Partida Rol por web

Ves cómo se aleja Yi Fan, pensativo. Sigues sospechando que todo esto puede tratarse de una trampa, pero llevas demasiado tiempo buscando a tu hermana como para dejar pasar la oportunidad. Además, al menos el vecino te ha confirmado que alguien llamado Nadia vive aquí. ¿Te fías de Asceltis lo suficiente como para creer que es tu hermana? Si te ha mentido, lo pagará caro...

Esperas unos minutos y te descubres preguntándote qué tipo de trabajo puede tener tu hermana para estar fuera a estas horas de la noche. Niegas con la cabeza imaginándote todo tipo de situaciones absurdas cuando un ligero ruido llama tu atención no demasiado lejos de tu posición.

- Así que aquí es donde vive tu hermanita... - ¡Alder! Casi suspiras de alivio por haberle escuchado al acercarse, pues sigue sorprendiéndote cómo un tipo tan grande con los huesos de hierro a causa de su magia puede moverse tan sigilosamente.

- Teníamos un trato, guerrero... Y has roto tu parte. - El inmenso hombretón te mira con severidad, aunque mantiene su voz grave a un volumen a penas audible para no llamar la atención de ninguno de los vecinos.

Alder. Siempre Alder. Entre tantas dudas e incertidumbres con la identidad de mi hermana, Alder siempre fue una certeza. Tan presente como la oscuridad a la hora del crepúsculo, tan inminente, esto era inevitable. Casi me siento aliviado.

Me torturaba la idea de que mi hermana me rechazase después de tantos años, o que no me reconociera. Pero después de estos meses, la certeza de que al final seríamos él o yo es un soplo de aire fresco. Por fin algo que puedo entender, algo que puedo controlar.

-Hola, Alder. Te estaba esperando. –me levanto de mi rincón. Las sombras de la noche traen malos augurios, y yo estaba escrutándolas como un halcón para evitar que me sorprendiesen. Puede que Alder haya traído secuaces para acabar conmigo. Pero quizá quede algo de honor en él, aunque sea tan sólo para hacerme pedazos con sus propias manos.

-Tendrías que saber que en el corazón de un hombre no hay sitio para dos promesas, y yo ya comprometí mi palabra antes de conocerte. Por otro lado, tú mismo pensabas apuñalar por la espalda a Asceltis, así que no creo que tengas ningún derecho para darme lecciones de lealtad. Pero te agradezco que hayas venido. –Tomo posición y me coloco para que no me sorprendan por la espalda- Sólo uno de los dos verá salir mañana el sol. Así que dime aquí, y ahora, por qué querías traicionar a Asceltis.-

Le observo como una mangosta ante una cobra, atento a sus movimientos. Estoy tenso como la cuerda de un violín. Mis manos están tensas en torno a la empuñadura de mi espada.

El hombre niega con la cabeza.

- Ambos tratos no eran incompatibles, Alder. Asceltis recibiría la información por la que habría pagado, pero tú sólo tenías que informarme a mí antes...

Cuando dices las palabras "lecciones de lealtad" no puede evitar sonreir, pero contesta con un tono algo más agresivo. - No intentes adivinar mis intenciones, chico. Sólo porque te encargase que me dijeses los secretos de la contramagia Truil antes de hablar con Asceltis no significa que vaya a traicionar a mi aliada... Que por otro lado es demasiado escurridiza como para dejarse apuñalar por la espalda.

Ves cómo te sigue con la mirada mientras te colocas de espaldas a la pared y se encoge de hombros cuando le dices que sólo uno de vosotros llegará a mañana.

- Si tantas ganas tienes de morir - dice mientras desenfunda su inmenso alfanje - te puedo conceder ese deseo. O tal vez, ahora que sé dónde vive, solo te deje tullido para ver cómo acabo con tu hermanita mientras miras incapaz de hacer nada... Después de todo, ahora no tienes a tu amigo dindavara para protegerte y aquí estamos solos tú y yo.

Sus palabras encienden la ira en mi corazón, pero he andado un largo camino, y creo que algo se me ha pegado del dindavara. Él no está aquí, pero sé que cuento con su apoyo, y su amistad. Él no se habría dejado entregar a la furia. Por el contrario, él diría que la rabia te hace débil, y vulnerable. -Amigo Yi-Fan, hoy estarás orgulloso de mí-

Desenfundo mi arma, esgrimo una media sonrisa torcida y mirándole a los ojos, le digo: "Menudas palabras en boca de un sacerdote. Tu orden se avergonzaría de ti. Mañana las monjas llorarán sobre tu cuerpo"

Si vuelve a reaccionar como la última vez, ahora estoy preparado. Asiento  firmemente los pies para aguantar su carga.

El hombre te mira mientras levanta su arma, apoyando su contrafilo en el hombro opuesto. - Voy a disfrutar esto... - dice mientras da un paso hacia ti.

El movimiento de Alder te sorprende. En vez de cargar directamente en tu contra, tal y como habrías esperado, empieza un giro lateral, que inmediatamente aborta para cambiar el sentido de la rotación. Frunces el ceño al reconocer alguna de las bases de la escuela del Mono Despreocupado que tú mismo controlas, mezcladas con técnicas que nunca habías visto. A pesar de su tamaño, Alder se mueve más rápida y ágilmente de lo que habías esperado en alguien de su tamaño.

No tengo ganas de morir hoy aquí, veamos de qué pasta está hecho este bastardo. Levanto mi arma ante mis ojos y encomendándome a los dioses antiguos, me preparo para lo que puede ser mi última batalla.

Por mis amigos, por mi familia, no se podrá decir que morí siendo un cobarde.

Salto hacia delante. Es ahora o nunca.

Te lanzas sobre Alder, tratando de golpearle con tu espada en el mismo movimiento en el que la desenvainas. Sin embargo, la hoja de tu arma corta el aire en el lugar donde el hombretón se encontraba hace sólo un instante. Alder gira sobre sí mismo, en un movimiento que parece más una danza que un combate. Mientras da la vuelta, el filo de su alfanje se acerca a tu rostro, pero en el último momento lo hace girar para golpearte con la empuñadura del arma.

Tu cuello gira violentamente por el impacto, tan contundente como un mazazo. Escupes sangre mientras te recompones del golpe y giras para mirar a tu adversario.

- ¿No pensarás que iba a acabar contigo tan pronto? Ya te he dicho que tengo intención de hacerte sufrir - dice mientras parece continuar moviéndose en sus pasos de baile.

Al cuerno la contención, no voy a dejar que este simio juegue conmigo. Si él quiere que esto sea lento, yo tengo la intención de acabarlo por la vía rápida.

-¡Vas a llorar, cura de Mierda!

Me abalanzo como un tigre blandiendo mi espadón en un ancho arco sobre su cabeza.

Tu espada desciende violentamente hacia la cabeza de Alder, pero el inmenso hombretón es mucho más ágil de lo que aparenta y no le cuesta demasiado girar para evitar el impacto. En ese mismo movimiento circular, lanza bruscamente su arma hacia ti. Notas un dolor agudo en tu brazo derecho, seguido por la cálida sensación de un reguero de sangre deslizando entre tus dedos.

Miras con odio a Alder, que sigue realizando sus movimientos circulares, perfectamente acompasados y coreografiados por los giros de su alfanje. Desde luego, el filo curvo del arma se adapta perfectamente a su peculiar estilo de combate.

- Ya te dije que no me llamases sacerdote. Aunque tratar de enfurecerme sólo servirá para prolongar tu agonía... Y la de tu hermana.

Cambiando súbitamente el sentido de sus giros, se dirige una vez más hacia ti.

Otro corte... Empiezo a sentirme débil. No podré aguantar mucho más a este ritmo. Doy un paso atrás intentando cubrir su ataque, esperando un hueco en su táctica en el que poder responder. Aprieto los dientes y me pego contra la pared, esperando que la falta de giro le bloquee los acerados cortes laterales.

Te mueves hacia atrás, controlando el veloz giro de la espada de Alder. Sin embargo, sus movimientos circulares hacen que la hoja se mueva más rápidamente de lo que tu vista puede seguir con la escasa iluminación de la calle. Aprietas los dientes, esperando un corte mientras te mueves hacia la casa, pero el tajo nunca llega...

En vez de eso, Alder suelta una de sus manos de la empuñadura del arma y te golpea con todas sus fuerzas. El impacto de sus huesos de hierro es como un mazazo en tu pómulo y notas cómo tu cabeza se mueve violentamente hacia atrás, golpeando con el muro que esperabas te sirviera de protección.

La calle empieza a dar vueltas mientras te desplomas de rodillas y el mundo se oscurece a tu alrededor.

...

...

Te despiertas con la horrible sensación de estar ahogándote. Parpadeas un par de veces, muy rápidamente, para darte cuenta de que te han echado un cubo de agua en el rostro. Ante ti, el oscuro gigantón que te ha noqueado te mira con diversión. Haces amago de levantarte y lanzarte hacia él, pero te das cuenta de que estás atado de pies y manos a una silla.

- Así que esta es la casa de tu hermanita... - dice Alder mirando a su alrededor. La luz de un quinqué ilumina una sala de estar escasamente decorada. - No parece que se haya convertido en una buena ama de casa, ¿no crees?

Maldición, ¡esto no puede estar pasando! Trato de enfocar mi vista y hacerme una idea de la situación. ¿Dónde estoy y cuánto tiempo llevo inconsciente? ¡Rayos, la cabeza parece que me vaya a estallar! Necesito pensar algo, y rápido, o si no dentro de poco estaré más muerto que los dioses antiguos.

-Qu..qué, ¿qué diablos...? -Tenso mis muñecas contra las cuerdas que me retienen. Supongo que este animal no será tan tonto como para atarme mal, pero no parece un marinero... aunque yo tampoco lo soy. 

Es alucinante lo rápido que funciona la cabeza cuando tu vida pende de un hilo. Aunque medio ahogado y vapuleado, mi vista recorre la habitación buscando una ventaja, algo que me permita prevalecer. Quizás aún tenga mi cuchilla de carnicero oculta en la bota derecha, pero no podré tratar de alcanzarla mientras este gigantón esté presente. Y si las cuerdas no se cortan o rompen, puede que la silla lo haga. 

Mueves el pie en el interior de tu bota y sientes el duro filo de tu daga aún oculta en el calzado. Puedes imaginar que el gigantón no ha tenido mucho tiempo para subirte a casa de tu hermana y atarte, así que no se ha molestado en registrarte con cuidado. Ese pequeño detalle te da un atisbo de esperanza en esta situación comprometida.

Pruebas las ataduras. Desgraciadamente, parece que el tiempo que Areth ahorró buscando otras armas en tu ropa lo dedicó a asegurar los nudos. La cuerda es bastante gruesa y no parece que vaya a soltarse fácilmente. Ciertamente podrías intentar romper la silla, pero tardarías un poco en desenredarte de las cuerdas y las maderas, lo que dejaría tiempo suficiente al hombre tatuado para acabar contigo si se lo propusiera.

- Diablos... - repite Alder haciendo que centres tu atención en él. - No, sólo un diablo. Yo. Dispuesto a hacer de tu vida un auténtico infierno - promete mientras te observa con una mirada sádica. - Es curioso, con lo bocazas que eres, todo esto te pasa por mantenerte callado en único momento en el que debías haber abierto la boca.

Se escucha un ligero ruido en las escaleras y Alder se gira para mirar a la puerta. Mientras carga su alfanje sobre uno de sus hombros, se lleva el dedo a los labios pidiéndote silencio, como si realmente te desafiase a gritar un aviso.

Oh, Dioses, ¿por qué me habéis abandonado? Después de haber llegado hasta aquí, ¿tengo que ver con mis ojos cómo mi hermana va a ser asesinada por este monstruo? Y encima yo le he guiado, y no he podido defenderla. Ya no me importa si muero, pero ella no debe caer, ¡no debe caer!

Grito con todas mis fuerzas, me rompo la voz. Serán mis últimas palabras, mi último aliento.

-¡Nadia, no entres, corre por tu vida!

Me preparo para recibir el golpe fatal.

Alder te mira con una sonrisa, agradeciendo tu grito como si fuera la excusa que necesitaba para acabar con tu vida. Sin embargo, no llega a moverse hacia ti, pues la puerta empieza a abrirse. Consigues vislumbrar una figura femenina en la escalera mientras gritas un nuevo aviso.

Desesperado, ves cómo Alder alza su inmenso alfanje y lo descarga con fuerza sobre la mujer. Te sientes tentado a cerrar los ojos, pero todo ocurre tan rápido que, de hecho, si hubieras siquiera parpadeado no habrías sido capaz de ver nada. La reacción de la mujer no se hace esperar. En el mismo instante en el que el filo de la espada de Alder empieza a moverse hacia ella, se mueve más deprisa de lo que creerías posible. Agachándose por debajo de la trayectoria del arma, entra en la sala colocándose detrás del inmenso hombretón incluso antes de que éste termine su movimiento ofensivo.

Un destello en la mano de la mujer desvela la posición de un cuchillo acercándose a la garganta de Alder y de repente el hombretón se queda completamente quieto, sin poder evitar la sorpresa en su rostro.

- Ya te dije una vez que no te atrevieses a desafiarme, Alder. - La voz de Asceltis te pilla por sorpresa, pues a la velocidad a la que se ha movido la mujer no habías tenido tiempo para reconocer su rostro embozado.

El gesto de alivio de Alder a reconocer a su compañera es equivalente a la decepción que sientes tú al verla. El miedo por tu hermana que se había convertido en un rayo de esperanza al ver su reacción ahora queda relegado a segundo plano, difuminándose una vez más entre las maquinaciones de Asceltis y su gente.

- No iba a darle a Areth la dirección de su hermana y dejar que tú le emboscases sin más, ¿no crees? - pregunta la mujer, aún con el cuchillo en el cuello del hombretón. Pese a haberse sobrepuesto a la sorpresa inicial, aún hay algo de preocupación en la mirada de Alder, como si aún no las tuviese todas consigo con Asceltis. - Ya te dije que no quería que tomases represalias con él... ¿Por qué me has desobedecido?

Alder abre la boca para contestar, pero no llega a articular ninguna frase. Con un chasquido de su lengua, Asceltis empuja al hombre hacia la puerta mientras guarda su cuchillo.

- Ya hablaremos, Alder. Tendrás lo que quieres como habíamos acordado, pero no te inmiscuyas en mis asuntos. - Te mira con expresión seria en sus ojos. Siempre te ha resultado curioso cómo la mujer es capaz de transmitir su autoridad sólo con su voz y sus miradas. - Ahora, puedes dejarnos a solas. Tengo cosas que hablar con Areth...

La adrenalina bombea en mis músculos, que se tensan con rabia. -¿Acaso otra vez no he sido más que una marioneta? ¿He sido un pelele para que Asceltis vuelva a tener a Alder donde ella quería? ¿Y si es así, por qué no le ha cortado el cuello, a ese cerdo?

-¡¡¿¿Qué significa ésto??!! ¿Me has mentido? ¿¿Dónde está mi hermana??