Partida Rol por web

Disfruto de la cara de interés que muestra Gwen cuando le cuento mi nuevo trabajo en el gremio. Sé que contárselo es como que lo publique el heraldo, pero lo que hoy es una primicia mañana ya será noticia vieja por lo que aprovecho mi pequeño momento de gloria.

Pero las nuevas revelaciones de la chica atrapan de nuevo mi atención... cuanta gente visitando la periferia, ¿no tendrán algo en común?...

- No tiene sentido amiga mía, probablemente el muchacho esté muerto y enterrado.

Digo tratando de dar poca importancia al asunto y que Gwen no lo relacione con la abogada.

- Una pena para una familia tan notable que su descendencia acabe de esa manera.

La mujer asiente, confirmando tu opinión.

- Ciertamente, es una mala época para todo el Gremio de Hechiceros... Tras varias derrotas en el campo de batalla contra los Truil, cuando por fin regresa uno de sus miembros de la frontera, desaparece. Y lo mismo le ocurre al joven Alex tras volver un día después. - Te mira de soslayo, como si fuera a contarte un secreto. - ¡Hay quien piensa que son víctimas de una conspiración! - Sonríe. - Paparruchas, por supuesto...

Levanta la mirada hacia el cielo, comprobando la hora por el brillo del sol y de las estrellas.

- En fin, señor Wintall... Ha sido un placer charlar con usted.

Se retira con una reverencia y se acerca a uno de los grupos, sin duda para transmitirles la información que les has dado. Al cabo de un momento, notas como alguna mirada se vuelve hacia ti, lo que confirma que la impulsiva Gwen no ha tardado en diseminar los detalles de tu nuevo encargo. Desgraciadamente, eso hace que dudes un momento de la veracidad de su información, visto lo dada que es a difundir todos los rumores que llegan a ella.

Compruebas tu mismo la hora. Mañana por la mañana será la reunión entre los Consejeros, así que deberías descansar para ir lo más fresco posible. Y aún tienes que tomar una decisión para saber a quién vas a apoyar.

Vista la hora y teniendo mañana tan importante tarea, decido retirarme a mis aposentos. Abandono el lugar saludando escuetamente a los conocidos con los que me cruzo y regreso a mi hogar con Titus siguiéndome de cerca.

Antes de acostarme medito, acompañado de una infusión, sobre la charla con la joven abogada y sobre el papel que debo jugar en la redacción de los acuerdos de mañana. Si es cierto lo que se intuye por la conversación de Gwen, la ... "petición" viene directamente del Gremio de Hechiceros y efectivamente, como dijo la Emma, no es bueno tenerlos como enemigos. Además, favorecer las condiciones, mejoraría mi imagen tanto en este gremio, como en el seno del ejército. Por otra parte yo nunca he sido muy dado a buscar enemistades y aunque también es cierto que gracias al gremio de Banqueros estoy donde estoy, no me faltan argumentos para convencerme que un acuerdo "flexible" puede incluso beneficiar al prestador a medio plazo.

Juzgados los datos y tomadas la decisión me acuesto más tranquilo, ya que soy una persona que cuando decide algo es capaz de mantenerlo. Al menos hasta que las circunstancias recomienden adaptarse a la nueva situación.

Despiertas a la mañana siguiente. El gran día. Algo nervioso, buscas las ropas que te pondrás para la reunión. Por supuesto, te pondrás tus mejores galas. A pesar de que resulten incómodas y que la negociación se prometa larga y ardua, la ocasión merece que te atavíes de la forma más lujosa que puedas.

Tu desayuno es bastante frugal, pues pese a toda tu experiencia, no puedes evitar sentir un hormigueo en el estómago que no te permite ingerir demasiado alimento. Al menos estás convencido del curso de acción a tomar durante la reunión. Sigues sin sentirte del todo cómodo por atenerte a los deseos de los mecenas de Emma, pero te justificas una y otra vez pensando que realmente crees que es una buena opción también para tu propio gremio.

Escoltado por Titus, te diriges a la Plaza del Consejo. Una de las mayores obras arquitectónicas del gremio de Masones, esta plaza (junto con su gemela la Plaza del Senado) está construida siguiendo las más modernas técnicas arquitectónicas exclusivas de Uldholm, que otras naciones matarían por conocer. A las arcadas interiores se accede por una puerta principal o dos laterales, todas ellas protegidas por guardias pretorianos, la élite de la guardia de la ciudad, independiente del resto del cuerpo de guardia.

En su interior, la plaza acoge el Palacio del Consejo, donde se reúnen los más de doscientos consejeros de la nación para discutir la política de la misma. Sólo en contadas ocasiones está permitido el acceso al palacio de gente que no trabaje allí o pertenezca al mismo consejo, y es un gran honor tener la reunión en ese lugar.

Uno de los guardias de la puerta te da el alto, para comprobar tu rango antes de poder entrar. Como oficial de un gremio tienes libre acceso a la plaza, al igual que Titus. Sin embargo hoy no te paras a maravillarte con la arca que bordea la cerrada plaza, sino que te diriges directamente hacia la puerta principal del palacio. Las figuras imponentes de los pretorianos, al lado de los cuales incluso Titus parece acobardarse, se interponen entre vosotros y la puerta.

Sin hacer el más mínimo gesto para atenerse a explicaciones, estás convencido de que no se hubieran inmutado sin la intervención de un hombre que había pasado desapercibido tras una de las arcadas. Peter Novak, chambelán del palacio del Consejo y miembro del gremio de Hospederos, como la mayoría de los sirvientes de las grandes mansiones de la ciudad.

- Señor Wintall, gracias por venir tan puntual - dice acercándose a ti con una sonrisa. - Venga conmigo, por favor. Le acompañaré hasta la sala de reuniones. Por supuesto, los consejeros llegarán algo más tarde, pues supongo que tendrá que preparar los papeles del acuerdo antes de que lleguen. - Obvia añadir que el protocolo exige que los invitados con mayor estatus sean los últimos en aparecer, así que supones que les habrán citado alrededor de media hora después que a ti.

Mira un momento a Titus y sonríe. - Me temo que su guardaespaldas tendrá que esperar aquí. Sólo los Consejeros están autorizados a llevar escolta en el interior del palacio... Por favor... - Cuando se acerca a la Puerta los dos soldados se retiran y él mismo sujeta el portón, cediéndote el paso al interior del Palacio.

- Buenos días Señor Novak, un placer volver a verle. - Digo correspondiendo el saludo con otra sonrisa. - ¿Que tal va todo en el Gremio de Hospederos?

El tono de mi voz disimula la inferioridad con la que considero su tarea, ya que aunque no tenga la visibilidad de otros gremios, conozco la sutil importancia que tienen algunos de sus miembros por estar cerca de las clases dirigentes.

- No hay problema por él, la guerra no está tan cerca. - Digo bromeando antes de despachar a Titus con una mirada.

- Y hablando del conflicto, ¿Que nuevas tenéis del frente? Estoy seguro de que estáis mejor informado vos por las noticias que os llegan que yo leyendo los partes de guerra.

El chambelán se queda en pie mientras preparas tus cosas, tan firme que parece que se ha tragado una escoba.

- Mi trabajo aquí no me deja mucho tiempo para pasarme por mi gremio, señor Wintall. Aunque supongo que todo transcurrirá con normalidad por allí... Respecto a la guerra, es un tema que se trató durante la última reunión del Consejo, así que no dudo de que haya revisado ya las actas. Personalmente creo que es sorprendente que los Truil hayan encontrado un modo de enfrentarse a nuestros hechiceros, pero necesitaría a alguien más erudito que yo mismo si quiere una opinión más seria al respecto.

Mira la puerta y se inclina ligeramente en una reverencia.

- Si me disculpa, los Consejeros no deberían tardar en volver. - Sin esperar una respuesta, se aleja de la sala en dirección a la puerta de entrada del Palacio.

A penas un par de minutos después, una mercenaria abre la puerta de la sala. Reconoces a una oficial de tu gremio, que ocasionalmente sirve de guardaespaldas de alguno de los Consejeros.

- Señor Wintall... - saluda escuetamente mientras observa la habitación en busca de cualquier posible amenaza. Sin esperar una respuesta, sale nuevamente para dejar paso al Consejero Porter.

Inmediatamente, aparece William Porter, uno de los Consejeros más influyentes de tu gremio.

- ¡Ah! Kroke, me alegro de que estés aquí... - dice distraídamente, aunque parece ligeramente molesto por haber llegado antes que su contrapartida del Gremio de Soldados.

Sin embargo, no tarda en volver a sonreír, viendo la ventaja que le permite el poder colocarse de frente a la puerta para poner ligeramente nervioso al otro consejero y, además, charlar ligeramente contigo antes de que llegue. Se sienta en uno de los sillones mientras Nadia se queda unos pasos más atrás, a su izquierda y separada de la mesa.

- Espero que hayas tenido tiempo suficiente para preparar el contrato preliminar. Estamos presionando para llevar a cabo todo este asunto lo más rápidamente posible... Por el bien del Gremio... y el de Uldholm, por supuesto. - Añade esto último más como coletilla que por que se lo crea. Conoces demasiado su reputación de hombre ambicioso como para creer que piensa en algo más que en su propio beneficio, aunque en este caso éste vaya de la mano de lo que resultaría mejor para el Gremio a corto plazo.

Saludo respetuosamente a Nadia cuando entra en la sala y la observo ocultando la diversión que me produce su meticulosidad a la hora de buscar cualquier posible peligro.

- Buenos días William, el placer es mío. - Digo al entrar el consejero.

Me siento a su lado y saco del estuche para pergaminos los borradores que había preparado el día anterior.

- La verdad es que no ha habido mucho tiempo, pero por supuesto tengo preparado algún borrador para que la discusión no se vea lastrada por la redacción del documento. Puedes comprobar que el formato del documento se ajusta a la los requerimientos de un contrato de este nivel.

Digo mostrándole los papeles para que vea que cumplen la forma necesaria a pesar de que aún no se ha redactado una coma del contenido importante del acuerdo.

- Sobre la... orientación, o llamémoslo enfoque, de este contrato, supongo que tendrá alguna directriz o posición de los objetivos que debe cumplir, para mayor gloria de Uldholm, y del gremio por supuesto. Por supuesto soy consciente que mi papel aquí es de simple redactor, pero quizás pueda encauzar las voluntades de los presentes si entiendo mejor cual es el... tono con el que debe estar pintado este cuadro.

El Consejero sonríe.

- En dorado y rojo, por supuesto... - dice en referencia a los colores del emblema de vuestro gremio. - Dado que tenemos una oportunidad, habrá que aprovecharla.

Se inclina sobre la mesa. - Al fin y al cabo, ese es el motivo por el que le escogí a usted de entre todos los abogados del gremio. Por lo que tengo entendido...

Se interrumpe bruscamente cuando la puerta se abre una vez más.

Un soldado fuertemente armado, ataviado con las ropas de oficial de la guardia de la ciudad, entra en la habitación, mirando a su alrededor con seguridad, consciente de que no debe temer ninguna amenaza en el interior del Palacio del Consejo, pero sin descuidar su función como guardia del consejero que ha venido con él.

Inclina la cabeza a modo de saludo ante los presentes y se hace a un lado, sujetando la puerta para que pase el hombre a quien acompaña. - Señor - saluda marcialmente cuando el consejero pasa a su lado.

El Consejero Morgan tiene un aspecto no menos marcial que su propio guardaespaldas. No en vano ha dirigido numerosas campañas por toda la frontera de Uldholm, tanto en el norte contra Dindavara como al oeste contra los Truil.

- No me sorprende encontrarles ya aquí, antes de lo esperado - dice con una franqueza casi ruda mirando primero a Porter y luego a ti. - Mi nombre es Robert Morgan - te dice directamente mirando con desagrado el alfiler en el que portas el emblema de tu gremio. - Insistí en que el contrato lo redactara alguien ajeno a vuestro gremio, aunque veo que los abogados del mismo no han tenido a bien hacerme caso... Espero que sepa ser lo más imparcial posible, joven.

Evidentemente, el hombre es un soldado. Los años pasados en el Consejo le han dado las tablas que necesita para poder enfrentarse a la intricada política de la nación, pero su sutileza sigue brillando por su ausencia. Pese a su posición, supones que no te costaría demasiado liarle con los entresijos legales del contrato para beneficiar a tu gremio.

La respuesta de Porter es tal y como esperaba, concreta y vaga a la vez. Concreta por qué expresa correctamente cual es la voluntad del gremio y vaga pues no da ninguna pista de los puntos que ve importantes, que me pudieran servir para complacerle a él a la vez que favorezco a su "rival" en otros asuntos.

Me levanto para saludar a los recién llegados, con un breve gesto de cabeza al guardaespaldas y con una ligera reverencia y un educado saludo a su protegido.

- No se preocupe Consejero Morgan, la única razón de mi presencia aquí es que alguien de otro Gremio no sabría introducir todos los conceptos importantes en este tipo de acuerdos. Mi función es solo dar claridad, para ambas partes del acuerdo, para que no haya lagunas ni ambigüedades que puedan crear malentendidos.

Esperando a que las "cabezas" del acuerdo lo hagan, según el protocolo, me siento, disfrazando con una sonrisa de confianza las turbulencias internas que recorren mi mente y mi alma. Respiro con calma y profundamente, cual equilibrista frente al trapecio, consciente de la delicada tarea de convencer a ambas partes de mi servilismo a cada una de ellas por separado.

La reunión transcurre tal y como esperabas. La labia del consejero Porter habría arrollado completamente a Morgan con su falta de sutileza, sin embargo reaccionas con suficiente velocidad como para corregir el borrador del contrato recurriendo a leyes suficientemente rebuscadas como para contrarrestar el efecto de una negociación adversa.

Notas como Porter frunce el ceño en una ocasión, mirándote como si te preguntara de qué lado estás, lo que te obliga a recurrir a nuevos formalismos para mantenerlo contento.

Hacéis una pequeña pausa para comer, en la que dejáis de hablar por un momento de negocios para comentar la situación política de Uldholm y el efecto que puede tener este asalto Truil, enardeciendo los ánimos de la facción más expansionista del consejo al tiempo que da una excusa para la negociación a políticas más abiertas al diálogo con las naciones vecinas. Sonríes pensando que los gremios siempre consiguen mirar cualquier evento como una excusa para reforzar su punto de vista, pero después de todo estás demasiado concentrado en tu papel durante la negociación como para participar demasiado en la discusión.

A última hora de la tarde, tras un día completamente agotador, ambos consejeros firman el contrato por el que el ejército contratará soporte de los mercenarios de tu gremio para la campaña contra los Truil. Por supuesto, te encargas de sentar las bases de futuros acuerdos para que el Gremio de Mercenarios, Banqueros y Abogados vuelva a colaborar con el de Soldados, pero consigues que, siendo esta la primera ocasión en la que recurren a ellos y dado que se trata de un asunto de seguridad nacional, las condiciones de contratación sean realmente beneficiosas para el ejército.

Tu preparación y el trabajo realizado durante el último día se deja notar cuando todo el mundo parece contento al guardar su copia del contrato, y ambos consejeros agradecen tu esfuerzo durante todo el día, evidentemente tan cansados como tú después de una jornada de trabajo intenso.

Los consejeros salen de la sala y se quedan un momento charlando en el pasillo. Ves cómo el chambelán se acerca a ellos, pero no consigues escuchar lo que dice, pues el guardia del gremio de soldados se acerca a ti.

- Señor Wintall - dice con una ligera inclinación de cabeza. - Quería agradecerle el trabajo que ha realizado hoy. He notado que ha sabido anteponer los intereses de la nación por encima de los de su propio gremio, lo cual le honra. Lo cierto es que esta ciudad necesitaría más hombres como usted. Gracias.

Mira por encima del hombro para asegurarse de que las otras cuatro personas siguen charlando en el exterior, suficientemente lejos como para escucharos.

- Unos amigos vamos a reunirnos para una cena mañana por la noche - dice en voz baja, como si compartiera un secreto contigo. - Habrá algunas viandas y bebidas, pero sobre todo charlaremos de política y compartiremos puntos de vista para ver cómo se puede mejorar Uldholm. Si le interesa asistir, estoy convencido de que alguien como usted tendrá buenas ideas que compartir en nuestro grupo...

La reunión transcurre de la forma deseada, con sus inevitables momentos de tensión y recelo, pero consiguiendo mantenerme entre dos aguas sin delatar completamente mis intenciones.

La pausa para la comida es un interesante oportunidad para ponerme al día de los asuntos de la política exterior pero estoy demasiado ocupado en mostrar mi mejor cara al tiempo que evalúo los ánimos y personalidades de los contendientes, como para poder de participar de forma activa en la conversación.

Después de todos los requiebros lingüísticos, legales y económicos de la negociación manejados por mí cual equilibrista circense, el agotamiento se hace presente cuando, con el contrato ya redactado, ambos consejeros se despiden creyéndose victorioso cada uno sobre el rival.

Mientras recojo el material de escritura Balder, el encargado de la seguridad del consejero representante del ejército se acerca a mí para agradecerme mi labor en la redacción.

- Es el deber de cualquier buen ciudadano hacer lo posible para el bienestar de la nación, no hay por qué agradecer una actitud que es un deber.

Mientras continúo recogiendo los útiles mi ceja se levanta con interés ante la propuesta del soldado y acepta su ofrecimiento con la misma discreción que utiliza mi interlocutor.

- Contad con mi presencia. Será un placer comentar los asuntos del reino con ustedes.

El soldado asiente, sonriendo ligeramente, pero cuando ve cómo el chambelán se os acerca, se mantiene en silencio.

El delgado hombrecillo hace una ligera reverencia al llegar junto a vosotros y por encima de su hombro podéis ver los rostros consternados de los Consejeros hablando entre ellos, mientras Nadia se mantiene unos metros más atrás, tan impertérrita como siempre que la has visto.

- Señores - dice el chambelán. - Ha ocurrido algo terrible durante la reunión que han mantenido. El Consejero Rowan ha fallecido en su casa esta mañana.

No conoces a Rowan en persona, pero sabes que es uno de los cinco Consejeros del Gremio de Hechiceros. Maestro de la escuela de las Alas de las Palabras en la ciudad de Rulfoun, supones que estaba en la capital a causa de la reunión del Consejo de hace unos días. Sin duda es una personalidad importante en la política de Uldnacht y, conociendo las discrepancias entre tu propio gremio y el del fallecido consejero, un encarnizado enemigo político de Porter.

Miras a Balder por el rabillo del ojo y te fijas en su rostro de preocupación. Parece bastante afectado, como si conociera en persona al Consejero y no terminase de creer la noticia.

- El funeral será mañana a primera hora - añade Peter antes de retirarse. 

El funeral de un consejero es tanto una ceremonia oficial como un encuentro social de la clase alta de la ciudad. Se realizará en la propia Plaza del Consejo y luego se llevará el cuerpo a un mausoleo en el cementerio fuera de las murallas de Uldnacht. Un acontecimiento al que no puedes dejar pasar la oportunidad de asistir.

Mi rostro se vuelve serio y representa correctamente el papel de persona de valores y comprometida con el país, a pesar de que internamente me importa poco la vida del consejero.

- Terrible noticia que azota nuestro ya atribulado país.

No tengo prisa en enterarme de las circunstancias de la muerte y evito preguntar directamente, en consideración a Balder y cuando Novak nos deja solos le digo en voz baja.

- Si creéis que no es apropiado celebrar la cena mañana lo entenderé perfectamente.

Frase completamente protocolaria, sin querer mostrar que me doy cuenta de la influencia de la noticia en él y sospechando que este suceso da aún más sentido a la reunión a la que me ha invitado.

El soldado se queda pensativo unos segundos, ensimismado en sus pensamientos. Cuando te mira le cuesta unas décimas de segundo más de lo normal enfocar la mirada. Agita la cabeza, no sabes si para desechar una idea o en gesto de negación.

- Me temo que tendré que confirmarlo, señor Wintall. - Dice atribulado. - Aunque apostaría a que la reunión se llevará a cabo. Al fin y al cabo, es lo que Rowan hubiese querido y no se me ocurre ninguna forma mejor de honrar su recuerdo.

Mira al Consejero Morgan, que empieza a despedirse de Porter.

- De cualquier forma, le haré llegar un mensaje con la convocatoria, si le parece bien... Ahora, si me disculpa... - hace una ligera genuflexión y se aleja para acompañar al Consejero de su gremio de vuelta a la Plaza del Consejo.

Porter se queda atrás, mirando cómo los dos soldados salen del edificio y, por un momento, jurarías atisbar el esbozo de una sonrisa en sus labios.