Partida Rol por web

Los ingenieros, dando por hecho que quedarse mirando lo único que haría sería congelarles de pies a cabeza, se pusieron en marcha bajos la órdenes de Duncan Montgomery, que había hecho buenas migas con Brian, muy dispuesto desde el primer momento.

El calor de envolver maderas, cuerdas, telas y ropas hizo que el cuerpo de los ingenieros se mantuviera por ahora en buenas condiciones, a pesar del frío polar que los envolvía. El vaho les rodeaba la cara cuando expiraban a causa del esfuerzo. El ritmo de trabajo era bueno, aquellos hombres, a pesar del aspecto descuidado, eran rudos y se movían con presteza, organizando la partida en un tiempo más que considerable.

- ¡Está bien! - gritó Taylor Keller, con quien Duncan conversaba de vez en cuando - ¡Conocemos el camino de marcha, siguiendo los mojones rumbo suroeste! ¡Trineos y cargas en mitad de expedición! ¡Duncan, cierras la fila!

El hombre hizo un gesto, puro en boca. La expedición comenzó a organizarse lentamente.

- Muchachos - comentó Duncan -, quedaros este pobre diablo para cerrar la fila, así podréis darle conversación a este pobre viejo - y rio alegremente.

El sol comenzó a esconderse en el horizonte, haciendo que la luz y el frío descendiera bruscamente, aunque todavía no fuera total. Tenían el tiempo justo para volver al barco sin que el frío de la noche les retuviera en aquel mar de hielo.

Preguntar cualquier cosa a Duncan podía levantar sospechas, asi que tenía que ser muy cuidadoso a la hora de hablar. Se suponía que eran miembros de esa expedición desde un tiempo considerable...

Ya les había hecho el favor de no contar nada sobre las mujeres en el grupo. Cosa que sería difícil de ocultar al resto de los exploradores si no tomaban precauciones. Así que hacer más preguntas de forma abierta era cuanto menos, una mala idea.

Le daría conversación. Sí eso sería lo mejor. Tarde o temprano acabarían tocando temas que podían interesarles, especialmente si se era hábil en torcer la conversación hacía donde uno quisiera.

- Menos mal que tenemos esos mojones para no perdernos en este páramo helado ¿verdad señor Montgomery?

- comentó intentando que hablara un poco de los mismos ¿Qué hacían allí? ¿Quién los había puesto y cuando? ¿Seguirían un camino directo hasta el barco o habría una desviación a la altura de cierto mojón? Cualquier cosa le serviría para ubicarse...

Brian aprovechó que Martina estaba a su lado bregando con los bultos para enmendar la pobre explicación que le había dado antes. Desde que entraran en aquel agujero temporal no habían tenido tiempo ni siquiera para dormir. Dios, es cierto, ¿cuánto tiempo llevamos en vela? En Miami se nos hizo de noche pero ahora volvemos a la luz del día. ¿Cuánto podremos aguantar este ritmo antes de que nuestros sistemas nerviosos colapsen? En cualquier momento podríamos llegar a tener alucinaciones de verdad, como especuló Martina...

—Eres Martina, ¿verdad? —la conocía, había trabajado con ella, pero al igual que todos ellos su rostro y su aspecto físico estaban cambiados—. Yo soy Brian, Brian Yamaguchi. Nos conocemos... Perdona por no haberte prestado atención antes pero este es nuestro tercer salto (el segundo fue algo más parecido a una pausa) y ni siquiera hemos tenido tiempo de hablar entre nosotros —le ofreció una sonrisa cordial—. El primero nos llevó a Miami en el año 81 e inmediatamente fuimos secuestrados por un grupo de mafiosos para obligarnos a ayudarles en un rescate... Eran unas chicas que... Bueno, te ahorro los detalles porque te juro que no soy capaz de ponerlos en relación con la anomalía que provoca estos saltos. ¿Y tú, cómo acabaste dentro del agujero? ¿Se expandió por toda la sala? ¿Fue creciendo por la universidad? ¿Has sentido algo extraño además del viaje en sí mismo?... Perdona... Hablo demasiado —se disculpó nuevamente sonriendo.

 

El sonido de la nieve rompiéndose a casa paso de las pesadas botas que vestían se hizo monótono y casi melódico debido a la cantidad de hombres que emprendían la marcha. A pesar del frío, que en realidad no era muy intenso para la hora que era; y la dificultad para caminar, los hombres andaban con una marcha alegre motivada por aquella ración de ron extra y el calor de las calderas de El Esperanza.

- Así es, muchacho - comentó Duncan a Karim -. Los mojones se van apostando cada cierto distancia para tomar como referencia el camino de vuelta. En el caso de que lleven a un lugar inaccesible o peligroso, se retiran y se toma otra dirección. En este mar de hielo es fácil perderse - una calada al puro creo una nube de humo que se perdió en el aire -, hoy hace buen día y todavía hay luz... pero si te pilla en mitad de una tormenta... ¡más vale que conozcas una buena oración, muchacho! - una carcajada simpática salió de Duncan.

Se sentía mejor trabajando, la hacía recordar más sus horas de entrenamiento en el gimnasio y menos pensar en estar parada en el medio del ártico sin estar segura de cuando volvería a tener un fuego para calentarse las manos. Volteó hacia Brian sorprendida cuando este le hablo, no le había parecido alguien muy dispuesto a socializar - No hay problema, esto también me resulta desconcertante, no puedo imaginar lo que será para alguien que ya ha saltado antes - Estaba totalmente perdida pero al menos le parecía que llevaba menos cansancio encima que todos ellos - Así que siempre son así de intensos - Murmuró acarreando una cuerda y guardándola en las mochilas, si no fuera porque sabía como funcionaba el proyecto hubiera podido imaginar tranquilamente un ente maligno divirtiéndose a su costa. -No lo sé realmente, estaba cerca así que supongo que me atrapó en el mismo momento que a ustedes, pero no, nada extraño - Miró alrededor sonriendo intentando imaginar algo más extraño que el viaje mismo - ¿Tienen alguna idea de como volver? -

Dio un suspiro cuando escuchó de los mojones, lo suponía, pero sabía a bien que alguien le confirmara que esos hombres tenían una idea clara de a donde estaban yendo. Sonrío al comentario de Duncan, ubicándose detrás de la fila con él, le caía bien el hombre, y la reconfortaba que estuviera cerca, más cuando el sol amenazaba con desaparecer pronto. -¿Como era su vida antes de esto? - Preguntó al hombre intentando bajar la agudeza de su voz con la bufanda que le cubría la boca, principalmente por si alguno de la fila escuchaba más adelante. 

 

Duncan se giró hacia Martina con expresión amable.

- Bueno, una persona de clase baja como yo pocas opciones tenía. Trabaja en el muelle, en Londres, de siempre me han encantado los barcos, gracias a mi padre - por un segundo el gesto de Duncan se tornó melancólico -. Carga, descarga, mantenimiento, limpieza... Me gustan los barcos y el mar... ¡Pero nadie me dijo que aquí haría tanto frío! ¡Nunca lo puedes imaginar hasta que lo sufres en tus propias carnes! Y para colmo, el mar helado es lo que nos está reteniendo...

Alrededor de una hora duró el viaje de lo que para la expedición era de vuelta y para los ingenieros un acontecimiento nuevo más. A pesar de haber entrado en calor con la recogida del campamento y con la marcha rápida del paso de la expedición, el frío comenzaba a volver a hacer mella en los cuerpos de los aventureros.

A lo lejos, entre la nieve, se podía observar un gran barco de velas recogidas y gran cantidad de hielo por toda la cubierta. El casco, a pesar de haberse construido del mejor roble inglés con refuerzos de olmo canadiense, se podía observar una deformación. La parte inferior, a la altura de la bodega, la cual se había incrustado en el hielo, era mimada por varios carpinteros haciendo todo lo posible por revertir los tablones combados por el frío y la presión del hielo.

Una vez que todos llegan al barco, varios hombres bajan por una rampa para ayudar a la expedición con las mochilas y petates. Algunos perros ladran, contentos, mientras agitan el rabo con energía.

- Parece que todavía no ha sido posible arreglarlo… - comenta Duncan en voz baja con un tono de preocupación. Un suspiro terminó la frase.

En aquel momento, Taylor Keller llamó a los presentes.

- ¡Oídme todos! – carraspeó para aclararse la voz – Antes de iros a descansar y comprobar los turnos de guardia, dejad todo recogido y amontonado en los almacenes. En unas horas se servirá la cena.

Una figura con una vestimenta distinta la de los demás apareció de las puertas que accedían a los túneles inferiores de El Esperanza.

El señor Keller se acercó a él con paso ligero. El nuevo hombre miraba fijamente y con seguridad a Taylor. El alboroto no permitía escuchar muy bien qué hablaban.

A Karim le había costado mucho entrar en calor. A penas empezó a sentirse las extremidades cuando El Esperanza apareció en el horizonte. La visión de la silueta fantasmal de aquel barco varado en el hielo era hermosa a la vez que descorazonadora. Allí en medio de la nada, un vestigio de la mano del hombre, gracias a la cual decenas de almas podían seguir con vida un tiempo más. 

Le recordó a las historias de ciencia ficción que escribía en sus ratos libres durante la carrera. Historias que por no creer que fuesen lo bastante buenas jamás tuvo el valor de enseñar a nadie, donde intrépidos aventureros se embarcaban en odiseas espaciales, quedando durante meses atrapados en algún asteroide sin nombre. 

- Es curioso como el ser humano se empeña en explorar lo desconocido ¿verdad? Somos unos locos por estar aquí. - pensó en voz alta. ¿A caso no eran ellos mismos pioneros en los viajes a través del tiempo y el espacio? Aquella gente con la que acababan de compartir la marcha no dejaban de ser como ellos, pioneros en su tiempo y por eso los respetaba profundamente. Si no fuese por gente así, por la inspiración de sus hazañas, el hombre jamás se hubiera atrevido a viajara las estrellas o más allá de la tercera dimensión.

- Pero alguien tiene que ser el primero en atreverse ¿no es cierto señor Montgomery? Lo que estamos haciendo es historia. No se si usted compartirá conmigo esta visión romántica de la misión. Al menos a mi me mantiene caliente el espíritu y el ánimo que no es poco.

Finalmente llegaron a cubierta. Alguien que parecía un miembro importante de la tripulación, quizá el mismo capitán del barco, habló con el señor Keller. Pero el ajetreo y el viento le impidieron escuchar la conversación que mantenían. Tampoco era fácil oír nada con esos gorros de pelo, todo sea dicho...

El barco, por fin el barco. Aquella última hora le había parecido a Brian la más penosa que había sufrido en su vida. Pensó seriamente en que iba a morir congelado. Tenía tanto frío que dejó la conversación con Martina sin terminar, después de responder a su pregunta de si sabían volver con una negación apesadumbrada.

Sin embargo, el interior de la nave no parecía mucho más acogedora. Continuaba haciendo mucho frío dentro y, para empeorarlo todo, una amalgama de olores desagradables flotaba en el ambiente cargado de las bodegas. A pesar de todo, Brian trató de buscar cualquier información posible que le hablara de aquella expedición: nombre del barco, detalles sobre las provisiones, los pertrechos, la propia tripulación... Siempre había sido un ratón de biblioteca además de un tipo muy curioso. No iba a cejar en su empeño hasta descubrir dónde se habían metido, incluso si, finalmente, tenía que preguntárselo a aquel tipo que hablaba ahora mismo con Keller...

- Pero alguien tiene que ser el primero en atreverse ¿no es cierto señor Montgomery? Lo que estamos haciendo es historia. No se si usted compartirá conmigo esta visión romántica de la misión. Al menos a mi me mantiene caliente el espíritu y el ánimo que no es poco.

Duncan dio una larga calada a su puro.

- ¡Eso es cosa de historiadores y escritores, muchacho! – dijo riendo mientras iba pasando distintos bultos a Karim, que de repente se vio involucrado en una cadena con otros marineros -. ¡A mí me motiva la bolsa de monedas de oro que nos espera en Londres! ¿Y a ti, Sheldon?

Sheldon era un muchacho joven, con el cuerpo algo escuálido y no muy agraciado en belleza, tenía una risa vaga y monótona.

- Sí, sí, señor Montgomery – contestó el muchacho -, las monedas, siempre las monedas. Para comer, beber y prosti…

- ¡Tranquilo, chaval! – rió de nuevo Duncan cortándolo – ¡Este muchacho! - otra carcajada - Todavía queda lejos ese momento. ¿Sabes? – dijo de nuevo dirigiéndose a Karim – nuestro nombre no saldrá en ningún libro de historia, muchacho, al final solo se recuerda a los capitanes y líderes de las clases políticas que financian las expediciones. Nosotros, muramos o sobrevivamos, no seremos recordados por nadie.

Keller hablaba mientras gesticulaba con las manos mientras agachaba la cabeza de vez en cuando dirección a la madera de la cubierta. Aquel hombre, lo miraba firmemente, pero sin ningún tono acusador ni culpable. Los ingenieros, con el alboroto y la distancia no pudieron escuchar nada de la conversación.

Sir Goodmin golpeó en el hombro cariñosamente a Keller y bajó de nuevo por donde había venido. El marinero se giró y dio varias palmas.

- ¡Vamos, vamos, que nadie se quede con los brazos cruzados! ¡Moveos!

Tras dejar todo colocado y con la noche cerrada, Keller dio permiso a los marineros para retirarse al comedor, donde podrían reponer fuerzas después de un largo día.

El comedor de El Esperanza no era una maravilla. Situado en el primer puente, tenía el techo bajo y varias mesas largas apiladas abrazadas por bancos no especialmente cómodos. Además, el frío se había colado entre las rendijas de la madera resquebrajada por el frío y de los sótanos, en contacto directo con el mar helado.

Los ingenieros, quienes para ellos era el primer día a bordo, observaban como poco a poco los distintos cocineros y pinches servían las distintas raciones. Aquella noche, la ración extra de ron que prometió Keller no se sirvió, sería porque las noticias de la expedición no fueron del todo buenas. A pesar de ello, una lata de cordero hervido y una ración de verduras, no muy generosa; fue el menú.

Aunque los marineros hablaban entre ellos, no había un ambiente de celebración ni de fiesta. Además, el frío hacía incómodo la hora de la cena, pues la mayoría de los integrantes seguían vistiendo sus ropas de invierno gruesas, sin contar los grandes abrigos de piel que utilizaban para salir al frío mar de hielo.

Al rato del transcurso de la cena, Phillip, encargado del turno de guardia de aquella noche, entró visiblemente nervioso y algo pálido. Se acercó a Keller, tragando saliva.

- Se… Señor Keller, no lo veo por ningún lado. Vimos una figura y fue a investigar. No está.

Brian se afanó todo lo posible antes de llegar al comedor. Había estado curioseando por todas las partes del barco donde no había supuesto ningún problema entrar, había buscado nombres, registros, mapas, fragmentos de conversaciones..., todo lo que pudiera ofrecerle una pista sobre aquel barco, aquella tripulación y aquella misión que tenía pinta de ir muy bien encaminada.

El frío era muy intenso y el personal no estaba ciertamente del mejor humor; pero Brian se comportó de la manera más educada posible, echando una mano cada vez que tenía ocasión.

Cuando finalmente llegó junto a sus compañeros, su rostro mostraba la intensidad propia de alguien que traía noticias importantes.

—Chicos, creo que he descubierto algo más sobre el lugar al que hemos venido a parar...

El asiático se preparó para hablar.

- A ver, creo que no íbamos muy desencaminados... Estamos en una expedición en la Antártida iniciada desde Inglaterra. Los marineros hablan del capitán como Sir Joyce Goodmin, un lord inglés de buena cuna y familia marinera. Un hombre serio, responsable y sensato. El barco en el que estamos, El Esperanza, es un buque de expedición destinado a conocer los límites del Ártico y el paso hacia el este en torno al círculo ártico.

Pero ahora, el barco lleva encallado en el hielo más de un año... El verano y el posible deshielo es la única esperanza, nunca mejor dicho; para poder avanzar. No está toda la expedición inicial... Han muerto bastantes marineros y exploradores por frío, ataques de osos polares y el eskorbuto. Creo vamos a pasar algunas fatigas mientras estemos aquí...

 

Brian llegó con datos muy interesantes a la mesa. Al parecer habian muerto ya varios miembros de la tripulación desde que quedaran atrapados hace más de un año por el hielo.

- Es importante todo esto Brian. Gran trabajo de investigación. - felicitó a su compañero. - Ahora lo importante es que nos mantengamos unidos. Esto pinta para largo... - dijo sin terminar la última frase, pues algo alarmante estaba sucediendo.

Un marinero informó al señor Keller de la desaparición de uno de los miembros del barco. Un suceso extraño al parecer. Esto empezó a resonar en la mente de Karim. ¿Y si de algún modo estaban saltando en el tiempo por una razón más allá del mero azar? ¿Y si estaban allí para cambiar hechos del pasado para así mantener su línea temporal? 

Karim no sabía con certeza si existía una o varias lineas de tiempo paralelas. Pero no quería arriesgarse a perder toda su vida, sus seres queridos, por no hacer lo que el universo les estaba poniendo delante. 

- No quiero ser entrometido señor Keller. Pero puede contar con nuestra ayuda para lo que necesite. Seremos discretos si lo que intenta es no poner en alerta a la tripulación de lo necesario.

Karim entonces miró a sus compañeros, esperando un gesto de aprobación. Él, aunque había tenido la iniciativa no era nadie para decidir por ellos.

Por fin podía sentirse útil como miembro de esa tripulación. Eran investigadores concienzudos, mentes privilegiadas. No se les escaparía una pista y darían con lo sucedido.

El frío la hacia sentir lenta, adormecida, sentía que los engranajes de su cerebro chirriaban enfadados cada vez que tenía que obligarlos a funcionar y romper parte de ese ritmo mecánico que tenían miembros de la expedición y en el que era tan fácil caer y solo dejarse llevar. "Estoy empezando a entender demasiado bien porque la gente muere en estos lugares" No se atrevía a hacer su pensamiento público, menos cuando percibía el humor que llevaba la tripulación. Aún así sentada y después de comer algo pudo prestar atención a lo que decía Brian. 

-Me alegra saber que no estamos en manos de un aficionado, pero tenemos que hacer algo para sacar este barco de aquí o nos congelaremos hasta los huesos muy pronto - Murmuró solo para sus compañeros - Buena información - Afirmó asintiendo con la cabeza -Entre nosotros cuatro tenemos que poder encontrar alguna forma de que esto funcione - Eran cuatro doctores por dios, para algo tenía que servir tantas horas quemando pestañas además de para tener títulos bonitos colgados en la pared. Si habían logrado viajar al pasado cuando menos tenían que poder librar un barco congelado.

La mención de un marinero desaparecido no le pasó desapercibida, miró a Karim al oir como los proponía para ayudar y le dio su bien visto en un corto gesto, no la entusiasmaba adentrarse en la muerte blanca de afuera, pero no iba a dejar a un hombre congelarse si podía evitarlo.

Tanto entusiasmo de Karim por participar en la búsqueda del marinero perdido provocó un imperceptible ataque de pánico en Brian. No tenía la más mínimas ganas de andar por ahí fuera en el hielo; pero había que ganarse la confianza de los líderes de aquella expedición si querían tomar las riendas.

—Como dice mi compañero, estoy a su disposción para lo que necesite, señor —pero trató de poner todo el énfasis en ese "lo que necesite" de modo que se entendieran las comillas que le acompañaban. A ver si Keller se iba a pensar que podía tirar de ellos para cualquier marrón, como habían hecho los mafiosos de Miami. No deseaba pasar por la misma experiencia otra vez.

—Desempolvemos todo lo que conocemos sobre termodinámica —respondió a Martina en un aparte, para que no le escuchara nadie salvo sus compañeros—. Hay que encontrar una solución para acelerar la descongelación del casco del barco aprovechando "el verano". ¿Alguna idea?

Keller, lo miró con preocupación. Se limpió la boca con la servilleta que tenía a la derecha de su plato y se levantó. Antes de comenzar el ascenso hacia la cubierta, dijo algo al oído de Duncan, que asintió. Keller se perdió del comedor y Phillip lo siguió.

El señor Montgomery, apuró su vaso de ron y se acercó a los ingenieros.

- Creo que sois dignos de mi confianza y se os ve inteligentes, no como la mayoría de los de aquí… – terminó con una mirada perezosa a los comensales -. Vamos,  el señor Keller confía en mi criterio y acepta vuestra petición.

El aire era más que frío aquellas horas de la noche. A pesar de seguir bien abrigados, la sensación de estar dentro del “calor” del comedor, fue un contraste más que impactante para los ingenieros.

En la cubierta, varios hombres del turno de guardia, miraban hacia la lejanía del hielo. Tenían las ropas heladas y escarchadas. Phillip, al lado del señor Keller, castañeaba los dientes producto del frío que corría en la cubierta. Miraban a lo lejos.

- Señor – comentó Phillip -, creo que lo abatimos, era una cría, era pequeña. Pero James fue a mirar y no volvió…

El hielo crujía a cada paso que los ingenieros daban. El silbar del viento, fuerte, hacía que a cada paso tuvieran que mantener el equilibrio. La noche era cerrada, y solo la luz de las antorchas permitían ver algo a pocos metros de distancia. Los ingenieros, acompañados de Duncan, Keller y Phillip, avanzaban en busca de James.

Cuando avanzaron lo suficiente, calculando donde podría estar el cuerpo de la cría de oso, pudieron ver una sombra. Era James, que permanecía de pie, estático. Su cuerpo tiritaba, y la correa de su mosquete tintineaba por el movimiento del frío.

El marinero respiraba fuertemente, en un vaivén entre un llanto y el esfuerzo de calentar en los pulmones el frío aire de la Antártida. En el suelo, un charco de sangre cubría una figura. Se podía escuchar el crujir del hielo con el contraste del calor del fluido rojo. Aquella figura no era una cría de oso: era el cuerpo de un niño esquimal.

Duncan negó con la cabeza, mirando al suelo.

- Joder… - maldijo Keller , mientras ponía los brazo en jarra y giraba unas pasos hacia atrás – Joder…

James seguía tiritando. Phillip se acercó a su compañero de guardia.

- Eh, James, vamos… - le dijo mientras ponía sus damos en los hombros del estático hombre – Vamos, nadie tiene culpa.

James asintió con la cabeza levemente, mientras se giró ayudado de su compañero de forma rígida, como si fuera una tabla.

Alentados por Karim cada vez estaba más convencido de que había buena razón para los saltos temporales. Por eso alentó al grupo de investigadores paraa echar una mano en la desaparición.

En su mente empezaba a generarse una hipótesis. Los agujeros de gusano se generaban al cambiar significativamente la linea de tiempo, generando así un universo paralelo. Por eso torizaba que el propio universo, volvía a llevarles por inercia al punto de partida.

Mientras la cabeza de Karim bullía con teorías sobre el espacio-tiempo, el resto del cuerpo tiritaba por el frió antártico.

Finalmente y después de una buena caminata, dieron con el rastro del hombre desaparecido. Por desgracia la temida presa que había abatido no era más que un niño.

- ¡¿Pero que acabas de hacer?! - le reprochó sin conocerle de nada, mientras se echaba encima de la pobre criatura para intentar evitar su muerte...

- ¡Rápido ayudadme! - le gritó a los suyos para ver si entre todos pudieran envitar su muerte.

—¿Nadie tiene la culpa? ¿En serio? —gritó Brian a Phillip—. ¿Qué demonios habéis hecho, animales? Si hubiera sido una cría de oso polar jamás habría podido hacerle daño a James y dispararle habría atraído a su madre y entonces sí... oh... entonces sí que ambos estaríais jodidos.

Brian estaba rojo de la ira. Tanto que casi no sentía el frío cuando se tiró al suelo junto a Karim para ver si el niño continuaba vivo, mientras trataba de recordar lo que había aprendido de primeros auxilios*.

James se giró, consternado por las palabras de los ingenieros. El poco rostro que asomaba tras la capucha de pelo era triste y apretaba los labios con fuerza.

- ¡¿Y qué sabíamos nosotros?! - recriminó mientras agitaba la mano hacia ellos - ¡Ya perdimos a Will hace un mes por no dispara a aquel oso! - se podía ver un gesto roto por la tristeza.

- Va, James, calma... - le dijo de nuevo Phillip mientras lo giraba dirección al barco -. ¿Señor Keller?