Partida Rol por web

La voz de Henry rompe el silencio de la frontera.

- Esa forma de caminar es fácil de reconocer, maese Yi Fan. La funda de tu dinda roza ligeramente con la suave túnica de tu país... A Anguy no le habría escuchado si su arco no hubiera crujido al tensarse. Espero que no estés pensando en dispararnos, viejo amigo.

Junto a Henry, caminan Martha y Alex. Con muy poco equipaje, la exploradora ni siquiera lleva su arco al hombro y las vainas de las dagas del hechicero están vacías.

Estáis vivos... Yi Fan asiente ante las palabras del asesino, con el rostro imperturbable, pero con sus ojos brillantes. A pesar de que nunca haya confiado en Henry, el sonido de una voz conocida en un lugar tan desolado como este, resulta reconfortante. El Dindavara observa con más atención a los recién llegados, su aspecto denota que su camino no ha resultado sencillo.

Y además, no están todos...

El explorador no desperdiciará sus flechas contigo, ¿cierto Anguy? Dice volviéndose hacia él, para después acercarse a Martha e inclinarse hacia delante en un saludo respetuoso. A continuación, se gira hacia Alex, apoyando sus manos en los hombros del joven hechicero.

Lo has conseguido... Susurra al chico. Has llegado hasta aquí. Yi Fan casi parece amagar una sonrisa. Siempre he sabido que eras más fuerte de lo que pareces a simple vista. Entonces el amago desaparece, al preguntar con voz grave.

Ahora dime... ¿Qué ha sido de Areth?

Me alegro de ver al orgulloso guerrero, pero mantengo mis ganas de correr hacía él. Cuando pone una mano sobre mi hombro pongo yo mi contraria encima de su mano. Sonrio sinceramente, Yi siempre ha tenido un efecto tranquilizador en mí. Junto a él me siento seguro y conoce las palabras correctas para hacerme sentir bien. Pero no tengo respuesta a su pregunta. Aunque debo ser cauto con mi respuesta, ya que Martha está muy afectada.

- Areth, se ha tenido que separar de nosotros, para darnos tiempo de escapar de una trampa- mi sonrisa desaparece y miro por encima de mi hombro a la distancia- No sabemos que le habrá pasado, pero seguro que algo se le ocurrió. Tenemos que confiar en él.

Henry os mira sin perder su sonrisa.

- Siempre tan habladores... - comenta con sarcasmo. - Anguy, ¿qué habéis encontrado? Hemos visto los rastros de una batalla, pero no paramos a investigar, pues teníamos que recuperar parte de la ventaja que nos llevabais.

El explorador resume rápidamente que un pelotón de caballería truil aparentemente acabó con los hechiceros Ulds en la batalla que vieron con anterioridad. Las huellas de las amazonas se reúnen con el resto de la tropa en el campamento al que os aproximabais, pero parece que las mujeres han acampado algo separadas del cuerpo principal, formado por numerosos clanes Truil, Caras Azules en su mayoría.

Henry asiente y mira a Yi Fan.

- ¿Habéis pensado en algún plan? Tenemos que encontrar la información que necesita Asceltis.

Vuestros compañeros escuchan con tranquilidad mientras discutís el plan. Henry asiente cuando te escucha decir que esperaréis a capturar alguna amazona que se separe del grupo principal.

- Ese había sido nuestro plan también en el campamento de los Cazadores de la Noche - dice Henry con una sonrisa cínica. - Sin embargo, Alex y Areth decidieron adentrarse más y fueron capturados en el interior del campamento. Los guardias no tardaron en econtrar a Martha y apresarla también. Cuando llegué a la celda para liberarles, Areth decidió hacer caso a su gato y quedarse allí para hablar con su líder. No sé qué haría, pero consiguió que no nos persiguieran, o al menos nos dio tiempo suficiente para escapar.

Mira a Alex como si hubiera esperado que fuera él quién contase la historia. Al fin y al cabo, el joven hechicero fue el único que estuvo constantemente con Areth, mientras que Henry se quedó separado del grupo hasta que vio la ocasión de liberarles.

- Sea como sea, ahora tendremos que organizarnos mejor. Habrá que repartirse por el perímetro y avisar a los demás si vemos algún posible objetivo. Pero esas mujeres van a caballo, así que hay que asegurarse de verlas sin ser vistos nosotros. De otra manera escaparían antes de que pudiéramos capturarlas.

Mira a Yi Fan, con su sempiterna sonrisa en los labios, como si esperase que él decidiese la mejor manera de abordar a una de las amazonas.

Yi Fan reflexiona unos segundos tras oir las palabras de Henry antes de comenzar a hablar:

Debemos aprender del error que fue asaltar el campamento de los Cazadores. En esta ocasión esperaremos a que se nos presente la oportunidad, y sólo en ese momento actuaremos. El Dindavara mira con seriedad al resto de sus compañeros de viaje. Tened en cuenta que sólo dispondremos de un intento, ya que si fallamos darán la alarma y las amazonas saldrán en nuestra búsqueda... y en campo abierto no tendremos ninguna posibilidad...

Alzando una mano en aire con los dedos extendidos, Yi Fan continúa. Somos cinco, suficientes como para montar un perímetro de vigilancia, cada uno por separado, alrededor del campamento de las amazonas. Formaremos un semicírculo, obviando el flanco en el que se agrupan el resto de los Truil. Debemos estar atentos a cualquier movimiento que indique que se van a poner en marcha. Cuando eso vaya a suceder nos avisaremos por medio de un corto silbido, para poner en alerta a los otros. Entonces, si es posible, interceptaremos a quien salga del campamento.

El Dindavara pronuncia estas palabras con seguridad, aunque todos se dan cuenta de que se trata de un plan que se basa principalmente en la suerte. Mil cosas podrían salir mal, pero lo cierto es que no tienen muchas más opciones...

Bien, ahora deberíamos repartirnos las raciones que nos queden. No sabemos cuánto tiempo tendremos que esperar...

Anguy espera en silencio a que la exploradora o el chico hechicero den su opinión, pero nadie dice nada.

- Está bien - dice finalmente él. Saca sus provisiones y se las pasa a Henry, que empieza a dividirlas en cinco partes y distribuirlas entre pequeños hatillos para cada uno de vosotros. Si el viaje se alarga mucho más, tendréis que empezar a cazar para poder comer.

Casi bruscamente Anguy desenvaina una daga de su bota y la hace girar en el aire, agarrándola por la empuñadura antes de tendérsela a Alex. No dice nada, sólo espera que el chico la coja para no ir completamente desarmado, aunque por un momento duda al recordar que, después de todo, es un hechicero. Mira a Martha, encogiéndose de hombros ante la imposibilidad de darle ningún arma más y luego recoge su hatillo cuando Henry los reparte.

Con gesto serio, se lleva ambas manos a la boca y las ahueca, soplando en ellas. Un sonido grave, similar al ulular de un ave, se escucha alrededor, modulado por un rápido movimiento de la mano que Anguy ha dejado fuera.

- Es más discreto que un silbido - dice con su habitual laconismo, que parece haber recuperado tras la llegada del grupo formado por su compañero, el hechicero y la exploradora.

Sin más palabras, recoge su arco y se aleja bordeando el campamento de las amazonas, hacia la posición más alejada del lugar en el que os encontráis ahora mismo.

Os separáis y tomáis posiciones a lo largo del perímetro del campamento, tratando de manteneros a cubierto mientras observáis en busca de alguna amazona que se separe del grupo principal.

Pasais un par de horas, en silencio y quietos, moviéndoos de vez en cuando para estirar los músculos de las piernas y hacer que la sangre circule normalmente por ellas, de forma que estéis preparados si alguien se acerca a vuestras posiciones. Poco a poco el sol cerca del horizonte va perdiendo intensidad según se acerca la noche.

Ves el polvo que levantan los cascos de un caballo antes de asomarte desde detrás de una roca. Una mujer a caballo sale del campamento a toda velocidad. Rápidamente calculas su trayectoria y te das cuenta de que pasará no muy lejos de tu posición y la de Martha. Si te mueves rápidamente, podrías tratar de interceptarla en un par de minutos.

Concentrado observando el campamento, no te das cuenta de que una mujer se aproxima a ti por la espalda. Cuando escuchas los cascos del caballo es demasiado tarde para tratar de ocultarte mejor.

Te vuelves rápidamente y casi respiras con alivio al observar el gesto de sorpresa de la amazona. Al parecer ella tampoco te había visto hasta encontrarse prácticamente de bruces contigo. Reacciona instintivamente tirando de las riendas del caballo, sorprendida por tu presencia allí. Agradeces sus instintos, pues la montura frena a un par de metros de ti. Si la hubiera espoleado en tu dirección es posible que te hubieran arrollado.

Un instante después la amazona parece caer en la cuenta de que estás oculto vigilando su campamento. Con gesto amenazante, baja su lanza y dice algo en un idioma que no llegas a entender.

Sorprendentemente la oportunidad que Yi Fan ha estado esperando casi le pasa, literalmente, por encima. El Dindavara rueda por el suelo de lado y se incorpora con una rodilla todavía en tierra mientras la punta de la lanza de la amazona le sigue y ella dice algo en su idioma, incomprensible para él.

Yi Fan sabe que no puede hacerse entender con ella, sólo puede atacar. Si no la derriba inmediatamente podría dar la alarma, o tratar de huir, o atravesarlo con su lanza. Tampoco puede avisar a sus compañeros, no hay tiempo. De manera que desenvaina su Dinda en un ataque lateral mientras se lanza hacia adelante para imprimir mayor potencia a su golpe.

Su objetivo no es la mujer, sino el caballo. Una táctica nada honorable, sí, pero el Dindavara está convencido que la amazona es un enemigo imbatible a lomos de su montura, de manera que la única forma de reducirla es hacer que su caballo caiga. Además, si el animal escapase, seguramente volvería de inmediato al campamento, con lo que sus compañeras inmediatamente sabrían que algo extraño había sucedido.

Yi Fan ataca, moviéndose por el flanco opuesto al que la mujer sostiene la lanza, intentando acabar con la vida del animal de un único y letal tajo...

El tiempo se mueve de manera extraña, te puedes quedar mirando un roca durante horas y pasarte como un segundo, que otras vez, vigilando cualquier movimiento, parece que llevas allí un siglo.  Se acerca la noche y me pregunto como podré detener a una de las amazonas sin hacer un conjuro y que todo el campamento se gire en mi dirección. Ya la pifié en la otra ocasión, y tengo que arreglarlo. Todavía no soy el héroe que quiero ser. Doy un peqieño golpe a una piedra y me la forto dolorida.

Reviso la comida de vez en cuando y me asusto lo cerca que estamos de quedarnos sin provisiones. Mentalmente dibujo pasos de danza complicados, que a veces me animo a practicar en un modo comedido pero para contralar la respiración y el tempo. Estoy en una de mis danzas cuando veo el polvo que se levanta del camino. Me visto del todo y maldigo, el haberme quitado ropa para mayor comodidad.

Le hago gestos a Martha, que parece que no me ve, me acuerdo del ulular que nos enseñó Anguy, y tras un par de intentos fallidos me sale algo bastante decente. Despúes voy hacia la posición por donde creo que pasará.

Das un paso lateral, quitándote del camino del caballo mientras desenfundas tu dinda con un movimiento circular. La sangre salpica varios metros a tu alrededor cuando tu hoja atraviesa limpiamente el cuerpo del corcel. El animal cae al suelo, sin vida, pero su corazón aún late varias veces más, bombeando la sangre a través de sus arterias cercenadas, incapaz de darse cuenta de que no necesita seguir latiendo.

La mujer había bajado la lanza para embestirte, pero intuyó tu movimiento al ver cómo agarrabas tu espada. Una vez más su instinto de supervivencia se antepuso a sus ansias por acabar contigo, lo que te asegura que al menos no está drogada con Kratig, lo cual complicaría bastante este combate. Con un ágil salto, desmonta del caballo casi decapitado y aterriza en el suelo en frente de ti.

No entiendes sus palabras, pero el tono universal en el que las pronuncia te deja muy claro que no está diciendo nada bueno de ti ni de tus antepasados. Con un movimiento circular de su lanza, se acerca a ti, dispuesta a acabar con tu vida en venganza por su montura.

Mientras la mujer te ataca, escuchas a lo lejos el ulular de un ave, cerca de la posición de Alex y Martha.

Te aproximas a la posición en la que podrás interceptar a la amazona y ves cómo Martha llega allí unos segundos antes que tú. Con un gesto, te indica que está desarmada, salvo por un pequeño cuchillo que le ha dejado Henry, más apto para despiezar conejos que para atacar a nadie.

No tenéis tiempo para idear un plan, de hecho, ni siquiera para saludaros. A unos veinticinco metros las poderosas pisadas de un caballo de batalla al trote se escuchan tras unas rocas. Conseguís poneros a cubierto cuando veis a una mujer con la cara tatuada en azul hacer girar a su caballo hacia vosotros.

La amazona hace girar la lanza en sus manos mientras avanza para atacar al Dindavara, que apenas puede intuir por dónde vendrá su ataque debido a la velocidad que imprime al arma. La mujer está enfurecida por la muerte de su montura, algo comprensible ya que para ella ésta no era un simple caballo, pero la ira no la ciega tanto como para actuar sin inteligencia.

Un ulular suena cerca, pero Yi Fan no puede pararse ahora a pensar en ello. ¿Han divisado nuevos enemigos? ¿O es que están viendo el enfrentamiento del Dindavara desde la distancia? Sea lo que sea, debe concentrarse en su lucha si quiere sobrevivir. Primero la ha desmontado, restándole ventaja, pero ahora se encuentra en la situación de que, mientras que ella sólo quiere atravesarlo con la punta de su lanza, Yi Fan debe reducirla sin matarla ni herirla de gravedad. Algo para nada sencillo.

El Dindavara se mueve un par de rápidos pasos hacia un lado, pero la rápida mujer le sigue de cerca, impidiéndole que se aleje de la lucha. Las pupilas de Yi Fan están fijas en la punta brillante de la lanza, que gira a velocidades vertiginosas. Sólo hay una manera, penetrar ese remolino mortal con un sólo ataque directo, buscando la sien de la amazona y golpeándo con el lado sin filo de la Dinda.

Apretando los dientes, Yi Fan salta hacia adelante al mismo tiempo que la amazona, y ambos chocan en un brutal encontronazo.