Partida Rol por web

El arquero dejó a uno de sus hombres sus armas. En medio de la desolación del pueblo, alguien consiguió una esterilla limpia. La colocaron en medio de la aldea, cerca del pozo. Toshinori se abrió el kimono, desnudando su torso. Su respiración era profunda, y su aliento formaba grandes nubes al encontrarse con el frío aire. Se arrodilló con decisión, la mirada perdida.

- Que con este gesto quede limpio el honor de aquellos que me siguieron. Y que sea la promesa de que la afrenta a nuestro señor no quedará impune.

Tomo aire con fuerza, una vez, antes de levantar el rostro al cielo.

- ¿Quién me ofrecerá un wakizashi?

Tetsu asintió decidido cuando Yuto-sama, acabada la paciencia y el espíritu de negociación, le ordenó con brusquedad que se hiciera el seppuku. Lo cierto es que el joven también creía que no había más salida que aquella para el deshonrado guerrero, y así lo había hecho constatar.
Y sin embargo era un ritual que, aún hoy en día, despertaba contradictorios sentimientos en el guerrero.

Se tragó sus pensamientos y se levantó del pequeño taburete en el que estaba sentado mientras Toshinori se preparaba. Se acercó a él en silencio y con decisión, desentrelazando de sus ligaduras su propio wakizashi, y se lo tendió con reverencia incluso.

- Este Wakizashi no pudo cumplir con su sagrada misión para nuestro Daimiyo anterior, mi tio. - Musitó, mirando al arrodillado guerrero a los ojos. - A diferencia de ti, a él no le dieron la oportunidad de morir con honor, fuera cual fuera su culpa, si es que realmente la tenía, y aún así nadie ha podido vengar todavía la afrenta que contra él se cometió. Muere con dignidad, Toshinori y honra este Wakizashi con ello. Y que la afrenta a tu señor y la afrenta al mio sean reparadas como si fueran una sola.

Yuto se colocó en su posición, al lado izquierdo de Toshinori. Desenvainó la Katana, separó los pies afianzándolos bien en el suelo, respiró hondo y levantó la espada por encima de su cabeza para dar el golpe mortal cuando hiciera falta.

Mientras Toshinori decidió al fin seguir la senda correcta y restaurar su honor así como limpiar el de sus hombres, Taksahi-san se arrodilló tras Toshinori al tiempo que alzaba para sí una plagaria por el alma de aquel hombre:

-Vuestro gesto no quedará en el olvido, Toshinori-san. Que los buenos vientos alcen vuestra alma al lugar que le corresponde y que la naturaleza recoja vuestra esencia como futuro Kami de sus dominios.-

Al decirle esto al joven guerrero, Takashi-san quedó en silencio aguardando a que Yuto-sama cercenara la testa de Toshinori, dando por concluido el ritual. Después de todo, aquel hombre había logrado hallar en su interior la fuerza necesario para afrontar su culpa y restaurar el honor perdido en la muerte.

El hombre hizo un esfuerzo por que el pulso no le temblara cuando recibió el wakizashi. Su respiración era profunda. Sus hombres se reunían alrededor de la escena, firmes, silenciosos, contemplando el ritual con rostros impasibles.

El primer corte fue rápido y brusco, la sangre cubrió la esterilla y salpicó la tierra manchada de cenizas. El segundo corte se demoró un instante, mientras Toshinori apretaba las mandíbulas para evitar gritar.

- Hazlo... hazlo ya...

Yuto no dudó ni un segundo, si hubiera sido él quién estuviera en su situación, le hubiera gustado que no se dudara ampliando el sufrimiento. La afilada hoja cayó veloz decapitando al honorable Omi Toshinori. Yuto Endo, senescal del clan Ichirei Shikon, limpió la hoja de su espada, la envainó y saludó con una profunda reverencia al cadaver.-Omi Toshinori, hombre del Clan Owaga, fiel al clan Ichirei Shikon. Tu muerte a sido honorable y tu daimyo será rescatado.-

Yuto se quedó mirando pensativo al joven que acababa de dar su vida para expiar su error. No, su GRAN error. Era justo. 

Silenciosamente, los hombres del Clan Ogawa se inclinaron mostrando su respeto. Uno de los oficiales se acerca y recoge la cabeza, envolviéndola en una capa. Los hombres hacen una reverencia de vuelta a los Samurais, y lentamente, en silencio, se retiran, cabizbajos.

Observó como se llevaban el cuerpo. Ese era el destino de los guerreros, vivir a metro y medio de la muerte. Y, si tenías alguien cercano, que tus restos no se pudrieran en un campo de batalla.-Señores vayamonos, debemos darnos prisa.- El momento era demasiado intenso como para desperdiciarlo hablando y se encaminó a su caballo.