Partida Rol por web

Mientras mis nuevos compañeros de andanzas comenzaban a preparar un precario campamento, me aparté unas cuantas varas para mear. Y en aquellas andaba cuando me pareció ver a lo lejos lo que parecía la silueta de una casa. Rápidamente volví con los demás para darles la noticia. - Alvar, acabo de divisar una casa no muy lejos de aquí. Yo voy a acercarme hasta ella y sacaré a quien allí se encuentre si no soy bien recibido. No voy a dormir aquí como un perro teniendo una casa tan cerca. - Le dije a Alvar con voz potente de manera que todos me oyeran. Comencé a caminar hacia la casa y al llegar a la puerta golpeé con fuerza. - A de la casa. Soy el vizconde de Burgos Rodrigo de Alonso y busco posada para pasar la noche. ¡Abrid la puerta!

─¡Cuide el altísimo vuestra vista don Rodrigo! ─exclamo al distinguir la casa de la que habla el vizconde de Burgos. Loco habría de estar quien allí more si no brinda cobijo al mismísimo vizconde y su compaña. Al parecer acababamos de salvarnos de una fría noche al raso. Por fin las cosas se enderezan... o eso parece.

─Hermana, que buena nueva ¿verdad? ─digo complacida mientras aprieto el paso tras don Rodrigo.

─¡Por todos los santos! ¡buenísima Carmen! ─al parecer disfrutaríamos del calor de la lumbre y seguramente también de un buen guiso, la pena, que ya no sería algo indispensable que los hombres necesitaran de nuestro calor.

Al aproximarte a la casa te parece ver una silueta pasando por delante de una ventana del piso de arriba, una silueta femenina.

El grupo, cansados, muertos de frío, con hambre, se dirigió a la casa que había indicado el caballero. La niebla parecía empezar a levantarse cuando estuvisteis lo suficientemente cerca. De lejos la silueta bien podria confundirse en el horizonte, pero ahi estaba. Era un manso grande a medio camino entre una granja y una fortaleza. El caserón estaba rodeada por un sólido muro que rodeaba la granja por completo. Para prevenir ataques de bandidos claro, una buena idea a tener en cuenta en estos tiempos.
Como decía, el caballero, Rodrigo, se encontró con un portón entreabierto y solo tuvo que empujar un poco para pasar rompiendo el silencio de la noche con un fuerte chirrido quejumbroso de unas bisagras maltratadas por la humedad. No tardó este en bociferar.

" -A de la casa. Soy el vizconde de Burgos Rodrigo de Alonso y busco posada para pasar la noche. ¡Abrid la puerta!"

Entonces el grupo pudo oir con claridad como desde dentro de la casa alguien desatrancaba la puerta...