Partida Rol por web

Llegas sin problema a casa de Zorya y uno de tus sirvientes te abre la puerta. Entras y por un momento recuerdas la última vez que estuviste aquí, cuando te encontraste con Merak en la cocina. Te cuesta pensar que hace sólo dos días de aquello, cuando parece que ha pasado casi un año.

Un movimiento te sorprende a uno de los lados de la puerta. Un guardia que nunca antes habías visto vuelve a sentarse en una butaca cuando se da cuenta que el sirviente te ha reconocido y dejado pasar.

- Como me pediste, he contratado algunos guardias de seguridad - escuchas a Zorya mientras se acerca por la escalera. Le hace un gesto a su sirviente para que se retire y se acerca a tu lado.

- Estarás cansada. Ven, yo misma te acompañaré a tus aposentos. - Te toma del brazo y te guía escaleras arriba, hasta un dormitorio de invitados digno de un duque. De hecho, probablemente lo fuera en algún momento de la historia de Uldholm en el que aún se mantuviera viva la nobleza. Recuerdas el lujoso dormitorio de Zorya en el que te despertaste y te preguntas una vez más cuánto dinero tendrá la mujer.

- Irina está acostada en la habitación de al lado. Intentó protestar diciendo que ese no era su lugar, pero mientras estéis en mi casa, ambas sois invitadas. Ya tengo suficientes sirvientes y ella aún necesita descansar. Aunque se haya recuperado de ese golpe, le vendrán bien unos días sin hacer nada.

Entra contigo a la habitación, pero se queda junto a la puerta. - En fin, es tarde y debemos dormir bien para estar presentables mañana. Todos los maestros de la ciudad y gran parte de los miembros de tu gremio acudirán a la ceremonia por Rowan... Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde está mi cuarto. No dudes en llamar, ¿de acuerdo? - Pregunta antes de despedirse.

Pese al agotamiento de todo el día, te recreas durante un rato volando por primera vez. Al principio te mueves torpemente y te cuesta varios intentos conseguir separarte del suelo, aunque finalmente te elevas por encima de los edificios. Estás acostumbrada a volar, aunque siempre hasta ahora lo habías hecho sostenida por algún hechizo. Claro que de alguna forma sigue siendo el caso, solo que ahora la magia corre permanentemente por tus venas.

Disfrutas del viento golpeando tu rostro y sientes un cosquilleo bajo tus recién estrenadas plumas. Aún te cuesta maniobrar en el aire y desde luego no se te pasa por la cabeza intentar ningún tipo de cabriola que podría acabar con tus huesos (ahora huecos y mucho más frágiles) en el suelo.

Finalmente el cansancio puede con la excitación del momento y te diriges a tu casa. Aterrizas con dificultad junto a la puerta, golpeándote ligeramente la rodilla al dejarte caer de forma menos controlada de lo que te gustaría. Abres la puerta y subes a tu habitación, preguntándote nuevamente cómo vas a dormir con las alas. Boca abajo, claro... decides finalmente al tumbarte en la cama.

El sueño no tarda en llegar y te despiertan las voces a la mañana siguiente. Todo el mundo parece estar preparándose para acudir al funeral de Rowan y escuchas a tu familia de un lado a otro por los pasillos de la casa. Oyes la voz de Eric y no puedes evitar preguntarte qué pensará de tu nuevo aspecto. Te levantas y caminas hacia tu armario, buscando algo de ropa que deje la espalda parcialmente al descubierto para poder ponerte con tus nuevas alas. Algo que no habías pensado hasta ahora es que te va a tocar renovar gran parte de tu vestuario.

En realidad, alguien con un poco de maña cosiendo puede salvar un buen número de prendas, y aunque tenga que comprar otras tantas tampoco será algo que a Biza le disguste excesivamente.
Después de acicalarse encuentra un vestido negro con la espalda al descubierto que parece basante apropiado para un funeral. Es lo bueno que tiene el negro, que sierve para cualquier tipo de circunstancia. Madre superiora o madama de burdel, la diferencia son solo los detalles. Todavía con el sabor del triunfo en la boca, se mira frente al espejo... ¿le gustará a Eric? ¿Pensará que ahora parece una arpía? Bueno, alguien sí va a pensar que parece una arpía... Kiba.
Traga saliva y baja por las escaleras hacia el comedor, para unirse a su familia en el desayuno.

Ilsa directamente se tira en la cama y así, tal cual, cierra los ojos e intenta descansar un poco. En su cabeza giran los acontecimientos de los últimos días sin control. Las imágenes se entrecruzan sin orden, pero después de unos minutos de concentración, Ilsa logra dirigir sus pensamientos a la calma. La inquietud por el dinero que lleva encima la turba especialmente. Así que de mala gana se levanta y mete el papel de Porter en la caja de Milonda que deja a su lado, bajo la almohada.

El sueño para los magos sintonizados de las Alas de las Palabras es especialmente incómodo a causa de las alas. Ilsa no había terminado de acostumbrarse a ciertos momentos íntimos en los que un par de protuberancias podían resultar de lo más incómodo.

Finalmente, regresó al descanso y, con un último estiramiento, se quedó allí tirada, como un enorme pájaro aplastado en su celda de marfil, soñando con cosas de otro tiempo, de otro mundo o, lo que es peor, de otras vidas.

Abres la puerta y una de las sirvientas deja caer un plato, sorprendida por tu nueva apariencia.

- Pero... ¡señorita Biza...!

No le da tiempo a decir nada más, pues alguien se mueve en la mesa principal y rápidamente se dispone a recoger los trozos de la vajilla del suelo y se retira.

Tu familia te mira anonadada durante un momento.

- ¡Tenías que habérnoslo dicho! - dice Eric con una sonrisa.

Tu madre se levanta de la silla y se acerca a ti. La sonrisa de orgullo de su cara contrasta con las lágrimas en sus ojos. De alguna forma sabes que está pensando en tu padre, maestro hechicero de tu escuela. Casi habías olvidado que él era la única persona que de la familia que tenía alas en su espalda.

- Estoy orgullosa de ti - dice tu madre abrazándote. - Él estaría orgulloso de ti... - la escuchas susurrar cuando está a tu lado. Cuando se separa ahoga un sollozo y se retira del salón, enjugándose las lágrimas.

- ¡Enhorabuena! Oficial Carkenna - escuchas a Eric, tratando de desviar la atención del emotivo momento de tu madre para que no te preocupes por ella. Se vuelve un momento hacia su esposa y se queda callado de golpe.

Kiba te mira en silencio, con un gesto de desprecio profundo, sin decir nada ni moverse lo más mínimo.

Te despiertas con una mano familiar apretándote suavemente el hombro.

- Buenos días, señora - dice Irina.

Su aspecto es bastante mejor que en el día anterior. El descanso y los cuidados de Zorya parecen haberle venido bien. Sin embargo, su rostro no se ha librado de la expresión de preocupación. Stepjan sigue en el hospital, después de todo, y hoy es el funeral de Rowan. Irina te acompañó a Rulfoun años atrás y conoce bien a tu maestro, así que también ella estará afectada por la pérdida.

- Le he preparado un vestido adecuado para hoy y los sirvientes de la señorita Blenn han preparado un delicioso desayuno con gran diversidad de bollitos. - Te ayuda a levantarte y te mira severamente al fijarse en tu expresión. - No hay excusas, tiene usted que alimentarse bien. Hoy será un día duro entre el funeral y la reunión de Cerberus esta noche.

Piensas en lo que te espera. El funeral de un consejero se realiza en la propia plaza del Consejo, que se abre a todos los miembros del gremio afectado. Es una de las pocas ocasiones en las que un aprendiz de vuestro gremio puede entrar allí sin ir acompañado de un miembro de grado superior. Después de eso, se llevarán el cuerpo al cementerio, en las afueras de la ciudad, donde reposará eternamente en el Pabellón de los Grandes, construido tras la caída de la monarquía en Uldholm.

Biza abraza a si madre y no puede evitar acompañarla en las lágrimas cuando menta a su padre. Poco a poco las heridas que parecieron imborrables en su momento se van suavizando; y aunque las cicatrices permanezcan en la piel por siempre, la sangre dejará de brotar. Respira hondamente cuando su madre se va, tranquilizándose también.

- Oficial Carkenna suena muy bien -le devuelve la sonrisa a su cuñado. Se queda un momento enganchada en su mirada, esa mirada cuyo recuerdo le ha acompañado durante todo el hechizo, cuyo bienestar le ha guiado a través del esfuerzo, pero aparta los ojos cuando nota sus mejillas ardiendo-. Pero te permito que me sigas llamando Biza, ¿eh? -bromea intentando quitarle peso a la situación.
Y cuando encuentra la mirada de su hermana, la sonrisa se le congela en la boca. Se queda quieta, rígida, un instante, sin saber qué va a provocar más su ira, que se quede ahí, que se marche, que hable o que se calle.
Finalmente, moviéndose con lentitud, como si temiera que Kiba explotase en cualquier momento.
- Ehrm... voy a comer algo -susurra.

Ilsa se levanta ojerosa y se viste sin demasiado esmero. Su vestido de luto, completamente blanco, cortado a su espalda para dejar libre las alas, tenía un aspecto sobrio, pero señorial. Mientras se viste habla con Irina durante un buen rato sobre temas banales mientras recupera su ánimo. Luego sale a comer, ya casi reconciliada con el mundo. Parecía que una cierta normalidad se iba imponiendo. La verdad es que toda esa cuestión del funeral la mortificaba, pero era algo que debía asumir. Prefería no pensar en ello aún.

Después de unos días inmisericordes Ilsa se preguntaba, tomando su suculento bollito relleno de nata, qué nuevas le depararía este día y adónde conduciría todo este caos.

-¿Dónde está Zorya? Pregunta Ilsa un poco para todos y para nadie (cuántos sirvientes tiene esta mujer). Después de probar un sorbo en la elegante taza que le sirven, siente cómo un sabor agrio y repugnante inunda su paladar. ¿Esto es té? Dice mirando la taza. Oh, por los Antepasados, creo que es jengibre. Ilsa mira con cara de reproche a Irina. Esto es cosa tuya, ¡vieja bruja! Dice con una sonrisa al fin.

Sales de la habitación y te diriges a la cocina a comer algo. Mientras te alejas por el pasillo escuchas las voces de tu cuñado y tu hermana elevando el tono en el salón que acabas de abandonar, discutiendo una vez más.

Las constantes felicitaciones de los sirvientes de la casa te sirven para recuperar el buen humor, aunque no por mucho tiempo, pues recuerdas que tienes que asistir al funeral de Rowan. Comes algo, aunque notas que no tienes tanto apetito como es habitual, pero no estás segura de si es a causa de la reacción de tu hermana, los nervios o un efecto secundario de la brusca transformación física que has sufrido con el hechizo.

Cuando terminas, te preparas para salir en dirección al Gremio. El resto de la familia se reunirá con vosotros en la Plaza del Consejo, pues al ser un funeral oficial se celebrará allí, pero es tradición que los miembros del Gremio de un Consejero fallecido acompañen al cuerpo desde la sede del Gremio hasta esa plaza.

Sin despedirte de nadie más que de los pocos sirvientes con los que te cruzas al pasar, sales a la calle y te preparas para emprender el vuelo en dirección al Gremio de Eruditos.

Tu criada sonríe y hace caso omiso a tu comentario.

- Zorya ha salido ya... Me comentó que había muchas cosas que preparar para esta noche y que usted estaría bastante más ocupada con otros asuntos como para organizar una fiesta. Creo que añadió algún comentario sobre "no perderse el trabajo divertido por una vez" - confiesa Irina con una sonrisa. Por lo que sabes de Zorya, sin duda es la persona más indicada para preparar una fiesta memorable.

- De cualquier forma, señora, tendrá que acudir al Gremio antes del funeral. Ya conoce la tradición de acompañar al Consejero hasta la Plaza y, dado que se trata de su maestro, debería estar en primera línea junto con los otros consejeros.

Espera a que termines de desayunar, ignorando tu gesto de desagrado ante la infusión que sin duda te ha preparado ella misma. Cuando por fin estás lista, te informa:

- He hecho venir un carruaje para que la lleve hasta el gremio, señora. Yo me reuniré con usted en la plaza, tras el funeral...

A veces olvidas que Irina pertenece al gremio de hosteleros, como la mayor parte de los sirvientes de la ciudad. Por ese motivo en más de una ocasión la has echado de menos mientras estabas en tu propio gremio. Sin embargo sabes que tiene razón y partes hacia allí sin demora.

Un carruaje se aproxima al Gremio de Eruditos y de él desciende la maestra Svletana. Varios miembros del gremio se acercan a ella para darle su pésame, recordando sin duda que era la discípula predilecta del maestro Rowan.

Un aleteo llama la atención de la gente congregada en la puerta del gremio y muchos se vuelven para mirar a la hechicera que se acerca y aterriza torpemente a pocos metros de la entrada. Los pésames se vuelven felicitaciones cuando los aprendices saludan a la recién ascendida a oficial, Biza Carkenna.

El funeral de Rowan es algo terrible, y la angustia por el que nunca volverán a ver es suficiente para que las rencillas de los vivos parezcan nimias. Biza saluda tristemente a la maestra Slvetana, respondiendo a las felicitaciones con cortesía y amabilidad; la felicidad queda amortiguada por la pesadumbre de una muerte súbita e innecesaria. Como discípula predilecta de Rowan, le ofrece su más sentido pésame con franqueza, pese a que Ilsa ya es consciente de ello.

- ¿Cómo te encuentras? -le pregunta con delicadeza.

Ilsa mira a Biza con suma frialdad. Cuando hay tantas cosas que decir, el silencio es la única opción para expresarlo todo. Al fin, la maestra recuerda la cortesía más elemental y le da la enhorabuena:

-Oficial Carkenna, sin duda merecíais esta condición. En algún momento, algún día, debiéramos poner en orden esos asuntos que nos han concernido estos días, si lo consideráis necesario, por supuesto.

Y sin más, ante el multitudinario gentío que se agolpa en la entrada, Ilsa se decide a pasar al interior del edificio sin saber muy bien adónde dirigirse, con los ojos ardiendo por alguna lágrima que trata de escapar de su control. Y esto acaba de empezar.

Entráis en el edificio del gremio y la gente no tarda en seguiros al interior. Prácticamente os veis arrastradas por vuestros compañeros del gremio hasta la sala de asambleas. Parece mentira que hace tan solo cuatro días os reunieseis allí para conocer la historia de Jezz y su regreso de la frontera Truil.

Ilsa se queda petrificada al entrar. El shock producido por la pérdida de su maestro le golpea de nuevo al ver el cuerpo expuesto en un féretro en la parte inferior del anfiteatro. El ataúd está adaptado para que las alas marrones de Rowan permanezcan estiradas en una postura majestuosa. Perfectamente maquillado para la ocasión, casi parece que esté aún vivo y no hay nada que permita identificar la causa de su muerte.

La presión de la gente os empuja al interior. El consejero Christian se acerca a Ilsa.

- Quiero que digas unas palabras, si te parece bien. Al fin y al cabo, eras su discípula predilecta... - le dice mientras la acompaña a una de las filas más bajas de la sala, un lugar privilegiado sólo detrás de los Consejeros y del propio Senador.

Biza, por su parte, baja por primera vez para ocupar un asiento entre los oficiales del gremio, donde sus compañeros la saludan, felicitándola pese a la gravedad del momento.

Ilsa mira a Christian con estupefacción. Toda su mente, todos sus pensamientos le dicen que no debe hablar, así que cuando se ve delante del gremio, un terror primitivo e infantil la inunda por completo. Una mínima ráfaga de racionalidad narcisista se cuela en su cabeza. Está muy próxima al Consejo y en realidad ha sido el propio Christian quien la ha invitado. No obstante, ni la tentación del consejo podía ahogar los gritos: "no lo hagas, estúpida...". Cuando el murmullo en la sala va disminuyendo a la espera de sus palabras, parece que incluso sus propias voces interiores se serenan. Al final se hace el silencio. Entonces, ya completamente sola, a pesar de la gente, Ilsa encontró su hilo.

-Rowan era... era... un creyente. Creía en algo insignificante tal vez, que no podremos tocar nunca y cuyo valor no puede medirse con el oro o la plata -Ilsa se acomodó mejor un rollo de pergamino bajo el vestido. Rowan creía en una idea. Nada más. Y no conozco a nadie capaz de mantener mayor fidelidad a ella a lo largo de los años, mientras yo tuve la suerte de poder aprender las Palabras que, como nuestras Alas solo se despliegan en los lugares más elevados, por encima de las sombras que nos acechan estos días. Ahora Rowan descansa con nuestros Antepasados. Y nosotros, ahora, hemos heredado el peso y la ligereza de esa idea que nos inunda humildemente con su infinita riqueza. Hoy, en este día fúnebre y tenebroso, tenemos la suerte de ver una nueva esperanza -dice señalando a Biza-, la esperanza de ver cómo las ideas de nuestros Maestros Antiguos, de nuestros amados Antepasados, perviven a pesar de las adversidades. Ellas nos animan a seguir. La idea en la que mi maestro creía se llama Uldnacht.

Ilsa ya se sentía más emocionada de lo que era conveniente mostrar.

-No existe la muerte en vano. No existe la muerte. Mientras nos quede una gota de aliento en esta sala.

Por Rowan. Concluye, retirándose.

No existe la muerte en vano... y sin embargo, Rowan yace en su ataúd, frío y pudriéndose, como terminaremos todos. Biza se estremece, y las preocupaciones que la acosan parecen ahora ideas tontas, sin importancia. La muerte es algo que nos llega a todos, imprevista o no. 

¿Y si Eric muere mañana y ella no le ha dicho nunca nada? ¿Y si acaba siendo pasto de los gusanos y ella jamás ha podido besarle? ¿Qué es lo importante, y qué no? Kiba la odia, pero Eric ha celebrado su triunfo. ¿Qué razón hay para sentirse triste? Ninguna.

Biza piensa, dándole vueltas una y otra vez a la misma idea: decírselo a Eric. Supongamos el peor de los escenarios, que se indigne y la abofetee y le retire la palabra. Quizá no sea tan terrible, quizá su rechazo le sirva para olvidarle. 

Vale, está decidido. Se lo dirá. Pero... ¿cómo?

El Consejero Christian pone la mano en el hombro de Ilsa mientras la acompaña de vuelta a su asiento, tratando de darle ánimos por la muerte de su maestro. Sin embargo no es él quien toma la palabra cuando la maestra Svletana se retira. El propio Senador se levanta y camina hacia el púlpito, colocándose tras el cuerpo de Rowan.

- Gracias, maestra... - dice mirando fijamente a Ilsa. - Echaremos de menos al Consejero Rowan, especialmente en esta época tumultuosa. Su labro para el gremio y para todo Uldholm siempre ha sido encomiable.

Se vuelve lentamente hacia toda la concurrencia, con un gesto que demuestra que está acostumbrado a hablar en público ante tanta gente. Pese a ser el mayor responsable del gremio, pocas veces es él quien toma la palabra frente a todo el mundo, ya que suele delegar en alguno de los consejeros más experimentados como Christian o incluso Rowan. Sin embargo, es evidente que antes de ascender a su puesto ocupó otros cargos que le obligaron a hablar ante una gran afluencia de público.

- La tradición es que el cuerpo del consejero sea llevado a la Plaza del Consejo para que los miembros de otros gremios acudan a despedirlo antes de ser enterrado - recuerda, sobre todo para los más jóvenes que nunca han visto el funeral de un consejero de la nación. - Rowan era un maestro lenguatormentas, como sus alas atestiguan. ¡Que sea éste su último vuelo sobre Uldnacht!

Acompañando a sus palabras, varios hechiceros alados se acercan al féretro y lo sujetan por unas finas cadenas. Con el esfuerzo conjunto de todos los musculosos hombres, el cuerpo de Rowan empieza a ascender. Para sorpresa de todos, el techo del anfiteatro se empieza a mover con un sonoro crujido, dejando a la vista el cielo. Desconocíais que la bóveda de la sala pudiera moverse, lo que hablaría aún mejor del gremio de masones de Uldholm si no fuera porque poderosos hechizos se habrán entretejido con la construcción para poder conseguir ese efecto.

Mientras el cuerpo de Rowan asciende sobre la ciudad, el Senador hace un gesto hacia Christian y todos los miembros de vuestro gremio empiezan a ponerse en movimiento hacia la Plaza del Consejo.

Después del maravilloso espectáculo de la cúpula que le recuerda el talento de los masones, como su padre, sigue al Senador y al resto de la comitiva, en actitud alicaída y postura mortecina, como exige el protocolo. Ilsa más bien se deja llevar, deseando que este asunto termine. Observa que Yael no esté junto a Christian y se aproxima a éste cuando tenga ocasión.

Camináis por las calles de los Barrios Centrales en dirección a la Plaza del Consejo. Christian está constantemente rodeado de gente, ya sea la consejera Yael, el Senador Trabor o cualquier otro maestro del gremio. Sin embargo, tu intento por acercarte no pasa desapercibido y, disculpándose un momento, interrumpe su conversación con un anciano historiador para acercarse a ti.

- Ilsa, bonito discurso... ¿Qué tal estás? - pregunta sabiendo que tu situación es especialmente complicada.

-Estoy deseando que el largo día acabe. Ilsa modula la voz para ser escuchada lo menos posible. Quería preguntarle por las discusiones que hubo en el consejo acerca de la decisión del ataque a los Truil. ¿Los consejeros del gremio se reúnen para mantener una postura común o cada uno mantiene sus posiciones? Yo creí que ése era el sentido de la reunión del gremio el día anterior, en el que habló Jezzabel y con lo que empezó este asunto. Parece que no todo el mundo estuvo de acuerdo con la decisión, y según he oído hubo algún apoyo nuestro a las propuestas de Porter. Ilsa trata de tener localizada a Yael y no se oculta a Christian.