Partida Rol por web

El Rey Sombra apreta los dientes y maldice por lo bajo, pero no abandona el tejado a punto de derrumbarse. Todavía no puede hacerlo, simplemente sería demasiado arriesgado huír sin haberse asegurado antes de que los dos Grandes Maestros del Decimosexto Gremio, tanto La Mano como Leena Herders, están realmente muertos. Más peligroso aún que quedarse. Porque de no comprobarlo y errar, el muerto en breve será él.

Además debe descubrir la verdadera identidad de La Mano bajo su capucha, algo que ni él mismo conoce, pese a que tenga sus sospechas. Exactamente igual que con el fantasmagórico Sin Rostro.

Ni demonios ni historias. Engaños y astucias... y de eso Oligis Ledoma sabe un rato.

De modo que se aproxima con cautela al hombre agonizante con los ganglios del cuello horriblemente hinchados y retira su capucha con la punta de la daga, presto a esquivar cualquier útimo ataque.

A salvo de la nube venenosa, en el extremo del tejado que ahora amenaza con colapsar debido a los daños estructurales causados por la explosión de hace unos momentos, Yi Fan se mantiene en guardia junto a Areth, guardándose mutuamente las espaldas, mientras contemplan el horror de los efectos del veneno liberado por el Rey Sombra, que ahora parece más interesado en desvelar la identidad del embozado al que ha traicionado por mediación de la muchacha que en seguir enfrentándose a ellos dos.

El Dindavara tuerce el gesto, a pesar del dolor agudo que esto le causa debido al tajo recibido en el rostro, sin ser capaz todavía de acostumbrarse al nivel de engaño y traición que reina en esta ciudad, entre sus habitantes. A pesar de que parece que las hostilidades entre ellos y el Rey Sombra han cesado, no dejará de vigilar sus movimientos ni por un instante.

Pero ahora, la razón que los ha traído aquí yace desplomada sobre el inestable tejado. Leena Henders parece que lleva camino de seguir a su esbirro al otro mundo, pero no hay manera de confirmarlo desde esta distancia, y Yi Fan, desde luego, no arrebatará la vida de alguien indefenso y que no sea capaz de defenderse.

Areth… Susurra al guerrero Uld. Accedí a acompañarte, pero si quieres rematar a la mujer, tendrás que hacerlo por tu cuenta y riesgo…

Dicho esto, busca en rededor suyo la mejor manera de descender del edificio antes del previsible derrumbe.

"...tendrás que hacerlo por tu cuenta y riesgo". No me extraña que Yi-Fan piense así. Yo mismo me siento bastante asqueado. Estas intrigas, capa detrás de capa, traiciones y asesinatos. Una cosa es matar a alguien en el calor de la pelea. Otra muy distinta es cortarle el cuello a alguien mientras está inconsciente. A eso hay que sumarle el hecho de que ese polvo del infierno todavía está por todas partes, y el techo está a punto de caerse.

-Espérame, Dindavara. Bajamos juntos. Y no des la espalda a ese monstruo. -avanzo manteniendo al rey Sombra en mi campo de visión. -Hay que darse prisa...

Henry observa la situación: la nube del polvo Opteka sigue flotando en el aire alrededor de Henders y acercarse a esa zona antes de que el veneno pierda su efectividad o la lluvia limpie la calle puede ser un suicidio. Incluso si la mujer no está mortalmente herida por el veneno, es probable que no tarde en estarlo cuando el polvo se asiente en sus pulmones. Por su parte, el asesino al que han llamado la Mano, yace en el tejado sangrando por la garganta a causa de la Leche de la Reina Sepulturera que Hannah le ha administrado a traición.

- Bien hecho, Hannah - le dice a la chica cuando llega a su lado. - Asceltis agradece tu colaboración.

Os guía de vuelta hacia la trampilla de la casa adyacente por la que él mismo subió hace unos momentos.

- Ledoma, el tejado está a punto de derrumbarse. Si no están muertos, no tardarán en estarlo... - Avisa al traicionero asesino.

Fingiendo una cortés reverencia, cede el paso a Yi Fan y Henry para que desciendan de vuelta a la casa.

- Y, si no mueren, tardarán lo suficiente en recuperarse como para que ya no importe... - añade en un susurro mientras bajais de nuevo a la segunda planta de la casa por la que subisteis al tejado.

- Areth, Yi Fan, esta es Hannah - dice presentando a la muchacha. - Aunque ya tendremos tiempo de presentaciones formales. Si se derrumba la casa de al lado, esta no tardará en seguirla... - Después de todo, el gremio de Constructores de Uldnacht, famoso en todo Heluso, no ha tenido nada que ver con la construcción de la Periferia de la capital.

Da un paso hacia la Mano y el crujido de las vigas del tejado confirma las palabras del recién llegado: esta casa no va a aguantar mucho en pie. Sin embargo, miras al gran maestro desconfiado, dudando de que el mejor asesino del gremio vaya a caer tan fácilmente por la traición de una simple aprendiz, por mucho que el veneno que le ha administrado sea lo suficientemente potente como para acabar con su vida.

Los tres hombres descienden por el acceso al tejado de la casa de al lado, acompañados por Hannah, pero tú dudas un momento más.

El Rey Sombra parece debatirse en un acuciante dilema interno. El tejado está realmente a punto de derrumbarse y necesita de forma imperiosa formalizar su relación con los seguidores de Asceltis ahora que ha cortado sus lazos con el Gremio, pues sabe que sólo es hombre muerto, estaría acabado... pero al mismo tiempo TIENE que estar seguro de que La Mano y Henders han muerto. Definitiva y absolutamente seguro.

Así que confía en sus reflejos y se acerca aceleradamente al más peligroso de los asesinos de Uldholm. Una puñalada en el lugar adecuado, entre la quinta y la sexta costillas, justo al lado izquierdo del esternón, y la leyenda será eso, una vieja historia que contar. Luego alzará la máscara para ver si el rostro es el de Novak. Porque empieza a sospecharlo.

Y después a correr para alcanzar a sus nuevos mejores amigos...

Me cojo el brazo ensangrentado mientras bajamos apresuradamente del edificio a punto de derrumbarme. La situación casi me resulta cómica: Casi acabamos de matarnos, ¿y ahora tenemos que ser amigos?

-¿Así es como os divertís en tu barrio, Henry? ¿Se supone que ahora tenemos que confiar en estos dos? Desde luego, tenéis una forma muy extraña en la ciudad de hacer amigos.

Henry se mueve con ligereza, y Yi Fan trata de seguirle el ritmo para salir del edificio lo más rápidamente posible, mientras se arranca una de las mangas de la camisa para improvisarse una compresa que aplicar contra el tajo sufrido en su rostro y que no deja de sangrar.

El gruñido que dedica a Hannah como saludo no resulta muy cortés para la educación que se le supone al Dindavara, pero la primera reacción que le asalta es la de disgusto ya que la impresión que le ha dejado la muchacha es la de ser una traidora. Pero casi inmediatamente después debe reconocer que lo que Hannah hizo en el tejado podría haberles salvado la vida tanto a él como al guerrero Uld. Además, ¿qué sabe él sobre los motivos o las circunstancias de la chica?

Yi Fan se reprende a sí mismo por prejuzgar sin más al resto del mundo y se promete agradecerle a Hannah su ayuda en cuanto se hayan puesto a salvo.

Te acercas al cuerpo de la Mano, aparentemente inerte en el tejado, mientras notas cómo las vigas crujen bajo tu peso. Henry tenía razón, la estructura no tardará en ceder, pero también sabes que no puedes fiarte de un maestro asesino.

Cuando estás a un solo paso del gran maestro sostienes tu daga con fuerza, dispuesto a clavársela en el corazón antes de quitarle la máscara de una vez. Sin embargo, no te fías lo más mínimo de él y te mueves con cuidado, preparado para quitarte de en medio si de repente se lanza al ataque.

El gran maestro se mueve deprisa, contorsionándose bruscamente para ponerse en pie cuando te aproximas, pero su salto no te coge desprevenido. Mientras gira sobre si mismo intentas acabar con su vida, pero es demasiado rápido. Sin embargo, ni siquiera él tiene tiempo para levantarse y evitar tu mortal puñalada y atacarte en el mismo movimiento.

Durante un instante, os miráis con vuestras dagas en la mano. La suya se ve ensangrentada y, por el corte que tiene en el cuello, sabes que es su propia sangre la que fluye por la hoja. La puñalada a traición de Hannah le pilló desprevenido y el veneno ha estado a punto de ahogarle. Desgraciadamente, la Mano conocía los efectos de la Leche de la Reina Sepulturera y ha tenido la sangre fría de cortar él mismo los forúnculos que amenazaban con asfixiarle.

Desgraciadamente para él, para poder acceder a ellos ha tenido que quitarse la máscara. Una de las mayores ventajas que puede tener un asesino es su habilidad para pasar desapercibido, y el rostro que tienes frente a ti podría sacar partido de ello. Un hombre de mediana edad, moreno, con la cara más común que te puedas imaginar, no tiene ningún rasgo que llame la atención sobre su cara y, de hecho, cualquier descripción que puedas pensar sobre él podría ajustarse igualmente al menos a un centenar de personas en la ciudad.

- Fíjate bien en mi rostro, traidor - dice la Mano con voz ahogada, escupiendo sangre por la boca - pues será lo último que veas antes de morir.

Pero parece evidente que su amenaza no se va a cumplir muy a corto plazo. En primer lugar el hombre que tienes en frente de ti no está en estado para enfrentarse a nadie y, con su brusco movimiento, parece haber empeorado aún más el estado de las vigas del tejado, que empieza a desmoronarse desde el agujero creado por la explosión anterior.

Henry sonríe a Areth sin dignarse a contestarle.

- Salgamos de aquí - dice sin más. - Este barrio no es precisamente conocido por la estabilidad de sus edificios.

Seguido por Hannah, sale corriendo hacia la escalera, mirando rápidamente por encima del hombro para comprobar si el Rey Sombra se ha decidido a seguiros. Nadie aparece por la trampilla, lo que hace que Henry se encoja de hombros y corra escaleras abajo.

Os sujetáis con fuerza al pasamanos de la escalera cuando el suelo empieza a temblar. Con un estruendo, el edificio de al lado ha terminado por derrumbarse, severamente dañado por la explosión causada por el artefacto del asesino guardaespaldas de Henders. Una grieta aparece en la pared de la escalera, pero la estructura de esta casa parece aguantar.

La mujer que estaba escondida en la cocina sale corriendo al escuchar el estruendo, buscando un lugar más seguro donde esconderse, pero esta vez no puede reprimir un grito cuando os ve bajando por su escalera. La ignoráis y salís a la calle, donde véis que la casa en la que se habían refugiado Hannah y Oligis está prácticamente reducida a escombros.

Un desastre. Eso es lo que piensa el Dindavara al contemplar los escombros de lo que fuera el edificio sobre el que han estado combatiendo.

Pero el resultado parece haber sido satisfactorio para Asceltis una vez más: Leena Henders ha muerto. Y aunque no haya sido obra directa ni del guerrero Uld ni suya, puede que su aparición haya sido la que finalmente inclinó la balanza del destino en contra de la mujer. Puede…

Yi Fan apoya la mano en el hombro de Areth. Quizás al completar esta tarea, el guerrero haya dejado de estar en deuda con Asceltis, aunque el Dindavara no duda de la capacidad de meterse en líos del guerrero. Se teme que ésta no será la última vez que acompañe a Areth en una de sus aventuras.

Pero de esta aventura guardará un recuerdo permanente. En concreto la recordará cada vez que mire su rostro en un espejo. El Dindavara se acerca a la muchacha llamada Hanna, con el rostro todavía tapado con el improvisado trapo, que ya está empapado de sangre. No resulta la manera más formal de hacerlo, pero Yi Fan, se inclina en una reverencia propia de su tierra natal ante la chica:

Mi nombre es Yi Fan Meiren. Dice con formal seriedad. En mi nombre y el de mi compañero Areth Dhalbach, te agradecemos tu ayuda durante la lucha que ha tenido lugar…

Con una sonrisa burlona y un deje mordaz en las palabras, el Rey Sombra provoca a su adversario:

- En lo que me fijo es en que ahora estamos en igualad de condiciones - susurra antes de huir - Y ese es el primer signo del cambio de los tiempos...

Y dicho esto, salta hacia atrás para no verse arrastrado en el derrumbamiento. Por supuesto que esto no ha acabado, y no hay ni que decir que intentará perseguir a su contrincante si sale de esta, pero también es consciente de que el polvo y el humo de una casa que se viene abajo es un escenario muy propicio para desaparecer...

-¿Pero qué demonios...? A mi compañero parece que el entendimiento se le ha escapado por el corte de la cara. Esta mujer es la compañera del bastardo que me ha apuñalado. ¡Y se supone que íbamos a ayudarlos! Y aún le agradece que, ¿qué? ¿Que hayan tenido la delicadeza de no apuñalarnos del todo?

El disgusto es palpable en mi mirada. Abro la boca para decir algo, pero tras un segundo, la cierro. A pesar de la terrible herida que cruza la cara de mi compañero, se desprende la tranquilidad en su mirada. Y le tiene que estar doliendo horrores. Comparado con lo que le han hecho en su rostro, lo de mi brazo es un rasguño, y no tengo derecho a quejarme.

Recompongo mi compostura. Sé que el dindavara lo agradecerá. -Sí, eehh... eso. Gracias por la ayuda, y todo eso.

Y más bajo, sólo para los oídos de mi compañero. -Y para ti, amigo mío, gracias, pero de verdad. Muy poca gente haría lo que tú has hecho, por ayudarme. Siento el corte que te has llevado, y te compensaré con lo que haga falta. Puedes contar con ello.

Está claro que a Areth no le agrada la presencia de Hannah, y Yi Fan puede entender perfectamente al rudo guerrero: hasta no hace demasiado hubiera tenido sus reservas para con la muchacha, pero es que hasta hace no demasiado el Dindavara tenía reservas hacia todo el mundo. Pero ahora cree firmemente en conseguir cualquier tipo de aliado, sea el que sea. Demasiados enemigos tienen ya.

¿Compensarme con lo que haga falta? Responde Yi Fan mientras se rasga otro pedazo de camisa para sustituir la empapada compresa improvisada que mantiene sobre su rostro. Comienza con llevarnos hasta un sanador para tratar nuestras heridas, que buena falta nos hace a los dos.

Alguien que tenga pulso con la aguja e hilo. Piensa para sí, conteniendo un escalofrío al pensar en como puede quedar su rostro tras la cirujía...

Te das la vuelta y corres mientras el tejado de tu casa se empieza a derrumbar. La Mano hace lo mismo en dirección contraria, pero no puedes ver qué ocurre con él. Saltas en el último momento mientras notas cómo algunos escombros te golpean mientras el edificio se desploma. Caes sobre el tejado de al lado pero, con tu brazo prácticamente inútil por el tajo del dindavara, eres incapaz de rodar.

Tardas unos segundos en recuperar la respiración. Te levantas a duras penas y miras hacia atrás. Una nube de polvo se eleva desde los escombros de tu refugio, impidiéndote ver si la Mano ha salido de esta o no. Frunces el ceño, esperando lo peor. No va a ser tan sencillo acabar con el gran maestro.

Te das la vuelta y por un instante te retuerces de dolor. Tienes contusiones por todo el cuerpo, pero sabes que la mayoría de tus heridas se curarán pronto. Sin embargo hay dos que te preocupan más: el corte en la cabeza no va a servir para mejorar tu apariencia, pero además es relativamente grave. Tu brazo... bueno, ha faltado poco para que Yi Fan lo cercenase y, si no hubieras sido un maestro con la daga probablemente lo habrías perdido. Concentrándote, consigues mover los dedos: tal vez tardes semanas en recuperar la movilidad del brazo, pero al menos no ha cortado ningún nervio imprescindible.

Con sumo esfuerzo, te diriges hacia la trampilla por la que aparecieron los hombres de Asceltis, tratando de reunirte con ellos en la calle.

Henry levanta un momento las cejas sorprendido ante la presentación de Yi Fan. Tal vez el dindavara lo haya hecho de forma inconsciente, pero hacía mucho tiempo que no se presentaba utilizando el nombre de su familia. Meiren. ¿A caso las revelaciones de Asceltis en el Grifo Ardiente han cambiado la forma del dindavara de ver a su familia? Sea como sea, es evidente que mucho ha cambiado en el duelista desde la primera vez que Henry le conoció antes de partir hacia los Yermos Truil.

Hannah hace una ligera reverencia en respuesta a Yi Fan. - Soy Hannah - dice sin añadir ningún apellido, aunque lo más probable es que, si alguna vez tuvo alguno, lo desconozca. - Es un placer conocer a más compañeros de Asceltis. Hasta el momento sólo me había encontrado con Henry y Ander.

Seguís caminando y llegáis a la calle. Hannah mira vuestras heridas y asiente.

- Sí, volvamos al Grifo Ardiente. Tal vez allí pueda hacer algo para curaros - dice. - Sin embargo, antes deberíamos comprobar los escombros. Con todo el polvo que se ha levantado, el veneno de Oligis estará seguramente neutralizado.

Se da la vuelta y se acerca a los restos de la casa. Toda la fachada se ha derrumbado, arrastrando con ella la mayor parte de la estructura. Henry va junto a Hannah y la ayuda a mover unas piedras, dejando a la vista un cuerpo parcialmente sepultado por las rocas. - Henders estaba inconciente y al borde del tejado. Todo el edificio se le habrá derrumbado encima - dice la chica señalando al cadáver. - La Mano estaba asfixiándose. Es probable que su cuerpo esté ahí en medio...

La puerta de la casa por la que habéis salido se abre nuevamente y en ella aparece Oligis, sujetándose el brazo herido por Yi Fan y tambaleándose al caminar. En la calle, Henry y Hannah observan los escombros de la casa, mientras que Areth y Yi Fan se mantienen algo separados cuando aparece el asesino.

Cuando por fin se reencuentra con sus nuevos aliados de circunstancias, el Rey Sombra compone una sonrisa cínica:

- Menos mal que os he encontrado – les sorprende – Tenía que asegurarme de algo, pero ahora ya podemos marcharnos… y la verdad, yo me daría prisa, antes de que nos veamos metidos en otra refriega, compañeros.

Compañeros. Su desfachatez parece no tener límites…

La sempieterna sonrisa de Henry se acrecienta al ver al asesino.

- Desde luego, no se puede decir que a tu maestro le falten redaños - dice a Hannah empujando con el pie una piedra sobre el cadaver de Henders.

Se separa de los escombros de la casa y vuelve junto a Areth y Yi Fan, poniéndole la mano a Areth sobre el hombro que no está herido para evitar que se lance al ataque sobre el hombre. Cuando nota que el guerrero se relaja lo suficiente como para no cargar contra Oligis, le suelta y da un paso hacia el recién llegado.

- Es audaz por tu parte volver aquí, Ledoma. Pero Asceltis me había advertido de que tratarías de mantener tu doble juego hasta el último momento, por lo que era necesario encontrar aliados más fiables - dice volviendo lentamente la cabeza para señalar a Hannah con la mirada. - Sin embargo, también me dijo que te perdonase la vida siempre y cuando al final volvieses con nosotros. Después de todo, fuiste tú quien le dió el nombre de la Gran Maestra Henders...

Observa atentamente la reacción de Rey Sombra sin perder su sonrisa.

- También acabaste con la vida de Rallick... Bueno, en realidad Hannah lo hizo... Fue una jugada audaz el fingir la muerte de la Mano, aunque me sorprende que se prestase a ello. - Se encoge de hombros. Como es habitual en él, no parece importarle demasiado lo que ocurre a su alrededor. - ¿Has comprobado si había muerto con el veneno de Hannah o te quedaste arriba para salvarle la vida? - pregunta finalmente.