Partida Rol por web

Mordred se encontraba ya desvalijando a los rufianes, cuando le pareció escuchar que el mediano le decía algo. El tiefling se detuvo y dibujó una sonrisa intrépida en su cara - Tiene pelotas el canijo...- pensó.

Se levantó justo para continuar la sosegada charla con el pequeño clérigo de Shelyn. En ese momento, el guerrero varisio apareció para presentarse y hacerle un gesto de agradecimiento. Mordred lo aceptó, pero continuó su marcha hasta que una larga sombra cubrió al mediano que no cesaba de parlotear. Con tiento y dulzura, le dio unos golpecitos en el sombrero de ala ancha hasta que éste mirara arriba. Luego inició su réplica:

- No pelearé contigo por dos razones... Porque me caes bien y porque contingo no tengo ni para sudar...- dijo con una sonrisa más agradable. - Otra cosa amigo... Tienes valor, pero te recomiendo que guardes dentro de esa boca la lengua. Este lugar es peligroso y una mala palabra, en un mal momento, podrían hacer que acabaras tus días como un "chapero" drogado en algún templo de Calistria.... Entiéndeme, hay gente muy viciosa en esta ciudad- afirmó casi susurrando - Por lo demás, como dice el "achaparrado"- refiriéndose a Larur- Te doy las gracias por colaborar en la pelea...- Justo en ese momento, escuchó como Zendr reprendía a su hermano...

... ¿No hay caballerosidad entre los vuestros?..- Esas fueron las palabras pronunciadas.

El tiefling negó con la cabeza. Aquello que acababa de escuchar no podía ser verdad...

- Otro puto varisio que se cree paladín de Desna... ¡¡Hay que joderse!!...- siguió con sus cábalas mentales mientras ojeaba el cuero de la muchacha

Larur aceptó el ofrecimiento de Mirn:

 - Se agradece el ofrecimiento, y la generosidad por vuestra parte. Por lo que veo ningún cliente, salvo estas ratas - refiriéndose a los ladrones, y en especial a los dos que se debatían entre la vida y la muerte -, requieren de atenciones. Si quiere dispensarle los favores divinos a esta gente de poca catadura, no voy a entrar en sus juicios de valor. Mi trabajo aparte de intentar asegurar la velada, será informar al jefe de lo acontecido. Y ahora si me disculpa, tengo que terminar.

Larur se dio media vuelta y continuó amordazando a los ladrones, y en cuanto acabó se levantó, con el rollo de tela en la mano y dijo:

 - Alguien sabe cómo deshacer este conjuro, o tengo que "depertar" al mago "a ostias". - Comentó con la sutileza típica de los enanos.

Por el resto de la sala, la gente empezaba a levantarse, una vez asegurado que no había peligro y que la visión retornaba a sus ojos, y empezaba a levantarse un murmullo incómodo. El murmullo empezaba a tomar aire de protesta generalizada ....

El clérigo mediano escuchó con rostro circunspecto los alardes intimidantes del pícaro tiefling y cuando acabó se quitó el pequeño sombrero de ala ancha y se lo llevó a la panza. - ¡Très bien! Excelente interpretación de bravuconería de taberna! - exclamó Mirn con su extraño acento extrangero. - Pero no temo nada de lo que decís, más no ensuciar o rasgar mi ropa... ¡eso si sería un desastre absoluto! - dijo negando con la cabeza y luego llevandose un dedo a los labios como si pensara en alguna cosa.

- Mi nombre es Mirn, y además de ser un pregonero del arte y la belleza, procedo de Galt. No se si conoces la tierra de la eterna revolución, pero allí esos "viciosos" que tu mencionas serian la última de mis preocupaciones... además de que sé defenderme sólo, pues la Rosa Eterna me ha concedido sus dones - concluyó llevandose el sombrero de nuevo a la cabeza y tomandose unos instantes para colocarselo en el punto exacto.

- Harias bien en no juzgar a la gente por su tamaño, más de una sorpresa te llevarías. Al margen de ello, creo que estamos en el mismo bando y no hay necesidad de mantener este duelo dialéctico... yo también agradezco vuestra participación en la escaramuza - dijo reverenciandose con respeto con movimientos parecidos a los que haría cualquier noble de Golarion. -

Dredmor se agenció los brazales y la varita, el resto no le interesaba. Volvió a prestar atención a lo que ocurría a su alrededor y se dio cuenta que su hermano estaba en un duelo dialéctico con un pequeño y pomposo ser que no levantaba dos palmos del suelo. Con aire socarrón empezó a dar palmas rápidamente.

¡Ui lo que te ha dicho! ¡¡Uaaaaaaaala!! Tiene huevos el notas, bueno, serán huevitos..... Jajajajajaja

Luego meditó sobre las palabras de Larur, quizás en otro momento le apeteciera ver como le daban lo suyo al maldito mago pero ya estaba cansado de violencia. Le apetecía algo de pausa.

No hace falta Larur, si me dais el pañuelo desharé el hechizo...

Cuando tuvo en su poder el trozo de tela lo lanzó contra el suelo e ipso facto apareció el cofre.

¡Tachán! Y ahora creo que os voy a decir una frase que decía un gran tabernero cuando quería desalojar..... ¿No tenéis casa?

Para bien o para mal la noche se había arruinado, o al menos eso creía el más sabio de los hermanos demoníacos. Así que lo mejor era echar a todo el mundo y pensar en aquella sombra que había contratado a aquel grupo de mierdas para joderles la inauguración. Igual podía tener un ratito a solas con la zorrupia aquella....

Hummmmmmmn, que bien me lo pasaría...

Mordred seguía ojeando y toqueteando la armadura de cuero de la "tuerta", mientras el pequeño mediano cansineaba con sus modales y su patria querida. Después de un rato, se levantó como impulsado por un muelle y con la mirada perdida dijo:

- Creo que esta armadura me apretará un poco en la pechera...- El tiefling había hecho caso omiso al pequeño Mirn, pues el pícaro consideraba que su cuota de muerte y sangre estaba saciada por el día de hoy y no valía la pena darle importancia a las palabras del forastero. A pesar de eso, no quiso ser descortés con un camarada y menos con alguien que a pesar de su escasa altura, tenía agallas.

- ¡¿Mirn no?!... Mi nombre es Mordred y ese tío raro y chiflado es mi hermano Dredmor.- Dijo tendiendo una mano al lindo clérigo. - Tal vez podamos conseguir algo de pasta al vender estos enseres...- prosiguió el seminfernal con una sonrisa en la cara de felicidad. Parecía como si el asesino despiadado se hubiera volatilizado de un plumazo - ... Y la podamos repartir... ¡¡Entre todos!!- puso cara de circunstancias cuando pronunció la última parte de la frase.

De repente, su hermano hizo uno de sus trucos y el paño volvió a convertirse en el cofre. - ¡¡Bien hecho Dredmor!! ¡¡Ahora sácate una naranja del ojete!! jajajaja...- rio el pícaro ante dicha ocurrencia. 

Verdaderamente, tratar con la pareja de gemelos era desconcertante. Lo mismo estaban de buen humor como estaban iracundos y descontrolados. Eran imprevisibles, pero parecían formar una pareja perfectamente engrasada para enfrentarse a cualquier tipo de contingencia.

- Deberíamos averiguar quién ha sido el hijo de Iomedae que ha venido aquí a darnos la noche ¡¿No te parece hermano?!- preguntó a su gemelo hechicero.

Por cierto... ¡¿Shelyn y Calistria se llevan bien?!- preguntó Mordred a Mirn cambiando el tema - ... Es que conozco un garito donde tú y yo lo podemos pasar de maravilla, amigo...- intentaba convencer al clérigo de algo.

¡¡Está to pagaooooooo!!

Larur le tendió el rollo de tela a Dredmor. No estaba convencido de lo que podría hacer, pero ante su desconocimiento de la magia, por sus raíces enanas, y el hecho de que el mago causante estaba durmiendo la mona, era la única opción plausible. Su sorpresa fue más que grata cuando al lanzar la tela contra el suelo el cofre apareció de nuevo:

 - ¡Vaya! ¡Muy bien hecho muchacho! - Dijo con una evidente sonrisa en su rostro. Parecía que al final la noche no iba a ser tan desastrosa después de todo.

Sin embargo, su alegre rostro se difuminó en cuanto empezó a escuchar el murmullo de la gente que iba in crescendo con un tono nada alentador.

 - Quedaos aquí muchachos y vigilad el cofre. - Dijo en clara referencia a Mordred y Dredmor - La noche no ha acabado, ..., e intuyo que no acabará bien. Voy a buscar a Saul. - Y empezó a abrirse paso entre la multitud que volvía a estar de pie. Pero antes de nada se giró un momento y añadió - E intentad ser un poco más amables con nuestros "ayudantes". - En referencia a Mirn, Zendr y Bodhi - Sin ellos es posible que nos hubiesen conseguido robar el cofre del premio.

No había reprimenda en sus palabras, pero el rechoncho enano tenía un tema más importante que atender en este mismo instante, y era una multitud un tanto molesta con lo que acababa de pasar ...

El shelyta se extrañó ante el cambio repentino de humor de Mordred, nunca había conocido a un tiefling aunque había oído hablar de ellos y hasta incluso había visto alguno pasearse de forma algo sospechosa por Riddleport. Los medianos eran sencillos y no les gustaba dar demasiadas vueltas a un mismo tema, así que Mirn se limitó a dar por hecho que los cambios de humor repentinos de Mordred y Dredmor eran inherentes a toda la raza tiefling.

- Calistria y Shelyn hacen buenas migas... sí. Podríamos visitar ese garito que dices, y por cierto... ¡Sois los primeros tieflings que conozco! - exclamó jocoso el clérigo de Shelyn. - No he podido evitar fijarme además en esos cuernos que lleváis... soy artista, ¿sabeis? Si tuvieramos ocasión despues de este embrollo me gustaría retrataros, creo que mascaras rojizas con cuernos sería el último grito de moda galtiana para los bailes de salón de Isarn.... - dijo con una mano en la barbilla pensativo.

Cuando Larur llegó, agradeció sus palabras. - ¡No os preocupeis monsieur enano! Los hermanos rojizos, yo mismo y este hombretón protegeremos con nuestra vida este cofre. ¡Por la rosa eterna que sí! - exclamó el clérigo de Shelyn al tiempo que se subía encima del cofre y desenvainava su pequeño "abrecartas". Aunque para lo presentes pareciera un guardian de risa, imprudencia cometía el que subestimara a un mediano por su tamaño, sobretodo si este había recibido los poderes divinos de una diosa.

- ¿Monsieur, también habéis ayudado a detener a los malhechores? - pregunto a Zendr, de quien nada sabía todavía, con su extraño acento.

- ¡Su puta madre! - Exclamó el varisio cuando el cofre apareció de repente en el suelo. Estaba claro que lo último que esperaba era una aparición como aquella y no pudo reprimir el sobresalto.

Cuando se hubo tranquilizado, el tal Mirn se le aproximó.
Zendr contemplaba con los ojos muy abiertos al mediano. ¡Demonios, qué raro hablaba!
- Eeeeh, sí. He bailado un poco con estos sacos de estiércol, sí.

- Por cierto, compromete tu vida si quieres; pero a mí déjame en paz, si no te importa. Lo único que me interesa de ese cofre es mi parte del dinero, pero como espero que comprendas, mi vida (por perra que sea) vale más que unas pocas monedas. - Dijo, contestando a la afirmación que tan alegremente había hecho el chiquitín.

- Aunque bueno, no me gusta un pelo lo acalorado que se está volviendo el ambiente. Espero que nadie me toque demasiado las narices... ya sabéis: las multitudes furibundas son peligrosas cual varisio con resaca.

Con un gesto casi instintivo se llevó las manos a la caña de las botas en busca del frío metal.
- Joder, lo único que quería esta noche era beber y jugar un rato. ¡Y sigo teniendo sed!

La concurrencia, una vez finalizado el caos del robo fallido, se dedicaba a soltarse improperios, alardear de sus habilidades y en resumen, competir por quien "la tenia más gorda", como hubiese dicho el pobre Martin. Mientras todo aquello sucedia, Bodhi, que no aceptó la invitación del pequeño hombre floreado para ver el final de la comedia, se acercó al cuerpo del difunto Martin y se arrodilló junto a él. Cerró sus ojos despacio, le limpió la sangre de sus heridas y trató de levantarlo en brazos y sacarlo de aquel lugar de miseria, vicio muerte. Pero el cadaver era un peso muy grande para sus brazos, y al tratar de levantarse con él, el muchacho negro trastabilló, chocó con una mesa y montó un fenomal estruendo de loza rota y madera que caia. Gruñendo por el esfuerzo, volvió a intentarlo, y por fin cpnsiguió alzar a su amigo defenestrado y comenzó a andar con pasos tambaleantes hacia la salida del antro. Uno de los hombres-chivo parecía los echaba. Quizas fuese amigo del dueño, o el mismo dueño. Al pasar al lado del grupo reunido junto a la lider de los ladrones, Bodhi miró la escena, cerró los ojos y dijo:

- Si encontrais al que ordenó esto, avisadme por favor. Mi amigo ha muerto, y no era su hora aun. Solo una vida puede pagar otra... y quiero la vida de ese hombre. La quiero para MI.

Luego continuó hacia la salida. Llevaria a Martin al Mar, donde todas las cosas empezaban y donde todas debían terminar. Antes de salir, miró al rincon donde les habían hecho dear sus armas, giró la cabeza hacia el enano barbudo y habló:

- Volveré a por mi vara.

Bodhi salió del Goblin Dorado, arrastrando a duras penas el cuerpo del difunto Martin. Lejos dejaba el cada vez más bullicioso Goblin Dorado, con algunas voces que se alzaban sobre otras solicitando el pago o retorno del dinero, ..., ese vil dinero que parecía ser, al menos al juicio de Bodhi, el causante de la muerte de una persona inocente y con buen corazón.

Bodhi pudo observar, una vez fuera, que aún siendo de noche, las calles estaban iluminadas por unos orbes incandescentes extraños situados en unos postes metálicos a lo largo de las calles. Aprovechando esta luminosidad, Bodhi se encaminó hacia dónde escuchaba el inconfundible sonido del mar, evitando, eso sí, aquellas calles que no estuviesen adoquinadas, y poco iluminadas, para no tener que encontrarse con la sorpresa de un lodazal que le dificultase el trayecto.

Bodhi se marchó con el cuerpo de Martin, transportado a duras penas. Parecía necesitar estar a solas con el difunto que parecía ser su amigo.

Por otro lado, Saul Vancaskerkin hizo su aparición por la puerta sur, la que llevaba a la zona para intercambiar las fichas del juego. Su cara mudó a una sombría faz, entre sorpresa y rabia, al ver el caos en la sala de juego. Casi de inmediato, Larur llegó hasta su posición y pareció relatarle lo acontecido. Con gesto serio hizo un asentimiento, y se dirigió hacia el tumulto de jugadores que parecían estar más que enfadados.

Estos empezaron a encararse con él e increparle. Se escuchaban varios gritos de protesta por parte de los jugadores, algunos queriendo saber qué iba a pasar ahora, pero la mayoría exigiendo que se les devolviese el dinero ante el evidente fallido torneo. La aparición de un hombre taciturno, que claramente parece proteger a Saul, evita que las protestas pasen al estadio de la violencia.

Saul intenta calmar a la enfurecida clientela, que parece aglomerarse en la zona de intercambio de fichas (zona sur de la sala), pero sus intentos parecen infructuosos. Se dirige a duras penas hasta la tarima central en dónde, con sus mejores dotes diplomáticas, promete a los asistentes cambiar las fichas por un 110% de su valor. El público, aunque continúa con las quejas, termina aceptando el acuerdo ya que en el fondo, se dan cuenta de que es un buen trato, en comparación con lo que ganarían si se hubiesen quedado toda la noche en el torneo. Los jugadores empiezan a hacer cola en la caja para obtener el dinero acordado y salir del Goblin Dorado de mala gana.

A medida que pasa el tiempo y la cola de la caja empieza a hacerse más pequeña, los trabajadores del Goblin Dorado se empiezan a resignar, perturbados por cómo ha ido el torneo y reacios a seguir trabajando por la miseria que les paga Saul.

Saul se acerca hacia la posición del grupo, cuando el ambiente ya está calmado:

 - Larur me ha contado lo sucedido. Os agradezco a todos el que hayáis ayudado a frustrar el robo que se quería cometer.

La tensa situación en la que desembocó el final del intento de robo terminó en el momento en que Saul prometió abonar el importe de las fichas de juego con un compensación de una décima parte. Lo que prometía ser la gran noche del regreso de Dredmor a lo más alto del sector del juego de Riddleport se quedó en un inmenso globo que se desinchaba emitiendo un sonoro pitido de burla que atenazaba los oídos del hechicero tiefling. Se dejó caer derrotado al suelo y empezó a mascullar....

No puede ser, tantas penurias pasadas y la vida no me reserva ni un momento de alivio y descansa. La desgracia me persigue desde el mismo momento en que la puta madre que nos parió nos trajo al mundo.... ¿Por qué? ¿Por qué el destino nos castiga de esta manera tan cruel y despiadada? ¿Qué mal hemos cometido para merecer esta suerte?

Dredmor se acurrucó en posición fetal mientras continuaba su retahíla autocompasiva. Sollozaba en un idioma extraño e ininteligible mientras se tapaba la cara con la capa que siempre agitaba en sus giros teatrales.

El menudo clérigo de Shelyn, que seguia de pie en el cofre, observó la marcha de Bodhi con el cuerpo fallecido del desconocido Martin con tristeza. Los medianos suelen olvidarse frecuentemente de cosas dada su naturaleza dispersa, hecho acrecentado por la atención que le suscitó el encuentro con Zendr y los gemelos demonios y el caos general que aún había en el salón, por ello había olvidado por completo la caída del humano que el había podido ver a la distancia.

El extraño y acuoso humano de tez morena había marchado ya con el cadáver de su amigo, e instantes después el que parecía más excéntrico de los hermanos tieflings pareció lamentarse por el fracaso de sus planes durante la noche. Mirn observó con curiosidad como se acurrucaba en posición fetal.

- ¡Oh vamos! Ánimate Mordred ¿O era Dredmor? - se preguntó respondiendose a sí mismo al instante - Da igual monsieur, la suerte es como las plantas, sólo hay que regarlas y esperar que den sus frutos... - exclamó el mediano-  además todo este desastre ha provocado que nos conozcamos, !podría ser el principio de una gran aventura! como en las novelas de ficción...- dijo con tono ensoñador y la mirada perdida, como si tratara de recordar cosas.

Cuando Saul apareció para agradecer la participación de aquel extraño y accidental grupo, Mirn se limitó a reverenciarse cortesmente. - No hay de que, monsieur, para mi ha sido un placer participar... - dijo como si todo aquello no hubiese sido más que un pasatiempo o un juego para el mediano.

Mordred contempló como un humano de piel negra como un tablón chamuscado, salía de la estancia con el cadáver del que decía ser su amigo. Las peleas en Riddleport tenían esas cosas, cualquiera podía salir lastimado y en última instancia muerto...

Luego apareció Saul y prometió compensar a todos los que estaban allí con un tanto por ciento de lo ganado. Las triquiñuelas, trucos y jugadas maestras del pícaro tiefling, se habían ido a freir espárragos gracias al puto manco de los cojones...

Su hermano -afectado a su manera- montó el espectáculo melodramático de recibo. Mordred conocía bastante bien a Dredmor y no prestó ningún tipo de atención a su pataleta. Había muchas cosas importantes que hacer y no estaban para perder el tiempo.

- Propongo que vayamos a buscar al hijo de mala madre que nos ha chafado la fiesta... El negro se apuntaba ¿no? ¡¿Y tú que dices Mirn?! ¡¿Y el paladín varisio?!... ¡¡Dredmor!! ¡¡Por el liguero de Calistria deja de llorar como un bobalicón!!...- intentaba gestar una especie de grupo - ¡Vayamos a devolverle el daño hecho! ¡¿Qué me decís?!- miraba a los que allí quedaban tras la espantada de la clientela. -Vendemos los objetos, cambiamos las fichas, nos pertrechamos y vamos a liarla parda... ¡¿A qué mola?!- dijo con una sonrisa en los labios.

El varisio siguió con la mirada al hombre de tez oscura; se le veía visiblemente afectado al pobre. Nunca es fácil despedirse de un amigo.

Luego, el personaje de piel rojiza hizo un comentario y Zendr soltó una sonora carcajada: - ¡Ja! ¡Paladín dice el cachondo! ¡Muy bueno!

- Pues sí, tu idea me parece cojonuda. Sobre todo la parte esa del dinero fácil. Lo demás... Sí, por qué no. Hace tiempo que no voy de marcha. - Añadió al tiempo que le devolvia la sonrisa.

- Pero no sabemos por dónde empezar a buscar. Habrá que hacer una ronda de preguntas a los ladrones.

Aquellos extraños orbes iluminaron el camino hasta los muelles mas proximos. Bodhi hubiese preferido devolver a Martin al Mar en alguna playa donde el oceano no estuviese corrupto por la mano del hombre "civilizado", pero los muelles hubieron de bastar. No oró ni pronunció juramento alguno, pues aunque el buen Martin le hablaba de Gozreh como Señor del Mar, para el muchacho caoba el Mar era el Mar, simple y llanamente. Martin se hundió lentamente en las negras aguas, y entonces Bodhi prinunció una unica palabra: Adios.

Las 20 piezas de oro de la bolsa de Martin pasaron a la de Bodhi, pues suponía que le harían falta para lograr devolver la vida robada en aquel mundo de compra-venta. Luego, con andar pesaroso, `pues no había sido una noche feliz, el hijo del Mar se encaminó al antro donde todo debía empezar a rodar.

Bodhi regresó por la puerta y se agenció la vara que había dejado antes de entrar en el torneo del Goblin Dorado, para después aproximarse hasta la posición del resto.

Larur llegó a la altura de Saul, y se puso al lado de los amordazados ladrones, dándoles algún que otro "pescozón" si se movían demasiado, ..., aunque dos de ellos, no lo harían más, al haber cruzado las puertas de la muerte.

 - No nos precipitemos joven Mordred. Primero terminemos de saber, antes de que lleguen los gendarmes. - Comentó, y empezó a increpar a preguntas a los que parecían los cabecillas, la chica tuerta y el mago, que había recuperado la consciencia. Pero poco más pudieron averiguar aparte de lo que ya sabían, simplemente que el extraño encuentro para su "contratación" había pasado hacía aproximadamente un mes, y que los intentos por averiguar quién era la extraña figura que los había contratado habían resultado inútiles.

Saul indicó a Larur que desvalijara sin contemplación a los ladrones, y que entregase todo al grupo que había frustrado el intento de robo y recuperado el cofre. Y después, entre Larur y Saul, llevaron el cofre para guardarlo en la cámara fuerte del Goblin Dorado.

Cuando volvieron, coincidieron con la llegada de Hans y Beyar, que habían traído consigo un grupo de gendarmes de la ciudad. Relataron lo acontecido, y se llevaron a los ladrones, incluidos los dos cuerpos inertes, para arrestarlos en el cuartel de la guardia situado al norte de la ciudad. Antes de irse prometieron a Saul investigar lo sucedido e intentar atrapar a la silueta extraña promotor del intento de robo. Por su parte, Saul los despidió con un gesto en su cara que denotaba que pocas esperanzas tenía de que aquello sucediese.

Una vez sólos: el grupo, Larur, Bojask, Hans, Beyar y el propio Saul; Saul se dirige a vosotros:

 - Vuelvo a agradeceros la inestimable ayuda. Sin esta, el negocio se habría ido irremediablemente a pique. Sin embargo, esto no ha sucedido. - Dijo Saul con una sonrisa en los labios - Me gusta la forma de pensar del mediano, porque se parece mucho a la mía. - Saul parecía que cada vez se le iba ensanchando más la sonrisa, por los planes mentales que debía de tener - Me gustaría hablar con vosotros, porque parecéis tener madera para estos temas.

Cuando los trabajadores del Goblin Dorado se dispusieron a llevarse el cofre, Mirn, que se encontraba encima, saltó con gran agilidad hasta el suelo para permitirles el transporte y se ajustó su sombrero de ala ancha. Aquella reunión tan extraña de personajes tan variados no hacía más que motivar la curiosidad del clérigo de Shelyn, quien a pesar de todo era un extrangero en la ciudad y poco o nada tenía en común con los asuntos turbios de Riddleport.

Por otra parte, cuando Bodhi recuperó su bastón, Mirn se acercó también para recuperar un pequeño arco largo que se echó a la espalda junto a un carcaj de flechas. Aquel arco era bastante curioso para todo aquel que midiera igual que un humano, ya que su dimensión unida al floreteado decorado que tenía en su madera parecía que fuera de jugete.

Cuando Saul les propuso de sentarse a hablar, halagando la ayuda del accidental grupo, Mirn no supo bien bien que es lo que le impulsó a acceptar. El clérigo de la Rosa Eterna había llegado a la ciudad con el fin de realizar un lienzo de su emblemático portal rúnico por encargo de un senador del Consejo Revolucionario de Galt, un reputado coleccionista de obras de arte, y ahora se veia envuelto en un extraño intento de robo a un local de ocio y vicio. Probablemente la naturaleza curiosa y aventurera de su raza le impulsava, inexorablemente, a meterse donde no le llamaban.

- Por mi parte accepto vuestra invitación, monsieur Vancaskerkin... vuestra oferta huele peligrosamente a aventuras, y ese aroma me es tan deseado como el de las rosas con el rocío de la mañana recorriendo sus pétalos. - dijo con su habitual accento galtiano.