Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Amanece con Napalm - Escena Cuatro.

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04/09/2013, 11:16
Eugenius Novák

Eugenius no paraba de darle vueltas a la cabeza. Tantas cosas habían sucedido en los últimos días que su vida parecía un carrusel ambulante. Observó con detenimiento toda la zona, la gente, los tenderetes… el punto de encuentro. Y se preguntó, si yo fuera un estúpido alemán… ¿dónde me escondería para vigilar a un científico? Intentó ni pensar en la respuesta. Le daba igual.

Volvió su atención al ordenador, a internet y el mundo cibernético, donde se sentía mucho más a gusto que con los humanos. Anne le vino a la mente. 

Iba siendo hora de que hablara con ella. Debía enterarse de cómo estaba… darle alguna explicación y advertirla sobre Eichmann… sobretodo aquello: advertirla sobre Eichmann.

Sólo de pensar en Eichmann conversando en persona con Anne le hervía la sangre. Se preguntó por qué se sentiría así. ¿Acaso se sentía amenazado por el encanto natural de Eichmann? Era evidente que ni de lejos alcanzaba el intelecto de Eugenius, pero su carisma y magnetismo personal… en eso tenía que ser devastador con las mujeres. Sí, era muy posible que fueran celos… celos y odio. Eugenius jamás permitiría que Eichmann se quedara con su chica, ya fuera por las buenas o por las malas. Y lo que es peor… sabía que si se topaba con ambos en persona, el cabrón del nazi era capaz de convencer a Eugenius que lo mejor era que Anne se acostara con él… y además a Anne y al propio Eugenius les parecería bien y lo más lógico. Surrealista. Eugenius sacudió la cabeza asqueado ante tales pensamientos. Ya había pasado lo peor y tenía, por todos los medios posibles, que no coincidir en persona con Eichmann… nunca más. Lo tenía decidido. La cara de preocupación fue patente en su rostro.

Lo primero que hizo fue revisar su correo en busca de algún mensaje de Anne. Y Luego intentó contactar con ella por Skype o algún tipo de mensajería… Le daba igual que las comunicaciones estuvieran interceptadas… seguramente de una forma u otra podría hablar con ella, y si no se saltaría la seguridad correspondiente. Que salieran los alemanes de sus escondites y vinieran a preguntarle si les apetecía. En su mente todo el asunto del tipo que quería matarle y Rotterdam volvió a revolotear, pero Eugenius se controló y se dijo a sí mismo: Todo a su tiempo, y cada vez una cosa. Eran demasiados problemas en los que pensar, y para solucionarlos debía ir uno a uno. Era el método más sencillo.

Volvió a navegar en internet buscando información de fuera del país… hackeando si fuera necesario los servidores de las compañías aéreas de Suiza, intentando averiguar si Anne había tomado algún vuelo, si seguía en Suiza, o si había viajado a Ámsterdam… ¿o dónde demonios estaba su novia? Si es que todavía podía llamarse como tal.

- Tiradas (2)
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04/09/2013, 15:42
Gretchen

Gretchen bajó la cabeza cuando el otro macho alfa entró, una vez más bloqueada por tanta testosterona en el aire. Respiró hondo dos veces antes de obligarse a hablar.

- Es... propiedad de una sargento. Dana. Investiga las tormentas artificiales. Se lo robé. Hay un hombre. Heller. Tenemos que salvarle. Planean una encerrona. Coge electricidad, de Avalon. La retiene. La usa. Se regenera. La descarga. Dana quiere llevarle a un sitio. Esperarle. Apagar la ciudad. Heller les da problemas. Está a punto de dejarles a oscuras. Todo. La mansión del Gobernador.

Levanta los ojos hacia Arjen y hace tal esfuerzo por construir una frase inteligible que los nudillos se le quedan blancos.

- Encontramos a Heller -señala la PDA-. Ahí están las pistas. Encontramos a Heller... y él... nos ayuda... a ir a por tu hijo. ¿Me entiendes?

¿Me entiendes? Siempre esa pregunta, siempre sabedora de que no hay Dios sobre la tierra que entienda ese discurso construído a trozos, a trompicones preocupados.

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04/09/2013, 15:52
Arjen Wolfzahn

El hombre tomó asiento en una butaca con despreocupación. En aquella habitación había ocurrido algo... y que le torturaran hasta la muerte si Arjen sabía el qué o el porqué. Lo que sí quedaba claro es que, como siempre, no había nada claro.

-Ya veo... -y era mentira. O, al menos, no era exactamente verdad.

¿Un tipo que controlaba la electricidad y creaba tormentas para curarse a sí mismo? ¿Los nazis le querían porque les jodía o porque no les jodía? Maldita fuera aquella niña cuyo discurso era tan recto como el de un borracho.

-Vamos, que los nazis piensan que hay un tipo, un tal Heller que controla la corriente eléctrica, ¿no? Ya veo -repitió. Suspiró y se cruzó de brazos-. Supongo que ahí -señaló la PDA- estarán todos los datos... y supongo que sería mucho pedir una explicación más extensa -terminó. Suspiró de nuevo.

Cogió el aparato y le dio un par de vueltas en las manos. No llegó a encenderlo.

-Avalon tiene más problemas que una fuga de corriente -dijo con voz sombría-. Smith y sus jodidos chalados han debido infectar el ordenador central con algún tipo de virus informático que muta y controla la capacidad de computación. Los nazis andan tan jodidos que han pedido la ayuda de un físico extranjero: Novák -sonrió entonces-. Mañana por la mañana tendremos al cerebrín con nosotros. Nos ayudará con lo de la Torre y con lo de Avalon... que aunque tanto los nazis como yo buscamos lo mismo, yo no pienso detenerme en la limpieza del computador. Apagaremos ese fábrica de mutaciones.

Dejó la PDA de nuevo sobre la mesa.

-Y ahora me decís que hay otro que nos puede echar una mano... sólo que de éste no sabemos más que los nazis, por lo que parece -enarcó una ceja- y los nazis sólo saben cómo hacerle una encerrona para atraparle. Pues vosotros me diréis cómo le encontramos antes... porque meterse en una trampa nazi para rescatar al puto Thor no me parece una idea sensata...

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04/09/2013, 16:52
Ambroos Janssen

Puta mierda de existencia. Gretchen se transformaba y destransformaba en los peores momentos, el maldito nazi resultaba ser un judío y no hacía más que aparecer misterios e historias que solo ellos podían solucionar. Un día de estos amanecería y resultaría que se le había caido la polla a mitad de noche y ahora estaba devorada por los gatos.

- Se supone que los nazis están hartos porque el tal Heller chupa de la corriente y les deja sin electricidad básica para mantener una ciudad sitiada. Vigilancia, seguridad y armas.- Traducción Gretchen-Ambroos. Viendo la cara de ARjen hacía gracia, porque el proxeneta parecía el único con la cabeza lo bastante torcida como para entender las Ss en el discurso de la niña. Iba a tener que acostumbrarse. Por eso se esconde y ahí está el problema: encontrarle. Los nazis quieren tenderle una trampa y quedar a la ciudad sin suministro para que el hombre no pueda robar electricidad y, supuestamente, muera.

Ambroos frunció el ceño. Arjen tenía mucha razón. Gretchen podía estar emocionada por su descubrimiento pero, hasta que analizasen la PDA, era solo un hilo roto más de los que tenían en la mano. No había huella alguna de ese Heller: ni siquiera seguridad de que no fuese un elemento caótico sin dueño ni aliados. Para él podía ser tan despreciables como los mismo nazis.

Y, sin embargo, algo le decía que podás ser el cambio entre la victoria y la derrota, la vida y la muerte. Aunque siendo sinceros, no sabía para cual de los dos extremos inclinaría la balanza.

- Pero si alguien puede darnos la llave a la casa del Gobernador es este tipo. Una argumentación rastrera pero real. Dyrk estaba allí. Arjen quería a Dyrk. Ambroos quería llegar a ese lugar para grabar la película de más alto standing de su historia. Había incluso otros individuos interesados...y por algo tenía que ser. Ese lugar tiene un sistema de seguridad impenetrable y los supuestos robos electricos de ese tipo es lo único que puede tirarlos. Eso o una bomba de pulso electromagnético, pero me dirás tu a mí de donde sacamos una de esas. Comentó con un gesto con la mano y cara de molestia, como si de verdad lo hubiese considerado. Como si alguien de allí tuviese bolsillo o influencia para algo así.

- ¿Quien pollas era Smith? Tanto nombre está empezando a saturarme...-respondió a Arjen, llevándose los dedos a la sien. Nazis, ordenadores y electrónica. Tantas cosas odiosas empezaban a saturar al proxeneta...y esa no era nunca una opción segura. Entonces se supone que el puto Novak quiere ayudarnos, aunque es un lameculos de los nazis. No entiendo el motivo, pero seguro que me lo sabrás explicar. Me fio de tu criterio, Arjen. Eso o... Pasaron unos segundos de reacción en los que la cara de frustración del serbio se fue transformando poco a poco en un anhelo de disfrute. Vamos a hacer que quiera ayudarnos, vaya. Allí él que sonrió fue Ambroos.

- ¿De verdad podemos poner a Avalon de nuestra parte? O como demonios funcionasen los ordenadores, vaya. Ahora mismo Ambroos solo podía pensar en la película esa de Odisea en el Espacio...

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04/09/2013, 17:22
Arjen Wolfzahn

-Smith, Alan Smith, el mesías de Amanecer Verde -contestó Arjen con asco en la voz-. Opinan que para salvar al planeta hay que destruir la civilización, a ser posible en una enorme bola de fuego. El tipo es como nosotros, ya sabes -explicó-. Puede hacer que creas en lo que dice. El problema es que es un jodido chiflado. Por otra parte -continuó, más seguro-, no creo que se pueda controlar Avalon. ¿Recuerdas 2001? Me pienso encargar de que la central cante su "Daisy, daisy..." antes de chaparla.

Meditó sobre lo dicho acerca de Heller. Sí, Dyrk era lo importante. Dyrk y Kat y Meike. Quizá en la Torre descubriera dónde cojones estaba el resto de su familia. Demasiado tiempo dando por sentado su muerte para que en aquel momento le vinieran con "puedes" y "quizás". Ahora ya no estaba seguro sobre el destino de las chicas. Y no le gustaba no estar seguro.

-Primero Novák, luego veremos qué pasa con Heller -coincidió el ecoterrorista-. Con el cerebrín no necesitaré ayuda. No en principio, al menos -reconoció. Siempre había que dejar abierta una puerta trasera-. El tipo está chantajeado por los übercapullos, así que voy a refugiar a la familia en la ecocueva. Lo mejor sería hacerles abandonar la ciudad y hasta el país, pero... -dejó la frase en suspenso. Dejar Holanda era poco menos que imposible.

Demasiadas incógnitas se iban abriendo una detrás de otra. Era necesario -no, prioritario- empezar a cerrarlas. "O eso o acabaremos como los putos guionistas de Perdidos", pensó.

-No creo que necesite ayuda con el genio -repitió-, aunque si llega el momento te lo haré saber, Janssen.

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04/09/2013, 17:44
Gretchen

- Heller va a matar a Avalon -dijo Gretchen con aire ausente-. Por eso preocupa a Dana. Si no le detienen. En una semana. Tienen prisa. Por tanto, nosotros también.

Con los ojos fijos en los zapatos, la niña escuchó el discurso de los dos hombres. Novak, Heller.  Le sonaba abstruso, extraño, lejano. Se sentía pequeña y débil otra vez, una vez más... y eso enfureció a Alice. Había tenido unos cuantos minutos para volver al mundo real y después había sido empujada otra vez al País de las Maravillas. Maldita sea. Mantenida allí por la testosterona que estos dos soplapollas soltaban con cada aliento. Machos alfa. Ja. Ella tenía a Viktor, ¿qué sabían ellos de...

.... Gretchen respiró, y cuando levantó los ojos ya no era ella.

Alice clavó su mirada azul hielo en Arjen. Habló con un tono firme, casi despectivo.

- Por supuesto que la necesitarás.  Es un genio, y tú eres poco más que... bah. Te hará perder la paciencia con sus ínfulas de pagado de sí mismo, y le arrancarás la cabeza de una bofetada. No tienes delicadeza. Y le necesitamos vivo y dócil.

Cruzó las piernas, con seguridad, una übercabrona mirando a un judío y un proscrito.

-Ambroos es un genio que comprende la naturaleza humana mucho mejor que cualquiera de nosotros -le dedicó una sonrisa zorruna al serbio, evidentemente haciendo referencia a sus habilidades como torturador-.  Y Novak sigue siendo un imbécil con un CI descomunal, pagado de sí mismo y que probablemente se crea que puede manejar a las mentes inferiores. Iremos contigo, Arjen. Y no es una sugerencia. Gretchen es la más lista de vosotros dos. Necesitáis a alguien que piense con algo que no sea la polla.

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04/09/2013, 17:58
Ambroos Janssen

Tenía un ecoterrorista misántropo, un puto cerebrito pagado de si mismo y...oh joder. Y a Alice.

Se quedó mirando a la mujer, porque ya no era una niña, que les miraba con cara desafiante y enfado. Bebéis demasiado. Oléis a tabaco. Os creeís muy independientes pero no sabéis ni lavaros los calzoncillos. Os hace falta una mujer y no precisamente para que os friegue y os planche. Un discurso que siempre era nuevo y que, por una vez, Ambroos no se sentía capaz de negar.

- Lo cierto es que no me fio de ese cabrón de Novak. No era una novedad: Ambroos se fiaba de poca gente. Cada vez de menos.

Miró a Arjen y luego a...¿Alice?¿Era de verdad la futura Gretchen?¿Era una opción inevitable o solo el fantasma del peor futuro posible? Un futuro donde moría...y donde acababa perdido entre las bragas de una niña violadaantes que el jodido Viktor Einchmann. Un futuro extraño.

- Tengo una cita en la agenda así que me llevaré el móvil, pero por mucho que Gretchen nos sea útil no podrá hacer nada si la dejamos sola. Si la dejo era la frase correcta. Sin Ambroos ni Stille...aunque después de su movimiento con la PDA era dificil volver a asegurarlo sin algo de duda.

Pese a todo mantuvo la frase y la postura frente a la mirada azulada de Alice...y por unos segundos entendió porqué el futuro acababa como acababa.

Siempre le habían gustado las mujeres con caracter. Pero esas cosas siempre salen mal.

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04/09/2013, 18:34
Arjen Wolfzahn

-¡Pero qué cojones...! -musitó Arjen ante la repentina intervención de... ¿quién?

Era la chiquilla acojonada tanto como el ecoterrorista era un pastor presbiteriano. ¿Qué demonios estaba sucediendo? Y esas ínfulas...

Arjen reprimió un gruñido. No un gruñido humano, sino un gruñido que tenía más de "No quieres seguir por ahí, Caperucita" que de "Ven, ven, chiquilla". La Bestia asomaba de nuevo y costaba mucho dejarle las cadenas bien puestas. Apretando los nudillos algo más peludos de lo normal y la mandíbula ligeramente más ancha y larga que antes, Arjen intentaba refrenar sus instintos. No se podía razonar con La Bestia, sólo se la podía someter o liberar. Y en aquel instante no convenía dejarla suelta.

-Mira, ricura, no me toques los cojones porque... -no, no, no. "La necesitas, Arjen. Piensa en Dyrk. Piensa en tus chicos". Además, aquélla era la casa de Janssen, no la suya. El proxeneta podía tratar a sus cachorros como quisiera, y no era potestad del ecoterrorista el hacer algo al respecto-... porque todos buscamos lo mismo -terminó.

"Respira, Arjen, respira". El ecoterrorista inspiró con fuerza, sus uñas dejaron de clavarse en las palmas y los colmillos se retrajeron dentro de la boca. Vivir con La Bestia tenía sus ventajas y sus desventajas.

-Alice, ¿verdad? -preguntó sin en realidad necesitar respuesta. Era asombroso cómo se le iluminaba la mente después de uno de los episodios-. No me tomes por gilipollas y nos llevaremos más o menos bien, niña. Tal vez mi cerebro no sea el más afilado de esta ciudad... pero tengo muchos cuchillos.

La sugerencia del alter-ego de la chiquilla era buena, no obstante. Sí, Arjen no era imbécil, pero no podía controlarlo todo. paso a paso, sin detenerse y sin desfallecer. Un obstáculo detrás de otro y sin dejar a nadie detrás. Amigos o enemigos.

-Bien, pues vamos -declaró, levantándose, una vez Ambroos dijo que estaban listos. Había marcas de incisiones en la madera de los apoyabrazos. Concretamente diez incisiones, cinco por lado, y eran profundas-. Mañana en el mercado floral, delante de uno de los puestos y decir una contraseña. Fácil. Sólo espero que el "imbécil con un CI descomunal y pagado de sí mismo" no se acojone... -añadió en voz alta-. Aunque creo que el tener a la familia de Novák para ese entonces a salvo en la Sede nos hará ganar puntos con el cerebrín. Hablaré con mis chicos al respecto.

Arjen cogió la PDA y la guardó en el interior de su chupa de cuero. Hora de irse...

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04/09/2013, 19:11
Administrador

No había mensajes de Anne en su correo electrónico. Tampoco podía acceder fuera de los Países Bajos a sus contactos de Skype u otro tipo de mensajería. Daba error por restricciones locales en el servicio. La Torre de Comunicaciones, inhibiendo cual campo de fuerza las relaciones virtuales como escudo y barrera ante el espionaje o la difusión de información indebida. Entre otros fines, claro, pues de mucho servía cortas las relaciones a voluntad.

En aquel momento Anne no estaba conectada, pero a Novák no le costó demasiado terminar el trabajo del otro día. Consiguió que su medio de comunicación con Anne ya no fuese de ida, sino de vuelta. El problema era que eso cobraba vigor ahora, no antes, por lo que seguía sin tener respuesta. Conforme avanzaba el tiempo Novák hacía progresos, pero también se acechaba su cita. Sin embargo, tenía que seguir. Tenía que ver dónde estaba.

Hizo lo propio con la compañía de aviones que Anne solía coger. Buscó su nombre en las listas y salió. Un vuelo desde Ginebra hasta Ámsterdam con la pertinente licencia para viajar a un país ocupado y en guerra. Sin embargo, nunca llegó a embarcar. Se quedó en Ginebra, probablemente porque compró los billetes antes del mensaje de Novák y el vuelo salía después de este. Se asume que lo leyó y decidió refrenarse. Bueno, esa era una grata noticia.

Lo malo era que salía otro billete a su nombre, comprado aquella misma mañana. Salía el día siguiente por la mañana y llegaba al mediodía. Lo debía haber comprado después de hablar con Eichmann, seguro. Eso, pese a lo que Novák sentía desde hace poco por ese hombre, le enfadó. Miró el reloj y pegó un carpetazo a su ordenador. Lo guardó en la funda y con un resoplido molesto se fue a pedir que le acercasen a la calle. Eran metros, pero era eso o ponerse a nadar, y claramente, lo segundo no era opción. Una vez allí, aún mirando por los nazis, fue al puesto 17.

Hora de encontrarte con tu destino, Novák. Hora de encontrarte con el contacto de Silk Shade.

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04/09/2013, 21:16
Gretchen

- Tus cuchillos te sirvieron de bien poco en el lugar de donde vengo -Alice levantó la ceja, divertida-. Allí no eres más que un informe en el despacho de Viktor. Tú, y tu Dirk. ¿Piensas que deberías darme miedo? Cuando tú todavía estabas aprendiendo a mear en los árboles a mí me había follado un hombre de cuarenta años tantas veces que ni podía cerrar las piernas. Y a Diéter no le gustan flores y velas, precisamente -hablaba con indiferente mordacidad de su tortuosa infancia, como si no fuera el cuerpo de Gretchen el que ocupara, un cuerpo que aún tenía cicatrices y cortes-. No puedo tener miedo, para bien o para mal. Así que deja de fingir que vas a darme problemas, porque sabes también como yo que la vida de tu chico pasa por mí. 

Agotada, Alice se retiró como un Gato de Chesire escondido bajo la sonrisa errática que se vuelve translúcida, una übercabrona desapareciendo poco a poco tras los ojos acuosos y de mirada perdida de Gretchen. La niña se aovilló sobre sí misma y no dijo más.

 

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05/09/2013, 10:34
Administrador

Todos durmieron y todos terminaron de atar los últimos cabos sobre el plan. Estaba más que claro que había cosas que simplemente no se podían terminar de digerir. Vivíamos en guerra, en una donde las bombas nucleares y las centrales de energía suponían el mismo riesgo que una bala de punta hueca. Era de por si cosa de locos, y eso mataba la cordura de cualquiera. Había convertido a un miembro de Greenpeace en un terrorista, a un simple judío en un proxeneta violento y frío y a una niña inocente en una muñeca rota y bipolar cargada de energías que no podía controlar.

Aquella noche todos meditaron al respecto mientras dormían lo que tuviesen que dormir. El encargo de Ambroos para entregar un mensaje fue realizado con éxito. La PDA llegó a manos de una Olga que terminó por descansar, que falta le hacía y no poca. Gretchen volvió a ser la de siempre y no veía más que a la creación de su padre en el espejo. Y cuando amaneció, por suerte o por desgracia, todo seguía igual. Lo único que ya no había orugas en las calles.

Cada uno de su madre y de su padre fueron al barrio floral. A las 13:30 Ambroos había quedado con Stille en el puesto 16 para tomar una cerveza. Desde ahí el primero vigilaría el puesto 17 y el segundo a Gretchen mientras hablaba con su pseudo-compañero. Un compañero motivado por el asesinato y la venganza. Extraños compañeros de cama, pero útiles y a la orden del día en aquellos tiempos. Stille daba la espalda al puesto 17, y Ambroos la cara, ambos sentados en una mesita blanca pero con restos de óxido que les venía un tanto pequeño. Bebían directamente del vidrio mientras hablaban y no quitaban ojo. Sus ropas, discretas y visibles en público dentro de su línea. Su porte, estoico.

Gretchen fingía ser la hija de Arjen. Iba cogida de la mano de este cual adolescente mal crecida por el hambre al lado de un robusto obrero curtido en la vida pero pocos recursos económicos. Cuales eran exactamente sus ropas eran cosa suya, pero por supuesto, algo acorde a una tapadera del estilo y algo que pudiese enseñarse a la ciudad. Padre e hija, aunque no familia entre si de verdad, ambos dos fueron al puesto 17 y esperaron mientras miraban el escaparate.

A Novák se le reconocería en seguida. No perdían comba, sin embargo, de los alrededores. Nazis. No es que hubiese nadie vigilando el puesto 17, salvo Ambroos, claro estaba, pero nunca se sabía. Alguien tenía que estar siguiendo a Novák si los nazis eran tan listos como se creían. Y desde luego, no podían ser todos estúpidos. Era relativamente difícil, la verdad, pues el medio que les rodeaba no era precisamente silencioso ni vacío. La gente les ayudaba a confundirse, a no resaltar, a perderse, pero también hacía más difícil ver a nadie. Fácil no ser visto, difícil ver.

La verdad, se llamaba el Barrio de las Flores, aunque pocas flores quedaban allí. Al menos, fuera de los escaparates. Aunque con un correr de gente y tenderetes, aquello se revelaba como un eco de lo que fue. Un paso a nivel se levantaba sobre las aguas. Una lancha a motor con una esvástica corría por el canal. Un vecino fumaba desde su ventana mirando a una embarcación estancada en el canal. Un montón de gente compraba, otra vendía. Algún policía con acento neerlandés pero al servicio de los nazis se paseaba por el barrio. Nadie preocupante. Un inocente ignorante.

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05/09/2013, 11:00
Stille

Stille había invitado a la primera ronda. Tenía cara de estreñido, como si ser consciente de la cercanía de Gretchen y a su vez de la lejanía le reportase una notable insatisfacción. Para él, no en vano, era su hija, aunque no sabía muy bien cómo ser padre. Quizás lo fue en el pasado, quien sabe. La guerra traía mucha mierda consigo, Ambroos.

Vestía de forma sobria pero sin perder el tono. Sus gafas, como siempre. Su barba y su bigote cuidados, también, como las patillas. El cabello rizado y con entradas, más de lo mismo. La cazadora de metal de Anarquista y la hebilla de metal, cambiadas por algo más discreto. La pistola, oculta dentro del abrigo. Sus testículos, de hierro.

Le caía bien Ambroos, y no poco precisamente, pero aunque en el fondo era un hombre muy humano, su vida, su trabajo y sus compañías le hacían congelarse.

- Hay una chica nueva en la oficina- dijo para ponerse al corriente, o no. La oficina era la sede, claro, pero estaba siendo disimulado en público, sólo por quien oyese alguna palabra suelta-, Niki. Niki Neill- añadió en voz más baja-. Ayer le hicimos el examen de ingreso. Se le da mejor el oficio que a cualquiera de nosotros- bajó las gafas con un movimiento de la mano, reflejando su incredulidad ante Ambroos- y tiene cara de no haber roto un puto plato en su vida- negó con la cabeza y se echó hacia atrás en el asiento-. Además, tiene acento americano.

Stille sacó una fotografía del abrigo y se la tendió a Ambroos boca abajo. Dejó que este la mirase de forma discreta antes de seguir hablando. Iba a ofrecerle un trabajo, o algo similar. Algo para Jo Deng. Señaló la foto.

- Me jode decirlo, pero has de reconocer que está buena- apuntó en un tono, pese a todo, frío y racional-. Muy buena, de hecho. Demasiado buena como para trabajar con nosotros- ellos tenían a una chica, Leila, y no estaba nada mal, pero no era una modelo de pasarela como Niki Neill-. Mírala bien- Ambroos lo hico, y que le tirasen otra vez al río atado a un judío con las tripas al aire si no era más guapa que cualquiera de sus chicas-. Me huele mal- confesó el hombre sin reparos-, así que quiero que la investigues. Yo no puedo- y tenía razón, investigar a uno de los suyos podría ser muy malo para Stille-. No da el perfil, no da nada. Sabe hacer el trabajo, pero sólo a nivel físico. A nivel social sólo está buena, no tiene madera para el puesto.

A partir de ahí, era ver si Ambroos quería una recompensa por aquello y ajustarla. Dinero, armamento, otro favor, o simplemente hoy por ti y mañana por mí. Stille no tendría problemas al respecto si aceptaba.

- Pero cuéntame tú también- le pidió para no hablar sólo de su petición-. ¿Qué pasa al final con la cría? ¿Todo bien con el capullo del otro del otro día?- se refería a Siegfried Strauss, claro.

Stille no sabía nada sobre los Ecoterroristas. Sobre Arjen. No sabía sobre tumbar la Torre de Comunicaciones. No sabía sobre el Vitalismo ni los poderes sobrenaturales que corrían libres o atados por la ciudad. Él sabía de Anarquistas, de Mercenarios, y de trabajo sucio. Sabía de los círculos en que se movía y las áreas a las que se dedicaba. Él le facilitó a Ambroos las coordenadas del campamento anarquista. Básicamente; 52.3751742,4.9305562

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05/09/2013, 15:03
Eugenius Novák

Eugenius caminó por los distintos puestos, parándose de vez en cuando en alguno, sin rumbo fijo. Si los alemanes le estaban siguiendo no debían sospechar. Su cabello rubio y corto combinado con sus ojos azules le hacía no llamar demasiado la atención. Podía pasar perfectamente por alguien que vivía habitualmente en la zona… un neerlandés típico. Su estatura lo alejaba mucho de ser un alemán, pues su metro setenta lo convertía en alguien de altura media tirando a baja, y con una complexión tan delgada como la suya de seguro que no pertenecía a ninguna rama del ejército. Por el blanquecino color de su piel, todo lo legos de estar ligeramente bronceado que uno pudiera pensar, se le podía intuir cierta ascendencia nórdica quizás.

 El afeitado pulcro que solía mostrar en las fotos de las revistas había dado paso a una incipiente barba de varios días, fruto del estrés de las situaciones vividas.  Toda su vida había dado un cambio radical en las últimas cuarenta y ocho horas. Vestía bien, sin llegar a ir de etiqueta. Un pantalón de pana y una camisa, aunque cubría su cuerpo con  una larga cazadora gris, cuya cremallera cerrada hasta casi la nuez le protegía de las inclemencias del tiempo. Para completar el atuendo para la ocasión, llevaba una bufanda ligera anudada al cuello, de color azul con alguna línea marrón. Daba igual la época o la estación, Eugenius no olvidaba que había pasado gran parte de su niñez en Ámsterdam, y los canales de la misma otorgaban a sus calles un frío invernal casi cualquier día del año.

 Con el portátil en su funda bajo el brazo derecho, siguió andando hasta llegar al puesto diecisiete, el punto de encuentro. En su mente trató de imaginar cómo sería el contacto de Silk Shade. Seguramente la hacker no iría en persona, así que le intrigaba qué clase de asociados poseería aquella mujer, si es que desde luego se trataba de una mujer.

Con la frente alta y su porte arrogante habitual, Eugenius se mezcló entre la gente, andando con aire distraído pero lejos de estarlo realmente. Sólo podía hacer una cosa, esperar a que alguien le diera la contraseña.

Si hubiera estado sólo en aquellas calles sus pasos hubieran causado eco en las cercanías, podía ver el vaho saliendo de su boca… no en gran cantidad, pero sí lo suficiente para indicarle que más tarde cuando cayera el sol haría un frío de muerte en toda la zona.

Los ojos de Novák recorrieron las calles y el lugar, tratando de estudiar disimuladamente a todas las personas que allí había. Demasiadas quizás. Buscando algún sospechoso de ser su posible contacto, pero en el fondo deseando no ser capaz de detectarlo, pues si había alemanes siguiéndole seguramente también serían capaces de detectarlo.

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05/09/2013, 14:33
Ambroos Janssen

El proxeneta sonrió al ver la duda que tenía Stille. Si le hubieran dicho que iba a quedar un dia con el Anarquista para comentar fotos de mujeres en un sitio público, en medio de una ciudad tomada por los nazis...se hubiera reido. Aunque más por el punto último que por todos los anteriores.

Pero el hombre tenía razón. Nikki Neill. Un pibón destructor al más puro estilo Nikita, por lo que decían. Pero que una mujer con ese cuerpo no hubiera desarrollado las más mínimas dotes sociales era muy extraño. Muy muy raro. Si algo había aprendido Ambroos durante décadas viviendo con mujeres es que su supuesta carencia se suplía con una buena dosis de poder personal. Alguien como Neill, y más dado su edad, debería de ser capaz de salir todo un fin de semana gratis. Quizás todo un mes.

Una máquina de matar américana. Desde luego era un trabajo divertido.

- Dame un teléfono o una dirección. Tenía que tenerlas. Si la chica se había unido habría dado algún contacto, aunque fuese el un móvil. Ambroos no tenía tiempo para pedir direcciones en el catastro, suponiendo que una posible americana se registrase en un país invadido por nazis. Pensaré que puedo hacer para probarla.

Por que estaba encantado con hacer el trabajo. Aunque había llegado allí para algo más.

- Por la niña no te preocupes. Fue una de sus neuras. Ambroos dio un trago largo a su cerveza como si la explicación valiese (por que si algo sabían es que Gretchen tenía un par de fugas en la azotea) solo para rematar luego: Se largo y cuando se dio cuenta de que la había liado volvió corriendo a casa. A el burdel. Lo otro fue solo un malentendido con el papeleo. Ya sabes: un cría viviendo en el barrio rojo escamaría a cualquiera pero ya sabes que tengo mis principios. Pocos pero férreos. Solo tuve que recordarselo.

- Me gustaría pedirte algo, Stille. Ambroos echó la mano al abrigo y le pasó una nota garabateada al Anarquista. El nombre y la dirección de Jurguen. Yo también tengo a un hijo de puta a prueba y no me haría ilusión que la cagase al primer intento. Con esfuerzo, pues apenas entrba comodamente en la pequeña silla de metal, Ambroos se acercó algo más a Stille para poder susurrarle. Le he mandado al campamento a traerme un regalo de cumpleaños. Un adorno para el sotano. La manera más sútil de explicar que el sacerdote iba a salir acompañado...y a volver solo. ¿Crees que uno delos tuyos podría comprobar que no la lía?

- Y, por cierto...he oido que a tus chicos les va la moda italiana últimamente. Rió con depredación al mirar al Anarquista, antes de poner una mirada determinada conservando la sonrisa. Es un sitio público pero voy en serio, Stille. Háblame de tus putas armas. Ha tenido que subir mucho la economía por la oficina últimamente. Armani no es barato.

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05/09/2013, 15:40
Gretchen

Gretchen, incómodamente prendida de Arjen, examinó a su alrededor hasta dar con un hombre cuya altivez destacaba como una mosca en leche en el opresivo y derrotado ambiente de la ciudad.

Te lo dije. Un imbécil pagado de sí mismo.

¿Y ahora qué hacemos?

Que se encargue tu animal de compañía. 

Gretchen tironeó de la mano de Arjen. SUponía que él ya lo había visto, pero... por si acaso. Miró a Novak, una niña delgada, flaca, que no aparentaba más de diez o doce años pero que tenía prácticamente dieciséis, con una mirada errática y desenfocada que daba la impresión de convertirla en un sueño pasado de heroína. A veces dedicaba miradas perdidas al cristal, como si en él hubiera algo que pudiera ver, que tuviera sentido y más relevancia que la propia realidad.

Lejos, Ambroos y Stille. Y por lo que ella sabía, la familia de Novak puesta a salvo. Ahora sólo tenían que rescatar a ese pobre hombre...

Gretch, tranquila. Tienes un plan, ya lo sabes, pero necesitas a Novak. Se te da bien organizar cosas, ¿o es a mí? Tanto da. Novak tiene cosas que hacer para vosotros, ya lo sabes, si queréis ganar la guerra. Y después, Heller. Vas bien. Poco a poco, construyendo una muralla que pueda detener a los nazis. Vas bien. No te pongas nerviosa ahora. Deja que el animal hable.

No le llames así.

*risa tenue* Claro, Gretch. No te molestes. Arjen. Deja que Arjen hable.

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06/09/2013, 10:39
Stille

Stille sacó una libreta de bolsillo y un bolígrafo negro y anodino. Escribió una dirección. Un ático. Arrancó la página y se la tendió a Ambroos por la mesa con su habitual expresión imperturbable de muro estoico.

- Niki vive con nuestra médico de empresa- apuntó sin más, reseñando que ese era el piso de la doctora que atendía a los Anarquistas-. Morena, eficiente, una joya de chica. La reconocerás en seguida- apuntó como si fuese algo importante-. Por supuesto, yo no te he dicho nada. Niki sólo se aloja con ella hasta que encuentra un sitio, la doctora lleva mucho tiempo trabajando con nosotros- una forma de decir que era intocable y que estaba limpia-. Me ha atendido a mí más de dos veces y me ha salvado de algunas muy gordas.

Quedaba claro. Niki era el objetivo, la Doctora, alguien con quien era mejor no meterse. No sólo Stille tendría problemas, sino que los tendría Ambroos en cuanto los Anarquistas se enterasen de lo que pasase.

- Sobre tu novato, no hay problema- aceptó sin reservas, sin saber que se trataba de un científico nacionalsocialista judío centenario y padre del Vitalismo. Sin saber que se trataba del padre de Gretchen, su ahijada-. Mandaré a Liselot- sentenció refiriéndose al Anarquista que cuidó de Gretchen la tarde en que se escapó.

Liselot era un Mercenario, no un Anarquista en realidad, aunque trabajaba en ambos bandos actuando como enlace y era de los pocos Mercs que tenían lealtades y compañeras de cama más allá del dinero. El problema era que Jürguen había visto a Liselot. Este no era sino el Anarco con tatuaje de araña que estaba peleándose con el falso sacerdote en El Boulevard la mañana anterior. Y eso significaba que indirectamente Jürguen ya había estado cabreando a más gente que a Ambroos. Por lo menos, había cabreado a compañías de Liselot. Y eso significaba que o había cabreado a Mercenarios, cosa poco probable por la conversación en el sótano, a la propia vida privada de Liselot, o a los Anarquistas.

- ¿Y qué quieres de los Mercenarios?- preguntó el hombre con un deje de interés en la voz. Sacó un cigarrillo, lo encendió, y comenzó a fumar-. Dices que es para tu colección de arte moderno.

Básicamente, si había tratos comerciales con los Mercs, le interesaba. Que Ambroos fuese a coger a su sede para llevarse a alguien a quien joder no dejaba de ser algo a estudio. En el fondo, a Stille le importaba un pimiento, pero no dejaba de ser solo una medida de seguridad, no fuese a joder al líder o algo así y se jodiese todo el invento.

Respecto a los italianos, Stille, sin inmutarse, se limitó a escribir en la libreta. Terminó, arrancó la página, se la tendió a Ambroos y dejó a su lado un cigarrillo y el mechero. A ver si por accidente se quemaba la nota, vaya.

Las águilas pillan armas italianas de la mafia por contrabando. Los Mercs nos pasan alguna vía de tren, lugar y hora por donde pasará un envío. Volamos el tren, cogemos la mercancía, y nos largamos. Anoche mismo lo hicimos, pero tuvimos que huir en desbandada tras cargar las armas. Niki tenía precisión de torre automática, pero una cara de maniquí triste al disparar el AK-47 que no podía con ella. Si necesitas armas, vendemos.

PD: En algunos trenes hemos llegado a encontrar crías japonesas muertas y residuos radioactivos.

Mientras Ambroos leía la nota, Stille explicaba en voz alta no-sé-qué pollada sobre la bolsa italiana y lo mucho que habían bajado los trajes ahora que la ropa militar salía más rentable. Que era barato comprar armani, y que ahí tenía los datos de contacto de la empresa. Vamos, una sarta de jilipolleces para aparentar en mitad del puesto.

- Sobre Gretch, si en algún momento te enteras de algún salvoconducto de las chicas de El Burdel, dímelo- le pidió. Ambroos no estaba conectado a esa organización, pero vivía en su zona-. Si puedo, quiero sacarla de aquí.

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06/09/2013, 10:40
Administrador

Mientras tanto, Eugenius caminó por los distintos puestos, parándose de vez en cuando en alguno, sin rumbo  fijo, disimulando. Su cabello rubio y corto combinado con sus ojos azules le hacía no llamar demasiado la atención. Podía pasar perfectamente por alguien que vivía habitualmente en la zona… un neerlandés típico. Su estatura lo alejaba mucho de ser un alemán, pues su metro setenta lo convertía en alguien de altura media tirando a baja, y con una complexión tan delgada como la suya de seguro que no pertenecía a ninguna rama del ejército. Por el blanquecino color de su piel, todo lo legos de estar ligeramente bronceado que uno pudiera pensar, se le podía intuir cierta ascendencia nórdica quizás.

El afeitado pulcro que solía mostrar en las fotos de las revistas había dado paso a una incipiente barba de varios días, fruto del estrés. Vestía bien, sin llegar a ir de etiqueta. Un pantalón de pana y una camisa, aunque cubría su cuerpo con  una larga cazadora gris, cuya cremallera cerrada hasta casi la nuez le protegía de las inclemencias del tiempo. Para completar el atuendo para la ocasión, llevaba una bufanda ligera anudada al cuello, de color azul con alguna línea marrón. Daba igual la época o la estación, Eugenius no olvidaba que había pasado gran parte de su niñez en Ámsterdam, y los canales de la misma otorgaban a sus calles un frío invernal casi cualquier día del año.

Con el portátil en su funda bajo el brazo derecho, siguió andando hasta llegar al puesto 17, el punto de encuentro. Con la frente alta y su porte arrogante habitual, se mezcló entre la gente andando con aire distraído pero lejos de estarlo realmente. Sólo podía hacer una cosa, esperar a que alguien le diera la contraseña. Si hubiera estado sólo en aquellas calles sus pasos hubieran causado eco en las cercanías, podía ver el vaho saliendo de su boca… no en gran cantidad, pero sí lo suficiente para indicarle que más tarde cuando cayera el sol haría un frío de muerte en toda la zona.

Los ojos de Novák recorrieron las calles y el lugar, tratando de estudiar disimuladamente a todas las personas que allí había. Demasiadas quizás. Buscando algún sospechoso de ser su posible contacto, pero en el fondo deseando no ser capaz de detectarlo, pues si había alemanes siguiéndole seguramente también serían capaces de detectarlo. Todo fuese dicho, esos ojos repararon en Ambroos y en Stille, aunque brevemente.

Gretchen, incómoda, estaba al lado de Novák, como Arjen, pero el científico no les podía reconocer.

Tiempo al tiempo.

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06/09/2013, 10:42
Administrador

Había un tío claramente deshubicado allí. Alto, corpulento, y con pintas de matón y tío duro. Sus gafas de sol, sus patillas, su perilla y su barba, todo recortado de forma gruesa pero cuidado, le revelaban como un tío muy distante de lo que podríamos calificar como nazi. Su cabello revuelto y grasiento, rizado y con entradas, decía tanto sino más de lo mismo. Una frente despejada y una piel curtida, morena. Aquel hombre estaba destinado a tareas físicas, y por su pinta no era ningún águila germana.

Estaba sentado en una mesita de café, blanca y algo oxidada, en el puesto 16. Le venía pequeña y le daba un contraste un tanto extraño. Pese a todo, no parecía prestar la menor atención a Novák. Lejos de ello, le ignoraba de forma flagrante e incluso le daba la espalda. Parecía estar hablando con otro tío, aquel sentado frente a él. Le acababa de tender una nota y le estaba explicando algo. Asuntos suyos y privados.

Este tío era igual. Tenía pintas de venir del este, y su cabello ondulado hacia atrás, corto y moreno, le daban en conjunción con el resto unas pintas de chulo-putas que tiraba para atrás. Perilla afilada y recortada que se unía con la barba, el bigote y las patillas, enmarcando su rostro. Una mirada fría pero determinada, un porte estoico, una ligera palidez. Tanto él como el otro vestían con cierto decoro, pero lejos de ropa formal no dejaban de ser simples abrigos, cazadoras o ropa de un corte más sencillo o discreto. Ropa para no llamar la atención ni preocuparse por la propia vestimenta. El hombre leía la nota mientras el otro le tendía un cigarrillo y un mechero. Estaban tratando algo.

Este segundo hombre, el receptor de las cosas, hablaba si embargo de tanto en cuando. Había mirado a Novák cuando este le miró, pero poco más. Parecía estar siguiendo sus movimientos, como vigilando de forma discreta a un puesto de distancia los movimientos del hombre, pero claramente no era una amenaza, o hubiese querido disimular de otro modo o hubiese reaccionado. Lejos de ello, se limitó a ignorar la mirada de Novák con cara de "estoy trabajando, tú a lo tuyo". O era otro contacto de Silk Shade enviado para supervisar aquello o simplemente un refuerzo.

Un por si acaso, vaya. Podía ser algún Mercenario que llegase para terminar el trabajo que Rotterdam se negó a hacer, sí, y por sus pintas encajaba perfectamente, pero el hecho de que estuviese sentado en el puesto 16 le revelaba como alguien consciente del intercambio. Un nazi no podría haberse sentado ahí, ni daba el perfil. Un mercenario tampoco. Ese tío estaba ahí para cuidar que no pasase nada chungo e intervenir si pasaba, pero mientras tanto, hacía su propio trabajo. Sus propias historias con el otro tío, que bien podía ser un Merc o un Anarco, sin duda.

Lo que no vio Novák fueron nazis o amenazas reales. Eso sí que no. Tampoco es que el científico fuese el colmo descubriendo emboscadas de ese tipo, vaya. Con un ordenador sí, pero ese era otro tema. Llamaba ligeramente la atención la mirada de la niña andrógina al lado de Novák, pero teniendo en cuenta que este buscaba ese tipo de cosas, le podría haber llamado la atención ella o cualquier otra. Era sólo una niña desnutrida cogida de la mano de un hombre corpulento y con pintas de obrero. Podía mirar así a Novák porque tenía hambre y él, por sus ropas, dinero. Y ya.

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07/09/2013, 10:54
Niki Neill

El cansancio comenzaba a hacer mella. La cabeza me daba algunas vueltas, y notaba como la concentración comenzaba a fallarme. No podía aprovecharme más de mi habilidad para descubrir los secretos que tanto ansiaba. Ahora solo me quedaba mi intelecto. 

La información que me daba Gabriel  era interesante, pero difusa, y cualquier camino que tomara sería lento, o al menos eso parecía. Tenía que hablar con mucha gente, descubrir quien creaba esas tormentas podría ser muy útil, a fin de cuentas podría estar relacionado con la persona que robó los papeles. En todo caso, sería difícil encontrar respuestas. Por lo pronto sabía que estaba relacionado con los anarquistas, seguramente alguien de dentro... pero no eran precisamente pocos. 

- ¿Pasa desde siempre? Quizá este relacionado con la llegada de alguien a la ciudad, o con algún cambio en las comunicaciones... - Musité, como si pensara en voz alta. Pero no dije nada más, por el momento. 

Traté de moverme rápido, no tenía mucho tiempo de seguir hablando mientras nos buscaban allí fuera. Seguí empeñada en ir al lugar donde encontraron aquel tren, quizá allí encontrara alguna pista, o recuperara algún recuerdo. De alguna manera tonta, esperaba poder encontrar alguna respuesta en aquel lugar, algo que me sonara, alguna pequeña pista, un trayecto de tren que pudiera seguir, alguna casa que reconociera... cualquier cosa. 

- Muchas gracias por todo, Gabriel... - El anarquista se había portado más que bien conmigo. - Aunque no haya nada... sigo queriendo ir a la estación. Quizá encuentre alguna pista que seguir en ese lugar, sé que es poco probable, pero... no pierdo nada. Es mi mejor opción. 

Seguí manteniendo mi cara de tensión, y al mismo tiempo de amargura. En parte forzada, y en parte completamente real, me frustaba la idea de estar a la vez tan cerca y tan lejos. Había avanzado, pero no lo suficiente. Estaba arriesgando mucho, y entregando mucho, y solo conseguía pequeñas piezas de información. Tenía demasiada presión encima.... 

Pensé que tras ver la estación debería llamar a Izan, con un poco de suerte podría hablar con él y pedirle que investigara el tema del AAK2 y su relación con japón o china. No sabía si sería capaz de ver a Izan sin derrumbarme... Pero preferí no pensar en ello, al menos de momento. 

 

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07/09/2013, 11:30
Gabriel

- No, siempre no- replicó Gabriel a las palabras de Niki sobre las tormentas-. Los últimos meses solamente. Cada vez con más frecuencia, aunque las últimas semanas ha sido de locos- por la expresión de su rostro, sí, aquello había supuesto un serio problema en general-. Si tiene causa, ya...- se encogió de hombros. Ni idea.

Terminó de fumar y, tirando la colilla en una papelera, hizo una señal con la cabeza a Niki.

- Ponte la chaqueta- la pidió mientras cogía las llaves-. Te llevaré a la estación, pero a partir de ahí, buena suerte- se quedó unos segundos mirando a la chica con expresión inescrutable, pero finalmente se movió hacia la puerta-. Y no te preocupes, sólo hago lo que debo- suspiró y negó con la cabeza mientras abría la puerta-. Las cosas están muy jodidas en la ciudad. Si no nos ayudamos los unos a los otros, ¿qué nos queda?

Y eso, para bien y para mal, significaba que también esperaba que Niki, y que todos, fuesen igual de altruistas y colaboradores. Teniendo en cuesta que su organización era conocida por la palabra Anarquismo no era de extrañar. Lo que quedaba claro era que, pese a su estilo de vida como asesino, no dejaba de ser un buen hombre.

Media hora más tarde, Gabriel y Niki estaban parados en una acera enfrente de la estación. Habían ido andando, pues hasta que cambiase la matrícula, repintase el todoterreno e hiciese algo con las abolladuras coger el vehículo no era una opción. Podía haber cogido la harley, sí, pero era pronto por la mañana y prefería andar a acercarse a esa zona con, valga la redundancia, una harley. Cuentas menos sospechas pudiera levantar, mejor.

La estación de trenes era sencilla, pequeña. Con tan solo dos carriles, era una de las cuatro que Ámsterdam tenía por aquel entonces. Con pinta de estar abandonada, tenía cubiertas las ventanas con tela negra para evitar echar un vistazo al interior. La puerta de acceso principal estaba precintada y una señal de "Sólo personal autorizado" la gobernaba. No había ningún vehículo en las inmediaciones ni rastro de vida o civilización. Parecía abandonado.

- Yo tengo que encargarme de mis asuntos, así que...- se despidió sin dar demasiados detalles-. Supongo que Maggie irá a comer cuando salga del trabajo- la doctora, en el piso donde se alojaba Niki.

Bien es cierto que a partir de ahí, Niki estaba libre. Tras echar un ojo a la estación, según lo que encontrase, si es lo que hacía, tendría que recalcular la ruta. Podía ir a ver a Izan como tenía pensado, y a Maggie después, aunque antes de aventurarse a decidir nada era mejor ver si dentro del edificio había algo interesante.

Cómo entrar, qué mirar, qué hacer y adonde proceder luego era tarea de la norteamericana. Tenía el número desechable del móvil Gabriel, y en general, los Anarquistas tenían el de la chica, así que si necesitaban algo para alguna reunión, la llamaría. A su vez, Niki sabía dónde se hospedaba la tapadera de Izan y tenía su número de teléfono.

Sólo esperaba, por el bien del policía, que no se hubiese metido demasiado hasta la cocina con su tapadera. No sólo no le terminaba de ir aquello de hacerse el agente secreto, sino que era algo más propio de Niki. Que el chaval estaba haciéndolo por Niki, y por ciertas promesas laborales por parte del gobierno de los EEUU, no lo hacía más cómodo para la amnésica. Al fin y al cabo, el hombre que... ¿amaba? estaba bailando entre águilas sin conciencia.

Pero bueno, lo que tenía delante era una estación de trenes sellada, precintada y abandonada en mitad de la periferia. Y allí, tiempo atrás, habían habido barriles de AAK2. A expensas de sus sentimientos, era prioritario.