Partida Rol por web

Entre el guardia, el hombrecillo floreado y el mismo intentaban reducir (matar) al ruin mangante. Pero el muy infame debía de estar acostumbrado a estas lides, pues la cuhillada que Bodhi trató de asestarle quedó en un intento patetico de aataque. A poco no perdió el cuchillo en una movimiento poco natural para el, y el rufian aun tuvo tiempo de detenerse a admirar tamaño despliegue de ineptitud...

De la oscura niebla emergieron dos figuras que no reconoció, una mujer y un y hombre... Interpretó que la fémina era la que había escuchado mientras andaba cegado por la sala. Dió unos pasos mágicos y le apuntó con un único dedo...

Hola zorrupia canalla, el dinero te querías llevar y te vas a ir calentita de aquí... ¡Oh! Nethys el sabio, dame tu favor para golpear a mis enemigos...

Varios giros y ademanes después un proyectil de energía emergió del rojo dedo de Dredmor y fue a impactar indefectiblemente en el cuerpo de la cabecilla de los canallas que les habían chafado la guitarra.

La acción cada vez era más favorable al grupo. En la zona norte de la sala, el matón rodeado por el guardia, Bodhi y Mirn, se zafó de la estocada del guardia e intentó asestar una a Mirn, pero la fortuna estuvo de parte del clérigo y no llegó a impactar. En ese instante, como si las heridas le pesasen, el rufián cayó al suelo inconsciente por el dolor.

En la zona sur, la chica tuerta, acababa de recibir el doloroso impacto del proyectil de Dredmor. Por otro lado, el mago, y poco conocido amado suyo, estaba inconsciente en el suelo por el mamporrazo propinado por el malhumorado enano. Viéndose herida, con su amado en el suelo a merced del enano, y prácticamente rodeada por dos tieflings, un guerrero con cara de pocos amigos, un guardia que venía a poca distancia y el bajo, aunque imponente enano, no tuvo más remedio que poner en marcha su única salida:

 - ¡Me rindo! - Dijo con su voz femenina, que permitió a Dredmor ubicar quién había sido la que había escuchado en todo momento cuando estaba ciego.

Una cosa más pasó en la escena. A toda carrera, en la medida de lo posible por la cantidad de cuerpos que todavía había tendidos en la sala, pasaron por delante de esta escena el último ladrón que intentaba huir desesperadamente de aquel lugar, ..., sin contar con la sutil y mortal presencia de Mordred ...

Uno de los bandidos intentó poner pies en polvorosa, pensando que Mordred estaba muy ocupado con la "chica tuerta". Y aunque verdaderamente estaba concentrado en todos los movimientos de la muy desgraciada, no tuvo ningún tipo de reparo en darle una cuchillada al infeliz que paso a su lado. La daga volvió a morder carne, derramando sangre por doquier. El tiefling no contemplaba la piedad por el momento. Su mitad demoníaca lo empujaba a matar de forma descontrolada...

El fútil intento por escapar terminó como era de esperar. Mordred propinó la justa puñalada que hizo que la carrera del ladrón terminase de forma abrupta con este aterrizando en el suelo inconsciente.

En ese instante, uno de los guardias, que precisamente perseguía al ladrón, llegó a la altura de la muchacha, apresando a esta por la mano y arrebatándole el trozo de tela enrrollado.

En un instante la lucha finalizó. Hizo falta el concurso del hechicero tiefling para poner fin al combate, si no le hubieran cegado hace tiempo que se hubiera acabado. Como alma que lleva al diablo se acercó a la chica y cogiendo su cara entre sus rojas manos le espetó:

¿Me rindo? ¿Eso es lo que se te ocurre para salvar tu vida? Eres una puta ridícula... Jajajajajaja Vienes aquí con tu gentuza a chorizarnos y jodernos la vida y ahora que te ves perdida dices que te rindes.... Quiero ver hasta la última pieza de oro que pretendíais robar, hasta la última... ¿Me has entendido, zorra asquerosa?¿ME HAS ENTENDIDO?

La cara del tiefling mostraba una ira indescriptible que el que le conocía bien, y en aquel caso solamente su hermano, sabía que era fruto de años de práctica y trabajo concienzudo. No estaba por la labor de matar a sangre fría a la ladronzuela, al menos de momento, pero le iba a meter el miedo en el cuerpo.

Zendr dedicó un gesto de asentimiento al enano por el tremendo golpe que le propinó al tunicado.
Con una sonrisa de complicidad le dijo en la gutural lengua de los enanos: - Nada mal, compañero. Tus antepasados estarán orgullosos.

Luego, de repente la reyerta terminó. La mujer se rindió y no parecía haber ningún enemigo más en pie.
Instantes después, un hombre de aspecto extraño (parecido al otro con quien había compartido unas palabras minutos antes) se aproximó a la fémina y comenzó a lanzarle imprecaciones mezcladas con amenazas.

A punto estuvo el varisio de saltar, pues no terminaba de ver bien eso de dedicar palabras tan duras a una pobre mujer que se había rendido.
Mas de nuevo, la pequeña parte de su cerebro que aún se mantenía sobria le pidió calma: - Imbécil, espérate un poco; si no aparece el dinero, no cobras. Además, para rajarle su rojo cuello siempre estarás a tiempo.

Así pues, Zendr aguardó a una prudencial distancia con la cabeza ladeada, clavando sus ojos en el hombre que "dialogaba" con la tuerta.

El último rufián cayó sin más tras la puñalada de Mordred. Nuevamente, el asesino que residía en su interior había surgido para teñirlo todo de sangre y muerte. No se sentía orgulloso por ello, pero era incapaz de controlar ese letal instinto. El siniestro adiestramiento que sufrió en su adolescencia, lo habían convertido en un arma preparada para segar vidas...

El tiefling bajó la daga que sostenía cuando la muchacha se rindió. Había estado a punto de matarla sin compasión, velado por el rostro demoníaco de la furia, y las muchachas que antes lo miraban con admiración y que se morían de ganas por acabar en su lecho, ahora lo miraban con una mezcla de repulsión y miedo...

- ¡¡Ya está bien Dredmor!!- interrumpió las técnicas intimidatorias de su hermano. - ¡¡Todo a acabado!!- dijo con tono severo y muy distante al que habitualmente solía utilizar. Desde que Saul sufriera el ataque por los hombres de Cromarcky, el mestizo infernal no se había visto obligado a matar. Incluso pasó mucho tiempo saliendo a las calles sin armas. Despreciaba ese macabro don que sus "mentores" le habían inculcado, e incluso él mismo, sentía asco cuando el velo carmesí -como lo denominaba comúnmente- emergía para enviarlo todo al mismísimo infierno.

- ¡¡Devuelve lo que has robado y tal vez puedas seguir respirando!!...- sentenció con una mueca de pocos amigos.

La chica palideció ante la impresionante demostración de intimidación por parte de Dredmor. Parecía como si toda la sangre se hubiese evaporado de su cuerpo dejando un níveo rostro como anticipando su segura muerte. Con un fútil intento señaló con la temblorosa mano al trozo de tela que el guardia había sustraído, pero el profundo horror que sentía, con su vista clavada en el imponente rostro de Dredmor y sin fuerzas ni siquiera para apartarla, le impidió formular una palabra inteligible, y todo quedó en un balbuceo.

La providencial intervención del hermano más sosegado que era Mordred, hizo que el horror pasase sólo a miedo extremo, pero lo suficiente como para recuperar algo de color y que pudiese articular alguna palabra inteligible:
- To-todo está a-ahí. - Dijo tartamudeando y señalando la tela que acababa de cogerle el guardia - No-no hemos a-abierto el-el cofre. Só-sólo nos contra-trataron para robar el Go-goblin Do-dorado en la ina-naguración. - Comentó todavía con claras dificultades para hablar.

Cuando el matón con el que se enfrentaban el mediano y el humano de negra tez cayó, Mirn observó desde la distancia y el tumulto aquellos dos humanoides de roja piel que al parecer habían conseguido detener a la chica tuerta y se dirigió a Bodhi - ¡Allí han conseguido capturar a la chica tuerta, que parece la causante de todo este desastre, vayamos allí!- exclamó el clérigo de la Rosa Eterna quien se acercó a las proximidades donde los dos individuos con aspecto de demonio y otro hombreton parecían intimidar de alguna manera a la chica. Cuando se acercó, el pequeño clérigo se ajustó bien su sombrero de ala ancha y se sacudió la ropa como tratando expulsar el polvo y se mantuvo cerca observando y escuchando.

El pícaro miró a la chica. El truco de guardia bueno y guardia malo había vuelto a funcionar. La tuerta había cantado más alto y claro que un mirlo.

- ¡¿Quién os contrató?! ¡¿Y cómo sacamos nuestro dinero de esa tela de mierda?!- siguió el interrogatorio cogiéndola por el brazo con fuerza, pues por la venas de Mordred corría sangre de demonios -para ser más exactos de uno bastante poderoso y cabrón- y eso se hacía patente cuando tensaba sus enjutos y fibrados brazos.

En ese momento, un mediano engalanado con lujosas y limpias ropas surgió de entre el gentío. El tiefling miró como se colocaba en primera línea y después de unos segundos no pudo evitar hacer las presentaciones...

- ¡¿Y tú quién coño eres?!- 

Seco y expeditivo, un estilo como cualquier otro.

Soltó a la mujer en cuanto intervino su hermano, y siguió interpretando su papel andando de un lado para otro enseñando los dientes en los momentos adecuados, fingiendo ser una fiera agazapada a punto de saltar. El miedo era una poderosa arma que aflojaba la lengua del más pintado.

Varias personas se fueron acercando para contemplar el excelso interrogatorio que los gemelos tieflings estaban ejecutando. Ninguno abrió la boca de la impresión. Era lógico pues ver al hechicero en modo "haciendo amigos" era un espectáculo terrorífico.

Déjamela, Mordred, déjamela.... Hace tiempo que no tengo una noche de placer de las mías....

Dijo mirando a la joven mientras sacaba la lengua y la movía de un lado a otro sibilinamente. Mirándolo bien, igual acababa aquella noche con algo de diversión....

Mirn se sorprendió ante la tajante pregunta de Mordred y salió de detrás de la silla desde la que se asomaba. - ¡Pardiez! ¡Qué modales! - exclamó como si de un noble acomodado se tratase - Yo soy un siervo de la Rosa Eterna que ha estado tratando de ayudar con este intento de robo, o lo que sea que este ocurriendo - dijo con cierta desconfianza, pues aún no sabía las intenciones reales que podían tener aquel dúo de tieflings

- Pero ya habrá tiempo para presentaciones... ¿Ya os habeis cansado de aterrorizar a la chica tuerta? Si ya está capturada y ha devuelto lo robado no hay necesidad de inflingirle más miedo y dolor.- añadió el clérigo de Shelyn con el ceño fruncido y determinación en la mirada - Eso suponiendo que estéis tratando de ayudar a poner orden... - continuó Mirn, que a pesar de su tamaño, desprendía seguridad y decisión.

La muchacha, visiblemente aterrada ante la presencia de los dos hermanos de descendencia demoníaca, no se percató en primera instancia de la llegada del menudo clérigo de Shelyn que parecía querer interceder por ella. Su miedo palpable, ante las peores promesas, hizo que siguiera hablando:

 - No lle-llegamos a ver qui-quién era. Era un ca-callejón oscuro. No sé na-nada más. Lo-lo juro. - Dijo visiblemente afectada. Mientras con la mirada buscaba a algún "salvador" que acudiese en su ayuda, y el menudo clérigo de Shelyn parecía no ser rival para los dos imponentes hermanos. Ante esta apreciación a la chica no le quedó más remedio que seguir hablando, ante las posibles consecuencias - Lo del co-cofre es un co-conjuro de un perga-gamino que ha lanzado Angvar, para hacer que-que nos pudiéramos lle-llevar el cofre más fá-fácilmente.

Justo en ese instante llegó el otro guardia y Larur, arrastrando el cuerpo del mago inconsciente. Este último se dirigió a los guardias con tono severo, mientras el guardia que tenía el trozo de tela que ahora era el cofre se lo tendía a Larur:

 - Hans, Beyar, id a avisar a los gendarmes para que acudan.

Los guardias procedieron de forma inmediata a salir por la puerta para avisar a la guardia de la ciudad de lo acaecido en el Goblin Dorado. Mientras tanto, Larur se dirigió a los presentes que habían ayudado a frustar el robo:

 - El Goblin Dorado les agradece su ayuda. Le comunicaré puntualmente a Saul su inestimable ayuda. - Y dirigiéndose a los hermanos tiefling - Muchachos, ayudadme a amordazar a esta escoria. - En clara referencia a los ladrones - En el proceso, podéis quedaros con lo que tengan, ..., los gendarmes no preguntarán, ..., y ellos se lo han buscado.

Las palabras del mediano de apenas un metro de altura, llamaron profundamente la atención del pícaro. Acto seguido, encorvó su espalda lo suficiente como para que su demoníaco rostro rojizo quedara a la altura de la cara de Mirn, y enseñando sus blanquecinos dientes dijo:

- ¡¿Devuelto?!... ¡¡Precisamente "devuelto", no es un término acorde a esta mierda de pañuelo!!...- espetó el tiefling mientras enseñaba el trapo que la chica tuerta les había entregado. - Y quizás... ¡¡Y sólamente quizás!!... No hayamos acabado de atormentarla...- añadió Mordred con tono severo - ¡¡Qué se lo hubiera pensado antes de jodernos la vida!!-  finalizó su careo delante de los morros del lindo mediano y se dio de nuevo media vuelta.

En ese momento llegó Larur con los "restos" de mago que había intentado escapar. En cuanto dijo que podían aprovecharse de lo que llevaran, Mordred no tardó un segundo:

- ¡¡Venga maja!!... ¡¡Ves soltando todo lo que llevas encima!!... ¡¡Esto es por las molestias ocasionadas!! ¡¡Y agradece que no te vayas de juerga con mi hermano!!... Te aseguro que yo soy el gemelo cuerdo y bueno...- dijo mientras comenzaba a registrar los cuerpos de los rufianes y del mago.

Zendr decidió por fin aproximarse al resto. Guardó los cuchillos en las botas y se dispuso a acercarse cuando un hombre bajito hizo acto de presencia. - ¿Cómo carajo se ha colado un niño aquí dentro?- Pensó el varisio.
Una mirada más profunda le reveló que se trataba de un mediano; había conocido a más de uno.

Cuando se percató de su confusión, no pudo evitar que una sonora carcajada escapase de su boca.
Rápidamente calló al darse cuenta de que (una vez más) no estaba solo. Carraspeó para disimular y se acercó finalmente al grupo.

Se plantó delante de los demás y cruzó sus brazos en el pecho: - Menuda mierda. ¿Me estáis diciendo que ahí está nuestro dinero? - Dijo, señalando el trapo que Larur sostenía.

- Magos... - masculló entre dientes al tiempo que se rascaba detrás de la oreja.

- Por cierto, ¿dónde están mis modales? Soy Zendr. Eres bueno con los cuchillos, gracias por lo de antes. - añadió dirigiéndose al extraño que ya conocía.

A todo esto, el interrogatorio continuaba.

- Eh, tampoco os paséis, joder. ¿No hay caballerosidad entre los vuestros? - Dijo, mientras se colocaba sendos índices en la cabeza, a modo de cuernos.

No terminó de pronunciar esas palabras y ya se estaba arrepintiendo. Lo cierto es que esa extraña pareja intimidaba bastante.
Intentó suavizar el tono: - Ya os ha dicho suficiente. Necesitamos que el mago deshaga el conjuro ¿no?. Pues propongo comenzar arrancándole las uñas de los pies hasta que tengamos nuestro dinero.
Estaba claro que el concepto de "cortesía" para Zendr no incluía al desgraciado de la túnica.

- A mí es que estas cosas me dan sed... ¿Los agradecimientos de la casa incluyen cerveza gratis? - Sonrió con una mueca socarrona.

Mirn se cruzó de brazos con cierta indiferencia cuando Mordred trató de demostrar su gallardía - ¡Pues os las tendréis que ver conmigo en caso que querais seguir haciendo daño a la chica, no hace falta ser un gran sabio para darse cuenta de que el responsable real de este robo no está aquí! - dijo el clérigo, que luego observó al hombretón que se acercó - Yo os ayudaré a recuperar vuestro dinero si hace falta siempre y cuando no pretendáis cometer más maldades aquí... - dijo decidido.

Cuando Larur agradeció la intervención de los que habían frustrado el robo el pequeño clérigo de Shelyn asintió satisfecho quitandose el sombrero y llevandoselo al pecho. - Monsieur, si hay algun perjudicado hazedmelo saber y me encargaré de sanar sus heridas... soy clérigo de Shelyn y que menos que procurar minimizar el sufrimiento que esta banda haya causado entre los presentes. -

Dredmor se regocijaba por dentro ante las muestras de temor que leía en los ojos de la mujer tuerta. Cuando posó sus ojos sobre la tela supo qué había pasado con el cofre. Ciertamente, los magos eran los tipos más hábiles que se podían encontrar. Iban a sacar un cofre que a buen seguro pesaba un quintal de la manera más liviana posible. Empezó a hablar en voz baja:

Que habilidosos.... Mordred, guarda ese paño que se lo devolveremos a su dueño, que no es otro que Saul.... El cofre es el pañuelo, ese mago ejecutó un hechizo que lo convirtió en algo más manejable y portable....

El hechicero se había olvidado del resto de personas que había en aquel salón, no eran importantes. Excepto su hermano claro, que se encargaría de ser el sociable de la familia... Otra vez más... Se acercó al cuerpo yaciente del mago y lo desvalijó sin miramientos. Las fichas de juego las descartó pero sobre el resto puso especial atención en reparar en vestigios mágicos. El libro directamente se lo apalancó bajo el brazo, seguramente podría echarle un ojo más tarde.