Partida Rol por web

Eilish comenzó a andar hacia el grupo de tres personas cuando, mientras escuchaba a su hermano, que era peor que una vieja irlandesa, le sintió callar fortuitamente. Descubriendo, casi al momento, que no tenía nada de fortuito, sino que habían sido interceptados por un completo desconocido.

Al escucharles intentó por todos los medios mantener la compostura y no echarse a reír ante ambos, resultándole casi imposible, pues no sabía cual de los dos era más infantil.

- Descarado - fue la respuesta directa ante la gracieta de ese tal Alexander, e iba acompañada por un gesto de censura.

- Hermano, intenta no ser demasiado cruel - dijo mirando directamente a Seamus e ignorando al otro hombre presente.

Y cambiando totalmente su gesto añadió esta vez a ambos - Si me disculpan... - realizando una pequeña y gentil reverencia, sin tener en momento alguno contacto visual con Alexander.  Tras esto se alejó caminando hacia donde realmente quería ir, a saludar a su estimado amigo.

El nuevo grupo de tres personas que se había formado alrededor de los dos pelirrojos no tardo en dividirse de nuevo. Sea por el motivo que fuera la mujer decidió separarse de los dos hombres y, sin dedicar más atención al recién llegado de los bigotes puntiagudos, se acercó a la pérgola con una sonrisa en la boca.

– ¡Vaya sorpresa! No esperaba encontrarle aquí. – comenzó a hablar mientras subía los escasos peldaños de la petrea construcción.

Oh, Margaret. - repitió Anthony dando un par de suaves palmaditas sobre la mano que Lady Lang había apoyado en su brazo mientras le respondía.

En el momento que la mujer empezó a hablar de las virtudes del amor, la familia y la maternidad, el cerebro de Anthony desconectó completamente, siendo capaz de asentir cada cierto rato para aparentar estar prestando atención pero a la vez poder entretenerse en otras actividades mentales, bien fuese tratar de coger retazos de otras conversaciones o bien repasar viajes pendientes o libros leídos; era una suerte de mecanismo de defensa desarrollado para no perder la cordura en interminabes veladas sociales en las que viejas damas avinagradas le preguntaban cuándo pensaban sentar la cabeza o trataban de hacer de casamenteras con intenciones de atrapar una parte de la fortuna Sutton.

En esta ocasión, trató mentalmente de situar a la dama de cabello bermellón que le había devuelto erróneamente el saludo - aunque Anthony nunca tildaría de error que una dama le saludara- hasta que fue capaz de situarla en alguna charla de Oxford.

– … beber algo?

Ciertas palabras siempre le devolvían al presente y Sutton iba a solicitar una copa, cuando aquella mujer se acercó a ellos.

Oh, querida. - saludo el noble a la dama recién llegada con una sonrisa en la cara. - No me perdería estos festejos por nada en el mundo.

En ese momento se giró, buscando al mayordomo de los Lang para, con un gesto, indicarle que le trajera varias bebidas para los allí reunidos.

Lo que no sabía es que mantenía relación tan cercana con Juliette como para invitarle a las nupcias de su querida hija. Porque no creo que haya sido Margaret, ¿no? - miró a Lady Lang para que supiera a quién se refería, al haber usado el nombre de pila.

El gesto de Anthony no paso desapercibido al servicio de la familia Lang y un camarero con una bandeja en la que había copas llenas del mejor vino espumoso traído de los países del sur de Europa y auténtico Champagne, capaz de alegrar el paladar más fino, se acercó al grupo para satisfacer el deseo del noble.

Sir Sutton, haciendo muestra de su carácter abierto y liberal, casi no dio tiempo a la recién llegada a terminar de subir los peldaños de la pérgola para abordarla con las presentaciones. Lady Lang se limitó a observar a la mujer con gesto interrogante, tratando de situarla entre los invitados.

Eilish alcanzó la plataforma donde se encontraban los dos anfitriones, el apuesto hombre maduro de alegre aunque elegante vestir, y el camarero quien, viéndola acercarse, decidió esperar para ofrecerla una bebida. La doctora seguía luciendo la amable sonrisa que dedicaba a su conocido.

Mientras los dos hombres competían por demostrar quien de los dos era el gallo mas macho del corral, Eilish perdió las ganas de seguir siendo espectadora de aquel teatro y, despidiéndose de manera abrupta, se alejó dejando a Alexander y a Seamus solos con sus vasos de whisky y su sarcasmo.

Pero no les dejaron estar demasiado tiempo solos. El hombre de rostro pálido, que había venido acompañado con un casaca roja, había puesto rumbo hacía ellos después de hacerse con una copa de vino de camino y se unió al pequeño grupo.

Mientras tanto había algo de movimiento entre el resto de los invitados. La pareja de jóvenes, de los cuales uno debía de ser el novio por el esmoquin que vestía, se separaba sin despedirse y la pareja  que acompañaba al sacerdote abandonaba a éste dándole unas palmadas en el hombro y yendo a buscar al novio, llamando su atención con aspavientos y gestos amistosos.

Seamus había echado el ojo a la pareja de jóvenes desde un primer momento y tampoco pasó por alto la forma tan fría en la que se habían separado. Por otro lado estaba igualmente atento a lo que hacía su hermana y al grupo de personas a las que ésta se acercaba. Pero, aunque sentía que, como su hermano que era, debía de cuidarla y evitar que algún hombre pudiera aprovecharse de su inocencia, también sabía que Eilish no iba a permitirle que se convirtiera en su sombra y no la dejará respirar. Y si había alguien capaz de ganarse el respeto del indomable irlandés, esa era una irlandesa igual de indomable. Así que decidió dejar a su hermana cierta libertad. Al menos de momento.

Volvió parte de su atención al joven que había quedado ahora solo, para ver que se encontraba alejándose del grupo de invitados. Giraba nervioso la cabeza de vez en cuando para mirar a su alrededor, como quien trata de asegurarse que nadie le está observando. Esto llamó la atención y la curiosidad de Seamus, quien atendía a sus acompañantes y al mismo tiempo trataba de no perderse los movimientos de aquel muchacho sin alertarle. El joven dio entonces la vuelta a la esquina de la mansión, desapareciendo de su vista.

Seamus miró divertido cómo Alexander se pasaba por el forro las convenciones sociales cogiendo un cuchillo y alardeando en una boda de alto copete. Eso le gustó, aunque era evidente que su atención estaba orientada hacia el grupo donde la guapa pelirroja se había marchado.

En cuanto vio que el joven de aspecto enfermizo se aproximaba se dio un golpecito en el bombín y le guiñó un ojo a su contertulio.

- Voy a... buscar un rincón apartado para... Demasiado licor - añadió, palpando su entrepierna disimuladamente -  No se preocupe, señor Alexander del Circo Astley. Le dejo en compañía y así no se aburre. Enseguida vuelvo. O no, nunca se sabe.

Antes de despedirse del todo, repitió el gesto del sombrero con el muchacho que se aproximaba y se alejó en dirección a la Mansión.

Eilish se acercó al grupo con una sonrisa sin retirar la mirada de los ojos de su antiguo profesor.

- Querido Lord Lang, ¡qué alegría verle! Siempre resulta un placer poder hablar con usted - dijo realizando una gentil reverencia. Al hacer esto se percató de las miradas de los allí presentes. Incluso uno de ellos se había dirigido a ella.

- Disculpen, me temo que no nos conocemos. Soy la Dra. McBride. El señor Lang y yo nos conocemos de la Universidad. Oh, si - continuó dirigiéndose al hombre que le había hablado e intentando recordar su nombre. Ella siempre recordaba los nombres - Sir... - dijo esperando el tiempo suficiente para que el respondiese. Ya que recordaba haberle visto en diversas ocasiones por la universidad, pero nunca haber sido presentados. - Encantada de conocerle al fin. Allison y yo somos amigas desde hace tiempo. Nos conocimos en un hospital de Londres y en seguida nos hicimos muy buenas amigas. - tras la aclaración le dedicó una pequeña sonrisa y decidió que ya  era hora de saciar su sed, por lo que aprovechó el acercamiento del camarero para coger grácilmente una de las copas de la bandeja. 

Alexander vió como el "duque" y la "reina" se alejaban, por lo que decidió que era buen momento para dejar el cuchillo en su sitio y acercarse a saludar a Allison, pero sus planes se vieron truncados cuando el joven del pálido rostro se acercó.

Sutton, que había estado ensimismado en sus pensamiento, había dado por hecho que el saludo de alguien acercándose debía dirigirse hacia él, tal y como acostumbraban a hacer.

No obstante, si su equivocación suponía algún tipo de bochorno en él, no dio muestras de ello, todo sonrisas y aspavientos.

Anthony, querida, Anthony. - respondió a la doctora mientras tomaba una copa de Champagne y daba un sorbo mirando a la pelirroja distraidamente.

Oh, así que una enfermera, Margaret. - dijo sonriendo a Lady Lang tras la explicación de la recién llegada. - Siempre es algo tranquilizador en caso de alguna indisposición durante el convite.

Francis quiso devolverle el saludo a aquel hombre pelirojo, pero este se marcho antes de poder hacerlo. Al acercarse a la mesa el desconocido dejo el cuchillo sobre le mesa. Sus movimientos eran precisos de una agilidad inigualable.

Se apoyo contra le mesa, miro a la sala y toma otro gran trago antes de mirar al desconocido.

—Una maravillosa fiesta ¿verdad?—El señor Douglas no tenia ni idea que decir y ese era un buen punto de partida, un comentario sin importancia. 

Medio aburrido, medio curioso, Seamus decidió seguir a aquel joven y conocer las razones de su extraño comportamiento. Si su intención era pasar desapercibido, no lo había logrado precisamente y el irlandés estaba convencido de que algo se traía entre manos.

Despidiéndose a su manera particular de Alexander y dejando al otro hombre con la boca abierta por marcharse sin hacerle ni el mínimo de caso que el protocolo o la consideración estipulan, Seamus marchó en dirección a la mansión y, una vez llegado a la esquina de esta por donde había desaparecido el muchacho al que seguía, se asomo discretamente.

Lo que pudo ver le sorprendió, aunque no estaba seguro de entender del todo lo que significaba. Creyéndose seguro, aquel chico sacó de su chaqueta un objeto pequeño, que el irlandés no pudo identificar por la distancia. Pronunció en voz baja unas palabras que Seamus no llego a comprender, aunque le pareció reconocer una especie de ritmo en ellas, y después de esto tiro el objeto al suelo y le dio un golpe con el tacón de sus caros zapatos. El sonido que le llego a Seamus le hizo comprender que el objeto debía de estar hecho de cristal. Por último el muchacho escupió al suelo, teniendo que limpiarse con la manga de la chaqueta algunos restos que al parecer no llegaron a abandonar del todo su boca.

Todo esto pudo apreciar el irlandés desde su posición detrás de la esquina. El comportamiento del joven era cuando menos singular y no quedo allí. Soltó una risa nerviosa y avanzó unos metros para detenerse y volver a sacar del bolsillo oculto de su chaqueta otro objeto parecido. Volvía a repetir su ritual.

Francis se llevó una sorpresa cuando el hombre del pelo llameante no se digno a quedarse y saludarle como habría sido de esperar con alguien de buenas maneras. Con una excusa que parecía un tanto tomada por los pelos, desapareció sin más y le dejo solo con el hombre de los bigotes de punta. Visto de cerca el hombre era de una estatura considerable y parecía tener la condición de un atleta.

Cuando estuvo a la altura de este y dejo caer un comentario tan bueno como otro cualquiera para romper el hielo e iniciar la conversar con el grandullón un camarero se acercó a ellos y dedicó una curiosa mirada, mezcla de protesta y culpabilidad a Alexander, mientras retiraba el cuchillo que posiblemente había dejado olvidado él por descuido. Al alejarse el camarero con su botín, Alejandro pidió disculpas sin que estuviera claro del todo si eran sinceras o no estaría más bien burlándose del personal de servicio.

Los dos hombres volvían a estar solos y disfrutaban de intimidad para hablar de lo que quisieran.

Sir Anthony, nada acostumbrado a que le rechacen o le ignoren, reaccionó a la falta de reconocimiento por parte de la doctora McBride buscando algo parecido a la mofa. Pero la respuesta de Eilish, quien sin duda no iba a dejar el agravio ahí, tendría que esperar, pues el anfitrión se interpuso.

– ¿¡Doctora McBride!? Usted en nuestra pequeña fiesta. ¿Y dice que conoce a mi futura nuera, Allison? El mundo es un pañuelo. – En la cara de Lord Lang se dibujó una sonrisa que hace poco había desaparecido y parecía no iba a ser fácil de recuperar. Por otro lado la alegría y, por que no decirlo, la sensualidad con las que Lady Lang había llevado la conversación hasta ahora y que se habían reflejado en su rostro, habían dado paso a una mirada fría y dura, apretando tanto los labios que apenas eran una línea fina en la faz de la rica mujer.

Lord Lang, ignorando o no habiéndose dado cuenta de las reacciones que su camaradería hacia la recién llegada empezaban a despertar en su mujer, continuó –. Y veo que también conoce a Sir Sutton, ¿no? Puede que las fronteras de nuestro querido imperio se extiendan por los cinco continentes, pero el mundo definitivamente es un pañuelo.

Si el intento del Lord por tratar de calmar un poco los ánimos daría resultados y los dos invitados olvidarían el accidentado comienzo, o más bien el Sir y la Doctora únicamente acababan de entrar en calor y no pensaban para nada dejarse estropear la pelea dialéctica, estaba aún por ver.

¿Doctora? - dijo un sorprendido Anthony mientras hacía una pomposa reverencia hacia McBride. - Le ruego enormemente que disculpe mi ignorancia, querida.

Margaret, - dijo inclinándose hacia levemente hacia Lady Lang y usando un tono bastante más personal de lo que la etiqueta dictaría. - vais a conseguir que me sorprenda en esta fiesta más de lo que pensaba.

Lanzó un guiño a la anfitriona y volvió su mirada de nuevo hacia la Doctora McBride, mirándola de arriba a abajo sin ningún pudor mientras daba otro sorbo a su copa.

Disculpadme de nuevo, querida. - repitió. - ¿Y qué universidad tuvo el honor de contar en sus filas a tan bella señorita?

La actuación inicial de Sir Anthony no causó ningún cambio de semblante en Eilish. Pero a su cabeza si le dio tiempo a pensar en cuanta estupidez e incultura había todavía y se animó al pensar que ella estaba ayudando a cambiar eso. Claro que le sorprendió que algo así saliese de un hombre que parecía ser culto... O quizá no debiera sorprenderse tanto...

Y sus pensamientos no pudieron ir más allá, ya que rápidamente fueron interrumidos por la voz y la presencia de Lord Lang. Al escuchar que era el padre del futuro marido de Allison se sintió con renovadas fuerzas - ¡Por supuesto! Una excepcional enfermera y mejor amiga. Su hijo no podría haber encontrado mejor esposa.

Seguidamente las palabras de Lord Lang la hicieron girarse nuevamente hacía el Burro Culto, que era como había bautizado a Sir Anthony en sus pensamientos, y una pequeña risa comenzó a hacerse eco en su interior. Inmediatamente sonrió y miró al suelo para controlar su amago de carcajada, cosa que se pudo interpretar como decoro y respeto. 

Al oír a Sir Anthony ésta volvió a mirarle fijamente a los ojos e hizo una inclinación de cabeza  - No se preocupe Sir Anthony, una, aunque suene triste, ya se acostumbra a ciertos gestos y palabras malintencionadas. - Con tan solo observar como se dirigía a la tal Margaret, y sus palabras, se dio cuenta de quién era esa mujer. - Mi alma mater es la Universidad de Cambridge. Me licencié en su Escuela de Medicina Clínica. - dijo intentando controlar el enrojecimiento de sus mejillas.

 Tras dejar claro sus orígenes educativos, cosa que dijo con orgullo, se dirigió a la otra mujer presente - Por lo que veo usted es Lady Lang, ya que aquí nadie tiene el decoro de presentarla - dijo mirando a ambos hombres y haciendo una posterior reverencia ante la anfitriona - Encantada de conocerla. Queda patente, que como dicen, tras cada gran hombre se encuentra una gran mujer.

- Demasiado estirada para mi gusto, pero si, el alcohol es excelente - contestó observando detenidamente a su contertulio - lo esperable de una boda

Y haciendo una parada para tomar un trago de la copa y comenzó con las presentaciones propiamente dichas 

- ¿Y su nombre es? -

El saludo a la novia debería esperar

- ¿Pero qué cojones haces, chaval? - pensó el irlandés mientras miraba al muchacho. Con la ceja arqueada y observando desde detrás de la esquina, era evidente que no estaba bien de la cabeza. Su lógica le llevaba a pensar que estaba descorazonado por el cercano matrimonio de su amante y estaba intentando conciliar la pena. Pero ¿qué estaba rompiendo, por qué se estaba riendo de esa manera? ¿Estaría rogando a Dios que rompiera la celebración? ¿Al Demonio? A ojos de Seamus era evidente que había bebido más de la cuenta, y aunque un buen espectáculo animaría ese aburrimiento de boda, seguro que a su hermana no le sentaba bien. Llevaba unos días bastante normal, sin hablar con nadie, y para el irlandés eso era bueno. 

No podía permitir que sus ánimos se alterasen por culpa de un soplanucas con el corazón roto.

Miró por encima de su hombro, se aseguró que ningún invitado ni camarero estaba cerca, y se acercó hacia el pimpollo con su mejor cara de confabulación

- Eh amadan*, ¿qué haces aquí solito? - sonrió, mostrando una hilera de dientes amarillos. De reojo, intentó ver qué llevaba en la mano, dispuesto a saltar sobre él si era necesario - Te vas a perder la ceremonia.