Partida Rol por web

Tras separaros del resto de los asesinos, llegáis a otro pequeño piso franco en los barrios de la Periferia. Agotado tras todo el ajetreo del último día, no tardas mucho en caer rendido, dejando la vigilancia a cargo de Hannah y de La Mano. Esperas que el gran maestro mantenga su acuerdo, porque tu aprendiz, por avanzada que sea, no sería rival para el asesino más hábil de Uldholm.

Duermes lo mínimo para mantenerte en forma. Cuando te levantas, aún sientes los músculos entumecidos y el cansancio acumulado de los últimos días. Sin embargo, estás en un momento crítico de tu plan y hay demasiadas cosas en juego ahora mismo como para permitirte un descanso en condiciones.

Sales de la habitación donde te habías dormido, descorriendo cuidadosamente los cerrojos para que no se escuche desde fuera que te habías encerrado. En la sala principal ves una silueta dándote la espalda.

- Tu aprendiz ha salido a buscar algo de comida - dice la Mano sin volverse hacia ti. - Es una muchacha despierta, Ledoma. Y suspicaz - añade girándose hacia ti y señalando el pañuelo que cubre su rostro. - No ha sido fácil convencerla de que estoy de tu parte sin revelar mi identidad... Sin duda será un gran activo para el Gremio.

De repente se queda completamente callado y levanta la mano izquierda, en un gesto imperativo que impone silencio. En su otra mano aparece, como forjada a partir del aire, una daga que sujeta con fuerza mientras observa a su alrededor, separándose de la ventana.

Muy a su pesar, Oligis se sobresalta al ver el gesto de La Mano.

Aunque su reacción inmediata es absolutamente profesional, desenfunda sus dagas en el máximo silencio y da un paso lateral para fundirse en las sombras del rincón peor iluminado de la habitación. Siempre que resulte posible, el Rey Sombra prefiere atacar por sorpresa…

Pero su mente, medio adormilada hasta hace un instante, funciona ahora a toda velocidad intentando extraer conclusiones de lo que ocurre. Tiene que ser Asceltis, que por fin acude para contactar con él… aunque le molesta profundamente que conozca también la ubicación de esta guarida secreta. O puede que alguien haya acudido a avisarla… y Hannah no está.

Bueno, esas suspicacias paranoides deben quedar relegadas para más tarde, otro momento en que la vida no penda de un hilo. Porque si no es Asceltis, son los Grandes Maestros del Gremio y ese es un enfrentamiento que debe evitar a toda costa… por ahora.

Todo está en el aire. Y hay que cuidar al máximo cada paso, cada movimiento.

La puerta se abre y la Mano se desliza hábilmente detrás, con una agilidad que casi dirías que es sobrenatural. Un momento después, Hannah entra en la habitación con unas bolsas de papel llenas de comida. Cuando ve al gran maestro se queda un instante paralizada, con los ojos abiertos por el terror. Luego te mira y observa las dagas en tus manos, asintiendo lentamente con la cabeza.

- Están aquí - dice dejando las bolsas en el suelo sin demasiado cuidado y desenvainando ella misma una daga. - No creo que me hayan seguido, pero les he visto colocarse alrededor de la casa cuando me acercaba.

Se acerca a tu posición y trata de mirar por la ventana en un ángulo que la mantenga suficientemente alejada del cristal.

- Si no me equivoco, son asesinos del Gremio - dice con voz intranquila. - Me temo que vuestro discurso no ha sido suficiente para mantener la lealtad de vuestros aprendices, Maestro... - Sabes que la oratoria nunca ha sido tu fuerte. Tu única opción con respecto a tu gente pasaba por que se mantuviesen leales en base al miedo que les puedas provocar y a la promesa de tus conocimientos secretos, pero ambos son relativamente escasos en coparación a lo que el resto del Gremio puede prometerles. Por un momento, casi lamentas no haber cuidado más a tus aprendices, ya que sólo Hannah se mantiene a tu lado.

- Claro, que también los hombres de Asceltis usan nuestros uniformes para hacerse pasar por miembros del gremio... - matiza, aunque no parece muy convencida, pues ve más probable que los seguidores de Henders vengan a cobrarse venganza por la Mano y Rallick. - ¿Qué vamos a hacer?

Contemplo a mi pupila con una sonrisa cínica en los labios, pese a la evidente tensión:

- Pues me temo que nos toca lo más difícil... esperar a que hagan su próximo movimiento.

Ese movimiento no tarda en llegar. Casi en perfecta sincronización, tres figuras embozadas con la armadura de cuero oscura típica de tu gremio se introducen en la casa: una de ellas llega desde el piso superior, otra abre violentamente la puerta y la última atraviesa los cristales de la ventana. Más ruido de cristales al romperse se puede escuchar en la habitación de al lado, donde has estado descansando hasta no hace demasiado.

- Maldito traidor - dice el hombre más próximo a tu posición en cuanto te ve. Desgraciadamente, el problema del doble juego que llevas es que no puedes estar seguro de quién te insultaría de esa forma.

No hay tiempo para más palabras. Rápidamente, los tres asesinos se lanzan hacia cada uno de vosotros.

El que ha entrado por la puerta se encara con la Mano. Lanza un rápido tajo hacia el gran maestro, bastante hábil pero a años luz del nivel de habilidad que debería tener para alcanzarle. Sin embargo, te da tiempo a ver cómo la Mano no responde al golpe. A pesar de haber podido acabar fácilmente con la vida de su asaltante, parece preferir mantenerle entretenido, jugando con él sin molestarse en atacar.

Hannah, sin embargo, tiene algún problema más en controlar a su asaltante. El hombre que entró por la ventana rueda sobre si mismo, atacando con su daga en un movimiento circular. Tu aprendiz no es lo suficientemente rápida y recibe un corte en las costillas que probablemente le dejará una interesante cicatriz. Responde con un golpe bajo, dirigido a las piernas de su adversario, pero el recién llegado se vuelve a echar a un lado para esquivarlo.

Mientras tanto, el embozado que descendió por las escaleras se lanza hacia ti, preparando lo que te parece un torpe ataque a uno de tus flancos.

Este no es el desarrollo de los acontecimientos que hubiese deseado y eso le irrita profundamente. Enfrentarse ahora a los miembros leales del Gremio, que es lo que apostaría que son, sólo está redundando en debilitarse un poco más ante el inminente conflicto con Asceltis. Y eso es malo, terriblemente malo. Más aún, teniendo a La Mano como testigo de todo..

Porque una cosa es que en su fuero interno, muy en el fondo, el Rey Sombra todavía se reserve la jugada maestra de un último cambio de bando, pero este auténtico, si las cosas van mal para el Gremio... pero su primera intención es seguirles siendo fiel, incluso en la confusión de la traición simulada. Sin embargo para eso necesita hacer virguerías, maneniendo en todo momento la credibilidad ante el único individuo que puede avalarle cuando regrese al redil. Y no le ha pasado por alto que el Gran Maestro evita dañar a los suyos.

Por eso, guardándose el mal genio por los problemas, ignorando la afrenta personal de que envíen a un advenedizo contra el mismísimo Maestro Ledoma... se mueve con precisión para hacer un pequeño arañazo sin gravedad alguna en el cuello de su rival, que no le cause más que un sangrado anecdótico pero haga llegar rápidamente el veneno de su daga a su torrente sanguíneo, haciéndole caer paralizado e inofensivo. Pero vivo. Todo sea por guardar las formas.

Y luego tendrá que ir a ayudar a su aprendiz, que parece estar teniendo más problemas de los que debería. Va a tener que ser más duro con ella en el futuro, es por su bien. Aunque la verdad, Ledoma también lo piensa disfutar...

El hombre se lleva la mano al cuello y parpadea un par de veces. A pesar de su constitución, sabes que no tardará en caer al suelo, incapaz de controlar sus propios músculos. Sin embargo, hasta que el veneno se extienda por su cuerpo sigue siendo un oponente peligroso: por muy ralentizado que pueda estar la herida de su cuello no es lo suficientemente seria como para incapacitarle al instante. Haciendo acopio de valor, el hombre lanza dos rápidos tajos hacia ti, pensando (sin conocer el efecto de tu veneno) que será una de las últimas cosas que haga en su vida.

La puerta de la habitación se abre y, como habías escuchado, otro asesino entra rápidamente en el salón. No tarda en identificarte y lanzarse al ataque, lo que te deja luchando con dos oficiales de tu gremio. Desgraciadamente, Hannah va a tener que apañárselas sola durante un tiempo.

Sin embargo, tu aprendiz parece empezar a recuperar el terreno perdido. Con una finta, engaña a su oponente para que evite un golpe maliciosamente dirigido a su torso, pero rápidamente gira la muñeca y corta de nuevo la pierna herida del asesino, que empieza a tambalearse desequilibrado. La Mano observa la escena, manteniendo ocupado a su asaltante que empieza a desesperar al ver cómo el gran maestro juega con él sin molestarse en atacarle.

Pese a que ya tiene el veneno paralizante circulando por su flujo sanguíneo, el asesino del gremio todavía tardará unos instantes en desplomarse, es decir que aun es peligroso. Y lo que es peor, se ha dado cuenta de que el sutil corte en el cuello perseguía envenenarle, así que antes de caer se lanza a un ataque a ultranza, dándolo todo en un último asalto.

El muy necio debe pensar que va a morir de un momento a otro, así que en sus últimos instantes se lanza a tumba abierta, sin miedo a la muerte. Pocas cosas hay más terribles que enfrentarse con alguien que cree no tener nada que perder, y para su desgracia el Maestro Ledoma paga ese error de cálculo viéndose obligado a replegarse desesperadamente para que ninguno de esos frenéticos tajos le alcance.

Y eso le distrae del otro patán que se incorpora a la reyerta a última hora, intentando ensartarle por la espalda. Un error lamentable en un Maestro del Gremio, pero la vida es así... y las cosas no siempre salen como uno habría esperado.

Si al menos no estuviese La Mano ahí delante, podría recurrir a alguno de sus trucos sucios para despacharlos sin más… pero hay cartas que prefiere no revelar en estas circunstancias.

El nuevo asesino está a punto de pillarte desprevenido. Sin embargo, tu entrenamiento no te traiciona y te mueves a toda velocidad para evitar su ataque al mismo tiempo que te retiras de la cuchillada que te lanza tu adversario inicial. Aprovechas el movimiento para lanzar un tajo a la pierna del recién llegado, que te observa con su rostro inexpresivo cubierto por una máscara.

A penas tienes un instante para observar a tu alrededor: Hannah cada vez se encuentra en más dificultades con su oponente. Después de todo, la chica sigue siendo una aprendiz no graduada y se está enfrentando con un miemblo de pleno derecho de tu gremio. La Mano no parece inmutarse mientras observa cómo otro asesino más entra por la puerta. Su abismal superioridad queda demostrada mientras evita sin problemas a los dos atacantes que ahora intentan reducirle.

Por su parte, tus dos oponentes siguen en pie. El primero de ellos empieza a notar la lentitud producida por tu veneno y se tambalea torpemente tratando de alcanzarte. Unos segundos más y no necesitarás preocuparte por él lo más mínimo. El otro, sin embargo, no parece haberse visto afectado por las gotas del mono y prepara una nueva maniobra en tu contra.

El combate no está evolucionando bien, aunque el primer asesino ya está empezando a acusar los efectos del veneno y se mueve torpemente, el segundo todavía está dando guerra, todo va demasiado lento... y salta a la vista que Hannah está en serias dificultades. Es buena, la mejor de mis discípulas y toda una futura promesa, pero tal vez todavía no esté preparada para esto. Y no pienso perderla, de ninguna manera... ¡Vaya que no!

Además, ese prepotente cabrón de La Mano no está ayudando mucho, cuando es evidente que podría hacerlo. Pero se limita a eludir a sus contrincantes sin atacar. Cuanto menos mantiene a dos distraídos, pero seguro que está contemplando fríamente cómo nos desenvolvemos por nosotros mismos. Casi puedo ver una sonrisa sarcástica bajo esa maldita máscara que yo mismo le proporcioné.

¡Malnacido, pues ahora vas a descubrir cómo me las gasto!

Me viene a la mente aquel pobre aprendiz que me forzó a sacrificar entre mis propios hombres "para dar verosimilitud" a nuestra treta de muertes fingidas. Aquello fue a todas luces innecesario, una muestra de crueldad y firmeza de caracter. Pues bien, cuando hay que hacer algunos sacrificios estoy dispuesto a hacerlos, lo he demostrado... pero esta vez van a ir a costa de otros, desde luego no será mi pupila.

Desequilibro al secuaz que todavía es capaz de lanzar ataques efectivos con un tajo alto y una patadita en la espinilla que debería hacerle sentir humillado, avanzo hacia el desgraciado que está amenazando a mi Hannah y hago un escarmiento con él. Algo realmente cruel, desagradable, encarnizado.

Si esto es lo que La Mano esperaba ver, que disfrute del espectáculo...

Giras sobre ti mismo esquivando el ataque del asesino y clavas la daga con fuerza en el brazo del hombre que ataca a Hannah. El filo de tu arma corta músculo, venas y tendones con facilidad y notas cómo incluso el hueso cede a la presión de tu golpe, astillándose para dejar paso a la afilada hoja de tu arma. Atraviesas el brazo y retiras la daga, cortando las costillas del oficial en el proceso. El grito de dolor resuena por toda la habitación y el asesino cae inconsciente al suelo. Si no recibe asistencia en pocos minutos, probablemente muera desangrado, pero incluso si sale de esta no crees que pueda volver a empuñar un arma con ese brazo.

Tu atacante abre los ojos desmesuradamente, al ver cómo su compañero cae al suelo agonizando. Con cuidado, da un paso hacia atrás, tratando de mantenerse un poco a la defensiva. El hombre que entró por la ventana, sin embargo, no parece darse cuenta de tu maniobra y se desploma al suelo cuando por fin tu veneno se extiende por su corriente sanguínea. Detrás de ti, escuchas cómo uno de los dos atacantes que se enfrentaban a la Mano reprime una arcada y sale corriendo escaleras arriba, mientras que el otro se da la vuelta y se pone a la defensiva esperando la reacción del gran maestro.

Tu aprendiz, viéndose por un momento libre de los ataques de los asesinos, para un momento a respirar. Sin embargo, cuando ve cómo otro de los asesinos intenta atacarte, se lanza sobre él tratando de apuñalarle.

Cuando la víctima de su encarnizado ataque cae al suelo con el brazo completamente destrozado y el resto de los rivales empiezan a retroceder, el Rey Sombra les regala una maligna sonrisa, repleta de dientes, que confiere a su feo rostro un aspecto mefistofélico.

Así aprenderán a temer y respetar debidamente a un Maestro del Gremio…

Pero esto todavía no ha terminado. No lo hará hasta que se deshagan del último atacante y puedan llegar a un refugio verdaderamente seguro. Así que lanza un ataque bajo hacia el enemigo que tiene delante, con idea de pillarlo desprevenido.

Te giras más rápidamente de lo que tu atacante había calculado y lanzas una puñalada baja aprovechando la velocidad de tu movimiento. La daga se clava en el muslo de tu oponente que grita de dolor cuando retuerces el cuchillo en un gesto sádico. Hannah aprovecha el momento y apuñala al hombre cerca del cuello, aunque su gesto no servirá de mucho: Con la arteria femoral seccionada por tu hoja, el asesino cae al suelo, desangrándose.

La Mano sigue entreteniendo a su atacante, que mira escaleras arriba por donde huyó su compañero y empieza a replegarse en esa dirección, esperando refuerzos.

Desde el charco de sangre en el que se ha convertido tu salón, miras al hombre empezar a subir las escaleras. Casi te extraña que realmente no hayan llegado más asesinos para ayudar a sus compañeros. Desde luego, no es la forma habitual de proceder de una gran maestra de tu gremio. ¿Qué estará ocurriendo?

Este ataque ha sido inesperado, una verdadera desgracia que no debería haber ocurrido nunca, pues en el fondo sólo está debilitando al Gremio de Asesinos en un momento que puede ser crítico para su porvenir… pero por encima de todo, lo que menos gracia le hace es que la amenaza parezca haber remitido tan rápido. Con una sola oleada de atacantes.

Aquí pasa algo raro… y lo mejor sería no quedarse a averiguar qué es.

Así que analiza en un instante las alternativas tácticas. Todo refugio tiene al menos tres vías de escape bien estudiadas para caso de emergencia... y en este caso son el callejón trasero, los tejados o un túnel que sale del sótano y llega hasta una casa vecina. Ahora deben escoger… y rápido.

Desgraciadamente, la Periferia no permite tener un túnel de escape subterráneo: la ausencia de cimientos en la mayor parte las construcciones haría que excavar un pasadizo de esas características tirase por tierra la mitad del vecindario. Miras las escaleras que te llevan al tejado: parece una opción perfectamente viable, pero es por allí por donde han escapado dos de los asesinos y aún no sabes si han ido a buscar refuerzos. La salida trasera siempre puede ser una opción, pero también es probable que Henders haya contado con eso y esté preparando una trampa allí.

- Maestro, hay ruidos en la casa de al lado - te avisa Hannah mientras se venda una herida en el brazo con uno de los paños de cocina. Agudizas el oído y escuchas una puerta golpear como si la estuvieran echando abajo. Si los hombres de Henders han tomado también el edificio adyacente, es probable que si intentas escapar por detrás se dediquen a hacer prácticas de tiro con vosotros.

Tu aprendiz te mira esperando una decisión. Después de todo, la incertidumbre de esta pausa es casi peor que el combate, pues ahora no tienes a nadie contra quien luchar. La Mano observa los dos cadáveres en el suelo y ves cómo te mira con gesto severo detrás de su máscara.

Esto amenaza convertirse en una jodida ratonera… y Ledoma odia las ratoneras. Han hecho muy mal acorralándole de esta manera, porque entonces sale el superviviente que lleva dentro y todos los demás conceptos se esfuman. Matará a todo aquel que se interponga en su camino, y tanto da ya que pertenezca al Decimosexto Gremio o a la gente de Asceltis. O lo que opine La Mano.

Huir por los tejados constituye la opción más expuesta, pero seguramente todas las rutas posibles serán conocidas por nuestros atacantes… y ahí arriba no podrán arrinconarle, siempre son mejores los espacios abiertos cuando vas a la desesperada.

- ¡Subamos! – escupe secamente a sus dos actuales seguidores – Escaleras arriba… primero vamos a despachar a esos dos desgraciados y a los que vengan detrás, luego corred por los tejados.

No han debido acorralarle…

Subís corriendo por las escaleras, pero escucháis un grito en el tejado que os hace parar un momento y miraros para aseguraros de que no lo habéis imaginado.

¡Venid aquí, marineros! - Funces el ceño, pensando quién estará tan mal de la cabeza como para desafiar a alguien de esa manera, pero una vez en la segunda planta no tienes otra opción más que continuar.

La trampilla que lleva al tejado está abierta. Es el único acceso por allí, así que los asesinos han tenido que forzarla para entrar en la casa. Y para escapar. Rápidamente, seguido por Hannah y la Mano, te diriges a ella y subes de un solo salto, tratando de permanecer en el acceso el menor tiempo posible, porque mientras sales serás bastante vulnerable.

Sin embargo, en contra de lo que habías esperado, no hay nadie vigilando esa trampilla. Rápidamente miras a tu alrededor y ves a los dos asesinos que estabas persiguiendo encarándose con dos hombres: uno de ellos de aspecto tosco con una espada ancha en su mano y gritando en gesto desafiante y otro un poco más atrás, observando más tranquilo con la mano en la empuñadura de su espada aún envainada.

En un tejado, al otro lado de la calle, ves cómo Henders, escoltada por dos oficiales de rango más alto de tu gremio, aguanta la respiración un momento al verte.

Primero se siente algo desconcertado, pero al instante le llega un destello de entendimiento, deben ser la gente de Asceltis, es lo único que tiene sentido. Y por tanto, es el momento de actuar de la forma más convincente posible, con objeto de despejar cualquier duda.

Se abalanza sobre los dos oficiales del Gremio a los que venía persiguiendo y les ataca de forma simultánea, lanzado tajos a ambos lados. Que quede bien clara su posición ante Leena Henders y ante cualquier otro posible testigo presencial… y confiemos en que la Gran Maestra huya al verse casi sin hombres y en clara inferioridad numérica.