Partida Rol por web

- Madre mía, como está el bicho... - Zendr se aproximó a la cama dónde descansaba el más viejo de los dos. Por el sonido de sus ronquidos, el tipo iba bien cocido.

- No, hombre, no. Déjalo que descanse. Igual tú puedes ayudarnos. - El varisio se dirigió al más joven de los dos. - Mira, es bastante sencillo: camina por ahí cierto tipejo que ha cometido el error de robarnos y se rumorea que suele rondar por aquí. - Sonrió con malicia y se aproximó más al muchacho. - Anda, sé buen chico y colabora un poquito ¿vale?

Vaya dos subnormales.... A ver hasta dónde llegan con los buenos modos.... Acabarán necesitando mi buen hacer....

El joven muchacho, aún nervioso con la presencia del grupo en su alcoba, se dirigió hacia el menos imponente y más coherente de todos: Mirn.

 - Debéis creerme cuando os digo que somos gente de bien. Nos dedicamos a dar un cobijo, una comida y alivio, tanto físico como espiritual, a los más necesitados, ...., que por desgracia, son muchos en esta ciudad. - Dijo el joven muchacho, mostrando sus manos abiertas a modo de reforzar su relato - No sé quién os ha robado y si ha pasado por aquí sin que nosotros nos diésemos cuenta, pero aquí sólo hay pobres que no tienen nada, y nosotros que hacemos lo que buenamente podemos por ellos.

- Tal vez uno de esos pobres... a los que acogéis... este escondiendo más de 100 fichas de juego en su lecho, monsieur. Han sido robadas en el exquisito local del Goblin Dorado esta misma tarde, y huyó antes de que pudieramos alertar a las autoridades. Hemos venido precisamente con la intención de recuperarlas de forma pacífica... - explicó el clérigo mediano. - Y se le ha reconocido como alguien que suele merodear esta capilla. - concluyó esperando convencer a su interlocutor. 

El joven ayudante se volvió a centrar en el menudo Mirn. A todas luces era con quién mejor se podía hablar:

 - La verdad es que me gustaría ayudarles, pero por aquí pasan muchos pobres, sin techo y niños. Y no me acuerdo de todas las caras. Además, ahora la gente duerme, y bastantes problemas soportan sus desgraciadas cabezas. ¿No les importaría volver por la mañana?

En estas, la figura del padre Patrick se quiso incorporar. Y el joven ayudante fue raudo a ayudarle.

Aquello ya era la repanocha. Un chorizo les había quitado una buena cantidad de fichas y se había escondido en aquel cuchitril. Habían ido de buenas maneras a solicitar la colaboración de las personas que estaban a cargo y les soltaban que volvieran por la mañana... ¿Por la mañana?

¿Por la mañaaaaana? A saber dónde estará nuestro dinero por la mañana. Me la pela que la gente duerma, si no nos ayudáis lo haremos por nuestra cuenta... Pienso poner este sitio patas arriba hasta que aparezca ese truhán y nuestro dinero. Y si me quedo satisfecho lo mismo no le pego fuego a esta pocilga.

Mordred contempló la iracunda reacción de su hermano. La comprendía. Era una verdadera jodienda, pero aquel individuo decía la verdad...

- Éste no sabe nada- se dirigió a su hermano -Será mejor que sigamos por nuestra cuenta-

- ¿Y qué hacemos? ¿Ponemos boca abajo y sacudimos a todo el que nos crucemos?
Zendr empezaba a cabrearse. Tenía sueño y necesitaba más que nunca una cerveza (o varias).
Ciertamente, él también creía que el chaval no les estaba mintiendo, al fin y al cabo, no parecían mala gente. Pero toda la situación era de traca, por el momento los estaban toreando de mala manera; y además, con buenos modos, imposibilitando cualquier respuesta violenta. Si por lo menos se pusieran hostiles, podría desquitarse partiendo algunas caras...

Soltó un soplido de fastidio: - Tienes razón, vayamos a nuestro aire.
Se dirigió a los curas y, llevándose un dedo a los labios, añadió con gesto áspero: - No quiero oir ni una mosca, ¿estamos?. Venga, al sobre y calladitos.

Ante la decisión del grupo, y el fuerte carácter, unido a la clara advertencia, el joven muchacho ayudó al padre Patrick a tumbarse de nuevo para que, en su estado de embriaguez, encontrase de nuevo el sueño, ...., no tardó nada en hacerlo. Y posteriormente, se fue temblando a su cama, intentando aparentar calma, para no despertar las iras de tan susceptible grupo.

Por su parte, el grupo fijó su mirada en la única puerta de la habitación ...

Mordred se acercó cuidadosamente hasta la puerta. Cualquier imbécil con pocas luces la habría abierto sin pensar, pero él... él era demasiado inteligente. Pasó un largo rato observando y palpando los entresijos de la puerta, el suelo y las paredes que la delimitaban. Una trampa podía colocarse hasta en el lugar más inesperado y burdo...

Todavía recordaba la historia del viejo Lobry, un ratero de tres al cuarto que fue eliminado por un asesino profesional que le había colocado una trampa en su propio cagadero... ¡Sublime!

- No hay trampas- afirmó con seguridad el mestizo de piel rojiza. - ¡Vamos pa'dentro! - exclamó el tiefling abriendo la puerta e introduciéndose en su interior mientras hacía gala de sus habilidades de subterfugio.

Mordred afirmó que la puerta estaba limpia y se coló a través de ella.
- Vamos a buscar al ratoncito, je, je...
Zendr pasó justo después del tiefling y, con gracia felina, se adentró en pos de su objetivo.

El guerrero varisio y el infernal ladrón se internaron en lo que parecía el pasillo distribuidor de las habitaciones superiores de la capilla. Había un par de escaleras que bajaban al piso inferior, y que muy probablemente diesen a parar a las puertas contiguas a la principal, que estaban en la entrada.

Sin embargo, sin tiempo a reaccionar, observaron al fondo del pasillo un perro callejero de tres patas, un raquítico, y con la piel amarillenta, saco de sarna, que los escuchó entrar y comenzó a ladrarles.