Partida Rol por web

Volais sobre las vigas y las piedras que habéis conseguido derrumbar con vuestros rayos, colándoos en la mansión por una estrecha abertura. Si alguien intenta trepar desde el exterior tardará un rato en entrar, exponiéndose a los ataques del gigante de fuego, pero vosotros sorteais sus pisotones sin demasiada dificultad.

La casa está desamueblada, prácticamente vacía, pero el crepitar de las llamas es aún más audible aquí. Sólo cuando llegais al interior tienes tiempo para lanzarle tu acusación a Merak. Tu antiguo amante te mira un momento sorprendido antes de echarse a reir.

- ¡Jajaja! ¿Del gremio de asesinos...? - dice con burla. - No, Ilsa. Aún no.

Mira un momento a su alrededor para asegurarse de que estáis solos, salvo por el hechicero loco que se encuentra en algún lugar de la casa.

- En estos momentos Asceltis estará atacando la sede de ese gremio, mientras sus miembros perecen aquí enfrentándose inútilmente a un gigante de fuego. Alder caerá, por supuesto, pero ya ha servido para sus propósitos y a veces hay que sacrificar una torre para ganar la partida.

Se encoge de hombros mirándote.

- En una cosa estamos de acuerdo, sin embargo. Aquí no estás a salvo de Alder y sus amigos... Pero no te preocupes, Ilsa, serás recordada con honores como la hechicera que pereció tratando de salvar su Gremio. Aunque, por supuesto, seré yo quien lo consiga.

Los pelos se te ponen de punta cuando reconoces la siguiente palabra que pronuncia: rayo. Y, junto con ella, una luz azulada sale de sus labios en dirección a ti.

A veces confirmar los peores temores no conduce sino a un estado de certidumbre más allá de la turbación, una extraña tranquilidad que solo se alcanza después de un transitar por sendas tenebrosas como aquellas en las que Ilsa se había movido durante todo este tiempo, desde que entró en aquella habitación donde el cadáver de Rowan reposaba con una regia tranquilidad. En cierto modo no podía decir que no lo esperase, y de todos los escenarios tal vez este era el menos inesperado, lo que tampoco dejaba, por mucho que quisiera negarlo, -precisamente por querer negarlo- de ser asombroso.

También a mi. También yo. Pensó en un laberinto de emociones en los que tampoco era muy capaz de expresar más allá de un asombro circunspecto, casi fatal. Dentro del vórtice de sentimientos que se arremolinó en su interior, pensó en la rabia que sentía hacia Merak, en la serenidad que otorgaba la comprensión, siquiera parcial, de lo que estaba ocurriendo en la ciudad (pues mucho quedaba todavía por comprender, y pocas posibilidades tenía de ello la hechicera).

Merak no dejaba de ser un maestro de hechiceros, e Ilsa solo una política con ciertas capacidades mágicas. En un combate abierto no tenía posibilidades de sobrevivir. Svletana solo pudo reaccionar institivamente tratando de contraconjurar el hechizo de Merak, algo en lo que tampoco estaba especializada. Pero Ilsa era política y Merak solo un torpe aspirante a Consejero... si tuviera una oportunidad, una sola oportunidad...

-MERAAAAK, TRAIDOOOR- Ilsa gritó con todas sus fuerzas, esperando que si no era ella, al menos Alder pudiera dar cuenta del inmundo insecto cabrón.

El rayo de Merak ilumina la sala de una luz azulada mientras se dirige hacia ti. Te preparas para el impacto, pero sientes cómo la magia se disipa al entrar en contacto con tu piel, sin llegar a causarte ningún daño. Te encaras nuevamente hacia tu enemigo, que sonríe sabiendo que el rugido de las llamas en el interior de la casa ocultará por completo tu grito en el exterior y no parece muy preocupado por que Alder os escuche.

- ¿Traidor? - pregunta con calma. - Nada más lejos de la verdad. Tan sólo busco lo mejor para nuestro Gremio, Ilsa. Pero ni nuestro maestro ni tú lo sois, con vuestra lealtad dividida con ese grupo de snobs... ¿Cómo se llama ahora? ¿Cerberus? ¿Os reunís para algo más que para celebrar fiestas de la alta sociedad? ¿O sigues olvidando tus noches con absenta?

Te conoce lo suficiente como para saber cómo enfadarte y, si se lo permites, sus palabras podrían herirte tanto como sus hechizos. Pero no va a ser el caso; la adrenalina corre por tus venas, permitiéndote hacer oídos sordos a sus pullas. De repente, pronuncia otra palabra, pero en esta ocasión no es un ataque directo, sino que una densa niebla aparece súbitamente en el interior de la casa, mezclándose con el humo y nublando completamente la visión.

Ilsa ya no puede soportarlo más. Después de comprender qué es lo que su Merak ha hecho con ella, toda la frustración, la rabia y el odio retenido durante toda su vida fluye como una descarga por su cuerpo, y aunque piensa en huir y sabe que debe hacerlo no puede retener la furia que la arrolla como un torrente desde su interior. De su boca surge un grito inhumano contra el hechicero. Ambos están envueltos en llamas, en una especie de tumba perfecta.

Consigues lanzar el conjuro justo en el momento en que la sala se sume en la más densa niebla. Escuchas el gemido de dolor de tu antiguo amante cuando el conjuro le impacta de lleno. - Zorra - exclama casi automáticamente.

No puedes ver nada, pero escuchas un aleteo que indica que Merak ha alzado el vuelo, cambiando su posición. Te preparas para lo peor, pero no puedes saber qué está tramando, ni hay visibilidad suficiente como para tener la seguridad de irle a alcanzar con un nuevo hechizo.

Las luz de las llamas a penas llega hasta ti con el conjuro de Merak, pero la puerta de la habitación está empezando a arder y el calor empieza a resultar algo sofocante. ¿Cuánto tiempo estará dispuesto a aguantar aquí tu oponente? ¿Hasta que acabéis el uno con el otro?

Ilsa teme que sus alas comiencen a arder. Y con Merak revoloteando y el gigante de Alder masacrando la sede del gremio, la situación parece superar con creces sus recursos. Pero mientras Alder, no le cabe duda, estará dispuesto a morir para dar cumplimiento a su venganza, Merak carece de ese abrumador sentimiento. De algún modo él sabe cómo terminar con Alder, de lo contrario no se habría arriesgado a entrar, pero ahora, malherido, su determinación se habrá visto mermada, y seguro que está pensando en salvar su miserable pellejo en primer lugar.

De modo que Ilsa se mueve todo lo rápido posible hacia donde intuye que se halla la salida por la que han accedido ella y su perro traidor. La propia bruma de Merak le sirve a ella provisionalmente como cobertura. Puede que trate de tirar el techo sobre mi, pero no quiero volar a ciegas, al menos hasta estar fuera.

A Ilsa le sorprendió sobremanera la frialdad con que era capaz de analizar una situación en la que se jugaba la vida. De algún modo era capaz de alejarse de lo que le ocurría, a pesar de los nervios, del evidente miedo a una muerte que nunca había sido para ella tan palpable como en este momento. Ese terror que atenazaba su estómago, que le cerraba la respiración, por suerte, no llegó a paralizarla. De modo que corrió, corrió con todas sus fuerzas, esperando la arremetida de Merak y su oportunidad. Ya no cabía otra alternativa, salvo vivir o morir. A eso se reducía todo.

Sin ver absolutamente nada a tu alrededor, a duras penas consigues alejarte de la zona del fuego porque la notas más caliente. Sin embargo, no consigues encontrar el lugar por donde habéis entrado, aunque estás segura que está un poco más adelante en la pared junto a la que te encuentras ahora mismo. Si pudieras ver algo...

- ¿No pensarás dejarme aquí solo, Ilsa? Con lo que me ha costado preparar esta pequeña fiesta particular... - escuchas la voz de Merak, seguida de un aleteo mientras cambia de posición.

Te concentras un momento y sientes cómo la magia empieza a acumularse a su alrededor cuando empieza a preparar un hechizo. Maldices sabiendo que podrá disipar su niebla antes de lanzarlo, así que de alguna forma te encuentras a su merced. Aunque puede que no por mucho tiempo.

Intentas calmarte y escuchas con atención, ya que no puedes fiarte de tu vista. Hay voces en el exterior y supones que la guardia y los hechiceros ya habrán empezado a organizarse en contra del gigante de fuego, a pesar de que muchos de ellos huyeran despavoridos ante su visión en los primeros momentos desde que apareció.

Ilsa se detuvo. Merak estaba a punto de ejecutar su estrategia y de algún modo la había escuchado, de modo que apenas tenía tiempo de reaccionar. De modo que saca la única arma que tiene, la lanza hacia el suelo, esperando que los rebotes contra él confundan a Merak pensando que son pasos en dirección contraria. Mientras, ella misma se prepara para lanzar su hechizo contra Merak. Pocas opciones tiene de vencer a su examante, y sin duda se trata de un avezado guerrero, a diferencia de ella, pero al menos pensaba dejarle la herida más fea posible al altivo maestro antes de irse con sus Antepasados.

Dudas un momento sobre qué hacer y, finalmente, decides lanzar tu daga a un lado, esperando que Merak se distraiga con el sonido. De repente la niebla desaparece y escuchas una palabra que a duras penas llegas a reconocer. El conjuro del "gran golpe de rayo" no está en tu repertorio, aunque lo has visto lanzar suficientes veces como para reconocerlo. Tratas de prepararte contra él, pero tu reacción llega demasiado tarde. Por suerte para ti, Merak sí se había distraido ligeramente con el sonido y, junto con la oscuridad que le ha impedido preparar el conjuro con precisión, el rayo sólo te alcanza el el brazo.

El dolor se extiende por todo tu costado, pasando del hombro al resto del torso y la carga estática del conjuro hace que te sientas ligeramente mareada. Sin embargo sigues viva para contarlo, lo cual no es poco dadas las circunstancias.

Con la mágica niebla disipada, puedes ver el acceso de la pared por el cual habéis entrado en la casa. Está sólo a unos metros de ti, en lo alto del muro, pero por la mirada de Merak no crees que vaya a estar dispuesto a dejarte salir.

Ilsa siente un dolor indecible que la destroza por dentro. Poco acostumbrada a sentir dolor, al fragor del combate, al calor del fuego desatado, a la tensión de la muerte inminente, apenas puede mantenerse en pie. Deseando escapar definitivamente, siente cómo sus temores se confirman, cómo, de algún modo, se siente pagando por todos lo errores que ha cometido, por la muerte de Rowan, por su exceso de confianza, por su prevención respecto al maldito Merak, por haberle amado alguna vez. Nada le resulta más doloroso, ni tan siquiera esa quemazón eléctrica, que ese sentimiento de pérdida y vergüenza, de odio y resentimiento, más puro que cualquier amor que pudiese haber sentido en el pasado, o que todavía resista en ella. Merak no la iba a dejar escapar con vida, de modo que no había ninguna otra opción más que atacar a muerte. Sin pensar en todo lo que se arremolinaba en su interior, en todo lo que ardía dentro y fuera, al su alrededor, donde todo se perdía en las cenizas de la nada, lanzó su última palabra a Merak, la palabra de la muerte.

Con vuestros brazos inútiles, el enfrentamiento con tu antiguo amante se convierte en un duelo de hechicería de proporciones épicas. Con la casa ardiendo, los gritos a vuestro alrededor y los rayos cruzando la sala de lado a lado, cualquiera diría que estáis en la batalla del apocalispsis en vez de en una mansión de los barrios centrales.

Tu conjuro impacta a Merak en el pecho, pero sólo un momento después de que su rayo golpee tu ala izquierda, dejándola prácticamente inutilizada. Si tenías pensado escapar con una corriente de aire a través del techo para salir volando, no parece que ahora vaya a ser una opción, pues sin tu ala difícilmente vas a poder mantener el vuelo.

En el exterior escuchas unas voces y reconoces entre ellas a Stepjan, informando a alguien de que deberías estar ahí, en el lugar donde te dejó hace unos minutos.

Ilsa, desesperada por el dolor, herida en lo más profundo de su orgullo por el daño en su ala izquierda, apenas pensó lo que vino a continuación. Canalizó la magia por su cuerpo, siguiendo las viejas lecciones de su maestro, y de pronto se vio envuelta en el recuerdo de la academia de Rulfoun donde había aprendido de su propio rival casi todo lo referente a técnicas mágicas.

-Para derrotar a un enemigo es necesario paciencia y discreción. La magia no es un arma todopoderosa, sino que es el grupo acompañado de soldados regulares los que pueden marcar la diferencia en el campo de batalla.

Ilsa recordaba en una ocasión, en una sola, donde el atractivo profesor por quien ella había sentido ese amor febril que nubla el juicio pero colma de una felicidad aparente la existencia del desafortunado enamorado. Así se sintió ella durante un tiempo, pero la punzada de la decepción tornó todo aquello en un odio enfermizo, en una necesidad de contacto frustrada o de realización imposible tal vez, que ahora se rompía, ahora mismo, aquí, en este edificio en llamas donde solo la muerte puede resolver las cosas. Esa angustia no se podía pensar mientras se cruzaban rayos, mientras caían trozos de madera ardiendo de los pisos superiores, mientras todo anunciaba su desmoronamiento, como su vida misma, en cierto modo, que no había hecho sino tambalearse hasta los cimientos de su existencia a lo largo de estos meses.

Ilsa recordaba, pero apenas podía verbalizar, era apenas una imagen, de aquellas indelebles que se quedan grabadas y regresan a la memoria en el momento más inesperado. Basta un solo segundo para que todo aquél recuerdo se reviva de nuevo, aunque luego se desvanece con la misma fragilidad con que ha llegado hasta siguiente e inesperada aparición.

-En un combate personal entre dos hechiceros solo la fortuna y la anticipación a los movimientos del enemigo pueden salvarnos la vida. La muerte de ambos es lo más probable... y la mejor opción, si no sois lo suficientemente rápidos.-Dijo entonces.

Ella no quería matarlo de ningún modo, pues lo necesitaba más que a ningún otro, más que a sus mismos padres, que ya hace mucho tiempo se retiraron a las provincias, dejándola a ella como responsable de su casa. No obstante, ese era el juego de la política en el que ella se había visto envuelta desde hace tiempo. El verdadero juego. Y ella no podía elegir a los jugadores. Simplemente lanzó sus dados y esperó tener suerte y vivir un segundo más. Siquiera un segundo.

-¡STEPJAN!-Chilló desesperada automáticamente al escucharlo

Merak sonríe al escuchar tu llamada desesperada a tu sirviente y antiguo amigo. Sabe que te tiene contra las cuerdas, especialmente ahora que no puedes utilizar tus alas para escapar de aquí.

- ¡Ah! ¿Llamas a Stepjan para que te traiga una absenta, igual que antaño? - pregunta el hechicero con suficiencia.

Empieza a pronunciar las palabras de un nuevo conjuro, pero de repente su sonrisa se congela en su rostro cuando ve el rayo que lanzas hacia él. La luz azulada producida por el hechizo se refleja en sus ojos, intensificando su expresión de terror instantes antes de que el conjuro le alcance en la frente.

El lenguatormentas gira sobre si mismo en el aire antes de precipitarse sobre la pared ardiendo. Con esfuerzo, el hombre se inclina hacia ti y te mira por última vez.

- No deberíamos habernos separado... - dice con la voz fundiéndose en un susurro. - Habríamos hecho un gran equipo. - Gira la cabeza hacia el fuego que se acerca hacia él. - Tienes que acabar con ese loco, Ilsa. No dejes que destruya todo lo que el Gremio ha con... conseguido... aquí...

El crepitar de las llamas prácticamente te impide escuchar las últimas palabras del que fuera tu amante en otra época. Sin embargo, no deja de sorprenderte que sus últimas palabras hablen de colaboración cuando entrasteis en esta casa para eso mismo y fue él quien se volvió contra ti. ¿Cuántas paradojas pueden darse en una sola persona? ¿Qué puede revelar en el momento de su muerte?

Las voces se vuelven más próximas en el exterior, pero la abertura del muro queda por encima de tu cabeza y, sin tus alas y en las condiciones en las que estás, te va a costar salir de esta casa.

Ilsa ve reflejado el terror de la muerte en los ojos de Merak, contempla su último vuelo antes de caer definitivamente a tierra y escucha sus palabras con el rostro pálido y lágrimas en sus ojos. Nada de esto tendría que haber pasado, se dice, tendríamos que estar en la Academia, terminando la instrucción, hablando de magia y eso es todo. Ahí debía haberse detenido el tiempo. Pero Merak estaba muerto a su lado, y la casa se desmoronaba a su alrededor, de modo que apenas tuvo tiempo de procesar lo ocurrido. La hechicera apenas puede respirar, no siente su brazo derecho, que se sostiene con su mano izquierda, y siente a sus espaldas el ala izquierda completamente inservible, lejos del otrora grácil aleteo que le habría permitido escapar. Stepjan. Piensa. Su voz es ahora apenas un susurro entre el bramido de las llamas. No hay escapatoria, piensa.

De modo que mira hacia el interior de la casa, buscando al maldito Alder y se adentra rápidamente en el corazón de esa muerte luminosa para tratar de acabar definitivamente con esa bestia venenosa que anteño perteneció a los suyos. De algún modo, en algún momento, llegó a pensar que nada de esto era necesario, y jamás pensó que ocurría verse en estas circunstancias. De no ser por el dolor habría llegado a pensar que era un sueño. Sabía que sonaba al tópico del que hablan los juglares para contar sus historias, pero de algún modo cuando toda la normalidad se rompe, la vida misma se transforma en una mera ilusión transparente, en la materia misma del sueño. Y fuese como fuese, Ilsa estaba muy cerca de despertar.

Te acercas a la puerta, buscando un camino para salir de la casa y encontrarte con Stepjan o para llegar hasta Alder y acabar con esto de una vez. Sin embargo, desde ella sólo puedes ver un pasillo completamente envuelto en llamas. En tu estado, entrar ahí sería un auténtico suicidio.

Te das la vuelta una vez más, mirando la apertura por donde Merak y tú entrasteis al edificio. Ahora parece una chimenea de la cantidad de humo que sale por ella y ver esa imágen te hace darte cuenta de la escasez de aire en esta sala. Toses un par de veces, tapándote la nariz y la boca con tu ropa para filtrar todo lo posible el aire que respiras. Tiene que haber otra salida, piensas. Pero sabes perfectamente que no la hay. Alder debe llevar mucho tiempo preparando esto y habrá escogido esta casa no sólo por su proximidad al Gremio.

Durante un momento te sientes desfallecer. Pero, si no hay una salida, decides finalmente desesperada, puedo abrirla de la misma forma que creasteis ese agujero. Te enderezas con decisión y pronuncias una vez más la palabra que acabó con la vida de tu antiguo amante. El rayo golpea la estructura ya debilitada y el acceso por el que habéis entrado empieza a derrumbarse, aumentando su tamaño. Convocas el conjuro una vez más, y otra, y otra...

Estás a punto de lanzarlo de nuevo cuando ves una figura que se acerca a ti y te agarra en brazos, arrastrándote al exterior por el muro que acabas de derrumbar.

- ¡Ilsa, Ilsa! - escuchas una voz en la lejanía.

- No, Stepjan, déjame dormir un poco más.

- ¿Has vuelto a pasar la noche bebiendo? Sabes que no te sienta bien y, además, tienes que continuar tus estudios. ¿No querrás que llame a Irina para que te despierte ella, verdad?

Abres los ojos y te encuentras en tu pequeña casa de Rulfoun. La mayor parte de los estudiantes duermen en habitaciones destinadas para ellos en tu propia escuela, pero sus familias no construyen edificios a lo largo y ancho de toda la nación. Stepjan abre las cortinas y la luz del sol hace daño a tus ojos. A penas recuerdas nada de la noche anterior, pero en tus sábanas aún está el olor de ese hechicero con el que pasaste la noche. Merak.

- ¡ILSA!

Toses. La falta de oxígeno debe de haberte hecho delirar, porque te encuentras tumbada en medio de la calle, con Stepjan agitándote desesperado. Te tomas un par de segundos para recuperarte antes de levantarte y colocarte el vestido todo lo dignamente que puedes. Al hacerlo, ves cómo dejas en él dos manchas de hollín, pues tus manos están completamente negras del humo.

Una mujer al lado de Stepjan te mira con seriedad. Te lleva un instante reconocer a una de las consejeras de tu propio gremio.

- Creí que te perdíamos, maestra - te dice con seriedad. - Ha sido una locura entrar ahí vos sola. El fuego podría haber acabado con vuestra vida. Sin embargo, yo puedo ayudar con eso - dice. Recuerdas que los danzallamas son inmunes a las altas temperaturas y uno de sus conjuros les permite extender esa capacidad a otros.

- ¿Estás dispuesta a acabar con esto? - pregunta tendiéndote la mano. Con la mujer ayudándote, sólo necesitarías llegar hasta Alder y hacer que deje de bailar para terminar con todos sus hechizos.

Miras hacia el cielo y ves que el gigante sigue allí. Sin embargo ya no ataca al gremio, sino que parece defenderse de los lenguatormentas que le acosan con sus rayos y de las salvas de flechas y venablos que recibe desde tierra. Mientras has estado dentro de la casa, parece que las defensas de la ciudad se han organizado, aunque a duras penas consiguen mantener a raya a la criatura.

Ilsa apenas podía respirar, presa del humo, del calor y de la desesperación. Cuando sale al exterior con Stepjan sufre un colapso en el que el mundo de los sueños y la memoria se funde con la frágil realidad que está viviendo, aquella en la que la muerte se extiende como un incendio que asola los valles de Lumcroft. Poco después comienza a recobrar el poco sentido que le queda. La muerte de Merak le ha marcado mucho más de lo que ella quisiera reconocerse y sus palabras finales, enigmáticas y paradójicas a partes iguales, no hicieron mucho más por consolarla.

No obstante, la ominosa figura ardiente le devolvió al presente. Alder estaba dispuesto a sacrificar su vida por destruir el gremio. En cierto modo, había algo inimaginable para Ilsa en aquella acción desquiciada del hombretón.

-Todo esto es una locura.- Dijo casi en respuesta a Yael.

A duras penas se incorporó.

-Hay asesinos por los alrededores. Alder no está solo. -Dijo, mostrando su herida anterior. Por un momento se vio a sí misma, chamuscada, sanguinolenta y entumecida. Se preguntó qué pensaría Irina cuando la encontrase.

Entonces escuchó la propuesta de Yael. Por supuesto que estaba deseando acabar con todo esto. Haciendo un ímprovo esfuerzo, asintió, a pesar del dolor y de su propia apariencia endeble y fantasmagórica.

-Pues claro que estoy preparada-le repuso a la hechicera sin demasiada convicción.- ¡¡Pues claro!! -Dijo luego con más ánimo, pensando en la proximidad de terminar con este caos informe que se había asentado sobre la ciudad y sobre su propia vida.