Partida Rol por web

Scythe

Escena 4: Vulkan Komite

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25/05/2021, 15:58
Capitán Azor

Todo estaba bajo control. Habíamos vencido, y teníamos a buena parte del bando enemigo listo para ser apresado. No serían tan estúpidos como para prestar resistencia, dadas las circunstancias. Incluso teníamos al traidor, que sería llevado de regreso a España para ser debidamente juzgado por sus actos, algunos de los más execrables que podían existir. Todo había salido bien, especialmente porque no habíamos sufrido baja alguna, más allá de las heridas de Silva.

Debería haber sospechado que algo así no era posible.

Apenas giré mi rostro, cubierto por el caso, al percatarme de que Ruiz salía del edificio. No había huido, como había indicado. Nadie lo había hecho, todos permanecían allí cumpliendo con su deber, ya fuera por lealtad a la patria o por convicción personal. A mí, personalmente, poco me interesaba. Cuando alguien hacía lo correcto, cuando cumplía, era todo cuanto importaba. Pero entonces alzó su voz, y las palabras que salieron de su boca me hicieron girar el rostro bruscamente en su dirección. Conocía aquel nombre, el Octubre Rojo, y sabía a grandes rasgos de lo que era capaz, el peligro en que nos encontrábamos.

Mierda...

La gutural voz salvaje de la señorita Blanco, en aquella forma monstruosa de pelaje negro, no impidió que valorase apresuradamente la situación. Si habían dado esa orden a un submarino de tales dimensiones, significaba que lo tenían debidamente situado. Estábamos en Suiza, un país sin mar, de modo que debía de encontrarse a cierta distancia. Tal vez en el Adriático, cerca de Venecia; o en el Tirreno, al sur de Génova. El canal de la Mancha o el golfo de Vizcaya quedaban aún más lejos, de modo que no me haría ilusiones al respecto. Aún así, un misil de gran potencia podía recorrer esa distancia relativamente rápido, y lo que era peor, causar una destrucción de una envergadura inusitada. Miré en dirección al complejo hotelero, dándome cuenta de que todo aquello podía convertirse en polvo bajo una bola de fuego. Todo el complejo, los alrededores, y todo aquel que estuviera bajo los escombros o lo bastante cerca para ser arrollado por la explosión.

¡Corran! -Grité inmediatamente, haciendo un gesto brusco con una mano, indicando los exteriores del complejo- ¡Aléjense del hotel, rápido, todo lo posible! -Ordené, activando mentalmente el radar de mi casco, a fin de detectar la llegada del misil en cuanto entrase en el radio de detección del mismo. Me giré de nuevo hacia los prisioneros- ¡Ustedes también, corran! ¡La justicia les alcanzará en su debido momento, pero no seré responsable de una ejecución como ésta! -Con ello, les daba permiso para correr por sus vidas. Era un soldado, no un maldito matarife. Odiaba la tortura, el ajusticiamiento sin juicio justo, y todo lo que fuera carente de honor. Aquella gente merecía algo mejor que caer bajo un misil de fuego amigo. Aún así, estaba seguro de que bajo los escombros de la parte derruida del complejo habría aún supervivientes, y en el resto del complejo habría aún huéspedes y empleados. Ese misil iba a causar una destrucción que no podía permitir... si es que lograba impedirla- ¡DENSE PRISA!

Dediqué una breve e inexpresiva mirada a la señorita Ruiz, sin que diera tiempo a que un sólo pensamiento cruzase mi mente respecto a ella. Me hubiera gustado contar con la ocasión de ayudarla, como a todos, a poder llevar una vida exenta de los chantajes del gobierno. Al menos, en la medida de lo posible. Sin embargo, ya no había tiempo para ello. Pulsé el mando del impulsor de mi guante y salí propulsado hacia las alturas. En cuanto el misil entrase en mi radar o lograse detectarlo visualmente, volaría en su dirección. Tal vez, con un disparo certero, lograse hacerlo explotar antes de tiempo, en el aire, minimizando la destrucción que pudiera causar a ras de suelo. La onda expansiva podía dispararme fuera de control, incluso inutilizar el propulsor y hacerme caer como un peso muerto, pero eso no importaba. No había mayor honor que dar la vida por la patria, por aquellos a los que se aprecia, y por lo que es justo. Con gusto pagaría el precio.

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26/05/2021, 10:01
Director

El capitán Azor sale disparado en dirección al cielo. En el radar de su casco detecta un objeto de unos 15 metros de largo que se aproxima a gran velocidad desde Francia. En su mano su Tizona y las cámaras autopropulsadas, que podría intentar lanzar contra el misil, aunque sería como lanzar cubitos de hielo contra el Titanic. Si aún contarais con alguna "defensa de punto", misiles o algo que se pueda lanzar contra este misil....

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26/05/2021, 10:12
Director

Sacar un lanzamisiles medianamente grande o algo más grande es posible para ti, pero te dejaría exhausto. Pero si lo que viene hacia vosotros es tan peligroso podrías realizarlo. 

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26/05/2021, 10:17
Director

En tu radar empiezas a detectar más objetos a gran velocidad pero no van en vuestra dirección, van en contra del misil. Por la dirección de "salida" de dichos misiles parecen británicos o franceses, seguramente hayan detectado el lanzamiento de un misil balístico. El problema es que no sabes si lograrán interceptarlo a tiempo.

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26/05/2021, 10:20
Director
Sólo para el director

Varios misiles desde Francia y Gran Bretaña salen a interceptar el R39 soviético. Dos de ellos se acercan a gran velocidad y estallan a su lado, destruyéndolo ipso facto e impidiendo que llegue hasta vosotros. Realmente ha pasado a muchos kilómetros sobre vuestras cabezas, y no siquiera podéis verlo aunque el destello será visible para vosotros en cuestión de un segundo.

- Tiradas (1)

Motivo: Interceptación Misil

Tirada: 5d100

Dificultad: 50-

Resultado: 16, 57, 2, 96, 27 (Suma: 198)

Exitos: 3

Notas de juego

1 Crítico y 2 aciertos.

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26/05/2021, 10:54
Aitor Haurtxohondatu Gaztelumendi - "Gastelu"

Se acercaba el apocalipsis. Era como aquella película de Eschuargenaguer, que explotaba una bomba atómica y una burrada de kilómetros a la redonda quedaban aniquilados. Esos brutos soviéticos no se andaban con chiquitas, iban a reducir la montaña a escombros. Menos mal que Suiza era un país neutral, llegan a participar de la guerra fría...

Iban a morir. Mucho. A menos que hiciera algo.

─A ver, no eran los americanos que fardaban mogollón de su escudo anti-misiles. Eran como misiles que se lanzaban contra misiles, o algo así. Si podía convocar cualquier cosa, también podría con algo así, ¿no? Sí, como un camión, ¿no te acuerdas de la última vez? ─pensó para sí mismo Aitor.

Aquello iba a doler, un montón, proporcionalmente a la potencia y tamaño de lo convocado. Se acordaría de las madres y padres de todos los ahí presentes. Pero salvaría el pellejo. Si lo conseguía, claro.

─¡¡Mecagëndios-ostia-puta!! ─exclamó el vasco haciendo un supremos esfuerzo para convocar lo que iba a ser, hasta la fecha, lo más grande y destructivo que había convocado jamás.

Un lanzamisiles de los que usaban para derribar otros misiles en vuelo. O eso esperaba. Y era grande de narices. Gastelu, bañado en sudor, sonrió por un momento... y se desvaneció.

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26/05/2021, 10:58
Director

Gastelu logra convocar una defensa de punto compuesta por unos lanzamisiles que os da dos intentos para derribar el R39 soviético. El esfuerzo hace que el vasco se desmaye ya que es lo más grande que ha logrado convocar en su vida.

Ahora uno de vosotros debe operar el artefacto (superar tirada de conocimientos generales) y lanzar el misil para intentar derribar el que viene hacia vosotros.

Notas de juego

Lanzamisiles: Porcentaje de éxito: 55% si está en el radio de acción el misil (lo estará en unos segundos). 

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26/05/2021, 11:08
Cristina Transformada

Al final Gastelu optó por no huir y eso me detuvo, más aún con aquel esfuerzo que estaba haciendo tan grande. ¿Qué le ocurría? ¿Acaso estaba estreñido y se cagaba de miedo? Era una verdadera contradicción, pero podría ser. Instantes después vi lo que sacó de la nada y como se desplomaba sobre la nieve.

- Silva, yo no se usar eso, pero puedo darle calor a Gastelu para que no se congele con mi pelaje. - Dije con aquella atronadora y horrible voz sin cambiar de forma.

Y como si fuese un bebé, pues la diferencia de tamaño y mi fuerza me lo permitían, recogí al vasco del suelo y le sostuve en mis brazos. Podía escuchar su corazón latir y su respiración, así que solo había sido el sobresfuerzo. Mi pelaje le mantendría caliente hasta que despertase. Era la hora de la verdad. No iba a huir más. Gastelu se había jugado la vida por darnos una ventaja y si moríamos, lo haríamos todos juntos.

Miré a Silva, con mis ojos amarillos. - Espero que tenga buena puntería. - Le dije antes de mirar al cielo y buscar al capitán Azor. Hacia donde él mirase, estaría el misil ruso y con él llegaría nuestra muerte.

Notas de juego

Y me ha pisado el máster!

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26/05/2021, 12:38
Xabier Silva y Andrade

Silva parece saber cómo funciona el mecanismo del lanzamisiles pero no está físicamente bien.

- Solo tenéis que marcar la opción de modo automático en ese interruptor de color negro y pulsar en el botón azul. - dice para ver si puede hacerlo alguien ya que sigue herido.

- Tiradas (1)

Motivo: Con. Generales

Tirada: 1d100

Dificultad: 51-

Resultado: 18 (Exito) [18]

Notas de juego

Gasta toda su voluntad para subir +25 a la tirada.

El que lo use solo tiene que tirar contra una dificultad de 55%.

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26/05/2021, 14:14
Azucena Ruiz

Habiendo escuchado a Blanco reforzar mis palabras, permanecí en pie, en medio de aquel caos; a la espera de que el Señor Díaz nos diera instrucciones. No sabía qué esperaba exactamente, pues tenía la sensación de que poco o nada podríamos hacer, una sensación que casi se convirtió en certeza al darme cuenta de lo que el Octubre Rojo podía suponer; algo que también debió deducir Díaz a juzgar por su reacción.

Correr. Aquello era todo lo que nos pedía, que huyéramos de allí. A todos y cada uno de los presentes.

Me quedé paralizada durante unos instantes, sintiendo mis piernas temblar mientras continuaba mirando al líder del equipo al que me habían obligado a unirme, encontrándome en un momento dado con que este miraba en mi dirección; preguntándome si buscaba algo.

Antes siquiera de que pudiera reaccionar, el caos circundante se acrecentó todavía más, mientras el Capitán Azor volaba hacia las alturas.

¿Qué diablos pretendía?

No me costó mucho imaginarlo, por mucha locura que aquello pudiera suponer, aunque desconocía cómo podía ser posible algo así. Pero él era un héroe de guerra, y estábamos en una maldita guerra.

Fue en aquellos momentos cuando Gastelu convocó algo que podría ser la solución que necesitábamos, desmayándose ante ello. Quizás aquel hombre ni supiera que era capaz de hacer algo así hasta entonces, y es que era el momento de dar todo lo que pudiéramos de nosotros mismos.

- ¡DÍAZ! – grité, alzando la voz al cielo. - ¡DÍAAAZ! – repetí, tomando dos pequeño objetos que envueltos en mi puño le tendí. - ¡BAJE!

No sabía si el militar tendría ocasión de descender brevemente para coger aquello, pero esperaba que así fuera, no siendo mucho más lo que podía hacer. Salvo correr. Algo que de momento no pensaba hacer.

Escuché entonces las explicaciones del Señor Silva acerca del lanzamisiles, quien alentado por la Señorita Blanco, que trataba de socorrer al Señor Gastelu, se había acercado a él para averiguar cómo funcionaba.

- ¿Sólo eso? – pregunté mientras me dirigía al lugar, mirando el panel desde más cerca al darle alcance.

Miré a un lado y otro, sin encontrar a nadie que pareciera dispuesto a seguir las indicaciones de Silva, y aunque temerosa, me dispuse a ello.

- Modo automático… - murmuré, apretando aquel interruptor negro. – Y botón azul. – añadí, notando que me temblaba la mano, hasta que situé mis dedos para apretar aquel botón, cerrando los ojos tras hacerlo.

- Tiradas (1)

Motivo: Botón azul

Tirada: 1d100

Dificultad: 55-

Resultado: 27 (Exito) [27]

Notas de juego

Si es posible, ya que no sé si Díaz podrá bajar a por ellos o si puedo asumir que llevo los objetos encima, le doy al Capitán un dispositivo de campo de fuerza y otro teleportador.

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26/05/2021, 14:56
Trillo

Trillo llevaba unos segundos haciendo cálculos mentales. La parte mala de tener poderes es que cambiaba por completo la escala a la que tenías que trabajar para estimar que podías y no podías hacer. Quizá si hubiera echado a correr cuando oyó el aviso podía haber salido del radio de la explosión, o al menos haberse alejado lo suficiente como para poder resistir la onda de presión. Podía haberse alejado un par de kilometros y aguantar desde ahí.

También podía intentar destruir los cohetes en el aire, pero era bastante más complicado, a menos que lanzara algo realmente grande contra ellos. Afortunadamente, había copiosas cantidades de escombros por la zona. Estaba lejos de los demás, pero tenía los restos de la armadura a sus pies. Agarró la carisima pieza de tecnología militar por uno de los tobillos vacíos y la sopesó ligeramente. Pesaría unos doscientos kilos de puro acero, así que lo arrojó con fuerza hacia el puntito lejano que era el proyectil que se acercaba.

- Tiradas (1)

Motivo: Lanzar

Tirada: 1d100

Dificultad: 32-

Resultado: 78 (Fracaso) [78]

Notas de juego

Tiro lanzar -100

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26/05/2021, 15:26
Director

Trillo decide usar una técnica más rudimentaria para alcanzar el misil a pesar de la distancia le lanza parte de la tecnoarmadura como si se tratara de un disco olímpico. 

En cambio Azucena decide usar la defensa de punto que convocó Gastelu y realiza las acciones necesarias para que uno de los misiles que porta salga disparado a interceptar el R39 que lanzó el Octubre Rojo. El misil parece que va bien guiado pero por asegurar habría que lanzar el otro ya que aún tardará un poco en llegar al objetivo.

Notas de juego

Podéis lanzar el otro misil por si acaso, no vaya a ser...o lanzar más cosas :P Trillo tiene posibilidades para acertar cuando esté algo más cerca.

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26/05/2021, 15:30
Director

Notas de juego

Se puede asumir que los llevas encima. Así que si quieres dárselos no hay problema siempre que baje a por ellos.

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26/05/2021, 16:26
Germán Ballesteros

Una vez Eridani se escabulló como la rata cobarde que era, Ballesteros reapareció junto al que habría de haber sido el cadáver exangüe de este. Reapareció sonriente. Estaba satisfecho con su participación en la contienda y, ¡qué hostias! también con la del resto de sus compañeros. Aquella gente tenía un buen par de cojones... inclusive las damas, por muy perturbadora que resultase aquella imagen. Aquellas palabras que el villano profirió antes de largarse le sonaron al archivero como a maldición gitana chusquera, hasta que la señorita Ruiz tuvo a bien desentrañar aquel idioma eslavo del demonio a palabras cristianas que presagiaban un funesto desenlace. Entre estas y la advertencia del Capitán que corroboraba sus propias impresiones sobre el Octubre Rojo, la victoria se tornó amarga y el bigote le volvió a apuntar hacia abajo.

Me cago en la puta de oros... —maldijo entre dientes. 

Rápidamente miró a un lado y a otro. Huir no era una opción. Aquella monstruosidad de muerte que estaba por llegar apenas tardaría unos instantes. Segundos, en realidad. Bien podría elevarse en el aire y volver a ser intangible para huir de la potencia destructiva del misil pero la onda de choque probablemente lo catapultaría a una muerta casi garantizada. No habí amuchas esperanzas y, aún así, sintió que era uno de los pocos que efectivamente tenía alguna. Y, sin embargo, echó a correr en dirección al resto de la tropa. El vasco había creado como por ensalmo nada menos que un cañón antiaéreo de aúpa y la cándida secretaria se disponía a usarlo con nervios de acero.

El primer petardo salió echando chispas al encuentro de su homólogo soviético provocando un estruendo del carajo. Y aún antes de que la polvareda montada se hubiera disipado, el bibliotecario llegó resoplando tras una carrera a toda velocidad. 

Lance el otro, señorita Ruiz. No se corte. Más vale pasarse que quedarse corto y, por la pinta que lleva ese que acaba de despegar, me parece que es usted la que más pericia le echa al asunto.

Allí... todos juntos era justamente dónde había que estar. La posibilidad de volverse intangible siempre existía. Pero él no iba a hacer la rata cobarde como el todopoderoso Eridani. —Ese malnacido no tiene ni puta idea de lo cara que es la sangre española, joder.

Casi como una respuesta automática a las palabras de Germán, Trillo, ese tipo raro más largo que un domingo sin dinero, se echó la situación al hombro y lanzó hacia el misil que se acercaba nada menos que la armadura vacía que yacía en el suelo. Un proyectil nada desdeñable teniendo en cuenta el peso de la misma. De impactar probablemente haría que el misil detonase antes de llegar al suelo y allí, en el aire, su daño sería casi nulo. Efectivamente, si el contramisil de Gastelu y la señorita Ruiz no era bastante, aquella técnica, si bien poco ortodoxa, seguro podría ayudar. Y esto inspiró al bibliotecario a hacer lo mismo. Entre los escombros, una bañera de hierro forjado, de esas en las que las estrellas de cine beben champán a remojo de un baño de espuma, parecía estar esperando su oportunidad para salir por los aires. Ballesteros se acercó curioso tratando de adivinar el peso de la misma. Probablemente llegaría a los ciento y pico kilos... largos. Solo había que tener la puntería necesaria. La fuerza era una mera cuestión de densidad. El cuerpo del hombre se volvió compacto y duro como el acero... tomó la bañera por una de las piernas y, con toda su fuerza y su fe, la hizo volar en dirección al misil.

- Tiradas (1)

Motivo: Lanzar (bañera)

Tirada: 1d100

Dificultad: 49-

Resultado: 46 (Exito) [46]

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27/05/2021, 12:44
Director

Por suerte para todos el misil que se acercaba es interceptado por la defensa de punto en primer lugar, y posteriormente por una bañera voladora. La detonación es lejana pero aún así desplaza al capitán Azor por el aire unos cientos de metros. No se produce reacción nuclear lo que os consuela, aunque la zona donde caigan los restos habrá que analizarlas, pero no es vuestro país y no es vuestro problema.

La situación está controlada y hay muchos testigos para afirmar que fue cosa de los soviéticos. Parece que habéis salvado el día, y deberíais informar a De la Cierva, pero...¿Dónde está? Tendréis que ver si sigue vivo entre la parte del hotel intacta o si ha fallecido en alguna de las explosiones provocadas por Vulkan Komite.

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27/05/2021, 13:13
Cristina Transformada

Vi a lo lejos como todo acababa bien para todos. Había heridos que sacar del hotel, pero en aquel momento yo tenía a dos que me importaban más. Me senté en la nieve y atraje el cuerpo de Silba hacia el mío. Estaba herido y el frío no le venía bien.

- No se preocupe, no se lo diré a su mujer. - Bromeé al tiempo que veía a Gastelu comenzar en mi otro brazo.

En cuanto tuviésemos un campamento, comenzaría a buscar heridos entre los escombros. Pero por el momento, solo me importaban los que estaban en mis brazos. - Su proposición, Silva, ¿iba en serio? ¿Podría ser libre en Galicia? ¿Tener ese trabajo que me dijo y vivir con los míos, lejos del Régimen y de sus órdenes? A fin de cuentas, puedo contar como baja aquí y creo que es un buen momento para que el Vaticano y los dirigentes de mi corrupto país me dejen en paz.

Miré hacia el bosque durante unos segundos antes de mirar al hombre de nuevo.

- Es eso o perdeme en estas montañas. Podré aprender el idioma y sobrevivir aquí, siempre que en su informe digan que caí en combate... y que se aseguren que a esos monjes locos del Vaticano les llegue una copia para que no me busquen más. - Dije al hombre con mi imponente voz.

- Ahora veo que esto no es una maldición, veo el bien que puedo hacer. El problema es el uso que quieren dar de mí. Si las cosas fuesen distintas... no me importaría ayudar, sobre todo a rescatar heridos en catástrofes. Pero para la humanidad soy un monstruo. Una aberración. Jamás seré como el Capitán Azor, un héroe nacional y tampoco quiero serlo... pero no me darán el sitio que me corresponde.

» Solo quiero un retiro digno, estar con mi raza, tener una familia, ser una más sin ser perseguida por nadie y tener un trabajo para mantener a los míos. Así que si su propuesta sigue en pie... La aceptaré con gusto.

Y esperé el tiempo necesario hasta que comenzaron a montar un lugar donde poder alojar a los heridos y llevé a Silva hasta allí, sin cambiar de forma. Y manteniéndome como la bestia que era, aquella criatura que ahora había aceptado ser, comencé a buscar a supervivientes bajo los escombros, usando mi oído y mi olfato, retirando escombros con aquella fuerza sobrehumana que tenía con aquella forma y a pesar del miedo inicial, al ver lo que estaba haciendo, pronto comencé a tener ayuda a mi lado, retirando y llevándose a un lugar seguro a quienes sacaba de aquel infierno de escombros, frío y nieve.

Y volví a España y me asenté en Galicia, con los míos. Corso fue el primero en recibirme y pronto tuve que contar mi hazaña y la de los demás miembros del equipo, contra los rusos a quienes serían mi manada, mi familia. Y Silba cumplió su palabra y me dio aquel trabajo que me ofreció cuando el hotel de Suiza no era más que un lugar de paz, donde varias facciones nos movíamos a escondidas por el lugar.

La prensa nacional se hizo eco de un incidente donde al menos murió una mujer española en un hotel en Suiza. Cristina Blanco Gutierrez dejó de existir para todo el mundo, el primero mi primo, que dejó de buscarme a mí y a su herencia genética. No volví a saber nada de los cazadores del Vaticano y en cuanto al Régimen... esperaba que la traición de alguien en un cargo tan importante como tenía La Cierva fuese suficiente como para que se diesen cuenta de que su forma de llevar las cosas no funcionaba. Pero de esperar a que se diesen cuenta a que lo hiciesen, había un abismo. Por lo tanto debía conformarme con no tener que ver nunca nada más que ver con ellos.

Aunque con Silba tan cerca... quien sabía lo que ocurriría en el futuro.

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27/05/2021, 17:06
Capitán Azor

Me encontraba ya a una altura adecuada y con el radar en funcionamiento, cuando pude oír la voz de la señorita Ruiz a lo lejos. Apenas logré mirar en su dirección un instante, antes de que aquel punto intermitente apareciera en el monitor superpuesto a mi visor, la advertencia de que el proyectil había entrado en el campo de detección de mis sistemas. Ahora conocía la dirección de la que procedía, y pivoté en el aire para encarar su aproximación. No pude hacer caso a las pretensiones de Ruiz, no fui capaz. Sabía que, de hacerlo, de descender y poner los pies en el suelo, tal vez no reuniera el valor para hacer lo único que se me ocurría posible.

Las manos me temblaban. Sería sencillo decir que se debía a la vibración del propulsor, pero no era así y yo lo sabía. Tenía un pulgar sobre el mando del propulsor en mi guante siniestro, y la Tizona en la diestra, y temblaba. No estaba paralizado por el miedo, sólo pugnando conmigo mismo ante la visión de aquel punto brillante en el cielo, que crecía hacia nosotros, y que podía destruir todo en kilómetros a la redonda. Tal vez hubiera diversas formas de evitarlo, Pero que estuviera a mi alcance yo sólo era capaz de ver una. Y el precio era elevado.

Un atisbo de esperanza afloró a mi rostro cuando vi que alguien se había sacado de sólo Dios sabía dónde un sistema de defensa por lanzacohetes, Gaztelu a buen seguro, que yacía inconsciente a su lado. ¿Funcionaría? Tenía que funcionar, porque de lo contrario...

Aún así, no supe si era esperanza u otra cosa. Lo de ver pasar tu vida ante tus ojos no funcionaba de acuerdo al cliché, precisamente. Mientras contemplaba el misil acercándose, no vi mi niñez ni mi juventud, sino mi vida actual. El trabajo anodino de oficina, la perdida de confianza en los hombres a mi lado, la ya desenfocada línea que separaba amigos de enemigos... Y en el plano más personal, la soledad de mi trabajo en Madrid, que aún era mejor que la frialdad de un matrimonio distante, una esposa que había dejado de amarme en cuanto el brillo del héroe de guerra se había difuminado. Y no se podía resucitar un amor que se profesaba al personaje, y no al hombre. No me engañaba a mí mismo, no eran pocas las ocasiones en que me había dicho que hubiera sido mejor para mí dejarme la vida en Marruecos. Un heroico vuelo rasante, acompasado a una carga de caballería, y hacer honor a mis apellidos como si fuera una playa de Valencia ante los moros, una victoria incluso tras la muerte dejando un hermoso recuerdo. 

Tan lamentables pensamientos se vieron interrumpidos por el disparo de un proyectil desde tierra. Ni siquiera me percaté de quién lo había activado, tan sólo alterné mi mirada entre su trayectoria y la del misil, rezando por lo bajo para que acertase. Porque si eso fallaba, tan sólo quedaba un as en mi mano. 

Vamos... Vamos... Vamos...

La inmensa explosión me cegó durante unos instantes, hasta el punto de llegar a cubrirme en visor con la mano armada. La onda expansiva no tardaría en alcanzarme, eso lo sabía, pero a pesar de prepararme para ella me vi arrastrado como un niño por las olas del Cantábrico. Tardé unos largos instantes en lograr recuperar el control del vuelo, durante los cuales temí estrellarme contra el hotel, pero finalmente quedé suspendido observando los restos de la explosión en el cielo.

Finalmente, aquello que había cruzado mi cabeza no sería necesario, aunque no sabía si era decepción o alivio lo que me hacía sentir. Simplemente descendí lentamente, aterrizando con suavidad sin apartar la vista de aquel cielo, guardé la Tizona en su funda y me desprendí del casco. Tenía la cabeza empapada en sudor, pero la brisa de la montaña nevada no me hizo sentir frío, sino un frescor agradable. 

Otra vez será.

Otra vez. Eso suponía una corta vista puesta en el futuro. ¿Qué sería de mí, en adelante? ¿Qué sería de ellos? Mientras el viento azotaba mi rostro, miré a los hombres y mujeres a mi cargo. La mayoría de ellos habían sido forzados a desempeñar aquel trabajo tan sumamente peligroso, y no dudaba que lo volvería a intentar. El estado mayor era así, tanto a nivel político como militar. No había honor, ni recompensa real por los servicios prestados. Ya no era un joven militar idealista, reconocía el mundo tal como era, no como me gustaría que fuera. Volverían a ser usados una y otra vez, de todas las maneras posibles, incluso las más desagradables. A no ser que alguien velase por ellos. 

¿Era un camino posible? Era difícil, pero ciertamente posible. Nunca había sido ambicioso. Todos mis ascensos y medallas me habían llegado sobrevenidos a petición formulada por otros. No buscaba reconocimiento ni oposición, sino que lo aceptaba si llegaba, nada más. Tal vez era el momento de cambiar, de marcarse objetivos. Si no por mí, por otros. Por ellos, por los soldados y agentes que se veían forzados a trabajar para España sin que nadie les preguntase si realmente querían hacerlo, o hasta dónde estaban dispuestos a llegar. Se merecían algo mejor, a alguien que les brindase el respeto que merecían. Estaba seguro de que Silva estaría conmigo en aquella idea, como estaba convencido de que podríamos lograr que De La Cierva o cualquier otro secundase tal empresa, después de lo que habíamos logrado. Habían reunido a aquel equipo una vez, y sabía Dios que volverían a hacerlo, dados los resultados. Tan sólo había que asegurarse de que cuando llegase ese momento, al menos uno de nosotros estuviera al frente de él. Y la única forma de asegurarse era proponer y promocionar la idea de una unidad estable. 

Sonreí. No era muy dado a hacerlo, pero en aquella ocasión sonreí. Tal vez era precisamente lo que necesitaba, un objetivo, y ahora lo tenía. 

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27/05/2021, 20:55
Germán Ballesteros

Conforme la bañera salió por los aires, Germán Ballesteros, el Bibliotecario, prácticamente se cayó de culo. La trayectoria anunciaba buenas perspectivas y el estallido del misil en pleno vuelo indicaron que todo había acabado y, al margen de las víctimas que a buen seguro encontrarían bajo los escombros del Hotel, había concluido favorablemente. El operativo ruso había sido desmantelado, el resto de potencias se habían quedado con un palmo de narices al comprobar como se las gastan los españoles y para postre, el virus había sido destruido. Seguramente, los jerifaltes que organizaron todo aquel pifostio habría preferido que este quedase intacto en manos de la inteligencia patria, pero el fantasma se sentía mejor por dentro sabiendo que había una amenaza menos en el mundo. Mierdas como aquellas, sobran. Por descontado. Ni siquiera en manos españolas están bien. 

Las cosas empezaron a moverse rápidas. La chica bestia llegó a un acuerdo con el grande de España, Gastelu no tardaría en recuperar la consciencia y el Capitán Azor parecía algo menos atormentado. Y no era para menos. La amenaza rechazada había sido de primera categoría. Un dispositivo de rescate comenzó a organizarse y todos decidieron arrimar el hombro. Ballesteros usó sus poderes para vagar por entre los escombros y localizar algunos heridos y, por qué no decirlo, algún que otro cadáver, también. Las cosas a veces salen a pedir de boca, y aún así, el mejor maestro echa un borrón. Pero ni esto consiguió ensombrecer demasiado el ánimo del operativo que estaba, hecho polvo, pero satisfecho. Germán ya llevaba unos años sirviendo al Ministerio. Y lo hacía de buena gana... mucho había hecho España por él. Pero aquella misión había resultado diferente. Reconfortante y no solo en el plano profesional o patriótico. Se sentía bien consigo mismo, en un sentido personal. Aquella gente había arriesgado el pellejo con un arrojo que le conmovió y, cuando encontró un hueco, no tardó en hacérselo saber al Díaz de Vivar.

Capitán... discúlpeme que le moleste. No está en mi intención importunarle... a buen seguro tendrá ahora mismo una pila de burocracia a resolver que ríete tu del hojalata ese de Eridani. —bromeó. —Solo quería decirle que para mi ha sido un honor y un orgullo servir a su lado y que, por descontado el Ministerio me tiene bien localizado y a mano para arrimar el hombro todo lo que haga falta, aunque... si en vez del Ministerio es usted el que necesita de mis servicios, no dude en reclamarme. Estoy a su entera disposición.

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28/05/2021, 10:53
Álvaro Díaz de Vivar

La sensación eufórica de victoria pasaría pronto, siempre lo hacía. Era una bebida espumosa, que liberaba gran cantidad de gas y burbujas en una explosión inicial, al abrirse, para tan sólo ofrecer un regusto suave y refrescante durante un tiempo. Pero no gozábamos de tiempo para degustar aquel elixir, pues pronto nos vimos forzados a organizarnos junto a todo el personal disponible en las tareas de rescate. Aquellos malnacidos habían causado una auténtica carnicería, algo por lo que habrían de pagar caro, y aunque en mi fuero interno deseaba fervientemente participar en el ajusticiamiento de los culpables, reconocía que tales asuntos quedarían en manos de otros, en las de aquellos que tomaban las decisiones.

También en las tareas de salvamento resultó nuestro equipo asombrosamente eficaz. Tuvimos que dejar a Gaztelu y Silva al cuidado de los pocos sanitarios disponibles, que se esforzaban en organizar un hospital de campaña con lo poco que se disponía, empleando las áreas seguras del complejo hotelero para mantener a los heridos supervivientes bajo techo y al resguardo del frío. Ballesteros se movía entre los escombros, literalmente, a través de ellos, y daba aviso de la situación de cuanto superviviente encontraba. Blanco, en la forma de aquella bestia de pelaje negro, empleaba sus sentidos extraordinarios para localizar rastros. Ruiz hacía lo propio escuchando atentamente entre los escombros. A decir verdad, y a excepción de los primeros momentos en que hubo que desalojar a varios huéspedes de las plantas superiores sin que ni escaleras ni por supuesto ascensores resultasen del todo seguros, y a algunos de los cuales bajé a ras de suelo uno a uno mediante vuelo controlado, el resto del tiempo me sentí escasamente útil. Terminé dejando mi propulsor y el casco en un rincón, y ayudando como uno más a apartar escombros con las manos, y a desalojar heridos como buenamente podíamos.

En un momento dado, en que me detuve a secarme el sudor de la frente con el dorso del guante tras ayudar a trasladar a un hombre con una herida en la cabeza hasta los sanitarios, Ballesteros me abordó con su habitual y excesiva humildad, momento en que me permití unos instantes de descanso para atenderle.

Ballesteros... usted se ha ganado el derecho a dejar de lado tanta formalidad conmigo. Usted y todos. -Le indiqué con sinceridad. Me hubiera gustado poder ofrecerle una expresión mucho más amigable, pero la excesiva seriedad que me acompañaba siempre, unida al cansancio que cargaba ya sobre mis espaldas, no me lo permitía- Hoy ha demostrado de qué pasta está hecho, y se ha ganado mi respeto. De modo que... cuénteme. Supongo que podemos tomarnos un breve descanso. -Su broma acerca de la cantidad de papeleo del que tendría que ocuparme logró que curvase mi bigote ligeramente, cerrando los ojos un instante. En efecto, iba a ser mucha burocracia, pero todo el papeleo me estaría esperando a mi vuelta a Madrid, como tantas y tantas otras cosas escasamente satisfactorias. Pero allí, en aquel campo de batalla y atendiendo a los heridos, me sentía importante de nuevo. Útil- La burocracia ocupará mi tiempo de regreso a la capital del reino, me temo. -Indiqué, antes de escuchar lo que realmente tenía que decirme el archivero, lo cual hice con atención. Fueron sus palabras todo un acicate a mi moral, a aquella que había renacido en la idea que tenía en mente sobre ellos, sobre todos ellos y tantos otros, si me era posible. Logar hacerlos desaparecer, si era lo que deseaban, o ponerlos bajo un mando que los respetase tanto como se merecían. Ya estaba bien de que el gobierno usase a todo el que tuviera habilidades extraordinarias, como si fueran meros esclavos a los que usar y tirar- El honor ha sido todo mío, Ballesteros. El honor de haber servido a su lado, y el honor que me hace con su ofrecimiento. Soy consciente de que el Ministerio buscará la manera de hacer buen uso de sus habilidades, las suyas y las de sus compañeros... quieran o no. -Mi mirada recorrió los alrededores, buscando a los miembros del equipo que pudieran estar por la zona. No había tenido ocasión de conocer en detalle las historias de cada uno, pero tenía muy claro que buena parte de los hombres y mujeres reclutados para aquella misión habían sido forzados a ello. Sin embargo, pese a no ser su obligación, todos habían mantenido la linea cuando la situación era más complicada. Les había ofrecido la posibilidad de huir, y ellos habían cerrado filas. Me hacían rememorar la famosa frase de cierto cantar: "Dios, que buen vasallo, si tuviera buen señor"- Me honra excesivamente con su ofrecimiento, Ballesteros. Sobra decir que la predisposición es recíproca. -Indiqué, ofreciéndole mi mano para estrechársela sinceramente. Sin embargo, en cuanto nuestras manos se unieran mi gesto se volvería aún más serio- Lo digo de verdad. Si tiene problemas, ya sea con alguien del Ministerio o de cualquier otro tipo, no dude en buscarme y veremos qué se puede hacer.

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28/05/2021, 13:58
Aitor Haurtxohondatu Gaztelumendi - "Gastelu"

El despertar de Gastelu sería un tanto inusual: en un lugar en el que no había caído, entre un grupo de personas que no conocía. Vivo, con un tremendo dolor de cabeza, pero vivo. Y entero. Y sin quemaduras ni nada. No había habido bomba atómica. Estaba feliz, exhultante.

─¡Toma yaaaa, chúpate esa, Unión Soviéticaaa! ─exclamó, bastante alterado.

Habían ganado. El virus había sido destruido, los de las armaduras tecnificadas habían recibido una buena tunda e incluso su venganza había sido frustrada. Casi, casi, hasta se le despertaba el espíritu patrio. Bueno, tanto como eso no, pero sí se alegró por sus compañeros de misión. Y por la gente del hotel, que no tenía culpa de nada. Bueno, el tipo invisible se merecía todo lo que le había pasado y más, por capullo, un poco como el resto de servicios secretos internacionales, que habían hecho una actuación incluso peor que la española. Y eso que el grupo español se había dedicado a improvisar la mitad del tiempo. A lo mejor era eso, que los hispanos improvisaban bien por defecto. Como él mismo. Si le llegan a decir hacía un par de días que iba a convocar un misil anti-misiles, se le hubiera reído a la cara de quien se lo hubiera dicho.

El vasco se sentía cansado, mareado y con un considerable dolor de cabeza, así que su cuerpo reaccionó convocando instintivamente un whiskie "on the rocks" para salvarle de la resaca. A veces se equivocaba, estaba claro, pero aquello tampoco estaba mal. Gastelu dio un sorbo, se levantó como pudo y se dirigió hacia el exterior cubierto con un abrigo largo de aspecto un tanto vintage para buscar al resto de su grupo.

─¿Cuál es el plan, jefe? ─dijo despreocupadamente Gastelu, todavía vaso de whiskie en mano.

Gastelu necesitaba saber qué debía esperar a continuación. Si todo se suponía que había ido bien, volvería a España y liberarían a su novia. O no, porque los de los servicios secretos españoles eran una panda de desalmados y bien podían decidir que Gastelu era demasiado valioso para dejar de tenerlo bien atado. Y si era el caso, la ira del vasco podía ser terrible. Al fin y al cabo, había aprendido a convocar misiles...