Partida Rol por web

Rippers: Cazadores de monstruos

Episodio 1 - La Boda

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17/09/2017, 10:46
Narrador

Allison Graham era una muchacha muy guapa y de buena familia. Por eso no le sorprendió demasiado a la doctora Eilish recibir la noticia de su boda. Más bien la sorprendió que hubiera tardando tanto en encontrar un pretendiente y en animarse a dar el siguiente paso.

Las dos mujeres se conocieron durante unas prácticas de Eilish en un hospital londinense en el que Allison trabajaba como enfermera y en seguida hicieron buenas migas. La irlandesa, aún una recién llegada a aquella metrópolis tan bulliciosa y efervescente como paradójicamente anónima, se alegro de tener a alguien con quien poder conversar y pasar las tardes del domingo. Después de algún tiempo, y debido sobre todo a los estudios de la doctora, la relación se redujo a un intercambio de cartas en las que ambas hablaban de sus tribulaciones. Intercambio que durante el último año fue perdiendo de manera continua en intensidad.

La invitación, escrita con la alegre caligrafía de Allison que Eilish reconocería entre cientos, era escueta y formal. Esto sorprendió un poco a la doctora, acostumbrada a guiños graciosos y una ebriedad de sentimientos en cada uno de los mensajes de la joven Graham, pero lo achacó al estrés de los preparativos para la celebración. En la carta indicaba que podía acudir a la boda acompañada de una pareja y Eilish, no habiendo encontrado aún un compañero sentimental, decidió llevar consigo a su querido hermano, a quien le podría venir bien tener otros contactos sociales mas allá del barman y el resto de sus compañeros de barra. Por lo que respondió a la misiva aceptando de buena gana la invitación.

Llego el día y los hermanos McBride se prepararon para acudir a la boda. Eilish le había comprado a su hermano un elegante traje acorde con el estatus de las personas con las que iban a encontrarse y Seamus no pudo dejar de hacer varios comentarios fuera de lugar acerca de lo ridículas que eran esas ropas. Sus mofas y palabras malsonantes no le sirvieron de mucho, pues Eilish no estaba dispuesta a mostrarse en sociedad con su hermano vistiendo los andrajos que este solía ponerse. Era una mañana de septiembre alegre y pronto el calor y la luz que ofrecía el astro rey calmó el mal humor del joven Seamus, quien no podía negarse durante mucho tiempo a los deseos de su hermana.

Un cabriolé, también conocido como Hansom Cab, les estaba esperando en la puerta para llevarles a la mansión que la familia anfitriona, los Lang, tenía en las afueras de Londres. El viaje fue agradable y transcurrió entre bromas de Seamus y llamadas de atención de Eilish, quien repetía una y otra vez diversas normas de conducta que esperaba que su hermano siguiera, y, para cuando quisieron darse cuenta, ya habían dejado London y se encontraban en la campiña inglesa. Los dos disfrutaron del cambio en el paisaje, hablando y recordando su Irlanda natal y perdiendo la sensación del paso del tiempo. Cuando el cochero al fin se detuvo frente a un camino de grava que llevaba a la entrada de una mansión señorial, los McBride se sorprendieron de haber llegado ya a su destino.

Después de pagar Eilish el valor del viaje y despedir al cochero, un mayordomo les acompañó hasta un enorme jardín en la parte trasera de la mansión, donde un reducido grupo de personas se encontraba reunido formando grupos y hablando animadamente, y les presento a Edgar Lang, el prometido y futuro esposo de Allison. El joven, quien lucía un esmoquin impecable y una sonrisa acorde con el acontecimiento, les saludo muy amablemente dándoles la bienvenida a la fiesta. Después de un pequeño intercambio de cortesías se disculpó para ir a atender a otros invitados, pero no sin antes animarles a saborear algunos de los manjares que ofrecían en bandejas un par de camareros repartidos por el jardín acompañados de las correspondientes bebidas.

Los McBride, de nuevo solos, miraron a su alrededor para situarse. En el centro del jardín había una pérgola de piedra de la que salían distintas ramificaciones en varias direcciones. Cuidados centros florales y setos dispuestos con gran gusto eran reflejo de la bonanza económica de la familia anfitriona. Aquí y allá había grupos de invitados hablando entre ellos. Pudieron ver al joven que les acaba de recibir conversando con otro muchacho de aproximadamente su misma edad. Este último no parecía compartir la alegría general. Un hombre y una mujer de avanzada edad se dirigían el uno al otro hablándose al oído a pesar de encontrarse algo separados de los demás. Un joven de oscuro pelo negro y que lucía un mostacho cuyas puntas desafíaban a la gravedad acababa de llegar y se mostraba también algo fuera de lugar, hasta que vio a un grupo de cuatro personas y pareció reconocer a alguno de ellos. En este grupo se encontraban los padres de Allison, como Eilish le indicó a su hermano, además de otros dos hombres. Uno de ellos de cara pálida y unos intensos ojos oscuros que parecían querer buscar una salida de aquella cara enfermiza suya. El otro vestía un uniforme militar de gala y un rostro ceñudo, aunque no hosco. Algo más allá un trío liderado por quien a ojos vista se trataba de un sacerdote, charlaba animadamente. Su pareja de interlocutores destacaba por vestir de manera elegante, pero también exótica. Por último, en la pérgola que ocupaba el centro del jardín, tres personas de una gran elegancia hablaban sin apenas gesticular. Uno de ellos, cuya barba y pelo canoso eran la única evidencia de que pasaba ya los cuarenta, parecía aburrirse con la conversación.

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17/09/2017, 10:49
Narrador

El boxeador Alexander Smith se sorprendió al ver la carta de uno de sus benefactores, el señor Graham, entre su correspondencia habitual diaria. Wilton Graham era un apasionado del boxeo y en el pasado había donado de manera regular grandes sumas de dinero para apoyar la prometedora carrera del joven Smith. Aun a día de hoy, a pesar de que Alexander después de varios años practicando el boxeo profesional no había alcanzado la esperada cima, Wilton seguía acudiendo a algunos de sus combates y mostraba un sincero interés por los avances del luchador.

El contenido de la carta, sin embargo, no tenía nada que ver con la profesión de Alexander. Más bien era una invitación a la boda de la hija del señor Graham con un joven de familia noble y, según las palabras de su promotor, a la que estaban muy orgullos de invitarle y en la que se alegrarían de poder contar con su presencia. Alexander, agradecido, respondió aceptando acudir al compromiso.

Llego el domingo de septiembre elegido para celebrar la unión y el boxeador se puso en marcha con un lucido traje que, debido a su entrenado cuerpo, le quedaba algo estrecho en la zona del pecho y de los brazos y una elegante chistera. La boda se celebraba en una mansión a las afueras de Londres y en el viaje hasta allí fue dejando el bullicio y aglomeración de gente de la capital británica, a los que tan acostumbrado estaba, pasando por pequeños grupos de granjas hasta llegar al solitario lugar donde se erigía la señorial casa de los Lang, los padres del novio.

Una vez abandonó el coche de caballos que le había traído hasta allí, un mayordomo elegantemente vestido y de educados modales se hizo cargo de él, llevándole hasta un hermoso y amplio jardín en la parte trasera del edificio, donde varias personas se reunían en grupos y hablaban animadamente. Buscó con la mirada al señor Graham y distinguió entre otros a una pareja con el pelo de un color rojo tan intenso, que competía con el fuego de las fraguas de los herreros. También ellos parecían estar buscando algo o a alguien. Algo mas allá dos jóvenes muy bien vestidos conversaban, cada uno con una copa en la mano. Uno de ellos parecía no compartir la alegría general. En otro grupo, un corpulento hombre ya entrado en los cincuenta, vestido con ropas que le denotaban como un pastor de la fe, trataba con una pareja cuyas ropas, a pesar de ser de calidad, llamaban la atención por ser un tanto exóticas. Una pareja de avanzada edad pero gran porte, hablaban entre ellos acercándose a menudo para ello al oído del otro, como si no quisieran ser escuchados. En una pérgola que se encontraba en el centro del amplio jardín, tres personas, dos hombres y una mujer, vestidos con la fina elegancia de las clases altas, mantenían una conversación que parecía aburrir a uno de ellos, un hombre que lucía barba y pelo canosos como única huella de encontrarse ya en los cincuenta. Había además dos camareros vestido de un blanco impoluto sirviendo a los invitados bebidas y tentempiés. Por supuesto que también se encontraba allí su benefactor, el señor Graham, quien junto a su esposa acababa de recibir a dos caballeros, uno vestido con casaca roja y porte marcial y otro de aspecto enfermizo y unos ojos que resaltaban en su plano rostro.

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17/09/2017, 10:52
Narrador

La invitación vino en un sobre escrito con una caligrafía fina. Sir Sutton, suponiendo que se trataba de la correspondencia de alguna de sus últimas aventuras , decidió en un primer momento desecharla aburrido a un lado de su enorme escritorio de caoba. Pero había algo que le llamo la atención y le hizo cambiar de opinión. Aquella carta no tenía rastro de perfume, como habitualmente trataban de personificarlas sus admiradoras. Queriendo saber cual podía ser su contenido, la abrió y emlezó a leer el mensaje. Se sorprendió al ver que se trataba de una invitación a la boda de la hija de una compañera de cátedra universitaria.

Sir Sutton sabía que este tipo de invitaciones solo buscaba como finalidad el incluir entre los invitados a personas de un gran estatus y conceder así a la celebración un mayor nivel, lo cual haría que fuera tema de conversación y lograr de esta manera ser a su vez invitados en un futuro a fiestas de mayor alcurnia. Sir Sutton sabía además que un hombre de su posición normalmente no acudiría a este tipo de fiestas, que siguiendo las rígidas normas sociales que reinaban en el imperio británico lo lógico sería que declinara acudir para no mezclarse con gente de una categoría inferior. Pero Sir Sutton no era un hombre que dirigiera sus actos por unas normas de comportamiento que él consideraba rancias y anticuadas. Él era alguien de naturaleza moderna y liberal y aquello era una fiesta, una oportunidad de conocer a gente nueva e interesante y quizás hasta de animar una noche del normalmente ya frio mes de septiembre. Anthony confirmó su presencia.

El Domingo previsto para la fiesta la calesa familiar, tirada por dos caballos, estaba preparada y esperándole para dejar Sutton Manor y llevarle hasta el lugar donde se celebrarían las nupcias. Se trataba de la mansión de los Lang, la acaudalada familia de la que provenía el novio. Anthony no recordaba haberse cruzado con ellos antes en algún evento social o fiesta de amigos comunes, así que trato de conseguir alguna información adicional. No fue mucho lo que sus amigos y conocidos pudieron decirle de ellos. Al parecer no eran muy amigos de actos sociales y, salvo una vaga descripción, la ubicación de su residencia y conjeturas acerca de su origen, no recibió más datos. Esto, lejos de desanimar a Sir Sutton, consiguió intrigarle más y aumentar sus deseos de acudir a aquella fiesta.

Cuando el carruaje por fin se detuvo, pudo comprobar que se encontraban en un lugar rodeado de campos y sin vecinos a la vista. El lugar ideal para tener la intimidad y el sosiego que parecía querer la familia Lang. Y aunque intimidad era algo que Anthony buscaba a menudo, rara vez acompañada de sosiego. Se despidió de su cochero, quien recibió instrucciones de un mayordomo sobre donde se encontraban las caballerizas y podría así ocuparse de los animales. El mismo mayordomo se encargó de acompañar al invitado hasta la parte trasera de la mansión, que Sir Sutton dató del siglo XVIII, en donde se encontraba la fiesta. Un gesto casi imperceptible del criado llamó la atención de dos personas excelentemente vestidas, quienes acudieron a recibir al recién llegado. El mayordomo se encargo de hacer las pertinentes presentaciones. Eran Lord y Lady Lang.

– Sir Sutton. Es un gran placer tener a alguien de su posición entre nuestros invitados. Permítame que le presente a mi esposa, Margareth Lang. Querida. – siguió ahora hablando con la mujer. Una dama de cabellos oscuros como el azabache y ojos de un azul tan intenso como hechizador –. Sir Sutton. Un hombre de mundo y alta alcurnia, dedicado al estudio de tiempos pasados. ¿No es cierto, Sir Sutton? – volvió ahora su atención hacia el noble.

Mientras hablaban se dirigían a una bella pérgola de piedra cuya presencia dominaba el centro del vasto jardín y desde la cual tendría una mejor vista de los alrededores. Los Lang hablaban un perfecto inglés, pero con un cierto acento apenas audible detrás de ciertas palabras. Era este tan débil que Anthony, a pesar de sus conocimientos en filología, no supo determinar su origen.

– Apasionante, Sir Sutton. – continuó ahora Lady Lang la conversación –. Aún a día de hoy el pasado sigue ocultándonos misterios de civilizaciones largamente olvidadas, imposibles de imaginar, capaces de darnos respuestas que nos abrirían nuevas puertas al futuro. – la forma de Lady Lang de arrastrar algunas palabras tenían cierto deje sensual y Sir Sutton no sabía si era su forma natural de hablar o estaba coqueteando con él delante de su esposo.

A su alrededor la fiesta seguía su curso y los invitados se reunían en grupos, conversando y riendo. Un grupo de tres personas, compuesto por un sacerdote y una pareja adulta con ropas elegantes pero no a la moda británica. Un hombre y una mujer de elevada edad, que no había sido capaz de robarles una belleza natural, se hablaban al oído algo más allá. Dos recién llegados, con el pelo tan rojo como la luz del amanecer, miraban a su alrededor situándose. Él con gesto algo hosco y ella parecía la rectitud personificada. En otro grupo de cuatro personas estaba su compañera de universidad junto con un hombre que, por edad, debía de ser su marido. Estaban hablando con dos caballeros, uno de ellos vestía una casaca roja que le denotaba como militar y el otro, de rostro pálido y ojos que destacaban en su semblante, llevaba ropas que querían ser elegantes y posiblemente lo fueran para gente de su estatus. Algo apartados se encontraban dos jóvenes muy bien vestidos. Uno de los dos lucía una radiante sonrisa. El otro parecía no compartir la alegría de su compañero. Por último el mismo mayordomo que le había acompañado hasta allí volvía a acercarse con un hombre joven de pelo negro y bigotes en punta. Venia solo.

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17/09/2017, 10:57
Narrador

Francis recibió una misiva de la logia, a la que había presentado sus servicios y hecho solemne voto de juramento, en la que le instaban a presentarse al día siguiente para recibir instrucciones. El detective no llevaba demasiado tiempo perteneciendo al grupo de los Exterminadores de Londres y sintió cierta excitación creyendo que había llegado el momento de mostrar su valía en una misión. Una vez llego al edificio en el que se ocultaba la logia, le llamaron a parte. Akshara, una princesa hindu y segunda de a bordo en la jerarquía de la logia, le estaba esperando. En la misma habitación se encontraba además Lord Aidan Huxtable aguardando con porte militar la llegada de su compañero Exterminador. Aidan hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo al cruzar Francis el umbral de la puerta; el casaca roja, aunque amable, era parco en palabras y emociones, guardando estas solo para los momentos necesarios. Akshara fue algo más amistosa, levantándose del asiento de cuero que ocupaba al entrar el Ripper novato y dándole un apretón de manos sorprendentemente fuerte. La mujer era hermosa y cada uno de sus movimientos rezumaba el mágico exotismo de las bellezas orientales de buena familia. Pero Francis sabia que era mejor no dejarse engañar por ello. Una cicatriz que cruzaba su cara desde la parte superior derecha hasta el lado izquierdo de la barbilla era prueba palpable de sus enfrentamientos con las criaturas de la noche. Ella había pagado aquel encuentro con la perdida de visión de un ojo, pero en la Logia se comentaba que el monstruo había corrido un destino bastante peor.

– Aidan. Francis. Os he hecho venir por que tengo una tarea para vosotros. – empezó la princesa hindú la conversación sin más rodeos –. Hemos recibido correspondencia de Wilton Graham, uno de nuestros patrocinadores, invitándonos a la boda de su hija Allison. Sabéis de la importancia de mantener contentos a nuestros mecenas y que sigan ayudándonos en nuestra causa con sus donaciones. Iréis a la fiesta y mostraréis nuestros respetos a la familia y deseos de prosperidad para la pareja. – la voz de Akshara era melodiosa, pero tenía al mismo tiempo un tono de decisión y carácter tal, que no aceptaba una negativa. Le entregó la carta a Aidan, que era el más experimentado de los dos y les dio las últimas instrucciones  –. Y, como siempre, mantened los ojos bien abiertos. Quizás encontréis entre los invitados alguien interesante para reforzar nuestras filas. – se despidió de Francis deseándole un buen día y pidiéndole que el domingo fuera puntual  –. Y ahora, si no te importa, tengo algunas cosas que hablar con Aidan.

El carruaje que debía de llevarles a la boda se detuvo puntual frente a la puerta del edificio donde Francis tenia su apartamento. En él, esperándole sentado en la parte trasera de la cabina, se encontraba su compañero Ripper vestido con un uniforme de gala. Su destino se encontraba en las afueras de Londres, en la campiña inglesa, de forma que no se sorprendieron cuando, tras algo mas de dos horas de viaje que aprovecharon para conversar entre ellos, no divisaron más casas en la cercanía de la mansión de los anfitriones y padres del novio.

Un mayordomo les condujo hasta un jardín en la parte trasera del edificio principal y les llevo hasta una pareja que había pasado ya los cuarenta, les introdujo como el señor y la señora Graham y les presentó a los dos recién llegados. Wilton Graham levantó una ceja un tanto desconcertado al encontrarse de repente con quienes para él eran dos desconocidos.

– Encantado de recibirles en esta nuestra celebración, caballeros. Pero… por favor disculpen mi falta de memoria, ¿tengo el placer de conocerles de algo?

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18/09/2017, 08:22
Seamus McBride

De nada habían servido sus quejas y artimañas para conseguir que Eilish terminara desistiendo de llevarle a aquella rimbombante boda, lo que terminó en prácticamente llevarle a rastras hasta un sastre de confianza que le hiciera un traje acorde al evento. Cuando terminó, por un momento se recordó a su padre: el pantalón gris rematado por unas sutiles líneas blancas verticales, el chaleco rojo sangre y la chaqueta negra que daban un toque de elegancia. Si entrecerraba los ojos, podía verle, junto a la ventana del salón del hogar familiar dándole cuerda al reloj. Pero pronto los recuerdos desaparecieron cuando notó cómo la camisa le picaba, el corbatón le asfixiaba y los zapatos le apretaban.

Sólo la mirada severa de su hermana evitó que terminara tirando todo en el callejón y vistiera sus ropas habituales. Al menos se dio el gusto de llevar un bombín a su elección.

El viaje hasta el lugar de la ceremonia fue distendido y relajante. El traqueteo del coche de caballos le adormiló lo suficiente para permitir a su hermana relajarse y disfrutar del paisaje, pero en cuanto puso un pie en el camino de pequeñas piedras arqueó una ceja y le preguntó a Eilish qué hacía él allí.

- Espero que tengan whiskey del bueno – farfulló entre dientes cuando su hermana agarró su brazo para que caminaran juntos.

Aunque sobrecargada y con un aire a no-sé-qué que le molestaba sobremanera, el irlandés tuvo que reconocer que la boda estaba bien preparada: los camareros revoloteaban como moscas en torno a los invitados para impedir que ninguna garganta estuviera seca, y con eso a él ya le tenían ganado. Así que se dejó hacer y acompañó a su querida hermanita a cada uno de los grupos que quisiera visitar.

- ¿Ves el pimpollo con quien está hablando el novio? Seguro que… – señaló con descaro mientras caminaban por el jardín para luego hacerle a su hermana un representativo gesto con ambas manos insinuando que eran amantes – Seguro que todo esto es... ya sabes, teatro.

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19/09/2017, 01:53
Alexander Smith "Alex"
Sólo para el director

La llegada hasta la casa de los Lang había sido mas que agradable, si no fuera por el traje, Alexander no estaba acostumbrado a ese tipo de ropa y todo le molestaba y así lo hizo saber a todo aquel que le hubiera visto bajar del coche de caballos. Sin embargo una vez llegó a la zona donde se encontraban los pretendientes reunidos con los invitados, la cosa cambió, si bien es verdad que no se encontraba cómodo, no podía aguarles la fiesta a los novios, y mas si la novia era Allison...

En su momento hubo un pequeño interés romántico por parte de Alexander hacia la hija de su benefactor, pero no paso de ahí, ella nunca podria estar con una persona como Alexander.

Los saludos de rigor no podían faltar, sobre todo al reverendo Griffin, al que saludo con gran efusividad, no en vano Alexander era uno de sus mas fieles feligreses

- Reverendo Griffin, un placer encontrarle por aquí, ¿todo bien?

Tras un par de apretones de manos por allí, unos cuantos besos en las manos por allá, por fin consiguió llegar donde pretendía, el camarero mas cercano, agarró un vaso de Whiskey y se acercó al único otro invitado que no parecía estar agusto con el traje, uno de los pelirrojos.

 - Parece que no soy el único al que le incomoda el traje - y estirando el brazo, intentando no romper el traje, procedió a las presentaciones, le daba la sensación de que iba a caerle bien ese tipo - Alexander

 

 

Notas de juego

Tal como me has dicho he corregido la historia, puesto que ni la novia ni mi benefactor estan por aqui, he omitido esa parte y he llegado a otro sitio, el camarero mas cercano ;P

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19/09/2017, 10:47
Sir Anthony Sutton III

Una fiesta era una fiesta y, por supuesto, una oportunidad de terminar comprobando qué escondían las enaguas de alguna jovencita, o no tan jovencita, que accediera a acompañarle al final de la velada.

Por supuesto, también era una forma de que Juliette, su compañera en Oxford, le debiera un favor por su presencia en el convite.

Al llegar a la Mansión de los Lang, pudo comprobar que al menos mantenían las apariencias del estatus, caballerizas en funcionamiento y un mayordomo que sabía hacer su trabajo.

Anthony, por favor, querida. - dijo a Lady Lang cuando ésta se dirigió a él por segunda vez de forma más formal. - Si algo se aprende al viajar a lugares reconditos alejados de la civilización es que muchas veces hay que prescindir de los formalismos.

Una sonrisa y un guiño de ojo acompañaron sus palabras. Y aunque desconocía si la mujer estaba tratando de coquetear delante de su marido, él trataba de no desaprovechar la oportunidad de halagar a una bella mujer. Ya le había pasado algo parecido con la Lady Shaire en el cuadragésimo cumpleaños de Lord Shaire y el recuerdo de lo acontecido aquella noche en las caballerizas aún se mantenía vívido en su recuerdo.

Pero, por supuesto, Anthony era un caballero y no hablaba de esas cosas.

Supongo que el casamiento de un hijo debe ser un momento excepcional en la vida de unos padres y una ocasión de juntar dos familias en una sola. - aprovechó ese momento para saludar a Juliette levantando la mano y agitando los dedos.

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19/09/2017, 14:34
Dra. Eilish McBride

Su hermano había irrumpido en su vida como un huracán y había decidido quedarse a su lado. Al principio parecía asustado por ella, pero pronto se acomodaron el uno al otro, como volviendo a la niñez. Siempre él sería su protector y ella el freno de él. Aunque ahora de adulto era más angustioso. Se sentía cómoda, ya que él respetaba su trabajo y su espacio en la mayoría de las ocasiones, pero Eilish nunca sabía lo que se podía encontrar al llegar a casa.

- ¡Seamus McBride! Me acompañarás, serás cortés y educado, y no hay más que hablar - había dejado las cosas claras a su hermano y esperaba que él respetase sus deseos - ¡Ah! Y por supuesto vestirás de manera acorde a nuestra posición - La habían invitado a la boda de una gran amiga y allí no iría cualquier pueblerino de tres al cuarto.

Eilish se había forjado un nombre entre los aristócratas y adinerados, entre los científicos y médicos a base de arduo trabajo, dedicación y mucha cabeza. Y, por supuesto, le preocupaba que su hermanito terminase con todo ello de un sólo plumazo. Le había dejado clara su postura en diversas ocasiones y lo más importante, gracias a esto ella disponía de los fondos que su querido hermano ahora estaba ayudando a reducir.

Pero ese día no pensó en nada de ello. Se sintió embriagada desde el mismo momento que su hermano salió de la habitación. Estaba tan apuesto que por muchas quejas que diese no consentiría que tan siquiera se aflojara un poco el corbatón. Ella también se sentía en parte asfixiada por sus ropajes, pero veía a su madre en su reflejo, y con esta imagen ya se sentía revivida.

Durante el camino al evento, la belleza de los paisajes le hizo desplazarse en el tiempo, respiró profundamente y se prometió buscar una zona alejada de Londres donde poder relajarse. Aunque esos pensamientos sólo le hicieron añorar su tierra natal con más fuerza.

El edificio era impresionante y los jardines amplios y cuidados sobremanera. Todo decorado con gran detalle para la ocasión atendiendo a los invitados con un servicio excepcional. Eilish miraba las bandejas un poco pesarosa, todo parecía tan... delicioso. Ella tendría que elegir bien qué probar ya que bajo esa elegancia no había cabida para alimentarse.

- Seguro que hay del mejor. Pero mesura, hermano - respondió ante la insinuación de sus gustos en alcohol.

Tardó poco en ubicar a distinguidos miembros de la sociedad así como a los familiares de Alison, por lo que empezó saludando cordialmente a los padres de ésta y presentando a su hermano. Tras lo que su hermano tuvo la poca fortuna de hacer la insinuación que haría que Eilish mirase de manera muy distinta al prometido. 

- Seamus por favor - tras lo cual ya no pudo dejar de vigilar de reojo al novio de Alison. - Esperemos que no. 

Junto a la pérgola, en el centro del jardín, entre el grupo de individuos Eilish reconoció claramente a unos de sus profesores de universidad, al cuál dedicó su mejor sonrisa al acercarse y saludar con una leve inclinación de cabeza. Siempre había guardado un grato trato con él. Ni siquiera se dio cuenta de que su hermano la había seguido sin que ella siquiera mencionase a dónde o hacia quién se dirigían. Ese hombre era el más culto que ella había conocido hasta el momento, y aunque a algunos le resultase insufriblemente pedante, a ella le encantaban sus conversaciones y agradecía las enseñanzas que éste le portaba de una manera tan constante.

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19/09/2017, 17:48
Francis Douglas
Sólo para el director

Al llegar a la habitación respondió el saludo de su compañero y superior Aidan. Su semblante era inexpugnable, como siempre. ¿Seria el igual dentro de unos años? Por otra parte la belleza hindú le sorprendió con una fuerza poco propia de una mujer. Aunque su cuerpo mostraba unas voluptuosas curvas podía verse la fuerza que se escondían tras ellas.

Al recibir instrucciones Francis sintió la autoridad de su voz. Estaba acostumbrado a las voces graves y agresivas de los hombres que imponían su liderazgo de una manera muy distinta a la que usaba Akshara. Cuando ella hablo si es cierto que su voz sonó fuerte, pero no agresiva. Hizo su autoridad por su porte, por su mirada y por una resonancia escondida en sus palabras. Sea como fuere, un escalofrió recorrió toda su espalda hasta llegar a su nuca.

Haremos todo lo posible mi señora—. Fueron las únicas palabras que pudo decir. La belleza y la autoridad que rezumaba la princesa hindú era algo que le encogía el corazón en un puño—. El domingo seré puntual, sin dudarlo.

De manera torpe a causa de la presión y los nervios, se despidió torpemente con una inclinación de cabeza y se marcho.

Durante el viaje no paraba de pensar en la princesa y en su patética actuación. Sabia que era importante la primera impresión, pero mas importante aun eran las siguientes impresiones y el que decían de ti entre los superiores. Lo sabia muy bien. Antes de que su mundo se pusiera patas arriba, hizo alarde de sus conocimientos y su inteligencia (no sin algo de suerte) para ascender rápidamente como investigador en la policía a pesar de su corta edad.

Al escuchar las palabras de Wilton Graham se esforzó por mantener su semblante sereno, esperando que su superior diera el primer paso, después de todo era el quien tenia la carta. Al ver que no lo hacia dio el primer paso.

Buenas tardes señor Graham. Me temo que no nos conocemos, al menos no en persona. Mi nombre es Francis Douglas, a su servicio. —Dijo mostrando una agradable sonrisa antes de hacer una profunda reverencia—. Mi acompañante es quien lleva nuestra invitación y presentación. 

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19/09/2017, 22:28
Lord Aidan Huxtable

El capitán Huxtuble intentó mantener el gesto indescifrable cuando su compañero apareció.

Pero mientras el joven permanecía atento escuchando cómo Akshara explicaba su misión, el militar se recriminó su actitud. Si la logia confiaba en él, sería por su valía. ¿Quién era él para cuestionar eso?

Cuando terminaron de explicarles lo que se esperaba de ellos, se despidió de su compañero con un gesto de asentimiento.

El día del evento, mientras viajaban en el carruaje, Lord Aidan no habló demasiado. Probablemente su compañero no lo sabía, pero era un hombre parco en palabras, más dado a los hechos. Así que el viaje se realizó en silencio.

Cuando llegaron al evento, se aproximaron a la puerta principal para que el mayordomo les condujese hasta su anfitrión. Su primera prioridad debía ser presentar sus respetos.

Su anfitrión les recibió con amabilidad, cómo era de esperar. Y el joven señor Douglas se adelantó en la presentación, algo no demasiado grave a ojos del capitán, aunque ciertamente no era lo correcto.

– El placer es nuestro Señor Graham. – comentó a continuación Lord Aidan con una ligera inclinación de cabeza y un leve taconeo No es a nosotros, directamente, a quien ha invitado, si no a aquellos a los que representamos. – expuso el militar entregándole la invitación que traían –. En nuestro nombre y en el de nuestros hermanos, permítanos agradecerle el honor que nos hace al querer compartir este momento. Permítame que le presente a mi compañero, el señor Douglas, Francis Douglas. Y yo soy el capitán Aidan Huxtable.

Notas de juego

Como ya os he dicho antes, aún me quedan un par de detalles por cerrar. Entre ellos poner las imágenes a los PNJs. A Lord Aidan le pondré la imagen el jueves desde el trabajo.

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20/09/2017, 20:44
Narrador

Seamus no tardó en llamar la atención de uno de los camareros para que este se acercará con su bandeja de bebidas. Éste no tardó en presentarse ante el pelirrojo dándole a elegir entre un buen surtido de variadas bebidas. El ojo del irlandés encontró enseguida lo que andaba buscando. Un vaso con un líquido ambarino cambio de lugar, dejando la bandeja y acabando en las manos de Seamus, quien no tardo en dar un buen sorbo. La expresión que utilizó a continuación para alabar la calidad del whisky hizo que Eilish volviera a llamarle la atención.

Mientras tanto la doctora, de momento menos interesada en apagar su sed, siguió repasando con la mirada a los invitados. Saludó alegre a los padres de Allison, quienes la devolvieron el saludo y continuaron conversando con aquellos dos señores, el militar y el del rostro pálido. Entonces, fijándose un poco más en las tres personas que se encontraban en la pérgola, creyó reconocer a uno de ellos. Aquel hombre que vestía con traje elegante pero al mismo tiempo algo estrambótico. Mientras se fijaba en él, este le hizo un ademán con la mano y la doctora le devolvió el saludo, reconociéndole entonces. Se trataba de un noble que trabajaba de vez en cuando para la universidad, ayudando en proyectos de investigación arqueológica.

El gesto de su hermana y la sonrisa en su boca no pasaron desapercibidos a Seamus, quien miró en la dirección en la que se dirigía su hermana para encontrarse a un apuesto hombre de clase alta y aspecto de mujeriego. Se dispuso a hacer un comentario a su hermana, cuando de repente el joven con los bigotes en punta se les acercó.

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20/09/2017, 21:20
Narrador

El boxeador estaba acostumbrado a fiestas. No era de extrañar que el final de los combates se celebrará en algún club privado entre puros y licores. A pesar de esto, y posiblemente debido a una cierta incomodidad a causa del elevado estatus social de muchos de los invitados, Alexander hizo una entrada un tanto apresurada, saltando de un grupo de invitados al siguiente, intercambiando poco más de un par de palabras antes de seguir abriéndose paso entre los distintos asistentes.

– Ay, hijo, pero que energía tenéis los jóvenes. – escuchó decir con voz alegre al padre reverendo Griffin mientras Alexander se alejaba en dirección al próximo grupo. Se trataba de los dos pelirrojos. El chico le había llamado la atención, pues le parecía que él también se encontraba algo fuera de lugar en ese ambiente.

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20/09/2017, 21:34
Narrador

– Parece que no soy el único al que le incomoda el traje – fueron las palabras que uso el joven para romper el hielo y darse a conocer. Supo guardar las normas de conducta que exigía la sociedad victoriana y habló únicamente con el joven pelirrojo, ignorando a la mujer, quien sin duda debía de pertenecer a la familia del chico. Y es que hablarle a una mujer desconocida, sin haber sido antes presentados, se consideraba de mala educación.

Estiró el brazo en dirección a Seamus y, ofreciéndole la mano en la que no sujetaba el vaso de whisky, se presentó – Alexander.

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21/09/2017, 14:03
Alexander Smith "Alex"

Si bien es cierto que Alexander estaba acostumbrado a la fiestas, no eran este tipo de fiestas las que solia frecuentar, y menos si tenía que ponerse el traje.

Aprovechó los pequeños instantes que tenía antes de la respuesta de su interlocutor para analizar mentalmente a la pareja, sin dejar, por supuesto, de dar pequeños tragos del vaso. 

- Diría que son pareja, si no fuera por los rasgos, son muy parecidos, demasiado parecidos, probablemente hermanos, y seguramente mellizos, no se, me dan buena espina -

 

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21/09/2017, 15:28
Seamus McBride

- ¡Já! - dijo el alto y delgado pelirrojo a la mujer que se encontraba a su lado. Señalaba a alguien en la misma dirección que miraba la joven - Hablando de pimpollos, no me digas que...

Entonces vio cómo ese tipejo embutido en traje - ¿no había encontrado una talla acorde a su tamaño? - y bigote retorcido se aproximaba a ellos. Entonces Seamus interrumpió la frase a medias y dedicó una mirada de desdén al tal Alexander.

Lentamente, como si le fuera la vida en ello, sacó una arrugada cajetilla de tabaco blanca del interior de su chaqueta, Wild Woodbine para ser más exactos. Con la soltura que sólo puede adquirirse con dilatada experiencia sacó un cigarrillo, se lo colocó en los labios y volvió a guardar la cajetilla. Luego, de entre sus dedos apareció una cerilla que encendió con la suela de su zapato y prendió fuego al pequeño bastoncillo. Una larga calada fue la antesala de una larga bocanada de humo que emanó en dirección a su contertulio seguida de una sonrisa rebelde.

- Encantado, Alexander - dijo, en tono rimbombante. Tenía un marcado acento irlandés que no intentaba ocultar - Yo soy el Duque de Gloucester y aquí la señorita es Su Majestad la Reina Victoria. Lo que pasa es que ha dejado de comer pasteles, ya sabes, por la edad. 

Dejó escapar una risa ahogada mientras sostenía el cigarrillo en los labios.

- ¿De qué circo te has escapado, macho? Pareces uno de esos... - le señaló, haciendo círculos con el dedo índice - forzudos grandotes.

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21/09/2017, 17:10
Alexander Smith "Alex"

- Oh, ni mas ni menos que un duque... - dijo con toda la ironía que fue capaz - Y acompañando a la Reina, nada mal... -

Y girándose hacia la joven pelirroja y haciendo una pseudo inclinación, intentando nuevamente no romper el traje, le dirigió el saludo oportuno

- Majestad, se la ve radiante para sus 76 años -

El comentario sobre el circo hizo reir a Alexander, le hizo recordar por que no le gustaba ponerse traje, además su interlocutor no andaba desviado

- Pues del circo Astley exactamente, aunque mis habilidades son otras, pero hace bastante tiempo que lo abandoné - y con la misma habilidad que el "duque" habia sacad el cigarrillo, cogió un cuchillo de la mesa mas cercana y empezó a juguetear con el.

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21/09/2017, 21:31
Lady Lang

Lady Lang reaccionó coqueta al ofrecerle Sir Anthony llamarse por sus nombres de pila y le dedicó una sonrisa.

– Oh, Sir Sutton… Anthony. – se corrigió la anfitriona acentuando cada una de las sílabas del nombre del prominente invitado –. Se ve que es usted un hombre de mundo y no se deja regir por las estrictas normas sociales británicas. Llámeme Margaret, querido. – contestó la mujer lanzándole de nuevo guiños dialécticos.

Cuando Sir Sutton desvió la conversación hacia la boda, también fue la mujer quien se encargó de contestarle –. Estamos encantados. Allison es una mujer tan guapa y educada. Ambos hacen una pareja preciosa y se les ve tan felices, ¿verdad, cariño? – preguntó a su esposo y, sin darle tiempo a contestar, continuó ella misma –. Ya estamos deseando ver niños corriendo por estos jardines tan tristes y alegrándonos las tardes con sus juegos. Y, sinceramente, ya estábamos empezando a dudar si llegaríamos a ver el día en que nuestro Edgar contraería matrimonio. Es tan tímido, ¿verdad, cariño?

Mientras Lady Lang compartía con Sir Sutton la alegría que sentía por tan importante celebración, el noble descubrió entre los grupos de personas que se encontraban en el jardín a Juliette, la compañera de universidad que le había invitado a la fiesta, y la mando un saludo levantando y agitando la mano en su dirección. Se sorprendió al ver que no fue esta la que le devolvió el saludo, si no más bien la mujer pelirroja que se encontraba acompañada de un joven con el cabello del mismo color. Anthony tuvo que hacer algo de memoria para saber si la conocía de algo y, tras descartar alguna posible aventura pasada, recordó haberla visto durante algunas de sus charlas en la universidad. La doctora… ¿Cómo se llamaba? No era capaz de recordar su nombre.

– … beber algo? – La voz de Lady Lang devolvió su atención a los anfitriones, no sin antes comprobar que el joven de los bigotes puntiagudos y complexión atlética se acercaba a donde se encontraban los dos pelirrojos.

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21/09/2017, 21:34
Milton Graham

El señor Graham no necesitó abrir la invitación para saber a que se referían los dos caballeros que tenia delante. Cambió el gesto de confusión por otro de gozo y saludo con un fuerte apretón de manos a los dos hombres.

– Les estoy muy agradecido de que hayan podido venir a compartir con nosotros un día tan especial. Por favor, transmitan también nuestras muestras de gratitud a la princesa Akshara. Es una pena que ella misma no haya podido acudir, pero entiendo que es una mujer demasiado ocupada. – En su voz no había rastro de prejuicios o de queja. Era un reconocimiento sincero a la tarea de aquella mujer y, por extensión, a la de la organización a la que representaban.

– Disculpen mis malos modales. Les presento a mi mujer, Juliette. – la señora Graham les saludo con una leve inclinación de cabeza y una amable sonrisa –. Caballeros. Es un placer. – fue todo lo que dijo la mujer y su marido continuó por ella. – Estaría encantado de escuchar como van las cosas en su grupo y si hay algo mas en lo que pueda serles de ayuda, pero la fiesta acaba de empezar y no quiero ser yo quien les impida disfrutar de nuestra celebración. Tenemos aún mucho tiempo por delante para poder hablar de nuestras cosas. Así que, por favor, diviértanse.

Las palabras del señor Graham no sonaron a despedida o rechazo. Los dos hombres comprendieron al instante que únicamente pretendía ser amable con ellos y darles libertad para que se movieran a su gusto.

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21/09/2017, 21:36
Lord Aidan Huxtable

El militar volvió a tomar la palabra y habló por ambos.

– Es usted muy amable, señor Graham. Dé por hecho que haremos llegar sus saludos a la princesa Akshara. –  devolvió el saludo cortes a la señora Graham y continuó –. Le agradecemos su ofrecimiento y, si nos disculpa, nos gustaría mezclarnos con el resto de invitados. – concluyó con su tan directa como desapasionada y particular forma de expresarse.

Le hizo un gesto a Francis para que le siguiera y, cuando se hubieron alejado unos metros, le dijo en voz baja –. Ya conoces nuestras instrucciones. Debemos de abrir bien los ojos y estar atentos a posibles nuevas incorporaciones para nuestra logia, pero sin llamar la atención de miradas indiscretas. Propongo que nos separemos –. Y, sin esperar más, se alejó.

Francis se quedo solo y volvió a pasar la mirada entre los invitados para decidir a quien abordar. No había habido muchos cambios entre los grupos que había formados cuando llegaron a la mansión. Únicamente el joven del bigote puntiagudo se había acercado a la pareja pelirroja y estaba hablando con ellos, compartiendo un cigarro con el otro hombre. 

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22/09/2017, 11:35
Francis Douglas
Sólo para el director

Pensó que su superior quería que mostrase iniciativa, pero al ver como las comisuras de sus labios se inclinaros ligeramente, supo que se había equivocado. Decidido a conservar una pizca de su posible buena primera impresión, observo en silencio durante el resto de la conversación. El señor Graham parecía satisfecho con nuestra llegada y labor.

Sin mas, el señor Graham nos permitió disfrutar de la fiesta, aunque Francis poco iba a disfrutar. A los pocos segundos de alejarnos de nuestro anfitrión el capitán Huxtuble le dio instrucciones.

El joven investigador después de recibir unas escuetas instrucciones se quedo solo. Sin saber que hacer empezó a caminar sin rumbo alguno, observando a su alrededor mientras daba pequeños sorbos de una copa de vino que cogió en cuanto pudo.

Sus ojos se posaron en un par de personas en particular, una pareja de pelirrojos.