Partida Rol por web

El hechicero te vuelve a mirar de arriba a abajo.

- ¿Yo? - repite. - Cotillear, por supuesto. Los malos vicios son contagiosos - añade con una sonrisa. - Y en la capital todo el mundo está desesperado por tener más información. - El sarcasmo en su voz es evidente y, por el tiempo que pasaste en Rulfoun, sabes perfectamente que en la escuela de los stromtongue las cosas no son muy diferentes.

Camina varios pasos hacia el borde del tejado, asomándose al patio interior del hospital. Recorre las habitaciones con la mirada y, cuando finalmente se queda mirando una ventana, te fijas con curiosidad en si es el lugar donde se encuentra Rhenar. Casi te sorprende ver que no es así.

- Aunque no estoy seguro qué información puedes buscar aquí arriba, especialmente cuando tu querido Stepjan se encuentra en el interior. - Se vuelve nuevamente hacia ti, esperando ver la reacción de tu rostro ante sus palabras. - ¿Sigue siendo uno de tus sirvientes preferidos, no es así? ¿Qué tal está Irina?

Parece disfrutar al ver que sus palabras te hacen crispar el gesto. Os conocéis lo suficientemente bien como para reconocer vuestras expresiones pese a vuestra maestría en ocultar vuestros sentimientos.

- Sea como fuere, no encontrarás nada aquí arriba... - Sube a lo más alto del tejado y extiende sus alas. - Al menos no por ti misma. Nunca te gustó mancharte las manos - dice mientras empieza a elevarse, señalando con la cabeza una de las chimeneas detrás de ti. - Craso error - añade antes de emprender el vuelo.

Miras hacia la chimenea y te fijas en un rastro de hollín que habías pasado por alto hasta entonces. Tu pelo se mueve a causa el aire desplazado por el aleteo de Merak, que te mira con suficiencia desde el aire.

No me atrevería a dudar del trabajo de la guardia de esta ciudad. se apresuró a decir.

Me consta que hacen su trabajo con gran empeño y dedicación. por un momento dudó con la idea de mencionar a su cuñado.

Oficial, lo único que me gustaría es echar un vistazo a esos cadaveres. Solo pido eso. No creo que a ellos les importe, ni creo que se esté vulnerando ningna ley con ello. Solo le pido esos cinco minutos.Estoy convencida de que usted haría lo que fuese por proteger a uno de los suyos.

Ilsa mira a Merak marcharse con su aire de superioridad y su maldita perfección. Después se aproxima a esos restos de hollín con interés. Lo cierto es que aunque era perfectamente consciente de que Stepjan estaba allí, prefería no preguntar por su estado, ante el más que fundado temor a que le comunicasen una muerte que tendría, como tantas veces ya, que cargar sobre sus hombros. Así que prefirió centrarse en lo que tenía delante, apartando esa vocecilla que le gritaba que ella no era inquisidora ni alienista, así que poco sentido tenía que permaneciese ahí arriba husmeando.

El oficial te mira y, contra todo pronóstico, esboza una sonrisa.

- No, no creo que les importe - dice apartándose a un lado. - Aunque le advierto que puede ser desagradable.

Los guardias se retiran y se ponen a charlar entre ellos, mientras que el enterrador te mira con un gesto mezcla de recelo y agradecimiento. Apoyándose en la pala, se limpia el sudor, cansado.

- Uno de los cuerpos está ya bajo tierra - informa. Al escucharlo entiendes el gesto del enterrador, que teme que le pidas que deshagas el trabajo. - Pero el otro está ahí - añade señalando con desdén.

Los guardias te observan divertidos observando tu gesto cuando te enfrentas al cuerpo desnudo, pero consigues mantener la entereza. - El otro estaba peor... - informa el sargento, aunque viendo el cuerpo que tienes delante, no puedes sino dudarlo.

El torso del cadáver está quemado, pero la carne chamuscada no oculta una herida en el pecho, completamente ensangrentado pues nadie se ha molestado en limpiarlo.

Te aproximas a la chimenea mientras tratas de ignorar la carcajada de Merak mientras se aleja volando. Deshechas tus pensamientos, enterrándolos junto al temor por Stepjan, y consigues centrarte en tu alrededor.

Tal y como te dijo el hechicero, ves un pequeño montón de hollín en el exterior de la chimenea. En el reborde hay restos de la huella de una mano, cuidadosamente difuminados después de haber sido hechos, pero aún visibles fijándose con cuidado, puesto que en algunas zonas se ha introducido en los poros del ladrillo. Si hubiese llovido o la chimenea estuviera activa serían ahora completamente invisibles, pero en el calor del verano las marcas aún se pueden distinguir si las miras con cuidado.

Maldices por un momento y miras a tu alrededor, buscando alguna otra huella. Sea quien fuere tu misterioso interlocutor, está claro que se tomó muchas molestias en ocultar su paso por el tejado del hospital y desde luego, sabía lo que hacía. Pero ¿quién tiene los conocimientos para borrar sus huellas de esa forma? ¿Cuáles eran sus verdaderas intenciones y por qué ocultarse de esa manera?

Gracias dijo al oficial antes de tragar saliba ante la imagen que le aguardaba tras la tapa del ataud. Aunque se preparó mentalmente para lo peor, el cuerpo inerte y herido de aquel hombre se coló en su mente. Directo a la parte del cerebro del asco. Lo malo es que parecía que se quedaría allí una buena temporada.

No es necesario ver nada más aunque no había sacado muchas conclusiones, decidió que ya era suficente. No quería abusar del enterrador y tampoco arriesgarse a que su mente se vengara de aquello con un buen vómito.

Las heridas son serias, pero a simple vista no sabrías reconocer la causa de la muerte. La sangre y el polvo se acumulan por todo el cuerpo impidiendo ver nada más sin hurgar el cadáver y te produce una arcada sólo imaginarte agachándote para hacerlo. Pese a no llevar ni doce horas muerto, el hedor empieza a extenderse desde el cuerpo.

El enterrador te mira con gesto de alivio al escuchar que no tendrá que desenterrar al otro cadáver. Sin embargo no puede evitar una sonrisa al ver el efecto que tiene el muerto en una joven de los Barrios Centrales.

- El otro estaba peor, señorita... Le habían cercenado la cabeza de un solo tajo. - Dice tratando de darte ánimos ante tu visión, pero sus palabras tan solo consiguen que te imagines un cuerpo decapitado.

Extrañada y maravillada al mismo tiempo Ilsa memoriza la información lo mejor posible y después, urgida por las circunstancias emprende camino hacia la reunión de las Gorgonas dejando atrás el hospital: a Rhenar y, ojalá, todavía a Stepjan...

Le agradezco su gesto se dirigió al Oficial reconociendo en áquel una concesión. Se alegró de no tener que excarvar en los cuerpos de los maleantes. Biza estaba un poco confusa. No había encontrado nada que le aclarara demasiado el asunto de la escaramuza en la taberna.

Y a usted tambien. Gracias de nuevo habló esta vez al enterrador. Ahora debo marcharme. decidió irse de aquel lugar antes de que el olor a cadaver acabara por impregnarse en sus ropas.

Cada una por vuestro lado, llegáis al piso franco de Gorgonae prácticamente al mismo tiempo. Entráis en la casa y veis que la mayor parte de la gente ya ha llegado. De un rápido vistazo, localizáis con la mirada a casi todo el mundo.

Zorya charla animadamente con un joven del gremio de herreros, cogiéndole del brazo mientras admira los musculados biceps del chico. En su mano lleva una copa y su aspecto resulta tan disipado como es habitual en ella. Lo que no la conocen bien tienden a despistarse en su presencia, sin llegar a darse cuenta de que su actitud afable y vividora oculta una aguda mente capaz de leer entre lineas donde otros no imaginan nada. Sonriendo, saluda a Ilsa agitando la mano en el aire cuando la ve entrar en el salón.

Kiba no se separa de Eric ni por un momento y mira a su alrededor como buscando a alguien. Su mirada se ensombrece al ver entrar a su hermana y sujeta el brazo de Eric con fuerza mientras clava sus ojos en Biza.

Rowan no parece haber llegado aún, lo cual resulta extraño, dado que a penas faltan unos minutos para el inicio de la reunión.

Esperáis en silencio, mirando el reloj a menudo, pero Rowan no aparece. Cuando el reloj marca la hora la gente empieza a volverse hacia Ilsa y Zorya, buscando también a Rowan con la mirada, pues normalmente son ellos los que inician la reunión.

Zorya se separa del herrero, acariciándole el brazo y dejando su mano sobre su hombro un momento más de lo que resulta decoroso. Cuando se acerca a vosotras lo hace mirando el reloj de la pared, con un gesto preocupado.

- Rowan no ha llegado - dice, constatando lo que ahora parece evidente para todos los miembros de vuestra sociedad. - Suele ser tremendamente puntual, así que es raro en él. ¿Le habéis visto esta mañana? - pregunta.

Para rebajar la tensión, sigue hablando con una sonrisa.

- Apostaría un diamante del tamaño de un puño a que ayer estuvo trabajando hasta tarde, pero no es el tipo de hombre que duerma demasiado. Debería haber mostrado sus alas por aquí a estas horas.

Os mira esperando que aportéis algo de luz a este asunto, pero sin dejar de volverse hacia el reloj. La gente comienza a cuchichear, esperando el inicio de la reunión.

-Yo lo dejé anoche con Eric... -Ilsa mira al soldado y le pregunta con la mirada. ç

-Esta mañana he estado peleándome en casa con Biza, y luego con nuestro común amigo. Muy tensa por las circunstancias, se prepara para ir a su casa. Esto no puede ser. Iré a ver. Zorya, inicia la reunión. Creo que hay bastantes novedades como para mantener a nuestros 'conspiradores' entretenidos. No tardaré...

Ilsa se piensa muy mucho lo que va a decir durante unos segundos, pero al final se decide.

-Puede que sea conveniente que vengas Biza. Tienes una capacidad mágica excelente y si le ha ocurrido algo, puede que la necesitemos. ¿Quieres acompañarme?

Mejor espero a que lo resuelvas tú. tardó mucho en responder a Ilsa. Si a Rowan le ha sucedido algo no quiero estar en la escena y ponerme otra vez en tu lista de sospechosos. Biza recordó aquellas palabras de la Maestra cuando el Dindavara atacó su mansión. No las iba a olvidar tan facilmente y mucho menos se iba a dejar llevar ahora por unos cuantos halagos. Tampoco dio opción a respuesta pues comenzó a andar alejandose de Ilsa.

Ilsa decide salir tan rápido como le sea posible hacia casa de Rowan sin esperar ningún desaire más. Mientras vuela va farfullando para sí toda una plétora de maldiciones, jugando con la plasticidad figurativa del lenguaje y sus más sutiles y groseros significados...

Ilsa sale de la mansión maldiciendo mientras Zorya os mira con sorpresa. Sin embargo no hay tiempo para preguntas, pues las górgonas parecen impacientarse. La maestra se separa unos pasos y alza la voz.

- En breves momentos comenzará la reunión - dice dirigiéndose a vuestros compañeros. - El Consejero Rowan aún no ha llegado, como os habréis dado cuenta, pero Gorgonae tiene más voces que las de Rowan y la maestra Svetlana. Ahora divertíos, górgonas, pues no tardaremos en tener demasiado trabajo como para relajarnos.

La gente parece aprobar las palabras de la maestra, que se acerca a Biza y la guía hacia una sala para hablar en privado.

- Rowan me dijo el propósito de esta reunión. Nuestra compañía tiene grandes objetivos, pero somos pocos y débiles, a penas un selecto club más útil para reunirnos a celebrar fiestas que para influir en los acontecimientos de esta ciudad. - Habla con seriedad, como nunca la habías escuchado hasta ahora, pues dirías más bien que ella era la que más disfrutaba de las reuniones festivas de Gorgonae. - Sin embargo, los acontecimientos actuales parecen escapársenos de las manos y podrían dar al traste con todo lo que hemos ido logrando estos años. Rowan me contó que te había pedido información sobre Eric, que le evaluases a conciencia, pues pretendía sugerir la fusión de las górgonas con los Soles. Tu padre luchó mucho por esa unión, pero parece que la decisión última te pertenece a ti, joven Biza. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Fusionarnos con los Soles Azules, tratar de colaborar temporalmente con ellos u olvidarnos de toda posible alianza?

Saboreas por un momento la ironía de la situación. Te escapaste de casa para evitar un matrimonio de conveniencia porque tu padre pretendía unir Gorgonae con los Soles Azules y no querías cargar con la responsabilidad de esa unión. Cuando regresaste a Uldnacht te enamoraste de tu antiguo prometido, ahora casado con tu hermana y, finalmente, la decisión final sobre el destino de las górgonas vuelve a caer sobre tus hombros. Te dan ganas de reír amargamente viendo cómo el destino parece jugar contigo.

Maldices la testarudez de los Carkenna por un momento y sales volando sobre la ciudad. Preocupada por la ausencia de Rowan, te diriges a su casa lo más rápido que te resulta posible. Te da un vuelco el corazón cuando ves a un guardia apostado en la puerta de la casa. Aterrizas a su lado y tragas saliva al ver que no es un guardia normal. Uno de los pretorianos que vigilan el consejo te mira firmemente, dispuesto a impedirte el paso.

La puerta se abre súbitamente y el anciano consejero Christian, aparece en el umbral.

- Déjela pasar - dice con seriedad. El guardia se retira con movimientos bruscos, como si fuese un autómata que te cede el paso ante la orden de su amo.

Sigues al anciano, que hace caso omiso a tu mirada interrogativa. Sin embargo Christian es uno de los hombres más respetados de tu gremio. Aún sin tener ningún tipo de habilidad mágica, se dice que sus conocimientos son tan vastos como la espalda de Heluso y no en vano se escucha su nombre cada vez que se habla de cambiar el representante del gremio en el Senado.

Te mantienes en silencio mientras el consejero entra en la sala de estar de Rowan.

- Discúlpame, maestra, pero mis viejos huesos no me mantienen en pie mucho tiempo - dice mientras toma asiento en un sillón. Con un gesto señala el sofá a su lado, instándote a sentarte. Con el corazón latiendo cada vez más bruscamente, te dejas caer en el sofá. - ¿Por qué has venido aquí? - pregunta. Sus anteojos reflejan la luz de la calle, impidiéndote observar su mirada mientras habla.

-Hola Maestro, dice Ilsa con total deferencia. A pesar de su edad y de sus palabras, Ilsa sabe que Christian es una de las máximas autoridades de la Ciudad. Si él está aquí es por algo importante. Por otro lado, que no esté Rowan la llena de inquietud, una inquietud que prefiere reservar, en la medida de lo posible, para sí. Pero además, Christian era, según palabras de Rowan, el único que sabía dónde se ocultaban Jezzabel y Rhenar cuando aquélla regreso del frente, por lo que muy a pesar de Ilsa, no deja de ser sospechoso de estar implicado en el ataque. Quién sabe qué juegos esconde este anciano. Una cosa es segura: No se puede confiar en él. Al menos no completamente.

-Venía a informarle de ciertas novedades relativas a la dinda que tenía bajo mi protección...

Ilsa deja la palabras en el aire durante unos segundos, preguntándose hasta dónde debe hablar. Traga saliva. Y por fin pregunta:

-Disculpad, Consejero Christian, pero... ¿Rowan no está aquí?

Si es mi opinión lo que me preguntas, te diré que creo sinceramente que debemos aliarnos con los Soles esa era una idea que estaba en su cabeza pero que en realidad nunca había reparado en ella. O por lo menos nunca lo había contemplado como una posibilidad real. Conozco a Eric y creo que la fusión con su compañía no puede sino aportarnos beneficios.