Partida Rol por web

¡Esperad que voy con vos!

Cleremond despierta de aquella ensoñación y sigue al anciano y a Offene, mientras insta a Geralt a lo mismo.

El aire le hacía martillear la cabeza y casi sentía el palpitar bajo su cabellera.

Saber junto a mi,y relativamente seguros, a mis compañeros calma un poco mi ansiedad. Tan pronto como el cruza el umbral empujo la puerta y la aseguro con una de las cuñas de abedul que e ido usando para mi oficio durante el viaje. Antes de dar un paso me detengo a reponer el aliento y observar atentamente la nueva estancia.

Avanzáis hacía el interior, pero pronto notáis la falta de otro de vuestros compañeros. Geralt el de la lengua de plata, ha desaparecido en el pasillo. Quizás llevado por la niebla como le ocurrió a Malkar. Vuestras fuerzas van menguando, mientras que al parecer, las fuerzas del concejal Beano, andan aumentando y habéis sentido en vuestras carnes lo peligrosas que son.

Al deambular por la biblioteca, podéis sentir el calor hogareño de la chimenea y la pulcritud del lugar. Sino hubieseis sufrido a manos de los extraños niños o visto los horrores de la entrada, casi os sentiríais a salvo. Pero pronto os dais cuenta de que no estáis solos. Aunque el resto no reconoce a la figura que lleva un montón de libros en su regazo y se dirige al sillón al lado de la chimenea. Cleremond lo reconoce muy bien, pues es el chupatintas que le iba a decir donde vivía su mayor enemigo, y que le proporciono un momento incomodo por ver a la criatura que mangoneaba al pobre tipo. 

Sin haceros el menor caso, aunque en realidad parece que no se ha dado cuenta de vuestra presencia. El hombre abre un libro y empieza a leer. De su cabeza, aparece una criatura amorfa que se fija en el libro leyendo a la par que su sirviente humano.

El aire de la bibliteca se sintió dulce y reconfortante, después de haber estado aspirando la pestilencia del pasillo. La estancia era amplia y apacible, más no representaba refugio. Allí había alguien, otra persona más poseída por aquella clase de mal que asolaba a la ciudad.

Sabiendo que la única posibilidad de obtener una ventaja era atacar primero, el Errante se preparó. No era mucho lo que podía hacer, pero si lograba enredar al ocupante de la estancia, sus compañeros podrían acabar con él.

Cerró los ojos que contenían sus cuencas vacías, buscando la calma interior para realizar la perversión que atrapara a su enemigo. En voz baja, en una lengua muerta mucho tiempo atrás, pronunció palabras poderosas, palabras capaces de cambiar lo que era por lo que la voluntad del mago le impusiera. Con sus manos, fue moldeando el poder que manaba de aquellas palabras hasta alcanzar el climax, antes de lanzarlo contra el ser que leía tranquilamente en el lugar.

Sus compañeros vieron como una película color púrpura cubría por completo al humano poseído y comenzaba a hincharse a su alrededor, conservando la forma de su cuerpo.

-He cambiado el aire que lo rodea por veneno. No creo que mi hechizo sea lo suficientemente poderoso como para vencerlo, pero lo debilitará lo suficiente para que acaben con él. ¡Vamos! ¡no hay tiempo que perder!

La agresiva iniciativa del habitualmente reflexivo anciano me sorprende totalmente. Confiaba atravesar discretamente la estancia sin mas conflictos pero este curso de acción. En lugar de ejecutar la expeditiva aunque razonable orden, me aparto del conflicto y oteo con prevención la peligrosa llegada de nuevos adversarios.

Sorprendido ante la destreza de naturaleza extraña que poseía el extraño anciano, Cleremond quedó a la expectativa, ¿Qué haría el grotesco ser? 

Por simple instinto, apretó la empuñadura de su espadón, que reposaba, como un animal de hierro enorme, la punta en el suelo. 

La sorpresa es tanto por vuestra parte como por la del poseido que de pronto ve como alrededor de vuelve de un color púrpura ponzoñoso, que no le permite respirar. Primero la criatura deja caer sus libros e intenta brazear para alejar el aire emponzoñado, luego corre por la habitación a ver si lo puede dejar atrás y por último se acerca al fuego quizás buscando una salida desesperada, pero cae al suelo antes de llegar a la chimenea. A través de la esfera podéis ver como sale una sustancia negra que se licua en el suelo como las anteriores veces. 

Ahora os encontráis solos en una biblioteca que no parece tener una salida a la vista y con el cadáver del poseido todavía con su aura ponzoñosa acompañándolo. Hay por lo menos una docena de estanterias y la mayoría mal iluminadas por el fuego de la chimenea.

Recojo una tea de la chimenea y comienzo a examinar cuidadosamente las estanterías.

Aunque asegurada con una cuña solida y flexible la hoja de la puerta puede ser derribada todavía. -No conviene perder de vista el Umbral. -Declaro de forma quizás demasiado descuidada.

La riqueza implícita en los conocimientos de esta sala aventaja a muchas fortunas. Y una de las pocas ventajas de mi especular experiencia es que me había dado la oportunidad de poder apreciarla.

Lo que en principio iba a ser una distracción, resultó ser un ataque nocivo. El Errante no esperaba causar tanto daño, pero por una vez no le dolió. Aquella criatura estaba poseida por un mal terrible, haberla liberado de su influencia era lo mejor que podrían haber hecho.

-Debemos encontrar la clave para salir de aquí. En estos libros... en esta fuente de saber está la respuesta, pero no hay tiempo para buscarla. Apurémonos! Nuestras vidas corren peligro.

Offene después de asegurar la puerta, examina la biblioteca iluminado solo por la tea ardiendo, en tanto que el Errante busca una pista para seguir adelante, casi al mismo tiempo, ponen sus ojos en una de las estanterias, que linda con la pared. Offene nota la brisa que llega de ella, e imagina que solo tendrá que tirarla abajo para seguir adelante. O Encontrar el mecanismo que la abra por supuesto.

Cruzo un mirad cómplice con El Errante antes de darme cuenta de lo fútil del gesto. Después comienzo a golpear cuidadosamente el trabajado artesonado de la estantería con el mango de la basta hoja, mientras separo delicadamente los volúmenes con su romo revés.

Tras unos momentos de trabajo Offene lega a darse cuenta de que tardará bastante en llegar al otro lado haciendo un boquete en la parte débil del muro. Sin duda el concejal ha tenido que utilizar el camino con facilidad para pasar al otro lado. Eso si, ahora se podría intentar forzar si alguien de suficiente fuerza encontrase una palanca de buen tamaño.

¡Busquemos algo e intentaré tirarla abajo!

Cleremond se vio con la fuerza suficiente para tirarla con el objeto correcto, quizá un atizador, o un buen madero de corazón de pino.

El Errante supuso que aquella biblioteca escondía algún mecanismo que permitiera separar sus estantes de la pared revelando alguna salida oculta, pero no había tiempo para ponerse a buscar. Tendrían que forzar los muros a como diera lugar, algo en lo que él no podía aportar mucho.

Con tino, se apartó del camino de sus compañeros para dejarlos actuar. Confiaba en que la juventud y el arrojo de ambos sería suficiente para hallarles la salida.

Secundo la iniciativa del mas joven de nosotros descartando los atizadores y entregándole el largo y robusto portaparrillas [1] colgado en la chimenea. Atendiendo a sus mas dotadas actitudes para asistirle en la medida de lo posible en la tarea de abrirnos paso.

Descartando buscar posibles activadores, decidis forzar el mecanismo con una atizador de la chimenea de buen acero que seguro que hará saltar el mecanismo, aunque solo si alguien es capaz de presionar con suficiente fuerza. Sin duda detrás de esos muros os espera el hombrecillo y obtendréis algunas respuestas.

¡Abriré eso aunque sea a cabezazos, maldita sea!

Al principio parecía que la librería que da al pasillo escondido iba a revelarse como más complicado de lo que esperaba Cleremond, pero finalmente con un sonido de oxido el mecanismo cede y deja un hueco suficiente para que podáis pasar. Una corriente húmeda parece llegar desde el interior del pasillo que da a unas escaleras cinceladas en la roca a saber a que profundidades lleva...

El joven le Brun lo había conseguido. Tras esforzarse haciendo palanca, había obtenido sus frutos y un panel de la biblioteca se abría para dar paso a una oleada de aire húmedo y frío.

Aunque el anciano no necesitaba su vista para descender, no quería ser él quien encabezara la marcha. Su endeblez y la falta de dotes para el combate cuerpo a cuerpo lo convertirían en un estorbo si sufrían un ataque proveniente de las profundidades. Mejor que fuera uno de los otros compañeros quién abriera la marcha, que él guardaría la retaguardia con el poder que les quedaba.

-Será mejor que ustedes vayan delante. Si el concejal decide mandarnos otro de sus esbirros sólo seré una molestia.