Partida Rol por web

Al asomar la cabeza y encontrarme con dos guardias diferentes esta vez, me decepciono un poco, pero espero que estos sean tan eficientes como los otros.

-Ey!, vosotros dos, mandad a alguien para que arregle mi cuarto, la cama no se hará sola-.

Sin mediar más palabra con ellos, vuelvo al interior, me acerco al intercomunicador y respondo tranquilamente.

-Traed un poco de todo y que suba el cocinero-.

Mientras espero, me siento cómodamente en el sillón y atiendo a las noticias que aún están puestas en la gigantesca pantalla.

El guardia toco algo de su hombro, se escucho un chasquido y mando a llamar a la gente de limpieza. Luego volvio a su posicion normal. Como si nunca se hubiera movido. Ambos parecian estatuas de piedra, duras e inamovibles.

A los pocos minutos llego el cocinero, el mismo que la otra vez, con un carrito lleno de comida para el desayuno. Habia de todo y mucho mas de lo que Liz pudiera comer.

-Buenos dias- dijo con una sonrisa mientras destapaba varios platos inundando la habitacion con un delicioso aroma.

Llaman a la puerta, indico que pasen. Observo al guapo cocinero y respondo educadamente al saludo.

-Buenos días, Siéntate conmigo y ya sabes lo que tienes que hacer-

Tranquilamente espero que el chico vaya probando los platos y comienzo a comer.

-Sois rápidos en la cocina, ¿sois muchos?- El muchacho me agrada y por cortesía doy un poco de conversación.

El cocinero toma asiento con una sonrisa y comienza a probar cada uno de los bocados, dando su aprovacion a cada uno y recomendandoselo a Liz. Parecia estar acostumbrado a las excentricidades, es agradable y atento.

-Somos 35 personas, de noche hay 12 mas por si necesita algun refrigerio- siguio probando un jugo de naranja naturales-. En este lugar hay mucha gente, todas dispuestas a complacerla cuando quiera. Sabemos bien que si usted es feliz, nosotros tambien lo seremos.

Enarco una ceja y observo fijamente al joven y apuesto cocinero.

-Así que estás aquí para complacer mis deseos...y hacerme feliz-, murmuro sin dejar de mirarlo.

Bebo un sorbo del zumo de naranja que anteriormente probó el muchacho.

-¿Hace mucho que trabajas aquí, querido?-

Asintio mientras probaba una rebanada de fruta que parecia ser de origen exotico. Trago y sonrio.

-Estoy aqui desde hace cuatro años, no hemos trabajado mucho en realidad. Era raro que Nallop comiera en su casa o que estuviera alli- parecia que ya habia probado todo lo que habia que probar-. Creo que eso es todo- sonrio complaciente, parecia un buen chico-. Si no requiere de nada mas, volveré a la cocina para que pueda disfrutar de la comida. Cualquier cosa que necesite ya sabe donde encontrarme.

Era encantador y con un aire de buena persona, el chico ideal para mostrar a la familia... Claro que Liz no pretendia hacer eso.

-Antes de que te vayas, prueba tranquilamente todas las botellas del bar, empieza de atrás hacia delante, reposa unos 5 minutos entre trago y trago-.

Espero a que el muchacho siga mis instrucciones y comienzo a desayunar tranquilamente, probando de aquí y allá bocados al azar, intentando saborearlo todo.

Ensimismada en mis pensamientos, advierto que la botella envenenada por mí también está entre las del bar, rápidamente cambio de idea y detengo al cocinero... al fin y al cabo, no es momento de matarlo, por lo menos no antes de que me complazca en todos los sentidos...-

-Alto, no, espera, tú ya has hecho suficiente... por ahora... envíame a alguien más de la cocina... Tú... puedes retirarte de momento, pero cuando pida algo, exijo que seas tú quien me sirva ¿de acuerdo?, ahora márchate-.

El sujeto se dirijio hacia las botellas, pero por suerte para él, Liz lo detuvo. Se volteo algo confuso, pero sonrio y asintio a lo pedido por su nueva y sensual jefa. Hizo una reverencia diciendo.

-Como usted guste- parecia gustarle el trato especial que recibia, nada que ver con las respuestas mordaces de Nallop y los insultos que venian casi siempre acompañados por cada palabra-. Ahora mismo enviare a alguien.

No paso mucho tiempo en el que otro cocinero aparecio. Este era mas bajo que el anterior y tenia un perilla que hacia recordar a Bob. Al parecer ya sabia lo que tenia que hacer, pues miró las botellas con precaucion. A diferencia del otro, este no sabia que podria contener esas botellas. Espero a que Liz le indicara como proceder.

Observo tranquilamente a mi "capricho" marcharse. En cuanto la puerta se cierra, me levanto rápidamente y retiro mi botella del estante, poniéndola al lado de mi mesilla de noche. Me importa un bledo si creen que he estado bebiendo como una cosaca.

Vuelvo a la mesa, esperando que de un momento a otro llamé el catador. Éste no se hace esperar demasiado, entra mientras yo estoy acabando con mi desayuno y se queda observando las bebidas.

-Bien, supongo que lo ha enviado el otro chico-

Mierda, ¿cómo se llamaba?.

-Verás, el otro cocinero probó cada bocado de mi desayuno,tú hazme el favor de probar todas y cada una de las botellas que hay ahí encima. Tómate tu tiempo entre trago y trago-

-S... si señora- dijo con cierto nerviosismo. Luego, se acerco a la vitrina, habia al menos veinte diferentes licores y todos tan caros que le daba pena el solo apoyar sus manos sudorosas en las botellas. Pero, con cierto temor y no por romper o derramar el liquido, empezó a llenar un vaso, con muy poco licor y a beber con tranquilidad. Cada trago era seguido por un periodo de espera, en donde el cocinero movia sus ojos como si fuera un reloj de pendulo. Luego continuaba. Despues de casi media hora, algo mareado y con el rostro colorado dijo-. He... terminado...- miro hacia Liz, pero no precisamente a ella sino a varios centimetros a su izquierda.

Sonriendo satisfecha, me levanto de la mesita,

-Puedes retirarte gracias-.

Espero que se marche y me vuelvo a sentar en el sofá a ver la televisión.

¿Estarán muertos ya el mendigo y los demás?

Nerviosa, me vuelvo a levantar, observo el reloj sin saber qué hacer... Al momento, se me ocurre algo para pasar el tiempo.Me acerco al intercomunicador. Pulso el botón de la Cocina.

-Que suba el muchacho que me trajo el desayuno a retirarlo todo, he acabado-

Mientras espero, tranquilamente me dirijo a la ducha para refrescarme y asearme un poco.

El muchacho hace una comica reverencia y enfila hacia donde no debe, se da cuenta y camina como puede hasta la puerta. Liz espera que no le hagan cocinar nada o terminara prendiendose fuego solo. Esos licores son muy fuertes.

-Ya mismo va para alla- respondio una voz femenina luego de que Liz impartiera sus ordenes.

Ya mas tranquila sobre el contenido de su nueva vitrina de licores, se dirigio al baño a asearse. El baño era practicamente una casa mediana, habia desde yacuzzy hasta la clasica regaderas. La mayoria de los perfumes eran para hombres, pero habia gran cantidad de jabones y cremas.

Todo estaba revestido de lujos, no importaba donde mirara, alli habia algo que le sorprendia.

Comienzo a desvestirme para darme una ducha, pero viendo el gran tamaño del baño, la cantidad de sales, geles y espumas...El jacuzzi se me ocurre como mejor opción.

Mientras espero a que se llene, huelo algunas sales y voy echando un poco de ésta y de aquella en el preciado y enorme jacuzzi. 

Una vez lleno, lo enciendo y me meto dentro para darme un preciado baño relajante.

Liz se desnudo, notando varios moretones en su cuerpo, muchos de los cuales ni siquiera sabia como se los habia hecho. El agua calida la acuno con ternura, relajando sus musculos y tranquilizando su mente. No pudo evitar sonreir al pensar en como la estarian pasando los demas, en medio de la nieve y muerots de hambre.

Alguien tocó a la puerta, seguramente era el cocinero...

Ensimismada entre mis pensamientos, unos golpes en la puerta me devuelven a la realidad, aunque estaba esperándolos, me distraje y consiguieron que pegara un pequeño salto.

-Adelante!-

El joven entro a la habitacion, pero Liz no estaba alli, le llegaba el sonido del agua y la luz que venia del baño. Trago saliva y anuncio con cierto tono nervioso.

-Comenzare a juntar la mesa mi señora- Liz escucho con claridad como recogia platos y cubiertos con bastante celeridad, quizas tratando de no imaginar lo que estaba pasando a pocos pasos de él.