Por mucha mirada que le devuelvas, aquel chico te la sigue manteniendo igual. Notas, en ese momento más que nunca, que no es humano. No al menos por fuera. Impregnado estaba de aquel aura enrarecida que habías notado desde el primer momento con Harvey y con Joe. Como unas vibras, buenas o malas, dependiendo del caso. En cualquier caso, alguna especie de energía casi tangible.
- Tiene curiosidad por saber quien eres - y seguramente no se refería a quien eres como mortal. Harvey ya te había nombrado por otro nombre, igual que tú sabias que él no solo era Harvey el astrofísico. - Y recelo, no se fiará del todo.
El agente púber arruga el entecejo cuando escurres el bulto a la petición. Mas aún cuando después le ignoras para continuar tu conversación indiscreta con tu compañero. Conversación que, por otra parte, le hace mirarte como un poco ojiplático por lo que sueltas por esa boca, tanto de tí como de Harvey.
- Se refiere a que vaya yo - te dice Harvey, como de buen humor - Por el camino hablamos de las ardillas y te doy todos los detalles. - te promete él, antes de mirar al agente y pedirle la dirección de la tal Oprah Lewis. Su hablar en plural hace que Parrish le mire con duda, quizá sobre si es buena idea o no llevarte. El astrofísico simplemente asiente mirándole, como si eso zanjara cualquier brote de dudas.
El chico, o lo que sea, os la da con discreción. Parece que la mujer vivía en Pasadena, en un complejo de apartamentos de clase media. Lo que pretende Parrish, básicamente, es que os coléis antes de que vaya la policía o los bomberos a salsear todo. O antes de que se inmiscuya en el asunto cualquier otro caído.
- Me uniré a vosotros en cuanto acabe aqui - os dice, antes de marcharse.
Le miro por lo de la curiosidad. La gente no solía ser curiosa conmigo, admitían lo que había pronto, aunque en realidad pocos se acercaban. Quizás los hombres en el trabajo buscando un polvo fácil, a veces lo conseguían, para qué engañarnos. Echar un polvo de vez en cuando da alegría.
-Yo tampoco de él- me encojo de hombros y miro la cara de situación del agente púber. No parece gustarle que Harvey no haga lo que ha sugerido. Pero es que tampoco lo ha pedido como debe. La gente supone cosas y pasa lo que pasa.
-Y si quiere que vayas tú ¿por qué no lo dice? Es una pregunta simple, yo no te diría que es buena idea que alguien me diera un masaje en los pies, te lo pediría- le explico y sigo mirando al agente, porque en realidad a quien se lo explico es a él.
Asiento un par de veces cuando dice que me contará todo lo referente a las ardillas, por el momento para mí eso era más que suficiente.
-No escatimes en detalles- digo conforme y despido con la mano al señor agente. –Qué raro es… ¿Son todos así? ¿Sois? Somos… Eso, ¿somos todos así de raritos? Yo quiero conocer al que dices que es nuestro amigo pero ya no. ¿Él es rarito?
Tu critica hacia sus formas no ayuda a que te deje de mirar, aunque no le da tiempo a abrir la boca para replicar sobre eso. Harvey te coge de la mano y tira de ti en dirección del apartamento donde vivía aquella mujer.
Mientras camináis, el sol termina de salir por el horizonte, lanzando rayos que te molestan dado tu nivel de cansancio. Que, por otra parte, ya empieza a hacer mella en ti. Hacía 24h que no dormías. Algo que, sumado al ajetreo de después de tu turno, hacía que la sensación fuera mayor.
Harvey te mira preocupado, ya no solo por tus ojeras, sino por tus inquietudes.
- Él está lejos - contesta, inquieto por lo que dices - No es buena idea... Y bueno, raritos somos todos. Todos estamos locos, de alguna forma u otra... Ninguno de nosotros se libra.
Noto que los ojos me pesan, pero de momento tengo interés en lo que me dice Harvey. Luego me dará sueño y me pondré insoportable seguramente. Como un niño de cuatro años que no se echó su siesta.
-¿Cómo de lejos? ¿Por qué no?- digo sin entender. Para una cosa que recordaba parecían todo complicaciones para saber más de ello. –Que bien si todos son raritos, así no soy la única. Aunque tú pareces muy normal, Harvey… Incluso con el sexo furry de ardillas.
- Porque no, no sé cómo de lejos, pero eso da igual. El problema es que no es seguro para ti. Cuando te recuperes, si te recuperas, podrás decidir y hacer como quieras. Pero yo no te puedo llevar, es peligroso – te dice mientras camináis, hasta que llegáis a una avenida más grande donde la afluencia de tráfico y taxis es más marcada. Dadas las horas, la mayor parte de aquellas almas sería gente que si dirigía al trabajo o se recogía de una noche loca.
Harvey para un taxi, que se detiene junto a la acera para que podáis montar y él te abre la puerta.
- Uy normal...- se tiene que reír - Si Harvey fuera normal yo no estaría aquí - dice, refiriéndose por primera vez a él en tercera persona. - Todos estamos donde estamos, porque la persona era de todo menos normal. - prosigue, quizá refiriendose a lo que ya te comentó de los recipientes.
Si montas, él lo hace después y cierra la puerta, dando una dirección al taxista.
- Tienes cara de estar hecha mierda ¿seguro que no quieres dormir?
Asiento a lo que dice de cuando sea yo, aunque no sé bien del todo como serlo. Me siento frustrada por tanto secretismo y no poder ver las cosas como se supone que son realmente. Subo al taxi con él, aunque le miro raro cuando dice que él es "especial". Pero "especial" así, con comillas. Especial mal. Como cuando quieres decir que alguien es retrasado pero no puedes decirlo así, porque está feo. O cuando quieren decir que estoy loca, pero también está feo. "Alex es especial". Sí, claro.
-¿Y en qué eres especial?- digo extrañada y apoyo la cabeza en su hombro. Cuando nombra el dormir tengo que bostezar. -Un poco quizás, puedo dar aquí una cabezadita- cierro los ojos.
El taxi se mezcla con el tráfico matutino, aun no muy concurrido, avanzando rápido sobre el asfalto en consecuencia. El asiento confortable y el hombro de Harvey hacen efecto somnífero, aunque no necesitas tampoco muchas palmas para bailar en esta fiesta. No has dormido en 24h y la vorágine de vivencias y emociones en las últimas horas han sido, cuanto menos, agotadoras para ti.
Escuchas la voz de tu acompañante de forma amortiguada, atravesando el velo de cansancio y sueño. Como un eco que se escucha próximo.
- Bueno, soy especial en la forma que tú eres especial. Ya sabes a que me refiero... - te dice él, en un monólogo que no llegas a escuchar del todo debido a que te acabas durmiendo como una piedra. Mientras sientes como como tu cuerpo cada vez es mas pesado, y flotas, y flotas... y flotas un poco más:
Y sueñas. No es como la pesadilla recurrente que te persigue por las noches desde hace meses, pero son fotogramas que te asaltan a memoria. Pequeños flashes que traen consigo todo un puto popurri de sensaciones. Alegria, orgullo, pasando por la tristeza y la pena, la rabia, el más profundo de los dolores, la nostalgia, la agonía... Imágenes a las que tu mente pone nombre, sin llegar a saber decirte nada más: Las Puertas de los Vientos y tú como centinela, la revelación, la guerra y el Escuadrón Rubí, la destrucción y el asesinato, la demencia del odio, la Serpiente y el amor, pero también el dolor, el sentimiento de pérdida, y el miedo al ser arrojados al Pozo, la más absoluta Nada. Y la Locura, sobre todo la locura y el Tormento.
"Libia, Libia..." una voz te llama, arrastrándote de nuevo a la realidad.
Y te despiertas, gracias a que alguien te mueve con cuidado.
- Alex... - Harvey, que te mira - Ya hemos llegado.