Partida Rol por web

Una litera, con las cortinas cerradas alcanzó vuestra posición. A través de una cortina de seda y gasa se distinguía a un hombre de porte delicado y regio que se mantenía ajeno a vuestra presencia. Ocho criados transportaban la litera con gran esfuerzo, ante vosotros se alzaba un sendero de escalones rodeado de mástiles rojos con amuletos de protección que marcaban el sendero al templo. 

Ah, Daigo-hime. Dijo la voz con un tono distante y neutro. La joven novia e infortunada hija, mucho se ha hablado en la corte imperial de vuestra desgracia.

Tras un segundo escaso, la voz volvió a hablar:

Y Sakura-dono, hija de un gran señor. Dijo con un ligero matiz ¿divertido? Como descendiente de los kami, es un honor para mí acompañaros a tomar posesión del Templo, espero que vuestro sacerdocio sea prodigo para las gentes de Omori.

Saneda se presentó junto a Diago-hime y Sakura-dono, siendo la única constante su katana descansando al costado de su cadera. Bueno, su ropa seguía siendo igual, quizás su actitud relajada contrastaría con esas sutiles miradas hacia los alrededores. No creía que algo malo pasara, era una simple costumbre.

-Digo-hime, Sakura-dono- se inclinó ante ambas, con respeto-. Las escoltaré este día- ya lo sabían, incluso cuando no sería el único guerrero rondando, pero era una declaración de intenciones, como un juramento o promesa. Date-sama le permitió cuidar de su joven esposa y la flamante sacerdotisa, un honor y responsabilidad que no pensaba arruinar por un descuido.

Nakatomi no tardó en llegar, diciendo siempre más de lo que sus palabras dejaban entrever.  Saneda fingió no notar ningún cambio en la entonación o dobles sentidos, pero estaba seguro que ese sujeto no dejaba ninguna palabra librada al azar. El ronin no dejó su labor de guardián, pero mantuvo una oreja en la conversación…

El hecho de que el representante del Emperador hiciese el comentario que hizo en relación a la miko hizo que ésta palideciera bajo su ligero maquillaje ya bastante pálido. Pero en respuesta, junto a una profunda reverencia de respeto y agradecimiento, sumó sus palabras en tono suave:

-Es mucho más que un gran Honor para mi humilde persona que alguien de vuestra procedencia presencie el día más importante  hasta el momento para mi, mi Señor. Disculpad mi torpeza y mi inexperiencia, haré lo posible para no decepcionaros, ni tampoco a las buenas gentes de este lugar. 

Lo cierto es que la presencia del noble era una incógnita, grata, pero incógnita al fin y al cabo. La boda de la princesa Daigo con el señor de la casa debía haber representado un hecho importante en la Corte.

Daigo se había preparado para la importante visita ya que no sólo debía mostrar el respeto a alguien de la posición como el emisario imperial sino que tenía que saber ser una buena anfitriona en su nuevo hogar.

Ese día llevaba un kimono de vivos colores con detalles florales y un tocado que recogía parte de su cabello, haciendo juego y dejando la tez blanca de su cuello al descubierto. Sus criadas se habían encargado de que su maquillaje sutil con unos puntos de color alumbrara su rostro, además de potenciar la rojez de sus mejillas por los rayos de sol.

A pesar de que mi corazón llora por la desgracia de mi familia, estoy segura de que hubieran querido que estuviera aquí, con Date. Gracias a él recuperé la sonrisa tras tantas lágrimas.- Una dulce e inocente sonrisa surcaron sus labios mientras se colocaba a su lado.- Me gustaría agradecerle personalmente vuestra invitación a acompañaros, es un verdadero honor ser escogida por alguien tan ilustre.- Mientras le hablaba le miraba directamente a los ojos, aunque cuando sus miradas se encontraron la retiró con cierta vergüenza.- Disculpad mi atrevimiento, no quería incomodaros con mis palabras.- Susurró a modo de disculpa mientras observaba a la miko.- Sakura-dono se ha ganado el cariño de todos aquellos que la rodean, y por lo poco que he podido hablar con ella comparto ese sentimiento. Dudo que hubiera alguien mejor para tomar posesión del Templo.- Asintió a la miko en un intento de calmar sus ánimos ante el gran momento.

El noble, tras la gasa de su litera, dejaba entrever que se reía con fingida complacencia.

Estoy seguro que el Clan Date será feliz de ver a tan entregada sacerdotisa al frente de un templo de tal importancia. Dijo el representante imperial respondiendo a la vez a Sakura y Konao. Oh, temo decepcionaros, Daigo-hime. Pues esta peregrinación es parte de un formalismo. Un descendiente de mi familia fue el fundador del Clan Date, a su vez emparentados con el legendario Clan Fujiwara, de quienes descienden la mayoría de clanes mayores. Esto es una responsabilidad familiar.

Miró a Saneda, pero ignoró su presencia. La marcha continuaba, el Santuario estaba cerca.

Ilústrenos, oh sacerdotisa guardiana del templo del Kami de las tormentas y la batalla, así como del mar... inquirió con impertinente exigencia.  

La miko sonrió, agradeciendo las palabras de la joven Princesa. Estaba realmente más relajada tras su ayuda, y ante la petición, casi orden, del embajador, se dispuso a hablar. Si algo le gustaba era narrar historias, se recreaba en las situaciones y disfrutaba haciendo sentir las emociones que los Grandes Libros transmitían.

Asintiendo, narró con voz modulada quién era Susanoo, como el noble había solicitado. Les contó como los Libros, el Kojiki y el Nihonshoki, describían su legendaria victoria sobre una monstruosa serpiente llamada Yamata-no-Orochi, en el país de Izumo, al que había sido desterrado tras enemistarse con Amaterasu. Ambos libros lo nombraban como antecesor del linaje imperial. 

-Finalmente regresó al cielo con una bella espada que encontró en el interior de la serpiente, y que regaló a su hermana Amaterasu logrando reconciliarse con ella, y con el resto de los dioses. Es el Kami de las batallas, de las tormentas y del mar, como bien decís. Y por ello, precisamente, puede ser suave y tranquilo como las olas en una playa en primavera, o terrible, irascible como un maremoto embravecido. 

Ladeó la cabeza, pensativa, imaginando los días que iban a llegar.

-Preparar el Templo para la boda requerirá alguna Ceremonia para congraciarnos con él, y estoy deseando conocer a las novicias. Aún no he tenido oportunidad.

Aunque sea un formalismo o una responsabilidad familiar, no deshecha el honor de estar a vuestro lado en este gran día.- Mantuvo la marcha a su lado, guardando silencio mientras Sakura explicaba un poco de la historia de Susanoo. Había escuchado sus relatos a trompicones, aunque su conocimiento no llegaba ni por asomo al nivel de la Miko. En realidad, sólo sabía lo sustancial de la enemistad entre hermanos.- Si queréis, podéis conocer a las novicias y ayudarlas a prepararlas mientras le hago compañía.- Insinuó tanto a Nakatomi como a Sakura con tal de no perder el tiempo ninguna de las partes. Sin embargo en algún momento de la conversación ladeó el rostro para encontrarse con la mirada perdida de Saneda, quien ni se acordaba que estaba ahí.- Permitidme presentarle a alguien.- Indicó al Samurái que se acercara con un gesto educado de cabeza.- Otoyo Saneda, junto a Ikage-san protegieron mi camino hacia estas tierras.- Dejó que el samurái terminara su presentación por si quería añadir algo más ahora que tenía el turno de palabra.

Se mantuvo a respetuosa distancia, después de todo era una conversación entre nobles, por mucho que le gustaría conocer más a ese enviado y a las propias damas, debía recordar donde estaba. Solo le llegó con claridad la disertación de la Miko, demostrando su conocimiento y pasión, algo que contagiaría a cualquiera que visitara el templo.  Se asemejaba con unas palabras de aliento antes de una batalla por parte de un general, realzando el espíritu de sus soldados. La flamante esposa, por su parte, intentaba ya ponerse en ese complicado papel, siendo la señora del castillo… Reflejaba carácter o al menos la intensión de inmiscuirse. Al girarse hacia él y presentarle, Saneda lo agradeció con una inclinación y modestas palabras.

-Tuve el honor de conocer a nuestro ilustre invitado, incluso intercambiar conocimientos- sus afilados ojos fueron hacia Nakatomi, estando seguro que ese hombre era sujeto sumamente astuto, sería bueno poder charlar más tiempo con él, pero solo podría si lo permitía-. Hacía mucho que no asistía a conversaciones sin tintes estratégicos.

Y eso era una sutil ironía, pues consideraba esas conversaciones más estratégicas que cualquier consejo de guerra, la única diferencia eran las sonrisas y verdades entre líneas.

Mientras Sakura contaba la historia de Susanoo, el templo apareció a la vista. Una ristra de novicias, casi una docena, esperaba en la explanada frente al mismo con incienso encendido y todos los instrumentos preparados para que la nueva sacerdotisa purificase el lugar y bendijese a los presentes, tomando posesión de su sede. El emisario atendió parcialmente a las palabras de Konao y respondió sin mucho interés.

Saneda-san es un hombre conocido y respetado por la corte del Regente de Cielo y Tierra. Haríais bien en cultivar su lealtad y servicio, dicen que muchos ministros le han ofrecido pasar a su servicio. Dijo con media sonrisa y un tono perspicaz. Pero cuentan que siempre dice que solo puede servir a los espíritus de sus ancestros y a la luz del cielo, algo muy noble para un hombre con un corazón propio de otra era.

Miró a Sakura

Ah, vuestro momento ha llegado, Sacerdotisa del Templo de Susanoo. Dijo con aire reverente. Como emisario del Tenno os doy mi bendición, que seáis digna guardiana y portavoz de la voluntad del Señor de la Tormenta, el mar y la batalla... un espíritu que ha de guardarnos en estos tiempos de inestabilidad. Acompañadme, Daigo-hime, hagamos ofrendas para que Susanoo esté complacido y nos guarde de su ira.

Por primera vez descendió de su litera y caminó hacía el templo con paso lento y calmado.

Rezaré para conservar su lealtad.- Respondió ante el consejo sobre Saneda mientras miraba directamente al samurái, dirigiéndose en este caso a él.- Espero que os mantengáis a mi lado como mi fiel espada.- Se quedó mirándole, como si esperara su respuesta en esos momentos ya fuera para saber el nivel de compromiso que tenía con la prometida o sus verdaderas intenciones.

Mientras tanto la caminata había seguido y ya llegaron al Templo de Susanoo, viendo la grandeza de la edificación frente a ellos. Se giró hacia el emisario cuando escuchó su nombre, asintiendo una vez más.

Será un honor.- Esperó a que el hombre bajara de la litera para colocarse a su lado y caminar juntos. Sin embargo su despiste hizo efecto y su sandalia tropezó con una losa, haciendo que la joven casi cayera al suelo. Por suerte sus reflejos hicieron que se agarrara en el brazo de Nakatomi, soltándole inmediatamente.- Disculpad mi torpeza.- Sonrojada, dejó que el hombre caminara por delante para no importunarle más.

La miko se sobresalta un poco ante el tropiezo de la princesa, y se presta a ayudarla. Aunque es evidente que con su propia limitación no es que pueda hacer mucho más que acercarse a comprobar que no ha sido nada. Y lo hace enseguida.

-¡Señora! Cuidado, ¿estás bien? 

Espera a que la mujer se excuse por haber tomado el brazo del Embajador, y luego se coloca a su lado cuando Konao se queda detrás del noble.

-Sé por mi propia y triste experiencia que hay que andar con mucho cuidado por los senderos empinados de piedras resbaladizas...

Su cojera es levísima, y la disimula con arte. Pero ahí está, a pesar de todo, y Sakura sonríe mientras su mano baja hasta su muslo y lo palmea, explicándose su andar siempre lento.

Al llegar a la altura de las novicias saludó y se dispuso a comprobar los preparativos, así como el estado del Templo. 

No esperaba esas palabras por parte del emisario, pues estaba dándole una gran ayuda para con esa familia, mostrando sus cualidades y enalteciéndolas. No le debía nada, apenas intercambiaron unas interesantes palabras durante la reunión y poco más. Saneda inclinó su cabeza, sin perder de vista sus ojos. Daigo-hime no tardó en aceptar su palabra, dirigiéndose nuevamente hacia su persona. No podía estar más complacido por el que le diera su visto bueno a su presencia, no solo hora, sino en un futuro.

-Puedo asegurarle que no habrá hombre más fiel y honorable a su lado- no importaba si era al mismo Date-sama o a su esposa, Saneda estaría dispuesto cumplir su deber y ganarse su lugar.

Como el ritual comenzaría, dejó espacio a los que en verdad serían los invitados de honor, siempre manteniéndose lo suficientemente cerca como para ayudar de ser necesario. El tropiezo de Daigo-hime, hizo que se moviera con rapidez, mas fue solo eso: un tropiezo. No le dio mayor importancia, dedicándose a su labor de guardián silencioso…

Nakatomi apartó con un gesto ligeramente despectivo el contacto de la joven y siguió andando con aire indiferente. Su cortesía era limitada, pero dejaba patente el hecho de que un Kuge descendiente de los kami y de la Casa del Crisantemo, no permitiría que una buke le rozase siquiera, aún fuera para evitar su muerte o el dolor, sería indigno para ellos. Este gesto parecía haber enfriado la cordialidad del entorno y el representante imperial parecía ahora frío, lejano y distante.

Rezaba apartado, atendido por dos novicias que le sujetaban incienso y le ofrecieron un cuenco en el que ofreció arroz que un criado le acercó. Cuando se levantó, su gesto era rígido y volvió hacía la litera ignorando la presencia de todos. Fue un criado el que se acercó a hablar con los presentes.

Mi señor, Nakatomi no Kokoro, emisario del Regente Celestial, padre de los clanes del Japón, Ministro de la Corte que rige tierra y cielo. Dijo de carrerilla, luego tomó aliento y más pausado continuó. Les informa de que iniciará su descenso al castillo para retirarse a descansar antes de la ceremonia del te y el enlace. 

Mientras hablaba se retiraba la litera lentamente.

A pesar de que se estaba esforzando sólo recibía indiferencia, algo que empezaba a molestarle a Fusae. Le había tratado con educación, había intentado acercarse a él con cierta precaución, incluso insinuarse con ese tropiezo fingido con tal de tener un poco de contacto físico y que así se fijara en ella, pero no había obtenido más que caras largas y palabras mecánicas.

Empezaba a pensar que ese hombre era de piedra, pero dudaba que alguien pudiera resistirse a la dulce Konao, ni siquiera un guardia entrenado si iba paso a paso conquistándole. Tal vez… mi género sea un problema.- No había caído en esa posibilidad al considerarlo imposible, pero era una opción que explicaba muchas cosas.

Optó simplemente por esperar, mantener su papel como prometida ideal y mantenerse a su lado sin más sugerencias inapropiadas… eso o buscar un escenario más íntimo en el que conversar.

Los posteriores minutos los pasó en silencio, una disculpa por su torpeza al notar la incómoda indiferencia que mostraba. Como bien había optado permaneció un par de pasos por detrás aunque siguiera su estela para asistir a la ceremonia, admirando lo que ocurría a su alrededor e insuflando a Sakura de energía con una sonrisa cuando sus miradas coincidían.

Rezó llegado el momento, sin ni siquiera percatarse de que el emisario se había separado para hacerlo en soledad al pensar que aquello era un momento privado, una sesión única de petición hacia sus dioses.

Cuando sus oraciones terminaron se giró hacia el criado, quienes les informaba de la marcha del emisario para descansar hasta la ceremonia del té. Agradeció la información y le dejó marchar para que siguiera a su señor antes de dirigirse a Sakura.

También estoy un poco cansada y hoy me espera un gran día, debería prepararme.- Se imaginaba que Saneda la acompañaría mínimo el camino de vuelta para vigilar su travesía, pero no el destino de la miko.- ¿Asistiréis a las novicias? Deben estar nerviosas y vuestra presencia seguro es un soplo de aire fresco.

Sakura se acercó más a la Princesa para hablar con ella privadamente, pues tenía algo confidencial que decirle.

-Así es, debo quedarme en el Templo para organizar la Ceremonia, y para ponerme al corriente del funcionamiento interno de este sacro lugar. Tomar las riendas de mi responsabilidad, algo que os aseguro que deseo desde el fondo de mi ser. - Sonrió, asintiendo. Pero inmediatamente añadió mirando a la Princesa directamente. - Sin embargo, Daigo-hime, soy consciente de que algo os preocupa. Disculpad que sea tan directa al ofrecerme, pero es la misión de la Miko, de la sacerdotisa, no sólo debe cuidar de los bienes materiales de su Templo, también de las almas que se acercan a él. 

Todo lo sucedido alrededor del noble, de su indiferencia, a pesar del intento de acercamiento de la joven novia, no había pasado desapercibido para Sakura. Y temía por ella, por Konao, tan frágil y sola entre gentes distantes.

-Señora, contad conmigo como una hermana si me permitís, no estáis aquí sola entre hombres y sirvientes, tenéis mi ayuda para lo que necesitéis. -Su tono era cercano, suave.-  Podéis confiar en mi, aunque mi consejo no sea el de un sabio, me temo, sin duda es el de una una voz amiga.

La Miko  se acercó a la Princesa para hablar con ella en privado. Su semblante era dulce, pero no ocultaba una cierta preocupación.

-Di mi palabra que cuidaría de su persona, así que pienso cumplirla- anunció con humildad, inclinando su cabeza ante Daigo-Hime. Luego se giró hacia la Miko, repitiendo su saludo, a modo de despedida-. Se puede apreciar el cambio en el aire, igual que cuando una tormenta ha pasado… hará un gran bien a la región- seguramente habría más personas asistiendo al ritual, pero Saneda no podría dejar sola a su protegida, por mucho que quisiera quedarse. A veces uno debía elegir prioridades y era claro por cual se inclinaría-. Cuando usted este lista. Daigo-Hime.

Alzando el mentón, se apartó un paso, despejando el camino para la joven noble. Avanzaría a su lado, solo para estar disponible en caso de algún problema. Ella sería el bien más preciado de Date-sama, así que debería dar su vida por ella.

Le sorprendió la franqueza con la que Sakura le preguntaba sobre ella y no sobre la boda o sobre su prometido, lo que había tenido que responder en más de una ocasión. Sonrió como agradecimiento real mientras asentía, queriendo buscar una amiga entre tanto siervo. Tal vez eso era lo que necesitaba.

Antes de nada me gustaría disculparme por cómo os traté ayer. Sé que no es excusa, pero no puedo evitar vivir con un poco de miedo tras lo sucedido y a veces me cuesta controlar mis emociones.- Claramente se refería a cómo la trató ayer cuando paseaban, pidiendo la soledad para caminar.- Han sido muchas cosas en poco tiempo y, a pesar de sentirme eternamente agradecida con Date, no puedo dejar de pensar que esos asesinos pueden volver.- Todos conocían la historia de la “desgraciada prometida”, la de una joven que por suerte se encontraba fuera del castillo cuando los asesinos de Hattori Hanzo decidían asaltar a su familia y acabar con todos. Era un duro trauma del que le costaría salir.- Una vez escuché a Ikage decir que las heridas tardan en cicatrizar y es lo que ahora mismo necesita mi alma, tiempo.- Por cómo había entristecido su rostro se notaba que era un tema que realmente la afectaba, pudiendo ver un leve deje de temor en sus pupilas.- Igualmente agradezco vuestra oferta y la acepto con cariño.- Cogió las manos de Sakura como agradecimiento, intentando mantener esa discreta sonrisa.- Y me gustaría que también os apoyarais en mi en caso de necesitarlo. No estamos solas en esto.