Partida Rol por web

- Sheriff, espere, solo piense en esto. Mire al chico de gafas y calcule su edad. Usted debe saber todo sobre los asesinatos de familias ocurridos en Birchmond con ese loco vestido de Santa Claus. Solo piense en esto. - Le dijo cuando le dio alcance y gracias a su altura lograba mantener el paso del sheriff.

- El chico sueña con una familia en la cena de Navidad. Se van las luces de la casa y el padre va a ver el cuadro eléctrico. Allí es apuñalado por su asesino. Luego, en el salón, lanza desde la calle el cuerpo sin vida del padre y mata a la mujer y a los dos hijos, un chico y una chica. Solo piense si eso ha ocurrido, porque no se quita el sueño o más bien la pesadilla de la cabeza y ese muchacho no es de aquí. Sé que nunca se dan todos los datos a la prensa, pero lo hizo Santa o un imitador suyo... quien sabe... solo usted y sus archivos pueden dar con ello.

Cansada de seguirle y después de contarle aquello Louella se detuvo. - Si quiere dar con nosotros solo tiene que llamar al hospital. Mientras daremos esa vuelta por la ciudad. - Le dijo antes de que se subiese en el coche. Luego Louella se dio la vuelta y se reunió con los demás.

George observó aquél repentino despliegue y se quedó mirando de manera intermitente a los agentes, que empezaban a arrancar sus vehículos, y la puerta de la comisaría; esperaba ver salir de ahí, en cualquier momento, a Louella y Sunil, a ser posible con alguna explicación que, sin embargo, era consciente que podían no tener. No en vano, ellos eran simples civiles, ajenos a lo que fuera que estuviera pasando en el pueblo, aunque una parte de si no podía más que tener un mal presentimiento sobre que algo grave ocurriera, justo cuando ellos iban de visita. Tal vez era mejor coger el coche y volver cuanto antes; por mucho que al doctor Livenau le agradaran aquellos experimentos, la prioridad en ese momento era David y su bienestar físico y mental. Sobresaltos como aquél no ayudaban.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupándose por el susodicho, asegurándose de paso que seguía donde debía.

Uno de los agentes uniformados que salían del edificio lucía en su pecho la estrella dorada de sheriff. Era un hombre joven, de pelo rubio en el que podían verse algunas canas prematuras junto a las orejas, el rostro serio y concentrado. Caminaba armado con una escopeta de grueso calibre. Tras él iba Louella, haciendo esfuerzos por llevarle el ritmo y hablándole sin apenas captar la atención del sheriff. Solo logró que dirigiera un leve vistazo hacia donde estaban David y los doctores Warren y Salerno, y que luego la mirara a ella antes de subir a un coche patrulla y desaparecer. 

El último en salir del edificio fue el doctor Phadanis, que parecía algo perplejo. Louella caminó de vuelta a donde estaban los demás y en pocos segundos las patrullas se fueron y se quedaron solos. David estaba algo aturdido, fascinado ante el despliegue policial que había tenido lugar ante sus ojos, pero se encontraba bien. 

Sunil fue poco a poco hundiéndose en sus propias manos mientras Louella hablaba con el sheriff. Habían estado tan cerca de tenerlo de su parte... Pero no tuvo tiempo de intentar arreglarlo, la comisaría entera acababa de desaparecer delante de sus ojos. Incluso cuando Louella salió como una centella, Sunil se quedó unos segundos allí plantado, mirando a los pocos presentes como si esperara que se largaran corriendo también.

Salió de la comisaría al mismo tiempo que los coches de policía comenzaban la marcha. Volvió con sus compañeros, con los ojos puestos en la carretera y las manos en los bolsillos.

- Bueno...- chasqueó la lengua.- El sheriff no está muy contento de vernos, pero parece que estarán ocupados un tiempo. -se volvió hacia el grupo.- Aprovechemos para dar una vuelta y pensemos si queremos ir a algún punto concreto, ¿les parece? Doctora Marcus, ¿podemos hablar un segundo?

En cuanto terminó la frase, casi como si no esperara respuesta, tomó a Louella por el brazo y la apartó del grupo para hablar con ella en privado.

Cuando estuvieron apartados, Sunil habló en voz baja, y aunque mantenía su habitual tono diplomático, se podía ver en él algo de anticipación.

- Doctora Marc... -paró en seco y tomó aire profundamente.- Louella, necesito pedirte un favor. Tienes una personalidad enorme, una que muchos envidian, pero estoy seguro de que te has encontrado con gente que responde de forma negativa hacia ello, que se siente atacado o en inferioridad. No pretendo decirte cómo debes ser, no estoy en posición de pedir nada semejante, pero necesitamos a una Doctora Marcus más calmada. Por mucha razón que tuvieras allí dentro, el sheriff nos puede echar de su pueblo porque es "su" pueblo, no necesita más motivo. Un sólo altercado y estaremos siendo escoltados a las afueras. Por favor. -volvió a respirar hondo.- Y como algo me dice que no vas a ceder así como así, estoy dispuesto a hablar con Livenau para que Salermo deje de tratar a tu hermano. Pero necesito que me prometas que no habrá más peleas con nadie, ni más amenazas veladas. Necesito saber que estás del lado de David y nada más, ahora mismo.

Louella regresó bastante satisfecha de lo que le dije al sheriff tras su carrera tras él. Supo que decirle y sabía que tarde o temprano le picaría la curiosidad... o eso o cuando acabase con la casa de los Coopper iría a por los médicos para sacarles de allí.

A penas llegó Louella con los demás, cuando el doctor Phadanis le pidió hablar con ella a solas. Sabía que su nuevo perfume iba a causar sensación, pero no se imaginaba que tan pronto.

- Por supuesto, doctor. - Le dijo y se encogió de hombros mirando al resto, sin saber de que iba todo aquello.

Al estar lo suficientemente alejados, Sunil se detuvo y Louella hizo lo mismo.

- Sunil, ¿puedo llamarte así y tutearte? - Era la primera vez que lo hacía con él y le sonaba raro. Pero no esperó a que respondiese, sino que siguió por el mismo camino que marcó el doctor. - Gracias por los halagos, pero no son necesarios. Ya sé como soy. Pero para llegar hasta aquí, he tenido que pelear mucho y no hay cosa que más odie en este mundo que se me desprecie por lo único que no pude elegir al nacer. Cualquier colectivo al que acuda y les hable de la doctora Salermo, acabarán hundiéndola en la miseria por tratar así a alguien que ha luchado mucho y sufrido mucho más para llegar hasta aquí.

» Mi prioridad es Peter, eso lo sabes perfectamente. Es mi hermano y le quiero ver sano y fuera de ese hospital. Pero luego están mis pacientes y David es uno de ellos. Si Salermo no me provocase, yo no tendría que defenderme. Tú lo viste, para una vez que le consulto algo, porque sé que si sigo las pautas del Dios Freud el sueño que tuvo mi hermano acabará siendo todo sexual y necesitaba una opinión de alguien entendido, pero está claro que ni entiende de sueños, ni tiene empatía y que es cruel. En cuanto mi actitud con el sheriff, más se pasó él con sus amenazas. Esto no es el Salvaje Oeste, Sunil, no es su pueblo, hay un alcalde por encima suyo y por encima de ese alcalde hay más gente. - Se quedó pensativa unos segundos. - Mucha más gente.

» Mi camino hasta aquí fue duro y aprendí lo suficiente de esas cosas para saber donde acaban mis derechos y no terminar metiéndome en líos. Vivir en un pueblo, casada con un hombre mucho más mayor que yo, siendo aún travesti... mi amado Daniel fue un santo y tuvo toda la paciencia del mundo con los vecinos, pero la que se llevaba la peor parte era yo, sobre todo cuando iba a comprar sola o a dar una vuelta. Al final nos tuvimos que mudar a otro sitio... si nos hubiésemos quedado, quizás él aún estaría vivo... - Le contó a Sunil. - Lo siento, me he ido por las ramas. - Dijo con los ojos llorosos. - Lo que quiero decir es que después de ser apaleada durante tanto tiempo, defenderme es lo único que sé hacer... hasta que te acaban tirando piedras y te tienes que marchar. Solo puedo prometerte dos cosas, que mientras todo vaya bien, David será mi prioridad y que si Salermo no me ataca no la contestaré mal. Lo demás, las reacciones de los vecinos de este pueblo cuando me vean, no las podré controlar.

George iba a decir algo, a preguntar, cuando Phadanis se apartó con Louella, dejándole con la palabra en la boca y aún con dudas sobre que narices había pasado ahí dentro y si, la situación, requería que volvieran al hospital. Sin poder hacer nada más que esperar, eso hizo hasta que le dieran alguna respuesta.

El sheriff en persona estaba saliendo de la comisaría, llevando una escopeta, delante de Louella. A Daniella no le pareció que eso fuese normal, ni tampoco que no estuviese Sunil, hasta que lo vio con gesto de sorpresa o confusión saliendo del edificio después de todos.

El Comisario se dirigió directamente a uno de los coches patrulla y se alejó de allí, lo que parecía confirmar que algo había sucedido, algo… importante. Louella no podía tener nada que ver con eso… ¿o sí?

-Doctor Phadanis, ¿ha ocurrido algo que debamos saber? –le preguntó a Sunil en cuanto se encontró lo suficientemente cerca.

En ese momento, Sunil dejó claro que Louella había enrarecido el ambiente más de lo necesario. Daniella se volvió hacia Warren.

-Parece que nuestra queridísima “doctora” sigue haciendo grandes amigos. Esperemos que nos midan a todos por sus opiniones –le dije, mientras observaba como Sunil se la llevaba aparte para hablar con ella -. Deberíamos seguir nuestro camino y dirigirnos hacia el instituto. ¿Le parece bien, doctor?

Daniella no pensaba que "dar una vuelta" fuese precisamente lo más adecuado llevando a David. Si estaban allí era con un objetivo muy concreto.

Sunil y Louella intercambiaron unas cuantas palabras y poco después se unieron al grupo. El doctor Phadanis había propuesto dar una vuelta por el pueblo y Daniella sugirió el instituto como lugar al que ir directamente. La situación parecía algo tensa entre los doctores, y David lo notaba y reaccionaba en consecuencia: nervioso y algo agitado. Por si fuera poco, no entendían por qué la mitad de los agentes del sheriff habían salido a toda pastilla y armados como para una guerra.

El paseo fue tranquilo, Birchmont era un lugar apacible por el que caminar. Las casas eran bonitas y la estampa que dejaba la nieve era realmente hermosa. El único pero que podía ponerse era que la cobertura de sus teléfonos no era demasiado buena, y si le hubieran preguntado a cualquier vecino les hubiera dicho que aquella era una batalla histórica del pueblo que todavía no habían ganado. Birchmont contaba con un centro comercial que no estaba nada mal para las necesidades de aquel pequeño pueblo y con todo lo necesario para satisfacer el ocio de sus habitantes. Destacaba, por supuesto, la pista de patinaje frente al centro comercial.

Doblaron una calle para dirigirse al instituto cuando dieron con la emergencia que había alterado al sheriff y los suyos como a las hormigas de un hormiguero molestado por un niño travieso. Los agentes montaban un perímetro alrededor de una de las casas de aquella calle, manteniendo a los curiosos a distancia. Los coches patrulla iluminaban con sus luces toda la calle, y los vecinos se congregaban para enterarse de lo ocurrido. Los pocos agentes que no cubrían el perímetro, entraban y salían de la casa, buscaban alrededor de la misma o inspeccionaban el suelo del jardín en busca de huellas.

No estaba muy convencido, ni de ir al instituto, ni de ir a dar una vuelta por el pueblo, no mientras hubiera una alerta. Sin embargo, su opinión en ese caso no iba a servir de nada, así que se limitó a asentir y caminar junto al resto, esperando al menos que no fuera un shock para David y todo saliera bien.

Y así fue, durante un rato. Sin darse cuenta, acabaron, de lleno, en aquello que había atraído a todos los agentes del pueblo, justamente lo que se temía. Se detuvo, iluminado por el brillo bicolor de las luces de las patrullas, y se giró.

—Tendríamos que ir por otro lado, es demasiado para una primera toma de contacto. ¿Por qué no vamos al Centro Comercial? —sugirió.

Sunil volvió junto al grupo con cierta cara de circunstancia. "Vaya comienzo", pensó. Una vez en marcha, contó a George, Daniella y David lo poco que sabían de aquella emergencia que había movilizado tal despliegue: Había habido un aviso en casa de unos tal Cooper y que se trataba de algo que ya había ocurrido antes. No añadió más detalle.

- ¿El apellido Cooper te dice algo, David? -aprovechó para preguntar.

Para Sunil, Birchmont era uno de esos sitios que, de pequeño, sólo parecían existir en las películas, tan distinto al caótico New York donde se crió. En especial, le llamó la atención cómo gran parte de la vida del pueblo, al menos la de los más jóvenes, giraba alrededor de aquel centro comercial. Cada vez que veía algo que le llamaba la atención le preguntaba a David por ello, por si alguna cosa despertaba en él algún recuerdo, algo con lo que pudieran trabajar.

Pero cuando se encontraron con las luces de policía, el ambiente cambió súbitamente. Se apresuró en poner una mano en el hombro de David, mostrándose a su disposición. Observaba a los agentes ir y venir mientras le daba vueltas a la propuesta de George.

- David, ¿Cómo te encuentras? ¿Prefieres que vayamos a otra parte? -miró a los vecinos que se habían acercado a mirar.- ¿Reconoces a alguien?

- Sé que David debe ver el pueblo en condiciones, pero... ¿para qué caminar teniendo el coche? Luego nos tocará volver y con mi metro ochenta y ocho y los zapatos que llevo, vais a tener que llevarme arrastras hasta el coche... esto se avisa, que con la falda larga me hubiese puesto unas deportivas que no se hubiesen visto.  - Se quejó y con razón. Al menos para ella y mieó a Sunil de reojo sin decir nada más. Había ganado el ir a pie.

Por casualiades de la vida, fueron a dar con la escena del crimen de los Cooper. Los vecinos se amontonaban y los ayudantes del sheriff habían montado un cerco alrededor de la zona.

- Tengo curiosidad... - Les dijo Louella a todos. - Iré a echar un vistazo, no tardaré. - Y miró a ambos lados de la calle antes de cruzar. Su altura sería una ventaja y quería comprobar una cosa... Ella no creía en esas cosas, pero a veces habían sueños premonitorios y quizás David es lo que viese... eso o el pasado. Louella no dejaba de darle vueltas pensando en el primer asesinato en la ciudad... pero no sabía demasiado del tema. Fue algo que ocurrió hace tanto tiempo que ya había olvidado los detalles de lo ocurrido. Pero quizás el sheriff no.

Y cuando llegó buscó el hueco por donde mirar y ver que se encontraba. Tampoco buscaba gran cosa. Simplemente lo que David había visto en su sueño y saber algo más de la familia Cooper, así pues después de observar durante unos momentos la casa, le dio un golpecito en el hombro a una mujer que había a su lado. Solían aceptar, salvo Daniella, claro estaba, mejor a las mujeres como yo. - Disculpe, ¿sabe algo de la familia? ¿Cuantos miembros eran y si tenían hijos? Disculpe mis modales, soy la doctora Marcus, especialista en psicoanálisis y si por desgracia acaba viniendo alguien a mi consulta en el hospital para que le ayude a superar el duelo, al menos saber algo de quienes eran para no herir al paciente con preguntas cuya respuesta podría tener ya...

A David el nombre de los Cooper no le dijo nada, negó con la cabeza a la pregunta del doctor Phadanis y fue respondiendo a sus preguntas. Parecía que a David no le sonaba nada de aquel pueblo, era muy raro que hubiera soñado con él si nunca había estado allí, y tampoco parecía reconocer las calles, ni tampoco el centro comercial u otros rincones de Birchmont. Pero cuando llegaron a la casa que la policía había perimetrado la cara de David cambió totalmente. Primero de preocupación, de duda, pero luego más seguro, de auténtico horror.

—Es aquí —dijo echándose hacia atrás—. Es la casa. ¡Oh, Dios! ¡Es la familia que mate!

David hablaba más alto de lo recomendable, aunque por fortuna la atención del gentío estaba en la propia casa, y la de los agentes que custodiaban el perímetro en que nadie lo saltara. Pero un par de miradas se giraron hacia ellos al escuchar aquella última frase de David.

—Son la familia Cooper —le contestó la señora casi temblando y con lágrimas en los ojos, era obvio que los conocía estrechamente—. Eran cuatro, el matrimonio y sus dos hijos. No entiendo como ha podido pasar esto. Son una familia adorable,  no entiendo quién ha podido querer hacerles esto. El mayor va con mi hijo a clase... Oh, que horrible —la voz se le quebró antes de poder seguir hablando.

El doctor Warren parecía actuar como si estuviese en un viaje de placer. Para Daniella, su actitud no hacía más que mostrar su inseguridad personal y eso podía convertirse, a su juicio, en un problema. Pero decidió que no era el momento de entrar en un nuevo problema y que resultaba mucho menos agresivo acceder a pasear por el pueblo de manera inocente. Por otro lado, David no se estaba enfrentando a su problema y eso tampoco suponía ningún avance, aunque tarde o temprano tendría que hacerlo. Daniella se armó de paciencia.

-Desde luego, doctor Warren. Dirija usted, por favor. Después de todo, no tenemos ninguna prisa -le dijo, con una gran sonrisa, mientras uno de sus muslos asomaba de manera clara por su falda, excesivamente corta y que dejaba poco a la imaginación.

No obstante, el pueblo no era tan grande como para que tarde o temprano no fuesen al instituto, y sin embargo, cuando parecía que así iba a ocurrir... una de las casas apareció delante de ellos como si fuese el centro neurálgico de todo el pueblo, con todo un ejército de policías a su alrededor y dentro de ella.

-Vaya, parece que hemos descubierto a dónde iba con tanta prisa el sheriff -comentó Daniella con indiferencia. Por supuesto, Louella no tardó en dejar claro que el morbo era parte de su "encanto personal"; eso y meter las narices en todo lo que podía -. Desde luego, querida. Será mejor que vaya y así podrá ponernos al día. Sea usted misma, doctora.

El tono de Daniella era afable... pero claramente fingido. No había ninguna manera de que aquella "mujer" le cayese bien a Daniella.

Pero fue la reacción de David al ver la casa y el gentío lo que agitó su mente, haciendo que se volviese hacia él con gesto preocupado.

-Tranquilízate, David. No tienes por qué castigarte. Estamos aquí para entender el cómo y el por qué, no el quién. ¿Por qué dices que hiciste eso, David? Lo has afirmado con mucha seguridad y está claro que si es algo que ha ocurrido ahora mismo, no pudiste hacerlo tú, ¿verdad? Todo debe seguir una corriente lógica, David.

La mano de Daniella se colocó sobre una de las mejillas de David, procurando transmitirle calidez al mismo tiempo que confianza.

- Lamento mucho su pérdida. - Dijo a la mujer y le pasö el brazo sobre los hombros, esperando que su reacción no fuese mala. Los pueblerinos eran crueles muchas veces con gente como Louella, pero había aprendido que las mujeres mostraban más sensibilidad y teniendo en cuenta quien era en realidad, se valía mucho de eso para tocar de más a las mujeres del hospital mientras era la doctora Marcus. Pero ahí no fue el caso, pues veía claramente el dolor en la mujer.

- No necesito que me conteste con palabras, solo asienta o niege a esta pregunta. Los hijos de los Cooper, ¿eran un chico y una chica? - Y en ese momento oyó a David gritar y volvió a mirar la casa. La cristalera estaba rota como en el sueño y esperó la reacción de la mujer antes de regresar con los demás. Si no controlaban al chico, iban a tener más problemas de los que pensaban. - Si necesita ayuda, recuerde, en el hospital, doctora Marcus. Será un placer atenderla y ayudarla con todo esto. - Dijo a la mujer al tiempo que se alejaba y regresaba con el resto.

- Debemos irnos de aquí. He escuchado a David desde el otro lado de la acera. En cuanto se lo digan a un agente estaremos en un buen lío. ¿Véis como venir andando era una mala idea? Y sí, padre, madre e hijos, dos hijos... si nos movemos de aquí contaré lo poco más que sé. Además, David necesita respirar y lo primero es el paciente. ¿No quería alguien ir al centro comercial? Pues vayamos allí y tomemos algo tranquilamente mientras hablamos de lo sucedido.

Luego Louella miró al chico. - No te preocupes. No lo hiciste tú. ¿Sabes porqué lo sé? Porque llevas días soñando lo mismo. No estoy versada en este tema, pues es algo en lo que no creo, pero se habla de gente que puede tener sueños premonitorios, sueños que avisan de accidentes en lugares concretos, ya sea de aviones, de trenes... y después de mucho insistir se les hace caso y al final tenían razón... y se logró parar todo. Pero nuestra erudita en ese tema debe ser la doctora - Metemano y violadora. - Salermo. Quizás ella nos pueda iluminar un poco más sobre esto. - Dijo comenzando a caminar esperando que los demás la siguieran y no hiciesen el idiota quedándose allí. Más aún David, que se sentía culpable y veía que en cualquier momento se entregaría él solito a las autoridades declarando que él mismo mató a esa familia, cuando la doctora Louella estaba segura de que pasó casi toda la noche con Daniella, así pues él no pudo ser...

- Adelante. -dijo a Louella cuando quiso acercarse.

Algo en su interior le decía que quizás debería acompañarla, por lo que pudiera pasar, pero después se alegró de no haberlo hecho. David había tenido una respuesta, aunque quizás la había exteriorizado a un volumen demasiado alto. Sunil no pudo evitar echar un vistazo a su alrededor, esperando ver a algún policía acercarse a ellos tras aquella "confesión".

- La doctora tiene razón. -dijo tras Daniella.- Lo que tuviste era un sueño, nada más. Estamos aquí para entenderlos, no para culparte de nada. -tomó su libreta para anotar lo ocurrido. Pero cuando Louella llegó y habló de los sueños premonitorios, no pudo evitar fruncir el ceño y negar con la cabeza.- Sueños premonitorios... -se apretó un instante el puente de la nariz y luego habló con gesto indignado.- ¿Podemos dejarnos de tonterías, por favor? No hay pruebas que demuestren ese tipo de cosa ni este es el momento de lanzar congeturas de ese tipo. -pasó un brazo por la espalda de David mientras se alejaban de la escena.- David, necesitamos saber hasta qué punto tus sueños y tu amnesia están ligados a este pueblo. ¿Recuerdas algún detalle destacable o especial de la pesadilla de ayer? ¿Algo que identifique a los Cooper como la familia que viste? Quizás cuántos eran, qué edad parecían tener, algún dato del interior de la casa... -pasó varias páginas de sus notas.- Ya sabes que barajamos la posibilidad de que vivieras aquí o que conocieras el lugar.

El doctor Warren dio un respingo ante la afirmación de David, que sin pelos en la lengua podía haberles metido rápidamente en un lío; en ese momento, le preocuparon más las miradas de algunos de los habitantes de Birchmont que se giraron, que el que David acabara de decir, de manera completamente sorpresiva, que esa casa era la de sus sueños.

—Disculpad —interrumpió—. Ya sé que solo hacéis vuestro trabajo, pero podríamos irnos a otro lugar. Empezamos a atraer demasiada atención y será mejor no caldear el ambiente con palabras que otros menos... Versados, puedan malinterpretar si las escuchan.