Partida Rol por web

El suave taconear de mi paso en medio de aquel camino adoquinado comienza a resonar mientras el viento juega con mis rojos cabellos. A simple vista es imposible ocultar la alegría que me inunda al saber que aquel hombre, mi dulce amor, está allí aguardando por mi. Por esa razón intento que el pequeño trayecto a recorrer no sea demasiado largo y cuando al fin logro subir a la inmensa embarcación, allí está él. 

Sin poder evitarlo me dejo arrastrar por su influjo cuando las distancias se acortan tras un pequeño suspiro, lo miro a los ojos completamente embelesada, dichosa de estar entre sus brazos mientras el dulce aroma de una rosa aterciopelada de color rojo juega con la piel de mi rostro, del cuello. Endulzando el momento, avivando esa llamas que al fin de cuentas son tan nuestras bajo tantos cielos estrellados ya compartidos. 

—Amado mío— susurro. 

Las palabras que siguen a continuación logran que sonría aún más en medio de aquella noche. 

—Gracias, es mucho lo que te he echado de menos. 

Es una confesión que muere allí en su boca cuando un apasionado beso nos envuelve en su mayor esplendor, momento en el cual mi mano que se encuentra sobre su pecho termina por aferrarse a la camisa de aquel Capitán y permitiendo todo aquello que por deseo y necesidad, ahora mismo va surgiendo cuando mi lengua juega con la suya bebiendo sorbo a sorbo de su esencia, de mi gran amor. 

Ahora percibo sus manos en torno a mi cintura, como juegan con la delicadeza de aquellas cintas que sujetan al corset. Pero como buen experto en ello, poco es lo que tarda en encontrar aquel lazo que permite desatar e ir deshaciéndose del límite que le ofrece la tela al encuentro con mi piel. Es tan fervoroso el encuentro, tan intenso en su manifestación que en mi afán de sentirlo más allá de lo imaginado como tantas otras veces, es mi mano la que se desliza por su torso en un viaje que pretende quedar en la espalda para enterrar mis uñas y demostrarle cuánto lo deseo. 

Pew traga saliva mas por el susurro de su oficial intendente que por la amenazade la madame Jhaemee. -Ejem.. ejem.. _ejem... siendo esa la consigna... a la orden intendente.-Asiente con la cabeza a Leonorilda y luego le lanza un beso a Melissa y otro a Billy Bones de manera sarcástica.

-Espero para la próxima llegar un poco más temprano a ver si así mis monedas valen tanto como las de él.- El señor Pew se gira hacia la mesa que han preparado para Leonorilda Bolucci.

-¡Ya escucharon, aprendices de lobos! ¡El Walrus abre sus puertas a gente que le guste el oro, el ron y la aventura!- el marinero se alza en una silla para hacerse notar.

-¡Nada como el honor de navegar hombro a hombro con el mismo capitán Flint!.-

Y la pasión se desborda en aquella habitación, rodamos nuestros cuerpos entrelazados piel a piel entre blancas sábanas satinadas las cuáles nos envuelven como alas de ángel abrazando el calor de nuestros deseos.

Mis labios recorren aquella piel en tono marfil que contrasta con la deslumbrante cabellera rojiza de Marie, exaltando mis sentidos ante aquel vaivén tan fuerte y poderoso como lo es el oleaje en medio de una tempestad.

Mis manos se deleitan ante el tacto de mi amada deslizándome por mares y ríos que vadean mis más recónditos deseos mientras que las palabras salen sobrando ante aquella experiencia tan delirante. 

Todas aquellas noches de vigilia han sido recompensadas aquella tarde pues el amor que profeso por Marie revive tan solo con un simple roce de su piel expresando todo ese sentimiento que me aflige a la distancia, mas no hay tiempo para esos recuerdos y mis labios descienden más y más hasta encontrar el culmen de placer de mi amada perdiéndome por completo en su esencia. 

Es inevitable aquel encuentro donde allí perdida en su magnetismo le regalo cada rincón de mi, no sólo por la necesidad de sentirlo si no por este amor que fervoroso se manifiesta en cada expresión de mi rostro. Sin darme cuenta del tiempo como transcurre a su ritmo, sólo sé que estoy en la cama unida en la completud eterna de dos almas enlazadas, jugando con el tiempo, el roce y las caricias que en su afán de dejar una huella más allá de piel, nos reencuentra entre tanta pasión. 

Amo a este hombre y se lo hago notar cuando mis labios lo recorre entero, cuando mi lengua recoge las pequeñas gotas de sudor y los gemidos se escapan tímidos para darle color al encuentro. La marea de placer me inunda entre gestos eróticos y miradas que lo dicen en verdad todo. Mis manos se aferran a su piel, sólo hasta alcanzar mi primer orgasmo de tantos que surgirán en esta cama bajo su voluntad. 

Y mientras nos enfrascamos en una danza sin igual, noto como poco a poco va descendiendo hacia mi tesoro más preciado y en medio de tanta voracidad donde no hay reparo cuando estamos solos, acaricio sus largos cabellos hasta cerrar mi mano ligeramente mientras le ofrezco a merced aquel manjar tan delicioso. Luego de unos minutos de tanta pasión dedicada, le ofrezco la miel de mi esencia en su boca para que disfrute y beba a placer, entre gemidos y miradas algo perdidas bajo el influjo de este placer.

—Quiero todo de ti, ven... Déjame explorarte—digo sincera, ardiendo aún. 

No me quedaría quieta y en medio de tanta lujuria, también iría por su paraíso. Aquel lugar lleno de morbo, seducción y virilidad. 

La taberna El Kraken ya se encuentra casi llena a medida que avanza la noche, las risas combinadas con la música, el olor a alcohol, especias, cera derretida y algo más inunda aquel ambiente.

De pronto en la entrada aparece una elegante pero aborrecida figura, el Capitán Stephenson y su guardia real de casacas azul y oro de las tres coronas de Avalon.

Unos desesperados golpes en la puerta de la habitación principal del Kraken interrumpen abruptamente la intimidad de aquella noche por la madame principal de jennys.

-¡MARIE!... ¡MARIEE!... ¡STEPHENSON Y SUS CASACAS AZULES ESTÁN AQUÍ Y VIENEN A POR TÍ!.

Unos endemoniados golpes en la puerta rompen nuestro hermoso momento, justo cuando el culmen del placer provocado por los labios de mi amada acaban por desbordarme entre estertores que se confunden con enojo, sorpresa y placer infinito.

-¡POR LOS MIL DEMONIOS! ¿¡QUE ESTÁ PASANDO!?...- 

Lo estaba pasando realmente bien con mi dulce amor cuando escucho los golpes y el llamado de Jhamee detrás de la puerta. Esto es muy raro, ella jamás se metería en un momento de intimidad mío si no es por algo serio así que en cuanto el Capitán me regala su deliciosa esencia que saboreo con alevosía, comienzo a buscar la ropa. 

—¡Ya voy! —digo un tanto turbada.—Es ese Capitán, no comprende que no quiero saber nada con él. Me tiene harta y ahora debo saber que está pasando. 

Es la respuesta que le ofrezco a Flint mientras voy poniéndome el vestido. Más hubiera querido estar el doble de tiempo con él, pero la situación en la Taberna puede complicarse y debo estar allí, responder al maldito llamado que en mi cara realiza con su acto de presencia. 

—¿Me acompañas?—pregunto al Capitán. 

Dispuesta a salir, incluso con la espada en la mano si es necesario. Me va a escuchar el desgraciado, y mientras abro la puerta tras acomodar un poco el húmedo cabello debido a la intensidad de la noche y el sudor que hemos generado, desvío la mirada hacia Flint esperando por su reacción. 

-¡Hasta el fin del mundo, Marie!- Le respondo a mi amada bastante molesto con ese importuno guardia mientras termino de ponerme el pantalón y las botas, tomo mi espada y me coloco la pistola en el cinturón. -Juro que haré pagar a ese capitán por haberme arrebatado esta deliciosa noche de los brazos de Rogue.- 

Billy ignora la conducta de aquel Marino, pero asiente en gratitud a la jenny que le había 'defendido'. En ese momento, en el portal del establecimiento se aparece una forma reconocida, al menos por la gran mayoria, El Capitán Stephenson. - Rayos...- pensó Billy para sus adentros. Enfocado en no hacerse notar, e ignorar la presencia de aquel capitán, continuó con la mirada al frente, mirando a aquella que habían llamado Melissa, le dice - ¿Puedo pedirte un tarro?, y puedes dejar la botella- dice, añadiendo un par de monedas mas junto a la que ya había dejado en la barra.

Silver chasqueó la lengua contrariado. Menuda suerte habían tenido aquella semana, y parecía que la cosa no mejoraba. Ahora que había encontrado una oportunidad, y parecía buena, pues no todos los días uno puede enrolarse en la tripulación del capitán Flint, tenía que convencer al marinero más tarugo del local de ser un buen candidato. Y para colmo, ahora hacía acto de presencia la guardia real. Que narices querrían?

Se caló con determinación su mal trecho tricornio, y dibujando la mejor sonrisa de la que era capaz, se acercó a la mesa donde hacían el reclutamiento.

- Muy buenas caballeros. Dijo como si no conociera al Sr. Pew. - Espero que esos hombres que acaban de entrar no tengan nada que ver con ustedes. Añadió con semblante lo más amigable y despreocupado que fue capaz.

- Me interesaría enrolarme. Parece una gran oportunidad, y necesito llenar mis bolsillos.

Feliz de tener al Capitán caminando a mi lado estoy de regreso en la Taberna reflejando una expresión clara de disgusto, no me agradan las interrupciones y menos que visiten mi lugar para generar conflicto. Así que envuelta en ese halo de ofuscación y determinación, busco con la mirada al foco del problema. Seguro desea hablar conmigo y estoy dispuesta a hacerlo, aunque no será bajo sus términos sino los míos. 

No obstante por medio segundo desvío la mirada hacia Jhamee para que se quede tranquila y pueda seguir trabajando, de paso me vigila a las chicas por si algún lacayo del Capitán Stephenson se propase con ellas. 

—Bueno, aquí estoy—digo en un tono serio. 

            - !Espere un momento por favor señor Pew para saber que pasa con los casacas azules!      Antes de continuar promocionándonos veamos si nos indican ellos la intención del capitan Stephenson!    !Veamos si los presentes antes de su llegada se interesaron por tu aviso de contratación para la Walrus! -    Responde Leonorilda al marinero junto a ella con voz baja mientras que observa la llegada del capitán Stephenson y los guardias con casacas azules y oro

El capitán con la nariz en alto se quita el sombrero mientras sus guardias no se despegan de su espalda. Da un vistazo por el lugar y luego se dirige a sus guardias. -Arresten a cualquier posible criminal asesino que profese el innoble acto de piratería.- en ese momento hace acto de presencia Marie Reed bajando por las escaleras que llevan a las habitaciones superiores de la Taberna el Kraken.

El capitán Stephenson levanta un dedo para que sus guardias se detengan, luego hace una reverencia a la pelirroja y se dirige hacia ella tranquilamente. -Marie...- le toma una mano para besarla y sin soltarla le mira a los ojos -Esta noche te encuentras más bella que de costumbre.-

En mi sinuoso andar no puedo evitar el desviar la mirada hacia Leonorilda cuando habla tan abiertamente sobre los piratas, quizás no captando el riesgo que presupone el Capitán Stephenson allí en mi Taberna. Lo bueno es que llego justo a tiempo cuando envía a sus guardias para realizar los arrestos. 

—Capitán...—lo saludo. —No olvide que en mi lugar hay ciertas reglas que cumplir, entre ellas es que toda persona desde que cruza la puerta del Kraken deja sus títulos, profesiones o trabajos allí para ser uno más aquí dentro. Sabe que adoro la hospitalidad—aclaro en un tono dulce, educado. —Oh, muchas gracias.

Le permito que bese mi mano y más quisiera yo que no lo haga, pero es cuestión de conservar los modismos y la imagen. 

—¿Le apetece un trago, Capitán? Cortesía de la casa—lo invito. 

Y de forma muy simulada le indico a mi amado que mande a callar a la mujer, que una metida de pata a toda voz y se pudre todo en mi Taberna. Hay que manejar la situación con sutileza, estoy enamorada de un Pirata y tener a este hombre delante con sus pretensiones tan manifiestas, es muy delicado de llevar. 

El joven Silver se quedó helado al oír las palabras de aquel capitán. Piratas? Buscaban piratas? Y él se encontraba junto a la mesa de reclutamiento de la dudosa tripulación del Warlus. Que suerte la suya.

Buscó con la mirada una silla libre, a poder ser, lejos de los reclutadores.

- Bueno, visto lo visto, ya hablaremos cuando la cosa esté más tranquila. Murmuró al Sr. Pew y a la mujer que se sentaba a su lado.

- Que tengan un buen día. Concluyó con una leve gesto de la mano en su tricornio. Y se fue a apurar su basó intentando pasar desapercibido.

Sólo le faltaba tener problemas con los soldados. No era una buena forma de acabar la semana, ni mucho menos.

Desde debajo del dintel de las escaleras observo que Marie se adelanta y sobrelleva muy bien la situación con ese maldito casaca azul, empuño la pistola enfundada en mi cinto cuando Stephenson besa la mano de mi amada pero decido esperar y no provocar un zafarrancho que pudiera afectar a mi tripulación y sobre todo al Kraken, me escurro hasta la mesa de Leonorilda y Pew fajando mi camisa y acomodando mi espada alcanzo mis reclutadores sentándome a su lado.

-Oficial intendente, Sr. Pew... ¿A cuantos hombres han reclutado?.- Comento en voz baja mientras disimuladamente le pido una copa de ron almendrado a Jhaemee. -Ron de la reserva especial, nada de espumoso...- tratando de no espetar en el asunto.

Luego me dirijo a los dos pero mirado a los ojos de Leonorilda. -Si fuera por ese hombre -señalo a Stephenson- estaríamos colgados en la plaza principal de Carleon, así que oficial, tenemos que ser más discretos... bien, debemos salir de aquí para conseguir los repuestos de la tripulación y los víveres, Rogue nos dará el tiempo suficiente para salir de aquí... me adelantaré al Walrus, ustedes dos consigan a los hombres y víveres, nos encontraremos en el barco.- No espero a que la madame jenny me traiga la copa si no que la intercepto y le doy unos cuantos gremiales a cambio de mi ron guiñándole un ojo, luego me dirijo a la salida del Kraken indicándole con la barbilla a Mamba que me acompañe de regreso al Walrus.

-¡CAPITÁN FLINT!...-El capitán Stephenson llama al capitán del Walrus sin desviar la vista de Marie Reed mientras alguna jenny le sirve una copa de ron espumoso.

-¿Se marcha tan pronto?... hace tiempo que no nos vemos, le sugiero que nos acompañe.-Dos casacas azules le cierran el paso mientras que el capitán Stephenson se gira para invitar a Flint a la mesa donde también se encuentra Marie Reed.

El artillero de segunda del Walrus se tensa al momento de que el capitán Stephenson detiene a Flint a la salida del Kraken, disimuladamente saca un cuchillo de su bota y se lo faja en el cinturón mientras le da un buen sorbo a su copa sin perder de vista a su capitán.