Partida Rol por web

El guardia empieza a protestar, pero no antes de que Ledoma entre en la habitación amparándose en la intimidante figura alada de la maestra Svletana. Mientras el hombrecillo se acerca al paciente, seguido por la hechicera, el hombre de la puerta le hace una seña a alguien antes de entrar él mismo en la habitación.

Pocos segundos después, mientras el Rey Sombra coge la jarra de agua, una mujer aparece en la puerta.

- Pero, ¿¡qué tonterías está diciendo este hombre!? - pregunta la doctora Margaret ligeramente indignada al escuchar a Oligis. - Maestra Svletana, ¿quién es este pordiosero? - añade haciendo referencia al aspecto de Oligis, con el brazo y el rostro manchados de sangre.

Con paso firme, se aproxima al asesino y coge la jarra de agua con un gesto airado.

- El único "veneno" que tiene esta jarra son las medicinas que le estamos proporcionando al paciente... - explica. - ¡Al menos, era el único que tenía antes de que acercase su sucio rostro a la jarra! - Ilsa conoce desde hace semanas a Margaret, pero nunca la había visto tan indignada. Claro que hasta el momento no se había encontrado a nadie que dudase de su trabajo como está haciendo el Rey Sombra.

Con la jarra aún en la mano, se planta firmemente entre Oligis y el paciente, totalmente decidida a no dejarle acercarse a Rhenar, sin duda pensando que fácilmente podría contagiarle cualquier tipo de infección.

El repelente hombrecillo se apresura a cerrar la puerta para preservar la intimidad de la sala, y luego encara a la mujer que le increpa, mirando de reojo y encorvándose, mientras se frota las manos en una especie de tic nervioso:

- ¡Comprobad lo que digo! -exclama con voz aguda- Acudí a la Maestra Svetlana para advertirla de un peligro que se cierne sobre su vida y la de sus allegados, sólo estoy aquí para ayudarla... y he descubierto que pretendían envenenar a ese pobre hombre para convertirlo en un señuelo -resume apresuradamente- ¡Pero el verdadero objetivo es ella! ¡Debemos mantenerla a salvo!

Y señala con un flaco y ganchudo dedo hacia la hechicera Lenguatormentas.

Ilsa, anonadada ante la actitud de Ledoma, no puede evitar azorarse ante Margareth. Observa al soldado que acaba de entrar y aventura que en pocos momentos atraerá a más de ellos a la habitación con semejante comportamiento. Supone que está tratando de atraer a ese individuo para identificarlo, aunque no puede llegar a imaginar todo el potencial de tan peculiar hombrecillo. De modo que decide calmar a Margareth.

-Estimada doctora. Este hombre está obsesionado con mi seguridad, y ello le hace hablar tan precipitadamente y de modo tan descortés. Debéis perdonarle. -Ilsa mira fijamente a Ledoma, tratando de desentrañar sus pensamientos- No obstante, ¿conocéis ese veneno al que hace referencia? ¿Es posible que pueda tener tan mortífero efecto? -Ilsa se aproxima a la mujer acompañada de Stepjan, quien le debe su recuperación y por lo tanto hacia la que muestra una gran gratitud. -No deis demasiada importancia a sus palabras ni a su tan inadecuada indumentaria. Sus obligaciones para con mi seguridad le obligan a ir vestido de esa guisa. -Comenta en tono tranquilizador-. Pero sí me gustaría hacer la comprobación respecto al veneno, solo para tranquilizar a este hombrecillo, antes de que perdamos la compostura todos. ¿Podríais hacerme ese favor? Al fin y al cabo, Rhenar ha sido su paciente durante mucho tiempo, y tanto vuestro gremio como el nuestro están al corriente de las extrañas circunstancias en que fue atacado.

La mujer frunce el ceño mirando a Ilsa y luego se gira hacia Stepjan.

- Está bien, maestra - dice finalmente. - Analizaré el contenido de esta jarra... Sin embargo, ahora tengo que pedirles que abandonen la sala. El paciente necesita descanso, después de todo.

Prácticamente empujados por el guardia, salís de nuevo al pasillo. El hombre se cruza de brazos junto a la puerta, dejándola ligeramente entreabierta para ver el interior.

- Supongo que le alegrará saber que el oficial Rhenar evoluciona muy positivamente. Si todo sale según lo esperado, en pocas semanas es posible que vuelva a estar tan activo como su criado - le dice Margaret a Ilsa, suavizando ligeramente el tono con respecto a sus palabras en el interior de la habitación. - Ahora, si me disculpan, iré a analizar esto. Si encuentro algo enviaré a un mensajero para hacérselo saber.

Sin esperar mucho más, se despide alejándose hacia el fondo del pasillo, dejándoos solos ante la severa mirada del guardia.

Cuando la sanadora estaba a punto de desaparecer al fondo del largo pasillo, el desagrabable hombrecillo vestido con harapos que tanta inquietud ha traído a esta serena casa de curación la intercepta:

- Un momento, matasanos... -interviene de nuevo con impertinencia- ¿Sabéis si se ha atendido recientemente a alguien que presentase unos cortes superficiales en el cuello, justo aquí y aquí?

Señala con el dedo a ambos lados de la garganta, en un punto en que anatómicamente hay gran profusión de gánglios linfáticos... claro que un sucio mendigo no puede saber de esas cosas.

La mujer se para en seco y se da la vuelta para mirar a Oligis. Con gesto severo, pasea su mirada por el hombrecillo, aguantando la respiración para no darle una respuesta airada. Finalmente, su autocontrol y curiosidad profesional parecen superar a su orgullo y se vuelve hacia el Rey Sombra.

- Unas heridas tan cerca de la garganta suelen ser letales - informa frunciendo el ceño. - Salvo que hayan sido realizadas por un médico con intenciones quirúrjicas o por alguien con más que notables conocimientos de anatomía...

Mira un momento la jarra de agua que lleva en la mano antes de volver a levantar la vista hacia Ledoma.

- Desgraciadamente, - dice lentamente, como si tratase de pensar sus palabras con cuidado antes de decirlas - no puedo darle ninguna información sobre los pacientes de este lugar. Salvo, por supuesto, que se trate de alguien de su familia o algún muy allegado a usted - añade mirando de soslayo a Ilsa, después de todo ella siempre ha preguntado por Stepjan y Rhenar pese a no ser familiares suyos.

Oligis percibe el desagrado en la reacción de la sanadora y lo que le cuesta contenerse para darle una respuesta educada... pero está tan acostumbrado a despertar ese tipo de reacciones en cuantos le rodean que no le importa lo más mínimo. Sin embargo esa negativa a proporcionar información sobre los pacientes atendidos en esta casa de curación es un serio inconveniente.

Tendrá que hacer algo para superar esas reticencias... aunque tiene claro que no será con su "encanto personal".

- Necesitamos saber si alguien con ese tipo de lesiones ha sido atendido aquí -comenta con un susurro, aunque dirigiéndose ahora hacia la Maestra Svletana, en una tácita súplica para que interceda en su favor- Nos sería de suma utilidad...

Hay una muda promesa de posteriores explicaciones en su turbia mirada... e intenta mostrar una sonrisa.

Ilsa se aproxima a Margareth, alejándose del repulsivo pero necesario Oilgis. Cuando ya se halla a una prudente proximidad le susurra:

-Margareth, como ya os he dicho, este hombre, a pesar de sus harapos tiene la extraña habilidad de acertar con sus diagnósticos respecto a situaciones de peligro. Rhenar fue atacado en el interior de esta ciudad, la protección de la guardia fue insuficiente -comenta señalando al guardián de la puerta- en aquél momento. Tampoco sirvió para proteger a Rowan, mi maestro, muerto en extrañas circunstancias. -Ilsa suspira visiblemente apesadumbrada.- No quisiera que otro tanto ocurriera con Rhenar. Si es así, creo que vuestra obligación como doctora es ayudar a la mejora y conservación del paciente. En este caso debéis valorar si alguien responde al perfil que este hombre sugiere. Si es así, su seguridad es lo primero y nuestro deber es garantizarla. Confirmar que alguien ha entrado con ese perfil no implica revelar información personal sobre nadie, sino confirmar un diagnóstico que responde a un paciente, si bien no sepamos a cuál. -Ilsa no es especialista en tecnicismos médicos y en su juramento deontológico, pero considera su exposición consistente.- de modo que os ruego que respondáis, por favor, con la mayor sinceridad, por la vida de Rhenar y la mia misma. -dice en un alarde de angustia.

La mujer mira de arriba a abajo a Oligis una vez más, sin ocultar su desagrado. Luego se vuelve hacia Ilsa, mirando de soslayo a Stepjan.

- Está bien - concede. - Le puedo confirmar que un hombre con esas heridas características ha sido atendido hace algunas horas. No es paciente mío, así que desconozco su estado o si ha quedado ingresado o no...

Frunce el ceño un momento, pensativa.

- Maestra, me gustaría hablar con usted un momento... A solas - añade mirando a Oligis. Por su tono y el gesto que le hace al guardia de la habitación de Rhenar, no deja muchas opciones a ninguno de los dos. - Será sólo un momento...

Prácticamente tirando del brazo de Ilsa, deja a Oligis junto al guardia mientras se separa unos metros.

La mujer se lleva a Ilsa a un aparte.

- No sé si debería decirle esto, pero las heridas en la garganta como las que ha descrito junto con el resto de los síntomas que presentaba ese paciente me han hecho pensar en los efectos de un veneno cuya sola posesión está penada con la muerte en Uldnacht - dice la doctora. - Sólo he leído sobre él una vez, pero la sospecha de que Rhenar podría ser envenenado me han hecho pensar en eso.

Se encoge de hombros.

- No sé en qué tipo de líos está metida, Maestra, pero le agradecería que no involucre a más gente en ellos. No salvamos la vida de Stepjan para que muera envenenado en cualquier callejón.

Sin darte tiempo a ninguna respuesta, se da la vuelta y camina hacia el fondo del pasillo, con la jarra de agua de la habitación de Rhenar aún en la mano.

Cuando el guardia se acerca, te retiras inmediatamente, levantando una mano en un gesto que indica que no quieres problemas. En realidad aprovechas para retirarte y tratar de leerle los labios a la doctora.

- ...un veneno cuya sola posesión está penada con la muerte... - Sólo he leído sobre él una vez, pero [...] me han hecho pensar en eso. No sé en qué tipo de líos está metida, Maestra, pero le agradecería que no involucre a más gente en ellos. [...] para que muera envenenado en cualquier callejón.

Sin dejar contestar a Ilsa, se aleja hacia el fondo del pasillo.

Mientras Margaret se va, el guardia vuelve junto a la puerta de la habitación de Rhenar e Ilsa llega una vez más junto a Oligis, mientras Stepjan se mantiene discretamente separado de la curiosa pareja.

- ¿Y bien? -pregunta el hombrecillo con mal disimulada ansiedad, mientras se frota nerviosamente las manos y trata de sonreírle con un resultado muy poco tranquilizador- ¿Os ha dicho dónde podemos encontrar a ese hombre? ¿Todavía se encuentra en el edificio?

Nada más pronunciar estas palabras baja el tono y mira con suspicacia a ambos lados... pasando a susurrar:

- Deberíamos ser prudentes, es sumamente peligroso... pero esta sería nuestra mejor oportunidad.

Ilsa espera a que Margaret se aleje lo suficiente como para poder hablar con Oligis con un mínimo de privacidad.

-Oligis, ya me estás explicando con claridad a qué ha venido ese espectáculo en la habitación completamente improcedente. Y en especial espero que justifiques en qué sentido puede ser esta nuestra mejor oportunidad.-Ilsa levanta los hombros en señal de interrogación- De momento, lo único que sé proviene de tus palabras y ni la naturaleza de la disensión creada en tu gremio ni su alcance real me son conocidos. Dado que se trata de mi vida, espero una mínima explicación ahora. -El tono de Ilsa no invitaba a dilatar algún tipo de información al respecto.

-Por lo demás, en efecto han atendido a un hombre con esos síntomas, y del mismo modo que tú, me ha insinuado que existe un veneno, supongo que ese Güncruf del que habéis hablado antes con tanta ligereza, capaz de escapar incluso a los doctores más perspicaces (y por cierto, entenderéis que me inquiete que conozcáis incluso el nombre, por no preguntar más). Pero ella no sabía si todavía permanecía aquí ese hombre, pues no lo ha atendido y no estaba muy dispuesta a ampliar su información con nosotros. Cosa que es comprensible -Concluye con una mirada que recorre a Oligis de arriba abajo.

-Por otro lado, aunque lo supiéramos, ¿cuál es el plan?, si hay alguno. ¿Nos acercamos a él y lo degollamos sin más? -Dice Ilsa sin esperar respuesta del hombrecillo- y luego qué explicaciones aportamos, qué información obtenemos. ¿Le decimos a la guardia que formaba parte de un gremio de asesinos? -masculla al final.- Sinceramente estar aquí para ejercer de cebo no me resulta grato. La información la podríais haber obtenido vos mismo, -dice junto con un movimiento de manos, como para reforzar sus propias palabras- Oligis, y estoy seguro de que tenéis capacidad y formación suficiente como para actuar sin mi, por lo que espero que me expliquéis qué esperáis de mi ahora.

Harto de padecer sus remilgos, el Rey Sombra se encara con la Maestra Lenguatormentas murmurando apresurada, casi histéricamente:

- ¿Queréis saber qué pretendo de vos? -le susurra con brusquedad- Muy sencillo, que me ayudéis a neutralizar esa amenaza… porque os recuerdo que van a por vuestro cuello.

La contempla de reojo, mientras echa otra nerviosa mirada alrededor…

- Yo, con la facción que represento, aposté por vuestra candidatura como nueva Consejera… ellos por vuestro rival. Es así de simple. -le espeta- Ahora, haced el favor de ayudarme a eliminar a la maldita Mano antes de que tenga ocasión de actuar… y si no os place el papel de presa en este cuento, adoptad el de cazador. Vos tenéis el poder para fulminarlo con vuestra magia y la autoridad para hacerlo en público si lo deseáis -deja bien claro- Os aseguro que es un asesino y lleva armas ocultas, venenos letales y mil trucos para ejercer su oficio… cuando registren su cuerpo obtendréis todas las pruebas que podáis desear -la mira directamente a los ojos y sentencia- Llegados a este punto, supongo que todo es elección vuestra, presa o cazador… víctima o verdugo… al final siempre es lo mismo, matar o morir.

Para el siniestro hombrecillo todo parece reducirse a esa brutal dicotomía. Y desde su punto de vista no es un dilema muy difícil de resolver…

Stepjen nota la tensión en vuestra conversación y se acerca ligeramente, no tanto para escuchar mejor sino para poder saltar en defensa de Ilsa en caso de que las cosas escalen. Al igual que Irina, no parece confiar demasiado en el Rey Sombra, aunque su lealtad hacia Ilsa es suficiente como para mantenerle cerca si es el deseo de la maestra.

El resto de la gente que está en las proximidades de momento os ignora bastante, aunque si la conversación tensa se extiende demasiado es probable que no tardéis en empezar a recibir miradas inquisitivas.

Ilsa escucha atentamente las palabras de Oligis.

-No me tientes a marcharme. -Ilsa pierde las formas durante un instante, tuteando a Ledoma y revelando una irritación creciente.- No creo que las facciones de tu gremio se resuelvan de modo amistoso, tampoco para ti, por lo que me temo que es el cuello de todos el que está en juego. Y dicho esto, si vos apostásteis por mi, he de suponer que hay otros que han apostado por el otro rival, ¿no es así?- Ilsa se encendía con facilidad.- ¿Por qué razones se ha producido esta escisión?- La hechicera todavía no comprende las circunstancias en toda su amplitud, lo que la preocupa, como es evidente.

-No creáis que voy a participar en esto sin información suficiente. Así que ya me estáis dando detalles, nombres y protagonistas involucrados en estas lides que me ilustren de la naturaleza de vuestra organización. Porque supongo que habrá más de un asesino, del mismo modo que vos os acompañáis de un equipo que, por cierto, no habéis invitado hoy y del que no habáis dado explicaciones pues nos habría sido de utilidad- Ilsa desconfía del hombrecillo, aunque de ningún modo puede negar su valor.- ¿acaso estáis en la facción minoritaria?- Preguntó con un escalofrío.

-Que no os quepa duda, Oligis, yo soy cazadora -dice Ilsa con el profundo brillo en los ojos de quien podría encontrar por fin el modo de desatar la furia que la carcome desde hace tiempo con el puro y salvaje uso de la violencia.- Y prefiero estar con vos. Pero no soy un perro furioso.

El sibilino hombrecillo dedica una larga y silenciosa mirada a la Maestra Lenguatormentas... y luego, cuando habla de nuevo, su tono ha cambiado de un modo sorprendente, haciéndose mucho más sereno y calmado:

- Bien entonces, porque no os podés permitir ser un perro rabioso. Todos nuestros movimientos deben ser cuidadosamente calculados -argumenta- Queréis respuestas y me parece lógico, os las daré tan pronto como estemos en un lugar suficientemente privado... pues coincidireis conmigo que estos temas no pueden hablarse en público.

Echa un vistazo alrededor, a las gentes que se mueven por la casa de curación...

- Sin embargo, ahora mismo nuestra prioridad es otra, no podemos perder la oportunidad de neutralizar la amenaza que supone La Mano, o tened por seguro que ambos lo lamentaremos -su voz se vuelve lúgubre y ominosa, cargada de una amenaza ajena- Si no puede acceder a vos irá a por vuestros allegados, aquellos que os son queridos... debemos detenerle ahora -insiste- Sabemos que se ha presentado como un paciente... ¿Quién le ha atendido? ¿Dónde está en estos momentos?

-Lo ignoro, Ledoma. Habría que indagar abajo, en recepción, puesto que Margaret ya no parece dispuesta a revelar más información -toda vez que ha entendido que existía la posibilidad de que hubiera veneno de por medio.- Ni tan siquiera conocemos su nombre, lo que bloquea nuestro acceso a él.

Ilsa se sentía en un punto muerto. Aunque supieran dónde está, los protocolos médicos impedirían que les revelasen esa información, por lo que lograr conocer su ubicación no era sencillo.

-¿Se os ocurre alguna idea?- Dice no sin cierto temor a las respuestas que haya de enfrentar.