Partida Rol por web

El posadero lleva otras tres jarras de cerveza y escuchas cómo Yi Fan y Henry intercambian unas cuantas frases, pero cada vez te cuesta más seguir el hilo de la conversación.

Al cabo de un rato, el luchador Uld se levanta y tira de tu brazo. - ...descansar para curar esas heridas. - Consigues entender cuando te concentras lo suficiente para enfocar tu mirada en sus labios.

Me cuesta enfocar un poco, entre la cerveza que me bebi y la sangre que perdí, posiblemente tengo mas cerveza en vena que sangre. Me rio con mi propio chiste pero se me corta al ver la mirada wulfen y como me saca de allí, agarrándome del brazo.

-JAJAJAJajaja....ja- miro serio al guerrero y le digo algo -(no me acuerdo)-me levanta de la mesa y me lleva un poco a la fuerza- (creo a aqui dije algo más)

Será pesado el animal este con cogerme por el brazo... creo que me intenta decir algo...

- Si... descansar... vamos... yo la litera de arriba.

En cuanto Vangrant sube las escaleras ayudado por Henry, el Dindavara se echa al hombro el estuche del Koto y les sigue apenas un par de pasos por detrás.

La habitación en la que les han alojado apesta. Afortunadamente la tenue luz de la vela que Henry sujeta no permite distinguir con claridad la suciedad de la misma, ni las cucarachas que corretean por el suelo.
No importa. Servirá para esta noche.

Acercando la unica banqueta de la pequeña habitación, Yi Fan atranca la puerta. Después, revisa la ventana y se asegura que quede bien cerrada. Por último, se arodilla en el suelo, colocando ante sí la hoja Dinda.

Estaré de guardia las primeras horas de la noche. Anuncia a Henry, que ya ha acostado al joven hechicero. Duerme ahora.

Henry lanza al joven hechicero sobre la litera y saluda a Yi Fan.

- Despiértame en un par de horas, no más. Tenía pensado pasar la noche en vela, pero un par de horas de sueño me vendrán bien...

Alex ya está dormido cuando el hombre de Asceltis se tumba en la cama de abajo de la litera. No tarda en cerrar los ojos y el silencio se apodera de la noche. La posada a la que os ha traído es un auténtico tugurio pero una cosa parece clara, nadie os buscará aquí. Las horas se suceden sin que ocurra nada.

Te despierta el grito sobresaltado de la mujer a tu lado. Abres los ojos sonriendo, pensando una respuesta a su inquietud que resultaría zafia en ambientes más refinados. Sin embargo, al mirarla reconoces en su gesto una verdadera alarma.

- ¿Cómo...? - Empieza a preguntar, sin atreverse a concluir la pregunta. Tus ojos se giran en la dirección de su mirada y ves a Asceltis al otro lado de la habitación, observándoos impasible. Puedes imaginar una sonrisa sarcástica bajo su máscara. "Maldita zorra... ¿Cómo ha entrado aquí?", piensas, algo intranquilo al darte cuenta de que no has sentido su presencia hasta ahora.

- ¿Por qué no me sorprende encontrarte en una casa de lenocinio? - pregunta con el sarcasmo llenando su voz. - Tú, lárgate - le dice a la mujer a tu lado. Apenas tienes tiempo para echarte la manta por encima antes de que la meretriz se levante cubriéndose con la sábana.

Asceltis espera a que la mujer salga de la habitación para levantarse y dirigirse a tus ropas.

- Me alegra ver que te has recuperado de tus heridas - dice lanzándote la camisa y los pantalones. Por un momento se queda mirando la espada que te dio Areth, pero no hace ningún comentario. - Vístete. Tenemos que reunirnos para ultimar los detalles del viaje. Las cosas se han complicado esta noche mientras tú... te divertías. Han intentado asesinar al joven hechicero, así que saldréis hoy mismo y el chico os acompañará.

Se queda mirando, esperando a que te levantes de la cama.

Os despierta la voz de Henry llamándoos sin cortesía. - ¡Arriba, gandules!

No ha terminado de decir la primera palabra cuando la mano de Yi Fan se aferra a la empuñadura de su dinda. Alex tarda algo más en desperezarse y, cuando por fin consigue enderezarse, el mundo parece dar vueltas a su alrededor.

 - ¿No te sienta bien la cerveza, eh, muchacho? - pregunta sonriente. "¿Es que no pierde esa maldita sonrisa ni siquiera al levantarse?", pensáis. Sin embargo, Alex consigue sobreponerse a su dolor de cabeza y dejarse caer de la parte superior de la litera.

- Daos prisa. Tenemos que reunirnos con Asceltis y vuestro compañero en El Grifo Ardiente. Si es posible me gustaría que saliésemos esta mañana hacia la frontera.

No hay peligro...

Eso piensa Yi Fan en cuanto recobra la lucidez, pero inmediatamente se reprende a sí mismo. Siempre hay peligro, aunque no seas capaz de verlo.

A su lado, Henry sonríe, como si el mundo fuera un chiste que sólo él entendiera. Y Vangrant tiene el rostro blanco y los ojos enrojecidos. Parece a punto de ponerse a vomitar, aunque el Dindavara no sabe si la razón son las heridas que sufrió, las cervezas que bebió, o una mezcla de ambas cosas.

Se pone en pie despacio, sintiendo de pronto el dolor de las heridas que todavía le atormentan. En el torso y las de la cabeza. Ambas todavía están vendadas y ocultas bajo la camisa y la capucha. El ungüento de Asceltis ha acelerado su cicatrización, pero necesita cambiar los vendajes.
Esperará a llegar al Grifo Ardiente para ello.

En marcha...

Después de descubrir que es Henry la primera voz que oigo por la mañana mi día empieza cuesta abajo. Estoy en lo alto de una litera y no tengo ni idea como llegué allí. Las heridas me duelen menos y eso ya es algo.

Le hago un gesto con la mano a Henry para que me deje en paz y me dejo caer de la litera sin demasiada ceremonia.

-Por favor, decirle a la banda de tambores que paren ya, que no son horas- me acerco a la ventana, pero no veo a nadie- genial, es mi cabeza.

Empiezo a vestirme y me sobresalto al encontrarme de la daga que me dieron ayer, se me había olvidado.

Nunca he confiado demasiado en los regalos que recibes sin intención, aa medio vestir, la examino a la luz, y busco algún signo o alguna marca que me de una pista de porqué me la han dado.

Salís detrás de Henry, que os guía por las calles rápidamente. Os lleva por pequeños callejones y zonas poco transitadas, cosa inusual en Uldholm a primeras horas de la mañana. Su paso seguro os confirma que conoce la ciudad a la perfección. Con el sol brillando más intensamente, parece menos tenso que durante la noche anterior.

Tardais un poco en llegar al Grifo Ardiente, y vuestros estómagos empiezan a protestar ligeramente, pues no habéis comido nada desde la noche anterior. La familiar figura de la posada no anima precisamente a Yi Fan, que regresa aquí tras haberse librado de este tugurio. Sin embargo es un completo espectáculo para Alex. Mucho más animada y mejor cuidada que el tugurio de mala muerte donde habéis pasado la noche, el Grifo Ardiente es probablemente una de las mejores tabernas de la Periferia... Que no tienen nada que ver con las lujosas cantinas de los Barrios Centrales.

Henry entra dando un empujón a la puerta y su sempieterna sonrisa desaparece por un instante al no ver a Asceltis en el interior. Encogiéndose de hombros, se dirige a una de las mesas, sentándose en la esquina de forma que pueda ver todo lo que ocurre en el salón, mientras os hace una seña para que pidáis la comida que os apetezca.

Fawkes, amigo, podías haberme avisado de que estaba aquí, pienso intentando proyectar mi mensaje en la mente del gato. Pero una vez más, nadie responde.

¿Con que eso es lo que quieres, Asceltis? Si ya sabía yo... ¡Tú te lo has buscado!

Sin el menor pudor, me levanto de la cama dejando la manta a un lado. Con toda mi calma, recojo los calzones y la ropa que me ha arrojado Asceltis y me visto lentamente, ocultando un gesto de dolor cuando la tela roza mis heridas. Sin embargo mi cara muestra una enorme sonrisa cuando atraviesa el cuello de la camisa.

Me siento en la cama para atarme las botas y cojo la espada que me dió Alder. Su peso aún resulta extraño en mi mano, acostubrada al filo de los Dhalbach, pero de momento tendrá que valer.

- ¿Te has divertido? - pregunto a Asceltis cuando acabo de vestirme. - Cuando quieras... - añado señalando la puerta.

El destino parece reirse del Dindavara al traerlo de vuelta al Cerro del Oro, la posada donde se alojaba hasta ayer y a la que pensaba que no iba a volver en su vida.
Sin embargo, tampoco se despidió, sino que sólo pagó lo que debía. De hecho, más de lo que debía. Una generosa propina que hace que el posadero le salude con una sonrisa, respondida por el habitual gesto serio de Yi Fan.

Desayuno para tres. Abundante. Mira hacia el sonriente agente de Asceltis, sentado en la esquina y que les hace una seña. Paga el señor Henry.
Se vuelve de nuevo hacia el posadero. Nos servirás té para mí y cerveza de la casa para los señores. Yi Fan conoce la "cerveza de la casa", está tan aguada que Vangrant debería beberse un tonel entero para empezar a emborracharse.

Al entrar en la posada, una tranquilidad recorre mi cuerpo, ya me veía en otro antro de mala muerte para desayunar bichos con pelusas. Uno se va a la mesa y otro pide comida, con lo que yo sólo tengo que sentarme en la mesa y pasar lo más desapercibido posible.

Hoy tengo un día calmado, me siento tranquilo y relajado como un rio de lava que se mueve despacio por la suavemente inclinada colina... Madre mia como desvarío... Un buen desayuno y todo estará correcto. Jumm la banda de música se está alejando y todo.

Me abstengo de nuevas preguntas porque es demasiado pronto para ametrallar al señor sonrisa.

Asceltis sale de la habitación sin hacer ningún comentario. Una vez más maldices su rostro embozado que no te permite ver sus expresiones. Bajas la escalera tras ella y sales del lupanar con la bolsa algo más vacía. Ha sido una buena noche, pero es una lástima que Asceltis haya estropeado la mañana. Por algún motivo, te viene a la mente la conversación con el guardia de la puerta cuando entraste en Uldnacht y te preguntas si sería este el burdel que pretendía recomendarte.

Asceltis no tarda en escabullirse por callejones poco transitados, donde su cara cubierta llama menos la atención que en plena calle. No habla durante el camino, y te cuesta seguir sus rápidas y ágiles zancadas. Al cabo de un rato, llegáis a un lugar que te resulta conocido. El Grifo Ardiente.

La puerta de la posada se abre y una figura con ropas oscuras y la cara embozada aparece en el umbral. Aceltis. Sin que pase más de un instante recorriendo la habitación con la mirada, parece entrar directamente hacia la mesa en la que espera Henry.

Un par de segundos después, aparece Areth en la puerta, rascándose los pantalones mientras se para a observar el lugar. Al distinguir a Yi Fan, saluda levantando la mano con un escandaloso grito. Pidiendo a voces una cerveza al posadero, acude a la mesa para sentarse con el resto. - ¡Pero que no sea el pis de gato que me pusiste la otra noche! - avisa al posadero. En su espalda lleva una espada bastarda, completamente diferente a la que el guerrero portaba la mañana anterior.

Sentados en la mesa están el joven hechicero, con una mueca de felicidad y calma que se ve perturbada cuando mueve la cabeza, pues tarda un instante más de lo debido en conseguir enfocar la mirada. En su brazo derecho, un vendaje manchado de sangre asoma bajo las mangas de su camisa. Junto a él, sentado en la esquina del salón, hay un hombre que Areth no conoce. Su mirada recorre de arriba a abajo al guerrero Uld y sonríe en una mueca sarcástica, pero no dice nada.

Yi Fan se encuentra en la barra. El gesto de reconocimiento del posadero le ha resultado casi insultante después de la despedida de la tarde anterior. En otro momento, tal vez eso hubiese supuesto la muerte inmediata del incauto hostelero, pero ahora no conviene llamar la atención. El grito de Areth le hace volverse y encarga dos desayunos adicionales antes de dirigirse a la mesa con su habitual calma. Aunque no es probable que Asceltis pruebe bocado, no le cabe la menor duda de que alguien dará buena cuenta de la comida.

Asceltis se sienta en la mesa con Henry y Alex. Cuando Areth está a punto de sentarse con ellos levanta una mano, idicándole que se siente a parte. Lo mismo hace con Yi Fan.

- Henry, ve con ellos. Tenéis que planear algunas cosas para el viaje y a mi me gustaría hablar con Alex en privado.

Espera a que los tres hombres se sienten en otra mesa y que el camarero sirva los desayunos antes de volverse hacia el joven hechicero.

Los ojos de Asceltis, la única parte de su rostro que queda descubierta, se clavan en ti. No te habías fijado hasta ahora de lo penetrantes que pueden llegar a ser.

- Me he enterado del ataque que sufriste anoche. Espero que no te pillase desprevenido. Le había dicho a Emma que te avisase de que algo así podría suceder, pues la anterior hechicera que llegó a la ciudad había desaparecido en extrañas circunstancias. - Mira tu brazo herido y mete la mano bajo sus ropajes. - Henry cree que se trata de asesinos profesionales, así que es posible que no se trate de la misma facción que hizo desaparecer a Jezzabel, pero no podemos permitir que eso se repita. - Mientras habla, saca un pequeño frasco y te lo acerca.

- Esta pomada le vendrá bien a tu brazo - dice señalándo el frasco. - Si te quitas los vendajes podré aplicártela.

Espera tu reacción mirándote nuevamente de arriba a abajo, como estudiándote después de la reunión de la noche anterior.