Partida Rol por web

El monje asiente y se retira. Poco más ocupa tus quehaceres, excepto lo habitual en estos casos antes de partir de viaje. 

Cuando Daichi se retiró, dejándola sola, ella resopló, sonriendo tristemente sólo para si misma.

Desvió su mirada hacia el jardín, pensando, como siempre le ocurría cada vez que veía a Daichi-san. El invidente monje siempre había tenido la particularidad de ser muy sagaz, y todavía se preguntaba cómo diablos había descubierto su secreto, algo que no tenía reparo alguno en recordarle. Aparte de él la única que conocía su secreto había sido la fiel Sakura, y que ella supiera, sólo Daichi había sido capaz de descubrirla, pero nunca tendría la certeza de si alguien más lo sabía y guardaba aquella baza para una mejor ocasión. Resultaba difícil vivir con aquella incógnita.

Pese a las evidentes muestras de fidelidad y complicidad de ambos, aquel tema siempre la había preocupado, y por ello mismo nunca había contado a nadie la verdad. No conocían otro nombre que el de Tetsu y cuidaba con sumo celo cualquier información personal que tuviera que dar, pues nada podía traicionarla tan fácilmente como el hecho de que ella había crecido allí, como hija del Daimyo, por lo que no sólo conocía aquella región como la palma de su mano, sino que ella también era conocida. Claro que había hecho mucho para camuflarse y hacerse pasar por "el primo" que decía ser, y ya eran tantos años allí que tenía toda una biografía propia de Tetsu, lo que facilitaba que su identidad se consolidara y se alejara de la de Tomoe.

Que irónico que, precisamente por ello, el actual Daimyo pensara en él como un buen onibawan. Frunció el ceño, por que no era la primera vez que lo pensaba: quizá él también lo supiera, y sólo estaba guardándose la baza. Aunque resultaba halagador pensar que, de ser así, aquel engaño sólo hablaba en su favor.

Volvió a resoplar y se levantó finalmente, saliendo de la habitación, dispuesto a reunirse con los encargados del almacén y dar las instrucciones pertinentes, pues pronto debería marcharse de nuevo y quería revisar que todo estuviera en orden. A fin de cuentas... aquel era su negocio, y no le iba nada mal.

Tras hacer las largas cuentas, dejas todos los asuntos del negocio arreglados. Aunque ahora que sabes que los caballos de Narayama están siendo cotizados, podrías hacer un buen negocio aprovechándote de esa información e invirtiendo en una nueva manada para tus establos.

Si consigues financiación, claro. 

Cómodamente sentado en su estudio, Tetsu observaba los libros de cuentas mientras la tinta se secaba, frotándose las antebrazos por debajo de las mangas del kimono. Sentía una cierta expectación, mitad nerviosismo mitad excitación, ante la situación que se le presentaba. ¿Haría mal en aprovecharla?

El Daimyo había ordenado que acompañara, en calidad de asistente, a Takashi-san, que haría las veces de enviado para atender al embajador de Uesugi. Este pretendía comprar caballos, y era obvio para Tetsu para que los querían. Si él los compraba antes, no sólo dificultaría ese presunto comercio que por el momento no iba a suceder, sino que llegado el caso beneficiaría a su propio negocio, y por tanto, a su tapadera. Y tendría una excusa para mediar personalmente en las negociaciones... obteniendo información por el camino.

Sonrió para sí, mientras cerraba el libro de cuentas y se giraba.

- ¡Sakura-san! - Llamó. La joven acostumbraba a estar siempre lo suficientemente cerca para atenderle, y si alguien sabía a quién había que comprar esos caballos y a quién pedirle el dinero, sin duda sería ella.

Después de varios minutos de espera y silencio (disfrutados por otra parte, mientras perfilaba en su mente lo que creía que debía hacer), Tetsu se dio cuenta que nada a su alrededor se había movido. Sakura no parecía estar, como acostumbraba, por allí cerca... y se preguntó el porqué.

"Bueno, realmente no soy su única ocupación" - Se dijo a sí mismo, aunque aquel silencio empezaba a extrañarle.

Decidió levantarse y se acercó al shoji, retirándolo suavemente. Observó y escuchó, pendiente de si algún sonido en su casa le revelaba qué estaba ocurriendo en aquel instante... y echó a andar, en busca de la joven. Quizá estuviera en la cocina, ayudando a las mujeres, o quizá la encontrara con alguno de los encargados del almacén, a los cuales hacía un rato que les había dado instrucciones.

Una traviesa sonrisa atravesó el semblante de Tetsu cuando finalmente localizó a su ayudante: estaba en la cocina, acompañada del resto de mujeres, atareada con la preparación de la cena, los corrillos de camadería y los cotilleos. Se asomó lentamente, procurando no interrumpir, observando con verdadera envidia.

Ella debería estar allí, rodeada de sus pares, y no fingiendo aquella historia tan fríamente hasta calarle los huesos. Suspiró.

Varias mujeres repararon entonces en su presencia, algunas incluso disculpándose sin motivo. Tetsu sonrió afablemente, como acostumbraba, asegurando que no pretendía molestar y sólo buscaba a Sakura. La joven se incorporó rápidamente y le siguió, algo abochornada también. En cuanto se distanciaron lo suficiente la joven intentó disculparse, pero Tetsu cortó la diatriba con un ademán y una sonrisa.

- No es necesario que te preocupes tanto, Sakura-san. No me atrevería a pedirte nunca que renunciaras a algo como eso, así que, onegai, disfrutalo por mí. - Comentó, en apenas un susurro, mirándola con cariño, mientras seguían avanzando de vuelta a su estudio. - Ahora, hablemos de el próximo negocio antes de que deba partir.

Ambos entraron nuevamente en la habitación y Sakura deslizó el shoji, apresurándose a sentarse frente a Tetsu, que ya se había acomodado, para atender a sus palabras.

- Necesito que repitamos la hazaña del arroz. - Dijo, sin preámbulos. - Pero esta vez con caballos. Antes de la próxima estación, y por lo tanto del inicio de las ferias de ganadería, quiero tener bajo mi control directo la titularidad de los dos mejores rebaños de caballos del Narayama, así como los privilegios de venta del resto de la población equina, concretamente aquellos que pudieran destinarse a la guerra.

La joven asintió, estupefacta. Recordaba la hazaña del arroz: Tetsu había comprado por adelantado, de sus propios fondos, las dos cosechas más grandes, enviando a su vez a tres comerciantes distintos, pretendiendo ser independientes, a por los derechos de compra del resto de las cosechas relevantes de la región. Dichos comerciantes fijaban con el agricultor un precio de venta final que se comprometían a pagar, apenas modificado por el resultado final de la cosecha, y abonaban un adelanto en ese mismo momento, a modo de señal. Una vez recolectado el arroz, el producto pasaba automáticamente a manos del comerciante, que abonaba el resto del capital acordado.

Dicha mercancía entraba entonces en el mercado a manos del comerciante, no del agricultor. De haberse tratado de tres comerciantes distintos, obviamente, hubiera existido competencia. Pero aquellos, en última instancia, trabajaban para Tetsu, el cual poseía, en realidad, los derechos de todas las cosechas de la región, pudiendo administrarlas a placer.

Aquel año no solo habían sacado un buen dinero con la transacción, sino que habían salvado al valle de una hambruna segura: el 40% de las cosechas se habían echado a perder en un desafortunado temporal, pero debido a los pactos previos con los comerciantes, no solo todos los agricultores recibieron el dinero estipulado (incluso aquellos que habían perdido la cosecha entera tenían derecho a un tanto por ciento acordado previamente en caso de desastre), sino que todos en el valle habían podido adquirir el arroz a un precio estable, pues todo fluía desde una misma fuente, que se encargó de administrarlo debidamente.

Nunca había sabido por qué Tetsu había querido llevar a cabo aquel tipo de negocio, ni cómo tenía tan claro que iban a realmente conseguir un beneficio claro. Bien es cierto que sus ganancias finales fueron menores de lo esperado debido a la mala cosecha, pero todos estaban de acuerdo en que de no haber sido así aquel hubiera sido un terrible año para todos los habitantes del valle.

Y ahora, tres años después, su patrón quería repetir aquella jugada... con nada más y nada menos que caballos. Y el asunto podía salir muy bien.

Cuando volvió a mirar a su patrón, pues se había perdido en sus propias cavilaciones, vio que Tetsu sonreía de forma casi traviesa. Estaba claro que había seguido, en silencio, su linea de pensamiento.

- Efectivamente. - Confirmó. - Y quiero que se encarguen también esta vez Manju-san, Keisuke-san y a Todai-sama, en tanto que tu gestionas la compra directa de nuestras dos manadas. Como de costumbre, no quiero todos los huevos en la misma cesta, aunque tengamos capital suficiente para comprarlas sin mayores problemas y disponemos de margen suficiente para negociar los acuerdos de venta. Es necesario que sean escrupulosamente exactos en sus negociaciones: no quiero que el precio se dispare antes de tiempo, pero necesito controlar ese mercado, sin descuidar, por supuesto, el resto.  ¿Alguna pregunta? 

La joven escuchó atenta las instrucciones de su Señor. Poco a poco, se fue formando una arruga en su frente. Sacó de entre sus ropajes un pequeño ábaco y comenzó a mover las bolas de colores de un lado a otro mientras murmuraba para si.

- Señor, para poder realizar ese plan... necesitaremos más fondos de los que disponemos. Al menos, dos kokus más. ¿De dónde sacaremos el dinero necesario?

Tetsu frunció el ceño a su vez. Tenía la esperanza de que sus propios fondos fueran suficientes para llevar a cabo la inversión, de la misma forma que lo habían sido para la hazaña del arroz, pero precisamente por eso quería hablar con Sakura. Nadie como ella conocía el mercado a fondo, y si decía que necesitarían por lo menos 2 kokus más, era que los iban a necesitar.

Meditó la cuestión pausadamente. Apenas terminada la primavera no podían contar con grandes ingresos, ya que estaban en tiempo de inversiones. Así mismo, que recordara, ninguno de sus deudores le debía una suma simliar, y tampoco era la mejor época para reclamarla, aunque quizá podría recurrir a ellos en caso necesario para constituir la cantidad final. A fin de cuentas, cualquier momento era bueno para cobrarse deudas.

Pero realmente, aquel negocio beneficiaba sobretodo a su señor, al imposibilitar la venta de caballos a ninguno de los dos clanes que los estaban amenazando sin su consentimieto, y tal como se lo había previsto a sí mismo, sin el consentimiento de su Daimyo...

- Creo poder conseguir esos fondos, pero para negociarlos debo acudir de nuevo a Komoe, pues será necesaria mi presencia. ¿A cuanto ascienden, pese a todo, las deudas que se nos deben, Sakura? Según los libros que he revisado esta tarde, ascenderían a aproximadamente el doble de esa cantidad, aunque no estén en manos de un solo deudor, lo cual puede complicar y ralentizar esa cosecha en particular... ¿Estoy en lo cierto? 

 - Estáis en lo cierto, mi señor, pero... es totalmente imposible recuperar todo lo que se nos debe. Mucho de ese dinero está reinvertido y recomprado en deuda antigua y otras operaciones de préstamo.

Tetsu asintió, serio.

- Es comprensible y contaba con ello, sin embargo no es el 100% de ese dinero lo que nos intereresa, sino sólo la mitad. Y estoy convencido que por lo menos 1 koku sí podemos recuperarlo de nuestro "muy querido amigo" Ichiya.

Sakura se lleva un dedo a los labios pintados con cereza y carmín, manchándolo de rojo. A pesar de su esmerada educación, cuando su mente comienza a pensar en negocios, todo lo demás desaparece.

- Ichiya está lejos, en el norte. Habrá que esperar a que se abran los pasos de las montañas. Y aún reclama un cargamento de madera tras el incendio que arrasó nuestros almacenes en Chiburo. Aún así, nos seguirá faltando dinero, Tetsu-san. Comenzaré los preparativos y le mantendré informado.

Con una profunda reverencia, la joven sale de la habitación.

El viento agitó las oraciones colgadas de los aleros de la casa. La primavera avanzaba.

Tetsu asintió a su asistenta, con una sonrisa en los labios. Le encantaba observarla cuando su cerebro se ponía a trabajar.

- Os lo encargo, mi querida Sakura. Estoy seguro de que algo podréis hacer. Por mi parte pondré en marcha el plan alternativo, con la esperanza puesta en obtener los fondos completos. - Esperó a que la joven se levantara e inclinó la cabeza para corresponder a su reverencia. - Oyasumi nasai.

Cuando la joven hubo salido se levantó y se dirigió a su vez hacia sus aposentos. Esperaba que el negocio saliera bien, pero incluso un éxito parcial sería suficiente para darle permitirle meterse donde le interesaba, así que no se sentía demasiado preocupado. De hecho, en aquel instante, le preocupaba bastante más su propio cansancio, y el largo camino que debería recorrer para recibir al embajador de Uesugi y su pequeña corte...