de osos era una plática común entre gente de exploración, sobretodo si eran de Norteamérica, de donde varios amigos de su club en la universidad eran.

Se puso de pie, frustrada, tenía que hacer que todos dejaran de atacar al animal de una vez, y a la vez convencer al animal de marcharse. Miró alrededor buscando algo que pudiera usar hasta que el suelo le recordó las mil y un batallas que habían tenido con sus hermanos. -¡¿Quieren escucharme?! - Se quejo intentando llamar la atención de sus compañeros - ¡Retrocedan lentamente, manos arriba y a los lados! - Sí la osa los veía alejarse y los veía como algo grande se suponía que los dejara en paz, si es que dejaban de dispararle en algún jodido momento. Tomó un puñado de nieve del suelo y formó una bola, tirando hacia la osa para llamar su atención y darle tiempo a sus compañeros de tomar distancia. 

Karim seguía retrocediendo lentamente mientras se cubría con el cuchillo de supervivencia. En ocasiones, lo levantaba para asustar a la osa, que seguía avanzando lentamente hacia el ingeniero. Karim mirada fugazmente hacia atrás, intentando evitar cualquier montículo que le hiciera caer al suelo: dejarse aplastar por las grandes patas de la osa sería fatal.

Brian, que corría hacia su compañero mientras recargaba su escopeta, pero la presión y los nervios hicieron que la munición cayera al suelo, trabando la carrera del asiático por ayudar a su compañero. Pero la osa giró rápidamente cuando un gemido, le llamó la atención. Dharma, que había disparado hacia uno de los oseznos sin herirlo, enfureció a la osa que con giró inesperado, avanzó hacia la africana, recibiendo un zarpazo. Pero la garra del animal, sangrante por la herida de la misma africana momentos anteriores, no impactó en ella, salvándose de un salvaje ataque.

Martina se frustraba por momentos. Sus compañeros, que seguían a balazos con la osa, hacían caso omiso a las indicaciones de la ingeniera. El peligro era real, y el miedo a morir era lo que hacía que tuvieran que defenderse. Martina, que con varias bolas de nieve intentó llamar la atención; no acertó, a pesar del gran tamaño de la osa.

- ¡Fisherman! - una voz se escuchó a los lejos.

- ¡Duncan, por qué has tardado tanto!¡Vamos, joder! - decía el explorador.

- ¡La estábamos buscando por la otra zona, he corrido todo lo que he podido desde que me has silbado! - la voz de Duncan se escuchaba a los lejos entre jadeos.

El rifle del explorador explotó con un balazo que llegó al cuello de la osa, que se mantuvo unos segundos en pie, con un chorro de sangre que empapó su pecho. Con una gran sacudida, cayó al suelo, perdiendo la vida. 

Los ingenieros respiraron. Karim tragó saliva. Brian terminó de recargar su arma. Dharma se vio por un segundo con el pecho abierto y Martina casi lloraba por el futuro de esas dos pequeñas crías, que huían despavoridas, perdiéndose en la nieve.

Duncan llegó y se apoyó en las rodillas, recobrando el aliento. 

- Menos mal... Joder, la carpa, qué lástima - dijo mientras miraba la estructura destruída - Fisherman, encárgate de la osa. Coge el trineo y átala, tenemos que llevarla al barco. El capitán se alegrará de poder tener un bocado fresco para sus hombres.

2 de junio de 1843

Los días fueron pasando lentamente. La última cena fresca fue la de aquella osa, aunque no todos la probaron... Ese día fue un día alegre. Los marineros festejaron el festín con cerveza y varios tragos de ron, de la mano del capitán Goodmin. Las noches y los días eran frías, oscuras, a penas veían la luz del sol. 

El verano, a la vuelta de la esquina, no daba la sensación de calor. El deshielo, por mucho que fuera época, no avanzaba. Los carpinteros se dedicaban mantener y arreglar los tablones quebrados todos los días, en todo momento, por si algún día, La Esperanza decía de volver a navegar. 

La moral estaba baja, por no decir por lo suelos. Los ingenieros habían asistido a varios funerales. Marineros y exploradores habían muerto por el frío, hambre, escorbuto... Incluso algunos se habían quitado la vida, presos de la desesperación de vivir en un día constante tras otros.

Los ingenieros, a pesar de la situación, se habían hecho conocidos en el barco y habían pasado a ser mano derecha de Duncan Montgomery. Pero la salud de Duncan, había caído en picado. El explorador llevaba en cama más de dos semanas, presa del escorbuto. El zumo de limón se había terminado y solo capitanes y personal de primera eran los privilegiados de tomar las últimas dosis.

Brian, Karim, Dharma y Martina; se notaban más delgados y algunos habían sufrido alucinaciones varias noches. Llegaron a pensar que nunca saldrían de aquella época y que morirían de hambre o de frío, en alguna de las expediciones de caza o guardia. 

Días después de la muerte de aquel niño inui, tuvieron varias represalias por parte de distintos clanes, donde también murieron varios de los marineros. Eran días duros.