Partida Rol por web

Año 798 d.I. (después del Imperio). Estación Cálida.

Aquella estación era una de las más calurosas que se recordaban desde hacía muchos años. Incluso los enanos más longevos tenían problemas para recordar una estación con un calor tan sofocante.

Después del acontecimiento del año, la coronación del nuevo emperador de las Nueve Lunas, Theneul VI, todos los reinos del Mar Interior volvieron a sus quehaceres diarios. Por desgracia, habían vuelto a sus casas con noticias preocupantes: la aparición de una horda de orcos al norte del Imperio, con intenciones más que probablemente hostiles. ¿Cómo afrontarían ese problema, unido a la preocupación de tener que alimentar a sus ciudadanos con las pobres cosechas malogradas por el calor?

Por si eso fuera poco, las naciones que tenían mayor acceso a la costa tenían añadido el problema del aumento de la piratería. Si ya era difícil cultivar comida, comprarla a otros todavía lo era más. No solo porque casi todas las naciones tenían el mismo problema, sino porque los pocos que estaban dispuestos a vender se enfrentaban con el riesgo de ser robados por los piratas.

Las noticias traídas desde las Nueve Lunas no causaron revuelo en Tarsi. Había sido coronado otro regente que se creía superior a los demás, pero que era incapaz de asegurar su propia frontera. Y el resto de países, en vez de dejarle caer, le seguían el juego. Una horda de orcos... nada nuevo bajo el sol. Tarsi no intervendría en ninguna guerra. El mundo necesitaba paz y prosperidad.

En cambio, lo que sí fue celebrado, especialmente en las colonias occidentales, fue el tratado de no agresión con Doragon. La presión de los refugiados disminuiría, se ganaba una gran reputación entre los débiles, nuevas tierras se roturarían y nuevas colonias se fundarían. Hubo quien soñó en Tarsi con una costa unificada. Tanto no se esperaba, pero desde luego la influencia sobre el Oeste aumentaría. 

Sin embargo, la sociedad tarsina estaba preocupada por la falta de alimentos y el ascenso de la piratería.

La red comercial de Tarsi garantizaba los suministros, de momento. Pero los socios sufrían, aunque estaban comprometidos a ello. En la ciudad y las colonias, se hizo un esfuerzo por aumentar la pesca y el marisqueo y no depender tanto de tierra firme... Incluso hubo quien propuso en la Academia del Mar hacer harina con las simientes y frutos de las algas y plantas marinas.

Los piratas... Descartado que Animalia estuviese dándoles cobijo (aparentemente), las acusaciones sobre los gnomos se redoblaban. Pero no todos opinaban igual. 

El Consejo de la Ciudad solicitó la comparecencia del Cónsul en Animalia, para corroborar la información, y del Cónsul en el país de los gnomos. Faltaba mucha información. También se acordó agrupar los barcos en convoys, para evitar ataques a embarcaciones aisladas, aunque la versatilidad de la red se resintiese. Está directriz se trasladó a los socios comerciales.

Entre otros asuntos, se designó a un Cónsul para Doragon, y otro para Khazalid Ungol. Partirían en breve.

También se preparó una misión diplomática, mercantil y académica para estudiar y organizar los nuevos asentamientos en el Mar Occidental. De entre las costas inhabitadas, se seleccionarían aquellos enclaves más ricos y se fundarían asentamientos de fácil defensa desde tierra y difícil desde el mar (la misma práctica que la fundación de colonias que se venía practicando a un ritmo más lento). Se buscaría mezclar a las gentes y razas, sin romper familias, por supuesto.

Por su parte, la Academia del Mar preparó la delegación investigadora que Nautí había acordado con Maxener. Partieron sin dilación, era algo muy esperado y deseado. ¡Trabajar codo con codo con las mejores mentes!

Más allá de Tarsi, la misión de Nautí y su flota personal proseguía, navegando hacia el Este. Debía encontrar quiénes armaban los barcos piratas. Y quienes adquirían sus bienes robados.

Si bien Tarsi era una sociedad libre y libertaria en la que todos los tarsinos poseían los mismos derechos y deberes, y por ello, se regían por una democracia directa en la que todos votaban en asamblea... había determinadas personas que eran elegidas periódicamente para llevar el gobierno continuo de la ciudad y sus colonias: el Consejo de la Ciudad.

Este Consejo, un senado, era populoso en comparación con otros reinos. Debatía los temas previamente y realizaba funciones menores de gobierno.

Se reunía diariamente en el Salón de las Cadenas Rotas. Allí es donde se trataban con mayor franqueza los temas de estado.

El Salón era  de pequeñas dimensiones y tenía forma de teatro circular. El centro estaba vacío, y las gradas, de piedra forradas en tela, tenían varias alturas. Las paredes estaban profusamente decoradas con motivos marinos e inscripciones filosóficas, y una gran cúpula de centro hueco coronaba el techo. Por ahí entraba la luz del sol, la lluvia y el olor a mar.

De esa cúpula colgaban varias cadenas viejas aparentemente corroídas... Que estaban formadas a su vez por cadenas menores, todas rotas, que habían pertenecido a los fundadores de Tarsi. Los esclavos humanos liberados del Imperio Antiguo. Las cadenas rotas.

Los miembros del Consejo habían coincidido siempre en que esas cadenas les inspiraban. Les concentraban. Les ilustraban. Les unían. Incluso algunos decían sentir que les hablaban, con la determinación de aquellas primeras personas libres y valientes. Otros muchos reconocían haber encontrado en ellas, gracias a su observación y meditación, la sabiduría suficiente para alcanzar consensos sobre cuestiones que parecían irresolubles.

En cuanto Dagnar volvió a Khazalid Ungol el Consejo se reunió aprobando por unanimidad el enviar la contundente carta al resto de naciones, pero eso fue lo más sencillo todavía les quedaba mucho por hacer para velar por el bien de su pueblo. Ante los acuciantes problemas de la estación cálida se procedió a un organizado racionamiento, reduciéndose así cualquier pedido al extranjero. Se reduciría el volumen de producción a lo más vital para no fatigar a la población manteniendo el complejo activo, por otro lado, se destinaría a la mayoría a la mayoría de los elementales a la titánica tarea de la modificación de su entorno.

1) Los mejores y más cualificados enanos participaron de aquella obra de ingeniería, los enanos iban a aprovechar la enorme ola de calor para crear terrazas en piedra donde filtrar el agua del océano para crear enormes salinas. Por si eso pudiera parecer poco no se conformarían con eso, enormes lonas acumularían la humedad evaporada generando un gradiente térmico entre el sol y la sombre. Con mucha supervisión diligencia y esmero esa agua desalada sería canalizada hacia las granjas de hongos como forma de riego para mantener la humedad estable además de permitir una ampliación de dicho recurso. Alargando así las reservas de agua potable del enclave, sustituyéndola en parte por leche pues se desplegaría a los montaraces para tratar de capturar el mayor número de animales vivos posibles, aprovechando que ellos también estarían huyendo de la sequía.

2) Las orgullosas fraguas rugían con la roja furia del metal fundido, preparando los cañones prometidos al Imperio de las Nueve Lunas. Los enanos eran un pueblo de palabra, aunque tuvieran sus propios problemas la entrega se realizaría, sin embargo, llevaría más tiempo del deseado.

3) A pesar de la información aportada por Animalia los enanos querían tener la certeza de que todo aquello que se había comentado en los salones era verdad. Con cautela y ciertas medidas excepcionales colocarían de manera astuta oteadores desde lejos para mantener vigilados los movimientos del ejercito orco.

 Doragon se habría retirado del imperio sin cargos en su consciencia, pensando nada más en regresar a su nación y ponerse en marcha con el trabajo de sostener a su gente durante el duro clima que azotaba al continente, y empezar a formar hilos respecto a los orcos así como otros asuntos que deberán atender antes, durante o después que la amenaza de la horda...

 Al igual que sucedía cada cierto tiempo, las naciones estuvieron enteradas de la movilización de la bandada de cuervos que se movilizaban por todo el continente: todas las naciones se habrían visto en presencia de estos animales voladores en algún punto, los cuales en lugar de buscar dañar las cosechas para alimentarse simplemente permanecían en los tejados y calles, observando y escuchando, manteniendo su presencia poco disimulada y trayendo consigo una sensación de inseguridad que, por más que alguno intentase erradicar, no dejaban de llegar y ocupar su lugar. En aquella ocasión, se habrían movilizado hacia el norte del imperio, directamente hacia donde se habían ubicado a los Orcos y sus tropas, trasladándose como una nube negra que se dispersaría al llegar a su destino. [1]

 Por su parte, en Doragon, no tardó en hacerse una reunión de distintos rostros importantes de la nación para ser puestos al día, un acto que se llevaría a cabo en el castillo real ubicado en la capital Doragoniana, hogar del "rey" de Doragon y otros nobles "importantes", esto debido a que también era una de las principales bases militares de la nación y, por lo tanto, era uno de los sitios más seguros del territorio, o al menos esa imagen tenían los que se ocultaban allí para protegerse de quienes querían sus cabezas. Tratándose de Arkham, no se guardaría nada que dijo o escuchó durante su estadía en territorio del imperio, provocando que rápidamente muchos empezasen a dar sus opiniones respecto a que hacer o no hacer: la mayoría solo siguiendo a quién parecía saber de lo que hablaba, por supuesto, siendo pocos los que realmente aportaban algo. Con todo lo que estaba sucediendo, también habría quienes querrían dar atención al tema de la sequía y lo "poco" que hacían los líderes por resolver los problemas de las cosechas, pero no serian más que gritos ahogados que no quitarían la atención de los doragonianos de sus responsabilidades. [2]

 Así mismo, habría quién encarase a Arkham por haber aceptado un tratado de "zona de paz" con Tarsi respecto a las costas: ya no había manera de revertir la decisión, y el comandante no se iba a mostrar arrepentido por ello porque simplemente no lo estaba. ¿Qué era otra mirada de muerte en su lista?

 Volviendo al punto de los Orcos, Doragon haría lo que mejor sabía hacer: prepararse para la batalla. Aún con tiempos de sequía y falta de recursos, no se permitirían reducir sus entrenamientos ni el número de sus tropas: precisamente, tomarían aquella adversidad como una manera de motivar al pueblo a unirse a la causa de su nación, y es que más allá de la horda a la que tendrían que enfrentarse para defender otros intereses de los líderes, también estaba el tema de los piratas que, si bien no les afectaba directamente, sí que afectaba a sus vecinos comerciantes, y si había algo que Doragon no se podía permitir era quedarse sin recursos, por lo que siguiendo las palabras de cierta almirante, Doragon haría llegar sus intenciones de apoyo a Tarsi respecto a los piratas, preparando una parte de su ejército para que se uniese a la cacería de piratas, todo a cambio de una pequeña ayuda con los recursos en esos tiempos difíciles, por supuesto, aprovechando también para preparar el recibimiento de los representantes de Tarsi y Animalia con los cuales el comandante doragoniano había compartido palabras durante su visita al imperio, preparando también un propio grupo para que se dirigiesen a dichas naciones como sus propios representantes. [3] [4] [5]

 Finalmente, y con su propio interés más allá de la seguridad de las naciones respecto a las hordas, Arkham utilizaría sus propios medios para intentar hacerse con información de aquella amenaza que tanto había dado para hablar en la reunión con el resto de naciones. [6]

(1) La preocupación por la falta de suministros crecía. Las gentes de Tarsi veían cómo otros países sufrían sequías y hambrunas, que incluso desencadenaban en revueltas.

Adelantándose a tales acontecimientos, y sabiéndose un territorio insular muy dependiente del abastecimiento desde el continente por sus colonias y terceros países, buscaron una solución.

Gracias a la extensa red comercial y diplomática tarsina, que abarcaba casi todo el mundo conocido, y al cruce de caminos (marítimos) que era la ciudad, no tardó en identificarse a quiénes no sufrían la sequía: los pueblos que se abastecían del mar. De ellos se adoptaron las artes de pesca más avanzadas.

La que mejor resultado ofreció a Tarsi fue la pesca de cerco. Amplias redes dispuestas en el estrecho que conectaba ambos mares, ideales para atrapar grandes bancos de peces. Peces que migraban de un mar a otro, y en el estrecho se agrupaban y concentraban. Una fuente de alimento extraordinaria disponible en todas las estaciones, al lado de la ciudad.

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(2) Al tiempo, Nautí navegaba por las costas del Este, las más alejadas de Tarsi. Sus informes decían que allí se producían más ataques de piratas. 

Su flota realizaba una navegación de cabotaje, siguiendo la costa. Buscaban barcos sospechosos y fondeaderos resguardados. También se fijaba en las rutas que seguían los barcos gnomos. Con todo, sus cartógrafos actualizaban los portulanos.

En los puertos y ciudades, solicitaba audiencia con las autoridades locales y mercaderes afectados. Y desde luego, se reunía con las delegaciones tarsinas locales. Un trabajo monótono de días y días... de resultado dispar... pero necesario.

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(3) La isla de Corte, hermana pequeña de Tarsi donde residían los extranjeros, se preparó para el recibimiento del delegado doragoniano. Como era costumbre, hubo festejos nocturnos por el calor, y el resto de diplomáticos celebraron tener acceso directo a un nuevo reino.

El doragoniano quedó impresionado y asqueado a partes iguales por la decadencia de Corte. Se le comunicó que se agradecía la ayuda ofrecida por su nación, pero que no era necesaria.

En esos días, hubo reunión privada con los delegados gnomos sobre la piratería. 

La pericia de la ingeniería enana no conocía igual, aquella idea y maestría en el trabajo había venido para quedarse. Gracias a las modificaciones sobre el terreno que habían creado los elementales cuando el sol evaporaba el agua salobre está se condensaba en los frescos techos cercanos a los fiordos exteriores. Por unos canales tallados en la piedra el agua era recogida en las profundidades de Khazalid Ungol, usándola por el momento tan solo para mantener los gradientes de humedad adecuados en las cavernas dedicadas al cultivo de hongos y setas; sin embargo, el proyecto tuvo tanto éxito que parte se destinó a los cultivos del valle interior. Lúpulo y cebada crecieron a raudales aumentando con ello la moral de la población, pues un pequeño racionamiento ordenado había dado lugar a la futura promesa de mayor cantidad de cerveza. Aquello siempre alegraba a los enanos.

Los animales atraídos por la sequía habían caído en las trampas agrandando las precarias granjas ganaderas, y aquellas pobres bestias que ya no tenían salvación había sido sacrificadas aprovechando hasta el último trozo para hacer encurtidos. La carne seca, sazonada, en salmuera o salada se acumulaba en los enormes almacenes del reino enano. Tolgur Stonekeeper se reía en su trono al pensar que aquel ejército de orcos moriría de hambre seis veces antes de llegar a sus puertas.

Mientras tanto las fraguas bullían de actividad, los mosquetes y los cañones eran forjados en ordenados turnos de trabajo superando unos exhaustivos controles de calidad. En los niveles superiores se refinaba pólvora, aunque no era el mejor trabajo que un enano podía ofrecer para aquellos humanos sería más que suficiente. Khazalid Ungol no pensaba quedarse desguarnecido, ni enviar soldados a la guerra tras los sucesos acontecidos con el Reino de Maxener. No iban a permitir que estos chupatintas sabelotodos copiasen sus diseños y mejoras, como habían hecho en más de una ocasión, así que las joyas de la ingeniería enana permanecerían bajo llave. A buen recaudo bajo la montaña viviente, pues a pesar de que la horda estaba todavía lejos los enanos ya estaban empezando los preparativos por si llegado el momento debieran velar por la defensa de su hogar.