Partida Rol por web

Jadeando después del esfuerzo, me apoyo en las rodillas durante unos segundos y suspiro profundamente.

Me aparto con cuidado de la entrada y miro irónicamente a Offene.

Monsieur, s'il vous plaît?

Con un cansado gesto, le cedo el paso a nuestro más enigmático compañero.

Recojo uno de los hermosos y sólidos candelabros y, tras asegurarme de que todos los cabos se mntendran encendidos, se lo entrego a El Errante. -Permitir que nuestro amigo recupere el aliento y seguirme si no os importa. Pero darme unos pasos de ventaja.

Mantengo la luz a mis espaldas para acostumbrar mis ojos a la penumbra. Las manos despejadas para poder reaccionar a cualquier imprevisto. Y los sentidos tensos mientras desciendo. Dudo mucho que Beanno sea consciente de que en realidad su inquietante guarida es en realidad el territorio al que estoy acostumbrado.

Mientras esperáis en lo alto de la escalera, Offene no puede dejar de fijarse en que varias de las piedras que componen la escalera sobresalen algo de sus pares. Ya que conoce algo sobre el funcionamiento de los dispositivos que activan las trampas, está seguro que si pisáis alguna de ellas terminaríais cayendo en algún peligro mortal. Por lo demás no parece verse luz al final de las escaleras, vuestro objetivo está más allá.

Me aseguro de que ninguno de mis compañeros active los siniestros mecanismos mientras prosigo el descenso.

El Errante tomó el candelabro y asintió al pedido de Offene. Aguardo junto a Cleremond mientras éste recuperaba el aliento, sin dejar de prestar atención a lo que el cerrajero iba informando. Había trampas en el descenso, el concejal iba intentar acabar con ellos hasta último momento, como un maldito cobarde.

-Si tan solo nos hubiera enfrentado cara a cara... Esa alimaña tendrá mucho que pagar cuando acabemos con ella. ¿Vamos maese le Brun? No sería bueno que maese Tür se alejara demasiado. No podemos dejarlo librado a su suerte, así como también requerimos de sus indicaciones para descender relativamente seguros.

Me encuentro algo mejor, será mejor que bajemos.

Siempre ateniendo a las instrucciones de Offene bajamos con cuidado, el viejo y yo.

Atendamos bien, no queremos morir ensartados por una sucia trampa, o ahogados en un foso, o quizá asfixiados por un gas corrosivo, o a lo mejor... Bueno, creo que ya me entendéis. 

La bajada es lenta pues Offene tiene que buscar el lugar justo e indicarlo a sus compañeros, con lo que cada escalón se van varios segundos sobretodo por la cuasi-ceguera de El errante. Cuando lleváis más o menos la mitad y os quedan unos 3 metros para llegar al final, escucháis los pasos de alguien y veis a Beano abajo de las escaleras. Sin decir una palabra pulsa un interruptor cercano y escucháis un crujido a vuestras espaldas. Para ver como una gran piedra caer al principio de las escaleras y rueda hacía abajo accionando las trampas que con tanto esfuerzo habéis intentado esquivar.

Antes de ser consciente de mis actos me arrojo escaleras arriba intentando alcanzar, y activar, alguna de las trampillas antes de que la bola la alcance.

-Cleremond ayuda al Errante! -Si no consigo detener la roca quizás al menos si consiga algo de tiempo para que esquiven su mortal trayectoria.

El Errante sintió que el cuerpo gigante se les venía encima. Supo, por sus sentidos aumentados que Offene estaba arriesgando su vida para intentar protegerlos. Que estaba dispuesto a dar su vida por salvar las suyas, algo que el anciano no podía permitir cargar en su conciencia.

Agotado por las vivencias del día, buscó en su interior una vez más. Tenía que utilizar la magia a pesar de la reticencia que sentía, aún a costa de saber que, con cada uso, su alma perdía un pedazo más, pero ¿qué más daba? Ya le quedaba poco a su maltrecho cuerpo y lo que quedaba de su parte espiritual ya no tenía esperanza de salvación.

-Niebla que bañas esta tierra, una nueva forma te aguarda... apodérate de la piedra, toma su lugar, llena su espacio -una serie de invocaciones arcanas siguieron al pedido del Errante y poco a poco, la roca comenzó a hacerse menos sólida, dejando que su volumen comenzara a dispersarse en forma de zarcillos blancos, parecidos a los que tiempo atrás los había conducido a aquel lugar.

A la desesperada Offene se pone frente a la roca que llega e intenta detenerla con su cuerpo. Nunca ha sentido la necesidad moral de ayudar a alguien, pero está le ha dado fuerzas para bloquearla.  Solo es cuestión de tiempo que la piedra siga su curso. Y notáis un fuerte olor que llega de varios agujeros que al perecer han sido activados por la roca. El Errante utiliza su magia y convierte la roca en polvo que os hace toser y cerrar los ojos por las volutas que entran en ellos. 

Beano se rie desde abajo:- Se os ve mal, chicos... Quizás necesiteis algo de luz...- Y saca una vela que empieza a prender.

¡Arderemos como pinocha seca!

El miedo era evidente en el rostro de Cleremond, que activó todas sus alarmas de hombre-bestia.

Había que actuar o morir, o quizá las dos cosas.

¡Maldito monstruo, no saldrás de esta, no SALDRÁS!

-Deprisa anciano! -Exclamo mientras casi tomo en mis brazos a El Errante aprovechando la distracción de Cleremond para alejarnos a ambos del peligro.

Bajáis las escaleras a todo correr, activando las trampas y por lo tanto llenando aún más de gas las escaleras. En tanto que Beano lanza la vela que prende el gas. Offene ayuda a el Errante en su escapada por lo que no llega a escapar de la honda expansiva provocada por la explosión, en tanto que Cleremond tropieza y recibe también la descarga.

Por lo que sois lanzados contra la pared, vuestros huesos crujen por el daño y vuestra dignidad por las risas que se alejan del concejal que huye tras una puerta que cierra tras de si. No podrá esconderse mucho más pues ya le estáis pisando los talones, pero vuestro grupo a menguado y cada vez estáis más heridos...

Odiaba ser una carga. El Errante hubiera preferido quedarse atrás y que Offene evitara ser alcanzado por la explosión, pero su compañero había sido bondadoso y lo había cargado sin preguntar, alejándolo de lo que hubiera significado una muerte segura para el anciano. Y él no podía darle nada a cambio, tan sólo las gracias.

-Gracias maese Tür -dijo entre jadeos y toses por el humo-. Mi vida no vale lo que has arriesgado, de ahí que mi agradecimiento sea eterno. Gracias.

Apoyándose en el cerrajero para ir más ligero, encaminó sus pasos siguiendo al concejal. Cleremond estaba herido pero aún podía moverse y los seguía de cerca. Al anciano le hubiera gustado tomarse un tiempo para descansar, reponer sus fuerzas, pero la maldad de aquel lugar no esperaba a nadie. O seguían corriendo por su vida, o de nada habría valido el esfuerzo.

-Vamos Cleremond, ya casi le damos alcance! No podemos darnos por vencidos a esta altura. Vamos compañeros! la justicia exige que seamos su puño en esta oportunidad.

Verme como un adalid de la justicia era algo que no esperaba cuando comencé este viaje. Y dudaba mucho que ese hubiera sido el propósito de mi señor. Sin embargo su presencia apenas se había echo notar y una parte que creía ya olvidada de mi ser albergaba la secreta esperanza de que esta extraña cruzada ayudara a quebrantar su oscuro yugo.

Sin embargo había recorrido suficientes laberintos como para comprender que nada ganaríamos yendo tras el por la mortal senda que seguía marcándonos.

-Por aquí! -Indico con decisión tomando un casi invisible corredor. Sabiendo con meridiana claridad que nos conduciría a salvo al corazón de este dédalo. El lugar donde nuestro artero rival pretendía atraer a los escasos supervivientes de nuestro grupo. Y donde sin duda la ventaja que esperaba tomar seria nuestra cuando lo alcanzásemos antes que el y con nuestras restantes fuerzas intactas.

Todavía algo conmocionados por la explosión, exploráis el pasillo cercano. A primera vista no parece que haya ninguna trampa, pero los ojos de Offene son bastante más inquisitivos, pronto encuentra los mecanismos de las trampas y mejor aún varias puertas secretas. Recordando el tiempo que paso en la oscuridad arreglando y controlando este tipo de mecanismos, cree reconocer la puerta que os llevará hasta donde está el concejal Beano, quizás incluso antes que él.

Por lo que pulsando en una de las rocas de la pared, una pared falsa cede a un pasillo por el que estáis un buen rato vagando. Creyendo que ibais a quedaros encerrados, no podéis sentir más que alivio, cuando veis dos bolutas de luz que salen de dos agujeros al final del túnel. Por lo que aparenta debe de ser una especie de cuadro donde se puede espiar desde allí. 

Al otro lado se puede ver una gran cámara llena de cojines y donde varios amantes están fornicando como si la vida les fuese en ello. A está sala llega poco después el concejal Beano, que se limpia el sudor con un pañuelo que saca de sus ropajes.

El endeble tapiz sin duda podría ser fácilmente derribado por los recios brazos de Cleremond. Pero seguramente existiría otra forma mas discreta de entrar en la estancia, o incluso que franquease el acceso a alguna adyacente. Con un gesto indico al sabio y al guerrero que permanezcan vigilantes mientras sigilosamente exploro el resto del secreto corredor.

¡De acuerdo! ¡Id con cuidado amigo!

Susurro a Offene, no tengo demasiada buena espina con el plan, la idea de separarnos me recuerda a la desaparición de Malkar, pero Offene sabe lo que se hace.

El Errante asintió con la cabeza al tiempo que susurraba unas palabras a su familiar. El anciano estaba encomendándole  que fuera con Offene y protegiera al cerrajero pues aquel lugar ocultaba demasiados secretos para un solo par de ojos, por mejor entrenados que estuvieran. Luego permaneció cerca de Cleremond, expectante por si sus artes eran requeridas para defender a sus compañeros o a sí mismo.